FUENTES, Carlos Escritor mexicano nacido en 1928 en Panamá. Realizó sus estu dios primarios yel bachillerato en colegios de México, Sudamé rica y Estados Unidos. En 1956 obtuvo el título de abogado, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Pertenece a la "Generación de Medio siglo", así llamada por la revista que fue el órgano del grupo. Entre 1955 y 1958 dirigió la Revista Mexicana de Literatura. En 1954 publicó su primer libro, Los días enmascarados, compilación de seis cuentos en los que se fusionan los planos real y fantástico, y se recuperan el pasado mexicano y la cultura azteca. Estos rasgos estilísticos persistirán en su narrativa pos terior, sumados a la utilización de técnicas y procedimientos narrativas novedosos. Su consagración llegó con La región más transparente (1958), novela de un alto grado de experi mentación formal. En 1962, en los comienzos del "boom" de la literatura latinoamericana -del cual formó parte- dio a cono cer la novela La muerte de Artemio Cruz, para algunos su máxima obra. Su producción novelística se acrecienta con títulos como Cam bio de piel (1967), Terra nostra (1975), La cabeza de la hidra (1978) y Gringo viejo (1985). Escribió, además, nume rosos ensayos en los que analiza la nueva novela hispanoameri cana, y la historia y sociedad mexicanas desde una perspectiva crítica. Ha sido guionista desde fines de los anos '50; colabora dor en periódicos de su país y del extranjero, catedrático de las universidades de Columbia, Cambridge, Princeton y Harvard, entre otras, y embajador de México en Francia, entre 1975 y 1977. Ha recibido numerosos premios: Biblioteca Breve Seix Barral (1967), Xavier Villaurrutia (1975), Rómulo Gallegos (1977), Internacional Alfonso Reyes (1979), Nacional de Letras (1984) y Cervantes (1987). Hace poco tiempo, Filiberto murió ahogado en Acapulco. Sucedió en Semana Santa. Aunque había sido despedido de su empleo en la Secretaría, Filiberto no pudo resistir la tentación burocrática de ir, como todos los anos, a la pensión alemana, comer el choucrout endulzado por los sudores de la cocina tropical, bailar el Sábado de Gloria en La Quebrada y sentirse l/gente conocida" en el oscuro anonimato vespertino de la Playa de Hornos. Claro, sabíamos que en su juventud había nadado bien; pero ahora, a los cuarenta, y tan desmejorado como se le veía, !intentar salvar, a la medianoche, el largo trecho entre Caleta y la isla de la Roqueta! Frau Müller no permitió que se le velara, a pesar de ser un cliente tan antiguo, en la pensión; por el contrario, esa noche organizó un baile en la terracita sofocada, mientras Filiberto esperaba, muy pálido dentro de su caja, a que saliera el camión matutino de la terminal, y pasó acompanado de huacales y fardos la primera noche de su nueva vida. Cuando llegué, muy tempra no, a vigilar el embarque del féretro, Filiberto estaba bajo un túmulo de cocos; el chófer dijo que lo acomodáramos rápidamente en el toldo y lo cubriéramos con lonas, para que no se espantaran los pasajeros, y a ver si no le habíamos echado la sal al viaje. 218 219 ...!IfI! 1f. Salimos de Acapulco a la hora de la brisa tempranera. Hasta Tierra Colorada nacieron el calor y la luz. Mientras desayunaba huevos y chorizo abrí el cartapacio de Filiberto, recogido el día anterior, junto con sus otras pertenencias, en la pensión de los Müller. Doscientos pesos. Un periódico derogado de la ciudad de México. Cachos de lotería. El pasaje de ida -?sólo de ida?