Capítulo I LOS ORfGENES DEL IDIOMA I. iNTRODUCaÖN ;l)esde cuándo existe la lengua espaňola (ú casiellana. conflictiva dualidad que veremos en su momento)? No es íáeil responder a und pregunta como ésta. Sólo sabemos Kin cierta seguridad desde cuándo hay lexios escriios en una forma lingiiística a la que ya podemos denominar asi. Pero es indudable que ya enionces llevaría siglos de vida: las lenguas suelen tardar mucho liempo en pasar a la escritura (y la i n mensa mayoría de las que ex is ten O han existido no lo ha tonseguido). Ese "momento iniciál" sólo puede inferirse por conjeturas, en las que, además, habrá que hacer intervenir datos diferemes a los avatares de la propia lengua. Por otra parte, tampoco la pregunta es adecuada, ni parece responder a ninguna realidad. Por lo que sabemos del modo en que cambian las lenguas. cualquier decision en este sentido eontendria una elevada dosis de arbitraricdad (aunque todas puedan justificarse. en mayor o menor grado). Si bien es cierto que pueden producirse discotitinuidades y transformaciones abruptas, tambi^n lo es el que nunca podemos decir que en un momento dado de la história de una comunidad linguistica su lengua «deja de ser», p. ej., latín para «empezar a ser», p. ej., tas tel lano (o cualquier otra lengua románica). Lo único que podemos saber, y no sicmpľc t on precision, es cuándo una lengua ya formada empe/.ó a uiili/arse en un nuevo ámbito (p. ej. el latin en la Peninsula Ibérica. el castellano en el Valle del Guadalquivir, o el espaňol en las tierras amcricanas). Por todo ello, la história de una lengua ha de incluir, neccsariamente, su prehistória. En primer lugar, porque hemos de reconstruir las ctapas primitivas de las que no tenemos documentation cscriia directa. En segundo lugar, 12 l.OS ORÍGENES DEI. IDIOM A porque para en tender su genesis y desanollo debemos co-nocer sus antecedentes: no sólo saber de que «oua» lengua sc origínó y cómo, sino también en qué lugares se fraguó, a cuáles y cómo se extendió. y, muy espeeialmente, ton qué otras formas linguistics entró en contacto, incluyendo entre éstas aQuellas anteriores a su antecesora ínmediata y que existieron en el mismo entorno geográfico- 2. LA APARICIÓN DEL IDIOMA CASTELLANO El castellano es una de las varias lenguas romances, románkas o neolaiinas, siirgidas del latín: en su origen no debió de ser sino una más de las variante* dialeciales que esa lengua imporiada adquirió en cicrias zonas y entre ciertos hablanies de la Peninsula Ibérica y que, al ir desa-rrollando y consolidando sus rasgos propios. acabó siendo una entidad iinguística suficientemente diferenciada. La conetentia de csta genesis es ya amigua en Espaňa: empieza a lunnularse a final« de la Edad Mrdia. adquiriendo la loíma dr la «lesis de la corruption», tan reiietada rn los Siglos de Oio. según la cual el castellano no es sino laiin degenerado por rl coniacio ton gentes barbara* (godos. árabes, cic), aunque muy pooos imcniaian prerisar los modos toneretos de lal «corruption« (los erudiios que en el s. xvn defendieron la idea de un «castellano primitivo». tndepcndiente del laiin, no luvieron. lógicamcnte. cominuadores). Como vemos, pu.es, la Filológia románica, disciplina ya <-< irnu'lica-. no ha hecho en los ss. xix y xx sino llevar al extremo la linea de investigation indirada '. Primitivos textos castellanos 2.1. Las primeras muestras históricas de esta lengua son de indole muy dispar. Kn algún caso hay referencias a la lengua de los castellanos en textos eseritos en otm lengua: asi, el conocido verso del Poema dt Almería (h. 1150: dalo, pues, algo tardío) la compara con el resonar de tam bores y trompetas de guerra («illorum lingua resonat quasi tympano tuba»); otras alusiones coetáneas citadas por los historiadores son dernasiado vagas y general«. Mayor interes tiene su aparición directa, en principio en lomia de palabras o frascs insertadas en lexios latinos y, por fin, de manera ya exelusiva, consiituyendo textos pro- ' Purdr wise im bum esiudio de rsia mest ion en: W. Bahner, La LmgGistíca spaňoU del SirIo de Oto ítrad. de J. Munárrii), Madrid: Oncia Nueva, 1966. LA APARICIÓN DEL IDIOMA CASTELLANO 13 piamente castellanos. Esto ultimo tardará también basiante en producirse: de hecho, no oeurre hasla fines del s. xu y principios del xiii. La presencia del romance castellano se da, en progtesión ereciente desde el s. x. en los documentos de tipo jurídico: privilegios y fueros reales y nobiliarios, contratos de compra y venia, etc., hasia arrinconar el latín a meras formulas estereotipadas en los documentos de finales del xu En la centuria siguiente el uso del romance castellano se consagrará definiiivamente, no ya sólo en ešte tipo de lexios, sino en casi cualquier otro. Es una situación muy distinta a la del francos, que aparece en un lexto completo ya en 842 (con los Juramtntos de Estrasburgo), pero bastante parecida a la de las ottas lenguas peninsulares, cuyas primeras manitesiaciones plenas surgen también entre los siglos xii y xin. 2.1.1. Iliiy. ciettamrnte, textos anteriores a esta época en zonas que eran o acabarian siendo castellanas. pero que sin embargo presentan lasgos lingňísiitos no castellanos: los más lioiables son las (amostsimas Glosas Emilianenses (del monasterio riojano de San Millán de la Cogolla) y Glosas SUenses (de Samo Domingo de Silos, al Este de Burgos), com-puestas a lines del s. x o principios del xi, y doiadas de íucne imptonta dialectal tíojana o navatra; vaiios lexios de lines del Nil lampoco son castellanos stricto sensu: en algunos hay elcrmentos mozárabes (el habla lomancc de la Espaňa musulmana). tonio en el Pueto de Madiid; en otros se dan tasgos orientales: en la Pazienda de Ultramar, un lelaio de viajes por Tieria Santa mezclado ton traducciones biblicas, sc dan rita elemenios oedtanos, Catalan« y aragoneses; oiros, por lin. como el Auto de los Reyes Magos, compucsio en Toledo, denen una huella no rastellana difkü r qué coincidir), y por El. LATÍN V 1 AS K\()ľ,VS PRKRROMANA.N 17 otra las zonas liugüisiicas. Es cicrto que de unos podemos deducir las otras, y viceversa, tal como ha sido habitual entre los historiadores; pero ello puede llevamos a identifies-ciones equivocadas. En ešte sentido, lo que debe interesamos ante todo es la distribución de las lenguas primitivas. A grandes rasgos. podemos afirmar que la Peninsula presentaba dos grandes zonas más o menos compactas a la llegada de los romanos: por un lado. toda la franja del Sureste, desde Andalucía Oriental hasta Valencia y Catalufia (con extension al otro lado de la cordillera pirenaica), pe-netrando por el Valle del Ebro casi hasta el final, constiiuta la zona ibérica, de cultura elevada, como muestran sus abun-dantes inscripciones y las referencias de los historiadores antiguos. De origen discutido: ;procedían del Norte de Africa, o eran auioctonos de la Peninsula?, lampoco sabemos si hablaban una sola lengua o varias, aunque de la misma familia. En Catalufia convivieron con pueblos de estirpe preibérica (layetanos, cosetanos, etc.), de tuyas lenguas no quedan restos. Al Sur, aproximadamente en el Bajo Guadalquivir, se encontraba la lengua de los wrtesios (llamados lambién i úrdu los o lurdeianos), que no se cree fuera de tipo iberico, ami siéndonos desconocida por completo. La otra gran zona es la de tipo indoeuropeo, extendida por el Centro y (Nor)Oesie de la Peninsula: dentro de ella halma que diferenciál una capa no-céltic». mi,s primitiva (en la que algunos creen ver los míticos ligures de la História antigua), arrinconada hacia el Norte y Oeste de la Peninsula, y mezclada problamente con pueblos más antiguos de natu-raleza desconocida; y otra posterior céltica, desarrollada en toda la zona central y occidental del Norte del Guadiana, y sobre todo del Tajo, aunque con presencia en muchos otros puntos (desde el Valle del Ebro a Andalucía): los celtas del borde oriental de la Meseta, muy relacionados con la cultura ibérica (utilizaron el alfabeto silábico ibero para sus inscripciones, como después el latino), son los que ret ibieron la denominación de ccltíberos. Con el primer grupo de pobladores indoeuropeos no célticos (entrados en la Peninsula hacia el 1000 a.C.) podrían relacionarse los cántabros (cuya afinidad primitiva con los vascos se discute, aunque hoy ya no se les considera como pueblo iberico), astures. callaecos. lusitanos, etc.: salvo nombres de lugar, siempre de difícil explicación, nadá sabemos de las lenguas de estos pueblos. EI. LATfN V 1 AS I ENCUAS ľRIRROMANAS 19 Los otros grupos lingüisticos son m ucho inás variados; casi todos, de origen ignoto, y muehos de ellos sin ninguna muestra lingiiísiica conocida. El más importanie, por su-puesto, es el vasco, idioma pirenaico en la Antigücdad, pucs llegaba desde su emplazamiento actual hasia el Mediterráneo; pa řece que era propio no sólo de los vascones (habiiaiitcs de la actual Navarra) sino también de otros pueblos más oí (identales. situados en la zona del actual Pais Vasco. Hoy ya no se admite que sea una lengua ibériea, y mucho menos que fuera la antigua lengua ibériea común a toda la Peninsula; pero si son evidentes muchos rasgos comunes entre a in bos grupos {tanto de tipo fonico como morfológico o léxico), debidos quizá a una base común primitiva a la que se anadieron elementos posteriores m u y diferentes ya; parece. incluso, que el mismo término ibero puede tener raíz vasca. si se admite que se les dio tal nombre por el río Iberus (> Ebro), del vasco ibai, ibar 'río' (r lo que su inílujo en la fotmación del castellano, o de cualquier otra lengua romance, no puede ser más que indirecto. Esto es, precisamente, lo que más atiae a los investigadores: la imagen más extendida es que los romanos invasores (soldados, colonos, comereiantes, magistrados. etc.) 2(1 LOS ORÍGENfcS DHL IDIOMA impusieron el latin a todos los hispanos, lo que en la mayoria de los casos se logró iras una larga etapa de bilin-güismo, suficientc para que penetraran en el habla latina triimfanie al final muchos de esos rasgos primitivos; asi, tales rasgos, en ultimo término, son vistos como responsables de la ruptúra del latín, de su evolución, y de la existencia de determinados piocesos de cambio en el romance hispá-nico. Nos hallamos, pues, ante lo que la I.ingüistica historka viene llamando susirato desde el siglo pasado. 3.2.1. Es evidente que esta imagcn cslá bicn lundada: sabemos que el Liiiu no sc impuso dr golpc ni a fuerza de decreios. sino a navěs de un larg» proceso m cl que hay que lener en cuenta la mayor o menor proniiiud con que las distintas «mas se iiuegraii en cl minulo romano; también es imporiame el lipo de latín que se difuiidr, drbidn a que gcnics mni.inas se instalan en cada «ma: uu habla más vulgarizante estará más abierta a influential dr las lenguas indigenas que otra de caráctei más tuh»; por ultimo, hav que considerar cl nivel social y cultural de las poblaciones romanizadas: la latínización lue mucho más inieiisa en las provincias que teiiian un grado alio o ateplable cle cullura, mirntras que sería sólo superficial en las más inculias (que coinddian. por cicrto, con las más larde tonquistadas). Cicnamcnir, la pervivencia de los elementos prerromanoa paretegaraniizada por rl hrchodeque losromanosrealization la division administrativa de Hispánia, respeiando las fronteras éinicaa existentes; es posiblc que asi se transformaran las diferenttas lingiilsiicas primitivas en dífcrcncias dialectales dentro del lalin adquirido. No obsiante. el recrursu al suslraio como clcmcnio explicaiivo de la evolution latíno-románica prcscnta mitchos problemas. En primer lugai cuando no tonoccmos la Ic-ngua primitiva dificilnienie podrcmos seiialar que dc el la pasó al latin y peivive en romance; en niiuhas ocasioncs, deducimos los rasgos de esa «lengua suslraio- prccisarnente a (raves de hechos románicos incxplicablcs dr otro modo, y que suponemos pueden deberse a esa causa; incluso sc da cl caso de que los lomaitistas posuilen la existencia de un suslraio a partir de shuaciones de esie lipo, sin que haya ninguna otra justification historka para ello. Eslo es ptecisamrntr lo que encontramos en la Peninsula Iberira: las inscripcioncs ibérícas, las más abundailtes. ha it podido ser leidas. prro no intcrprctadas; de las lenguas pre-célticas sólo tcnemos nombrcs propios (de dioses, de lugat. etc.) y poto más (en cambio, la documcniación celtibérica es abuitdantel. Nada hay. por el contrario, de las demás '. Por ona pane. el sustralo ha de inirrcsarnos por su presencía en romance (y en el laiin previo). F.n cste sentido. hemos de disiinguir si lo qui- sc iransmiúó fue tin proceso linguístko i ivo. o un element» cualquiera. que siguió actuando o produjo dewrminadas reaa tones; o, por <-l contrario, fueron elementos ya fijados en su forma (palabras. sufijos sin caparidad expansiva, etc.); práciicamente imposible de drterminar rs si hay otras i La primera documentation iliiecta del vasto es del s. x. prctisamrmr en las ya titadas Giosas Emilianenses. EL LATÍN V LAS LENGCAS PRERROMANAS 21 huellas de austrat», lult-s coma preferencia por ciertos iípos de sonidos, tiertas foiinas de oidenaiión sintátiica. etc. ' 3.2.2. Son abuiidanies las reliquias prerromanas con-servadas en castellano. Como tales, se liata cast siempre de palabras sueltas o de algún que otro suíijo: entre las prime-ras, predominan, como es usual, los topóiiimos, y también ciertas denominaciones de elementos físicos característicos de la Peninsula. Los topónimos, por su f i je/a, han sido utili/ados para delimitar las areas étnico-lingiiísticas; sin embargo, no necesariamente han de reflejar la lengua ha-blada en esa zona (pueden responder, por ejemplo, a estratos anteriores). En cuanto a los demás términos, por lo general menos limitados geograficamente, los que más dificultades plantean son los preindoeuropeos. dada nuestra ignorancia sobre cómo eran las lenguas no célticas de la Peninsula. Incluso las palabras que tienen correspondencia en vasco no tienen por qué ser vascas: pueden pertenecer a un estrato anterior al vasco conocido, que podría ser de tipo ibérico o preibérico; o pueden ser préstamos vascos a lenguas que tuvieran algún contacto geografie« con él (o préstamos antiquísimos de esa.s lenguas al vasco); no hay que olvidar, además, que el vasco ha seguido coexist iendo, primero con el latín y luego con el romance: hav lambiťn vasquismos de época muy posterior. Por ultimo, es también difícil de explícar la presencia de algunos de estos términos prerro-manos fuera de la Peninsula (salvo, naiuralmenie, los de raiz indoeuropea): suelen darse en torno al Mediierráneo o en Centroeuropa, y han dado lugar a todo tipo de especu-laciones sobre pueblos y movimientos migratorios primitivos. 