El significado del pazo en la novela Los Pazos de Ulloa Consideraciones acerca del referente espacial del pazo Soy muy consciente del hecho de que la proyección del espacio es una parte esencial a la hora de construir, y luego analizar una novela, ya que proporciona uno de los pilares en los que apoyarse y a través de los cuales transmitir nociones imprescindibles, pero me atrevo a expresar que en esta ejemplar novela de Emilia Pardo Bazán el espacio tiene un significado vital. La presentación del espacio en la novela de Los Pazos de Ulloa juega un papel importante, dado que a través de él la autora consigue encajar la historia dentro de su contexto y con una “simple” descripción de los espacios brinda mucha más información que ayuda a formar un marco más completo. En esta novela se presentan distintas clases de espacios que se podrían dividir en dos tipos principales: los de la ciudad y los del campo. Dentro de este último se pueden observar espacios más o menos concretos. Se describe la zona rural de Galicia en su conjunto, con sus pueblos, la naturaleza que los rodea, sobre todo los bosques, los huertos, pero por otra parte, cuando es preciso, se concretiza más y allí es a dónde quiero llegar, ya que se trata del espacio central de la novela: los Pazos, que pertenecen a Don Pedro Moscoso, al que llaman el marqués de Ulloa. Nada más empezar la novela, podemos observar la importancia del espacio que menciono, puesto que su descripción asienta las bases de la novela y presenta la historia. Todos los detalles sirven para entender mejor la historia y cuadrar todo lo narrado a continuación. A Julián, el cura al que asignaron servir como capellán de los Pazos de Ulloa, no le es fácil llegar a su destino. Por el camino pregunta a los viandantes por dónde se va y cuán lejos quedan los Pazos. Recibe una respuesta que en lugar de esclarecer sus dudas, lo deja aún más confuso. De esto podemos deducir que los Pazos quedan lejos de la ciudad, en una región apartada y que ni siquiera la gente de la zona tiene una noción exacta del tiempo y distancia que separa los Pazos de lo conocido. Un bocadito o la carrerita de un can son unas respuestas muy vagas. Julián sigue su camino y a medida que se va acercando a su destino, apenas se cruza con gente y parece que la naturaleza se va haciendo cada vez más la dueña de todo. Estas líneas nos proporcionan pistas acerca del aislamiento geográfico de la casa que naturalmente conlleva otro tipo de aislamiento, el social y cultural. La bienvenida que recibe Julián es poco amistosa, hasta se podría decir que hostil, tanto por parte del entorno como por parte de los habitantes de los Pazos. No en vano afirma Julián ¡Qué país de lobos!, mientras intenta encontrar la casa. No es el único momento de la novela en el que se realza lo apartado que están los Pazos. Cuando Nucha se pone de parto y hay que ir a buscar al médico, este tarda mucho en aparecer y por supuesto, no hay otro. De alguna manera, la gente de la zona está a merced de lo que hay, ya que no existen más alternativas. Algo parecido ocurre cuando Don Pedro va a buscar a una nodriza para su bebé; aquí podemos ver tanto el aislamiento geográfico, ya que tarda mucho en volver, como también una de las consecuencias del aislamiento social, dado que el señorito no pregunta, sino que coge lo que quiere, aunque se trate de seres humanos. Necesita una nodriza, pues se lleva a una. No respeta los derechos de los demás y vive anclado en costumbres de la época feudal. Al llegar Julián por primera vez a la casa, se le presenta un panorama sombrío. El caserón es enorme, todo oscuro, las ventanas sin vidrios... Da la sensación de hallarse en un lugar abandonado y todo esto se ve potenciado con el hecho de ser de noche. La primera estancia que ve Julián es la cocina que se describe como un lugar sucio que no se cuida, un lugar en el que se reúne todo tipo de gente, que sirve de punto de encuentro, en el que come y cena el señorito junto con los sirvientes y los perros de caza. Dice mucho esta realidad sobre el punto en el que se encuentran las relaciones entre el señor