TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 1 Dentro de las disciplinas lingüisticas la que parece haber tornado un mayor äuge durante los Ultimos aňos es la lexicografia. Ello se debe no tanto a un movimiento de los llamados de recuperación de lo olvidado o desatendido, tan en boga en los tiempos que corren, como a un interes intrínseco. Por un lado, la labor del lexicógrafo ha dejado de ser la tedio-sa tarea de ir acumulando información en fichas durante aňos, para dejar paso a la no menos tediosa y paciente tarea de estar frente a un ordenador electrónico durante horas y horas 2, en un enfrentamiento real y multiple, por la posición física y por los inconvenientes técnicos y científicos (linguísticos y no linguísticos) que surgen a cada momento. Ha sido, pre-cisamente, la aplicación de los ordenadores al trabajo del lexicógrafo lo que ha hecho que cambiara la forma de concebir la confección de los diccionarios, a la vez que se despertaba ešte nuevo interes por la lexicografia 3. Si a ello anadimos el desarrollo del empleo del ordenador en ámbitos muy próximos al de la lexicografia, y en los que ésta se nutre, 1 Ponencia leída en el XXI Simposio de la S.E.L. Una primera version de ešte trabajo apareció en el Boletin Informative» de la Fundación Juan March, n.° xxx. Para la redacción de algunas partes del trabajo he tenido presente lo que dije en «Antiguos-diccionarios pluri-ungues del espaflol», en Brigitte Lépinette, M.a Amparo Olivares Pardo y Emma Sopefla Balordi (eds.), Adas del Primer Cologuio internacionál de Traductología (2, 3, 4 de mayo de 1989), Valencia, Universidad, 1991, págs. 7-14. 2 Para consideraciones más amplias me remito a lo que expongo en «La confección de diccionarios», Voz y Letra 1-1, 1990, págs. 47-76. 3 Véase, por ejemplo, el trabajo que realicé en colaboración con Maria José Blanco Rodriguez, «Creadon de un corpus textual del espaflol», en prensa en las actas del Simposio de la Lengua Espaflola. Ciencia y Tecnología, que se celebró en Barcelona entre el 7 y el 11 de octubre de 1991. 2 MANUEL ALVAR EZQUERRA tendremos razones bastantes para justificar que la lexicografía se convier-ta en la disciplina lingíiística de móda. Además, hay que tener bien presente que estamos viviendo un desa-rrollo enorme de la enseňanza de segundas lenguas por las necesidades culturales y de contactos humanos que no se nos esconden. En este aspec-to, y también en el de la enseňanza de las lenguas maternas, desempeňa un papel primordial el diccionario, como instrumento fundamental que es en el aprendizaje y enriquecimiento de las lenguas. Y es precisamente por la utilidad pedagógica y didáctica que tiene el diccionario por lo que se ha convertido en el objeto de multiples atenciones, pues la enseňanza no puede dejarse en manos de gentes poco preparadas, y tampoco los utiles que sirven para ella. En tercer lugar, el interes por la lexicografía y por los diccionarios debe ser puesto en relación con el más general de la história de la ciencia y de la historiografia lingíiística, de las que no puede desligarse totalmente. Y por ultimo, por lo que respecta a nuestro solar, debemos recordar que estamos viviendo el quinto centenario de la aparición de los primeros grandes repertorios con el espaňol, aunque no han sido muchas las mani-festaciones que lo han recordado, ni han tenido la repercusión de otros quintos centenarios. En 1490 se publico en Sevilla el Universal vocabula-rio de Alfonso Fernandez de Palencia, en 1492 el Diccionario latino-espaňol de Elio Antonio de Nebrija, seguramente en 1495 su Vocabulario de romance en latín, y en 1499 apareció el Vocabulario ecclesiástico de Rodri-go Fernandez de Santaella. El origen de los primeros catálogos de palabras que circulan por la Peninsula no es muy diferente del de otras lenguas de nuestro entorno 4: el latín eclesiástico se había vuelto ininteligible para ciertos clérigos, como también lo era para los estudiantes, y para los feligreses, de modo que resultaba imprescindible tener delante la traducción vulgar de los tér-minos y frases latinos, y, por comodidad, fue necesario anotar los textos religiosos y litúrgicos. Es asi como nacen nuestras glosas, los Glosarios de Ripoll —en latín—, las del Lectionarium Missae 5, o las de Reiche- 4 Según Manuel C. Diaz y Diaz, Las primeras glosas hispánicas, Barcelona, Universidad Autonoma, 1978, pág. 7, el maximo florecimiento de las obras de glosistica tiene lugar en los šiglos rv-vi. 5 Cf. Germä Colon y Amadeu-J. Soberanas, Panorama de la Lexicografia catalana. De les glosses medievals a Pompeu Fabra, Barcelona, Enciclopědia catalana, 1986, págs. 12 y sigs. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 3 nau 6. Manuel Alvar ha explicado que el primitivo quehacer de los lexicó-grafos se orientaba a poner escolios o comentos a los textos dificiles; de ahi que glosario fuera un término que ya aparecía en el bajo latín, en tanto diccionario es palabra mucho más tardía 7. Es ya entrado el siglo xv cuando debió escribirse el primer vocabula-rio de nuestra lengua que nos es conocido 8, conservado en 37 hojas utiles de una copia manuscrita de Gallardo en la Biblioteca de la Real Academia de la História, bajo el título de Vocablos difidles del castellano 9. El interes que movió al autor de ešte vocabulario fue, como tantas veces, didáctico, para desterrar incorrecciones y fijar el recto uso de los términos, según explica en el prólogo. El enciclopedismo medieval del autor se pone de manifiesto en d interes etimologista enunciado en las palabras iniciales y que aparece en todos los artículos. Dice Huarte Morton que «la ideológia reflejada en el Vocabulario nos presenta a su autor como un católico senequista, quién sabe si a un clérigo que hubiera vivido en un ambiente cortesano y que de esto le viniera su afición a restaurar la decadente Caballería» 10, a la que dediča los primeros artículos. El centenar y medio de palabras recogidas en ešte vocabulario tiene la curiosidad de ser el primer repertorio de voces de nuestra lengua que nos ha llegado, aunque sea en una copia muy posterior, carente de cualquier otro interes lexicográfico. La venida del Renacimiento traerá consigo, inevitablemente, la apari-ción de los primeros diccionarios extensos con nuestra lengua antes de que finalice el siglo xv. El primero de ellos se debe a una de las personas que más hizo por la introducción del humanismo en Espana, Alfonso Fernandez de Palencia, o Alfonso de Palencia n, y que tiene un lugar 6 Cf. R.-L. Wagner, Les vocabulaires francais, I, París-Bruselas-Montreal, Didier, 1967, págs. 97-99. 7 Manuel Alvar, «Del glosario al diccionario automatizado», en La lengua como liber-tad y otros estudios, Madrid, Ediciones Culíura Hispánica, 1982, págs. 103-121, y en especial la pág. 105. __ 8 Véase Fernando Huarte, «Un vocabulario castellano del siglo xv», RFE XXXV, 1951, págs. 310-340. 9 Manuscrito n.° 73 (12-7-2) de la colección Salazar y Castro. Don Samuel Gili Gaya lo manejó para su Tesoro Lexicográfico (1492-1726), I, Madrid, CSIC, 1960, creyendo que se trataba de una obra del siglo xvn. 10 Ibidem, pág. 318. 