8 ÍNDICE slglas utilizadas en la anotación .............. 173 Introduction sinfónica.......................... 175 i. rlmas de las ediciones clásicas............ 181 ii. třes rlmas del «llbro de los gorriones» excluidas de las ediciones clásicas ....... 353 iii. rlmas no contenidas en el «llbro de los gorriones» ................................... 359 INTRODUCCION I APUNTES CARACTEROLÓGICOS Las biografías de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) — sobre todo los resúmenes biográfícos y las cronologías — son legión, y acerca de los sucesos principales de su vida el lector hallará información en cualquier parte. Por tanto, he preferido utilizar este primer apartado para aclarar al-guna postura personal de Bécquer que afecta a la elabo-ración e interpretación de las Rimas. He escogido dos temas: uno con el que se nos esbozará con mayor precision la figura que Gustavo cortaba en el mundo; y otro con el que se nos descubrirá su modo de acercarse a lo que acos-tumbramos a llamar el cielo. 1. El bohemio y el dandi En la rima VII vemos a Bécquer en un salón donde una seňorita elegante ha abandonado un arpa de cuyas cuer-das arrancaba en otro tiempo armoniosas notas. En la rima XVIII volvemos a verle en el salón dando el brazo a una dama «fatigada del baile», en cuyo palpitante seno, envuelto en leve gasa, se mece una flor. Mas la imagen de Gustavo Adolfo Bécquer que emerge de las páginas de esos 10 RUSSELL P. SEBOLD contemporáneos que dejaron apuntes sobre él es la de un bohemio, nada pulido ni habituado a la vida social del gran mundo, que andaba como soňoliento por el mundo debido a su total absorción en un ininterrumpido meditar poético; un hombre a quien no le importaban el dinero, el vestido, la comida, las formas sociales, ni la conversación con los prójimos, por tener la atención ocupada toda en otra esfera más remota, donde convivia con seres fantásticos de su invención. Eusebio Blasco le recuerda como «sombrio hasta la gro-sería, soňando despierto» y como «víctima de la prosa de la existencia». «Su conversación, como su persona — ana-tie— , era triste» '. Son crueles las reminiscencias de Narciso Campillo sobre el aspecto que Bécquer presentaba al apa-recer en publico: «Fue desgraciado, en lo que influyó no poco su carácter melancólico, altivo y descuidadísimo hasta en el aseo de su persona. Baste decir que la primera vez que vino a casa en Madrid, mi mujer le creyó un mendigo por lo sucio y mugriento. Estrenaba ropa, y en seguida la ponia llena de manchas y suciedad. Del capitulo del desaseo pudieran escribirse cosas originales» \ El desaseo de Gustavo repugnaba también a Julia Espin, la supuesta musa del autor de las Rimas, y según Manuel del Palacio, cuando los amigos la reprobaban por su dureza de corazón con él, respondía: «Tal vez conmoviera más a mi corazón si afectara menos a mi estómago» \ Sin dejar de tomar nota de la 1 Eusebio Blasco, «Gustavo Bécquer» (1904), en Gustavo Adolfo Bécquer, ed. de Russell P. Sebold (El Escritor y la Crítica, Persiles, 155), Madrid, Taurus, 1982 [1985], págs. 24-25. Narciso Campillo, Cartas y poesías inéditas de don Narciso Campillo y Correa dirigidas a don Eduardo de la Barra, publicadas con un prólogo por Leonardo Eliz, Valparaiso, Imprenta y Encuadernación Roma, 1923, pág. 27.- Everett Ward Olmsted, en Introducción a Legends, Tales and Poems by Gustavo Adolfo Bécquer, Boston, Ginn & Company, 1907, pág. xxii: «Perhaps he would move my heart more if he affected my stomach less.» Este es uno de varios datos que Olmsted recogió de su entrevista al poeta Manuel del Palacio («facts learned from conversation with Don Manuel del Palacio, since deceased»). INTRODUCCIÓN 11 pobreza de la indumentaria de Bécquer, Julio Nombela, otro amigo de su juventud, discrepa de estos testimonios: «Era aseado, pulcro, cuidaba su escasa y sufrida ropa — dice —, pero todo esto lo hada maquinalmente, más que por el qué dirán, que tanto preocupa a muchos, por un refinamiento que le estimulaba inconscientemente a honrar en su persona física y social su persona moral e intelectual» 4. Quiere decirse que la ropa en si no le interesaba; que no era más que una modesta metafora para engastar su sen-sibilidad de soňador poético. Pero Nombela si vuelve una y otra vez sobre esa perpetua distracción y falta de sentido práctico del autor de las Rimas, 2l los