Radka Cigáňová 449309 Lucía Etxebrria - Beatriz y los cuerpos celestes Nos encontramos delante de Beatriz y los cuerpos celestes que es una novela más destacada de escritora valenciana con raíces vascas Lucía Etxebarria. Se trata de su segunda novela con la que ganó el Premio Nadal en el año 1998. A primera vista parece como típica novela rosa, pero si entramos más en la profundidad, averiguamos que presenta también características posmodernas, rasgos de teoría queer y referencias a cultura de generación X. Ahora me gustaría describir el argumento muy brevemente a través del personaje principal. Como ya indica el título de la obra, la narración gira en torno a la protagonista llamada Beatriz, una chica joven que parece estar perdida en lo que se refiere a las relaciones no solo amorosas, sino también familiares, confusa de sí misma y de lo que siente en su interior. Después de pasar un par de años en Bretaña, decide regresar a Madrid reflexionando sobre su vida, sobre su novia Cat y acordándose de su amiga y compañera de clase Mónica a quien siempre consideraba su ídolo. No deja de pensar de una etapa de su vida antes de irse a estudiar a Edimburgo y nos mete directamente a aquella época llena de drogas, discotecas y de problemas familiares lo que desemboca en su colapso después del cual decide empezar una nueva vida en el extranjero. Al regresar a España intenta buscar a su amiga, pero revela que se encuentra en un centro de desintoxicación después de una sobredosis y la visita. Lo primero que llamó mi atención era el título de la obra, porque a mí me parece poco común y muy original, es decir, me interesó y desde el primer momento quería descubrir su significado. Ya en las primeras páginas Beatriz habla del cuerpo celeste relacionado con Mónica y dice: Hay materia que brilla en el universo, sí, esas estrellas que dan luz y calor, las gigantes rojas y las enanas amarillas; pero también hay materia oscura, agujeros negros, planetas enfriados, estrellas errantes, enanasmarrones, lunas desiertas y órbitas cementerio. Con esta metáfora se refiere al amor o a una persona amada que brilla en el universo, es decir, forma centro de nuestra vida y somos capaces de hacer todo para ella. Por otro lado, el amor tiene “sus agujeros negros“, o sea, aspectos negativos como, por ejemplo, la decepción. A continuación, por mera casualidad su novia Cat lee un libro sobre el universo, concretamente sobre la Órbita Cementerio «como se denomina a aquella a la que se envían los satélites cuando pierden su vida útil». En la vida real, se trata de una persona afín, porque Cat añade que se mueve a la misma velocidad de la Tierra. Bea en uno de sus muchos monólogos interiores compara las órbitas con «unos cachivaches enormes cuya labor principal era la comunicación, mudos, aislados para siempre, rodeados de un ejército de cachivaches similares que tampoco podrán comunicarse nunca más. Alucinante, ¿no?» y se recuerda a Mónica, con quien dejó de mantener contacto ya hace 4 años llegando a la conclusión: Que fui enviada al mundo con una misión: comunicarme con otros seres, intercambiar datos, transmitir. Y sin embargo, me he quedado sola, rodeada de otros seres que navegan desorientados a mi alrededor en esta atmósfera enrarecida por la indiferencia, la insensibilidad o la mera ineptitud, donde una nunca espera que la escuchen, y menos aún que la comprendan. A nuestro alrededor giran universos enteros, estrellas, soles, lunas, galaxias, aerolitos, grandes constelaciones, nubes de gas y polvo, sistemas planetarios, materia interestelar. Hasta basura espacial. Pero sobre todo, un silencio insondable que todo lo absorbe. Un vacío enorme y negro, una quietud indescifrable. Lo que es interesante es la técnica de la autora quien al principio explica qué significan estos cuerpos celestes, pero no de manera explícita, sino nos permite llevar dentro de la historia que desemboca en pensamientos y comparaciones de este carácter y revelarla poco a poco. Otras alusiones cosmogónicas las podemos encontrar en cuanto a la relación entre Bea y su madre Herminia Martínez y la compara de siguiente manera: «De la misma forma que el Sol rige a la Tierra, yo estaba regida por mi madre, era su planeta». Pero como Bea crecía la relación con su madre iba a deteriorase cada vez más lo que atestiguan también sus palabras: Sí, mi madre era mi sol y regía mi existencia. Pero el sol es menos estable de lo que parece; tiene estaciones y tormentas y ritmos de actividad, y las variaciones solares influyen directamente sobre sus planetas. El sol es agente de cambios terrestres: su brillo afecta a las temperaturas; sus rayos ultravioleta a los vientos y a la producción de ozono; sus tormentas de