11 Para la importancia de Palencia en ámbitos distintos de los tratados aquí, pueden verse los trabajos de R. B. Tate, «Alfonso de Palencia y los preceptos de la historiografia», en Victor Garcia de la Concha (ed.), Nebrija y la introducción del Renacimiento en Espana, 4 MANUEL ALVAR EZQUERRA en la história de nuestra lexicografía por ser el autor del primer gran diccionario que contiene el espaňol 12, el Universal vocabulario en latin y en romance collegido por el cronista Alfonso de Palencia 13. La obra se halla todavía anclada en la tradición medieval, por sus fuentes, por la manera de presentar los materiales y por la extension de sus explicacio-nes, frecuentemente de carácter enciclopédico, recordando a los compila-dores de los glosarios mediolatinos 14. Las raices medievales del Universal vocabulario son incuestionables, pues entronca con el saber enciclopédico medieval, y la tradición isidoria-na, siendo deudor directo del Comprehensorium de Papias impreso en Valencia en 1475 15. Alfonso de Palencia arrancó desde la tradición medieval, pero con una intención bien humanista, la de desterrar el latin vulgar, con la vista puesta en la antigüedad clásica, intención que también preside la activi- Salamanca, Universidad, 1983, págs. 37-51; Rafael Alemany Ferrer, «En torno a los prime-ros aöos de formación y estancia en Italia del humanista castellano Alonso de Palencia», Item. Revista de Ciencias Humanas (Alicante) 3, 1978, págs. 61-72. 12 Antes había aparecido la obra de Joan Esteve, Liber Elegantiarum, Venecia, Pagani-nus de Paganinis, 1489, ahora reproducido en facsímil con estudio preiiminar de Germán Colón Doménech (Inculca, Castellón de La Piana, 1988). El de Palencia tiene parecidos con esta obra, debido a sus fuentes. 13 Al final: apud Hijpalim Paulus de Colonia Alemanus cum Juis Jocijs, 1490. Existe un facsímil con palabras introductorias de Samuel Gili Gaya, 2 vols., Madrid, Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Espaňola, 1967. 14 Me remito a la pág. 24 del estudio preiiminar de Germán Colon y Amadeu-J. Sobera-nas que hay al frente de la edición facsímil del Diccionario (1492) de Nebrija, Barcelona, Puvill, 1979, págs. 7-36. Para Rafael Alemany Ferrer, «Un antecedente olvidado de Antonio de Nebrija: La obra lexicográfica de Alonso de Palencia», Item. Revista de Ciencias Humanas (Alicante) 5, 1981, págs. 119-131, tanto su diccionario de sinónimos como el Universal vocabulario entroncan más en la tradición enciclopédica isidoriana que en la de los glorarios medievales. 15 Cf. la «Nota preiiminar» reden citada de Gili Gaya. También German Colon y Amadeu-J. Soberanas (loc. cit.) habían sefialado a Papias como fuente, aduciendo un ejemplo, sobre todo con el fin de mostrar la prolijidad de las explicaciones medievales de Papias y Palencia frente a la cientifica objetividad de Nebrija. Las muestras han sido ampliadas por Hans-Josef Niederehe («Das Universal vocabulario des Alfonso Fernandez de Palencia (1940) und seine Quelle», en Antonio Quilis y Hans-J. Niederehe (eds.), The History of Linguistics in Spain, Amsterdam-Filadelfia, John Benjamins, 1986, págs. 39-54) hasta el punto de que se puede afirmar que el Universal vocabulario de Alfonso de Palencia es tan sólo una traducción del Elementarium Doctrinae rudimentům de Papias. Germán Colon en el estudio preiiminar de la edición facsimilar del Liber Elegantiarum, ya citado, pág. 10, afirma que Palencia es tributario de la tradición medieval de Hugucio y compafiía. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 5 dad de Nebrija 16. Palencia habia senalado el Camino y Nebrija, con su empeňo, lo hizo posible. La lexicografia moderna europea nace a finales del siglo xv y comien-zos del xvi n, pues hasta entonces sólo existían los vocabularios y glosa-rios que prolongaban la tradición latinizante medieval. Con la aparición de las nuevas obras, los diccionarios, aparecerá también el término para designarlos. En ese cambio ocupa un lugar preminente en toda Europa la figura y la obra de Elio Antonio de Nebrija. Es Elio Antonio de Nebrija 18 el primero en darnos un diccionario moderno. Su Lexicon hoc est Dictionarium ex sermone latino in hispa-niensem o Diccionario latino-espaňol19 marca una renovación en lexicografia y la pauta que habrán de seguir en Occidente los autores de reper-torios lexicográficos posteriores. Inmediatamente después del Diccionario, Nebrija dio a la luz el Dictionarium ex hispaniensi in latinům sermonem o Vocabulario espaňol latin 20, que no es una simple transposición de las palabras del primero como afirmaron algunos de sus coetáneos y como todavía hoy se repite de cuando en cuando, sino que es el fruto de un trabajo concienzudo de reflexion debiéndole al Diccionario el pare-cido de ser fruto del mismo árbol. Conocía muy bien Nebrija la tradición medieval latina y pudo romper con ella y atacarla 2l. Por eso sus diccionarios son nuevos y originales, a pesar de que se puedan rastrear en ellos antecedentes medievales. Les 16 En relación con esto no se puede ignorar el librito de Francisco Rico, Nebrija /rente a los bdrbaros. El canon de gramáticos ne/astos en las polémicas del humanismo, Salamanca, Universidad, 1978. 17 Véase para lo que digo aquí el comienzo del trabajo de Bernard Quemada, «La nouvelle lexicographic», en M. Teresa Cabré et al., La lingiiistica aplicada. Noves perspecti-ves/noves professions/noves orientacions, Barcelona, Universidad, 1990, págs. 55-78. 18 Cf, Julio Fernández-Sevilla, «Un maestro preterido: Elio Antonio de Nebrija», BICC 29, 1974, págs. 1-33. 19 Salamanca, 1492; existe un facsímil moderno con un estudio preliminar de Germán Colon y Amadeu-J. Soberanas, Barcelona, Puvill, 1979. Véase la reseňa que le hizo Manuel Seco, «El diccionario latino-espaňol de Nebrija», Arbor, 107, n.° 420, 1980, págs. 83-88. 20 Salamanca, £1495?; existe un facsímil moderno, Madrid, Real Academia Espaňola, 1951, reeditado en 1989 (véase la reseňa de Ana Isabel Navarro Carrasco en la RFE 70, 1990, págs. 402-403); también disponemos de una transcripción de la edición de Sevilla de 1516, hecha por Gerald J. MacDonald, Madrid, Castalia, 1973, reimpr., Madrid, 1981. 21 Me remito a Francisco Rico, Nebrija freute a los bdrbaros, citado. En relación con esto, véase lo que expone Jose Peróna en «Lenguas, traducción y definición en el scriptorium de Alfonso X», CLHM 14-15, 1989-1990, págs. 247-276, y en especial en la pág. 255. 6 MANUEL ALVAR EZQUERRA quitó cuanto pudieran tener de adorno inútil o de expiicaciones prolijas. Pervivieron informaciones de carácter enciclopédico pero no por herencia de la acumulación" de saberes propia del medioevo, si no porque la separa-ción en los diccionarios de lo enciclopédico y lo estrictamente léxico es más moderna, tanto que todavía hoy no se ha producido completamente, y es que acaso sean realmente inseparables. Consiguió que la estructura de las entradas fuera uniforme, como la de las abreviaturas y de la ortografia, uniformidad que también se manifiesta en la ínformación grama-tical y en lo escueto de las equiValencias, y su modernidad se hace aún más patente si se le compara con el Tesoro de la lengua castellana o espaňola de Sebastián de Covarrubias (1611) 22. Pueden- rastrearse en los diccionarios nebrisenses elementos que estén en uno o en otro de sus precursores, pero apenas quiere decir ello nadá: su obra es original y nueva 23, tanto que si se echa una mirada hacia nuestro entorno, veremos que aún falta casi medio siglo para que el francos figure como lengua de entrada en un diccionario, el francés-latín de Robert Estienne 24. Tras la Uegada en las postrimerias del siglo xv de los primeros repertories con la explicación del latin en romance, la lexicografia de los ini-cios del siglo xvi en Europa se ve marcada por la aparición de diccionarios de carácter multilingüe, reimpresos una y otra vez, en muchas oca-siones con el espaňol como uno de los idiomas a los que se traducen las palabras. Durante largos períodos de tiempo las únicas fuentes Icxico-gráficas fueron esos diccionarios plurilingües 2\ consecuencia, en muchos casos, de una actividad lexicográfica bilingüe precedente, surgiendo como resultado de la fusion de varios de esos repertorios bilingües, o del aňadi- Son palabras de Manuel Seco en «El diccionario latino-espaňol de Nebrija», citado, pág. 88. 