que aludía Blasco. «No se daba cuenta del tiempo ni del medio ambiente en que vivía —recuerda—; dispuesto siempre a trabajar, no buscaba trabajo, no sabía buscarlo» \ En otro capítulo de la misma obra Nombela escribe: «Su-mido en una constante y enfermiza somnolencia para todo lo material; sin sufrir el efecto de las privaciones; amable y bondadoso siempre aunque de un modo pasivo; con una paciencia y una resignación que rayaban en la santidad, parecía [Bécquer] seguir su marcha por el mundo como un automata» . El mismo Gustavo parece estar glosando estas lineas al escribir lo siguiente: «La mayor parte del aňo estoy como los niňos en el limbo, sin saber el día ni la hora en que me encuentro» 7. Confirmase finalmente esta abstrac-ción becqueriana de la realidad inmediata por la história del libro mayor que iba a convertirse en el Libro de los gorriones. La relata asi Francisco de Laiglesia, vecino y amigo de Gustavo: «Un amigo modesto, que oía todos los días sus disculpas, por no reunir ni coleccionar sus trabajos; que 1 Julio Nombela, Impresiones y recuerdos (Madrid, 1909-1911), se-lección recogida en Gustavo Adolfo Bécquer, ed. de Sebold, pág. 32. 5 Ibidem, pág. 29. Ibidem, pág. 31. Gustavo Adolfo Bécquer, «El Carnaval», Obras completas, Madrid, Aguilar, 1969", pág. 1095. En adelante, las referencias a esta edición se indicarán parentéticamente en el texto, en la forma siguiente: (OC, 1095). 12 RUSSELL P. SEBOLD creía posible que la falta de pluma y de papel justificase sólo la pereza de que se le acusaba, se presentó una noche en la tertulia del Suizo con un tomo comercial de 500 páginas, que Bécquer aceptó con gratitud» 8. Aňos después, Julia Bécquer, hija de Valeriano y sobrina de Gustavo, recordando su niňez en casa de su padre y su tío aludirá a las visitas de cierto «gran bohemio de aquel tiempo», las canciones románticas de «otro poeta bohemio» que pasaba por ahí y los apuros de esos artistas que «en sus vicisitudes de bohemios» venían a comer de gorra a la mesa de los hermanos Bécquer cuando éstos se encontraban ya en circunstancias algo menos desesperadas 9, y ninguna sorpresa causa que tales comensales se sintiesen atraídos hacia esa casa. Pero čcómo se compagina ešte perfil de bohemio con el papel de acompaňante de garbosas y galantes damas en los saraos del gran mundo que Gustavo desempeňa en ciertas rimas suyas? cNo son sino fícción, sin modelos en la realidad decimonónica, las referencias del autor de las Rimas a los salones, los bailes, los saraos de la alta sociedad? Pudiera pensarse que fuera asi. Volvamos a una página de Nombela que consultamos antes: «No sufría [Bécquer] la humillación de tener que vestirse de prestado para aparecer en los salones como los ricos, siendo pobre. En su misero albergue llena-ba su fantasia las cuatro paredes mal encaladas con cua-dros brillantes, con paisajes magnificos, evocaba salones es-pléndidos en los que bullian damas y galanes de otros tiempos» . Estos sofiados saraos de antafio son desde luego ricos antecedentes para páginas becquerianas tan inolvidables como aquellas espeluznantes en que se pinta la reunion de la noche de Difuntos en los salones del palacio gótico de los condes de Alcudiel, en «El monte de las Ánimas», pero Franciso de Laiglesia, «[La contemplación de Gustavo]», en Gustavo Adolfo Bécquer, ed. de Sebold, pág. 73- ' Julia Bécquer, «La verdad sobre los hermanos Bécquer. Me-morias», ibidem, pág. 42. '" Ibidem, pág. 29- INTRODUCCIÓN 13 no son pertinentes a la vida del Bécquer que se movía en el mundo decimonónico. Es sabido que Gustavo acudía a las reuniones musicales y literarias que se celebraban con cierta aspiración a la elegancia en casa de don Joaquin Espín y Guillen, padre de Julia y director del coro y de la banda militar del Teatro Real; mas el ambiente de esta tertulia era decididamente burgués. Y en las Rimas el tema de los bailes y las reuniones de buen tono se distingue, al contrario, por una nota inconfundiblemente sofisticada, re-buscada, aristocrática y cosmopolita, que recuerda los salones romanos descritos por Madame de Staěl en Corinne ou ľltalie, los bailes parisienses recordados por Alfred de Musset en sus versos, las reuniones elegantes de la capital espafiola aludidas por Larra en «La sociedad» y otros ar-ticulos, etc. El periodismo de Bécquer es todavia relativa-mente desconocido; sin