636 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch 406. Spanisch: Lexikographie Lexicografla 1. Introduction 2. Los inicios 3. Nebrija 4. La lexicografía bilingüe espafiol-francés 5. La lexicografía bilingüe espaňol-italiano 6. La lexicografía bilingüe espaňol-inglés 7. Covarrubias 8. Los diccionarios de la Academia 9. El diccionario de Terreros y Pando 10. El siglo XIX ll.ElsigloXX 12. Bibliografia 1. Introduction La teória lexicografica y la descripción de los diccionarios del espafiol han sido dos ramas de la lingüistica que han estado prácticamente abandonadas sin que se les haya prestado la atención que merecen, salvo en muy contados casos (cf. Alvar Ezquerra 1989b). Es más, para muchos lingüistas sigue sin estar claro cuál es el objeto de estudio de la lexicografla, y el de las disciplinas conexas, pues se toma como una rama auxiliar de la filológia sin mayor interes. Quizás ello se deba a la definición tradicional de lexicografla, arte, esto es, técnica de hacer diccionarios, con lo cual holgaba toda especu-lación teórica en torno al diccionario, al mismo tiempo que se admitía una técnica sin la teoría que debía sustentarla. Por otro lado, si la tradiciím lexicografica espaňola había dado unos frutos excelentes a lo largo de la história de la lengua, no parecía necesario preocuparse por su contenido teórico. En general, y hasta la época moderna, los autores de diccionarios también se habían dedicado al análisis de otras parcelas de la lengua. Además, en muchas ocasiones los repertorios del léxico eran tan sólo un comple-mento en la descripción de la lengua: baste re-cordar las numerosas gramáticas que desde el siglo XVI, y sobre todo en el XVII y en el XVIII, se completaban con una colección de diálogos y con un breve diccionario temático de modo que el usuario disponía de un completo manual para el aprendizaje de una lengua, nor-malmente una distinta de la materna. El cono-cimiento del léxico, y por ende del diccionario, era de carácter secundario. La falta de atención por los diccionarios y por la lexicografía parece estar cambiando en los Ultimos afios, hasta el punto que la Real Academia Espafiola en la version vigente del Diccionario de la Lengua Espaňola (2 vol., Madrid, Espasa-Calpe, 1984) ha puesto dos acepciones para la voz lexicografla: 1. Técnica para componer léxicos o diccionarios. 2. Parte de la lingüistica que se ocupa de los principios teóricos en que se basa la composition de diccionarios. El interés teórico por la lexicografía en el mundo hispánico es muy reciente y no puede ser desligado del incremento de los estudios sobre nuestra materia en otros dominios lin-giiísticos, como consecuencia, por un lado, de la consolidación de la filológia más o menos positivista que requiere una descripción e história de cuantos elementos han ido configu-rando la história de la lengua: en el caso concreto de la lexicografla, los diccionarios y las palabras, de modo que se hacen estudios sobre las obras lexicográficas al tiempo que surgen grandes empresas, algunas de ellas de carácter nacionál como son los diccionarios históricos y etimológicos más recientes, los tesoros de las lenguas, etc. Por otro lado, el aumento de ese interés se debe, también, a un cambio en las técnicas tradicionales de confección de diccionarios: la ficha realizada a mano fue substituida por la reproducción mecánica, y más tarde apa-recieron los ordenadores electrónicos que están obligando a cambios radicales en todas las empresas lexicográficas en funcionamiento, lo cual conlleva, necesariamente, una reflexion a la vez sobre la teória y sobre la practica de los diccionarios. Entre nosotros la semilla fecunda parece ha-berla echado el maestro de la lexicografía posterior, y no sólo la espaňola, don Julio Casares, quien el día 8 de mayo de 1921 leía su discurso de ingreso en la Real Academia Espaňola (Casares 1921). Afios más tarde recogería los artí-culos de divulgation que había venido publi-cando en la prensa periodica (Casares 1944 y Casares 1965). De su obra destaca Casares 1950, libro fundamental en la teoría lexicografica espaňola, pues su parte central recoge una colección de artículos que sirvieron de presentation del proyecto de diccionario histórico de la Academia, una vez abandonado el anterior Diccionario histórico del que sólo llegaron a publicarse dos volúmenes y con una crítica muy desfavorable (letras A-C, Madrid, Academia Espaňola, 1933-1936), y para dar a conocer, también, las actividades del Seminario de Lexicografla de la Academia. Bien es cierto que antes de la obra de Casares existían ya algunos trabajos no siempre estrictamente lexicográfi-cos, por lo general dedicados a ensalzar o a cri-ticar la labor académica (valgan como muestra Rodriguez y Martin 1885, Commelerán 1887 y Mac Hale 1934). De entre los antecedentes de Casares merece la pena destacar el discurso de ingreso en la Academia de don Francisco Cu-tanda (Cutanda 1869), cuyo título es harto sig-nificativo, maxime si nos fijamos en la fecha de realización. 406. Spanisch: Lexikographie 637 Después de la obra de Julio Casares surgie-ron algunos trabajos de manera más o menos esporádica (p. ej. Gili Gaya 1963), hasta Lázaro 1971, trabajo en el que se plantean los principios semánticos de un diccionario a la luz de la gramática generativa. Al afio siguiente el mismo Lázaro Carreter leía su discurso de ingreso en la Real Academia Espafiola (Lázaro 1972), y un afio más tarde publicaba Lázaro 1973. Tras Lázaro Carreter, y por caminos independientes, ha surgido un reducido grupo de investigadores que tiene puesto su empefio en la lexicografía espafiola: el malogrado Julio Fernández-Sevilla (Fernández-Sevilla 1974a, 1978 y 1985), Luis Fernando Lara (Lara 1979), Manuel Seco, actual director del Seminario de Lexicografla de la Academia (Seco 1980 y 1987), Jose Alvaro Porto Dapena (Porto 1980), Günther Haensch (Haensch 1982), Enrique "Fontanillo Merino (Fontanillo 1983), Manuel Alvar Ezquerra (Alvar Ezquerra, 1976, 1980, 1981, 1982a, 1982b, 1982c, 1986, 1987a, 1987b, 1988a, 1989a y 1989b, entre otros), quienes están comprometi-dos, además, en la realización de diversos repertorios de léxico. Junto a ellos hay que poner nombres como los de Humberto Hernandez (Hernandez 1989) e Ignacio Ahumada Lara (Ahumada 1989). Aparte de los libros resefia-dos, son autores de un gran numero de artículos científicos que van cubriendo poco a poco las necesidades de la lexicografía teórica espafiola, unidos a la actividad de personas que no se dedican preferentemente a la lexicografla, como Gregorio Salvador Caja, Ignacio Bosque, Humberto Lopez Morales, y otras muchas más que no enumeran por temor a olvidar a alguien, si bien es necesario sefialar que ya ha surgido un pequeňo grupo de jóvenes que comienza su carrera investigadora y que asegura la conti-nuidad de la preocupación teórica en lexicografía, entre los que debo mencionar a Marta C. Ayala Castro, Dolores Azorin Fernandez y Gloria Guerrero Ramos. 2. Los inicios La prueba de la existencia de diccionarios es tan antigua como la lengua misma: nuestros primeros documentos escritos, las glosas, ates-tiguan a través de errores comunes el empleo de algún repertorio léxico que no nos es conocido. Los más antiguos vocabularios que han llegado hasta nosotros son exclusivamente latinos y muestran cierta actividad lexicografica medieval, aunque muy vinculada a la que existia en Europa (cf. Garcia de Diego 1933, Castro 1936 y García-Gallo 1974). Durante el segundo tercio del siglo XV debió escribirse el primer vocabulario castellano (cf. Huarte 1951), pero fue con la llegada del Re-nacimiento cuando el panorama comenzó a cambiar. Alfonso de Palencia, una de las personas que más hizo por la introduction del hu-manismo es autor de un diccionario de sinóni-mos latinos (Opus sinonymorum elegantium, Sevilla, Meynardus Ungut y Ladislaus Polonus, 1491), agrupados por categorias gramaticales, que denota en esta temprana época una notable preocupación por el estilo. Pero a nosotros nos interesa, sobre todo, por ser el autor del primer gran diccionario que contiene el espafiol, el Universal vocabulario en latín v en romance co-llegido por el cronista Alfonso de Palencia (Sevilla, Pablo de Colonia y sus socios, 1490; existe un facsimil con palabras introductorias de Samuel Gili Gaya, 2 vol., Madrid, Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Espaňola, 1967). Es éste un diccionario todavia anclado en la tradition medieval, por sus fuentes, por la manera de presentar los ma-teriales y por la extension de sus explicaciönes, frecuentemente de carácter enciclopédico. Como ha demostrado Hans-Josef Niederehe (Niederehe 1986), el Universal vocabulario es tan sólo una traducción del Elementarium Doc-trinae rudimentům de Papias. 3. Nebrija Es Elio Antonio de Nebrija (cf. Fernández-Sevilla 1974b) el primero en darnos un diccionario moderno. Su Lexicon hoc est Dictiona-rium ex sermone latino in hispaniensem o Diccionario latino espaňol (Salamanca, 1492; existe un facsimil moderno con un estudio preliminar de Germán Colon y Amadeus-J. Soberanas, Barcelona, Puvill, 1979) marca una renovation en lexicografía y la pauta que habrán de seguir los autores de repertorios lexicográficos posteriores. Inmediatamente después del Diccionario, Nebrija dio a la luz el Dictionarium his-panum latinům o Vocabulario espaňol latín, cuya fecha de edition es centro de una controversia (Salamanca, i 1495?; existe un facsimil moderno, Madrid, Real Academia Espafiola, 1951, reeditado en 1989, y una transcription de la edition de Sevilla 1516, hecha por Gerald J. Mac-Donald, Madrid, Castalia 1973, reimpr., Madrid, 1981). El Vocabulario no es una simple transposition de las palabras del primero como afirmaron algunos de sus coetáneos y como todavia hoy se repite de cuando en cuando, sino que es el fruto de un trabajo concienzudo de , reflexion debiéndole al Diccionario el parecido de ser el hijo de un mismo padre; es suficiente con saber que el Diccionario posee unas 28.000 entradas, mientras que el Vocabulario tiene unas 22.500 (véase Guerrero 1988a). 