-. Y el cuaderno barato, de hojas cuadriculadas y tapas de papel mármol. Me aventuré a leerlo, a pesar de las curvas, el hedor a vómito y cierto sentimiento natural de respeto por la vida privada de mi difunto amigo. Recordaría -sí, empezaba con eso- nuestra cotidiana labor en la oficina; quizá sabría, al fin, por qué fue declinando, olvidando sus deberes, por qué dictaba oficios sin sentido, ni número, ni "Sufragio Efectivo No Reelección". Por qué en fin, fue corrido, olvidada la pensión, sin respetar los escalafones. quedaron allí, muchos llegaron más arriba de lo que pudimos pronosticar en aquellas fogosas, amables tertulias. Otros, que parecíamos prometerlo todo, nos quedamos a la mitad del camino, destripados en un examen extracurricular, aislados por una zanja invisiple de los que triunfaron y de los que nada alcanzaron. En fin, hoy volví a sentarme en las sillas modernizadas -también hay, como barricada de una invasión, una fuente de sodas- y pretendí leer expedientes. Vi a muchos antiguos companeros, cambiados, amnésicos, retocados de luz neón, prós peros. Con el café que casi no reconocía, con la ciu dad misma, habían ido cincelándose a ritmo distinto del mío. No, ya no me reconocían; o no me querían reconocer. A lo sumo -uno o dos- una mano gorda y rápida sobre el hombro. Adiós viejo, que tal. Entre ellos y yo mediaban los dieciocho agujeros del Country Club. Me disfracé detrás de los expedien tes. Desfilaron en mi memoria los anos de las gran des ilusiones, de los pronósticos felices y, también, todas las omisiones que impidieron su realización. Sentí la angustia de no poder meter los dedos en el pasado y pegar los trozos de algún rompecabezas abandonado; pero el arcón de los juguetes se va ol vidando y, al cabo, ?quién sabrá dónde fueron a dar los soldados de plomo, los cascOS, las espadas de madera? Los disfraces tan queridos, no fueron más que eso. y sin embargo, había habido constancia, disciplina, apego al deber. ?No era suficiente, o so braba? En ocasiones me asaltaba el recuerdo de Ril ke. La gran recompensa de la aventura de juventud debe ser la muerte; jóvenes, debemos partir con to dos nuestros secretos. Hoy, no tendría que volver la "Hoy fui a arreglar lo de mi pensión. El licenciado amabilísimo. Salí tan contento que decidí gastar cinco pesos en un café. Es el mismo al que íbamos de jóvenes y al que ahora nunca concurro, porque me recuerda que a los veinte anos podía darme más lujos que a los cuarenta. Entonces todos estábamos en un mismo plano, hubiéramos rechazado con energía cualquier opinión peyorativa hacia los companeros; de hecho, librábamos la batalla por aquellos a quienes en la casa discutían por su baja extracción o falta de elegancia. Yo sabía que muchos de ellos (quizá los más humildes) llegarían muy alto y aquí, en la Escuela, se iban a forjar las amistades duraderas en cuya companía cursaríamos el mar bravío. No, no fue así. No hubo reglas. Muchos de los humildes se 221 220 mirada a las ciudades de sal. ?Cinco pesos? Dos de propina." . Lagunilla donde venden uno de piedra y parece que barato. Voy a ir el domingo. "Un guasón pintó de rojo el agua del garrafón en la oficina, con la consiguiente perturbación de las labores. He debido consignado al Director, a quien sólo le dio mucha risa. El culpable se ha valido de esta circunstancia para hacer sarcasmos a mis costi llas el día entero todos en torno al agua. Ch..." "Pepe, aparte de su pasión por el derecho mercantil, gusta de teorizar. Me vio salir de Catedral, y juntos nos encaminamos a Palacio. Él es descreído, pero no le basta, en media cuadra tuvo que fabricar una teoría. Que si yo no fuera mexicano, no adoraría a Cristo y -No, mira, parece evidente. Llegan los espanoles y te proponen adorar a un Dios muerto hecho un coágulo, con el costado herido, clavado en una cruz. Sacrificado. Ofrendado. ?Qué cosa más natural que aceptar un sentimiento tan cercano a todo tu ceremonial, a toda tu vida?... Figúrate, en cambio, que México hubiera sido conquistado por budistas o por mahometanos. No es concebible que nuestros indios veneraran a un individuo que murió de indigestión. Pero un Dios al que no le basta que se sacrifiquen por él, sino que incluso va a que le arranquen el corazón, !caramba, jaque mate a Huitzilopocht1i! El cristianismo, en su sentido cálido, sangriento, de sacrificio y liturgia, se vuelve una prolongación natural y novedosa de la religión indígena. Los aspectos caridad, amor y la otra mejilla, en cambio, son rechazados. Y todo en México es eso: hay que matar a los hombres para poder creer en