embargo, consultando estos escritos se resuelve la falsa impresión que ha existido sobre la per-sonalidad social del poeta de las Rimas. Ello es que en el aparente bohemio, supuestamente antisocial y nada pulido, alentaba una fuerte fascinación por el absurdo pero sempiterno ritual de esa sociedad que acos-tumbramos a llamar distinguida; y de hecho Bécquer en-tendia de la táctica necesaria para moverse en esos finos campos de batalla. «Las damas que sahen recibir, pues ésta es la frase en uso —escribe Gustavo en «Revista de salones» —, son los verdaderos generales de la sociedad de buen tono, y en estas cualidades, počas o ninguna aventaja a la seňora duquesa de Fernán-Núňez, de cuya amabilidad y finura son testigos cuantos concurren a sus brillantes saraos» (OC, 1108) M. Acompaňémosle algunos minutos «en el per-fumado ambiente de un salón de baile», cuyos encantos, dice, «exigen, más que una revista, una crónica minuciosa y detallada» (OC, 1103). Veremos que describiendo a las " Sobre la amistad — o tal vez amores— de Bécquer con otra dama de rumbo, véase el fascinante artículo de Rubén Benítez, «Bécquer y la marquesa del Sauce», Anales de Literatura Espaňola (Alicante), num. 5 (1986-1987), págs. 13-24. 14 RUSSELL P. SEBOLD diosas que acudían a salones y teatros Gustavo de hecho rivalizaba con los autores de esas otras crónicas minuciosas tan caracteristicas de los Ultimos decenios del ochocientos, digo, las novelas realistas. Como los autores de éstas buscaba la objetividad del fotógrafo: «Entrando en el salón de baue nos asaltó el deseo de una cosa imposible de realizar, pero que sería tan agradable y tan cómoda. Dar a nuestra pluma las condiciones de una máquina fotografka...» (OC, 1110). Un buen ejemplo de este afán de objetividad llevado a la practica es su descripción de las damas que asisten a cierta función del Teatro Real, la cual es notablemente galdosiana, por decirlo asi: Unas lanzando chispas de luz de sus pupilas negras; otras entornando las largas pestaňas rubias como para defender sus adormidos y azules ojos de la enojosa claridad; éstas con los hombros desnudos redondos y más blancos que la blanca gasa que los rodea, de modo que no se sabe dónde acaba el seno y dónde comienza el tul; aquéllas con los cabellos ensortijados y cubiertos de perlas semejantes a una lluvia de escarcha, trenzados con flores o salpicados de corales, y todas ellas vestidas con esas telas diáfanas y ligerísimas que flotan alrededor de las mujeres como una niebla de color que las háce destacar luminosas y brillantes sobre el fondo de grana oscuro de los palcos, estaban alli la flor y nata de las notabilidades femeninas de la Corte: y las singulares por su hermosura, las que legislan en materia de modas, las que brillan por sus blasones, las que se distinguen por la alta posición que ocupan, las que merced a su dote fabulosa llaman hacia si la atención de los aspi-rantes a Coburgos; ninguna faltaba a la gran solem-nidad Urica. (OC, 1057.) AI citar este trozo becqueriano, aludí a Galdós por estar pensando en descripciones como la que sirve para introducir a doňa Pura en el capitulo I de Miau, donde a la vez se satiriza ese mismo género periodístico de las revistas de sociedad gracias al que ahora podemos ampliar nuestros conocimientos sobre la figura publica de Bécquer. INTRODUCCIÓN 15 He aqui los antecedentes que nos ofrece Galdós sobre el aludido personaje femenino: Veintitantos aňos antes de lo que aquí se refiere, un periodistín que escribía la cotización de las harinas y las revistas de sociedad, anunciaba de este modo la aparición de aquella dáma en los salones del Gober-nador de una provincia de tercera clase: «iQuién es aquella figura arrancada de un cuadro del Beato An-gélico, y que viene envuelta en nubes vaporosas y ata-viada con el nimbo de oro de la iconografia del siglo xiv?» Las vaporosas nubes eran el vestidillo de gasa que la seňora de Villaamil encargó a Madrid por aquellos días, y el áureo nimbo, el demonio me lleve si no era la efusión de la cabellera, que entonces debia de ser rubia, y por tanto cotizable a la par, literaria-mente, con el oro de Arabia. La «niebla de color» de Bécquer y las «vaporosas nubes» de Galdós vienen a ser en la practica la misma figura retórica; son los mismos el enfoque sofisticado y el ambiente — con la salvedad de que el novelista puede