Masarykova DSSwSS v Bm* FiiozoiiCKá fakulta, úsiŕednlJuWhovn» Pfir.č 52J&- ■ r ■ Sign , _____________^ A MODO DE INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA VASCA Luis Villasante, presidente hasta hace unos meses de la Real Academia de la Lengua Vasca, suelc contar que en un viaje por tierras de Espaňa, su compaňero de asiento en el autobus no pudo ocultar su extraňeza al ver que cstaba Icycndo un libro escrito en vasco, es decir, en un idíoma en cl que según tenia entendido «no se escribía». La anécdota cs seguramente extrema, pero no inve-rosímil. No es difícil cncontrarse con personas que muestran ante la lengua o la literatura vasca una ignorancia mucho mayor que la que cabría esperar. Esta situación hace aconsejable comenzar por algunas generalidades sobrc la lengua vasca o euskara que ayuden a entender aspectos dc su literatura, que pueden si no parecer sorprendentes. El euskara ha sido en tiempos históricos, y es hoy en día, una lengua hablada por una comuni-dad reducida que al parecer nunca ha rcbasado la cifra dc 600.000 o 700.000 hablantes. En la Edad — 7 — Media cubría la totalidad de las provincias vascas« excepto el extremo occidental de Vizcaya y la Ribera navarra, y durante unos siglos se extendió incluso por tierras de la Rioja Alta y del norte de Burgos. A partir de entonces el área de habla vas-ca ha disminuido sin cesar. El siglo XVIII perdió una buena parte de la llanada alavesa y cl XIX la Navarra Media. Hoy en día su territorio ha que-dado reducido a una buena parte de Vizcaya, la totalidad de Guipúzcoa, el valle de Aramayona al norte de Álava, la zona noroccidental de Navarra y todo el territorio de Euskadi Norte (o Pais Vasco-Francés, tanto da), salvo la aglomeración urbana formada por Bayona, Anglet y Biarritz. Además, mientras en tiempos históricos el idioma predominante, y en muchas zonas prácticamente exelusivo, en el área de habla vasca era el euskara, no puede decirse lo mismo de la época actual. Hoy en día el conocimiento del euskara en el Pais Vasco e incluso en la zona de habla vasca cs mi-noritario: sólo la cuarta parte de los habitantes del pais y algo menos de la mitad de los del área vasca conocen el idioma. Como causas principales de ešte retroceso se citan la represión y los masivos movimientos in-migratorios que ha suŕrido el pais a lo largo de los Ultimos cien aňos. En mi opinion, bašta ver la si-tuación del Catalan para concluir que dichos fac-tores no han podido ser determinantes. Esto no quierc decir que sean dcspreciables, pero me in-clinaría a pensar que hay otras cireunstancias —cl hecho de que el pais haya sido siempre deficitario — 8 — culturalmente, la relevancia casi nula de la cultura vehiculada por la lengua vasca, etc.— que han condicionado la situación actual mucho más de lo que sc piensa. Habría que aňadir a esto el tratarse de un idioma menor y radicalmente aislado, y el hecho de haber quedado al margen de la romani-zación —es decir, de la civilización, en cl sentido etimológico de la palabra—, extremos que parc-cen ser las causas determinantes del poco aprecio que por lo menos desde los albores de la Edad Moderna han mostrado hacia el idioma del pueblo las clases ilustradas del pais. La situación empeora si consideramos el uso de la lengua, que es, más que su conocimiento, lo que determina su impiantación y su peso real. Los únicos municipios de más de doce mil habitantes en los que el euskara es predominante en la calie son Azpeitia y Ondárroa. En todos los demás sólo una minoría más o menos exigua lo utiliza habitualmente. En los núcleos de población mc-nores la situación varia considerablemente de unos a otros, pero no son escasos los pueblos en los que la mayoría se expresa normalmente en castellano o francés. Solamente en areas netamen-te rurales, sobre todo de Guipúzcoa y Vizcaya, cl euskara cs el vehículo de comunicación mayori-tario. Oficialmente se achaca csta escasa utilización del euskara al gran numero de vascos que desco-nocen cste idioma absolutamente ininteligiblc para