23 Véase Gloria Guerrero Ramos, «Antigiiedad y modernidad en Nebrija», Espafiol Actual 45, 1986, págs. 27-58, donde el lector encontrará una abundante bibliografia sobre este tenia. 24 Véase la bibliografia de los diccionarios franceses que pone Bernard Quemada al final de su libro, Les dictionnaires du francais moderne, 1539-1863. Paris, Didier, 1968, pág. 567; y Georges Matoré, Histoire des dictionnaires francais, Paris, Larousse, 1968, págs. 59-60. 25 Véase Bernard Quemada en la primera página de «Ľinventaire des dictionnaires bi-lingues. Ä propos du Dictionnaire francais-néerlandais de N. de Herlaimont», Cahiers de Lexicologie 2, 1960, págs. 67-78. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 7 do de una o más lenguas a los bilingües; el caso contrario, la reducción de las lenguas de uno plurilingüe para llegar a uno bilingüe, es mucho menos frecuente 26. Los diccionarios monolingües de las lenguas moder-nas tardarán aún algún tiempo en tomar el modelo consagrado para las lenguas clásicas 27, pues sus autores no conseguirán hasta entrado el siglo xviii deslindar )o que es equivalencia en otra lengua de lo que es defini-ción de la palabra de la entrada. Si, durante el siglo xvii aparecen nues-tros primeros repertorios monolingües de cierta extension, pero hasta el Diccionario de Autoridades, o incluso más tarde, no se romperá de una forma definitiva con los vinculos de la tradición de la lexicografía bilingüe con el latín, lo que permitirá, por un lado, el desarrollo de la lexicografía monoiingüe, y, por otro, de la bilingüe con lenguas modernas. Recordemos, por otra parte, que el aprendizaje de lenguas que no fuesen el latin no formaba parte de las ensenanzas habituales durante los siglos xvi y xvii, y que su conocimiento respondía a necesidades de otro tipo, normalmente no culturales, sino comerciales, políticas, etc.; esto es, si se aprendía una lengua extranjera era debido a una finalidad utilitaria, y ello condicionará la aparición de determinados repertorios plurilingües y multilingües: los pequenos de Noél de Berlaimont para comerciantes, los del espaňol y el flamenco en Flandes por motivaciones sociopolíticas, etc. Y por ello mismo, el latín -fue durante mucho tiempo la lengua vehicular presente en multitud de repertorios, como una de las lenguas consignadas, o como la lengua en la que poner algunos equivalentes. El espaňol consta en los diccionarios plurilingües europeos no sólo por el interes de la lengua o la importancia de sus antecedentes lexicográ-ficos, sino también porque en Bruselas se forma una corte con hispano-hablantes28 y hay un verdadero interes por aprender nuestra lengua, junto al f ranees y al flamenco. De este modo podrán aparecer en los Pa-íses Bajos repertorios bilingües y plurilingües, como algunas de las ediciones de los diccionarios espaňol-francés de Palet o de Oudin, o los multilin- Cf. Bernard Quemada, Les dictionnaires du francais moderne, citado, pág. 64. 27 Cf. Alain Rey, Encyclopedias y diccionarios, Méjico, FCE, 1988, pág. 122, n. 1. 28 Cf. Robert Verdonk, «Contribution al estudio de la lexicografía espaňola en Flandes en el siglo xvu (1599-1705)», BRAE 61, 1979, págs. 289-369, y en especial las págs. 297-298, y «La importancia del 'Recueiľ de Hornkens para la lexicografía bilingüe del Siglo de Oro», BRAE 70, 1990, págs, 69-109, y en especial las págs. 70-71. La idea había sido expuesta por Morel-Fatio y recogida por Louis Cooper, «El Recueil de Hornkens y los diccionarios de Palet y Oudin», NRFH 16, 1962, págs. 297-328, en la primera página. 8 MANUEL ALVAR EZQUERRA gües de Hornkens y el anónimo de Amberes de 1639, o los bilingües espaftol-flamenco de De la Tombe o de De la Porte. En todo ese contexto, la ciudad de Amberes adquirió una importancia notable durante varios siglos, tanto como centro de enseňanza de lenguas, como de impresión de libros para llevarla a cabo. Alli se instalaron los primeros profesores de lenguas modernas, y alli se imprimieron los primeros manuales para enseňarlas 29. Ahora los diccionarios no serán obras aisladas, sino que formarán parte de conjuntos de obras escritas con el único fin de facilitar la enseňanza de la lengua, por más que puedan imprimirse todas ellas por sepa-rado y durante un periodo de tiempo extendido. Aunque hoy no lo parez-ca, el esfuerzo fue grande para proporcionar instruments que cubrieran las necesidades de las principales lenguas de Europa, entre las que continue) teniendo un lugar importante el latin. El empeňo llevó consigo que aumentasen las adaptaciones, las copias y los plagios, que circulasen los diccionarios por todo el continente, hasta el extremo que sigue siendo muy dificil desenmaranar el enorme tejido que se urdió: las fuentes en que bebieron aquellos gramáticos y lexicógrafos eran variadísimas y cam-biaban según la lengua de que se tratase. Sólo sabiendo lo que antecede puede entenderse el enorme interes que ponían algunos autores para que en la portada de sus gramáticas y diccionarios se hiciera constar que eran profesores de lenguas en las cortes o en las principales ciudades europeas. Habían ganado un prestigio que era necesario conservar y explotar frente a los intrusos y a los que desea-ban, y conseguían, adueňarse de obras ajenas. Mientras los diccionarios incluyeron el latín como lengua más importante, pues su utilidad inmediata era su empleo en los centros de enseňan-za surgidos al amparo de la Iglesia (escuelas catedralicias, Universidades), su volumen fue grande, tanto que los nombres propios pasaron a ser comunes, como calepino o mamotreto. Sin embargo, cuando la enseňan-za de las lenguas comenzó a tener una utilidad practica inmediata, y los diccionarios necesitaron salir de los centros de enseňanza para acompafiar a sus usuarios en los viajes y negocios, el tamano disŕninuyó para facilitar su transporte y manejo, como le sucedió al de Berlaimont, y a otros muchos bilingües y plurilingües, aunque no a todos: los repertorios del 19 Sofia Martin-Gamero, La enseňanza del inglés en Espaňa (Desde la Edad Media hasia el siglo XX), Madrid, Gredos, 1961, págs. 57-58. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 9 inglés han tenido unas dimensiones muy superiores a los de otras lenguas modernas. Más tarde, con la llegada de los diccionarios monolingües, y su empleo sedentario, el tamaňo volvió a aumentar, llegando a multipli-carse el numero de volumenes. La lexicografia bilingüe del espaňol con las lenguas románicas no apa-rece hasta bien entrado el siglo xvi, si exceptuamos el glosario hispano-francés reconstruido por Manuel Alvar 30, y las versiones de Nebrija al francés y al siciliano. Los repertorios bilingües con el espaňol y las lenguas modernas no existen antes porque las necesidades que debian cubrir estaban resueltas por los diccionarios plurilingües (alfabéticos o nomen-claturas), o porque el latín seguía siendo lengua de cultura y paso inter-medio para ir de una lengua vulgar a otra. Cuando se prescinde de ese paso intermedio es cuando nacen los diccionarios bilingües de lenguas modernas, siguiendo el modelo, es lógico, de la tradición bilingüe con el latín. Por esta razón, Nebrija se convierte en el paradigma para los nuevos diccionarios —al menos en las entradas en espaňol—, mientras que los repertorios plurilingües se ven relegados a un segundo piano. Cuando se olvide la autoridad de Nebrija y se vean las necesidades reales de las lenguas vulgares šerá en el momento en que surja la lexicografia mo-nolingüe y los diccionarios bilingües modernos. Dentro de la lexicografia del espaňol con las lenguas románicas hay unas cuantas obras que no pueden olvidarse en un rápido repaso como el que estoy haciende Una de ellas es el Tesoro de las dos lenguas france-sa y espaňola de César Oudin 31, considerado durante mucho tiempo como la cumbre de la lexicografia hispanofrancesa del siglo xvn por su originalidad, si bien durante los Ultimos aňos se han publieado diversos trabajos que han venido a desvelar las fuentes y modo de trabajar de su autor. De todos modos, parece innegable que el Tesoro de Oudin abriera camino a una larga serie de diccionarios bilingües con el espanol y el francés 32, y que a él han acudido constantemente los lexicógrafos poste- 30 Cf. su estudio, edición y vocabulario de la Vida de Santa Maria Egipciaca; II, Madrid, CSIC, 1972, págs. 329 y sigs. 31 Paríš, Mare Orry, 1607; hay una reproducción en microfichas de esta edición, Barcelona, ETD, 1985. 