permitirse una mordacidad que no era posible en la prensa diaria, tratán-dose de grandes seňoras de Madrid — . Es de este mismo género la descripción que Gustavo ha dejado de las toilettes de la duquesa de Fernán-Núňez, la condesa de Guaqui, la marquesa de Villaseca, etc., en «Bailes y bailes» (OC, 1092-1093). Cuando nos toque consultar a Galdós sobre el arte de las Rimas, en el proximo capitulo, veremos que él y Bécquer poseían sensibilidades semejantes en más de un terreno literario. El artículo becqueriano «Bailes y bailes» contiene a la vez unas líneas que serían una perfecta puesta en escena para esa pareja formada por Gustavo y la seňorita envuelta en nubes de gasa y «fatigada del baile» que aparece en la ya mencionada rima XVIII. «A las cuatro se bailó el cotillón — apunta Bécquer — , con todas las figuras que han hecho de esta danza la síntesis de todas, con sus aditamentos de banderas, puertas de papel que rompen al pasar los bai-larines y demás caprichosas originalidades. Durante todo 16 RUSSELL P. SF.BOLD el sarao se sirvió un té elegante, que se convirtió, después de terminado el cotillón, en una espléndida cena» (OC, 1092). El ambiente de salón asoma asimismo en ciertas narraciones becquerianas de terna contemporáneo, en «iEs raro!», por ejemplo: «De pie, apoyada una mano en la causeuse de terciopelo azul que ocupaba la niňa rubia, y acariciando con la otra los preciosos dijes de su cadena de oro, hablaba con ella un joven, en cuya afectada pronun-ciación se notaba un leve acento extranjero» (OC, 329); y tampoco deja de acusarse en todavía otras rimas, verbi-gracia, en la XL, donde se trata de una ofensa que Gustavo ha recibido de cierta beldad traicionera: «...iAh bobos, / que sois de los salones / comadres de buen tono / y andabais por alii a caza / de galantes embroUos, / qué história habéis perdido, / qué manjar tan sabroso / para ser devorado / sotto voce en un corro, / detrás del abanico / de plumas y de oro!» (vv. 18-28). Para el entendimiento de la gestación de las Rimas, re-sulta igualmente sugerente otra clase de correlación que se da entre la vida del Bécquer dandi real y los amores del Bécquer poetizado que aparece en los poemas. Pienso en la rima LV, en la que Gustavo nos habla de su «adorada de un día», o sea una prostituta que le acompaňa en «el discorde estruendo de la orgia». Formando contraste con la ramera aparece en el mismo poema, a través de las evocaciones del poeta, otra más delicada y pura «flor» del bello sexo «que oculta crece / en un claustro sombrio» (rima LV, vv. 7-8). En el articulo «El carnaval», el contraste entre tipos femeninos es menos tajante, pero no deja de resultar curiosa esta confrontación, por otra parte similar, de objetos amorosos contrarius: «iA que no nos atreveremos en el bullicio de la orgia, con la cara tapada, que no nos hayamos atrevido en el silencio del perfumado boudoir con la cara descubierta?» (OC, 1097). cTenia Gustavo la cos-tumbre de quedarse en las mansiones de sus elegantes anfitrionas, después de la marcha de los demás invitados, para subir al boudoir con esas perpetuamente engasadas damas? (Lo cierto es que se asocia con las orgias la enfer-medad que afligió a Gustavo durante toda su vida de ÍNTRODUCCION 17 hombre maduro: quiero decir, la sifilis, aludida en la más famosa de las tres rimas del Libro de los gorriones que los primeros editores suprimieron: «Una mujer me ha enve-nenado el alma, / otra mujer me ha envenenado el cuer-po», etc.) Por el lado del dandismo del balance caracterológico que estamos haciendo, debe mencionarse la existencia de fo-tografías de cuerpo entero en las que Bécquer aparece ves-tido con la mayor elegancia, por ejemplo, las reproducidas en las láminas 91 y 95 del libro Bécquer de Montesinos 12. En ambas fotografias el corte del traje es muy fino, la corbata está atada con el mayor esmero, el retratado tiene una mano en el bolsillo del chaleco, segun se estilaba en los retratos de esa época, y en la otra tiene un sombrero de copa. En la segunda tiene el bastón asi como el sombrero en la mano derecha. Si es cierto lo que deda Campillo al asegurar que Bécquer destruía su ropa manchándoía en cuanto la estrenaba, debía de acudir siempre al taller del fotógrafo antes de la hora de la comida. dCuál fue, en fin, el atractivo del alegre y agitado ambiente de salón para el Bécquer