campos magnéticos y partículas subatómicas a las lluvias y la cantidad de nubes. De alguna manera, si el sol se enfada, si estalla en un bombardeo cósmico, la Tierra sufre el cambio de humor en su corteza. Mi madre cambió, y yo con ella. Además, la mala relación que tienen se nota en otras partes del libro como, por ejemplo, la madre la espera en el aeropuerto vestida de negro o siempre tiene comentarios negativos en cuanto al aspecto de su hija, etc. Tampoco se lleva bien con su padre quien de vez en cuando se emborracha a tal grado que no quiere ayudar a su esposa cuando tiene otro acceso de epilepsia, golpea a su hija, e incluso, intenta ahogarla por la causa de teñirse el pelo. Paradójicamente, al final es su padre quien le recomienda visitar a un especialista y le ayuda aclarar qué y a quién quiere. El tema del universo y la simbología cosmogónica representa un papel destacado también en la vida de Mónica, que comenzó a estudiar físicas y solía decir que quería ser astrónoma. La visión cosmogónica se refleja también en los títulos de dos capítulos Órbita cementerio que forma un capítulo introductorio y Luz desde una estrella muerta que, al contrario, cierra la narración. El resto de la obra está dividido en dos capítulos, pero de extensión más grande. Se trata del capítulo llamado La ciudad en ruinas que empieza con una pequeña introducción de la protagonista y sus motivos que la han llevado a la ciudad de Edimburgo donde estudiaba literatura inglesa y vivía con su novia Cat. Bea se identificaba mucho con Cat, ya que su madre estaba siempre malhumorada, su padre se murió y su hermana, su único apoyo, se casó y no mostraba interés por Cat. Sin embargo, ahora todo cambia, porque Bea abandona Edimburgo para poner sus pensamientos en orden y decidirse cómo debe continuar su vida. Tanto en Edimburgo como en Madrid intenta ponerse en contacto con Mónica, pero no responde a sus cartas ni a sus llamadas. Después de encontrarse con Charo, la madre de Mónica se entera de que está ingresada en un sanatorio tras ser drogadicta. El tercer capítulo gira en torno a todas las aventuras que pasó con Mónica y su novio Coco. Los tres se encuentran en la casa de Mónica, porque sus padres están de vacaciones de mallorca, por lo tanto, pasan todo el tiempo tomando drogas y traficando. Dado que Beatriz es fácil de influir, se deja manipular por parte de Mónica (Por ejemplo, cuando van a Metralleta y la pareja quiere que ofrezca anfetamina a otros adolescentes. Bea lo rechaza inmediatamente, pero al final lo hace por Mónica.) y se mete también en el mundo lleno de drogas. Bea es consciente de que empieza a sentir algo más hacia a su amiga, e incluso se besan, pero todas sus esperanzas están destruidas cuando Mónica se libera de las manos de Coco, pero no se arroja a los brazos de Betty, como llama a Bea cuando está cariñosa, sino a los brazos de su exnovio Javier en cuya casa se esconde después de estar perseguida por un comando de CEDADE. La protagonista vuelve a casa de sus padres cabizbaja y decepcionada del amor lo que más tarde influye su estado psíquico hasta tal punto que le diagnostican una depresión nerviosa y tiene que visitar al psiquiatra. Ya sabemos que en el último capítulo llega a la clínica para visitar a Mónica, pero después de esta experiencia llama a Cat, pero responde Aysla, una amiga suya y muy cercana. Sin embargo, esta vez Bea no se desanima y decide llamarle otra vez. En lo que toca a los temas que desarrolla Etxebarria, destacaría el tema de la adolescencia con la que está estrechamente ligada búsqueda de la propia identidad. Creo que cada adolescente pretende encontrar su lugar en la sociedad y conocer a sí mismo. Muchos de los lectores pudieran experienciar sensaciones similares como la protagonista y, por tanto, Etxebarria se dirige a gran cantidad de lectores y la historia de Beatriz les toque de manera muy especial y única, casi íntima. Solo hay pocos que realmente saben qué quieren y Beatriz es completamente distinta, porque debido a las relaciones turbulentas no tiene confianza en sí misma, no sabe a donde pertenece y además duda sobre sus inseguridades en cuanto a la orientación sexual, pero con el paso de tiempo dice: «Yo puedo amar a hombres y a mujeres. No distingo entre sexos». Así pasamos a otro tema al que se dedica la autora. Bea mantiene relaciones amorosas o solo de carácter sexual (Ralph) tanto con mujeres como los hombres sin depender de género. Hablando sobre el género, Bea derriba el estereotipo de géneros y opina lo siguiente: Los niños van de rosa, las niñas van de azul. Rosa es el color de los afectos. Azul el de los uniformes de trabajo. Monos de mecánico, trajes de azafata. Azul. Corbatas de ejecutivo, bolígrafos