32 Véase Barbara von Gemmingen, «Recherches sur les marques d'usage dans le Tesoro de las dos lengvas francesa y espaňola de César Oudin (1607)», Lexique 9, 1990, págs. 31-41, y en especial la primera. 10 MANUEL ALVAR EZQUERRA riores, incluso la Academia en el primero de sus diccionarios, para tomar informaciones. Las fuentes de César Oudin son conocidas, pudiéndose rastrear lo que saco de un sitio o de otro, fundamentalmente del diccionario de Hornkens, explotado directamente o a través del repertorio de Palet, me-jorándolos 33. La elaboración de las informaciones (unas veces prescin-diendo de lo que no era propio de un diccionario bilingüe espaňol:francés, otras desarrollando lo que parecía aconsejable, también aňadiendo nuevo a lo existente, o bien proporcionando soluciones tras el examen del con-tenido tanto en espaňol como en latín del repertorio nebrisense), a la par de las aportaciones procedentes de sus numerosas lecturas 34 es lo que nos permite calificar el resultado de nuevo, pese a la escasa originali-dad de lo contenido en él. Surge de la acumulación de informaciones de sus antecesores (Hornkens, Palet y Nebrija), con escasos criterios se-lectivos, por más que el estado de lengua reflejado en la primera parte (espaňol-francés) no sea el de la época de Oudin. La segunda parte también es el resultado de un trabajo similar, aunque a partir de Hornkens y Palet nuevamente. César Oudin se manifiesta asi como un profesionál de la lexicografía y de la lengua (recuérdense su gramática, sus refranes y sus diálogos), frente a la labor de Hornkens y Palet, a los que Louis Cooper califica de aficionados 35. La maestria del lexicógrafo f ranees queda ampliamente demostrada también por el empleo de cuantiosas informaciones sobre los niveles de uso o de la función de los términos consigna-dos, esto es, de abundantes marcas de empleo, corrientes en la practica lexicográfica actual, pero no durante el siglo xvii36. César Oudin se vio envuelto en un curioso caso de plagio por parte de Girolamo Vittori en su Tesoro de las tres lengvas francesa, italiana y espaňola* No quiero dejar de recordar aqui que pese a existir ese plagio, también Vittori hizo aftadidos que luego fueron copiados sin ninguna contemplación por César Oudin 37, como antes habia copiado a Horn-kens a la vez que se lamentaba de ser plagiado por Vittori. 33 Louis Cooper, «EI Recueil de Hornkens», citado, pág. 324. 34 Me remito a los comentarios de Samuel Gili Gaya en su citado Tesoro lexicográfico. 35 «EI Recueil de Hornkens», citado, pág. 324. 36 Véase a ešte propósito, y en general, el artículo citado de Barbara von Gemmingen, «Recherches sur les marques d'usage», citado. 37 Cf. Louis Cooper, «Girolamo Vittori y César Oudin: un caso de plagio mutuo», NRFH 14, 1960, págs. 3-20, y en especial las págs. 10-12. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 11 Después del de César Oudin hay otros diccionarios bilingües y pluri-lingües con el espaňol y el francés, aunque la fáma de aquél ensombreció la de sus seguidores. Hubo quienes no dispuestos a realizar una obra que superase a la de Oudin decidieron apropiarse de ella, y asi la história del Tesoro de Oudin se prolongó, aunque el ilustre apellido ya no figura-rá más. Un personaje de nombre Francisco Sobrino, de quien no sabe-mos demasiadas cosas —era maestro de Lengua Éspaňola en la corte de Bruselas— volvió a dar a la estampa el Tesoro, apropiándose de él, cambiándole el título por el de Diccionario nuevo de las lenguas éspaňola y Jrancesa 38, y haciéndole algunas modificaciones, aunque no demasiadas. Francisco Sobrino no sólo copió el Tesoro de Oudin, sino también la gramática, con un éxito tal que su ultima fecha de aparición es de 1913 39. Editó además los diálogos y las nomenclaturas de César y de Antoine Oudin. Bajo el nombre de Sobrino, el diccionario de Oudin aún veria otras cinco ediciones más 40, hasta que apareció el repertorio de Francisco Cor-mon, que incorporaba a su título el apellido del ya famoso plagiario: Sobrino aumentado o nuevo diccionario de las lenguas éspaňola, Jrancesa y latina 41. El apellido Sobrino vino a significar competencia maxima en la materia y era seňal de garantía 42. Pero los hechos no vienen a confir-mar la fáma, y tampoco el diccionario de Cormon es original, pues sigue muy de cerca el trilingüe de Séjournant, aparecido diez aňos antes. La lexicografia con el espaňol e italiano da sus primeros pasos de la mano de Antonio de Nebrija al ser traducido al siciliano por Cristobal de Escobar. Después vienen algunas listas de palabras en las dos lenguas hasta que aparece el vocabulario de Cristobal de las Casas, que es el primero que contiene el espaňol y el italiano en las dos direcciones, espaňol-italiano e italiano-espaňol. Llegó para responder a la acuciante necesidad que tenían los hablantes de las dos lenguas de disponer de un diccionario bilingiie 43. El diccionario de De las Casas «es una obra muy rica y equili- Bruselas, Francisco Foppens, 1705. 39 Corregida por Antonio Lopez de Bustamante, Paris, F. Gérin. Hubo otros muchos editores y adaptadores como explica Amado Alonso en De la pronunciacion medieval a la moderna en espaňol, II, 2.a ed., Madrid, Gredos, 1967, págs. 178-179. 40 La ultima en Bruselas, 2 tomos, Henrique-Alberto Gosse y Soc, 1760. 41 3 vols., Amberes, Hermanos de Tournes, 1769. 42 De nuevo me remito a Amado Alonso, op. cit., pág. 178. 43 Véase Juan M. Lope Blanch, «El Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana 12 MANUEL ALVAR EZQUERRA brada, en verdad excelente para la época en que fue redactada» . Por ello logró un notable éxito durante los siglos xvi y xvii, hasta que surgió, cincuenta aňos después de la primera salida, otro diccionario bilingüe que lo desbanco,"viniendo a sustituirlo en sus funciones, el Vocabolario italiano e spagnolo del hispanista italiano Lorenzo Franciosini, que fue el más conocido de los diccionarios bilingües del espaňol e italiano, pues siguió imprimiéndose hasta los Ultimos anos del siglo xviii, con muy po-cos aňadidos sobre la primera edición. En la obra se incorporaba, prácti-camente, el diccionario de Cristobal de las Casas, con lo cual le quitaba la funcionalidad que había venido manteniendo. Franciosini no se limitó a copiar lo que ponía su predecesor, sino que lo ampliaba de acuerdo con cuatro criterios 45: 1.° Poniendo los derivados de una misma familia, incluso ios di- minutivos no lexicalizados. 2.° Desdoblando acepciones. 