bohemio, el Bécquer poeta puro, ese Bécquer que podía morar días enteros en el pais de los sueňos, sin acordarse siquiera del nombre de la calle en que tenia su vivienda? Pues bien, los vestidos de la ultima móda, la imponente decoración y mobiliario de los salones, las rebuscadas costumbres de la alta sociedad, los bailes, los juegos de naipes, lôs manjares de gusto cos-mopolita que caracterizaban a ese ambiente, eran para el autor de las Rimas las metáforas y galas estilísticas de otro lenguaje poético. Me refiero a observaciones becquerianas como la siguiente sobre el salón de baile: «Cuanto veis en él enciende en vosotros un fuego desconocido; hay en aque-11a atmosféra algo del ambiente que respiran los poetas en sus sueňos; nosotros, por lo menos, no entramos en esos '' Rafael Montesinos, Bécquer. Biografia e imagen, Barcelona, Editorial RM, 1977, págs. 255 y 258. RUSSELL P. SEBOLD dones sin que involuntariamente murmuren nuestros la-ios alguna reminiscencia poética» («Revista de salones, OC, 104). En efecto: hacia el principio de «Baues y bailes», aparecen is obligatorias comparaciones naturalistas de todo poema )mántico cursi para caracterizar a los concurrentes de edad erna y edad provecta que alternan en el salón: trátase, or un lado, de los que le recuerdan «las dulces maftanas e abril, regocijadas con el gorjeo de las aves, perfumadas an el aroma de las flores, doradas por los rayos de un sol ísplandeciente, cuyo ardor templan los halagos de las brisas mrmuradoras»; y por otro, de los que son como «las tardes esapacibles del otoňo, con el fúnebre rumor de las hojas ;cas que el cierzo arrebata y confunde en un torbellino e polvo, con el quejido del viento en las casi desnudas imas de los árboles, con el cielo triste, donde vagan las ubes de ceniciento color», etc. (OC, 1088). Bécquer estará ensando en el Canto a Teresa de Espronceda, asi como en ícontables poemas de Salvador Bermúdez de Castro, Gre-orio Romero y Larraňaga, Gertrudis Gómez de Avellaneda, rabriel Garcia y Tassara, etc., en los que se recurre al empre estremecedor contraste entre la naturaleza pri-íaveral y la naturaleza otoňal. En resumen, por diferentes que sean esos saraos medie-ales a los que asiste Gustavo en sueňos y los bailes del ran mundo madrileňo del ochocientos, tienen en común l hecho de que son en cada caso una forma de poesia. En )s textos citados aqui se aplica el término sueňo a unos y otros. La aclaración de ešte parentesco permite a la vez preciar en forma más precisa la unidad fundamental de is Rimas aun en esos momentos en los que se da lo que -según ahora sabemos— sólo a primera vista puede to-íarse por un viraje completo entre poemas de salón como )s citados aquí y esos otros en los que el sueňo histórico amántico lo lleva todo tras si. A la vista de estas consi-eraciones, puede apreciarse al mismo tiempo con mayor xactitud la esencial unidad que existe entre el enfoque lás histórico de las Leyendas y el menos histórico de las INTRODUCCIÓN 19 Rimas. Y quedan conciliadas, al fin y al cabo, varias visiones aexageradas del perfíl social del mismo Gustavo Adolfo Bécquer. 2. ESCEPTICISMO Y ULTRATUMBA Todo el mundo sabe que para Bécquer Dios, la poesía y la mujer ideal son en realidad un solo concepto, aunque a esta ultima también se la puede mirar como la vicaria de esa divinidad que es conocida alternadamente por los dos primeros nombres. Dice Juan Ramón Jimenez que «la poesía espaňola contemporánea empieza sin duda en Bécquer» , es más: puede decirse que empieza en Bécquer la religion del mismo Juan Ramón. Pues rinden culto a la misma divinidad estética, aunque usan palabras diferentes para nombrarla. En Dios deseado y deseante, el poeta de Moguer se une místicamente con la belleza suma que se le revela al contemplar el mundo; para Bécquer el principio metafísico universal, que informa todos los seres y fenó-menos naturales y humanos (rimas IV, V, VIII, por ejemplo) y que también es objeto de su contemplación, es esa ya mencionada divina poesía. El dios juanramoniano habita en su contemplador a la vez que está en todo el universo: «En todo estás a cada hora, / siempre lieno de haber estado lieno, / de haberme a mi llenado a ti mismo» ". En las Rimas la terminológia mística se aprovecha para representar el lazo entre el poeta y el «Espíritu sin nombre, / indefinible esencia» (rima V, vv. 1-2); y por fín, venciendo los titubeos del sevillano —que en la rima VIII contempla angustiado y a la vez extasiado el azul horizonte, la niebla dorada y las estrellas —, ese maravilloso enté acaba también por «lle-narle» a él, esto es, por ocupar también su castillo interior, según nos dice al final del poema indicado: Juan Ramón Jimenez, «Crisis del espíritu en la poesía contemporánea espaňola (1899-1936)», Polítka poetka, presentación de Germán Bleiberg, Madrid, Alianza Editorial, 1982, pág. 38. 