638 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch Conocia muy bien Nebrija la tradition medieval latina y pudo romper con ella y atacarla (cf. Rico 1978). Por eso sus diccionarios son nuevos y originales, a pesar de que se puedan rastrear en ellos antecedentes medievales. Les quitó cuanto pudieran tener de adorno inútil o de explicaciones prolijas. Pervivieron informa-ciones de carácter enciclopédico pero no por herencia de la acumulación de saberes propia del medioevo, sino porque la separation en los diccionarios de lo enciclopédico y lo estricta-mente léxico es más moderno, tanto que toda-vía hoy no se ha producido completamente, y es que acaso sean realmente inseparables. Pueden rastrearse en los diccionarios nebrisenses ele-mentos que estén en uno o en otro de sus pre-cursores, pero apenas quiere decir ello nadá: al dar cuenta de una misma lengua necesariamen-te hay que catalogar las mismas cosas. Si, Nebrija conocía la obra de quienes le precedie-ron, pero la suya es original y nueva (cf. Guerrero 1986, donde el lector encontrará una abundante bibliografia sobre ešte téma; y Guerrero 1988b). El éxito de estos dos diccionarios de Nebrija fue inusitado. Pronto se publicaron juntos, des-pués se les afiadieron listas de nombres de lu-gar, palabras de autores clásicos, fueron am-pliados, corregidos, etc., y asi siguieron apare-ciendo hasta bien entrado el siglo XVIII (véase Lemus 1913 y Odriozola 1946; ambas obras, a pesar del esfuerzo que manifiestan, están in-completas como ha demostrado Guerrero 1988a), mientras el latin mantuvp su vitalidad en las escuelas, y hasta que la Academia hizo innecesario acudir a los diccionarios bilingües para la consulta de lo que es propio de obras monolingües. Las ediciones de los repertorios de Nebrija se hicieron dentro y fuera de Espa-fia, y algunas de ellas fueron plurilingiies. Fue asi como estos diccionarios se convirtieron en el patrón de la lexicografia europea. No tardó mucho en verse sustituido el latin de la obra nebrisense por otra lengua, y en 1505 aparetia en Granada, por Juan Varela de Salamanca, el Vocabulista aräuigo en letra caste-liana de Pedro de Alcalá, que completa el Arte para saber Ugeramente la lengua arábiga (existe una edition en la que figura como autor Petrus Hispanus, y el titulo es De lingua arabica libri duo, Gotinga, Arnold Hoyer, 1883; reimpr. Osnabrück, Otto Zeller, 1971; del Vocabulista se hizo una edition facsimil en Nueva York, The Hispanic Society, 1928). Asi como Nebrija pre-tendia con sus diccionarios equiparar en digni-dad la lengua romance al latín, y difundir el conocimiento del espaflol, Pedro de Alcalá si-gue una finalidad puramente pragmática: que se entendieran los cristianos con los conversos una vez reconquistado el Reino de Granada, motivo por el que aparecen en esta recopilación algunos particularismos del árabe granadino. Las modificaciones que introdujo Pedro de Alcalá en la obra de Nebrija fueron minimas. Tiene el Vocabulista la peculiaridad de estar im-preso con el árabe transliterado en el alfabeto castellano. 4. La lexicografia bilingiie espaňol-francés La lexicografia bilingiie del espaflol con las len-guas románicas no aparece hasta bien entrado el siglo XVI. Todavia falta un estudio global de los diccionarios de francés y espaflol, tratados sólo parcialmente (cf. Verdonk 1979, Niederehe 1987 y 1988). El primer repertorio bilingüe de ambas lenguas del que tenemos noticia es el de Jacques de Liafio, o Ledel, Vocabulario de los vocablos que mas comunmente se suelen vsar [. ..] el Frances en Castellano, y el Castellano en Frances, que se publica junto a la gramática de Baltasar de Sotomayor (Grammatica con reglos para aprender la lengua francesa, Alcalá, Francisco de Cormellas y Pedro de Robles, 1565) aunque con registros distintos. En reali-dad, la obra de Liafio no es un diccionario tal y como lo entendemos hoy, sino un repertorio con agrupaciones conceptuales, muy en uso hasta el siglo XVIII, y aún en el XIX y en el XX, para acompaflar a los manuales de ensefi-anza de idiomas, lo mismo que los diálogos que también hay junto al vocabulario (es éste otro capítulo de la lexicografia y de la filológia espaňola que está comenzando a ser estudiado; véase Alvar Ezquerra 1987b). El vocabulario de Liafio tiene una parte, también en orden alfa-bético que ocupa poco más de treinta hojas, por lo que no tiene mayor interes que ser el primero de una importante serie de diccionarios. Por otro lado, carece de originalidad por inspirarse en alguna de las ediciones del Vocabulare de Noěl de Berlaimont, en especial en el diccionario de Gravio (1558), que a su vez plagia la gramática anónima de Lovaina de 1555 (cf. Roldán 1977, Azorin 1985, y Bourland 1933). Más extenso que el de Liafio es el Diccionario muy copioso de la lengua espaňola y francesa de loan Pallet (o Jean Palet, Paris, Guillemot, 1604; 2* ed., Bruselas, Rutger Velpius, 1606-1607) que ha sido considerado como el primero bilingiie en ambos idiomas (Gili Gaya 1951). Habria que estudiar con detenimiento si Palet torna gran parte de sus materiales direc-tamente de la obra nebrisense, o si lo hace a través del diccionario trilingüe de Henricus Hornkens, Recueil de dictionaires francoys, espaignoh et latins (Bruselas, Rutger Velpius, 1599; cf. Cooper 1962), quien, a su vez, debió 406. Spanisch: Lexikographie 639 manejar los repertorios de Nebrija. Robert Verdonk ha dejado bien clara la deuda que Palet contrajo con Hornkens, pero hay que seguir in-vestigando por el otro lado. En este momento, la lexicografia bilingiie ha-bia dado yá buenos frutos con el italiano y con el inglés, gracias a la labor de Cristobal de las Casas y Richard Percivall, respectivamente, cuyas obras veremos más adelante. La cumbre de la lexicografia hispano-fran-cesa del siglo XVII la marca César Oudin con su Tesoro de las dos lenguas francesa y espaňola (Paris, Marc Orry, 1607), lugar a donde han acudido constantemente los lexicógrafos posteriores, incluso la Academia en el primero de sus diccionarios. Oudin era interprete de lenguas en la corte francesa y autor de una gramática (Grammaire et observations de la langve Espagnolle, Paris, Marc Orry, 1597; véase Sanchez Regueira 1981) citada por Palet. A César Oudin se deben una colección de refranes y otra de diálogos que conocieron muchas ediciones, siendo los Ultimos traducidos a otras lenguas. Con la gramática, el diccionario, los refranes y los diálogos completó Oudin un gran manual para la enseňanza de ambas lenguas que nunca Uegó a imprimirse conjuntamente y en el que, tal vez, no pensó su autor. Como de César Oudin se cita y cataloga un tesoro trilingüe espaflol, francés e italiano varias veces impreso, incluso cambiando el italiano por el flamenco. Aunque César Oudin empleó en la elaboración de su Tesoro el repertorio de Palet, el de Hornkens y, seguramente, los de Nebrija, el resulta-do podemos calificarlo de original a la vista de las aportaciones procedentes de sus numerosas lecturas (Gili Gaya 1947). Se vio envuelto César Oudin en un curioso caso de falso plagio cuando Girolamo Vittori puso como fecha de edición la de 1606 a su Tesoro de las tres lenguas francesas, italiana y espaňola (Ginebra, Philippe Albert y Alexandre Pernet, 1609). Quiso la fortuna que a Oudin le perdieran unas páginas en la imprenta y que Vittori no tuviera la agudeza suficiente para completar las lagunas, y se hizo la verdad (cf. Cooper 1960). Sirvió el Tesoro de Oudin como fuente de information al otro Tesoro de Covarrubias (Madrid, Luis Sánchez, 1611), que, a su vez, valdria al francés para aumentar la segunda edición de su obra (Paris, Veuve Mare Orry, 1616). Curiosamente, esta salida de la obra se completaba con el Vocabulario de xerigonza de Juan Hidalgo (Cristobal de Chaves), publicado unos afios antes (Barcelona, Cormellas, 1609) bajo el titulo de Vocabulario de germania. La siguiente edición del Tesoro (Paris, Adrian Tif-faine, 1621) fue todavia ampliada por Oudin con quinientas entradas más. El éxito editorial del Tesoro puede calificarse de notable, reedi-tándose hasta 1675 (Paris, Bourlier & Aubin; hay un facsimil de la parte espafiol-francés de esta edición, con presentation de Bernard Pot-tier, Paris, Ediciones Hispano-Americanas, 1968). Tanta vitalidad quizás se deba a que, una vez desaparecido Oudin, su hijo Antoine, excelente gramático y lexicógrafo del francés, se encargó de continuar la obra paterna. En 1645, y en Paris, Nicolas y Jean de la Coste, hizo una nueva edición corregida y aumentada del Tesoro, con notables cambios ortográficos, y en la que se incorporaba el Vocabulario de xerigonza al cuerpo del diccionario, siendo ésta una de las causas para que un siglo más tarde la Academia pusiera entre las columnas de su diccionario los términos de germania. Cuando Antoine Oudin ya no pudo continuar la tarea iniciada por su padre, fue Jean de Mommarte quien volvió a editar el Tesoro (Bruselas, Jean de Mommarte, 1660). En la ultima edición (Paríš, 1675) aún se efectuarían aňadidos tornados de la segunda salida del Tesoro de Sebastián de Covarrubias (Madrid, Melchor Sánchez, 1674). Para más datos sobre los Oudin me remito a Sánchez Regueira 1979 y 1982. La história del Tesoro de Oudin no termina ahí, aunque el ilustre apellido ya no figurará más. Un personaje del que no sabemos dema-siadas cosas - era maestro de Lengua Espaňola en la corte de Bruselas, como pone en la poriada de su diccionario - volvió a dar a la estampa el Tesoro, apropiándose de él, y cambiándole el título (Diccionario nuevo de los lenguas espaňola yfrancesa, Bruselas, Francisco Foppens, 1705), y haciéndole algunas modificaciones, aunque no demasiadas, que le permitieron tener cinco salidas más. Ese Francisco Sobrino no sólo co-pió el Tesoro de Oudin, sino también la gramática, con un éxito tal que su ultima fecha de aparición es de 1913. Sobrino editó además los diálogos y las nomenclatures de César y de Antoine, una de las cuales acompafia a la primera edición del Diccionario nuevo, pero desaparece a partir de la segunda salida. Después del repertorio de Sobrino apareció el de Nicolas de Séjournant (Nouveau dieiionnaire espagnol-franpois et latin, 2 vol., Paris, Charles-Antoine Jombert, 1759) que copia los de las Academias Espafiola y Francesa. A su vez, esta obra fue plagiada en la de Francisco Cormon (Sobrino aumentado o nuevo diccionario de las lenguas espaňola, francesa y latina, 3 vol., Am-beres, Hermanos de Tournes, 1769) que vio la luz por ultima vez en Lyon, J. B. Delamolliěre, en 1791. Cormon puso en su diccionario el apellido de Sobrino, seguramente por la fama de que gozaba. Este otro plagio apenas introdujo modificaciones sobre su fuente. 