ellos. "Pepe conocía mi afición, desde joven, por ciertas formas del arte indígena mexicano. Yo colecciono estatuillas, ídolos, cacharros. Mis fines de semana los paso en Tlaxcala o en Teotihuacán. Acaso por esto le guste relacionar todas las teorías que elabora para mi consumo con estos temas. Por cierto que busco una réplica razonable del Chac Mool desde hace tiempo, y hoy Pepe me informa de un !ugar en la "Hoy domingo, aproveché para ir a la Lagunilla. Encontré el Chac Mool en la tienducha que me sena ló Pepe. Es una pieza preciosa, de tamano natural, y aunque el marchante asegura su originalidad, 10 dudo. La piedra es corriente, pero ello no aminora la eleganGia de la postura o 10 macizo del bloque. El desleal vendedor le ha embarrado salsa de tomate en la barriga al ídolo para convencer a los turistas de la sangrienta autenticidad de la escultura". "El traslado a la casa me costó más que la adquisi ción. Pero ya está aquí, por el momento en el sótano mientras reorganizo mi cuarto de trofeos a fin de darle cabida. Estas figuras necesitan sol vertical y fogoso; ése fue su elemento y condición. Pierde mu cho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece repro charme que le niegue la luz. El comerciante tenía un foco que iluminaba verticalmente a la escultura, re cortando todas sus aristas y dándole una expresión más amable. Habrá que seguir su ejemplo." "Amanecí con la tubería descompuesta. Incauto, dejé correr el agua de la cocina y se desbordó, corrió por el piso y llegó hasta el sótano, sin que me perca tara. El Chac Mool resiste la humedad, pero mis ma 222 223 :'1> ~ letas sufrieron. Todo esto, en día de labores, me obligó a llegar tarde a la oficina." "Vinieron, por fin, a arreglar la tubería. Las maletas, torcidas. Y el Chac MooI, con lama en la base." "Fui a raspar el musgo del Chac Mool con una espátula. Parecía ser ya parte de la piedra; fue labor de más de una hora, y sólo a las seis de la tarde pude terminar. No se distinguía muy bien en la penumbra; al finalizar el trabajo, seguí con la mano los contornos de la piedra. Cada vez que lo repasaba, el bloque parecía reblandecerse. N o quise creerlo: era ya casi una pasta. Este mercader de la Lagunilla me ha timado. Su escultura precolombina es puro yeso, y la humedad acabará por arruinarla. Le he echado encima unos trapos; manana la pasaré a la pieza de arriba, antes de que sufra un deterioro total." "Desperté a la una: había escuchado un queji~o terrible. Pensé en ladrones. Pura imaginación." "Los lamentos nocturnos han seguido. No sé a qué atribuido, p~ro estoy nervioso. Para colmo de males, la tubería volvió a descomponerse, y las lluvias se han colado, inundando el sótano." "El plomero no viene; estoy desesperado. Del Departamento del Distrito Federal, más vale no hablar. Es la primera vez que el agua de las lluvias no obedece a las coladeras y viene a dar a mi sótano. Los quejidos han cesado: vaya una cosa por otra." "Los 'trapos han caído al suelo. Increíble. Volví a palpar al Chac MooI. Se ha endurecido pero no vuelve a la consistencia de la piedra. No quiero escribirlo: hay en el torso algo de la textura de la carne, al apretar los brazos los siento de goma, siento que algo circula por esa figura recostada... Volví a bajar en la noche. No cabe duda: el Chac Mool tiene vello en los brazos." "Secaron el sótano, y el Chac Mool está cubierto de lama. Le da un aspecto grotesco, porque toda la masa de la escultura parece padecer de una erisipela verde, salvo los ojos, que han permanecido de piedra. Voy a aprovechar el domingo para raspar el musgo. Pepe me ha recomendado cambiarme a una casa de apartamentos y tomar el piso más alto, para evitar estas tragedias acuáticas. Pero yo no puedo dejar este caserón, ciertamente muy grande para mí solo, un poco lúgubre en su arquitectura porfiriana. Pero que es la única herencia y recuerdo de mis padres. No sé qué me daría ver una fuente de sodas con sinfonola en el sótano y una tienda de decoración en la planta baja." "Esto nunca me