oídos románicos, lo que imposibilita su uso en presencia de no vascohablantes. Es evidente ^9 — que esta círcunstancia pesa de manera decisiva, pero no es menos cierto que es absolutamcnte normal encontrarse con vascohablantes que ha-blan habitualmcnte en castellano (o francés) entre ellos. Para poner un ejemplo, no son pocas las pcrsonas que hablan cuskara conmigo pcro ha-blan castellano entre si. Y es fácil observar en cualquier pueblo del pais a grupos de personas que hablan castellano y pasan al euskara para ha-blar a los níňos. Porquc una de las caractcrísticas de nuestra peculiar situación lingüistica es que, si bien el uso dť la lengua ha retrocedido notable-mente, se manticne por lo general la transmisión a los hijos, a! menos en Guipúzcoa y Vizcaya, sobre todo cn el caso de que tanto el padre como la ma-dre sean vascohablantes. De todas formas hay un factor que no puede ser pasado por alto en esta descripción general. El gran lingiiista G. de Humboldt, que visito el pais a comienzos del siglo XIX atraido por su lengua y que contribuyó no poco a la difusión de su noti-cia, pronosticó su desaparicion en el plazo de cien afios. Su vaticinio sc hubiera cumplido, aunque en un plazo mayor, de no ser por la eclosión a finales del siglo pasado del movimicnto nacionalista de Sabino Arana Goiri, para el que fue una tarca prioritaria rescatar la lengua nacionál del abando-no en el que se hallaba, y que consiguió imprimir al menos a una parte de sus seguidores una con-ciencia lingüistica que hasta el momento práctica-mente no existia. Dcsde entonces ha sido gente de ideológia nacionalista la impulsora y la base prin- — 10 — cipal dc la supervivencia de la lengua, y hay que buscar en la renovación del pensamiento nacionalista de los aňos sesenta cl motor del notable proceso de concienciación y recuperación lingüistica que se ha producido desde entonces en la población vasca. Este hecho, que en mi opinion es malo para el futuro del idioma, que debería ser, como en Cataluňa, patrimonio de nacionalistas y no nacionalistas, no puede ser ignorado. Hay que aňadir sin embargo que la circunstancia de que la minoría vasquista sea esencialmente nacionalista no quiere decir que el nacionalismo como tal, ni en su conjunto ni en ninguna de sus facetas mo-derada o radical, sea vasquista en la practica. De hecho, la lengua nacionál es para la ideológia o ideologías nacionalistas algo asi como la caridad para la Iglesia oficial: algo que se predica inevita-biemente, pero cuya falta de observancia se exeusa con indulgencia. Es fácil ver que esta situación se presta a todo tipo de hipocrcsías y posturas de-magógicas, y que supuestas actitudes de defensa de la lengua pueden ocultar su utilización y ma-nipulación partidista. Antes de pasar a hablar de la literatura pro-ducida en euskara tengo que referirme a una dis-cusión que surge periódicamente en los medios de comunicación del pais: qué es lo que hay que en-tender por «literatura vasca». El mismo Bernardo Atxaga se vio involucrado, muy a su pesar me imagino, en uno de los episodios de la estúpida polémica, en un debate televisivo reciente. Yo a! menos, y no soy desde luego el único que piensa — 11 — asi, no tengo inconvcniente en que también se uti-lice el término «literatura vasca» para designar la «literatura producida por ciudadanos vascos en castellano u otras lenguas» o la «literatura sobre "terna vasco"», entre otros motivos porque estas denominaciones son excesivamente largas. Aun-que la tendencia general en las lenguas es dar nombrcs distintos a conceptos dispares —y «literatura escrita en lengua vasca» y «literatura producida por ciudadanos vascos en castellano u otras lenguas» son conceptos bien dispares— no siemprc ocurre asi. Por ejemplo, es evidente que el término «ciencia» se refiere a conceptos muy diferentes según se aplique a la Quimica o, por ejemplo, a la Sociológia. Lo importante es no ol-vidar que por mucho que se dcnomine «ciencia» a la Sociológia, no por ello deja de ser lo que es. Con respecto a la «literatura vasca» quicro recor-dar, ademas, que «euskal literatura» —basta co-nocer los rudimentos del idioma para saberlo— sólo puede referirse a uno de los conceptos anteriores. Y una discusión que deja de tener sentido con el mero cambio de la lengua empleada para discutir no puede ser más que una cosa emincnte-mente bizantina. La história de la literatura vasca difiere nota-blemente de la de otras literaturas menores próximas en más de un aspecto. En primer lugar es relativamente tardía y no tiene una edad dc oro medieval. Por otro lado, como puede comprendcr el lector tras conocer las vicisitudes de la lengua que le sine de vehículo, ha sido una literatura — 12 — marginal que, según se ha seňalado repctidamen-te, nunca ha sido la expresión total de la vida del pueblo vasco. Por lo que respecta a la literatura de tradición oral que ha llegado hasta nosotros, hay una cicrta unanimidad en afirmar que aunquc no es excesivamente rica y variada, no por ello deja de tener un notable interes. La literatura escrita nace en el siglo XVI, esto es, en la misma época que la albanesa y otras literaturas europeas, coincidiendo con la difusión de la imprenta. Se inicia con un libro de poemas, impreso en Burdeos en 1545, del sacerdote bajo-navarro —cs deeir, de la parte de Navarra perte-neciente ai Pais Vasco-Francés— Bernard Deche-pare, una especie de breve Libro de Huen Amor de factura netamente popular, no exento de valor li-terario. Del mismo siglo es, aparte de otras obras menores, la traducción del Nuevo Testamcnto y eseritos calvinistas, realizada por un equipo diri-gido por Joanes Lei^arraga. Este ereó una lengua escrita supradialectal cuyo destinatario eran los vascos de la vertiente septentrional de los Pin-neos, que Juana de Albret, reina de Navarra, pre-tendía convertir al calvinismo. Sc trataba de un modelo admirable de lengua solemne y arcaizan-te, pero inviable como lengua de comunicación. Ello no ha sido obstáculo para que en las ultimas décadas haya sido propuesto como base del es-tándar literario por eseritores que parecen con-fundir lengua de cultura y excelsitud esotérica. El siglo XVII es una especie de edad de oro para la literatura vasca. Al calor de la renovación — 13 — impulsada por la Contrarrcforma se dio en Labore, que desde eiuonces pasó a ser algo asi como la Toscana vasca, una production en verso y prosa que en algunos casos alcanzó una calidad literaria y una altura intelectual relativamente notables, y que estableció un modelo de lengua normalizado de gran poder expresivo, a medio Camino eritre el cultismo exagerado y el populismo, y mucho más moderado que el de Leicarraga en la incorpora-ción de I .um is mos. Como ha mostrado Itziar Mit-xelena, este puňado de obras tenia un publico lector burgucs relativamente numeroso, residente en San Juan de Luz y zona de influencia, que go-zaba de una desahogada posicion económica deri-vada de la floreciente actividad pesquera en Te-rranova, y una de cuyas aficioncs era la lectura. El maximo exponente de esta literatura escrita por clérigos es Pedro de Axular —que, por cierto, aparece dialogando con el protagonista en uno de los fragmentos más bellos de Obabakouk—, princípe de las letras clásicas vascas, que publico en 1643 su Guero, exhortación a no aplazar el arrepentimiento que recuerda, como se ha seňala-do repetidamente, la obra de fray Luis de Granada. A partir del siglo XVIII comienza un doble proceso que no se detendrá hasta finales del siglo pasado. Frente a un incrcmento cuantitativo constante de la producción escrita se da un em-pobrccimiento cultural de la literatura vasca acompaňada de una progresiva dialectalización del idioma literario. Asistimos a una reduction — 14 — funcional en la que el euskara se reserva casi cx-clusivamente para la instrucción religiosa del pueblo llano. No faltaron intentos para remediar esta situación. El más importante de éstos se debe al jesuita guipuzcoano Manuel dc Larramcndi autor de una apologia de la lengua vasca (1728), una gramática (1729) y un voluminoso