640 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch Más tarde apareció el buen repertorio del abad Gattel, pero no puedo ocuparme de él en tan corto espacio. La lexicografia bilingüe del espaflol y el fran-cés pierde interes para nosotros a partir de ešte momenta, pues dejan de aparecer obras de ca-rácter general, ya que en 1611, con la publication del Tesoro de Covarrubias, da comienzo la lexicografia monolingiie del espaflol, y entre 1726 y 1739 saldrán los seis tomos del Diccionario de Autoridades. 5. La lexicografia bilingüe espaňol-italiano Los diccionarios que contienen el espaflol y el italíano nos son bien conocidos gracias al estu-dio de Gallina 1959. La lexicografia con estas dos lenguas se inicia muy temprano, en 1520, cuando Cristobal de Escobar da a la luz en Venecia, Bemardinum Benalium, su Vocabularium ex latino sermone in Siciliensem et hispaniensem, que es el diccionario de Nebrija al cual se ha afladido una tercera columna y pocas cosas más. El mismo autor un afio antes había traducido, también al siciliano, el vocabulario nebrísense. Después aparecerian más repertorios con ambas lenguas, algunos de notable calidad, como los conocidisimos de Ca-lepino, Noel de Berlaimont o Adriano Junio, por sólo citar unos pocos nombres. El primer repertorio bilingüe espaflol e ita-liano es la lista de Francesco Alunno, Le Ric-chezze della lingua volgare (Venecia, 1543). Es una obra en la que se recogen las corres-pondencias de una serie de palabras italianas en otras lenguas, como si se tratase de un conjunto de vocabularios bilingües, no de una obra plu-rilingiie. Tiene la particularidad de presentar las voces no en columnas, como es habitual en lexicografia, sino en lineas seguidas. Alfonso de Ulloa puso un vocabulario de ochocientas y seis palabras en su edición de la Celestína, cuya introduction plagia a la anterior de Francisco Delicado (Introdutione del signor Alphonso di Uglioa, nella quale s'insegna pro-nunciare la lingua spagnuola, Venecia, Gabriel Giolito de Ferrariis, 1553). También afiadió Ulloa un vocabulario, esta vez de trescientas noventa y cinco entradas, a la traduction que hizo Jerónimo de Urrea del Orlando furioso {Exposition de todos los lugares difficultosos que en el presente libro se Italian, Venecia, Gabriel Giolito de Ferrariis, 1553). Al decir de Annamaria Gallina, el mayor mérito de estos dos pe-queflos vocabularios es el haber sido compues-tos en las dos lenguas, pues el de Cristobal de Escobar, de mayor volumen, posee la traduction no en italiano sino en dialecto siciliano, y el de Francesco Alunno no puede ser consi-derado como un vocabulario. El primer diccionario bilingüe de cierta extension e importancia es el de Cristobal de las Casas (Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana, Sevilla, Alonso Escrivano, 1570), continuador de la obra emprendida por Nebrija, y de quien sabemos muy pocas cosas si qui-tamos lo que se puede desprender de lo que an-tecede a su Vocabulario, entre otras cosas un poema de Fernando de Herrera. El vocabulario de Cristobal de las Casas es menos extenso que los diccionarios de Nebrija, pues contiene en su parte toscano-castellano unas 15.500 entradas, y unas 10.500 en la parte castellano-toscano. De las Casas toma como fuente a Nebrija, si bien no lo copia literalmen-te pues suprime muchas de las entradas que po-nía éste y afiade otras que no habia consignado, prescinde de acepciones innecesarias en un repertorio de lenguas románicas, desecha térmi-nos poco frecuentes, etc. Gracias a un trabajo serio este Vocabulario logró un notable éxito a tenor de las numerosas ediciones que se hitie-ron durante los siglos XVI y XVII, hasta que surgió, rincuenta afios después, otro diccionario bilingüe que lo desbancó, el del hispanista italiano Lorenzo Franciosini. Durante los afios en que fue reimpresa la obra de Cristobal de las Casas (muerto en 1576) fue adicionada en dos ocasiones, en ambas por la misma pluma, Camilo Camilli. La primera vez (Venecia, Damián Zenaro, 1582) los afia-didos fueron escasos, y muchas veces se trataba sólo de meras variantes gráficas; en la segunda ocasión (Venecia, Damián Zenaro, 1591) el au-mento fue apreciable, sobre todo en la parte castellano-toscano, que era la más breve. Fue este Vocabulario lugar a donde acudieron a to-mar sus datos los lexicógrafos posteriores, no solamente los italianos, sino también los fran-ceses e ingleses. Alguno de ellos copió tan ser-vilmente a Cristobal de las Casas que tomó hasta las erratas - por otra parte numerosas y au-mentadas de una edition a otra -, como le su-cedió a John Minsheu quien copió en 1599 la entrada mubles, tal como figuraba en la impre-síón de Venecia de 1587. La obra de Cristobal de las Casas competia en sus cometidos con otras de carácter plurilin-güe, entre las que no se puede olvidar el Tesoro de las tres lenguas (Ginebra, Philippe Albert & Alexandre Pernet, 1609) de Girolamo Vittori, al que hemos aludido cuando hablábamos de César Oudin, por las circunstancias que rodearon su publication (plagio, doble lugar de impre-sión, etc.), y por las repetidas veces que volvió a ver la luz (cf. 4.). En 1620 se publico en Roma, por Gio. Paolo Profilo, el Vocabolario italiano e spagnolo de Lorenzo Franciosini, personaje de quien sólo 406. Spanisch: Lexikographie 641 conocemos sus obras, una temprana traduction del Quijote (Venecia, 1621-1625), una gramáti-ca espaflola e italiana (Venecia, 1624), unos diá-logos bilingües a los que sigue una nomencla-tura (Venecia, 1626), alguna otra sobre el italiano, y el Vocabolario (cf. Riquer 1942). Es este diccionario el más conocido de los bilingües del espaflol e italiano, pues siguió imprimiéndose hasta los Ultimos afios del siglo XVIII, con muy pocos afiadidos sobre la primera edición. La impresión con mayor numero de incorporacio-nes parece ser la de Roma, R. Cam. Apost., 1638, si bien a partir de la de Venecia, Baglioni, de 1735 disminuyen las pocas adiciones existentes. El éxito del Vocabolario se debe a haber in-corporado, prácticamente, el diccionario de Cristobal de las Casas - con lo cual le quitaba la funcionalidad que habia venido mantenien-do -, a la vez que se inspiraba con amplitud en el repertorio de César Oudin, conocía las obras de Nebrija, tomaba datos del Tesoro de Sebastián Covarrubias, y efectuaba ampliaciones de su propia cosecha. Todo ello viene a demostrar una importante actividad lexicográfica, y serie-dad en el trabajo, por lo cual no es sorprenden-te la difusión que Uegó a alcanzar. Annamaria Gallina afirma que ningún diccionario bilingüe posterior vale tanto, desde el punto de vista lin-güistico, como el de Lorenzo Franciosini, y es necesario esperar para que Lucio Ambruzzi lo supere con otra obra en espaflol e italiano. La lexicografia monolingüe del espaflol, ini-ciada poco antes de la publication del Vocabolario de Franciosini, hace que a partir del siglo XVIII no sea estŕictamente necesario re-currir a recopilaciones bilingües. Las lenguas modernas han sido capaces de tomar sus pro-pios derroteros, independientemente de lo que estuvieia sucediendo en las otras lenguas. 6. La lexicografia bilingüe espaňol-inglés Los primeros siglos de la lexicografia bilingüe del espaflol e inglés nos son conocidos gracias al estudio de Steiner 1970. La aparición del primer repertorio léxico con ambas lenguas es re-lativamente tardia, tal vez por el poco interes que despertaba el ingles en el resto de Europa. El vocabulario que inicia la lexicografia hispa-no-inglesa es una lista de 1100 palabras que completa la gramática de John Thorius (The Spanish Grammar, Londres, John Wolf, 1590), basada en las Reglas gramaticales de Antonio del Corro. Un afio más tarde que el de Thorius apareció un repertorio similar, el de William Stepney en The Spanish Schoolemaster (Londres, R. Field, 1591). También en 1591 Richard Percyvall publicaba en Londres, por John Jackson, su Bibliotheca Hispanica, una pequena gramática a la que seguia un diccionario espaflol-inglés y latín (no inglés-espaflol) de una considerable extension (unas 12.000 entradas), basado en el manuscrito de un amigo suyo (Thomas D'Oy-ley), en la obra nebrísense y en el vocabulario de Cristobal de las Casas. Pero también tomó datos de viva voz de dos prisioneros de la Armada Invencible (Pedro de Valdés y Vasco de Silva), ya que Percyvall aün no habia estado en Espafia. El texto del diccionario de Percyvall fue aumentado con unas mil entradas en 1599 por John Minsheu, quien, a la vez, suprímió las correspondencias latinas y puso la parte inglés-espafiol que faltaba al trabajo de Percyvall. El resultado era ya una obra nueva y su título fue A Dictionarie in Spanish and English (Londres, Edm. Bollifant, 1599). El todo se completaba con una lista de palabras árabes (para la cual se sirvió del Vocabulista de Pedro de Alcalá), una pequena gramática espaflola, una colección de refranes con su traduction al inglés y otra de diálogos en ambas lenguas. En la edición de 1599 tuvo Minsheu la cortesía de marcar con un ^asterisco todo lo que era aportación nueva al diccionario. Lo más importante de esta obra, dentro de la tradition lexicográfica, fue el in-dicar el género de los substantivos, la pronunciation y las formas de los verbos irreguläres. Hubo una nueva edición del diccionario en Londres en el aflo 1623, por John Haviland, aparentemente igual a la de 1599, con algunos leves cambios en la ortografia y en la disposition tipográfica. Durante el tiempo que medio de una a otra edición, Minsheu dio a la im-prenta otro diccionario en once lenguas (Ductor in linguas, Londres, John Minsheu, 1617), al que seguia un Vocabularium Hispanicolatinum et Anglicum copiosissimum. Durante el siglo XVII no apareció ningún diccionario bilingüe nuevo espaflol e inglés, lo cual no es sorprendente si sabemos las circunstancias que presidieron la formation del inglés y que justifican, hasta cierto punto, la falta de interes de los extranjeros: en la Corte se utili-zaba el francés, el latin era la lengua culta, y el inglés la del pueblo (cf. Martin Gamero 