3.° Aňadiendo un gran numero de locuciones fijadas, o casi. 4.° Incluyendo un vocabulario más técnico, y voces referentes a !a civilización (como olla podrida). Los dos Ultimos criterios surgen del manejo del Tesoro de Covarrubias, ya que la fraseología del Vocabulario coincide en general con la de aquél, a veces con cambios en la presentación. El nacimiento de los diccionarios bilingües con el inglés está marcada, según Tetsuro Hayashi 46, Por dos factores culturales, uno negativo, que es el declive del latín como lengua de comunicación internacionál en Europa, y otro positivo, la creciente importancia de las relaciones in-ternacionales. Ambos factores no caracterizan de forma exclusiva a la lexicografía bilingüe inglesa, pues son los que están presentes en el origen de los repertorios con lenguas modernas A1, Por su parte, Sofia Martín- de Cristobal de las Casas», en Estudios de história linguística hispánica, Madrid, Areo Libros, 1990, págs. 111-124, y en especial las págs. 117-118. 44 Ibidem. 45 Véase Brigitte Lépinette, «Contribution ä ľétude du Tesoro de la Lengua Espaňola o Castellana (1611) de Sebastián de Covarrubias», Historiographia Linguística 16, 3, 1989, págs. 257-310, y en especial las págs. 264-265. 46 The Theory of English Lexicography. 1530-1791, Amsterdam, John Benjamins, 1978, pág. 2. 47 Véase a ešte propósito también Sidney I. Landau, Dictionaries: the Art and Craft of Lexicography, Nueva York, Charles Scribner's Sons, 1984, págs. 38-39. TRADÍCIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 13 Gamero 48 seňaló la importancia del comercio en el nacimiento de los prirneros manuales y vocabularios que se conocen para la enseňanza del inglés, y Maria del Carmen Buesa Gómez 49 alude a la publicación de los primeros diccionarios y gramáticas como respuesta para conocer la literatura espaňola en Inglaterra. La aparición del primer repertorio bilin-güe inglés de cierta extension con una lengua moderna es tardía 50, tal vez por el poco interés que despertaba esa lengua en Europa: no se produce hasta 1598 con la publicación del diccionario italiano-inglés de Flo-rio, A Worlde of Wordes51. Como ocurre con otřas lenguas, los primeros repertorios del inglés son pequeňas listas de palabras hasta el primer diccionario de cierta extension, la Bibliotheca Hispanica 52 de Richard Percyvall, que no es sino una pequefia gramática a la cual sigue un repertorio por orden alfabético, aunque con muchas irregularidades en el interior de cada combinación de letras. Muy poco tiempo después, en 1599, el texto del diccionario de Percyvall, fue aumentado con unas mil entradas por John Minsheu, que no sólo enriqueció el repertorio de Percyvall, sino que aprovechó la ocasión para suprimir las correspondencias latinas y poner la parte inglés-espaňol que faltaba al trabajo de aquél. El resultado era ya, necesariamente, una obra nueva y su título fue A Dictionarie in Spanish and English 53. 48 Op. cit., pág. 57. 49 «La traduction en Espana e Inglaterra (siglos xv-xvn)», en Homenaje a Luis Flórez, Bogota, Insiituto Čaro y Cuervo» 1984, págs. 45-56, y en especial la pág. 48. sn Para los initios de la lexicografía inglesa, véase Gabriele Stein, The English Dictionary before Cawdrey, Tubinga, Max Niemeyer, 1985; y el más antiguo de D[eWitt] T[alma-ge] Starneš, «Bilingual Dictionaries of Shakespeare's Day», PMLA 52, 1937, págs, 1005-1019. 51 A Worlde of Wordes. Or Mo$t copious, and exact Dictionarie in Italian and English, Londres, Arnold Hatfield, 1598. Existe una reproduction facsimilar, HUdesheim-Nueva York, Georg Olms, 1972. 32 Bibliotheca Hispanica. Containing a Grammar, with a Dictionarie in Spanish, English, and Latine, gathered out of diuers good Authors: vary profitable for the studious of the Spanish toong, Londres, by lohn lack/on, for Richard Warkins>B 1591. 53 A Dictionarie in Spanish and English, fir J t published into the English tongue by Ric. Perciuale [...] Hereunto for the further profite and pleasure of the learner or delighted this tongue, is annexed an ample Eng/ijh Dictionarie [...], Londres, Edm. Bollifant, 1599. Por lo que explico aqui, puede verse que el de Minsheu no es la segunda edition de la obra de Percyvall, sin el latin, como dice Gabriele Stein, «Sixteenth-Century English-Vernacular Dictionaries», en R. R. K. Hartmann (ed.), The History of Lexicography. Pa- 14 MANUEL ALVAR EZQUERRA A lo largo del siglo xvii no apareció ningún diccionario bilingüe nue-vo espaňol e inglés, lo cual no es sorprendente si sabemos las circunstan-cias que presidieron la formación del inglés y que justifican, hasta cierto punto, la falta de interes de los extranjeros: en la corte se utilizaba el francés, el latín era la lengua culta, y el inglés la del pueblo 54. No deja de ser curioso que no haya ningún espaňol autor de dicciona-rios bilingües en espaflol e inglés hasta que Pedro Pineda, maestro de espaňol en Londres y editor de numerosas obras espaňolas, da a la luz el Nuevo diccionario, espaňol e inglés e inglés y espaňol55, que amplía al de Stevens con un buen numero de adiciones. Según Roger J. Steiner, las principales contribuciones de Pineda a la lexicografía fueron: la intro-ducción de la lengua viva en las entradas, la acertada doctrina de glosas breves, concisas, la indicación de una manera sistemática de todas las partes de la oración en la entrada, y indicación de la pronunciación de las letras espaňolas 56. La riqueza de diccionarios bilingües del espaňol con el italiano, francés, inglés y latín 57 contrasta con la escasez de repertorios con el alemán. Las necesidades para el espaňol y el alemán parecen quedar cubiertas durante mucho tiempo con los repertorios multilingües, tanto los alfabé-ticos como las nomenclaturas. El más antiguo de los diccionarios bilingües con el espaflol y el alemán de que tengo noticia es el Diccionario muy copioso de la lengva espaňola, y alemana de Nicolas Mez de Braidenbach, cuya fecha de apa-rición es bien tardía: 1670 58, cuando ya la lexicografía plurilingüe, la pers from the Dictionary Research Centre Seminar at Exeter, March 1986, Amsterdam-Filadelfia, John Benjamins, 1986, págs. 219-228, y en especial la pág. 221. 54 Cf. Sofia Martín-Gamero, op. cit., págs. 10-11. 55 Londres, F. Gyles, T. Woodward, T. Cox, J. Clarke, A. Millard y P. Vaillant, 1740. 56 Two centuries of Spanish and english bilingual lexicography (1590-1800), La Haya-Paris, Mouton, 1970, päg. 74, y «The three-century recension in Spanish and english lexicography», en R. R. K. Hartmann (ed.), The History of Lexicography, citado, págs. 229-239, y en especial la pág. 233. 57 No me he ocupado de estos Ultimos por falta de tiempo, pese a su enorme interes. 58 El titulo completo es Diccionario muy copioso de la lengva Espaftola, y Alemana hasta agora nunca visto, sacado De diferentes Autores con mucho trabajo, y diligencia por Nicolas Mez de Braidenbach, Maestro en artes, y Notario, Viena, Juan Diego Kürner, 1670. Sobre la obra, véase Franz Josef Hausmann, «Der 'Diccionario muy copioso' des Nicolas Mez (1670). Ein frühes spanisch-deutsches Wörterbuch», en Francisco J. Oroz Ariz-curen (ed.), Navicula Tubingensts. Studia in honorem Antonii Tovar, Tubinga, Narr, 1984, págs. 167-171. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 15 bilingüe con otras lenguas, e incluso Ia monolirigüe, habia proporcionado excelentes testimonios con el espaňol, y cuando existian diccionarios bilingües con el alemán y lenguas modernas 59- Frente a lo que sucede con otras lenguas románicas como el italiano o el francés, o con el inglés, el nacimiento de la lexicografia bilingüe hispano-lusa se demoró enormemente. La justificación de este hecho habria que buscarla por dos caminos diferentes: por un lado, la proximidad geo-gráfica y, sobre todot lingüistica de ambos idiomas no hacia necesario \in medio para faciVitar la comunicación como es ei diccionario. Es más, la história de nuestra literatura ha visto de manera constante autores que escribían indistintamente en una lengua o en la otra. Por otra parte, la falta de los repertorios bilingües se cubria con aquellas obras plurilingües que contenían el espaňol y el portugués. Baste con recordar que el espa-riol aparecra como lengua cömplementaria en la Prosodia in vocabula-rium triUngue de Bento Pereira. El más antiguo de los diccionarios bilingües con el espaňol y el portugués no aparece hasta la segunda mitad del siglo xix, fecha muy moderna para que ocupe un lugar preminente en la história de nuestros diccionarios. Es el de Manuel do Canto e Castro Mascarenhas Valdez 60. EI empeno de los humanistas por dignificar las lenguas vulgares hizo que pronto éstas aparecieran en los diccionarios junto al latín, y que más tarde comenzara a haber repertorios bilingües sólo de lenguas vulgares. Sin embargo, su lexicografia monolingüe es más tardía, y las prime-ras obras extensas surgen a principios del siglo xvii, vinculadas también al latín por la preocupación etimológica. De este modo se cumple un amplio periodo iniciado con Nebrija, cuya importancia no sólo estriba, como tantas veces se ha seňalado, en haber dado entrada a las lenguas vulgares en la lexicografia —dejemos por un momento de lado la tradi-ción medieval todavía manifiesta en Alfonso Fernandez de Palencia—, 59 Véase lo expuesto por Frari2 Josef Hausmann, «Der 'Diccionario muy capioso'», citado, pág. 168. EL diccionario alemán-řrancés d? Levinü*. HuUísss « de N\ir«n\be?£, 1596, y el primers alemán-italiano es de 1605. 60 Diccionario espaňol-portugués el primero que se ho publicado con las voces, /rases, refranes y lucuciones [sic] usadas en Espaňa y America Espaňolas, en el lenguaje común antiguo y moderno, las ciencias y artes [...], 3 vols., Lisboa, Imprenta Nacionál, I y II, 1864, y III, 1866. 16 MANUEL AIVAR EZQUERRA sino también por el frecuente empeno —o necesidad— en proporcionar, junto al equivalente en la otra lengua, definiciones de la voz de la entra-da, actitud que puede rastrearse en la lexicografia bilingüe posterior, y que culminará en el siglo xvn con el nacimiento de los diccionarios mo-nolingües, en los que la definición ocupará la parte más importante del artículo. No quiere decir esto que los diccionarios bilingües de la época prescindieran de las definiciones: tendrá que consolidarse la lexicografia monolingüe para que la bilingüe se limite a facilitar las equivalencias, nadá más. Para el espaňol, la nueva etapa quedará fijada por la Academia con el Diccionario de Autoridades, por más que las correspondencias latinas pervivirán unos aňos en el interior del diccionario académico en un tomo, heredero del de Autoridades. Es después de ese primer reperto-rio de la Academia cuando surgen los diccionarios bilingües modernos (valga como ejemplo el de Capmany). Ésa es la evolución que-podemos observar en los repertorios léxicos de contenido extenso, si bien ya en el siglo xvi el espaňol cuenta con vocabulanos técnicos y glosarios de obras literarias de carácter monolingüe, ajenos a la tradición iniciada en la Edad Media y que supo inflexionar Antonio de Nebrija. Los inicios de la lexicografia monolingüe están marcados no sólo por la presencia de repertorios de carácter técnico, de pequeňas dimensio-nes por lo general, sino también por los de carácter etimológico, cuya extension es algo mayor: antes de 1601 debía estar finalizado el aún inédi-to Origen, y Etymológia, de todos los Vocablos Originales de la Lengua Castellana del médico cordobés Francisco del Rosal 61, y en 1611 se había publicado otro de los monumentos de nuestra lexicografia, el Tesoro de la lengua castellana o espaňola de Sebastián de Covarrubias. La importancia de la obra de Covarrubias ha sido descrita de una manera breve e inmejorable por Manuel Seco: El Tesoro de la lengua castellana o espaňola es, según universal con-senso, una de las Haves imprescindibles para todo el que quiera acercar-se al conocimiento de la lengua y la cultura espanolas de las décadas en torno al ano 1611, y un abigarrado mosaico de noticias que le su-mergirán en los saberes, las creencias y el vivir espaňoles de aquellos comienzos de siglo 62. 61 Para su vida y obra véase Enrique Gómez Aguado, Francisco del Rosal Q1537-16J3?), lexicógrafo y humanista, tesis doctoral leída en la Universidad de Granada, 1989. 62 «Covarrubias en la Academia», Anales cervantinos 25-26, 1987-1988, págs. 387-398: la cita procede de la primera. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 17 Y eso es asi porque Covarrubias anade a la orientación etimológica de su obra una vastísima colección de informaciones tanto linguísticas como enciclopédicas 63, pues la etimología no es sino la excusa para explicar el nombre de las cosas y hablar de las cosas mismas: ínstruye sobre la lengua (las lenguas) y la realidad. Cuando Covarrubias decidió componer su Tesoro no pretendía hacer un diccionario general de la lengua, sino un repertorio de carácter etimo-lógico aunque con explicaciones de cualquier tipo, pues le movía un afán enciclopédico por abarcarlo todo M, de donde surge su enciclopedismo, debido, al menos en lo referente a la antigüedad clásica, al gusto barro-co 65. Es precisamente eí espacio concedido a las explicaciones etimológi-cas lo que nos parece hoy menos científico, o acertado, por haberse ali-neado con \os que creían en su época que ei espaňol procedía del hebreö. Por la cantidad de informaciones y de citas que contiene el Tesoro hemos de afirmar que la labor de Covarrubias fue inmensa, proporcio-nando valiosisimos datos. Su erudición no era tan grande como a primera vista pueda parecer, ni se aproximaba a la humanistica de su época, pero šupo manejar y sacar un excelente partido de cuantas fuentes utilizó. La justa valoración de su tarea tardó en producirse pese a que sirvió de fuente para otros repertorios monolingues y bilingües. El reconoci-miento definitivo del Tesoro Ilegó cuando los primeros académicos redac-taron el Diccionario de Autoridades, lo que también supuso su obscureci-miento. 63 Cf. Dolores Azorin Fernandez, «La labor lexicográfica de Sebastián de Covarrubias», Revista de la Asociáciou Europea de Profesores de Espaňol, 36-37, 1989, págs. 81-90, y en especial la pág. 83. 64 Cf. Margherita Morreale, «Virgilio en el 'Tesoro' de. Sebastián de Covarrubias», BRAE 68, 1988, págs. 203-273, y en especial la pág. 205. Esla autora es de la opinion de que Covarrubias si queria redactar un diccionario global de la lengua {ibidem, pág. 211). Antes Juan M. Lope Blanch habia escrito en «Los indoamericanismos en el Tesoro de Covarrubias» (NRFH 26, 1972, págs. 296-315; recogido en Estudios de história lingiiística hispáni-ca, Madrid, Arco Libros, 1990, págs. 153-174, por donde cito): «el Tesoro de Covarrubias (1611) puede sei considerado ei primer diccionario etimológico general de la lengua castella-na digno de tal nombre. aunque tal vez el calificalivo que mejor le correspondería sea el de enciclopédico» (pág. 155). 