dicciona-rio castcllano-vasco-latino (1745), obras con las que pretendia convertir el euskara en idioma de cultura. No consiguió su propósito, pucs las cla-ses ilustradas del pais continuaron utilizando el castcllano (o el francés) como medio de expresión escrita, pero su influjo fue decisivo para impuisar y dignificar notablemcntc la producción del Pais Vasco peninsular, hasta entonces prácticamente inexistente y calco servil de ínfimos originales castellanos. El que se extraňe de que fueran unas obras escritas en castellano las que consiguieran estos efectos no acaba de entender el estatus del euskara en aquellos tiempos. De hecho estoy conveneido de que era inviable escribir aquellas obras en euskara y de que si Larramcndi sc hu-biera limitado a escribir en la lengua del país su influjo en la literatura vasca hubiera sido prácticamente nulo. Se le ha reprochado también el naber llenado su diccionario de palabras inventadas, que sus seguidores, con muy buen criterio, no emplcaron en sus obras. Esto tampoco es del todo cierto. Los neologismos de Larramendi se Iimita-ron al campo del vocabulario eécnico o eulto, es decir, a términos que no se emplearon porquc no tenian sentido en los sermonarios, caiccismos y — 15 — devocionarios que, como hemos indicado, coiisti-tuían la practica totalidad de la producción en lengua vasca. En este sentido es significative; que lo poco que se eseribió en euskara en un registro más culto o técnico hasta comienzos de este siglo Heve la marca inconfundible del diccionario de Larramendi. La situación comienza a cambiar sustancial-mente hacia 1880. La producción estrictamente literám, que en los dos siglos anteriores se limita a media docena de títulos con alguna obra no ca-rente de interes, se increments ahora notable-mentě: la producción poética deja de ser un hecho esporádico, comienzan a cultivarse cl teatro y el periodismo, y se realizan los primeros ensayos en el campo de la prosa narrativa. El desarrollo de esta ultima es sin dudá el que presents mayores dificultades, sobre todo entre eseritores peninsu-lares. Comenzó en el ambiente folklórico de los Juegos Florales, que fueron también los grandes impulsores de la poesía, imitando los temas his-tórico-Iegendarios que hacían furor en la literatura vasca en castellano de la época. Se trataba en general de una prosa muy poco fluida, en la que sc hacía patente la ausencia de una tradición narrativa. Habría que aňadir a esto la falta de un publico lector, ya que los promotores de este movimiento literario no consiguieron cambiar los hábitos de los vascohablantcs, que no leŕan o leían en castellano todo lo que no fuese el devocionario o la literatura de cordel local. La irrupción del nacionalismo, que como he- — 16 — mos seňalado abrió nuevas perspectivas al futuro de la lengua, incidió notablemente en la trayecto-ria de la literatúra vasca. Como todos los nacio-nalismos, cl de Sabino Arana Goiri fue decidida-mente purista en cuestiones de lengua. Su intento de reforma fue de todos modos menos radical que cl de otros, como el estoniano Johannes Aavik, que consíguió además que sus «aberrantes» pro-puestas se impusieran en cl estoniano literario e incluso en el coloquial. Después de todo, lo único que hicicron Arana Goiri y sus seguidores fue dar a conocer un «euskara-ficción» muy similar al «griego-ficción» que sc inventó para erear toda la terminológia científica, y neologismos como senát o ikurriňa no difieren en su genesis de hiäróge-no o electron, términos estos Ultimos denostados en su día por helenistas como F. Egger, pero que no por ello dejaron de imponerse, como salta a la vista. Y es que, como seňala el lexicógrafo A. Rey, «10 o 100.000 técnicos e ingenieros que han de crear el discurso de su actividad pesan más que algunas decenas de terminólogos normalizadores y de criticos puristas, si estos Ultimos no disponen de medios de intervención eficaces». En el caso vasco las criticas (y las defensas) vinicron por el lado de la «incorrección» lingüistica de las pro-puestas