1961). Sin embargo, se editó la obra plurilingüe de James Howell, Lexicon ietraglotton, an English-French-ltalian-Spanish Dictionary (Londres, im-preso por J. G., 1660), cuyas entradas están en inglés, a veces con una sucinta definition. Se ponen en las otras lenguas la traduction de la entrada y de la definition, y alguna vez otros sinónimos. Este Howell descendía de una anti-gua familia galesa y era hijo de un pastor protestante. Fue empleado de una fábrica de vidrio y viajó a Holanda, Francia, Espaňa e Italia, 642 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch aprendiendo sus lenguas y literatura. A su vuel-ta abandonó el comercio y se dedicó a la filológia. Del diccionario hay ejemplares con portadas en francés, en espaňol, y en inglés, y con la fecha de 1659 y la de 1660, lo cual pro-voca algunos quebraderos de cabeza. Le sigue una nomenclatura y unos proverbios ingleses. A comienzos del siglo XVIII publica John Stevens A Dictionary English and Spanish (Lon-dres, George Sawbridge, 1705) que no es sino una copia, con ligerisimas modificaciones, del diccionario de Minsheu (1599). No mucho más se puede decir de A New Spanish and English Dictionary (Londres, George Sawbridge, 1706) del mismo autor, pues copia la parte espafiol-inglés de Minsheu, aunque también torna algo de César Oudin, de Sebastián de Covarrubias, y de Bernardo de Aldrete (cuyo libro Del origen y principio de la lengua castellana apareció im-preso por segunda vez junto al Tesoro de Covarrubias, 1673-1674). No hay ningún espaňol autor de diccionarios bilingiies en espaňol e inglés hasta que Pedro Pineda da a la luz el Nuevo diccionario, espaňol e inglés e inglés y espaňol (Londres, F. Gyles, T. Woodward, T. Cox, J.Clarke, A.Millar, P.Vaillant, 1740), que seguía al de Stevens, si bien con un buen numero de adiciones: seis mil entradas nuevas en la parte espaňol-inglés, y doce mil en la otra, frente a las cuarenta mil y veinte mil que había en cada sentido de la obra de su predecesor. Pineda tomó como fuente principal para la ampliación de su repertorio, es especial para la segunda parte, un diccionario monolingiie inglés, el de Nathan Bailey (An Universal Etymological English Dictionary, Londres, E. Bell, J. Darby A. Bettesworth, F. Fayram J. Pemberton, J. Hooke, C. Riving-ton, F.Clay, J. Batley, E. Symon, 1721), al tiempo que concedia cierta importancia, sobre todo para la primera parte, a su propia concien-cia de hablante de espaňol. Pedro Pineda fue uno de los primeros en lanzar ataques contra la Academia diciendo que su diccionario no refle-jaba la lengua general, tipo de consideración que se sigue manteniendo hasta nuestros dias. A Thomas Connelly se debe el Diccionario nuevo de las dos lenguas espaňola e inglesa en cuatro tomos (Madrid, Pedro Julian Pereyra, 1797-98), pero cuando apareció, la RAE y Te-rreros habian dado sus grandes frutos monolin-gües, a los que se parece en su presentation. Con la aparición de la Real Academia Espaňola decae el interes de los diccionarios bilingiies, muy mermado desde la publication del Tesoro de Covarrubias, pues si aquellos no si-guen fielmente las obras plurilingües anteriores, toman muchos de sus materiales de la labor académica. Para la lexicografia bilingüe del espaňol, la obra fundamental de la que derivan en mayor o menor medida casi todos los repertories posteriores, al menos en su parte espaňola, es el Vocabulario de Nebrija. En palabras de Annamaria Gallina, Elio Antonio tiene el mérito de haber compuesto el primer léxico bilingüe con una lengua viva, concebido modernamente, ins-pirador de sus sucesores durante más de dos siglos. En esta história también tuvo cierta importancia Sebastián de Covarrubias, aunque menor por la cantidad de materiales que reco-gió y porque su Tesoro apareció más de un siglo después que los diccionarios de Nebrija. La lexicografia bilingüe del francés queda cu-bierta durante casi dos siglos por César Oudin y sus continuadores; la del italiano por Cristobal de las Casas y, más, Lorenzo Franciosini, con quien entramos en la lexicografia moderna, no tanto cronológica como por la modernidad que preside la ejecución de su vocabulario; la del inglés está constituida - si exceptuamos los diccionarios de Thorius, Stepney, y la original de Howell - por distintas versiones de la recopi-lación y la original de' Howell de Richard Per-cyvall. Debemos seňalar también que no se im-primió en Espafia durante el periodo examina-do ningún diccionario bilingüe espaňol e inglés, pues el primero fue el que publico en cuatro volúmenes Thomas Connelly (1797-1798). La lexicografia del espaňol y otras lenguas quedó oseurecida ante esa excelente colección de diccionarios, si exceptuamos la del árabe con la temprana recopilación de Pedro de Alcalá, y, ' por descontado, la del latín. Después de Nebrija, o por la misma época, surgieron nombres que no podemos olvidar: Rodrigo Fernandez de Santaella, Cristobal de Fonseca, Baltasar Henríquez, Bartolomé Bravo, Pedro de Salas, Valeriano Requejo, M. de Valbuena, etc. 7. Covarrubias El primer diccionario monolingüe general del espaňol que se publica es el Tesoro de la lengua castellana o espaňola de Sebastián de Covarrubias (Madrid, Luis Sánchez, 1611; hay una reproduction fotográfica en Nueva York, The Hispanic Society, 1927; cf. Seco 1982 y Azorín 1989), si bien no es el primero en hacerlo ex-clusivamente en espaňol, pues antes habian sur-gido algunos repertorios especializados (náuti-cos, medicos, etc.) y glosarios para acompafiar ciertas obras, todos ellos de extension muy re-ducida. Cuando Covarrubias decidió componer su Tesoro no pretendia hacer un diccionario general de la lengua, sino un repertorio de caracter etimológico aunque con explicaciones de 406. Spanisch: Lexikographie 643 todo tipo. Es precisamente el espacio concedido a las explicaciones etimológicas lo que nos parece hoy menos cientifico, o acertado, por haberse alineado con los que creían en su época que el espaňol procedia del hebreo, cuestión que suscitó una viva polémica a la cual no fue ajeno Bernardo de Aldrete, cuyo tratado Del origen y principio de la lengua castellana (Roma, Carlo Wllieto, 1606; véase la edition facsimilar y estudio de Lidio Nieto Jimenez, 2 vol., Madrid, CSIC, 1972-1975) se publico con-juntamente con el Tesoro en la segunda impre-sión de ambas obras (Madrid, Melchor Sanchez, 1673-1674). El numero de entradas del Tesoro no era de-masiado grande, once mil, si bien son muchas más las palabras definidas en su interior (cf. Hill 1921 o el indice que puso Martin de Riquer a la edition que hizo en Barcelona, Horta, 1943; vuelta a salir en Barcelona, Altafulla, 1987). La tarea principal consistió en averiguar el origen de todas las voces, y en definirlas, aunque son numerosisimas las explicaciones de carácter enciclopedico que hay en el interior de los artículos, acrecentadas en su numero en el Suplemento de la obra (cf. Azorín 1988a). Covarrubias debió comenzar la redaction del Tesoro en edad avanzada, pues puede fijarse entre 1606 y 1610 (habia nacido en Toledo en 1539 y moriría en Cuenca en 1613). Escribió el diccionario de manera secuencial (empezando en la primera palabra de la A y terminando en la ultima de la Z, razón por la cual existen fa-Uos en el orden alfabético, y contradicciones y hasta repeticiones en el interior de los artículos. Temeroso de que su vida acabara antes de fi-nalizar el Tesoro, Covarrubias aceleró el ritmo de trabajo a partir de la letra C, siendo desde ese lugar las explicaciones menos prolijas. Fi-nalizada la tarea, y todavía con ánimos, el ca-nónigo de Cuenca se decidió a hacer un Suplemento, aun inédito, en el que se efectuaban co-rrecciones, se afladian unas pocas entradas y, sobre todo, se aumentaban las explicaciones de carácter enciclopedico. Aparte de ešte Suplemento, en la segunda edición del Tesoro el P. Benito Remigio Noydens puso algunas adiciones que no fueron demasiado felices por fal-ta de interes, y por repetir conceptos ya ex-presados por Covarrubias. Estas adiciones alar-gan considerablemente la segunda parte, allí donde del autor del Tesoro había decidido abre-víar para rematar pronto la obra. Por la cantidad de citas que proporciona el Tesoro (cf. las palabras introductorias de la edición de Martin de Riquer; y Triwedi 1973, Ro-mera 1982 y 1984, Seco 1986 y Morreale 1988) hemos de afirmar que la labor de Covarrubias fue inmensa, proporcionando datos de primera mano, lo que le valió ser fuente inexcusable de los lexicógrafos posteriores, como César Oudin, Lorenzo Franciosini o John Stevens, e incluso del Diccionario de Autoridades de la Academia (véase Seco 1987/1988 y Azorín 1988b). 8. Los diccionarios de la Academia Después del Tesoro de Covarrubias no sale a la luz ninguna obra general monolingüe en espaňol durante el siglo XVII. Habrá que esperar más de cien afios para que se funde la Academia y dé a la imprenta los seis volúmenes de su primer diccionario, conocido como Diccionario de Autoridades y cuyo título es el de Diccionario de la lengua castellana en que se explica el ver-dadero sentido de las voces, su naturaleza y ca-lidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras convenientes al uso de la lengua (Madrid, Francisco del Hierro, Viuda de Francisco del Hierro, Herederos de Francisco del Hierro, 1726-1739; existe un facsimil moderno, Madrid, Gredos, 1963, y varias reim-presiones posteriores). El nombre de Diccionario de Autoridades es debido a que cada voz iba autorizada por la cita de varios autores clási-cos. La finalidad que perseguían los primeros aca-démicos con el diccionario era dar a la lengua un inventario amplio, moderno y fidedigno, para restablecer el prestigio del castellano, muy mermado con la decadencia política de Espafia, y para fijarlo. No piensan en objetivos puristas, sino en el honor del pais, y les mueve la idea de que los idiomas alcanzan un momento de es-plendor, tras el cual, si no se ha acertado a fi-jarlos, aguarda su ruina y desconcierto (cf. Lá-zaro 1972). El proyecto del Diccionario de Autoridades se efectuó a la vista de unos cuantos diccionarios extranjeros, Academia de la Crusca, Academia Francesa, Trévoux, Danet, Richelet, Furetiěre, y alguno espaňol, especialmente el Tesoro de Covarrubias como modelo para seňalar las