3.2.2.1. A ese vocabulario prcindoeuropco pertenecen nombres de accidcntcs geografie os como cueto 'cerro\ barranco, alud, barro, arroyo, charto, bülsa; de plantas como chapatro 'ma ta de end na o roble', carrasca "encina", mata 'conjunio de árboles o arbustos'; de animales como sapo, bečeno; y otras como legaňa, sama o, qui/á, sobaco 1 Para el suslraio. vran' la reunite y exhaustive obra ck* ľ) SILVESTRI, La Ifotia del SúSlralO. Metodi e miraggt, 3 vols.. Napoli: Caeiano Macchiatoli Ed., 1977-82. omítnu iKDjiil.ii Idu de ariículos ľómoi > empíikus ts la de R. Kom n. Substrate und Superstate m den romanischen Sptaihen. Darmstadt: Wiw nschaftliche Buthgescl Ischall. 1982. 22 LOS ORK.KNT.N DEL IDIOMA (relacionadas con el hombre). objetos como abarca, cama, eic. En varios casos la palabra eastel lana procede directa-menie del latín, pero los autores antiguos nos hablan de su origen hispánico: sería el caso de CHSCULIUS (> coscojo), CUNICULUS (> conejo), CURDUS •necio' (> gordo), plumbiís (> plotno), etc. También forman parte de ešte estraio ciertos sufijos. aislables por repetiise en diversas palabras, pero ya sin vitalidad, como lo muestra el que no presentan un seniido claro ni hay nuevas formaciones con ellos. Se trata de -rro (baturra, icacharro?), -ieco, -ueco (muňeca, morueco, Ba-tuecas), -itano o -etano, usado mucho en pueblos de ešte lipo (aquitanos, lusitanos, carpeianos, etc.); muy discuitdo es el origen del patronímico espaňol en -z (Ferraz, Gómez, Muňiz, Muňoz, Ferruz), al que se le han supuesto raíces ibéricas, vascas, góticas y arábigas, sin que aim se haya llegado a ninguna conclusion. Por ultimo, son también prerromanos, aunque no sólo hispánicos sino propios del Mediterráneo occidental, los sufijos aiónos '-ala, '-ara, '-aga, '■ana, '-ama, presemes en topónimos: Lángara, Cuétara, ant. BRACARA. BRAQNA, BRACALA (> port. Braga), Sástago, y en términos comunes: légamo o légano, carámbano o ca-rámbalo, (afrrepápalo, zángano, galápago; llegaron a incorporate a lexemas latinos: ciénaga (< Caknum > ctěno), relámpago, luciérnaga, médano, cáscara, vástago, murcié-gano y murciégalo (> murciélago), y atraer a otros sufijos de contextura fónica semejantc: cemícalo (por ckrniculum > cemícolo o cerrúgolo en castellano medieval), pámpano (< PAMPiNus), cuévano (< oophinus), etc.5 3.2.2.2. No son muchos los elementos léxicos proce-dentes directamente del vasco, y menos aún aquellos que puedan considerarse primitivos: algunas de las palabras seňaladas arriba han sido presentadas como tales, al existir también en vasco. Ks muy difícil, no obstante, poder aislar una capa de vasquismos primitivos frente a los que entraron en el idioma en los largos siglos de bilingüismo vasco-románico al comienzo de la Reconquista. Entre el léxico de origen vasco más antiguo en espaňol suelen citarse: izquierdo, cencerro, pizarra y algún otro. • R. MENČNDE2 Pidai. «Suli jo* álonos cn cl Mfdiienúiiřo ocddemal». en Toponimia ptťrromämca kispántta, Madrid: Credos. 1968. EL LATÍN V LAS L.l.Nt.l AS PRf.BROMANAS 23 En cambio, la toponimia peninsular explicable a través del vasco es muchísima, y sobrepasa amphamente el espacio que tal lengua pudo ocupar en el pasado: de hecho, ha sido uno de los argumentos uiilizados para defender la identidad del vasco con la lengua ibérica primitiva de Hispánia. Así, no sólo hallamos abundance toponimia de tipo vasco a lo largo de todo el Pirineo hasta el Mediterráneo y comarcas francesas vecinas, sino también por todo el Ceniro y Sur de la Peninsula. Hoy ya no se cree que esto indique que se hablara en todos estos lugares una lengua de tipo vasco: puede tratarse de sustratos previos comunes, de préstamos de ciertos elementos compositivos, etc. fi Así, sou interpreia-bles por el vasco topónimos orientales como A rán ('valle'), Esterri ('lugar cereado') o Segarra (< sagar 'matuana'). En toda la Peninsula, especialmente en el Sur y Levante, hay o hubo topónimos con Hi, hi ('ciudad'): Herda (Lérida), Hiberis ("ciudad nueva': desde el Pirineo a las inmediaciones de Granada); con Aram ('espino'): Aranjuez, Aranzueque, etc. Es hacia el Oesie del actual Pais Vasco donde la toponimia de esie lipo es menor, aunque elememos como Selaya, en Cantabria, Iria Flavia, en Galicia, y olros hayan hecho pensar en sustratos antiquisimos relacionables con el vasco. Un sufijo muy abundante en casi toda la toponimia peninsular, sobre todo en el Levante, Sur y Portugal, y menos en el Centro y Noroeste, es -én, -ena, quizá ibérico, y casi idéntico al derivalivo vasco de relación o posesión. Curiosamente, suele aparecer unido a nombres latinos, in-dicando probablemenie el primer poseedor del lugar: Leciňena (de liCinius), Villena {de bellius), Lucainena (de LtfCANius). Mairena (de MAR1US), Galiena (de gallius), etc. Otro sufijo, éste ya más claramente vasco, también muy vivo en épo<;a latina, es -utri, -uri ('ciudad'): Gracchurris (Rioja), Crescenturi (Cataluňa), etc (como el preindoeuropeo CALAGurris > Calahorra). 3.2.2.3. Los elementos indoeuropeos prerromanos de la Peninsula presentan también problemas de localización. * Naiuralmcnic, hay qui- excluil dV aqui la loponimia vasta del Norte de Casiilla suigida al inkio de l.i Rcconquisia (de la que son muesita los Vitiab&scones, cic); no obsianic. cs dilícil dťcidii si los lopoiiimos vascos de la Rioja y zonas íolindames son medievale» o protPden de un csitaio primitiv». Véase, paia lodas CStaS uiesiionrs. M/ T. ECHENIQL E, História tingtiistica vasto-tománu a, Madiid: Paraninfo, 1987. 24 LO.SORlV.KMS DEL IDIOMA En primer lugar, pueden aislarse algunos elementos no célticos. dada la presencia en ellos de una /p/ que el ceha perdió: pôramo, quizá Capanna (> cabaňa), palantia (> Pa-lencia), y algún olro ;; para algunos, también lama 'cieno', aliso o nava 'lierra liana enire mon laňas' lienen esie or igen: conocida ťs la procedeneia «ligur» airibuida al sufijo -asco, freťuenieťn el Norte peninsular (Velasco, Btosca, Benasque, etc.). Naiuralmente, hay que descartar los numerosos celtis-mos del lan'n difundidos desde este al romance (camisa, červem, legua, carro, carpintero, etc). Poroiro lado, siempre habrá que con tar con que los celtas t raj era n a la Peninsula voces no indocuropeas. o con que en ŕsta exisiieran ya term i nos que en otras zonas eurojx^is habian sido incorpo-rados por los celtas: en ninguno de los dos casos se iraiaiía de «celiismos» propios. Heehas estas salvedades, del léxico celta peninsular parecen proceder unas pocas palabras (en menor numero, ciertamente, que íle otras procedeneias): álamo, huelga 'huer-la a la orilla de un rio' (hoy sólo subsiste en el lopónimo Las Huelgas), comba, brew, greŕtón y greňa, quizá porta, colmena, gancho, huero y brio, uno de los pocos términos no materia les de origen prerromano. El sufijo -iego: anda-riego, mujeriego, gallego, manchego, labriego, etc., es lambién considerado céltico (aunque en él hayan confluido luego elementos latinos, y aun posteriores); su mayor presencia parece haberse dado en el Noroeste de la Peninsula. La toponimia céltica es más abundante, y delimita basiante bien la zona indoeuropea peninsular: asi, los nom-bres con -briga ('fortaleza') abundan en todo el Oeste (aun llegaron a formarse en época romána: Juliobriga, Flavio-briga, etc., todos en el area occidental), con alguna incursion en el Levante (Segóbriga, en Valencia); los nombres con Seg- ('victoria') se hallan lambién en el Centra y Oeste: Segovia, Sigüenza; en cambio, son escasos los topónimos con -dunum, que parecen responder a una invasion céltica posterior (curiosamente. ésios se dan más en Cataluňa y Aragon). El resto de la toponimia céltica: los derivados de Clunia (como Corutia) o los compuestos con Argant- 'plata' (Arganda, etc.), y otros. presentan la misma distribución ; A rsiť Kipecto sc tiia I» "|-im(i"h emre ci Imiunw Bteiisama < •pijtisama V ■■! cellíbérico l-edaisama (> Ledetma), EL LATÍN V LAS LENGUAS PRLRROM WAS 25 geográíica que los primeros; aquí la atribución céltica es siempre mucho más segura. 3.2.2.4. Las colonias fenicias, púnicas y griegas dejaron sólo unos pocos topónimos. aunque entre ellos figuren algunos muy conoeidos. De origen fenicio parece ser el primer nombre de la Peninsula, el adopiado po* los romanos (frente a la Iberia de los griegos): Hispánia procede de •»-sephan-im 'isla (costa) de conejos'; lienen la misma procedeneia Cadiz (< GADIR), Malaga, Medina Sidonia (donde se reconoce el Sidón fenieio). etc. De origen cartaginés son Cartagena (con el ibérico -ena aňadido), Mahón o Ibiza. De los nombres que los griegos dieron a sus enclaves costeros quedaron pocos: Ampurias, Rosas, etc. Pero ningún helenismo del espafiol pertenece a esie primer contacto del mundo griego con la Peninsula. 3.2.3. Mucho más eompleja y discutible parece la no ción de susirato cuando lo que se le atribuye no es la presencia de tales o cuales elementos (que, hasta ahora, sólo son de naturaleza lexica) sino la puesta en march» de determinados procesos de cambio en la lingua que sobrevivc: lo (|ue a veces se llama reaction sustratistica. En este punto hemos de conocer muy bien, por un lado. si dicho proceso se daba, y cómo, en la «lengua de susirato»; y, por otro, las razones por las que se insertó, y cómo actuó a partir de entonces, en la otra lengua. En el campo de los sustratos prerromanos rarameiue puede cumplirse la primera condi-ción. Tampoco se ha tenido en cuenia la mayor o menor proximidad esiructural y genética nitre las lenguas en contacto: como ha scňalado A. Tovar, es mucho más probable la influencia sobre el latín por parte de lenguas de la misma lamilia (las indoeuropcas) que por otras de lipo estructural difereme. Sin embargo, como ya sefialamos más arriba, la accion de los diferentes sustratos en las comunidades del Imperio Romano en su proceso de latinización ha sido una de las causas que con mayor insisteiicia se han aducido para la «fragmentation» del latín. Los sustratos esiatían, princi-paliiu-ntľ. en la base de los caracteres disiimivos de las lenguas románicas entre si. En este punto. y ateniéndoiios al espaňol, habría que diíeienciar: 26 I os oRfr.ENES DEL 1D10MA — Procesos de cambio originados por la existencia en la otra lengua de elemenios de su estructura o de su realización que. al incorporarse a la nueva lengua. provocan en ella determinados procesos de transformation. En nuestro caso, se trataria más bieti de casos de ausencia: la inexistencia de fonemas labiodentales en V35CO, ibérico o en la lengua cáiuabra sería la responsable de la ašpiráciou y pérdída de /-latina (um > hilo), o de la confluencia fonológica de b- y v- (bača pronunciado igual que vaca). — Procesos de cambio existentes en una lengua y que se transmiten a aquella con la que enira en contacto. Sería el caso de la sonori/ación de las consonantes sordas intervocálicas (Apotheca > bodega), fenómeno incorporado de las lenguas télticas. o el de la meta-fonía o inflexion vocálica por vocal cerrada final (FECI > hice). Si bien adelantamos que parecen mejor fundadas las explicactones del scgundo tipe dejaremos la discusión de estos po5Íbles íenómenos de sustrato para la consideration en cada caso de los