de Arana Goiri. Es evidente que, tal como se plantcó la cuestión, la razón la tenían los que pensaban que los neologismos aranistas eranin-correctos. Pero no es menos cierto que la cuestión estaba mal plantcada en cl sentido de que la «co-rrección» de un término es, en principio, irrele- — 17 — vaňte para su utilización, al mcnos en las comuni-dadcs que no tienen la dcsgracia de estar contro-ladas por linguisías tradicionalcs. Esto no obsta para que las propuestas de la escuela araiiista fue-ran en general inviables por otros motivos: una reforma tan radical no podia llevarse a cabo sin controlar la enseňanza y los medio* de comunica-ción, ni con una masa de habitantcs analfabetos en su idioma vernáculo y de cscasa concicncia lin-güi'stica. Lo unico que se podia producir era un divorcio radical entre una exigua elite y la masa popular, que es lo que en parte ocuľrió. EI caso es que la mayor parte de la literatura vasca de la primera mitad de este siglo se eseribió siguiendo más o menos rigurosamente los dicta-dos de la escuela aranista, cuyo influjo es patente en casi todos los escritores del periodo, incluidos los escasos escritores no nacionalistas y algunos de Euskadi Norte, región que en príncípio habia quedado fucra de la influencia aranista pero que | de todos modos habia perdido totalmcnte la hegemónia de épocas pasadas. Esto supuso la ruptúra con la tradición litcraria anterior, que řue ig-norada porque estaba viciada por la influencia del espaňol, y la Hquidación del purismo larramen-diano, combatido, una vez más, por motivos de correccíón lingüistica que realmcnte ocultaban razones politicas: Larramendi era espaňolista para Arana Goiri y sus seguidores. Por lo demás, el nacionál ismo no tuvo mayores problemas en continuar el tradicionalismo de formas y contcni-dos de la etapa de los Juegos Florales, con lo que — 18 — la producción literaria vasca siguió por muchos aňos alejada de cualquier atisbo de modernidad. Lo mismo ocurrió con lo eserito en castellano (o francés) en los círculos nacionalistas o vasquistas que, claro está, continuó siendo abrumadora-mente más abundante. La valoración de lo producido bajo estas pre-misas no es tarea fácil. La poesía apenas avanzó hasta la llegada de la República, los autores teatra-les mostraron algo más de oficio y ambición, y lo mejor de la narrativa lo aportó Domingo Aguirre, un sacerdote de la generación anterior que no fue reciclado por el nacionalismo, recordado por dos novdas de corte perediano. La cuestíón, más que la calidad de lo producido, es que gran parte de esta literatura resultaba digamos «impresentable». Me refiero a la sensación de sonrojo o vergüenza ajena que invade al lector minimamente cultivado y con una cierta scnsibilidad hacia las convencio-ncs iiterarias cuando se enfrenta a muchas de las obras de aquel periodo —para mi la novcla/oíeř-xo de Echeita es emblemática en este sentido—, la sensación de encontrarse ante obras que estin fuera de juego. De todas maneras, las primeras obras creadas enteramente dentro de los nuevos presupuestos nacionalistas, sin los lastres de la generación anterior, no llegaron hasta la época de la República. Es entonces cuando, por primera vez en la história de las letras vascas, surge una generación de literatos conscientes de serlo y se promueve un movimiento cultural que trata de crear un publico lector que haga viable la nueva — 19 — production. Sc comenzó por la poesía, que con Lauaxeta, y sobre todo con Orixe y Lizardi, al-canza cotas de calidad no conccidas hasta cnton-ces cntre nosotros. Las secuelas brutales de la guerra civil abortaron este movimiento anres de que pudiera verse que podia dar de si en cl campo de la narrativa. Tras los aňos oscuros, en los que los supervi-vientcs consiguicron —y no fuč poco su mérito— mantener la bandera en alto, una nueva gencra-ción inicia en los afios cincuenta la rcnovación. Se trató de una rcnovación radical, que se propuso resolver todos los problemas pendientcs. En pri- J mer lugar el del purismo léxico, que