etimologías - no por las etimologías en si aún presentes en la ultima entrega del diccionario académico, y de otros cuantos generales que lo han tornado como modelo. La idea de fíjar y limpiar el idioma no fue tan rígida como en la Academia Francesa, o como se eree habitualmente. En palabras de Gili Gaya 1963, la Academia Espaňola, a pesar de que por definición y por practica representa el lenguaje selecto de los doctos, nos va a de-mostrar desde su primer diccionario la escasa consistencia que tiene entre nosotros toda diferencia interna entre lo popular y lo sabio, entre lengua eserita y lengua hablada. Habia voces que no necesitaban ir autorizadas por un 644 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch escritor reconocido, pues bastaba con que su uso fuera común y corriente (cf. Alvar Ezque-rra 1983a). De esta manera, de las 37.600 entradas que tiene el diccionario, más de 1.400 son dialectalismos o regionalismos (véase Salvador Rosa 1985 y Alvar Ezquerra 1988b), tendencia que ha seguido manteniéndose hasta nuestros dias, incluso acrecentándose en otros muchos, en especial amerícanismos (cf. Alvar Ezquerra 1987a). No obstante lo dicho, Gili Gaya opina que la Academia no supo conti-nuar su ernpuje iniciál, y aunque con algunos altibajos, las ediciones abreviadas de los síglos XVIII y XIX andan siempre rezagadas, no sólo respecto a la lengua hablada y al uso literario, sino también respecto al nivel que en sucesivas etapas va alcanzando en cada momenta la ciencia linguística. Hay que llegar al siglo actual para que la Academia se abra con amplitud creciente al americanismo y al neolo-gismo. Una vez concluido el Diccionario de Auto-ridades los académicos - ya no quedaba nin-guno de los fundadores de la Institución - de-cidieron hacer una nueva edición corregida y ampliada, de la que sólo vio la luz el primer tomo (Diccionario de la Lengua Castellana, Madrid, Joaquin Ibarra, 1770, letras A-B). Como este trabajo era lento y se había agotado la obra, decidieron aligerarla de citas y publi-carla en un solo volumen (Madrid, Joaquin Ibarra, 1780) mientras se continuaba con la correction. Agotado también el diccionario en un torno, hubo que hacer una nueva impresión (Madrid, Joaquin Ibarra, 1783) a la par que se seguia en la revision del grande. Los frentes a los que debían acudir los académicos eran numerosos: la publication de la Gramática de la Lengua Castellana y de la Orthographia Espa-ňola que aparecen por primera vez en 1771 y 1741, respectivamente, fue sólo parte del que-hacer (de la Gramática aparecieron cuatro ediciones en el siglo XVIII, y siete de la Ortografia), pues debían escribir oraciones a los reyes, exequias, elogios, publicar el Quijote, y entre-tenerse en otras tareas más o menos importan-tes (cf. Cotarelo y Mori 1928), además de con-tinuar con sus ocupaciones particulares. Asi fue preciso actualizar y reimprimir una y otra vez el diccionario en un volumen, hasta que se decidió abandonar el trabajo de revision cuando se había llegado a la P, antes de publicar la sexta edición en un solo volumen (1822). Ésta sera la obra que conocemos como Diccionario de la Academia, de la cual ya se han publicado veinte ediciones, sin contar las espurias. La entrega vigente, la vigésima, ha aparecido en dos vol., Madrid, 1984 (véase Alvar Ezquerra 1985). Con el Diccionario de Autoridades la Aca- demia consiguió proporcionarnos un instrumenta útil y moderno para el conocimiento de la lengua, actualizado en las repetidas salidas de la obra. Y también logró modernizar la ortografia espaŕiola, fijándola definitivamente, a falta de ligeros retoques posteriores, pese a las enormes dificultades con que se tropezó, entre las que se cuenta la resistencia de los tipógrafos a modificar lo que ellos pensaban inamovible. Desde muy pronto el diccionario académico consiguió estar en el punto de mira de quienes lanzaban furibundos ataques o encomiásticos elogios, pues no es, ningún diccionario puede serlo, una obra perfecta, por más que los académicos se hayan empeňado en ello: el Diccionario de Autoridades tenia unas 37.600 entradas, la primera edición en un tomo unas 46.000, y la ultima alrededor de 77.000. El diccionario de la Academia no sólo es la obra que fija la norma léxica, y en cierta me-dida también gramatical (cf. Alvar Ezquerra 1982c), sino también el modelo lexicográfíco que han seguido los diccionaristas posteriores. La presencía de la informáciou etimológica en los repertorios de los siglos XIX y XX es con-secuencia de la actitud de la Academia, inspi-rada en Covarrubias. Todo diccionario nuevo justifica su presencia en comparación con el ofi-cial: mayor numero de palabras (léase entradas), corrección de definiciones, etc. Y su pres-tigio social ha llegado a ser tal que cuando se habla de diccionario, sin más, es para referirse al académico, por antonomasia. A pesar de to-das las críticas, y de los defectos que tiene, el diccionario de la Academia cumple sobrada-mente la función que tiene encomendada, por más que todos esperemos más de él, y pueda ofrecérnoslo. 9. El diccionario de Terreros y Pando Faltan en el repertorio ofícial de la lengua mu-chas voces de carácter científico y técnico, pues no es un diccionario especializado, sino de tipo general. Allá por el siglo XVIII tenia la Institución el deseo de recopilar un diccionario técnico que nunca se culminó, tal vez porque el P. Esteban de Terreros y Pando compusiera el suyo {Diccionario castellana con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, 4 vol., Madrid, Viuda de Ibarra/Benito Cano, 1786-1793; existe una reproduction en facsimil, Madrid, Arco Libros, 1987). Es éste uno de los grandes diccionarios de la lengua, y uno de los que menos atención ha despertado. Es un diccionario general de la lengua que puede equi-pararse al de la Academia, superándolo en la ingente cantidad de tecnicismos que incorpora. 406. Spanisch: Lexikographie 645 Desde el siglo XVIII las ciencias y las artes han evolucionado dejando anticuada la obra de Terreros en algunas de las parcelas del saber, aunque no en todas. Sigue estando vigente en todo aquello que no ha cambiado (por ejemplo, la terminológia de la arquitectura) y aún hoy existen repertorios especializados que los co-pian, o que logran mejorarlo sólo de manera partial (cf. Alvar 1982a y Alvar Ezquerra 1987c y 1989c). El diccionario de Terreros estuvo a punto de truncarse cuando fue expulsado con los jesuitas en 1767, en el momenta en que se procedia a la impresión del segundo tomo de la obra. Por fortuna, al crearse la Real Biblioteca de los Estudios Reales en 1786, sus bibliotecarios, Francisco Meseguer Arrufat y Miguel de Manuel y Rodriguez, encontraron todas las pa-peletas del diccionario ordenadas y numeradas, y una copia integra de ellas. Gracias a la benig-nidad de Carlos III, bajo cuyo reinado se pro-dujo la expulsion de los jesuitas, se continuó inmediatamente la impresión de la obra, apa-reciendo el primer tomo en 1786 (Terreros había muerto en 1782), el segundo un aňo des-pués, y el tercero en 1788. El ultimo tomo, que se debe a Miguel de Manuel y Rodriguez, vio la luz en 1793. Su contenido son tres diccionarios bilingües (francés-espaňol, latín-espaňol, e ita-liano-espaňol), como se hace constar en la portada - con título distinto al que figuraba en los otros tomos. Este ultimo volumen no půdo escribirlo nuestro jesuita, pero fue concebido por él. Fue Terreros autor de una gramática italiana para ensefiar esa lengua a sus correligionarios (Peg/as acerca de la lengua toscana o italiana, reducidas a metodo ..., Forli, Achiles Marozzi, s. a., (,1771?, que firmo con el acrónímo de Esteban Rosterre). Esta gramática se comple-taba con unos diálogos y con una nomenclature temática en espaňol e italiano. Debió comenzar Terreros la redaction de su diccionario antes de 1750, y lo concluyó en 1765. Las bases de su diccionario están en las innumerables notas que puso en la traduction del Espectäculo de la Naturaleza de M. Pluche, en la consulta de numerosos diccionarios de otras lenguas y del espaňol, tratados especificos sobre algunas materias, e incluso en las visitas que realizaba, para perfeccionar las definiciones y aumentar el numero de entradas, a las fábri-cas y talleres de Madrid, Toledo, Talavera de la Reina, Guadalajara, Segovia, etc. De este mo-do, el repertorio del jesuita alcanza la ex-traordinaria cifra de 180.000 acepciones. En ese enorme caudal hay muchos neologismos y tecnicismos que vinieron a enriquecer el venero de la lengua, sin que su pureza quedara empaňada por ello. Según los cálculos de Terreros, le de-dicó al diccionario más de sesenta mil horas de su vida, a razón de ocho o diez diarias, para lo cual debia levantarse antes que el resto de su comunidad, bajo la correspondiente licencia. 