y sus sirvientes. En lugar de utilizar el salón para estos propósitos e insistir en mantener la casa ordenada y limpia, el señorito se conforma y se resigna a vivir de este modo, ya que resulta más cómodo no tener que preocuparse. A la mañana siguiente, al despertar, Julián puede ver el pésimo aspecto que tiene su alcoba y, más tarde, el resto de la casa. La habitación que ocupa antes acogía al abad de Ulloa y este jamás mandó que la limpiaran. Don Pedro le enseña la casa a Julián y al final acaban en la biblioteca, a la que el dueño llama el archivo de la casa; lugar donde se encontraban tirados de cualquier manera documentos legales y de contabilidad. Al proponer el cura que juntos podrían limpiar y ordenarlo todo, el señorito accede, pero se escaquea a la primera oportunidad. Julián, escandalizado por el trato de documentos tan sensibles, al final, consigue deshacerlos del polvo y de los insectos que se apoderaron de ellos. El estado del archivo representa la dejadez y el pasotismo del marqués, y es un reflejo del estado en que se encuentra toda la administración de la finca. El verdadero señor de la casa no es el marqués, sino Primitivo, que se ha ido aprovechando de la situación a costa de su señor hasta conseguir controlarlo todo. Sabe cómo tener contento a su amo, ya sea llevándolo de caza o dejando que se acueste con su hija Sabel (a la que, por cierto, no permite abandonar la casa y casarse con el gaitero). Al igual de cómo se apoderaron los insectos de los archivos, Primitivo, también como un insecto, se apoderó de la administración de la finca. Sabel, por su parte, también aprovecha las ventajas que le proporciona ser la concubina de Don Pedro, y junto con Primitivo lo manejan a su gusto. Se puede observar un gran paralelismo entre el estado de la casa, antaño un palacio solariego, hoy una ruina abandonada a su suerte, la cocina y la capilla por un lado, y el carácter de los personajes, incultos, rudos y controlados por sus instintos animales por otro. Si no se cuida una casa y se renuncia a cualquier intento de mejorar las cosas, uno no puede esperar que estas se mantengan en buen estado por sí solas. Lo mismo ocurre con las personas: si se les permite coger cada vez más sin rendir cuentas, es normal que se aprovechen de la situación y al final lleguen a dominarla. Otra observación que ofrece la casa en su calidad de referente espacial es la influecia que tiene en el carácter y el estado de ánimo de los personajes. En cuanto a los personajes del lugar, es decir, Don Pedro, Primitivo y Sabel, se intensifica su carácter y no les es posible cambiar. Son como parte del mobiliario de la casa, pertenecen allí y su personalidad está fijada. En lo referente a los personajes de fuera, que son Julián y Nucha, la fuerza destructiva de la casa consigue menguar su ánimo y arrastralos hasta el punto de tener pesadillas, sufrir ataques nerviosos, tener halucinaciones y vivir en constante paranoia. Esta, junto al deprimente aspecto del paisaje invernal y el mal tiempo, hace que el cura y la señora de los Pazos empiecen a sentirse como si los estuviera engullendo, la ven como una prisión. A Nucha, a pesar de ser consciente de que no es real, las murallas le parecen más gordas y la piedra más oscura, y no se atreve de salir de su habitación. Parece como si la casa tuviera vida propia y que es un espacio que posee un gran poder que no duda en desplegar sobre todos que la habitan. El único que al final, puede que gracias a la insistencia de Julián y Nucha, se encuentra en un punto intermedio, es Perucho. Muy a menudo se emplean las palabra huronera y madriguera para referirse a los Pazos, y dadas las circunstancias, no es de extrañar. La naturaleza, junto con la casa, representa a uno de los adversarios en la disputa por el poder. Al otro lado de la balanza está la educación, junto con la religión, que representan el progreso de la sociedad y la redención sucesivamente. Al final gana la naturaleza, la gran inhóspita y cruel adversaria: Julián se ve obligado a escapar, Nucha muere y los niños quedan a merced del destino y del duro país de lobos.