diíeremes cambios. l.a romanización 3.3. La incorporación de la Peninsula ibérica al mundo politico dominado por Roma es un proceso relaiivatnente bien conocido tanto en el aspecio militar de la conquisia como en el de la «aculturación» de los pueblos peninsulares según los moldes romanos. A pariir de 218 a.C. el Levante (la zona ibérica) y el Sur fla zona tartesia) son rápidamente sometidos al poderío romano: tras la rebéliou de 197, pronto sofocada. estas ptovincias (la Citerior y la Ulterior) quedarán imegiadas de forma definitiva. A lo largo del siglo n a.C. se produce la conquista de las zonas indoeuropeas, mucho más pobres y belicosas; las guerras lusiumas (155-139) y celtibéricas (153-151 y M3-133) serán los períodos riilmi-names de esta etapa. En el s. i a.C se sucederán las guerras civiles romanas que tienen su reflejo en la Peninsula: la rebelión del itálico Sertorio en Huesca, y la contienda entre los partidarios de César y Pompeyo (muy abundanies ésios en la Peninsula). Por fin, entre el 29 y 19 a.C. se producen las guerras contra cántabros. astures y galaicos; tras ellas, LATÍN Y LAS LENCCAS PRtRROMANAS 27 2 U : i-^ s. C, a« f*i ^ i I i - - % /. - at \. í II - N 2 5 5 / -« ** — f^< - PS "'*'''' í 1 i- S = U = -c S i •z -5 \ E"> y. B-'-a Ĺ\S I OS ORfCENES DEI. iniOMA Hispánia sera ya una provincia pacata ('provincia pacifica-da'). La romanizarión lingiUstka v cultural fue paralela a esie praceso, y luvo en itifiici l,i naturaleaa dt los pueblo» que sc ibaii ituorporando a Roma. Esta combinaba. para airacrse a los íridígcnas. lot prorcdimientos reprtsivos y la seduction pacifica. en especial de la arist nerada y las capas dirigemes naiivas. Sabcmos que la romaimadon fur completa en las «>nas que ya eran más cultas a la Megada de los romanos: el Sut y cl Este, y en cambio fuc superficial en rl Centro. y minima en el Noru- y Noroesie. Hay a bi i nila i nes datos dc que en plena época imperial sobrevivian la organúación social, las costumbres (a veces barbaru*), las creendas, los nombres personales y bis misina* lenguas de est» pueblos: asi nos lo indiean inscripriones en lenguas eclticas o en alfabcto ibéiico. noiidas de historíadúKs romanos com» Tádio...; incluso parete que prrvivencias de esie lipu [Muxlen rasiuarsc en plena épora visigótica. Pc hecho. una de esas lenguas: el vasco, ha llegado hasla nuesiros dias. Por el contrario, sabemos que en la Bética debia bablarsc un lalin mil)' puio. purs cl gramáiíco Vartón (s. i a.C.| čiu a Cordoba entrc varias ciudades iiaüanas epic eonservan elcmemos laiinos andguos; ciertameme. esto parete coit-trariai lo que nos diie Ciecrón sobic el aeenio de los poetas cordobeses (pingue i-mante.% et peregrinum), o ton la noticia de que cl emperador Adriano ($. n d.C) despcrto las lisas dc los senadorcs lomaiios por su acento regional. Todo esio no sólo (icne que ver con la mayor o mciior ladlidad para la transmišión de rasgos lingiiistícos indigenas (la .iiestion del susiraio) sino también eon la mayor u menor propension a sufrir iranslormat-tones y a dejar en libcuad los impulses dísgrcgadores de origen internú: una lengtia simpliliiada. fuera de pit-siones noimaiivas de raíz cultural (A. Tovar ha llegado a hablar de un -latin pidgin- como prupio de esas situaciones). arabara siendo nuiy difcrente a su forma original importada. Aliora bieii. en esie sentido no hay que olvidar que lue en las zona* monolingües laiiiias (en especial Italia) dunde broiaron, en épotas más o inciios lardias, mui has iimovadones. inieniras que en /onas bilingms cl latin sc nijjntuvo mejot. gracias a su earacicr de leiigua aprendida en la escuela. 3.3.1- La romani/adóti del interior de Húpania partió, como es lógieo, de las zonas ya romanizadas: las provincias Bética (el Snr, anies t;trtesio, pert* ton áreas ibéricas. eélticas y pimieas) y Tarraoonensť (onginariamente, el Levante ibenco). Ambas desarrollaron un tipo dilerente de latín s: la Bética, urbana y culta, acogió en general a romanos de mayor nive) so i i .UKl > loto). AI > e (PRIMARII' > primem), ..IB > m (l.l'MBť > lomo). Mt > n (sólo cn catalán y aragones: GERL'NDA > Cirona; Cla ČStc el úilito lenómeno verdaderatnenlc exiendido en las lenguas uáluas y cn el latín del Sur de Italia), -l > -o; Menčndei Pidal citó lambicn la asiinilación t.n > // lesporádira en varias /onas de la Peninsula: HERMFNEťuLDUS > Armillo), y dertas > Huesca) y lati vieja* relarioncs desde la ŕpoc-O romána (que tuvo su fumbre en la rebéliou del oseo Sertorio en esui tona). Sin embargo, estos fenámenos ya no muestran una roincidencia tan nitida: p. rj. los sinlácticos se dan también en portugucs. apatie de en otros puDlos de la Romania; ineluso varies de los lenórncnos seňalados más arriba preseiiian graves problemas (escasa o nula doftunentación latina y prrlaiina en Italia, difieuliades de eronologia. etc.) paia sei aeeptados sin más íomo herein ia de ese latin dialectal en el Ceiilto y Este pen insu I a res. Ku otros dos tainbios peninsularcs ha sido defendido ardicnlemenie el origrn siuilálico, pero su distribution geograf ica viene a coiwadecir la tesis de Meier, lj metafonia, o tiene de la vocal tónica poi una vocal orrada final (TOTľ > port. tudo, perto > ast. pi'ru), sc da en poriugues (no en gallego) \ asiuriano central; en éste la metafonia inierviene en el llamado «neutro de materia», de modo que los sustain i vo* individualea preseiiiaii metafonia tun pilu), pero los colecüvos o de materia no fei pelu) ([«»r oiro lado. estos sustaiitivos pueden no seguir la concoidancia formal, si son lemeninos: I'agua está bueno). A m bos leuomcnos ocurren también en el Sur dc Italia, peto éste no es el teparto que se daba en los otros casos * Más complicado es lo que name con líquidas y nasales. En todas las lenguas peninsulars salvo el gallegoporiugués las gctninada* latinas -i i -y -NN- se palatali/ai). en lo que tointiden de nucvo con el .Sut de Italia. Sin embargo, la cojnridencia más asombrosa es la de las atticulaciones ". acnininales- l0 para los herederos de estos gnipos latinos, a'litulariones que apaieien en Asturias occidental y cennal. qiii/á txi-ticran en el Pirinco aiagonŕs, y se encuentrati también en el Mediodía italiano y sus islas (naturalmentě, esto no implica idemidad ionética ni distributional enire las dos zonas)- También se seňala. como rasgo común de base, el iefuei/o de I - en //- (leonés y calalán l.l.Mll '/ ast. 1/Íngua, tat. llettgua) y de N- en fl- (frectícnte en leonés: íiudo. ňa/ii)\ esc refuer/o pnrde sei cacuminal en las mišmaš zonas que lo denen para -//-. En cambio. el rrtuer/o de R- en it<. también sudilaliano. es común a Inda la Peninsula Ibéiua. De ninguno de estos cambios hav muesiras en época latina; ■ Los estudios sobre la meufonia asturiana sem numeiosisimos: ^u un;i «■«»pieta iclai Ión bibliognifita en K Laksa. liiXona dr la lengua espaHola 9 ed.. Madrid: Gredos, 1981. S M9. n. 20: puede aftadirse: C Blavlocx «Hispanic Mciapnony», Romaine Philology, xvill, 3. I%5. 253-271. 10 -Se llaina consonante cacuminal (con mavoi frecuencia denominada mrofleia y. nienos conienieinc-ntc. cetebnl) a ia consonante en < ma articularion se da un íomwto cniie rl levŕs de Ij |>imta dc la lengua y la pane superior del p-iladar. (J. m bois y otios, Diccionario de Linguistic* (trad, de f. Ortega y A. Domínguei), Madrid: Aliaiua Editorial, I979j. EL LATÍN Y t-VS LENGUAS PRERROMANAS 31 aparte de ello, en su distribution vnelven a no coincidir pot etHeio ton los otros tambios a los que se atribuia or igen surilálico ". 3.3-2. La Peninsula Ibérica íue la primera conquisia romána en la Europa occidental (excepción hecha de las islas: Sicília, Cerdeňa y Córcega, ocupadas desde mediados del s.iii a.C). Es cierto que hasia finales del s. i a.C no acabó de ser sometida. pero también lo es el que desde principios del s. II a.C ya estaban dominados por completo los puntos desde donde partiría la ocupación del resio. Por lanio, la presencia del latín en la Peninsula es antigua: arranca de un periodo que no es aún la época «clásica», y en el que existen f or mas que desapareceián o sera n arrinco-nadas por el desarrollo posterior de la lengua latina. En suma, el latin que se implanta en Hispánia es de tipo arcaico, y pese a tonservar los vínculos con el resto del mundo romano mantendrá numeiosos arcaismos que luego subsistirán en los romances hispánicos l2. F.s probable que ese carácter arcaizante se deba también a que Hispánia era una zona «lateral», si no «marginal», del Imperio (tal como afirman los lingüistas italianos): ello imj)lit:aria las numerosas coincidencias, de orden léxico sobre todo, entre los romances hispánicos y el rumano {precisamenie la lengua románica de abolengo más moderno: Dacia lue conquisiada en el s. n d.C) En ešte caso, los arcaísmos han de remontar a una época latina más tardía: simplemente, la anterior a la separation de Dacia del resto del Imperio (271 d.C). Pero tamo en uno como en oiro tipo de arcaísmos la Peninsula Ibérica se muestra en oposi-ción con el trances y el italiano, que heredan al latin central mucho más innovador; pot el contrario, coincide con el Sur de Italia y con las islas asi como con el rumano. Cicrtamente, el arcaismo de los romances hispánicos dentro del mundo románico no deja de ser discutible: ni toda Hispánia puede considerarse área «marginal» del mundo romano (menos aún provincias como la Tarraconense) 11 R. Minimu/ PifML. -Dos problemas iniriales relativ« a los romances hispánicos-, ELH. i. i.i\ iwxviii Vräse diseusión y bibliogialia en: k. BaLDINGER. La formation de los dominios tingütetkos en la Peninsula Ibética (trad, de E. Lledo y M. Macau), 2.' ed.. Madrid: Gredos, 1971. '* No parece, sin embargo, contra lo alirmado poi basiaines romanisias desde lines del XIX. que la mayor o inetior aiiliguedad de la implantáciou del latín rn laí dislinlas provincias se tiadujera aiuomiiicamente en las dileiem i;ts lue llevarian a las lenguas lománicas. 32 LOS ORÍGENES DEL IIHOMA ni de esas areas pueden considerarse excluidas las irmova-ciones. Por otra pane, los arraísiiios aiaňen casi sólo al léxico; en la evolution fonélica y morfosintáciica el panorama es muy disiiruo: aquí los romances h i spá n i cos son igual de «avanzados», o más. que el i talia no, basiante menos que el francés, y. salvo algún caso, no suelen coincidir con el r uma no ls. 3.3.2.1. Son basianles lo<< arcaismos hispanoa que rcmontan a la ŕpoca de la conquisla; erure cllos algunos apaie lebrillo. ľOULI.ľM >poctilo. ROSTRUM '('»". liociro' >TOSlro, CAPIIIA (de CAPTTIUM 'capucha, orificio superior de la tunica') > cabexa, PERna 'perniľ >pietna. APTARI > alat, etc. Otros auaismos carauciistitos. bíen conocidc*. son: OOVA > cueva. (X n S-A-UM > ctiyo, -a, y qtii/á los indrfmidos nh/guno, nadá. En oiros casos. son las loitnas ilásiias las que peiviven en Hispánia (acompaňada a veces de otras zonas románicas), mien tras que el Omni del Imperío pietitin iwiovaí iuiies más lardías. Son los casos de AUD1RF > air, Mľl.lEK > mujer ('persona de sexo íemenino' y 'esposa'). OOMKDFRl :■ comer, CRAs > tras 'mafiána', KQt'A > yegua, y muchos oiros (p. ej., aego. tiľia, hen n. rogar, quéso, cic); dentrode las formas gramaticales: magis > más (para la iiimpaiaiíóii), la termination -ACINTA (> -aeiila, -euta), el manienimjeniu dd sistema lernario en Ins demostrativus. o la conservación del aniiguo pluscuamperfecio de indicativo y del Futuro perfecta, si bien nm notables desplazamientos dr valoi (amora, amare). Algunos invesuga-dores aňaden, deniro del nive! fônico, el idemico iratamiento de las vocales en sílaba libre y nabáda (Hispánia, Sni de Italia y rumano): NOVHS > nuevo = porta > pueHa, frente a su diferenciación en Iraners e italiano (cfr. (r. neuffporte, ii. nuovofporta). Induso bav quien asigna a ešte momenio la ausen« ia de articulación labiodental para I (y la nueva v i Por ultimo, oeune también que en la Peninsula hallamos innovat iones lespecto del laiín «clásico», peto anteriores a las que triunlaron en el Cením de la Romania. Fs en eítos rasos donde. principalmente, suelen coincidir los romances bispanos y el rumanu. Se Irata, enire «nos de: FABULARI > hablar. AFFLARfc > bailor, KiKMOSľs > hexmoso. etí. A estas innovaciones tempranas) arrinconadas pertenecen lambién querer ('desear' y 'amar'), percontari > preguntar, Campsari • earuar, y otros, 3.3.2.2. Deacuerdncon todo lo anterior, no podemos esperat dema-síadas innovaiiones pciuluues en el latín de la Peninsula Ibŕiica. Muy počas, además, s»- atesliguan eii ŕpoca latina; entre ellas estän dus de amplio alcance en la estructura gramatkal: la climinat ión de la conjuga-rión en -Prk (no sólo el trasicgo de verbos entre conjugadones, según omnia en otras /onas). y el de-anollo de a << A I») ante ciertOS Objetos ': Vŕase A. Tovar. -Latín ,\c HisjKiiiia: asp« los lexitos de la lomaiiifarióm diMuiv. de ingresoen la R.A.E.. Madrid, iyt»8. DK IA ANTIGÜEDAD LATINA AL MEDIEVO ROMANICO 33 pirectos. En cambio. si se titan neologisinos Iŕxitos: en ŕpoca imperial. formách "s > hormtuo 'pared', y. más tardiamente (los cita Isidore de Sevilla), ANTE-NATUS > aliiado (o enteitado), captarf. > calar 'ver', AMARELLI'S (< AMARCS) > amariUo, etc Carácirr innovador de Hispánia, írente a un mayor conservadurismo de la íona central, puede veise en unos pocos casus; CERMaM's > hermano, serark > ce"ar. teuer con valor posesivo. etc. Los neologismos que se aduten. casi sicmpre léxicos, ban de ser inferidos del loniaiue torno tal, sin que sepamos, pur», si la «novedad» es latina o románica. 