10. El siglo XIX El siglo XIX (cf. Seco 1987b) conoce la apari-ción de los diccionarios enciclopédicos en los que se mezcla la information linguística con la no linguística, en el afán de hacer cada dia diccionarios más grandes y con el mayor numero posible de datos. Todos ellos se aprovechan de la labor desarrollada por la Academia, reim-primiendo la ultima edición del diccionario ofi-ciai con muy pocas alteraciones. Otras veces los autores de repertorios vuelven sus ojos hacia lo que se hace en otros paises, especialmente en Francia, bien conocida por la cultura espafiola en estos afios. No es, pues, casualidad que el título del diccionario de Ramón Joaquin Do-minguez, Diccionario nacionál o gran diccionario clásico (2 vol., Madrid, Bernat, 1846/ 1847), reeditado numerosisimas veces antes de finalizar la centuria (cf. Seco 1983 y 1985), coincide con el del Dictionnaire national de M. Bescherelle (Paris, Simon-Gamier, 1843), y no sólo el título, como ha demostrado Manuel Seco. Lo más sobresaliente del diccionario de Domínguez es su amplitud y carácter enci-clopédico, no alcanzados por el anterior Pan-léxico, diccionario universal de la lengua castellana de Juan Peŕialver (Madrid, Ignacio Boix, 1842) que no llegó a publicarse en la totalidad del proyecto (el diccionario de la lengua salió entero, y aun llegó a reeditarse) por el enorme revuelo que causó en la época (cf. Viflaza 1893, 769-794). El diccionario de Domínguez marcó la pauta de lo que serían los diccionarios no académicos de la segunda mitad del siglo XIX, entre los que cabe destacar el Diccionario en-ciclopédico de la lengua espaňola, publicado por Gašpar y Roíg, cuyo primer director fue Eduar-do Chao (2 vol., Madrid, 1853/1855), y a partir de la segunda edición Nemesio Fernandez Cuesta. El final de los diccionarios enciclopédicos estuvo marcado, por una parte, por la aparición de las enciclopedias, entendidas en un sentido moderno, en los Ultimos aňos del siglo, y, por otra, por la publicación de obras que lo copiaban descaradamente, incluso al Panléxico de Peňalver con sus diccionarios de sinónimos y de la rima. De entre los numerosos diccionarios impre-sos durante el siglo XIX, y fuera de la actividad desarrollada por la Academia, aún cabe destacar los de Vicente Salva (sobre nuestro gramá-tico y lexicógrafo, Reig Salva 1972), cuya obra 646 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch es un admirable ejemplo de rigor y de sereni-dad, en palabras de Manuel Seco. Es autor, como Dominguez, al que precedió, de un diccionario bilingüe espaňol-francés y, también, de la revision y actualización del latino-espaňol de Valbueiia. A Salva se deben dos diccionarios generates de la lengua, no siempre bien diferenciados por los estudiosos. El primero de ellos (Diccionario de la lengua castellana por la Academia Espaňola, Paris, Vicente Salva, 1838; 21841) es, tal y como reza en la portada, la edición de 1837 del académico con muy pocas modificaciones, pues pone, incluso, el prólogo de la Academia - si bien aňade luego una advertencia propia - y la relación de académicos. El segundo de sus diccionarios (Nuevo diccionario de la lengua castellana, Paris, Vicente Salva, 1846) sigue tomando como modelo el de la Academia, pero es ya tal el numero de modificaciones (unas veinte mil según Salva) que podemos considerarlo como una obra original. En él queda reflejado el interes que sentía Salva y las multiples anotacio-nes que había hecho a lo largo de cuarenta y seis aňos. Incluyó numerosos arcaísmos, con la pretension de hacer un diccionario total de la lengua, no pocos neologismos, y muchos regio-nalismos, en especial americanismos, siendo el primero de nuestros lexicógrafos que lo háce de una manera consciente e intencionada, pues para allegarlos se tomó la molestia de escribir a varias personas. Quedan sentadas de este modo las bases de lo que séria la lexicografia espafiola del siglo XX: exactitud en el trabajo, extension de la obra, admisión de voces de otras épocas, de diversos niveles de lengua, de variada pro-cedencia geográflca. En 1925, cuando la Academia publique la 15" edición de su diccionario se vera en la obligación de cambiar el título que figuraba en la portada: Diccionario de la lengua castellana por el de Diccionario de la lengua espaňola debido a la mayor atención que se presta desde esa fecha a las multiples regiones lmgüisticas que integran nuestra lengua litera-ria y culta. No se olvide a la hora de interpretar este cambio que la Academia Uamó a su ortografia espaňola en 1741 (1* edición), por más que luego fuera siempre de la lengua castellana. Si Salva es el primero en conceder una de-cidida atención a los regionalismos, parece ser Manuel Rodriguez Navas (Diccionario complete de la lengua espaňola, Madrid, 1876) el primero en incorporar a un repertorio general en un solo tomo - el suyo es además enciclo-pédico - un buen númerô de voces de carácter cientifico y técnico. U. El siglo XX Ya entrados en el siglo XX, son pocas las no-vedades que podemos reseňar (cf. Seco 1979a, en parte Fontanillo 1984, Alvar Ezquerra 1982a). La Academia prosigue con su diccionario, y produce una nueva obra, el Diccionario manual e ilustrado de la lengua espaňola (Madrid, Espasa-Calpe, 1927; la tercera edición tuvo 6 volúmenes publicados en forma de fas-cículos entre 1983 y 1985, y la obra completa en Madrid, Espasa-Calpe, 1986; en la ultima en-trega, la cuarta, Madrid, Espasa-Calpe, 1989, ha vuelto a aparecer en un solo volumen). En este otro diccionario académico se registran voces con una mayor amplitud de criterios que en el diccionario grande, eliminando a la vez aque-Uas palabras anticuadas o que han caido en de-suso; para que no existan dudas, los términos que aparecen en el manual y que no figuran en el otro llevan una sefial especial. Una de las más completas obras lexicográ-ficas del espafiol actual es el Diccionario general ilustrado de la lengua espaňola (Barcelona, Spes, 1945), debido en gran parte a la labor infati-gable de Samuel Gili Gaya. Va precedida la obra por un prólogo de don Ramón Menéndez Pidal (Menéndez Pidal 1945), el único trabajo de don Ramón dedicado a la teoría lexicográ-fica. Uno de los apéndices de ese diccionario era una lista de americanismos que, a partir de la segunda edición (Barcelona, Biblograf, 1953), pasaron, al interior de la obra junto con otros nuevos; de modo que hacían de él el diccionario general más rico en términos y acepciones pro-pios de aquel continente. La obra ha sufrido una profunda revision y actualización bajo la dirección de Manuel Alvar Ezquerra (Barcelona, Biblograf, 1987), hasta el punto de que se trata de una nueva redacción, si bien conser-vando las directrices iniciales. Como no podía ser menos, su elaboration está ya informatizada (cf. Alvar Ezquerra 1987d, 1988c y 1990), lo que permite su continua actualización. En sus 90.000 entradas no hay muchas voces anticuadas, mientras que son abundantes los regionalismos y tecnicismos que han ido entrando en el cuerpo del diccionario en sus distintas edicio-nes, y neologismos y voces de los jóvenes, la droga, etc. Hay también en su interior una bue-na colección de nombres propios que propor-cionan informaciones enciclopedicas, sin que se pueda afirmar tajantemente que estamos ante un diccionario enciclopédico, por más que cum-pla algunas de las caracteristicas propias de estos. La obra aspira a ser ampliamente nor-mativa e incluye numerosos cuadros de information gramatical, a la par que informa sobre 406. Spanisch: Lexikographie 647 usos incorrectos y barbarismos. Por ultimo, en un gran numero de artículos se indica la síno-nimia, y en menos los antónimos, voces relacio-nadas, y hasta los homófonos. De su interior cabe destacar fundamentalmente el intento por ofrecer unas definiciones exactas, eliminando de ellas todo lo que es accesorio, en especial a la hora de definir los verbos, pues se persigue la separación de los complementos verbales de lo que son los semas de la voz (cf. Seco 1979b y Ahumada 1987), procedimiento que en la ultima entrega se ha ampliado también a muchos adjetivos. La profunda revision a que fue so-metido el diccionario, la informatización de la redacción, y la actualización de la base de datos léxicos que supone una obra asi concebida, ha permitido el initio de la renovation de los diccionarios Vox, dando lugar a unos diccionarios realmente modernos por su contenido y por su conception (véanse, por ejemplo, de menor a mayor tamano, el Practica Vox. Diccionario ilustrado de la lengua espaňola, el Diccionario manual ilustrado de la lengua espaňola, 14* ed., y, sobre todo, el más extenso de los diccionarios de nuestra lengua, el Diccionario Actual de la Lengua Espaňola, todos ellos publicados en Barcelona, Biblograf, 1990). Uno de los diccionarios del espaňol que mayor aceptación tiene es el Pequeňo Larousse ilustrado (Paris, 1912, ultima ed., Barcelona, 1990), de menor extension que los diccionarios General y Actual Vox. A través de sus ediciones al cuidado de Miguel de Toro y Gisbert - co-laborador en otros diccionarios anteriores - y, después, de Ramón Garcia-Pelayo, da una vision moderna y actual de la lengua. Contiene numerosos americanismos al lado de una buena copia de palabras cientificas y técnicas. Sus definiciones tienden a ser más breves que las que figuran en los demás diccionarios de la lengua. Tiene la obra una segunda parte que es una enciclopedia de dimensiones reducidas (fundamentalmente geográflca, literaria e histórica), de manera que se separa lo estrictamente lin-giiistico (primera parte) de lo que es information extralingiiistica. En este sentido podemos decir que es un diccionario enciclopédico, por-que es diccionario y enciclopedia, aunque no se mezclen. Diferente de los anteriores es el Diccionario ídeológico de la lengua espaňola (Barcelona, Gustavo Gili, 1959) de Julio Casares, proyecto en el que llevaba trabajando varios aflos y que había ofrecido a la propia Academia. No es éste un diccionario original, ni el primero de su clase en espafiol (cf. Alvar Ezquerra 1984), aunque si el más serio y complete El título puede llamar a engafio, pues la obra Consta de třes partes, siendo la más amplia, y con mucho, la alfabé- tica, en la cual sigue al diccionario de la Academia, aunque no lo copia servilmente. En la parte sinóptica se presenta el andamiaje utili-zada para construir la segunda parte, la analó-gica. Es ésta el verdadero diccionario ideológi-co, donde, por orden alfabético dentro de las agrupaciones conceptuales, se presentan las palabras relacionadas por afinidades designativas, esto es, se trata de un gran diccionario de si-nónimos como se quiere creer a menudo. La fáma y prestigio de la obra de Casares ha lle-gado a oscurecer a otros diccionarios de ideas afines de calidad indiscutible (véase, a título de ejemplo, Fernando Corripio, Diccionario de ideas afines, Madrid, Argonauta, 1983). En el afamado repertorio de Maria Moliner (cf. Martin Zorraquino 1989), el Diccionario de uso del espaňol (2 vol., Madrid, Gredos, 1966/ 1967), como en tantos otros, se respeta la tradition lexicográfica espaňola a la vez que se in-corporan innovaciones. Sigue la autora la edición del diccionario de la Academia anterior a su obra (1956), si bien introduce algunos cam-bios, fundamentalmente en las definiciones, sustituyendo las realizadas mediante sinónimos. Entre las innovaciones debe ponerse en primer lugar la atención prestada a la sintaxis no sólo por la abundancia y extension de las informaciones gramaticales, sino a través del uso que figura en el título de la obra. No es menos im-portante el intento de agrupaciones lexemáti-cas, fallido en más de una ocasión. En el cuerpo de la obra introduce siglas y abreviaturas, y los nombres cientificos de animates