11 Juan Ramón Jiménez, Dios deseado y deseante (Animal de fondo), ed. de Antonio Sanchez Barbudo, Madrid, Aguilar, 1964, pág. 121. 20 RUSSF.LL P. SEBOLD En el mar de la duda en que bogo ni aun sé lo que creo. Sin embargo, estas ansias me dicen que yo llevo algo divino aqui dentro. (rima VIII, vv. 19-23.) Pero čcuál es precisamente la duda que hostiga a Gustavo? čQué es aquello en que se le hace dificil creer? Acaso la mejor manera de contestar estas preguntas sea la de hacer otra: • n las mismas leyes que ella primero ordenó) ?2. Notese que tanto las leyes (la preceptiva) como la inspiración halm an en el seno de la naturaleza universal. En el espacio mm unscrito por tan poco limitantes límites se produce lo que habitualmente se llama espontaneidad en las obras de t reación. Por otra parte, el juego entre lo variable y lo invariable, entre la soltura y el rigor es una constante tanto en la obra poética de Bécquer como en su erítica. Hasta aquí hemos hablado de lo que Horacio llama arte, y Bécquer razón, pues bajo ambos nombres se trata de cierta mentalidad lógica, inherente al hombre natural desde su aparición en la história, la cual reflejando la proporción (l Por ejemplo, véanse los capítulos siguientes: «La filosofía de la llustración y el nacimiento del romanticismo espaňol», en mi libro Trayectoria del romanticismo espaňol. Desde la llustración hasta Bécquer, Barcelona, Critica, 1983, págs. 75-108, donde se trata tanto del neoclasi-cismo como del romanticismo: y «Hacia una definición del neocla-sicismo», en mi libro Descubrimiento y fronteras del neoclasicismo espaňol, Madrid, Fundación Juan March/ Cátedra, 1985, págs. 41-64. De esto he hablado asimismo en el prólogo a la ya citada edición de la Poética de Luzán, en el capítulo IV de mi libro sobre Cadalso, y en otros trabajos. 32 The Poems of Alexander Pope, ed. de John Butt, New Haven, Yale University Press, 1963, pág. 146. 42 RUSSELL P. SEBOLD que informa toda la naturaleza — cielo, tierra, y toda la jerarquia de seres conscientes— hace posible la imitación de todos estos órdenes en obras poéticas. Con alusión a la proporción paralela que se da entre mente humana y mundo, se deda en tiempos clásicos que el hombre era un pequeňo mundo, y el mundo un hombre grande, y de esa proporción compartida nació la idea de que con unas des-cripciones de la labor del literato seria posible reducir a arte, o sea reglas, preceptos —productos de la proporción universal, según se manifiesta ésta en la mente humana — , las prácticas necesarias para simular en mundos poéticos el orden y las leyes que rigen nuestro macrocosmo. En fin, arte, razón, reglas representan una cara de la naturaleza: su inclinación hacia el orden, y en el proceso creativo han de colaborar igualmente esta naturaleza proporcionante y esa otra naturaleza a la que Horacio, en efecto, llama naturaleza, y Bécquer inspiración. (En el caso de esta ultima naturaleza, se trata de la idea de la obra literaria, según el término utilizado al comienzo de este apartado, esto es, una vis-lumbre de una nueva ley natural, surgida las más veces de una percepción sensorial, según dejaremos explicar luego al propio Bécquer.) En mi artículo «Bécquer y la lima de Horacio» 33, explico cómo el Arte poetka de Horacio se ha recreado en miniatura en la rima III, y en mi nota a la estrofa final de ésta, en la presente edición, Hämo la atención sobre el notable pa-recido existente entre los versos del romano antiguo y el espaňol moderno en los que hablan de la necesidad de la más armoniosa asociación entre naturaleza y arte, o bien entre inspiración y razón, para la feliz elaboración del poema. Es constante a lo largo de la obra de Bécquer la preocu-pación por la interacción entre fantasia y entendimiento, según se llamaba a las correspondientes facultades del alma en los tratados clásicos de