4. DE LA ANTIGÜEDAD LATINA AL MEDIEVO ROMANICO Kl latín mstalado en Hispánia debió de preseniar, según hemos visto, partit ularidades notables, debidas a causas diversas (lenguas antiguas, tiempo de difusión, etc.). No obstante, era la misma lengua del resto del Imperio.-la que Roma, su cuna, babia difundido por casi todo el mundo entonces conot ido. F.n la época imperial se nivelarian mu-chas de las diferentias que hemos supuesto: Hispánia se comunicaba con las areas centrales (Galia, Italia) a través de los Pirineos, y con Africa por el Estrecho de Gibraltar. La lalinización de Hispánia fue, en lineas generales, completa: ello no sólo se muestra en la floración de auiores latinos (Seneca, Marcial, Coltnnela, Lucatio, etc.) y en la existencia de grandes focos de latinidad (Hispalis, Corduba, Emerita, Tarraco, etc.), sino muy especialmente en que era el latín la única lengua empleada hasta en los escritos más humildes. Es de ese laiin hablado por lodos, «popular» o «vulgar» (frente a la modalidad literaria más fijada), de donde surgieron las lenguas romances y, entre ellas, el castellano. El «lalín vulgar* 4.1. Con el nombre de latín vulgar se viene denomi-nando esa forma lingiiistica no literaria, madre de todas las lenguas lománicas. Es un concepto arniguo. nacido con la Eilología Románica: fue acuňado por F. Die/ y consagrado por H. Schuchardt; desde entonces se ha convertido en una categoria utilizada de forma universal. En realidad, sus antecedenies son del mismo latín: Cicerón menciona el ptebeius sermo, o lengua «popular», que puede emplearse, p. cj„ en las cartas, y el vulgaris sermo, la manera corriente de hablar (que Cicerón recomienda no olvidar), nombrada 34 I.OS ORÍGENES DEI. IDIOM A lambiŕn a vcces sermo colidianus. Diferenciación socioeul-lural unida a la geográfica era la que establedan sermo urbanus (rente a sermo rusticus (pues en éste [Mxlian quedar (ormas dialeciales itálicas): había, además, entre ellos una clara distincion de valor (pošilivo el primero, negaiivo el segundo), lal como se observa en Cicerón o Quin ti Hano. l/n paso más parece ser el que dan autores como Sonera en el s. i d.C. o Agustín de Hipona en el s. IV. al oponer latine a vulgo, con lo que se implica que la forma «no vulgar» era la «latina» por antonomasia. Los humanistas del Rena-cimiento tenían lambién muy clara, aunque erraian al explicarla, la diferenciación de las «dos lenguas» latinas. 4.1.1. Latín vulgar, pese a su aiiligüedad. no es cn absolut» un conccpto univoco; su polisemia lleva, inrluso, a muchos linguistas a pioponcf su elimination: Paul M. Lloyd ha srňalado irece signifkados airibuidos en divetsos momenlos a dicho tcrmino. Los laiinistas nunca han estado muy dc arucrdo con rl, ya que aťeniúa en demasia el elemento no liierario del laiín y suponc una separation execsiva de los dísiintos niveles lirigiiisiicos. Varios linguisias actuales consideran que la rigida diroiomia enire latin clásico y latin vulgar rrspondc a una vision superada del luncionamiemo y el cambio de las lenguas, que no tiene en tuenia la heieiogeneidad y variacíón existentes en loda tomunídad linguistic?. F.n tealidad, latín vulgar cs un concepto negaiivo: indira lodo lo que no perlenere a la lengua codilicada pata uso de la csctiiura litcraria desde el s. 1 a.C He ahi la diversidad de sus seniklos, que pueden agrupatse según las siguiemes perspeciivas H: — En primer lugar. el latin diferenciado socialmente: a ello responden 'vulgar', "popular, etc. Ahora bien. cn este pumo se me/dan diferencias sociales y cullurales de los hablanics latinos (los miembios de las disiinias dases y eslamenios no hablarian igual) con variacionrs rstilisticas, debidas a la siluación; csio ultimo es lo que inieutan rccogcr denonnnaciones romo latin familiar o latín coloquial (cl sermo colidianus de Cicerón). Fsie es. pot cierto. el valor dc vulgar como nombre de la forma no literaiia del latin. — La* diferencías geogtáfico-dtalettales ya «an conocidas por los romanos: a la oposkión enire sermo urbanus y sermo rusticus (social en su origen) sc sumarfa la diferencia entrr latin dc la ľrbe y laiin de las proviiHias. Este ultimo presentaria numerosas interferencia! de las lenguas primiiivas de cada zona (los 'sustratos'): [>ero lambién es cierio que cl laiin de Italia fur más «popular». Ueno de los viejos rasgos ilálicos (latinos o no-latino*), niieniias que el provincial prcsenió mavoi homo-geneidad (como loda lengua imponada). al ser la lengua enseňada rn la CSCUela y usada por la Administration colonial. En todo ello vuclvcn a " La bibliografia sobir cl I.ihn vulgar es inmensa: mm bucn.i sdmion, asi como val iotas precision«, nosofnvr A. Nicritm -řl latin vulgar. Considera-ciones Bobre un concepto», Anuario df Letras, svn. 1979. 243-255. B£ l-A ANTIGOEDAD LATINA AL MEDIEVO ROMANICO 35 imefft-rii consideraciones de Olden social: naturálna y jcrarquia de los colonos, modos de la lomani/ación. etc. — Desde el punio de visia diacrótiico, como 'latín vulgar* se eniiende una rcalidad coeiánea al clásico. difrrenciada de él según los parámriros antetiores; o bien el latín tardío, propio del tin del Imperio: aunque hay divrrgencias cn los auiores. suele considrrarse que en cl s. Ill d.C. lermína la época «clásica» del latin, después dr la cual esie se degrada coniinua-menie. acogíendo vulgarismos, otiranjcrismos. innovadones dísgregadoras, etc. Esie latín, sin embargo, icndrá también una modalidad más cullivada, dc la que sc drsarrollará luego el bajo latín o latín medieval. Hay. adeinás. oira dimension deniro de esia perspectiva hisiórica: cn el »latín vulgar* reaparecen. o cominúan. irndencias cvolulivas, formas. etc., que sc daban en la época arcaica. »precláska», del latín; de esie modo, la lengua vulgar parece suponrr una continuidad de desarrollo en la is dwamillada p»' R WkiCKT, Laie Latin and Early Romance in Spain and Caroling/an Fiance. Liverpool: Franth Cairns 1982 launque ya a|>arp(ió en H. LťůTKE, Hisiotia del léxico lománico {nad de M. Máriinej Hern.ind«|. Madrid: Giedos. 1971). Es una idea razonable, que puede apovarse en lo que oturre hoy en árabe. inglé* o harw.es emit- la lenRua hablada y la escriia; sin embargo, e$ muy dístuiiblp prolnngar esa simaťión en Espaňa hasla el s. xn (o xni). 38 LOS ORÍC.ENES DU. IIHOMA llevarse a la rustka Romana lingua (o a la Thiotisca —germanica—, la otra lengua hablada del Imperio Carolin-gio). En 842 el habla espománea adquieie su propia forma escrita en los Juramentos de Estrasburgo; y la Secuencia de Eulalia, de ese mismo siglo. muestra que la division era ya irreversible. En oiras zonas el desarrollo fue más lardío: ian(o en Italia como la Peninsula Ibérica no hubo nada pa reci do a la reforma tarolingia (quizá porque no hubo una decadent ia cultural tomo la de la Francia merovingia de los siglos vi-vin); por otro lado, al ser menos «avanzadas» en su evolución lingüistica, la conciencia de la dtversidad no se present a hasta, al menos. el s. x (o el XI): en Espaňa son las Glosas Emilianenses y las Silenses la primera muestra en este sentido. Desde esia época el latin queda como un superesttato lingiiístico: es la lengua de cul tura y la lengua ritual, pero ya no sólo en aquellos países donde ha generado nuevas lenguas, sino en todos los de la Europa occidental; su actuación sobre las lenguas «neolatinas» šerá, en principio identica a la de oira lengua (aunque en la realidad su influencia haya sído muy superior a la de cualquier otra): suministrará préstamos léxicos (los cultismos), y como lengua de cultura elevada šerá modelo digno de imitar en muchos aspectos gramaticales y estilísticos. 4.1.1. Es. pucs. cvideme que el laiin pervivió en las. lenguas que surgicron dc su variación interna: Iramés. espaflol o i ta Hano son el laiin ilr hoy. Al mismo liempo, una de sus lases qucdó consagrada, lijada, hasla cl punio de quetlac (omo lengua indcpcndienie: es ésia la únira que, desde los albotes de la Edad Media, rrxibc el nombie de /afin. Pot el contrario, para iiombrar la lengua viva latina lingua sólo se maniuvo pata unu de los dialetios retorrománicos suizos lei ladin de Engadina; los lingímtas iialianos emplean, no obstante, tadino pata todo «le dominiu»; en la Edad Media, e incluso despuřv latino, o la lorma cvolucionada ladino. designaba a Cualquier lengua ncolaiina pot oposición a las de olio otigeii len Espaňa. ladino se oponia a áiabe: -moto ladino» eta el que sabía tomanec) IŔ. ■' Rciuěrdese que Alfonso X etnpleó vatias veies nuesHO laiin jmu refcrirsc al tastellano. eon Iq que p.iixe Cvidenie que podía comtderai aún la ídenlidad psencial de ambas lormas lingüisütas: vťasc 11.-J. NlF.Dt.kl hi. Alfonso X rl Sabin V la Unguium de su liempo mad. de Carlos Melclws), Madtid: SfiEL, 1987. págs. I01-I03 (con discusión de las opinion» de A. G. Solalindc, el ptimeto que analizó lan curiosa expraión). nf. LA ASTICťEDAD t a tin a u. medievo romAnico 39 La denomination pata las nuevas lenguas arrant;) de !a signification que Ilegô a tenet Roma. Romanus. de i rulii.it a los naturales de Roma (f rente a laíinus. aplicado a los deinás liabitantcs del Laiium. y que lambién Itablaban latin}, pasó a lenei uiw «lata dimension poliiúa: sei fŕi'ÍJ romanus era la maxima dignidad de un habiianie del mundo domi-nado pot Ronia, y sólo lue general en 212 d.C. Ei> la decadencia del [inperio, romanus se oponia a barbarus ('cxlranjcro-, sobre lodo los germanos invasorcs); en cl s- v surge Romania para designar. no tanto una emidad poliika (desapatecida en ese mismo siglo). cuanio una unidad cultural, espitilual. lingiiistica en ultimo leriniuo. Esie nuevo nonibrc letupcro, un arcaito adjriivo roinanicus (*a la manera romána). Pronio debió de uiili/arsc como adverbio: «fabulare Iparabolare) romanice» sig-nifitó «hablar al modo de Romania», y de ahí (r. román;, esp. romance. eic. paia leleruse a la lengua esponiánea de lada /ona Sm embaigo. no pervivió paia designai ninguna lengua espetílita. salvo en el Oriente del mundo loniáuico: rumänisch o romonlsch pata utio de los dialetios reiorrománieos suiios, y mmano, y Rumania, para la aniigna Dacia. F n el resio del mundo románico. de mucho mayor peso cultural, lal que atabó absorbiendo a los dominadores geimanos. las íonas y suš lenguas rcsj)etiivas maiiiuvieton los viejos notubres geograf íros (Hispánia. Italia) o ctearon oiros en honor de SUS invasorcs (Francia): aquí, las denoniina-ciones genéneas. (lengua/ vulgar, o válidas para (oda la família ncolaiina. romance, acabaron cediendo anie los nombres basado* en realidades polí-úcas más limiiadas {francés, casiellano, etc.). El final del mundo latino: los pueblos germánicos 4.2. Las invasiones de los pueblos 1 lamados bárbaros por los romanos tuvieron consecuencias decisivas para la história politica, cultural y lingüistica de la Europa occidental. Con ellos terminó el Imperio Romano y se pusieron las bases de una nueva organizáciou, feudal y nacionál, que ocupó loda la Edad Media y originó con el tiempo las nuevas realidades tiacionales. Su actuation lingüistica fue doble: en primer lugar. originären nuevas situation« de bilingüismo. provotando, en mayor o menor grado, inler-fcrencias con el habla latina (o románica ya) de las /onas del Imperio que fueron ocupando; en esie aspecio su influencia fue sobre todo en el léxico, aunque tambiéii trans-mitieron algún elemento gramatical y deteniünadas carac-lerísticas fónicas. todo lo cual comribuyó al proceso de escisión lingüistica que hemos visto antes. Pero de mucho mayor alcance fueron las condiciones que crearon para la evolution lingüistica: el periodo de luchas inecsantes que abrió su definitiva irrupción en el Imperio a finales del s. 'V y principios del v (en 403 y 406 se producen grandes oleadas de godos y leu tones sobre Roma), unido a su bajo 40 LOS ORIC.F.NKS I>H- 11ÍIOMA DF. LA ASTIGCKOAI) I A I INA Al. MF.DIFVO ROMANICS 41 nivel cultural, produjo el hundimienio generalizado del mundo espiriiual roinano, el cual llevaba ya más de dos siglos de progresiva decadencia; las guerras y los reparios de lierra.s en ire Ios invasores cotiaron. a veces de raiz, las comunicaciones en tie las disiinias panes del Imperio. Asi, la miseria cultural y el aislamiemo mutuo peimiiieton el libre desarrollo de los cambios y las tendencias centrífugas en lo que antes había sido la lengua latina. I.a Peninsula Ibcrica quedó separada del Imperio desde 409, aňo en el que eniran en ella los pueblos germanos de suevos, alanos y vándalos, quiencs se la reparten, con ex-ccpción de la Tarracoucnsc. F.n 411 Megan a esta provincia los visigodos: subordinados nominal men te al Imperio, eli-minan a los alanos. arrinconan a Ios suevos en el Norocste y obligan a los vándalos a marchar a Africa en 429. El reino visigodo se bace deíiniiivamenie hispano a principios del s. vi, cuando pierde Tolosa ante Ios francos; a finales de ese siglo los suevos de Galina son someiidos, y a principios del vii se expulsa a Ios bi/aminos del Sur y F.sie de la Peninsula, zona que habian ocupado seicnia aňos antes. 