y plantas. De-secha bastantes regionalismos y voces anticuadas para dar paso a la terminológia cientifica y técnica. En el interior de los artículos debe se-fialarse la presencia de sinónimos que agranda la posibilidad de utilization de la obra, pues adelante de cada definition se incluyen las palabras que puede sustituir a la definida. Pese a los hallazgos que tiene la obra, hoy resulta ya un tanto envejecida y necesitada de una actualización, pues le pasan los veinticinco aňos que tiene encima. Quedan muchos autores y obras sin nom-brar, no hay espacio para más, y faltan im-portantísimos capítulos: el de la lexicografia multilingüe con el espafiol, el de las nomenclatures, el de los repertorios de voces cientificas y técnicas en varios idiomas, el de los vocabula-rios de voces regionales, el de los diccionarios con clasificaciones especiales, el de la lexicografia bilingüe del espaňol con lenguas distintas a las examinadas aquí, y el de los diccionarios bilingües posteriores a la creation de la Academia, donde hay nombres seňeros como Antonio de Campany, Vicente Salva, Thomas Connelly, Mariano Velázquez de la Cadena, 648 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch J. L. Cormon, Vicente Manni, etc. - algunos de ellos nombrados de pasada-, por no citar los que publican sus obras durante nuestro siglo (iQuién recuerda hoy, por ejemplo, que Julio Casares es autor de un diccionario bilingüe? Casares 1925). Todos los demás diccionarios generales de la lengua deben algo, mucho o poco, a los re-sefiados aquí, y sobre todo al de la Academia. Quedan fuera del interes actual obras más espe-cífícas, de una extension menor, de parcelatio-nes del lenguaje del tipo que sean, históricas o sincrónicas, y también las de interes más amplio (el Tesoro lexicográfico de Gili Gaya o la En-ciclopedia del idioma de Martin Alonso). Dentro de nuestra tradición lexicográfica hay unos pocos puntos seňeros, Antonio de Nebri-ja, Sebastián de Covarrubias, Diccionario de Autoridades, diccionario de la Academia, en torno a los cuales giran, si no derivan, los demás repertorios léxicos. Lo importante de estos otros radica en lo diferenciador con respecto a aquellos: mayor numero de entradas, voces li-mitadas geográficamente o por niveles de lengua, inclusion de informaciones nuevas, actualization de definiciones ... Son nuestros diccionarios resultado de una actividad lexicográfica que dura ya cinco siglos, gracias a lo cual han logrado implantarse ad-quiriendo un prestigio social que no han logrado otras obras de consulta o de enseňanza. Su future depende de lo que sepan mantener de la tradición, sin perder de vista la realidad lingüis-tica, tomando con cautela las innovaciones que vayan produciéndose en las corrientes lin-gíiísticas. No debe olvidarse que los diccionarios son obras de carácter didáctico y que, por ello, deben atender las necesidades de los usua-rios. Perder de vista el destinatario del diccionario por adecuarlo a lo más moderno en la teória lexicográfica o lingiiística séria un grave error. Ahí está la dificultad de equilibrar la teória y la técnica, de compagínar la tradición con la innovación. Por esa misma razón no todos los diccionarios son originales, ni todos son re-cordados en cuanto pasa un poco de tiempo por sus páginas. Los diccionarios son, se ha repetido innu-merables veces, productos de una época, de una cultura, de una ideológia motivo por el que reflejan el mundo que les rodea, pero no como un espejo inmóvil, sino con el afán de informar, de enseflar: por ello son obras didácticas, váli-das en su momento (reflejan la norma, el uso general) pero también en cualquier otro (siguen informando sobre el pasado). En su interior quedan fijadas las palabras para siempre, con-virtiéndose en un objeto imprescindible para hacer la historia de la lengua, de los conceptos lingüisticos, de la ortografia. Bien es cierto que en lexicografia el peso de la tradición es muy fuerte y puede mantener en el interior del diccionario aquello que está olvidado (incluso Ios errores de impresión como hemos visto), pero para no inducir a equivocation al lexicógrafo, o al estudioso se debe acudir a diversos medios de análisis: los estudios contrastivos son un eficaz complemento en cualquier tarea. La lexicografia es una colaboración impa-gable en el estudio de la historia de la lengua, pues en los diccionarios está contenida esa historia (al menos desde finales del sigfo XV, aun-que con ejemplos de periodos anteriores), y es imprescindible también para la comparación de lenguas (en especial los diccionarios plurilin-gües). Por otra parte, la gramática histórica y la filológia románica encontrarán en los diccionarios una fuente prácticamente inagotable de information, pues ya no sólo acogen lo que es general en la lengua, sino también las variantes diafásicas, diastráticas y diatópicas. En los diccionarios comienzan a aparecer los frutos de la recogida de materiales efectuada por la geografia lingiiística, dando un nuevo sesgo al con-tenido de los diccionarios, obligando a modifi-car en muchas ocasiones las informaciones que se poseían, al tiempo que aportan materiales de precioso valor para el conocimiento de la lengua (cf. Salvador 1980, Alvar 1982b, Navarro 1986, Alvar Ezquerra 1983b, Fernández-Sevilla 1974a, Alvar Ezquerra 1986, etc.). 12. Bibliografia Actas del I Congreso Internacionál de História de la Lengua Espaňola, M. Ariza, A. Salvador y A. Vru-das (edd.), 2 vol., Madrid, Areo Libros, 1988. Ahumada Lara, Ignacio, Contorno de la definieiön verbal y regimen lexemätico: su indicación formal en la lexicografia hispánica, in: Amistad a lo largo. Estudios en memoria de Julio Fernández-Sevilla y Nicolas Marín López, Granada, Universidad, 1987, 13-25. Ahumada Lara, Ignacio, Aspectos de lexicografia teó-rica. Aplicaciones al Diccionario de la Real Academia Espaňola, Granada, Universidad, 1989. Alvar, Manuel, Sobre el valor de los léxicos particulars. Consideraeiones acerca de un Diccionario de términos artísticos, in: Morales y Marín, José Luis, Diccionario de términos artísticos, TJNALI, Zaragoza, 1982, V-XVI. Alvar, Manuel, Atlas lingütstico y diccionario, LEA 4 (1982), 253-323. Alvar Ezquerra, Manuel, Proyecto de lexicografia espaňola, Barcelona, Planeta, 1976. Alvar Ezquerra, Manuel, iQué es un diccionario? Al hilo de unos definiciones académicas, LEA 2:1 (1980), 103-118. Alvar Ezquerra, Manuel, Los diccionarios bilingiies: su contenido, LEA 3:1 (1981), 175-196. Alvar Ezquerra, Manuel, Lexicología y lexicografia. 406. Spanisch: Lexikographie 649 Guía bibliogräfica, Salamanca, Almar, 1982 (= 1982a). Alvar Ezquerra, Manuel, La Universidad y el diccionario, Malaga, Universidad, 1982 (= 1982b). Alvar Ezquerra, Manuel, Diccionario y gramática, LEA 4:2 (1982), 151-212. Alvar Ezquerra, Manuel, Los prólogos del Diccionario académico: nomenclatura específica y microestruc-tura, RFE 63 (1983), 205-222 (= 1983a). Alvar Ezquerra, Manuel, Lexicografia, in: López Morales, H. (ed.), Introducción a la lingiiística actual, Madrid, Playor, 1983, 115-132 (= 1983b). Alvar Ezquerra, Manuel, Los diccionarios ideolôgicos del espaňol, Libros 24 (1984), 14-18. Alvar Ezquerra, Manuel, Ante la vigésima edición del DRAE, Libros 42/43 (1985), 3-10. Alvar Ezquerra, Manuel, Los regionalismos en los diccionarios y vocabularios regionales, in: Alvar, Manuel (ed.), Lenguas peninsulares y proyección hispánica, Madrid, 1986, 175-197. Alvar Ezquerra, Manuel, La"recepciôn de americanis-mos en los diccionarios generates de la lengua, in: López Morales, H./Vaquero, M. (edd.), Actas del I Congreso Internacionál sobre el espaňol de America (San Juan de Puerto Rico, 1982), Madrid, 1987, 209-218 (= 1987a). Alvar Ezquerra, Manuel, Apuntes para la historia de las nomenclaturas del espaňol, in: Actas del VII Congreso Internacionál de Lingiiística y Filológia de America Latina (ALFAL). Homenaje a Pedro Hen-riquez Ureňa. Santo Domingo, 1984, vol. 1, Santo Domingo, UNPHU, 1987, 457^t70 (= 1987b). Alvar Ezquerra, Manuel, Presentation, in: P. Esteban de Terreros y Pando/ Diccionario castellano (ed. facsimilar), vol. 1, Madrid, Arco Libros, 1987, 5-16 (= 1987c). Alvar Ezquerra, Manuel, El primer diccionario auto-matizado del espaňol contemporäneo, LEA 9:2 (1987), 49-56. Alvar Ezquerra, Manuel,- La forme des dictionnaires á la lumiere du signe lihguistique, CLex 52 (1988), 117-130 (= 1988a). Alvar Ezquerra, Manuel, Los aragonesismos en los pri-meros diccionarios académicos, in: Actas del 1 Sim-posio Internacionál de Lingüistica Aragonesa (en prensa) (= 1988b). Alvar Ezquerra, Manuel, Una base de datos lexi-cograficos del espaňol, in: Zampolli, Antonio (ed.), Computational Lexicology and Lexicography. Special Issue dedicated to Bernard Quemada, Pisa (en prensa) (= 1988c). Aivar Ezquerra, Manuel, El diccionario, texto cerrado, in: Borrego Nieto, J./Gómez Asencio, J. J./Santos Rio, L. (edd.), Philologica II. Homenaje a D. Antonio Llorente, Salamanca, Universidad, 1989, 19-23 (= 1989a). Alvar Ezquerra, Manuel, Panorama de la lexicogra-phie espagnole, CLex 55 (1989), 79-100 (= 1989b). Alvar Ezquerra, Manuel, Los diccionarios con términos de la construcción, al frente de Francisco Martinez, Introducción al conocimiento de las Bellas Aries. Diccionario de Pintura, Escultura, Arquitec-tura y Grabado (Madrid, 1788), facsimil Malaga, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Téc-nicos, 1989, V-XXXI. Alvar Ezquerra, Manuel, Desarrollos actuates en le- xicografia automatizada del espaňol, in: Vidal Be-neyto, Jose (ed.), Las tndustrias de la lengua, Madrid, Fundación Germán Sanchez Ruipérez, 1991, 219-240. Azorín Fernandez, Dolores, Un capitulo de lexicografia hispánica. En torno al vocabulario bilingüe francěs-espaňol de Jacques Ledel, Lexis 9 (1985), 101-117. Azorín Fernandez, Dolores, El Suplemento al Tesoro de la Lengua Castellana o Espaňola de Sebastián Covarrubias y Orozco, in: Actos 1988, vol. 1, 683-693 (= 1988a). Azorín Fernandez, Dolores, Datos para la historia de la lexicografia espaňola. A propósito de las am-pliaciones y desarrollos del Tesoro de Covarrubias, Analecta Malacitana 11:1 (1988), 117-124 (= 1988b). Azorín Fernandez, Dolores, La labor lexicográfica de Sebastian de Covarrubias, Boletin de la Asociación Europea de Profesores de Espaňol 36/37 (1989), 81-90. Bourland, Caroline B., The Spanish Schoole-Master and the Polyglot Derivatives of Noěl de Berlaimonťs Vocabulare, RH 81 (1933), 283-318. Casares, Julio, Nuevo coneepto del diccionario de la lengua, Madrid, Real Academia Espaňola, 1921 (vuelto a publicar en Nuevo coneepto del diccionario de la lengua y otros problemas de lexicografia y gramática, Madrid, Espasa-Calpe, 1941). Casares, Julio, Novisimo diccionario inglés-espaňol y espaňol-inglés, Madrid, Saturnino Calleja, 1925. Casares, Julio, El idioma como instrumenta y el diccionario como simbolo, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1944. Casares, Julio, Introducción a la lexicografia moderna, Madrid, CSIC, 1950 (reimpr. 