psicología, y asi šerá iluminativo En Insula, num. 422 (enero de 1982), págs. 1, 10-11; recogido después en mi ya citado libro Trayectoria del romanticismo espaňol, pági-nas215-225. Mu......on 43 m mi.u algunos ejemplos de cómo Gustavo caracteriza a 11 ■ \/>iti/iión y presenta la colaboración entre ésta y la razón, l>, > .uwlolos fuera de las Rimas para ampliar nuestros coli- ......mos de su pensamiento poético, y porque todos los .lr éstas que ataňen a dichas cuestiones quedan co- .......iiilos en nuestras notas. Mas primero tomemos nota ill que cl confidente de Gustavo en lo literario, Correa, nos In un.i vez más la razón al hablar, en su ya citado prólogo, ill In insustituible interrelación entre las dos naturalezas en • I pro« eso creativo de su íntimo y lamentado amigo: «... sus I.....liKciones están pensadas y eseritas con la razón y la iiiu^mación, que son [...] inseparables y como dos buenas li......nuts entre las que no hay secretos, ni odios, reinando li inpre armonia inalterable» 34. In los artículos de erítica literaria de Bécquer aparecen n i' rencias, ya a «la embriaguez de nuestra imaginación», \ i i «todas esas grandes ideas que constituyen la inspira-ción» (OC, 1069, 1193; la eursiva es mía); y lo eurioso de • i i ultima muestra es que parece resumirse en ella uno (k los puntos principales que vamos exponiendo aquí, esto que la inspiración nace de intrigantes percepciones sen- .....des, pues ideas llama Locke a los traslados mentales de Ins sensaciones corpóreas. (Recuérdese que se ha empleado l.i voz idea al inicio de este capítulo, y se hizo asi pensando (>), habiendo pasado por varias redacciones en i i 11m I . I< l.i memoria. i ' m .mies que la fílosofía sensacionista a lo Locke y litl.it cs otra de las columnas del pensamiento poético i i |u< i. Concretamente, esa fílosofía afecta a su con- i . I< l,i que es en cierto modo la primera entre las dos nu.ilcs del acto creativo: quiero decir, la inspiración, iiy.i propuesta la razón no tendría nada que elaborar Dl | nln Notemos de paso que Bécquer no es el único ..i......iportante del siglo xix que considera la reunion ili l.i poética clásica y la epistemología sensualista como ílu 11 | x usable para una feliz formación literaria. Por ejemplo, lhal, en cartas dirigidas a su hermana, le recomienda ilic v. ms la lectura del Arte poética de Boileau; y luego, Í |u n lo visto en pian urgente, la de Condillac: «Lis done " < ondillac.» Algunos aňos más tarde, hallándose de luji m un aislado pueblo de Silesia, el mismo Stendhal .....noce, en carta dirigida a un amigo, la importancia de Itis sensaciones para la inspiración: «Mon vrai malheur ici I íl ľ.ibsence totale des sensations qui me nourrissaient: les m., 1 amour ou son image, et 1 amitie» . I xisten dos pasajes clave para la comprensión del papel dl la sensación y la inspiración en la obra de Bécquer, ora i i rate de su verso, ora de su prosa, y asi los he citado lambién en mi libro sobre las Leyendas. El primero de los 111 »/os aludidos pertenece a la II de las Cartas literarias a uiiit mujer: .. cuando siento no escribo. Guardo, si, en mi cerebro eseritas, como en un libro misterioso, las impresiones que han dejado en él su huella al pasar; estas ligeras y ardientes hijas de la sensación duermen allí agrupadas en el fondo de mi memoria hasta el instante en que, puro, tranquilo, sereno y revestido, por decirlo asi, de 39 En Correspondance de Stendhal (1800-1842), ed. de Ad. Paupe et P.-A. Cheramy, preface de Maurice Barrěs, Pan's, Charles Bosse Libraire, 1908, I, págs. 57, 60, 132, 404. 48 RUSSELL P. SEBOLD un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca, y tienden sus alas transparentes, que bullen con un zumbido extraňo y cruzan otra vez a mis ojos como en una vision luminosa y magnífica. (OC, 622-623; las cursivas son mias.) Comentaré este pásaje junto con el segundo, que se halla en la carta III de Desde mi celda: En esos instantes rapidísimos, en que la sensación fecunda a la inteligencia y alia en el fondo del cerebro tiene lugar la misteriosa conception de los pensamientos, nada se razona, los sentidos todos parecen ocupados en recibir y guardar la impresión que analizarán más tarde. (OC, 531; las cursivas son mias.) En las selecciones de ambas obras citadas, sentir, sensation vienen a ser sinónimos de inspirarse, inspiration; pues toda la tonalidad