4.2.1. Si en el campo de las insiituciones, el derecho, la liturgia o, según se ba dicbo, la poesía épica el elemenlo gótico va a ser muy important?, en cambio la evolm ión linguística peninsular parece deberle poco. lx>s visigodos llegaron a Hispánia muy impregnados ya de la cultura romána: su lengua desaparece a lo largo del s. vi. por lo que el periodo de bilingüismo ft»' breve; si a esto aňadimos que la población goda era e.scasa, entendercmos por que la lengua góiica no actuó torno im verdadcro sujx'resirato del bispanorrománico ni condicionó su desarrollo (freute a lo que ocurrió con el galorromano respecto del idioma fránc i -co). Salvo préstamos de vocabulario, su influjo íue sólo indirecto; lo mismo puetle dccirse tle los suevos, que, al aislar a Galícia, dejaron campo libre a ciertos fenómenos muy vulgares. Por ono lado, la Hispánia visigótica fue el más culto de los nuevos reinos germánicos: de ahí la mejor (alidad de sus escritos (que uasluten poco de la evolución vernácula) y, q u i/á el ritmo más pausado de esa evolm ión. I-os godos mantuvieron la misma esirucuira regional y los misinos ceniros de cultura de la época romána, si bien aňadieron uno nuevo, Toledo. Ks de suponer, pues. que la evolución sc haria, orgánicamenle, a partir de la situáciou legada por Ios romanos (y que, en muchos casos, perpetuaba viejisimas divisorias autóctonas). Sin embargo, lanto los vulgarismos de los lextos litúrgicos como la escritura más barbara de las pizarras del Centro y Noroeste sólo nos ofrecen unos pocos rasgos evolulivos poco espccíficos (con-fusiones vocálicas, sonorización de consonantes sordas, ana-logías en formas verbales, etc.). Los grandes cambios cons-tiiuüvos de las lenguas iberorrománicas deberian esiar iniciándose, y con ello la escisión respecio de la antigua norma latina; pero casi nadá de ello se nos lestimonia directamente. La aponación directa gólica es muy escasa; es posible que muchos de esos elemenios góticos hubieran sido ya incorporados al latin ladío (muy pocos son los exclusivos de nuestra peninsula). En el vocabulario los más optimisias dan un centenar de términos de origen godo (otros no admiten más de dos o třes decenas) ,7: entre ellos se citan Sůcar, sayón (léxico jurídico), guardia, guardian, espía (léxico militar), casta, esquila, esquilar, ganso (vocabulario de pas-toreo de animales), y otros como gana, ropa, ataviar, etc.; fuera de ahí sólo proporcionó el sufijo -engo, de valor jurídico (realengo, abadengo, abolengo; hay variante -enco; mestengo.'mostrenco, podenco), Tampoco nos legaron muchos topónimos, y aun ésios habían pasado ya por el latin: asi, los que nombraban sus primitives reductos propios (Godos, Godones, Gudín, etc., (rente a los Romanos, Ro-manones, etc. de sus dominados); y, sobre todo, los que derivan del nombre en genitivo latino que indicaba al seňor del lugar: pueden aglutinarse a un generico latino (CASTRUM SIGERICI > Casírogeriz, etc) o aparecer aislados (Gondomar, Guitiriz, Mondariz, etc.: se concentran sobre todo en el n.o. peninsular). El único topónimo germano de cierto alcance no es godo sino vándalo: Al-Andalus (> Andaiucía) fue ta adaptáciou árabe de Portus Vandalus o Partus Vandalusius, el lugar (hoy. Tarifa) donde este pueblo embarcó para Africa. " A la lioni de niloi.it I,t «hijuiti.uki.i del clemenio góiico en cspaiíol lmy que dcM.iiai. naiuralrneme. los gennanismos dc oiigcncs varies íntotpoiadoA al laiín latdio v que. torno laiín. siguicron cn romance (aunque a vei^s (uvietan un iiaiamicnio lonclito especial): oiros grrmaimmos eimaion pol disiinias vias: asi. el Iraners medieval suininistió basLinies. y es posible que los mismos visigodos "os luiíMiinii r.in n um nos de pcrxenYncia dánnia. V.n realidad, lodo ešte vocabulario germanií o rs más numeioso y liene mayor eniidad que el extlusivameme Bóti.o !'_' LOSORfGENES DEL IDIOMA Sin embargo, el desarrollo de las lenguas peninsulares, y entre ellas el casiellano, no podtía entenderse nunca sólo a partir de estos antecedenies. AI revés de lo que ocurre en Francia o ((alia, la estructura lingiiísiica de la Peninsula no coniinúa el latin desarrollado orgánicamenie sobre sus asentamiemos onginarios. La llegada en 711 de los árabes irasiornó por completo la situation que nemos venido des-cribiendo y motive una história linguísiica imprevisible de oiro modo. CAPfTULO II LA CONSTITUCIÓN DE LAS LENGUAS MEDIEVALES 1. La INVASION Xrabk I -i enuada de los musulmanes (árabes, sirios y bcréberes) *m la Peninsula, a la que conquisiaron con inusitada rapide? y en la que insialaron una nueva organización, vino a romper radical men te con todo el desarrollo historko anterior. Su presencia inicia una nueva etapa en la história peninsular, no una mera prolongation de situaciones precedentex; no fueron un paréntesis más o menos largo en una cvolurión que ya se hubiera iniciado y que continuó tras su expulsion (como a veces insinuaba la História tradicional), ni tampoco constituyeron una simple superestructura de poder, al revés de lo que había ocurrido ron los visigodos. No sólo fue su presencia: la larga lucha que pusieron en marcha en los cristianos rebeldes hizo que la Espaňa que surgió de ella řuera en muy pocos sentidos continuadora de la Hispánia gótico -romána. Algo muy parecido ocurrió en la lengua. Si la invasion árabe no se hubiera producido. es probable que los centras prcstigiosos hubieran seguido siendo los mismos que venían siéndolo desde la época romána; quizá Toledo hubiera sido un foco de irradiación de innovaciones, dado el papel que adquirió en esa ŕpoca. Los dialectos románicos hubieran, así, perpetuado viejísimas divisorias, que las administracio-nes romána y eclesiástica habían conservado; los rasgos del latín hÍ5pano habrían tenido herencia directa, como loda lengua que evoluciona in situ. A. Tovar ha llegado a decir que el romance hispánico resultante habría sido más seme-jante a las hablas iialianas, con las que lantos lazos exis-tian i. 1 A. Tovar. I,o que sabemos de la lucha de lenguas en la Peninsula Ibětita, Madrid. 1968, päg. 75. H LA CONSTITt.'ClÖN 1»: LAS LENGLAS MEDIEVALES Nada de eso ocurrió (en realidad, es ocioso cspecular sobre ello). La sociedad que se constiiuyó en la Peninsula con los musulmanes, Al-Andalus (el nombre de la Espaňa islámica. fuera cual fuera su extension), trajo una lengua de naturaleza muy distinia, el árabe, que se impuso como lengua oficial y de cultura; al mismo liempo. roto el entra-mado de la sociedad hispanogótica, los hablantes románicos se distribuyeron y evolúciou a ron en siluaciones y lugares que apenas lenían que ver con los anteriores. Ciertamente, Al-Andalus fue una sociedad bilingüe árabo-románica, al menos hasia el siglo XI o xn. En esa habla románica se con (i n ua ba el latín de Emerita, Hispalis, Corduba. Tarraco o Caesaraugusta; pero era sólo una lengua para el coloquio. carente de cualquier normalization, y fragmentada en formas diversas: en la mayor parte de la Peninsula había desaparc-cido al empezar el siglo xm. Por el contrario, lo que se perpeiuó fue el habla de los distintos enclaves de resistencia, desde la cordillera astur hasta el Pirineo. donde a sus rudos habitanies. siempre rebeldes. se habían unido miembros de la arisiocracia hispanogoda o simples cristianos que, (rente a la actiiud mayoritaria, rechazaron integtarsecn Al-Andalus (con o sin conversion al islamismo). Allí surgieron nuevos centros (Oviedo, León, Burgos, Pamplona, Barcelona, etc.) en los que se fraguaron los nuevos modos linguísticos sobre un fondo de latín vulgar Ueno de elemenios de sustrato: esas lenguas se esparcirán sobre el restó de la Peninsula a tenor del desarrollo de la Reconquista. El mapa lingiiístico de la Espafia moderna nació de ese proceso. El romance en At-Anda/us 1.1. Buena pane de la población hispanogoda había permanecido en sus lugares de origen: la mayoría del cam-pesinado acogió a los invasores como liberadores, y muchos nobles y ciudades lograron inediante pactos conservar sus dom i mos. Si tenemos en tuen ta que los recién llegados eran estasos en numero (hasta 756 sólo unos 60.000 hombres. Irenu- a una población peninsular de cuatro millones), es fácil comprender pot qué el habla románica pervivió en Al-Andalus. Sin embargo, al revés de lo ocurrido con los visigodos, los musulmanes lograron importer su organización y sus modos de vida y atraer a ellos a los indígenas: la arabi/ación cultural tue interna, no sólo entro los conversos r la invasion Arabe 15 al Islam (musalima o «musulmanes nuevos», y muwalladum o tnuiad'ies, sus herederos), sino también en los que perma-necieron fieles al Cristianismo (mu'ahidun, «confederados», o musta'rib, «arabizado». origen de mozárabe, palabra cas-tellana que no aparece hasta comienzos del s. xi (1024)). Esie proceso, no obstante, fue largo y complejo: desde mediados del s. ix hasia la instauración del Califato (929) se producen rebeliones de mozárabes en Córdoba y Toledo y de muladíes en numerosos lugares (Toledo, Mérida, Zaragoza), hasta culmiuar en la sublevación de Omar ben Hafsun en la Serranía de Ronda; lodo ello no es sino una muestra más de la extensa fragilidad de la sociedad andalusí, debido a la heterogeneidad de sus componentes (abundaron, del mismo modo, los eonfliaos entre árabes y emre árabes y beréberes). Esa heterogeneidad se manifestaba también en el piano linguístico: el árabe era, según hemos dicho, la única lengua de la administración y la cuhura; muy pronto sufrió cambios que condujeron a un árabe coloquial, «vulgar*, bastame distinio del clásico, como lestimoniaban ya autores coetá-neos 2. Sin embargo, la lengua más extendida en Al-Andalus era el romance- al que los lingíiistas denominaban mozárabe, pero que de ningúti modo estaba limitado a los cristianos: puede decirse que casi ningún andalusí lo ignoraba, aunque los cultos emplearan preferentemente el árabe, sobre todo en la eseritura. Los testimonios de bilingiiismo son muy abundantes: aparte de anécdotas de la vida coiidiana, los médicos y botánicos recogen denominaciones romances, se componen vocabularios o glosarios entre ambas lenguas. y los poetas intercalan en sus muwaššahas (inventadas por dos poetas de Cabra en el s. x) y zéjeles palabras, frases y hasta versos emeros, en romance. Los historiadores andalu-5Íes ciian alja-mía), que. corno «lengua de bárbaros o extraiijeros», pódia aplicarse, y se aplicaba, a cualquier lengua no arábiga; también usaron latiniya. que unas veccs valia por «latín» y otras por «romance» (es decir, «ladino»), aunque en ocasiones especificaban «latinía vulgar»; de todos modos, también estos rótulos se empleaban para otras lenguas romances. En cualquier caso, parece que los árabes tuvieron plena con-ciencia. desde el comienzo de su estancia en la Peninsula, de que latín y romance consinuían ya dos realidades lin-giiísticas bien diferenciadas. Los mozárabes, por su parte, cuando no utilizan el árabe, sólo escriben en latín y sólo se refieren a ésie: es lo que hace el cordobés Alvaro en 854 cuando se duele de que los cristianos (latini, dice él) ya desconocen linguam suam, IA INVASION ARABK IV linguam proprium. Otro testimonio, una supuesta traduc-(ión del árabe fechada en Toledo en 1290, diferencia dos forma* de latín (ehabladas?): latinům circa romancium f rente a latinům obscurum. No se halla ninguna otra referencia al romance vulgar por parte de los mozárabes. 