65 Véase Margherita Morreale, «Virgiíio en el 'Tesoro' de Sebastián de Covarrubias. índice de los lemas y remites al Calepíno», en BRAE 69, 1989, págs. 327-336, en especial la pág. 330. xxii, 1. — 2 18 MANUEL ALVAR EZQUERRA Después del Tesoro de Covarrubias no sale a la luz ninguna obra general monolingüe en espanol durante el siglo xvn. Habrá que esperar más de cien aňos para que se funde la Academia y dé a la imprenta los seis magníficos volúmenes de su primer diccionario, conocido como Diccionario de Autoridades 66, porque cada voz iba autorizada por la cita de varios autores clásicos, aunque no era condición necesaria para que se incorporase la palabra, pues bastaba con que tuviese uso en la lengua, actitud más permisiva de lo que se piensa habitualmente gracias a la cual la Institución ha alcanzado un prestigio y respeto de que no gozan las Academias de las lenguas de nuestro entorno. En palabras de Samuel Gili Gaya 67, la Academia Espaňola, a pesar de que por definición y por practica representa el lenguaje selecto de los doctos, nos va a demostrar desde su primer diccionario la escasa con-sistencia que tiene entre nosotros toda diferencia interna entre lo popular y lo sabio, entre lengua escrita y lengua hablada. Había voces que no necesitaban ir autorizadas por un escritor reconocido, pues bastaba con que su uso fuera común y corriente 68. De esta manera, de las 42,500 entradas que tiene el diccionario, más de 1,400 son dialectalismos o regio-nalismos 69, tendencia que ha seguido manteniéndose hasta nuestros días, incluso acrecentándose en otros muchos, en especial americanismos 70. No obstante lo dicho, Gili Gaya opina que la Academia no supo conti-nuar su empuje iniciál, y aunque con algunos altibajos, las ediciones abre-viadas de los siglos xvm y xix andan siempre rezagadas, no sólo respecto a la lengua hablada y al uso literario, sino también respecto al nivel que Su título es el de Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, losprover-bios o refranes, y otras convenientes al uso de la lengua, Madrid, 1726-1739: existe un facsimil moderno, Madrid, Gredos, 1963, y varias reimpresiones posteriores. 67 La lexicografia académica del siglo XVIII, Oviedo, Universidad, 1963, págs. 17-18. 68 Cf. Manuel Alvar Ezquerra, «Los prólogos del Diccionario académico: nomenclatura específica y microestructura», RFE 63, 1983, págs. 205-222. 69 Véase Aurora Salvador Rosa, «Las localizaciones geográficas en el Diccionario de autoridades», LEA 7, 1, 1985, págs. 103-139. 70 Cf. Manuel Alvar Ezquerra, «La recepción de americanismos en los diccionarios generates de la lengua», en Humberto Lopez Morales y Maria Vaquero (eds.), Actas del I Congreso Internacionál sobre el Espaňol de America, San Juan, Puerto Rico, del 4 al 9 de octubre 1982, Madrid, Academia Puertorriqueňa de la Lengua Espaňola, 1987, págs. 209-218. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 19 en sucesivas etapas va alcanzando en cada momento la ciencia lingüistica. Es preciso llegar al siglo actual para que la Academia se abra con amplitud creciente al americanismo y al neologismo. Una vez concluido el Diccionario de Autoridades los académicos deci-dieron hacer una nueva edición corregida y ampliada, de la que sólo vio la luz el primer torno 71. Como este trabajo era lento y se había agotado la obra, decidieron aligerarla de citas y publicarla en un solo volumen 72 mientras se continuaba con la corrección. Asi fue preciso actualizar y reimprimir una y otra vez el diccionario en un volumen, hasta que se decidió abandonar el trabajo de revision del de Autoridades cuando se había llegado a la P, antes de publicar la sexta edición en un solo volumen (1822). Esta šerá la obra que conoz-camos como Diccionario de la Academia, de la cual ya se han publicado veinte ediciones, sin contar las espurias. La entrega vigente, la vigésima, ha presentado la obra por vez primera en dos volúmenes 73. Con el Diccionario de Autoridades la Academia consiguió proporcio-narnos un instrumento útil y moderno para el conocimiento de la lengua, actualizado en las repetidas salidas de la obra. Y también logró moderni-zar la ortografia espaňola, fijándola definitivamente, a falta de ligeros retoques posteriores. El repertorio oficial ha ido cambiando a lo largo de los doscientos aňos de vida que tiene, no de otro modo se explicaría la vigencia en tan dilatado transcurso de tiempo, y ha sabido ir acomodándose a las nuevas realidades, tal vez, por cautela, con mayor retraso del deseable, si bien en el Diccionario manual e ilustrado de la lengua espaňola 74, se registran voces con una mayor amplitud de criterios que en el diccionario grande, eliminando a la vez aquellas paiabras anticuadas o que han caído en desuso; para que no existan dudas sobre la admisión de voces en el repertorio oficial, y para seňaiar la mayor permisividad que hay 71 Diccionario de la Lengua Castellana, Madrid, Joaquin Ibarra, 1770, letras A-B. 72 Madrid, Joaquin Ibarra, 1780. Existe una edición facsimflar, Madrid, Real Academia Espaňola, 1991, con una «Introducción» de Manuel Seco en la que se expone la história externa e interna del nacimiento del diccionario en un solo tomo. 73 Madrid, Espasa Calpe, 1984. Sobre esta entrega, véase Manuel Alvar Ezquerra, «Ante la vigésima edición del DRAE», Libros 42-43, agosto-septiembre 1985, págs. 3-10. 74 Madrid, Espasa-Calpe, 1927; la tercera edición tiene 6 vols, y se ha publicado en forma de fascículos entre 1983 y 1985, y la obra completa en Madrid, Espasa-Calpe, 1986; la ultima, de nuevo en un solo volumen, ha aparecido en Madrid, Espasa-Calpe, 1989. 20 MANUEL ALVAR EZQUERRA en el pequeňo, los términos que aparecen en el Manual y que no figuran en el otro llevan una seňal especial. Faltan en el repertorio oficial de la lengua muchas voces de carácter científico y técnico, pues no es un diccionario especializado, sino de tipo general. Allá por el siglo xvm tenia la Institution el deseo de recopilar un diccionario técnico que nunca se culminó, tal vez porque el P. Esteban de Terreros y Pando compusiera el suyo, el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana 75, uno de los grandes diccionarios de la lengua, y de los que menos atención ha despertado. El siglo xix conoce la aparición de los diccionarios enciclopédicos en los que se mezcla la information lingüistica con la no lingüistica, en el afán de hacer cada dia repertorios más grandes y con el mayor numero posible de datos 76. Todos ellos se aprovechan de la labor desarrollada por la Academia, reimprimiendo la ultima edition del diccionario oficial con muy pocas alteraciones. Otras veces los autores de repertorios vuel-ven sus ojos hacia lo que se hace en otros países, especialmente en Francia, bien conocida por la cultura espaňola en estos aňos. El final de los diccionarios enciclopédicos estuvo marcado, por una parte, por la aparición de las enciclopedias, entendidas en un sentido moderno, en los Ultimos aňos del siglo, y, por otro lado, por la publication de obras que los copiaban descaradamente. De entre los numerosos diccionarios impresos durante el siglo xix, y fuera de la actividad desarrollada por la Academia, aún cabe destacar los de Vicente Salva 7?. El segundo de sus diccionarios monolingües, el Nuevo diccionario de ia lengua castellana 78, sigue tomando como mode-lo la obra de la Academia, pero es tal el numero de modificaciones intro-ducidas (unas veinte mil según Salva) que podemos considerarlo como una obra original. En él queda reflejado el interés que sentía Salva por el léxico y las multiples anotaciones que había hecho a lo largo de cuaren- 75 4 vols., Madrid, Viuda de Ibarra, y el t. IV de Benito Cano, 1786-1793; existe un facsimi] con presentación de Manuel Alvar Ezquerra, Madrid, Arcos Libros, 1987, y una reproducción en microfichas, Barcelona, ETD, 1988. 