para hacer cuentas. Rosa. Cubiertas de novela romántica y cajas de bombones. Los hombres son racionales y las mujeres sentimentales. Se nace persona [...] ¿Qué aprendí en la facultad? ¿Qué escribía en mis trabajos? El concepto de género está sometido a manipulaciones sociales. Una convención impuesta. No asociada a factores biológicos. A la hora de identificarse a sí misma dice: En la calle nadie sabía si yo era chica o chico. Fue la última transgresión. La última transgresión. Cada delicado detalle de mi cuerpo puede ser interpretado o reinterpretado, según quiera ser mujer o persona. Mi vagina puede ser la puerta del placer o de la vida. Mis pechos, fuente de leche o puntos eróticos. Mi ombligo perforado puede ser un reclamo o la señal de una conexión futura entre mi vida y la de otro que dependerá de mí. Un factor importante es que asistía a un colegio para chicas y la ausencia de modelos masculinos en su vida. En mi opinión, lo dicho hasta aquí es el motivo por el cual toma drogas o pastillas. Para olvidarse de sus problemas con padres, de sus inquietudes interiores, de sus sentimientos, etc. En la obra se nombran también muchos aspectos de la llamada generación X o generación perdida, en concreto la autora se centra en la cultura característica para este grupo de personas y menciona, por ejemplo, moda grunge, géneros musicales entre los cuales destaca sobre todo punk, luego ska o indies y encontramos referencias a grupos como The Cure o The Prodigy. Merece la pena mencionar, que la novela posee rasgos autobiográficos de la autora, aunque no demasiados. Podemos decir que Etxebarria vivía un tiempo en Madrid de donde proviene la protagonista, también estudiaba filología inglesa, e incluso trabajaba como camarera de modo parecido como Cat. En cuanto al espacio, la obra tiene lugar en dos ciudades, o sea, en Madrid y en Edimburgo y Beatriz las compara de manera parecido como lo hace con Cat y Mónica: En Madrid habría saltado de la cama para ir a comprar la leche y el periódico, me habría acercado brincando al quiosco de la esquina y de camino habría ido esquivando a señoras paseando perritos de lanas, a parejas de adolescentes arrullándose como palomas, a niñas vestidas de uniforme que apurasen a saltitos traviesos la distancia hasta la parada del autobús. En Edimburgo, en cambio, la calle era un territorio helado e inhóspito donde resultaba imposible brincar puesto que el suelo estaba alfombrado de escarcha. Estas comparaciones están llenas de contrastes, por ejemplo, el ambiente de Madrid es más luminoso, pero Beatriz no está feliz en este sitio y, al contrario, Edimburgo es una ciudad lluviosa, cubierta por niebla constantemente, pero Bea se siente feliz y no piensa que Cat la utiliza sin quererla como lo hacía Mónica. Acerca del tiempo, seguimos la trayectoria vital de Beatriz dividida en dos períodos principales: antes de salida a Edimburgo y después, pero no la seguimos de manera cronológica, dado que la novela se caracteriza por numerosos saltos en la narración. Creo que la autora ha elegido una estrategia narrativa bastante interesante, puesto que no solo llama la atención del lector, sino también tiene que estar atento a lo largo de la lectura, es decir, es imposible caer en el aburrimiento. En definitiva, debido a que la narración resulta un poco caótica, el lector se ve obligado a pensar todo el tiempo. Para acercarnos al estilo de vida de los adolescentes la autora escoge el lenguaje lleno de jerga juvenil y vulgar (mi vieja, gilipollas, joder, follar, una puta vez, hijo de puta, yonqui, etc.) palabras tomadas del inglés (lounge, jungle, trance) o del latín (mater). La novela abunda en comparaciones (los ojos brillantes y una sonrisa que le atravesaba la cara como una cuchillada) y desde un punto de vista visual la autora utiliza las frases escritas en mayúscula con el propósito de hacer referencia a un grito («¿SE PUEDE SABER QUÉ DIABLOS TE HAS HECHO EN EL PELO? «»). A veces, la protagonista sumergida en sus pensamientos más profundos habla de sí misma en tercera persona del singular: «Le sentía a él como a la parte de mí que me faltaba, una Beatriz esencial que había perdido en un tiempo indefinido, hacía muchos, muchos, muchos años, en un paraíso perdido e infantil que no podría ya recuperar». Al final, diría que la novela Beatriz y los cuerpos celestes presenta un prototipo del libro que trata de enganchar, estimular y motivar al lector y consigue este propósito cien por cien. Aunque el argumento no es tan dinámico, la narración de Beatriz de carácter casi filosófico cautiva a primera vista. A pesar de que predomina el monólogo interior de la protagonista, Lucía Etxebarria logró evitar la monotonía de la obra.