1.1.2. No se (onservan textos escritos directamente en esta forma romance; en todo caso, su esctitura sería el «latín» de sus liimnos, historias, actas conciliares, etc., en que se vislumbra algo de la lengua hablada. Por ello, no sabemos si ésta era una sola o presentaba íragmentación. y en ešte ultimo caso qué for mas adoptaba ésta; es de suponer sin embargo, dada su situación social, que el romance mozárabc sería poco unilario, aunque rareeemos de datos para seňalar en él divisorias dialectales (los autores árabes no aluden a ello, limitándose a indicar que tal o cual palabra se usa en la «aljamía» de una u otra ciudad). Nuesiro conocimienio del mozárabe se limita, en buena parte, al léxico: por medio de él podemos muchas veces reconstruir su fonética (y el sistema fonológico que subyace); muy poco, en cambio, conocemos de oiros pianos de la lengua. A esto hay que aňadir que casi todos los elementos mozárabes nos han sído transmitidos por los árabes. bien directamente com o formas extranjeras en grafía arábiga. o bien como romanismos que el árabe hispano había asimüado y luego transmitió a castellanos, Portugueses, catalanes, etc.: siendo el árabe una lengua de naturaleza tan diferenie, los problemas de interpretation de esos datos (semejantes a los problemas que tendrían los árabes para adecuarlos) son muchos y muy eomplejos; además, las reglas de adeeua* ión eran dístintas en uno y otto caso \ Mozarabismos, o romanismos, ai'in no integrados en árabe son los que m>s otrecen desde el s. x al xv los iraiados árabes de Medicína <> Hotánica, entre los que destacan el anónimo sevillano de 1100 y el del judío zaragozano Ihn Buklaris de 1106. Más inieresantes, si cabc, por contenet Ion únicos datos de siniaxis uio/áiabc. v>n las cancioncillas romances que sirven de remaie a mitwaššahas árabes s hebreas: las jarchas, dest ubiertas a mediados de ešte siglo. 1 Pdiii ti motárabc, .i|>.iiii de lat magnffíou págíiw de Mnnŕndr/ Pidal en Oťigrnes del rtpaňol (115-440). drben tomiiliatic: M. N»\< mi« Gi-ahmk «El mozárabf peninsular-, ELH. t. 293-3-12. y A Gai mi« in Frtviis DiatedoloRÍa mozambe. Madrid: Giedm. 1983. IS LA CONSTITl'UÓN l)ř 1 AS LtNGUAS Mř.DIH AI.KS que consiiiuyen la más antigua Urica románica do la Peninsula; aunque hay quien tree que eran anteriores incluso a la poesía árabe andalusí. lo cierto es que las jarchas conservadas remontan a una época algo lardia, entre me-diados del s. XI y el s. xn (con algunas prolongate ones, que Hegau al XIV). Hay que tener también en cuema los zéjeles, escritos en árabe vulgar, y que stielen comenet palabras o ii.isrs cDifjs en romance (aunque ya no eslrofas completas): en este sentido, los más inieresantes son los del cordobés Ibn Quzman. de mediados del s. XU. Los glosarios contienen romanismos adopiados en prés-lamo por el árabe, por lo que son menos valiosos para inferir de ellos la lengua hablada mozárabe; tampoco sabe-mos la fecha de su incorporación al árabe, por lo que no podemos extraer conclusiones históricas. Destacan dos glosarios entre latín y árabe, uno del s. xi y otro del XHI. y otro del árabe al castellano, compuesio por fray Pedro de Alcalá en 1505, en el que pueden observarse los numerosos romanismos del árabe granadino. También nos ha sido transmi-lida por el árabe la toponimia andalusí de origen latino: en unos casos sólo han intervenido cambios linginsticos de origen árabe (p. ej. hispalis > Isbiliya > Sevilla), pero en otros muchos las alteraciones corresponden a la evolution fonética mozárabe (asi. ónuba > Huelva). Aparte de está diferenciación, no siempre fácil de realizar, hay que tener en cuenta que esa toponimia půdo quedar fijada ya en los primeros momenios de la dominación musulmana, por lo que la íorma en que lue reeibida por los cristianos del None, a lo largo del proceso de reconquista, puede no corresponder a la fonética mozárabe de épocas posteriores; además, siempre es posible que los reconquistadores ade-cuaran esa forma mozárabe a su propia lengua {castellana. catalana, etc.). sobre todo si podían hacer corresponder entre si las formas propias de cada lengua. En este sentido, son fundamentales los Libros de Repariimiento, que los conquistadores empiezan a confeccionar desde el s. xin con el objeto de inveniariar las posesiones de los musulmanes (en el campo o en la ciudad) para repariirlas entre nuevos duefios: las necesarias precisiones y exactitud a la hora de deslindar los antiguos y los nuevos dominios provocan la abundante aparieion de toponimia, mayor y menor, tanto árabe como mozárabe, y que es de extraordinario interes lingüistico. LA INVASION AkABF. 49 1.1.3. No se puede determinar con precision la influencia que las hablas mozarabes tuvieron en la evolution lingüistica peninsular, tanto en lo que se refiere a la distribution de lenguas y dialecios como en el paso de rasgos concretos a una u otra lengua. La mayoria de los lingüistas se muestra bastante eseéptita a este respecto; se piensa, según ya dijimos, que las fronteras lingüisticas de la Peninsula fueron marcadas por la expansion de los dtstintos reinos cristianos durante la Reconquista (a exception del Norte, zona poco o nada en contacto con los árabes); por otra parte, salvo en topónimos o ciertas palabras, es muy dificil calihrar la herencia mozárabe: compartían basiantes rasgos con otros dialectos, pero de los que les eran propios (en fonética o en morfológia) apenas hallamos ninguno que fuera transmitido a otros ámbitos lingüisticos; por ultimo, hay que tener en cuema que destonoeemos aún muchas de sus caracteristicas y de otras tenemos datos oscuros o con trad ictorios. Ciertameme, es posible que los dialectos románicos del Norte se encontraran, en su marcha hacia el Sur, con un sustrato mozárabe y que de la conjunción de ambos surgieran leonés, castellano, Catalan, etc.; también podrían hacerse remontar a este momento las diferenciaciones internas de cada una de estas lenguas. No hay, sin embargo, muchas pruebas de ello; además, la situation no fuc la misma a lo largo de la Reconquista. La época más favorable fue la comprendida entre los siglos vín y X: por un lado, en la franja fronteriza del Duero (creada por el rey asturiano Alfonso I, hacia 750) debió permaneter población románica que después meztlaría su habla con la de los repobladores posteriores (finales del s. ix y s. X); por otro. el reino astur-leonés era el objetivo de todos los cristianos de Al-Andalus descontentos del dominio musulmán: las emigraciones de mozárabes se incrementan desde mediados del s. ix. época de rebelión y persecución para los cristianos- La preferencia por Asturias y León se exj>lica por ser éste el reino cristiano más poderoso del momento y, sobre todo, por presentarse como continuador de la Monarquía y la tradición cultural hispano-godas. Los mozárabes, más cultos, dominan la administración, y en los documentos aparecen (»n frecuencia sus nombres arábigos, dobletes de los nombres cristianos que también llevaban. 50 LA CONSTITľCIÓN llŕ l-AS l.ENGUAS MHHKVMJJj En las conquistas de los siglos xi y xii parece que todavía pudieron producirse confluencias de esie lipo. El caso más notable es el de Toledo (reconquisiada en 1085), cuya abundante población mozárabe, lanio de la ciudad como del campo, maniuvo su personalidad propia hasia la Baja Edad Media. Esa íuerte coneiencia de identidad se observa en que conservan en sus doctimentos sus rasgos lingüislicos, al menos hasia el s. XIII (para maniener la diferencia, llegaron a emplear el árabe de forma casi siste~ matica en sus eseriios). Suele afirmarse que bajo la presión mozárabe el casiellano revolucionario e intiovador íefrena su marcha evolutiva, adecuándose a los dialectos vecinos en aquellos rasgos, más conservadores, que les eran eomunes. Pero, salvo en algún elemenio, apenas hay manifestaciones concreias de lal influjo. Por su pane, para el habla del Aragón medieval se ha dieho que los mozárabes zaragozanos; fueron deierininames (junto a las presiones castellana y catalana) para diferenciar en lan alio grado el aragonés del Valle del Ebro de los dialectos pirenaicos. cuna de esie reino oriental. El siglo Xlll. en cambio, parece mostrar mayor homo-geneidad en la difusión lingiiística: la casi total dcsaparirión de los mozárabes origina que las lenguas del Norte lengan que compeiir sólo con el árabe de las poblaciones conquis-tadas. A pesar de ello. se ha seňalado que las coincidencias entre el valenciano y el catalán occidental (de Lérida, etc.) no tienen que ver sólo con la procedencia de los repoblado-res, sino con una vieja identidad étnica prerromana (ibérica). conservada por la población romanizada y que afloia en el Catalan de la reconquista por obra de los mozárabes valen-cianos. Por su parte, hasta ahora han sido infructuosos los inientos de entroncar los dialectalismos meridionales del castellano (en particular, los andaluces) con un posible sustrato mozárabe: si bien es cierto que en la actual Anda-lucía se emplean voces mozárabes desconocidas o inusitadas en el resto del espaňol, también lo es que los rasgos lingüislicos que caracterizan a esta región pareeen ptoceder, al menos según los datos que poseemos, del habla de los reconquistadores. 1.1.4. Los rlrnn-iiios de origen mo/áiabe entiados en espaňol (o en otras lenguas pen insulares), minca en numero elevado, presciitan graves prnhlcmas a la hora ilr dctcrminar mi irammisión: va iudicamos que el 1.A invasion Arabi 51 árabe pud« suminisirar palabras de otigen latino sin ningún imcrmedio mOíárabc (parece sei el caso de aieázai < CASTRUM y oiros). Por otio lado. muchos moíarabismos eniraron tambiŕn a tiavés del árabe. poi lo que determinadas caractrrístiías fónicas atribuidas traditional men ic al rnozáiabe surgen de la adaptation de estos romanismos a una lengua dr rasgos lan diferentes como es el árabe. Y aun en el caso de que esas caractcrísticas provengan de la pronunciación mo/drabe. como ignoramos en que [echa wies elementos fueron incorporados por el árabe, ignoramos tambien, pucs, sí fueron caratieres permanentes en mozárabe o. poi el contrario, sufrieron alteraciones durante el periodo de existencia de esas liablas. Entrr los moiarabismos más conoeidos (aparte de los abundaniísimos lopónimos, a los que ya hemos hetho referencia) habiemos de citar terminos de alimentation como alcaucil, chadna, gazpacho, chĺcharo, guisanlc, habichuela, horchala. y nombres de peces como juxel, pargo y jibia: recipiemes como búcar», capacho, eenacko. coiacho, dornacho y homacho; relkcionados con la construction esián akayaia, cambtja y ripio; oiros nos retuerdan el mundo agticola; almatriche. eampiňa, corcho, chiquno o matisma; y a los ofirios anesanos nos llevan cordobán o liapiche. Todas cstas. y otras como chinche o matchita, pertenecen al mundo de lo material (alguna exception: regomello 'reconcomio"): si es cierto que lue el árabe quien uansmitió esios térmi nos, tonstiiuyen una buena muesira de qué es lo que interesô a los árabes de los cristianos someiidos; los testimonios moľárabrs coeiáneos en árabr andalusí (nombres de plantas. etc) corroboian esa impresiou: el mundo superior del espíriiu de Al-Andalus no sc expresaba en romance. Pueden apreciarse ciertos rasgos comunes en la forma de varios de estos mozarabismos: el articulc» árabe n/-, la presencia dc eft en lugar de la dental (asi, chacina (rente a ceeina, o cl suiijo -acho en vcz de -aw), consonante sorda por sonora (akayata frenie a cayado): si tenemos en cucnta los topónimos. hallaremos numerosos tcrminados en -(i)el {Odiet. Vtiel, Montiel, Muriel, Carabanchel, etc.) o -uel {Temel. Bunuel, etc.), coirespondientes a los castellanos -Mo o -uelo. Segiin veremos, talcs rasgos pueden delinir la fonŕtica del morarabe (pero jde qué época?), aunque algunos, como ya dijimos, puedan ser fruto de la adaptación al árabe. La influencia lingiiística del árabe 1.2. I a huella árabe es bien patente en la Peninsula Ibérica: desde espléndidas consirucciones a humildes sistemas de riego, desde elementos filosóficos o religiosos a recetas culinarias, el largo periodo en que la Peninsula conodó una sociedad islámica y arabizada impiegnó profundamente el espíritu hispánico. Su actuación no fue sólo por negation: los mismos cristianos, en guerra de reconquista con ellos, se dejaron ganar por su refinamiemo, su sensibilidad y su cukura lan superior. Asi, quienes les hacían guerra con el íin de expulsarlos fueron asimilando forma» y contenidos 52 LA CONSTll iuOn IH I.AS lkncuas mkuievales propios de su enemigo: es alii donde inuchos historiadores ven los aspecios más específicos del mundo hispánito. Naiuralmenie, en la lengua (ambién es perceptible esa huella. ti árabe aciuó como superestrato (lengua dominante) del romance andalusí, y como adstrato (lengua vecina) de los olros romances peninsulares; mm has gentes de la época dominahan uno y otro lipo lingüisiicos; el prestigio de lo árabe y las muchas novedades, de todo tipo. que tiaian hicieron que los cristianos las adoptaran con su correspon-diente forma de expresión. Sin embargo, al eiifrentarsc mundos lingüisiicos de naturaleza tan difereme, el influjo sólo llegó a los aspectos más «externos», en especial al léxico; las estruciuras imernas de las lenguas, en absolute» equ Í parables, síguíeron sus respeciivos procesos historicos con casi total independencia. 