había sucedido. Tergiversé los asuntos en la oficina, giré una orden de pago que no estaba autorizada, y el Director tuvo que llamarme la ate~ción. Quizá me mostré hasta descortés con los companeros. Tendré que ver a un médico, saber si es imaginación o delirio o qué, y deshacerme de ese maldito Chac MooI." Hasta aquí la escritura de Filiberto era la antigua, la que tantas veces vi en formas y memoranda, ancha y ovalada. La entrada del 25 de agosto, sin em 224 225 bargo, parecía escrita por otra persona. A veces como nino, separando trabajosamente cada letra; otras, nerviosa, hasta diluirse en lo ininteligible. Hay tres días vacíos, y el relato continúa: "Todo es tan natural; y luego se cree en lo real... pero esto lo es, más que lo creído por mí. Si es real un garrafón, y más, porque nos damos mejor cuenta de su existencia, o estar, si un bromista pinta el agua de rojo... Real bocanada de cigarro efímera, real ima gen monstruosa en un espejo de circo, reales, ?no lo son todos los muertos, presentes y olvidados?... Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueno, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ?entonces, qué? ...Realidad: cierto día la quebraron en mil pedazos, la cabeza fue a dar allá, la cola aquí y nosotros no conocemos más que uno de los trozos desprendidos de su gran cuerpo. Océano libre y ficticio, sólo real cuando se le aprisiona en el rumor de un caracol marino. Hasta hace tres días, mi realidad lo era al grado de haberse borrado hoy; era movimiento reflejo, rutina, memoria, cartapacio. y luego, como la tierra que un día tiembla para que recordemos su poder, o como la muerte que un día llegará, recriminando mi olvido de toda la vida, se presenta otra realidad: sabíamos que estaba allí, mostrenca; ahora nos sacude para hacerse viva y presente. Pensé, nuevamente, que era pura imagina ción: el Chac Mool, blando y elegante, había cambiado de color en una noche; amarillo, casi dorado, pa recía indicar me que era un dios, por ahora laxo, con las rodillas menos tensas que antes, con la sonrisa más benévola. y ayer, por fin, un despertar sobresal 226 I tado, con esa seguridad espantosa de que hay dos respiraciones en la noche, de que en la oscuridad laten más pulsos que el propio. Sí, se escuchaban pasos en la escalera. Pesadilla. Vuelta a dormir... No sé cuánto tiempo pretendí dormir. Cuando volví a abrir los ojos, aún no amanecía. El cuarto olía a horror, a incienso y sangre. Con la mirada negra, recorrí la recámara, hasta detenerme en dos orificios de luz parpadeante, en dos flámulas crueles y amarillas. "Casi sin aliento, encendí la luz. "Allí estaba Chac Mool, erguido, sonriente, ocre, con su barriga encarnada. Me paralizaban los dos ojillos, casi bizcos, muy pegados al caballete de la nariz triangular. Los dientes inferiores mordían el labio superior, inmóviles; sólo el brillo del casquetón cuadrado sobre la cabeza anormalmente voluminosa, delataba vida. Chac Mool avanzó hacia mi cama; entonces empezó a llover." Recuerdo que a fines de agosto, Filiberto fue despedido de la Secretaría, con una recriminación pública del Director y rumores de locura y hasta de robo. Esto no lo creí. Sí pude ver unos oficios descabellados, preguntándole al Oficial Mayor si el agua podía olerse, ofreciendo sus servicios al Secretario de Recursos Hidráulicos para hacer llover en el desierto. No supe qué explicación darme a mí mismo; pensé que las lluvias, excepcionalmente fuertes, de ese verano, habían enervado a mi amigo. O que alguna depresión moral debía producir la vida en aquel caserón antiguo, con la mitad de los cuartos bajo llave y empolvados, sin criados ni vida de familia. Los apuntes siguientes son de fines de septiembre: "Chac Mool puede ser simpático cuando quiere, '...un gluglú de agua embelesada' ... Sabe historias fantásticas sobre los monzones, las lluvias ecuatoriales y el castigo de los desiertos; cada planta arranca de su paternidad mítica: el sauce es su hija descarriada; los lotos, sus ninos mimados; su suegra, el