1969). Casares, Julio, Novedades en el diccionario académico. «La Academia Espaňola trabaja», Madrid, 21965. Castro, Américo, Glosarios latino-espaňoles de la Edad Media, Madrid, CSIC, 1936. Commelerán, Francisco, El diccionario de la Lengua Castellana por la Academia Espaňola, Madrid, Perez Dubrull, 1887. Cooper, Louis, Girolamo Vittori y César Oudin: un caso dep/agio mutuo, NRFH 14 (1960), 3-20. Cooper, Louis, El Recueil de Hornkens y los diccionarios de Palet v de Oudin, NRFH 16 (1962), 297-328. Cotarelo y Moři, Emilio, Catálogo de la obras publi-cadaspor la Real Academia Espaňola, Madrid, Real Academia Espaňola, 1928. Cutanda, Francisco, Estudio sobre la posibilidad y la utilidad de clasificar metôdicamente las palabras de un idioma, Madrid, Real Academia Espaňola, 1869. Fernández-Sevilla, Julio, Problemas de lexicografia actual, Bogota, Instituto Čaro y Cuervo, 1974. Fernández-Sevilla, Julio, Un maestro preterido: Elio Antonio de Nebrija, ThBICC 29 (1974), 1-33. Fernández-Sevilla, Julio, Acerca de algunos aspectos de la información lexicográfica, Boletin de la Academia Puertorriquefia de ía Lengua Espaňola 6:2 (1978), 79-94. Fernández-Sevilla, Julio, Paremiología y lexicografia. Algunos precisiones terminológicas y conceptuales, in: Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar, vol. 2, 1985, 191-203. 650 VI. Sprachen und Sprachgebiete: Spanisch Fontanillo Merino, Enrique, Cómo utilizar los diccionarios, Madrid, Anaya, 1983. Fontanillo, Enrique, Repaso selecüvo a los diccionarios espaňoles, Libros 25 (1984), 5-8. Gallina, Annamaria, Contributi alia storia della les-sicograßa italo-spagnola dei secoli XVI e XVII, Fi-renze, Olschki, 1959. Garcia de Diego, Eduardo, Glosarios latinos del monasters de Silos, Murcia, Universidad, 1933. Garcia-Gallo, Alfonso, Las expositiones nominum le-galium y los vocabularios juridicos medievales, Madrid, Joyas Bibliográficas, 1974. Gili Gaya, Samuel, Tesoro lexkografico, 1492-1726, vol. 1, Madrid, CSIC, 1947. Gili Gaya, Samuel, El primer diccionario espaňol-francés, Clavileflo 12 (1951), 36-37. Gili Gaya, Samuel, La lexicograßa acaděmica del siglo XVIII, Oviedo, Universidad, 1963. Guerrero Ramos, Gloria, Antigüedad y modernidad en Nebrija, EspA 45, (1986), 27-58. Guerrero Ramos, Gloria, El lěxico en el Diccionario (1492) y en el Vocabulario U1495?) de Nebrija, Malaga, Universidad, 1988 (edición en microfichas) (= 1988a). Guerrero Ramos, Gloria, Actitud de Nebrija ante los arabismos y mozarabismos, in: Adas 1988, vol. 1, 873-880 (= 1988b). Haensch, Günther, et al., La lexicograßa. De la !in-guística teórica a la lexicograßa practica, Madrid, Gredos, 1982. Hernandez, Humberto, Los diccionarios de orientación escolar. Contribution al estudio de la lexicograßa monolingüe espaňola, Tubinga, Niemeyer, 1989. Hill, John M., Index verborum Covarrubias Orozco: Tesoro de la lengua Castellana, o espaňola. Madrid, 1674-1673, Bloomington, Indiana University, 1921. Huarte, Fernando, Un vocabulario castellano del siglo XV, RFE 35 (1951), 310-340. Lara, Luis Fernando, et al., Investigaciones lingüisticas en lexicograßa, Méjico, El Colegio de Mexico, 1979. Lázaro Carreter, Fernando, Transformaciones nominales y diccionario, REspL 1/2 (1971), 371-379 (también en Estudios de lingüistica, Barcelona, Cri-tica, 1980, 73-81). Lázaro Carreter, Fernando, Crónica del Diccionario de Autoridades (1726-1740), Madrid, Real Academia Espaňola, 1972 (también en sus Estudios de lingüistica, Barcelona, Critica, 1980, 83-148, como El primer diccionario de la Academia). Lázaro Carreter, Fernando, Pistas perdidas en el diccionario, BRAE 53 (1973), 249-259. Lemus y Rubio, Pedro, El maestro Elio Antonio de Nebrija. II. Notas bibliograßcas, RH 29 (1913), 13-119. Mac Hale, Carlos F., El libro mayor del idioma. Lu-cubraciones criticas sobre el diccionario oficial de la lengua espaňola, Madrid, Sanchez de Ocafia, 1934. Martin Gamero, Sofia, La enseňanza del inglés en Espaňa, Madrid, Gredos, 1961. Martin Zorraquino, Maria Antonia, Una lexicograßa aragonesa: Da Maria Moliner, in: Holtus, Günter/ Lüdi, Georges/Metzeltin, Michael (edd.), La Corona de Aragón y las lenguas romänicas. Miscelänea de homenaje para Germán Colon, Tübingen, Narr, 1989, 423^34. Menéndez Pidal, Ramón, «El diccionario que desea-mos», alßente de Diccionario General Ilustrado de la Lengua Espaňola, Barcelona, Spes, 1945, XIII-XXIX (después publicado en los Estudios de lingüistica, Madrid, Espasa-Calpe, 1961, 95-147, bajo ei titulo El diccionario ideal). Morreale, Margherita, Virgilio en el «Tesoro» de Sebastian de Covarrubias, BRAE 68 (1988), 203-273. Navarro, Anal., Distribution del léxico dialectal del ALEA, EspA 45, (1986), 59-80. Niederehe, Hans-Josef, Das Universal vocabulario des Alfonso Fernandez de Palencia (1490) und seine Quelle, in: QuiUs, Antonio/Niederehe, Hans-Josef (edd.), The History of Linguistics in Spain, Amsterdam/Philadelphia, John Benjamins, 1986, 39-54. Niederehe, Hans-Josef, Les dictionnaires franco-espa-gnols jusqu'en 1800, Histoire, Epistemologie, Lan-gage 9:2 (1987), 13-26. Niederehe, Hans-Josef, Les dictionnaires bilingues francais-espagnol et espagnol-francab au XVIII siede, TraLiPhi 26 (1988), 33-47. Odriozola, Antonio, La caracola del bibliófilo nebri-sense. Extracto seco de bibliografia de Nebrija en los sighs XV y XVI, RBN 7 (1946) (publicado aparte, Madrid, 1947). Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar, 4 vol. Madrid, Gredos, 1983-1987). Porto Dapena, Jose Alvaro,'Elementos de lexicograßa. El diccionario de construction y regimen de R. J. Cuervo, Bogota, Instituto Čaro y Cuervo, 1980. Reig Salva, Carola, Vicente Salva, un valenciano de prestigio internacionál, Valencia, 1972. Rico, Francisco, Nebrija frente a los bárbaros. El canon de gramáticos nefastos en las polémicas del hu-manismo, Salamanca, Universidad, 1978. Riquer, Martin de, La obra de Lorenzo Franciosini, primer traductor del «Don Quijote» al italiano, RNE 21 (1942), 21-28. Rodriguez y Martin, Sebastián, Rectificaciones e innovations que la Real Academia Espaňola de la Lengua ha introducido en la duodecimo edition del diccionario, Madrid, Manuel Minuesa de los Ríos, 1885. Roldán, Antonio, Introduction de la Útil y breve ins-titución para aprender los principios y fundamentos de la lengua hespafiola de Lovaina, 1555, Madrid, CSIC, 1977. Romera Castillo, José, Don Juan Manuel («El Conde Lucanor») autoridaden el «Tesoro» de Covarrubias, in: Don Juan Manuel. VII Centenario, Murcia, Universidad, 1982, 313-324. Romera Castillo, Jose, Autoridades medievales del Tesoro de Covarrubias, Anuario de Letras 22 (1984), 251-260. Salvador, Gregorio, Lexicograßa y geografia lingüistica, REspL 10:1 (1980), 49-57. Salvador Rosa, Aurora, Las localizaciones geogräficas en el Diccionario de Autoridades, LEA 7:1 (1985), 103-139. Sanchez Regueira, Isolina, La fonética en la obra y en la época de César Oudin, Verba 6 (1979), 43-73. Sanchez Regueira, Isolina, La Grammaire Espagnolle de C. Oudin: formas y funciones del espaňol en el cruce de los siglos XVI y XVII, Verba 8 (1981), 113-169. Sanchez Regueira, Isolina, César et Antoine Oudin: 406. Spanisch: Lexikographie 651 etude comparative des editions de son Thrésor et son importance dans le domaine de la lexicographie, Verba 9 (1982), 329-340. Seco, Manuel, Medio siglo de lexicografia espaňola, RB 10 (1979), 2-7 (también en Seco 1987a, con dos apéndices) (= 1979a). Seco, Manuel, El «contorno» en la definition lexicográfíca, in: Vox. Homenaje a Samuel Gili Gaya (in memoriam), Barcelona, Biblograf, 1979, 183-191 (= 1979b). Seco, Manuel, Las palabras en el tiempo: los diccionarios históricos, Madrid, Real Academia Espaňola, 1980. Seco, Manuel, Un lexicógrafo de la generation de Cervantes (Notas sobre el «Tesoro» de Covarrubias), in: Instituto de Bachillerato Cervantes, miscelánea en su cincuentenario 1931-1981, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1982, 229-243. Seco, Manuel, La definition lexicográfica subjetiva: el Diccionario de Dominguez, in: Serta Philologica F. Lázaro Carreter, vol. 1: Estudios de lingüistica y lengua literaria, Madrid, Cátedra, 1983, 587-596 (también en Seco 1987a). Seco, Manuel, Un lexicógrafo romántico: Ramón Joaquin Dominguez, in: Fernández-Sevilla 1985b, 619-629 (también en Seco 1987a). Seco, Manuel, Autoridades literarias en el «Tesoro» de Covarrubias, in: Homenaje a Pedro Sainz Rodriguez, vol. 2, Madrid, Fundación Universitaria Espaňola, 1986, 609-622 (también en Seco 1987a). Seco, Manuel, Estudios de lexicografia espaňola, Madrid, Paraninfo, 1987 (= 1987a). Seco, Manuel, El nacimiento de la lexicografia moderna no acaděmica, in: id. 1987a, 129-151 (= 1987b). Seco, Manuel, Covarrubias en la Academia, Anales Cervantinos 25/26 (1987/1988), 387-398. Steiner, Roger J., Two Centuries of Spanish and English Bilingual Lexicography (1590-1800), La Haya/Paris, Mouton, 1970. Terreros y Pando, Esteban de, Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondien-tes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, 4 vol., Madrid, Viuda de Ibarra/Benito Cano, 1786-1793, ed. facsimil, Madrid, Arco Libros, 1987. Triwedi, Mitchell, Garcilaso as an Authority in Covarrubias's Tesoro de la lengua castellana o espaňola, Romance Notes 15 (1973), 155-158. Verdonk, Robert, Contribution al estudio de la lexicografia espaňola en Flandes en el siglo XVII (1599-1705), BRAE 59 (1979), 289-369. Viňaza, Conde de la, Biblioteca historka de la filológia castellana, Madrid, Manuel Tello, 1893 (ed. facsimil, Madrid, Atlas, 1978). Manuel Alvar Ezquerra, Malaga