1.2.1. IV m undo con lo que acabamos de senalar. no liay en espafiol ningún loncma que haya sido prestado del árabe. asi como lamporo ninguna pronunciation particular. Cierlamenic, Nebrija y algunos oiros gramálicos creyeron que riertos fonemas palatal« o aspírados del espaňol awiguo. desto n< x jdos del latin. [xxlnan tenet origrn arábigo. Con menos rigor auii se ha pensado que algunos rasgos de la lonélica andaluia veiidrían también de ahí; sin embargo, lanto en un taso como en oiro el estudio ma«, deiemdo de la cucsiión ha lie vado a tonclusioiies ncgaüvas. Todos los estudios real »ados sobie las correspondencias dc foncinas em re una lengua y otra. lal como se desprenden dc los préstamns mul no*, dc palabras. han mostrado cómo los sisiemas lonotogitos lueion siempre i m permeables el uno al oiro 1. Sólo pare« admisible la lesis de que los přestanu» árabes modificaron la frecuencia de < icrtos lipOS de acintu.u ión (asi, incrementaron el numero de palabras agiulas. y también de csdrújulas), de cierias disiribucioues fonológú.is (aumentaron los ta sos dc r y -; finales: alféizar, almiiez) y silábúas (introdujeron numerosos polisílabos: almogávar, bereniena). La «iruciura gramatical tampo.0 lufrió influencias. A ešte respecto, sólo sc ha citado el posible arabismo del plural espaňol los padres para referirsea la pareja de uno y oiro lexo tes deiir. el padre > la madir . ric. sólo 'los varones que son padres'); y. aunque más bien dentro del prntamo léxico, hay que incluii en esie apartado la preposición hasia. Sí se han hecho nota) numerosos arabismos sinlácticos en obras medievales iraducidas del árabe o inspiradas en él: de esia lonii.i. para plconasmos como «JU grácia de Dios*, consiruotiories distocadas de relative como •cstrclla que lú quisieics salm in mayor altera», segunda persona del veibo COrnO impeisoiial (ejcmplo anterior), o la repetition constaiue de la conjunción 1 VVd« A Akism) >l-is oirrespondencta) >i.it>igi>-cspaŕKilas tu Im listrmas «It- iíbilantes», Revista de f'dologia Hispámca, vri. 1ÍM6, 12-76. y M. Grosnmws, -I-i adapUU ión de l«>s foneinas áubes al sisinn.i fonológico del romance», Hrnie Roumai'tr de Liguislujue, \iv. 196(1, 51-64. LA INVASION ÄRABfc 53 copulaiiva se ha supucsio pioeedencia aiábiga. Pudicra ser que en esie lipo de obras estuvina a* tuando el modo de construction sintáctita del árabe; pero aquellos ras^ns de esie lipo que han pervivido en espaňol, muestran, todos ellos, elaros aniccedenies latinos. 1.2.2. El influjo árabe en el léxico hispano se manifiesta no sólo en el Irasvase de palabras, sino también en inictlcieni ias seniániitas. inuy sutiles y complejas en masiones. En cambio, la morfológia léxica, al igual que la gramatical, apenas si se vio afecUda; en esie seniido. sólo hay que reseňar la incorporation del suíijo -t. en general integrado en arabismos como jabaľt, hurt o muladi. retonocible en gentilicios del mismo origen como eeuli, yemen't o bengali, y que ha manilestado una cicria vii.ilid.nl fuera de ese ámbito sólo en alfonsí (t reada en el s. XIII por los sabios judíos de Alfonso X) y andalust (ereada por Menéndez Pidal para diferei» iar lo relalivo a) Al-Andalus de lo propiameme attdaluz); también se ha afirmado que el prelijo a- adquinó valor faciilivo lamenguar, avivar. ani. abajar y amalar) por influjo del ptelijo semejante del árabe. El léxico espaňol de procedentia arábiga es muy abundanie: se ha seňalado que constituye. aproximadamente, un 8% del vocabulano total (unos 800 ó 900 téiminos primitivos que, junto con los derivados, pueden llegar a 4.000, incluyendo palabras desusadas o de circulation muy rcs-iringida). Puedc decirse que lo parete quedar excluido el voca-bulario de scntimientos y emotiones (ton la originaria exception de haiaňa). En tambio. el votabularin rientifico, dada la stiprrioridad árabe en este terreno durante la Edad Media, presenta numcrosas muestras: asi, algorilmo y guaiismo en Ceomeuía. cifra y algebra en Matcmáticas, alcohol, akali o alambique en Qutmica (o Alquimm), azafea, centt en Asironomia, nuca n jarabé en Medu ina. etc. En e^iui tauipos. los aiabismos no son exclusivos del esi>aňol: tos .ii.iiii-iiin- n-moniaii .i "iii;u^ disuiuos (sáiucrito: ajedrez, pena: laranja, gricgo: alquimia (frente at direrto qutmica). iiuluso Lit in alcazar): en ello los árabes no hicieron sino continuar su labor de transmisores de «ultura que cumpliaii en tantos otros campos. M LA CONSITTVCIÖX DF l--\S I FNCiUAS MHHFVAl.FS I.2.S. Sin embargo, domic más profunda es la huella de lo arábigo, en una forma que no palete lenrr precedents en los contacios linguísiic os ocurridos en la Peninsula, es en aquellos tasos donde el árabe insufló signification nueva a las palabras romances, ampliando asi su scniido; o lambién donde surgicron formacioiKS lubridas. Enirc rstas úliimas luele dlane holgaián (que agluüna do« palabras. castcllana y áiabe. con el mismo signifieado de "desiansať, 'pereroso'). y lambién, aunque su cii-mologia es inuy disculida, de btuces. Más (recucntes, al mene» cn la lengua medieval, son los cases de préslamo semámico, o. mejor, de ampliation semániita de cicrias palabras por in f I ujo del árabe. Los más ronoeidos son los de potidad, pundad fpureia' 'aeercio'), casa ('caiaV'ciudaď), piata ("láinina'/'plaia'). conn ('correrV'depredar'); pantm lambién calcos leminiicos del árabe las for-maciones castellanas hi)odalgo. hidalgo. En tambio. son más diicutidos lo» cams de «o/o de agua» ('mananiial'), casa t'li.ibii.iiión) > los empleos personales de amanecn y anochecet; sc han hallado toriespondeniias en oiras lenguas románicas (p- CJ- cn nimano), por lo que se piema »n or igen laiino. 2. Kl. ROMANCE EN 1.A ESPAŇA CRISTIANA Los núcleos crisiianos que habían resist ido el empuje musulmán sc situaban a lo largo de las t ordilleras caniábrica y piícnaita. Ku el los se mezclaron la población auiótiona y los huidos de los lerriiorios coiiquisiados por los árabes. De esa forma, a la esiriic iura tribal de los moniaňeses, rebcldes siempre a los grandes podereš que habian pasado |K>r la Peninsula (romanos, visigodos, musulmanes ahora), se su-perpuso, no sin lensiones. la organization nobiliaria que traian quienes se consideraban herederos de la tradition hispanogoda. Ello rontribuyó lambién a la eristianización definitíva de gallegos, astures, cántabros. vascones, etc., en esios primeros siglos medievales, e igualmente a su complcia lomani/at ión lingüisiica; no tenemos datos, dircctos ni indirettos, de supervivencia de ninguna lengua indigena, con la notable except ión del vascuente, que aflora en ota-siones en la escrilura. En ese contexto irian adquiriendo nueva forma los dialectos en que se escindia el latin Imparl ico. Época primitiva (711-1002) 2.1. Ya hemes seňalado en varias otasiones que el núcleo asturiano-cániabro fue el más importame en los primeros siglos de la Kdad Media. Se extendia desde el El. ROMANO- FN t.A FSPASA CRISTIANA 55 rineón gallego, abandonadt) por los árabes ya en el s. vni. hasta las llanuras de Alava. Quedó protegido, relativamente, por el supuesto «desierto estrategiio» en que quedó converti-da la Meseta al norte del Duero, tras su abandono por los beréberes a mediadtjs del s. VIII, y tras las ineursioncs de los reyes astures que se llevaron a las montaňas a casi todos los crisiianos, mozárabes, que habiiaban aquella zona. Sin embargo, desde mediados del s. IX y en el s. x se repuebla el valle del Duero e incluso se llega más abajo; a principios del s. x la tapitalidad del reino desciende a la tiudad de León. En todo ešte proceso parete que fue elemento decisive la ereat ión de giandes monasterios como Sahagún o Carde-ň,i. De niiiun tiast.endencia aún cgados aún a sus viejas tradiciones pese al barniz gótico-mozárabe que acababan de COnocer. En el extremo oriental se encontraba el condado de Časti 11a, independienie ya en el s. x. en el que, según dijímos, se meztlaron cántabros, godos y vascos, y que desarrolló en su protest» de rcpoblación una sociedad más guerrera e igualitaria que la de León, donde predominó la labor de los scňorcs y lt»s giandes monasierios. Además, mientras León era foto de atracción para los mozárabes. a Castilla i ban en escaso numero. A partii de lo expueslo puede entenderse la fragmcnia-ción linguística de esu- reino. Por un lado, el gallego. arcaizante en muchos rasgos. p»To revolucionario en algunos otros: ese conseivadurismo, su aspecto más citado, podría deberse a hechos muy antiguoj (latín de la liéiita. aisla-miento durante la época sueva, etc.), pero debió ser decisiva lambién la situáciou medieval primitiva de Galícia, margi- 8 '.b LA CONSTITUCIÖN DE LAS LF.NOUAS MED1F.VALES nadá de los centros d*1 pcxler y sm posibilidades de expansion desde que entre los siglos,xi y xn se le separó cl condado de Portugal. De todas formas. hasta el s. xiu {o finales del xii) no enconiraremos textos en gallego (o gallego-ponugués, aún sin diferenciar), en especial la poesía lírica de los Cancioneiros; además. la documentation en latín que refieje los fenómenos propios de la lengua hablada es más esťasa en esta zona. Por su parte, el habla de Asturias y Camabria, dadas su situation y su história, debía estar diversificada en numerosas variantes, reducidas a veces a los límites de un valle (situación que, en buena parte, continúa hoy). Al sur de las montaňas, poľ el conirario. el dialecto leonls, conti-nuador en muchos rasgos del habla asturiana, debió pre-sentar una mayor homogener zación interna, a la vez que asimilaría elementos mozárabes conseívados en el valle del Duero; no obstante, los documentos juridicos escritos en latin, llenos de «vulgarismos» o romanismos, parecen mos-trar ciertas diferencias entre el romance leones occidental, más proximo a las formas gallegas, y el central; los documentos más orientales, en cambio, muestran gian semejanza <:on el dialecto románico del exiremo del viejo reino: el castellano. De todas formas no hay que olvidar que ese Ilamado «laiin vulgar leonés» de los documentos, que llega hasta finales del s. xi. era, en gran parte, obra de escribas mozárabes: muestra, si, numerosos casos de tratamiento fon^tico romance (ncutralizaciones vocálicas. consonantes sonoras por sordas, etc.) para formas que no debían ser populäres, o que incHiso eran contrarias a la evolution romance {pasiva cingidur por CINGITUR, genitivo reis por REGIS, etc); pero muy pocos de esos vulgarismos parecen ser estrictamente leoneses 5. 2.2. Los enclaves cr istia nos del Pirineo luvieron origen y desarrollo bastame diferentes: en realidad, nacieron a insiancias de la Monarquia franca, deseosa, tras haber de-rroiado y expulsado a los musulmanes de Francia, de con tar con una frontera meridional segura. Kilo les llevó a fre-cueiites incursiones al sur de los Pirineos (a una de ellas. la expedition de Carlomagno a Zaragoza en 778, se refiere la > Conira lo crcido \n>\ Meiiende* Půlu). nr olro lado, eiitie Aragón y Caialuňa, en los condados de Ribagor/a, Pallais, etc., lo* rasgos cle lengua se enireme/clan hasia el pun to de que Uegamos a hablar (aún boy) cle «catalano-aragonés». «hablas de tránsito». etc. Fue. sin embargo, en una de esias /onas. donde hallamos el primer texto romance de cierta extension: las Glosas o traducciones romances de palabras, frases e, incluso. una oracic'm eniera, bechas a fines del s. X O principios del xi por un monje de San Millán de la Cogolla, en Rioja. sobre un texio e< lesiástico latino del s. IX. En ese texio. que presenia. según dijimos (vid, supra I, § 2.1.1.), rasgos no EL ROMANCE F.N l.A F.SPAŇA CRISTIANA 59 castcllanos (riojanos mejor que navarros), se hallan además dos frases en vasco, traducciones lambién (es, asimismo, la primera tnuestra escrita de esta lengua). lo que nos ilustra sobre la presencia de esta lengua en el reino navarro (no obstante, desconocemos la antigüedad dc la lengua vasca en la Rioja). Del mismo lipo lingüistico son las Glosas caste-lianas del monasierio de Santo Domingo de Silos. Unas y otras, a pesar de su soledad, parecen revelar una notable habilidad a la hora de reflejar por escrito direciamenie el habla romance, despojada ya de la forma lalina que lenia loda escritura posible en la Aha Edad Media. Época de expansion (1002-1250) 2.3. Entre 1002, aňo eh que muere Alman/or, el más grande de los caudillos andalusíes. y 1031. aňo en que Córdoba decide abolir el Califato, la situa< ión de la Espaňa medieval va a plantearse sobre relaciones de fuerza muy diferentes: Al-Andalus dejará de llevar la iniciativa miliiar para quedar a merced de los reyes cristíanos, primero como tibutaria y después como objeto de conquista. Es cierto que lodavía conocerá dos períodos efímeros de unidad y relalivo empuje, con los Imperios de almorávides (1086-1H7) y de almohades (1147-1224); pere» am bos Imperios son africanos, no h i spa nos, y ambos terminarán en la misma fragmentación (los «reinos de taifas») y decadencia que habían venido a combatir. Es cierto (jue la brillante cul tura de Al-Andalus, sobre lodo en el s. XL no desapareció; pero sí lo húo su carácter de sociedad bilingiie y tolerante con los cristianos, Todo ello va a modificai tanto el riimo de la Reconquisia como el modo en que ésia se produce. En la Espaňa tristiana se produce lambién una situáciou radicalmente nueva: sus reinos más amiguos, León y Navarra, van a ceder la primacía a oiros nuevos, Castilla y Aragón, convertidos en reinos por la dinasiía vascona que Sancho el Mayor de Navarra (1000-1035) instala en esios amiguos condados; uno