fue implaca-blemcntc combatido —alegando una vez más ra-zoncs de incorrección que tuvicron gran cxito— por los elementos más radicales de la generación rcnovadora. La dcelaración de 1958 de la Academia de la Lengua Vasca apoyó en líneas generates estas posiciones —era desde lucgo lo más razona-bie en aqucllas dífícilcs circunstancías—, pero con un margen de ambigücdad suficicnte para que el problema no quedara totalmente zanjado, con lo que demostró a la vez una prudencia encomiable. El segundo de los problemas abordados fue cl de la creación de una lengua literaria unificada. A principios del prcsentc siglo la lengua literaria se hallaba dividida en cuatro dialectos, divididos a su vez en infinidad de variedades. Aunque los miembros más lúcidos del movimiento nacionalista de la preguerra, Luis de Eleizalde, por ej'em-plo, eran conscientes de los graves problemas de- — 20 — rivados de la falta de un estándar literario unifica-do, la escuela aranista como tal soslayó la cues-tión. Paradójicamente fue un vetcrano militante del Partido Nacionalista Vasco, Luis Michelcna, activista cultural en los aňos oscuros, maxima au-toridad mundial en linguistics vasca y una de fas personalidades intelectuales más sobresalientes que ha dado el pais en toda su história, quien por encargo de la Academia sentó las bases teóricas del estándar unifícado y fue dirigiendo, a partir de 1968, las diversas etapas de su establecimiento. De todas maneras, los que realizaron los primeros ensayos unifieadofes y propusieron las primeras medidas fueron miembros de la generación reno-vadora. Michelcna y la Academia trabajaron sobre esta base previa. El modelo propuesto, basado en un equilibrio entre el uso actual y la tradición literaria, fue contestado sobre todo por miembros de la vieja guardia nacionalista, pero fue aceptado sin mayores problemas por la gran mayoría de los implieados. Hay que seňalar que la actitud deci-aida del primer Gobierno vasco en favor de la umticación fue el paso decisivo para su consoli-dación definitiva. La tercera cuestión pendiente era la de la apertura de la literatura vasca a las corrientes ideológicas y literarias de la Europa contemporá-nea. Cuando la generación renovadora de la post-guerra micia su actívidad, el Pais Vasco real poco tenia que ver con la imagen que daba de él la ideológia vasquista oficial. Ya en la preguerra existieron problemas graves de sintonía entre es- — 21 — critores y Icctores, pero por los aňos cincuenta J sesenta el divorcio era alarmance. El híelo fu roto. no sin sufrir un fuertc desgaste, por el abi-1 garrado conjunto de escritorcs de diversas proce dencias y trayectorias lilerarias c ideofógicas que1, hemos dcnominado «generación renovadora», J los que sólo unía el rechazo de la línca oficial. Hayj que dcstacar entre ellos a Gabriel Arcsti, figuraí polémica, de personalidad (y obra) ideológica jn literariamcnte contradictoria, cuyo papel eomoj cabcza visible de la renovación radical que co-? mentamos supcró ampliamcnte en importancia la fáma que consiguió como poeta «social» dentro ya fuera del pars. Aresti fue además el guía o puntoj de referencia de una nueva serie de cscritores quel comenzaron su andadura en la segunda mitad de los sesenta y que consolidaron la entrada de la li-j tcratura vasca en la modernidad. Como resultado de todo cste proceso, los es-1 critores vascos disponían a principios de la décadai de los setcnta de un modelo de lengua bastantft normalizado y una literatura que era «como las demás», es deeir, que reflejaba la variedad dc tec-: nicas y asuntos de la literatura europea contem-! poránea. Por otra parte, esta normalizáciou, aun-que no evitó que siguieran viendo la luz libros impresentablcs, propició la publicación de una serie de produccíones poéticas e incluso narratí-vas dc una calidad indiscutiblemente superior y la j aparición de las primeras obras «exportables», enire las que destaca Ehun metro, novela brevc de Ramón Saizarbitoria, tradueida al cspaňol, ingles — 22 — e italiaiK), y que