cacto. Lo que no puedo tolerar es el olor, extrahumano, que emana de esa carne que no lo es, de las sandalias flamantes de vejez. Con risa estridente, Chac Mool revela cómo fue descubierto por Le Plongeon y puesto físicamente en contacto de hombres de otros símbolos. Su espíritu ha vivido en el cántaro y en la tempestad, naturalmente; otra cosa es su piedra, y haberla arrancado del escondite maya en el que yacía es artificial y cruel. Creo que Chac Mool nunca lo perdonará. El sabe de la inminencia del hecho estético. "He debido proporcionarle sapolio para que se lave el vientre que el mercader, al creerlo azteca, le untó de salsa ketchup. No pareció gustarle mi pregunta sobre su parentesco con Tláloc*, y cuando se enoja, sus dientes, de por sí repulsivos, se afilan y brillan. Los primeros días, bajó a dormir al sótano; desde ayer, lo hace en mi cama." bano. Luego bajó, jadeante, y pidió agua; todo el día tiene corriendo los grifos, no queda un centímetro seco en la casa. Tengo que dormir muy abrigado, y le he pedido que no empape más la sala **." "El Chac inundó hoy la sala. Exasperado, le dije que lo iba a devolver al mercado de la Lagunilla. Tan terrible como su risilla -horrorosamente distinta a cualquier risa de hombre o de animal- fue la bofetada que me dio, con ese brazo cargado de pesados brazaletes. Debo reconocerlo: soy su prisionero. Mi idea original era bien distinta: yo dominaría a Chac Mool, como se domina a un juguete; era, acaso, una prolongación de mi seguridad infantil; pero la ninez ~?quién lo dijo?- es fruto comido por los anos, y yo no me he dado cuenta... Ha tomado mi ropa y se pone la bata cuando empieza a brotarle musgo verde. El Chac Mool está acostumbrado a que se le obedezca, desde siempre y para siempre; yo, que nunca he debido mandar, sólo puedo doblegarme ante él. Mientras no llueva -?y su poder mágico?- vivirá colérico e irritable." "Ha empezado la temporada seca. Ayer, desde la sala donde ahora duermo, comencé a oír los mismos lamentos roncos del principio, seguidos de ruidos terribles. Subí; entreabrí la puerta de la recámara: Chac Mool estaba rompiendo las lámparas, los muebles; al verme, saltó hacia la puerta con las manos aranadas, y apenas pude cerrar e irme a esconder al "Hoy descubrí que en las noches Chac Mool sale de la casa. Siempre, al oscurecer, canta una tonada chirriona y antigua, más vieja que el canto mismo. Luego cesa. Toqué varias veces a su puerta, y como no me contestó, me atreví a entrar. No había vuelto a ver la recámara desde el día en que la estatua trató de atacarme: está en ruinas, y allí se concentra ese olor a incienso y sangre que ha permeado la casa. Pero detrás de la puerta, hay huesos: huesos de pe .. T)pidad azteca de la lluvia. ~........... Filiberto no explica en qué lengua se entendía con el Chac Mool. .. .... 229 "Febrero, seco. Chac Mool vigila cada paso mío; me ha obligado a telefonear a una fonda para que diariamente me traigan un portaviandas. Pero el dinero sustraído de la oficina ya se va a acabar. Sucedió lo inevitable: desde el día primero, cortaron el agua y la luz por falta de pago. Pero Chac Mool ha descubierto una fuente pública a dos cuadras de aquí; todos los días hago diez o doce viajes por agua, y él me observa desde la azotea. Dice que si intento huir me fulminará: también es Dios del Rayo. Lo que él no sabe es que estoy al tanto de sus correrías nocturnas... Como no hay luz, debo acostarme a las ocho. Ya debería estar acostumbrado al Chac MooI, péro háée poco, en la oscuridad, me topé con él en la escalera, sentí sus brazos helados, las escamas de su piel renovada y quise gritar." Chac Mool acaricia la seda de la bata; quiere que traiga una criada a la casa; me ha hecho ensenarle a usar jabón y lociones. Incluso hay algo viejo en su cara que antes parecía eterna. Aquí puede estar mi salvación: si el Chac cae en tentaciones, si se humaniza, posiblemente todos sus siglos de vida se acumulen en un instante y caiga fulminado por el poder aplazado del tiempo. Pero también