EL MANIFIESTO SCUM (1967) Vivir en esta sociedad significa, con suerte, morir de aburrimiento; nada concierne a las mujeres; pero, a las dotadas de una mente cívica, de sentido de la responsabilidad y de la búsqueda de emociones, les queda una –sólo una única– posibilidad: destruir el gobierno, eliminar el sistema monetario, instaurar la automatización total y destruir al sexo masculino. Hoy, gracias a la técnica, es posible reproducir la raza humana sin ayuda de los hombres (y, también, sin la ayuda de las mujeres). Es necesario empezar ahora, ya. El macho es un accidente biológico: el gen Y (masculino) no es otra cosa que un gen X (femenino) incompleto, es decir, posee una serie incompleta de cromosomas. Para decirlo con otras palabras, el macho es una mujer inacabada, un aborto ambulante, un aborto en fase gen. Ser macho es ser deficiente; un deficiente con la sensibilidad limitada. La virilidad es una deficiencia orgánica, una enfermedad; los machos son lisiados emocionales. [...] El hombre es un egocéntrico total, un prisionero de sí mismo incapaz de compartir o de identificarse con los demás, incapaz de sentir amor, amistad, afecto o ternura. Es un elemento absolutamente aislado, inepto para relacionarse con los otros, sus reacciones no son cerebrales sino viscerales; su inteligencia sólo le sirve como instrumento para satisfacer sus inclinaciones y sus necesidades. No puede experimentar las pasiones de la mente o las vibraciones intelectuales, solamente le interesan sus propias sensaciones físicas. [...] Egocéntrico absoluto, incapaz de comunicarse, de proyectarse o de identificarse, y avasallado por una sexualidad difusa, vasta y penetrante, es psíquicamente pasivo. Al odiar su pasividad, la proyecta en las mujeres. Define al hombre como activo, y se propone demostrar que lo es (demostrar que se es un hombre). [...] El efecto de la paternidad en las mujeres es convertirlas en hombres: dependientes, pasivas, abocadas a las tareas domésticas embrutecedoras, simpáticas, inseguras, ávidas de aprobación y de seguridad, cobardes, humildes, respetuosas con la autoridad de los hombres, cerradas, carentes de reacciones, medio muertas, triviales, estúpidas, convencionales, insípidas y completamente despreciables. La Hija de Papá, siempre tensa y temerosa, sin capacidad analítica, sin objetividad, valora a Papá y a los demás hombres con temor (respeto). Incapaz de descubrir el vacío tras la fachada distante, acepta la definición masculina del hombre como ser superior, y la definición de la mujer, y de sí misma, como ser inferior, es decir, como hombres, eso que, gracias a Papá realmente es. [...] La autoridad y el gobierno: El hombre, que carece del sentido de lo verdadero y de lo falso, carece de conciencia moral, (sólo puede ser producto de la capacidad para ponerse en el lugar de los demás) carece de fe en su yo inexistente, es necesariamente competitivo y, por naturaleza, incapaz de cooperar, siente la necesidad de una guía y de un control procedente del exterior. Por lo tanto, inventa a las autoridades –sacerdotes, especialistas, jefes, líderes, etc.– y al gobierno. Quiere que la hembra (Mamá) le guíe, pero es incapaz de prestarse a ello (después de todo, él es un hombre), quiere desempeñar el papel de la Mujer, usurpar su función de Guía y Protectora, se encarga de que todas las autoridades sean siempre hombres. No existe ninguna razón para que una sociedad formada por seres racionales capaces de cooperar entre sí, autosuficientes y libres de cualquier ley o condición natural capaz de obligarles a competir, deban tener un gobierno, leyes o líderes. [...] La filosofia, la religión y la moral basados en el sexo: La incompetencia del hombre para relacionarse con los demás o con las cosas es causa de que su vida carezca de objetivos y sentido (según el pensamiento masculino la vida es un absurdo), así inventa la filosofía y la religión. Está vacío, mira hacia afuera, no sólo en busca de una guía o de un control, sino también de la salvación y del sentido de la vida. Le resulta imposible realizar la felicidad en la tierra: inventó el Cielo. [...] La religión no solamente brinda al hombre un fin (el Cielo) y ayuda a mantener a la mujer ligada a él, además presenta rituales mediante cuya práctica el hombre puede expiar la culpa y la vergüenza experimentada por no ser capaz de defenderse suficientemente contra sus impulsos sexuales; en especial, se trata de la culpa y la vergüenza de ser hombre. […] La competencia, el prestigio, el status, la educación formal, la ignorancia y las clases sociales y económicas: Obsesionado por ser admirado por las mujeres, pero sin poseer ningún mérito intrínseco, el hombre construye una sociedad artificial que le proporciona