76 Véase Manuel Seco, «El nacimiento de la lexicografía moderna no académica», en sus Estudios de lexicografía, Madrid, Paraninfo, 1987, págs. 129-151. 77 Sobre nuestro gramático y lexicógrafo, véase Carola Reig Salva, Vicente Salva, un valenciano de prestigio internacionál, Valencia, Diputación, CSIC, 1972. 78 Paris, Vicente Salva, 1846. TRADICIÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 21 ta y seis aňos. Incluyó numerosos arcaísmos —con la pretension de hacer un diccionario total de la lengua— no pocos neologismos, y muchos re-gionalismos, en especial americanismos, siendo el primero de nuestros lexicógrafos que lo hace de una manera consciente e intencionada, pues para allegarlos se tomó la.molestia de escribir a varias personas del Nue-vo Mundo solicitando colaboración. Quedan sentadas de este modo las bases de lo que sería la lexicografia espanola del siglo xx: exactitud en el trabajo, extension de la obra, admisión de voces de otras épocas, de diversos niveles de lengua, de variada procedencia geográfica. Si Salva es el primero en conceder una decidida atención a los regio-nalismos, parece ser Manuel Rodriguez Navas, autor del Diccionario complete de la lengua espaňola 79, el primero en incorporar a un repertorio general en un solo tomo un buen numero de voces de carácter científico y técnico. Dentro de este panorama general hay que citar, aunque sólo sea de pasada dos nombres más, el de Roque Barcia, autor de varios repertorios lexicográficos, aunque de calidad escasa por más que su fama sea grande; y, por supuesto, el de Rufino Jose Cuervo, que concibió un moderno Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana 80, que to-davía no se ha culminado. Los principios que guían la lexicografia de nuestro siglo podemos re-sumirlos en la exactitud y la calidad del trabajo, teniéndose muy presente la extension de la obra y el publico a que va destinada, lo que obliga a una reflexion sobre el trätamiento de los términos de diversas épocas, de distintos niveles de lengua y de variada procedencia geográfica, lo cual se hace constar en los prólogos —cada vez más técnicos— de las obras. La exactitud en el trabajo es precisa para que éste tenga calidad. Para que ello sea posible existen ciertas condiciones necesarias, unas lingüisti-cas, otras no. Entre estas ultimas han adquirido un papel determinante los medios técnicos, especialmente la informática, que va alcanzando poco a poco todas las redacciones lexicográficas (en nuestro pais han sido pioneros los diccionarios Vox). Los factores lingüisticos han obligado a que se reflexionara con seriedad sobre el contenido de los diccionarios, 79 Madrid, 1876; conozco la edición de Madrid, Saturnino Calleja, 1910. 80 Paris, I, 1886; II, 1893; de estos volúmenes existe un facsimil, Bogota, Instituto Caro y Cuervo, 1953-1954. 22 MANUEL ALVAR EZQUERRA surgiendo con ímpetu obras que se apartaban del orden alfabético consa-grado durante los siglos anteriores (como el Diccionario ideológico de Julio Casares 81 —que no es el primero en su género 82—, o el Diccionario de uso del espaňol de Maria Moliner 83 con el intento de agrupaciones lexemáticas), o los que ponen indicaciones sobre el régimen de las pala-bras y su uso (de nuevo el de Maria Moliner, o el Diccionario general ilustrado de la lengua espaňola 84 y su continuador, el Diccionario actual de la lengua espaňola 85, ambos de la serie Vox, con la indicación del contorno en las definiciones 86). En el contenido, los diccionarios actuales tienen presente al de la Academia, que recoge voces de todas las épocas, niveles de lengua y regiones (en especial a partir de la edición de 1925, en que su titulo fue fijado como Diccionario de la lengua espaňola), Los repertorios de nuestra cen-turia han ido prescindiendo de las voces y acepciones anticuadas para dar cabida al léxico más moderno (el esfuerzo más representativo es el de los citados Vox), a la par que se conferia un mayor espacio al vocabu-lario regional y dialectal (el de la Academia y los Vox son los diccionarios que contienen más voces de ešte tipo), dándose especial importancia al mundo americano, actitud que alcanza incluso a obras de menor extension o difusión (como el Pequeňo Larousse ilustrado 87). La terminológia científica y técnica se abrió paso en los diccionarios con Esteban de Te-rreros, después Capmany y Rodriguez Navas la perpetuaron, para que ya sea imprescindible en los diccionarios generales (el diccionario acadé-mico en menor medida, y en mayor los Vox). Todo ello ha hecho que los diccionarios consignen un gran numero de entradas —menos de las que dicen en su propaganda las editoriales—, siendo frecuente aproxi-marse a las 80,000 (los de la Academia, Maria Moliner o Julio Casares) y hasta las 100,000 (el Diccionario actual de la lengua espaňola, Vox). 81 Barcelona, 1942; 2.a ed., 8.a tiráda, Madrid, Gustavo Gili, 1977. - 82 Véase Io que dije en «Los diccionarios ideológicos del espaňol», Libros 24, 1984, págs. 14-18. 83 2 vols., Madrid, Gredos, 1966-1967. 84 Barcelona, Biblograf, 1987. 85 Barcelona, Biblograf, 1990. 86 Véase Manuel Seco, «El 'contorno' en la definición lexicográfica», en sus Estudios de lexicografia espaňola, citado, págs. 35-45. 87 Prácticamente todos los aŕios tiene una salida con alguna modificación del contenido. TRAD1C1ÓN EN LOS DICCIONARIOS DEL ESPAŇOL 23 A la par que han crecido los diccionarios generales, han surgido sus derivados, hasta constituir verdaderas colecciones o familias (como los Vox, o los de las editoriales Everest y Nebrija), a veces realizados aprisa y sin unos principios teóricos firmes, lo que hace que muchas obras no sean muy de fiar, tal como ocurre con los diccionarios de uso escolar, entre los que hay, cómo no, excepciones 88. Por otra parte, en nuestro siglo han menudeado diccionarios de la más variada indole, atendiendo a parcelaciones de la lengua (de sinóni-mos, de voces relacionadas, inversos, etc.) y de la realidad que nos rodea (repertorios especiales de todo tipo), dando continuidad a lo que fueron los primeros repertorios monolingiies, por más que ahora los haya tam-bién multilingües. Faltan, también es necesario decirlo, diccionarios con determinadas caracteristicas, como puedan serlo los basados en hechos de habla direc-tamente comprobados, o los ideológicos de tipo escolar, o los pedagógi-cos y de enseflanza del espanol como segunda lengua. Y queda por reme-diar uno de los mayores males que afecta a nuestra lexicografía: la falta de ejemplos de uso de las voces consignadas. En la história de los diccionarios con el espanol pueden verse diferen-tes etapas, no muy diversas de las que existen para los repertorios de otras lenguas: primero fueron los léxicos latinos medievales, luego vinie-ron los diccionarios de los humanistas con el latín y la lengua vulgar (con traducciones a otras lenguas, o con la adición de nuevas), a la par que circulaban los diccionarios multilingües. Más tarde surgieron las obras bilingües de lenguas modernas siguiendo los modelos de los anteriores. Después vinieron los repertorios etimológicos monolingiies, cuando ya se habran escrito glosarios de obras y vocabularios de carácter especiali-zado. En el siglo xvin surgen los grandes diccionarios de la lengua, en el xix aparecen los diccionarios enciclopédicos, y en el xx se diversifica la production, dando cabida en los diccionarios generales al léxico cientí-fico y técnico a la vez que a las hablas regionales. Manuel Alvaä Ezquerra Me remito a lo que expone Humberto Hernandez Hernánde2, Los diccionarios de orientation escolar, Tubinga, Max Niemeyei, 1989.