por falta de la adecuada promp-ción no tuvo en la peninsula el eco que merecia. Ésta es la situation con la que se encontraron los autores que comenzaron a escribir en los aňos setenta. De todos modos, no todo era positivo en el panorama. La unificación ofrecía un instru-mento de expresión literaria que era más eficaz que los modelos dialcctales, pero que presentaba inevitablemente cicrto grado de artiťicialidad y ri-gidez. Esto repereutía en el problema de prosa narrativa culta, que siempre ha sido el punto flaco de la literatura vasca. Se había aprendido a escribir más o menos correctamente, pero no a contar con un mínimo de soitura. Y había sobre todo el problema dc madurez reconocible en toda literatura que comienza su andadura. Bernardo Atxaga pertencce a ese grupo de escritores que comenzaron a publicar a principios de los setenta. Une a unas dotes literarias poco comunes una dedicación al oficio de escribir y una disciplina en el trabajo nadá corrientes. Todo ello unido a su agudeza ante los problemas de la literatura y cultura vascas actuates han hecho que su aportación a las letras vascas haya resultado hasta el momento literalmente crucial. Atxaga ha sabido, a través del estudio de la tradición literaria y de la sabia utilización dc los recursos de la narrativa popular dialectal, establecer la prosa narrativa más fluida y eficaz de la literatura vasca del momento. Por otra parte, ha logrado poner su notable conoeimiento de la literatura europea occidental al servicio de su lúcida comprensión del — 23 — quchacer literario, con lo que ha conseguido so~| bre todo en Obabakoak, su ultima obra, momen-1 tos de auténtica madurez creativa. No voy a pasar a comentar los aspectos ge-j ncrales de la obra que prologo. No era ésa mi in-j tención cuando acepté complacido el ofrecimicn-l to que se mc hizo de escribir esta presentación. Lal crítica, esa literatura sobre la literatura, se encar- j gará (de hecho ya lo está haciendo) del cometido. Sólo quisiera hacer, antes de terminar, algunas j observaciones- En primer lugar, decir al lector no ] avisado que no espere —que no tema, mejor—J encontrar en las siguientes páginas la tipica des-eripción de ambientes propia, al menos en el tó-1 pico, de las literaturas «nacionales», ni tampoco la j transeripción inmediata y mecánica de los aspec- j tos al parecer más noticiablcs de la realidad social 1 y nacionál vasca. Digo esto ultimo ante el rebrote, 1 en su variedad más mostrenca, de los viejos tópi- 1 cos sobre «la necesidad de compromise del literate con la situation social en la que vive* que se ha m dado entre nosotros últimamentc, y con la que 1 una parte de la delegación vasca sorprendió a los 1 asistentes a unos encucntros dc escritores cataia-nes, vascos y gallegos celebrados en Valencia hace l un par de aňos. De hecho Atxaga ha sido el bianco j principal de esta estrategia. Igualmente ha sido criticado, y por las mis-mas personas, por aceptar un premio nacionál de literatura espáňola. Píenso que no falta razón a los que eritiean la instítución dc los premios; tampoco les falta a los que la defienden. Por lo que res- -24- pecta a este premio en concreto, ha servido para revalidar la literatura vasca actual: por primera vez__y esto ha sucedido además en el campo dc la narrativa, no en el de la poesía—, una obra vasca compitiendo con las mejores obras del aňo de otras literaturas ha sido considerada por un cuali-ficado grupo de profesionales de la lectura y la crítica como la más destacable de todas ellas. No debemos olvidar que, como seňalaba Luis Miche-lena, gran admirador de la obra de Bernardo Atxaga, ■' kultur alorrean zcrbait sortzen dueň herriak beretzat eta bcsterentzat sortzen du eta, orobat, besterentzat sortzen ez duenak cz du beretzat ere sortzen», es deeir, «en el terreno cultural el pueblo que crea algo lo crea para él y para los demás y, asi mismo, el que no crea para los demás tampoco crea para él», Este es un reto de la literatura vasca actual. Todo lo demás es secun-dario. Ibon SARASOLA — 25 —