me pongo a pensar en algo terrible: el Chac no querrá que yo asista a su derrumbe, no querrá un testigo..., es posible que desee matarme." rros, de ratones y gatos. Esto es lo que roba en la noche el Chac Mool para sustentarse. Esto explica los ladridos espantosos de todas las madrugadas;" "Hoy aprovecharé la excursión nocturna de Chac para huir. Me iré a Acapulco; veremos qué puede hacerse para conseguir trabajo y esperar la muerte de Chac Mool; sí, se avecina; está canoso, abotagado. Yo necesito asolearme, nadar, recuperar fuerzas. Me quedan cuatrocientos pesos. Iré a la PensióIi Müller, que es barata y cómoda. Que se aduene de todo Chac Mool: a ver cuánto dura sin mis baldes de agua." ., "Si no llueve pronto, el Chac Mool va a convertirse otra vez en. piedra. He notado sus dificultades recientes para moverse; a veces se reclina durante horas, paralizado, contra la pared y parece ser, de nuevo, un ídolo inerme, por más dios de la tempestad y el trueno que se le considere. Pero estos reposos sólo le dan nuevas fuerzas para vejarme, aranarme como si pudiese arrancar algún líquido de mi carne. Ya no tienen lugar aquellos intermedios amables durante los cuales relataba viejos cuentos; creo notar en él una especie de resentimiento concentrado. Ha habido otros indicios que me han puesto a pensar: los vinos de mi bodega se están acabando; Aquí termina el diario de Filiberto. No quise pensar más en su relato; dormí hasta Cuernavaca. De ahí a México pretendí dar coherencia al escrito, relacionarlo con exceso de trabajo, con algún motivo sicológico. Cuando, a las nueve de la noche llegamos a la terminal, aún no podía explicarme la locura de mi amigo. Contraté una camioneta para llevar el féretro a casa de Filiberto, y desde allí ordenar el entierro. Antes de que pudiera introducir la llave en la cerradura, la puerta se abrió. Apareció un indio amarillo, en ,bata de casa, con bufanda. Su aspecto no po 230 231 día ser más repulsivo; despedía un olor a loción barata; quería cubrir las arrugas con la cara polveada; tenía la boca embarrada de lápiz labial mal aplicado, y el pelo daba la impresión de estar tenido. -Perdone... no sabía que Filiberto hubiera... -No importa; lo sé todo. Dígale a los hombres que lleven el cadáver al sótano. Glosario Abotagado: Hinchado, inflamado, congestionado. Afición: Gusto, simpatía, inclinación. Apego: Interés especial que se tiene hacia algo. Arcón: Caja grande con tapa, asegurada por un lado con bisa gras y por el otro con cerraduras o candados. Especie de baúl antiguo. Arista: Borde de cualquier cuerpo sólido labrado. / / Geom. Línea resultante de la intersección de dos planos, considerada por la parte exterior del ángulo que forman. Azteca: Pueblo aborigen de donde derivan los actuales mexicanos, imperio que conquistó Hernán Cortés. Brillante civilización, 'cuyo centro era la ciudad de Tenochtitlán, edificada donde hoy se erige la capital de México. Los aztecas adoraban a numerosos dioses, muchos de ellos de forma humana, a los que ofrecían sacrificios. Barricada: Protección a modo de pared improvisada con carros, piedras del pavimento, etc., que sirve para dificultar el paso del enemigo y es más usada en las rebeliones populares que en el arte militar. Budista: Que adhiere a la religión denominada budismo, fundada en la India por el sabio Siddharta Gautama, más conocido como Buda. Esta doctrina tiene como principal objetivo la eliminación del dolor y del sufrimiento. Para ello es indispensable aniquilar la causa que los produce: el deseo. Burocrático: Que posee características propias del grupo formado por los empleados públicos, entre cuyos rasgos sobresalen la rutina y el exagerado papeleo para resolver sencillos trámites. Cacharro: Vasija tosca, mal terminada. / / Amér. Objeto pequeno de escaso valor. Cacho: Pedazo de alguna cosa. / / Cartón de la lotería que no se juega entero. Cartapacio: Cuaderno para escribir o tomar apuntes. Casquetón: Aumentativo de casquete, especie de gorro que se ajusta a la cabeza. 232 233