y olro mantendrán esa pre-ponderancia hasia el fin de la Edad Media. Los otros, por su parte, iniciarán un largo dec live, que en el caso leonés, tras diversas alternatives, terminará con su absorción definitiva por Castilla en 1230, mientra que el navarro, cuyo rey Sancho el Mayor liege) a proclamarsc wrex Hispaniarurn» (privilegio antes de los leoneses), ha de lograr su indepen- El. ROMANO! EN LA ESPANA C.RISTIANA i)l dencia trenie a Aragon, lo que conseguirá en 1134, pero tras perder muclio de su primitívo lerriiorio (on 1076, cuando Navarra es absorbida, lemporalmenie, por Aragon. Rioja y las provincia« vascongadas pasan a Časti Ha *») y tras quedar sin ninguna posibilidad de expandirsc hada el Sur, arrin-conada emre Aragon y CastíUa: gobernada. además, por dinasiías de origen francos desde 1234, se desvincula de la vida políiica peninsular. Por ultimo, los dos extremos de la Peninsuta conocen evolution muy diferente: el condado de Portugal, al sur del Mino, se independiza tras la muerte de Alfonso VI de Castilla y Leon (1119) y se convierte en reino en 1139; en cambio, Cataluňa (es decir, el condado de Barcelona) se une definitivamenie a Aragon desde 1137. La Reconquista alcanza en estos siglos su maxima expresión; es ahora, además, una actividad consciente y programada, como ponen de manifiesio los diversos tratados con que el s. xii los reyes cristianos se reparten el lerritorio lodavía musulmán. El descenso a la cuenca del Tajo (eon-quistas de Toledo en 1085 y Lisboa en 1147) y al valle del Ebro (conquisia de Zaragoza en 1118) hízo pasar a manos cristianas, no ya desienos como el del valle del Duero que babia que repoblar y dolar de nuevas ciudades, sino territo-rios poblados. con núclcos urbanos importantes de larga história y presiigio. Son ahora los reinos cristianos los que se bacen complejos, social y lingüisücameme: además de los judios. habrá que contar con los mudéjares, musulmanes que perinanecen bajo dominio cristiano. comunidades mo-zárabes como la toledana, y los nuevos pobhidores, eastella-nos o aragoneses y gemes de más alia do los Pirineos. Situáciou muy parccida, aunque ya sin mozárabes, es la que se produce con las grandes conquistas del s. XIII (la del valle del Guadalquivir por Castilla y la del reino de Valencia por Ara^ón). Pero desde mediados de ese siglo hasia fines del xv lu Reconquista se detiene, con lo que el pequeňo reino de Granada logrará maiuenerse como el único resio de la aiuaňo poderosa Al-Andalus. 2.4. Es lógico suponer que todos esios hechos lendrían repercusiones lingiiísiicas, más o menos directas. de amplio alcance. Según Menéndcz Pidal, esta época marca el limite entre la dialectalización románica desarrollada en su lugar 6 Esios icmiorit» se hanin pol lin tasirllanos en 1176 y 1200 respect í vamenie. 62 1 A CONSTmrCIÓN DK LAS LENGl'AS MfcDIEVAi- de origen y la que es fruio del irasvaše de Icnguas hacia el Sut por obta de la acción reconquisiadora: lal diferencia se traduce en que, mientras al None los límites dialeciales se entrecruzan y las fronteras enire lenguas y dialectos no son tajantes (hay muchos casos de «hablas de transition»), en el Ceniro y Sur esas divisorias si son níiidas, sin que se respeien barreras de época romána, o anteriores, al revés de lo que ocurre en los dialectos norteňos, que si suelen per-peiuar ese lipo de situaciones. Esas dos formas de fragmentation linguistics coincidirían en buena pane con el esiado de la Reconquisia a finales del s. x: en el Oesíc la linea divisoria vendría dada por el Duero y el Tormes, mientras que al Este, mucho más reirasada, no sobrcpasaría la co-marca de Benabarre (Monzón, en tierra aragonesa, y Tama-rite, en lierra catalana, marcarian el initio de los «dialectos de Reconquista»)7. Los textos, sin embargo, siguen por lo general em-pleando el laiín como lengua única de cscritura hasta cl s. XIII, si bien en esta čpoca el romance va adquiricndo forma propia hasta independizarse por complcto en la escri-tura: es a partir de ahora cuando podremos estudiarlo de forma directa, y no por conjeturas o sobre datos sueltos es-parcidos en los cscritos «latinos». En cl Oeste, el nucvo Estado independiemo, Portugal, rnantuvo la lengua de Galícia, su solar origitiario; surgen ya, sin embargo, diferencias, sobre lódo en el piano fónico. junto a las cuales un par de grafías distintas (Alfonso III de Portugal prefiere, en 1255, las provenzales filho y M in ho a las tradicionales fillo, Mino) comribuira de forma notable a la conciencia de diversidad. El leonis, por su parte, fue eslrechando su area de influencia: a la Extremadura con-quistada por el ultimo Leon independicme {Cáceres en 1127. Métida y Badajoz en 1230) sólo llegaron ya formas léxicas aisladas, asi como un cieno coiiscrvadurismo fónico en algunos rasgos; nivelado y absorbido en pane por el castellano, sólo accedió a la eseritura, fuera de los docu-menlos jurídicos, en copias de texios quizá castellanos de origen (Libro de Alexandre o Elena y Maria) y en la traduc- ' Ksio implica qui la> hablas mo/árabcs dri CCiro tla> de Lisboa, Toledo. Zaragoza o Valencia) no litvieton actuación ningiina «Jjiŕ la lengua de Im ni-inqiiisuidoprs que sc impuso .n ..ida higar: como vimos. no todo* Im t-Mudi»»» «lán dr acueido ťii cmc pumo. H. ROMANCI EN I.A ESPAŇA CRISTIANA 63 ción de) Fuero Juzgo de hacia 1260. Por el otro exiremo, el catalán, ya empleado en la prosa de sermones en el s. XII. ha de ceder al occitano el rango de lengua propia de la poesía Urica, lal como la habían conformado los trovadores provenzales; el atagonés, desprovisto de algunos de sus rasgos «pirenaúos» quizá uas lundirse con el mozárabe zaragozano, sufre fuene influencia catalana, sin olvidar al castellano, del que difiere en muy pocos rasgos. El área navarra, ence-rrada y voleada hacia Francia, habia perdido al riojano, absorbido linguísticamente por Castilla desde el s. xu al Xlll; de Navaria proceden algunos primitivos textos romances como el Liber Regurn o las Crónicas navarras, de carácter histórico ambos, compuestos a principios del Xili El castellano es, de lodos los dialectos románicos pe-ninsulares. el que va a conocer mayor expansion geográfíca en estos siglos (paralela a la política); hemos senalado cómo incorporó formas dialeciales en principio diferenciadas; por fin, el auge politico y cultural que adquiere Castilla en los siglos XII v Xlll va a provocar la progresi va lijación del castellano como lengua escri ta. Aparie de obras liierarias como el Auto de los Reyes Magos y otras, cuya filiacíón linguísiica es diseutida, pueden tomarse las Paces de Cabreros (iraiado de paz firmado en 1206 por Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de Leon) como el primer escrito enterameiue en romance, con casi total seguridad castellano; otros textos jurídicos, como la traduction del Fuero de Zori/a de los Canes (1218), vienen a preludiar la floración de texios titerarios que se inicia en la primera m i tad del xiii (cfr. I, § 2.1.1.). Esos texios primerizos muestran, no obstante, una gratia bastanie decidida. lo que re vela una larga practica de escribir castellano, pane de la cual se ha ido revelando en los documenios y íueios del s. XII. 2.5. La história de la Espaňa medieval, y en especial su história linguísiica, difícilmente podría enienderse sin la aponación de los francos: con ešte nombre se designó a los extranjeros venídos de más allá de los Pirineos, genies de habla galorrománica (franceses, provenzales, borgoňones. etc.) en su mayoría más significativa. Ya hemos visto cómo la Monaiquía franca est u vo tras el nacimienio de los Estados pirenaicos; el reino asiur-leonés estuvo mucho más aislado, aunque en documenios del s. X se ciie el comercio con objetos (monedas, espadas. cálices) de origen franeés 64 LA CONST! 11 UÖN DE IAS LENGUAS MED1EVALES (gallicanum o franciscum). Sin embargo, la influencia tle mayor alcance se darä desde comienzos del s. xi, cuando Sancho el Mayor de Navána mejora el Camino de Santiago (o catnino francés), llevando la rula de peregrination a Com posiela desde las montafias al Hano. La presencia franca en la cul iura y la lengua se va a dar a pariir de distinias siiuadones. En primer lugar. los francos se insialan a lo largo del camino francés como anesanos, comerciantes, etc. (son. qui/á. nuosira primcra clase ŕiurgnesa); los íueros de Aragon y Navarra les reconocen privilegios y barrios especiales en las ciudades, lo que no ocurre lamo en Leon y Castilla. aunque comwcan aquí también im ambiente lavorable; por fin. constiiuyen también grupos lompactos en la rcpoblación de las eiudades con-quisiadas desde el s. Xi (asi ocurre en Toledo o Sevilla). En segundo lugar. Uegaron nobles y coriesanos: la política de mairimonios iranspirenaicos se inicia en Aragón y llega a Castilla ton Alfonso VI (su nieio, Alfonso VII inaugura en 1126 en Castilla la casa de Borgoňa); por otro lado, el asedio en 10l>4 a Barbastro, inicia la serie de cruzadas que se organizarán más allá de los Pirineos para ayudar a la Reconquisia, Por ultimo, el influjo franco quizá más hondo y duradero fue el ejercido por el elemenio eclesiásiico, en especial el de taráeier monásiico: la Orden benedictina de Cluny se convirtió en piedra angular de la Iglesia hispana desde 1025; ocupó la1- principalis abadías y sedes episcopates, hizo abandonar el rito visigodo o mozárabe en favor del rornano (Aragón lo adoptó en 1074, Navarra en 1076 y Casiilla en el Com ilio de Burgos de 1080), ton lo que imrodujo el latín reformado y depurado que se eseribía y leía on los monasierios europeos 8, susiiuiyó la eseritura visi^ótica polia caiolingia, eic. Por úhimo. no podemos olvidar la influencia de la poesía uovadoresra provenzal o de la poesía épica y culta francesa a lo lar^o de los siglos xn y xm 2.5.1 A esu' influjo hämo corresponde la přimetá gran oleada de galicisnius '\ occiiartismosj m las lenguas penuisularrs. I .a convivencia liii^iiísiita de li.iiHns c ht-i|i,iiius vc TiKHiihťsi.i. enire otros. en los numerosos documenujs en gaseón u proven»! de Navarra o Aragón, a en aquellog que prescnlan euriosas men las de lenguas (occitano y román«- auióaono), • Paia algunos (p. ej. WrighlJ. en ešte monwmo sc comuina en Ispjiia (en Fraw la >a lo había herho en rl s. ix) la concienc» de diíeienciación eture laiín v romance. EL ROMANCE EN LA ESPAŇA CRIST1ANA 65 ial como ocurre en los Fucros dr Avilŕs (Aslurias), Valfermoso de las Monjas (Guadalajara) o Villavaruz dr Ríoseco (Valladolid), todos de la segunda miiad del S. XII. Srgi'in vereinen, ese eontacio de lenguas, más imenso en los primeros momentos. ha llrvadu a posiular origrn francii (o. al meno*, tolaboratión) a fenómenos medievales como la apócopr de vocal Hnal (la de cond, noch o pnncep). partitipios como sabudo, eniendudo, cic. o prrtéritos como nasque, visque, cic. Más clara es su huella en el léxico: de hecho, propor-cioiló el sufijo -íi/'\ que en princípin rnirn asoriado a dilerentes palabtas fhometta/e. lenguaje, línaje, mensaje, peaje, saluaje). Furra de ahí. podemos seňalar terminus guerreros y caballerescos: broquel y bloca, dardo, esian-datle, baldón, galope, masle y mastil, empleat (íranceses), y batalla, palenqiw, esgrimit (occítanos); de la vída cortesana: dáma, duque, gottôn, dancel, paje, danxar, desmayar (y rl occitano esiutke): o concepios como prez. tetar (ffardido, ligero, escote; abundanics son los iŕrminos de protŕ-denria iiovadoresca: cutia. deUite, desdén, lisonja, bello, solaz, vergel ((lambién jardínJ), roseňol o rosiňot f> ruiseňor), y lécmcos como iromr, rima, refián, son; como era dr esperar. bay mucbos lérminos eclesiásticos: piesie, chantte, freire o fraile. monje, deá/t, calonge. capellán, hastat (todos octitanos), o de las órdenes de caballcria: maestre; pero lambién los hay dr la vída cotidiaiia: to/re, cordel, jaula, quizá mesón, Jornada (y jornal), easeabel, drstarando los reíerentes a la lomida: manjar, vianda, vinagre, faisán, jengibre (y el frames brebaje). y al vesiido: garnachas, joya, etc Quizá el más noiablc dr todos los galicismm tnniirvalrs sra el tŕnníno espaňol, nacido como apellido en el Sur de Francia, y como tal Ilcvado al sui de los Pirineos por imnigranies francos. En el s. xm. pnniero en Occiiania y lurgo en la Peninsula, se ronvierte en adjelivo o sustamivo grntilicio para drsígnar, drsdr fnera, a los habitantes dr F_spaf)a. quienes acabarían por incorporar dicho icrmíno- Para eniender estc eurioso proceso no hay que olvidar que a pnncipios de la Fdad Media tspaňa signified la dominada por los rnusulmanes: los cristianos. si bicn siguieron cm pleando Hispánia (n sus drrivados fonŕticos) ron rl valor traditional uniiario. no siniiernn la necesidad de ningún grnrílicio común (les basiaba llamarse leoneses, tasiellanos, etc.). Fueion, pues. extranjeros quiencs impusirron esa drnoiiiiriaciói) uuitaria. que el avarice de la Reronquista y el progreso de una nueva concepción de 'Espana' hi/o necesaria a los mismos «espaňoles».