una apariencia del mérito a través del dinero, del prestigio, de la clase social alta, los títulos, la posición y el conocimiento, relegando en lo más bajo de la escala social económica y educacional a la mayor cantidad posible de hombres. [...] Imposibilidad para la conversación: Dada la naturaleza totalmente egocéntrica del hombre y su incapacidad para contactar con el exterior, su conversación, si no versa sobre él mismo, es impersonal, monótona, despojada de cuanto posea un valor humano. La conversación intelectual del hombre es un intento forzado y compulsivo para impresionar a la mujer. [...] «El gran Arte» y «la cultura»: El artista hombre intenta compensar su incapacidad para vivir y su impotencia para ser mujer, construyendo un mundo sumamente artificial en el cual él es el héroe; es decir, despliega las características femeninas; y la mujer queda reducida a roles limitadísimos, de insípida subordinada, en una palabra, queda reducida a hacer de hombre. El fin del arte masculino no es comunicar (puesto que el hombre es un ser vacío, nada tiene que decir), sino disfrazar su bestialidad; recurre al simbolismo y a la oscuridad (temas profundos). La mayoría de las personas, sobre todo las cultivadas, carentes de confianza en sus propios juicios, humildes, respetuosos de la autoridad (la traducción adulta de la frase Papá sabe más es: El crítico entiende), aprenden fácilmente que la oscuridad, la evasividad, la incomprensibilidad, la ambigüedad y el tedio son las señales de la profundidad y de la brillantez. [...] Si todas las mujeres abandonaran a los hombres, se negaran a tener algo que ver con cualquiera de ellos, todos los hombres, el gobierno, y hasta la economía nacional se hundirían sin remedio. Incluso sin dejar a los hombres, las mujeres conscientes del alcance de su superioridad y de su poder sobre ellos, podrían adueñarse de todo en pocas semanas y someter totalmente a los hombres. En una sociedad sana el macho trotaría obedientemente detrás de la mujer. El hombre es obediente, se somete con facilidad al yugo de cualquier mujer empeñada en dominarlo. El hombre, de hecho, desea desesperadamente someterse a las mujeres, vivir bajo la autoridad de su mamá, y abandonarse a sus cuidados. Pero no vivimos en una sociedad sana, y la mayoría de las mujeres no tienen la menor idea de la verdadera relación de fuerzas. [...] El conflicto, pues, no se produce entre mujeres y hombres, sino entre las SCUM –las mujeres dominantes, libres, seguras de sí mismas, mordaces, violentas, egoístas, independientes, orgullosas, intrépidas, libres, arrogantes, que se consideran capaces para gobernar el universo, que han luchado contra viento y marea hasta alcanzar los límites de esta sociedad y están dispuestas a desenfrenarse y barrerlos– y las Hijas de Papá amables, pasivas, complacientes, cultivadas, educadas, dignas, subyugadas, dependientes, asustadas, grises, angustiadas, ávidas de aprobación, desconcertadas ante lo desconocido, que quieren seguir revolcándose en la cloaca (al menos, les resulta familiar)... [...] La supresión del dinero y la institución completa de la automatización son objetivos básicos para todas las otras reformas de SCUM; sin ellas, las demás resultarían imposibles; con ellas, se producirán rápidamente. […] Una vez desmanteladas las finanzas, ya no será necesario matar a los hombres, se les arrancará el único poder que tienen sobre las mujeres psicológicamente independientes. […] Los pocos hombres que queden en el planeta podrán arrastrar sus días mezquinos. Podrán hundirse en las drogas o pavonearse travestidos, observar a las mujeres poderosas en acción, como espectadores pasivos, intentando vivir por delegación. También podrán ir al centro suicida del vecindario más próximo y amistoso para morir allí, en las cámaras de gas, de muerte serena, rápida, sin dolor. Antes de que se instituya la automatización, antes de que los hombres sean reemplazados por las máquinas, el hombre debe ser útil a la mujer. Deberán recibir sus órdenes, satisfacer sus más mínimos caprichos, obedecer cualquiera de sus exigencias, adoptar una actitud de perfecta obediencia a su voluntad, en lugar de esta situación perversa y degenerada de los hombres de hoy... [...] Los hombres irracionales, los enfermos, los que intentan defenderse contra su repugnancia, al ver a las SCUM CARGAR SOBRE ELLOS, aullarán aterrados y se aferrarán a la Gran Mamá de las Grandes Tetas, pero las Tetas no les protegerán contra la arremetida de las SCUM. [...] Sin embargo, los hombres racionales, no patearán ni pelearán ni armarán una lamentable pataleta; se quedarán mansamente sentados, relajados, gozando del espectáculo, dejándose llevar por las olas hasta su fatal extinción. Valerie Solanas