estilistica, toda la actitud psicológica de estas líneas es la de quien súpera a la realidad logrando unos «misteriosos» conocimientos superiores sobre ésta, es decir, de quien se inspira; y sin embargo, Bécquer no se vale aqui del término inspiration. Tal substitución léxica tiene la vir-tud de conectar la inspiración directamente con la que Gustavo cree ser la fuente principal de cualquier terna concreto en el que pueda inspirarse el poeta: esto es, los cinco sentidos corpóreos, pues sin que algo sugerente apre-hendido por éstos fecunde el cerebro del artista no hay inspiración según Bécquer. Por las primeras palabras del primero de estos pasajes queda especialmente claro que sentir significa «inspirarse»; porque todos los poetas a una afírman que la inspiración poética, como la experiencia mística, como la experiencia sexual, es tan fugaz, que nada puede hacerse mientras dure sino entregarse a ella, y en efecto, Bécquer dice que mientras siente no escribe. Para esta ultima ac-tividad hay que «evocar» el recuerdo de ese pasajero es-tremecimiento y «analizar» el frágil germen «más tarde», como dice Gustavo. Al decir Bécquer que durante «la misteriosa conception de los pensamientos, nada se razona», se vuelve a subrayar el hecho de que la función elaboradora IN I I« 11)1 K (ION 49 li la razón es posterior a la primera intuición del poeta irrcbatado. He aqui, en fin, la misma noción sobre la icl.uión entre inspiración y escritura que articula Wordsworth al afirmar que «la poesia [...} trae sus origenes de l.i cmoción recordada en la tranquilidad» 40. Is notable a la vez la frecuencia con que Bécquer utiliza I ii estas líneas voces que aluden a la función de la memoria • n el proceso creativo: «Guardo», «escritas en mi cerebro», libro», «huella», «memoria», «guardar». La memoria hace posible la retención del material de la primera inspiración < ii forma suficientemente estable para que la razón ela-boradora pueda después operar sobre ella. Las sensaciones • m i/an otra vez a mis ojos como en una vision luminosa y iii.iľiu'fica», deda Gustavo, y a continuación de este trozo, mim unas palabras todavia no citadas, aclara: «Entonces no muko ya con los nervios que se agitan [...}; siento, si, pero • I' una manera que puede Ilamarse artificial» (Cartas lite-i.D/,/\ a una mujer, OC, 623). Aqui la memoria desempeňa |mu isamente el mismo papel que en la epistemología sen-vi< ionista, y aun se da cierta coincidencia entre la expli-I .i« ion becqueriana y la de Locke que sigue: «Estando ce-ii.i.los mis ojos, o atrancadas las ventanas, puedo a gusto I l.i 11 i.i r otra vez a mi mente las ideas de la luz, o del sol, Due las sensaciones han alojado antes en mi memoria; asi ttmbién puedo a gusto echar a un lado esa idea y enfocar Li del olor de una rosa o del sabor del azúcar» \ I lay, empero, algo aún más importante para el proceso Crcurivo que la segunda vivencia artificial, o sea recordada, Wordsworth y Coleridge, Lyrical Ballads, ed. de R. L. Brett V A R. Jones, Londres, Methuen & Co., 1963, Prefacios de 1800 y i K).! pág. 266. Acerca de la emoción recordada como base sobre la .|ii< opera el proceso creativo, véanse mis notas a los versos 23-24 de U iiMi.i I.IX y a los versos 19-26 de la rima LXXII, donde se hallan |lti|.....iintes alusiones a esto, especialmente en los versos: «yo, que no "ni" ya, todo lo sé»; y « —Yo ya me he embarcado; por seňas que ..... tcngo / la ropa en la playa tendida a secar». John Locke, An Essay Concerning Human Understanding, ed. de Ali »linier Campbell Fräser, Oxford University Press, 1894, II, pág. 329. 5446 50 RUSSELL P. SEBOLD de las sensaciones como objeto de la elaboración literaria. Es que depende también de la memoria ese momento singular en que una sensación nueva recibida de fuera se convierte en lo que habitualmente se torna por inspiración, o sea idea germinal del poema. En el pásaje de Desde mi celda citado más arriba, Gustavo alude a este momento diciendo que como efecto de la sensación fecundante «alia en el fondo del cerebro tiene lugar la misteriosa conception de los pensamientos». Lo que pasa es que la sensación nueva se alia de un modo inesperado con los recuerdos de sensaciones anteriores que moraban ya en la memoria, y nace una noble idea directriz. El término conception es de Locke, quien explica, por ejemplo, que aun en el caso de «nuestras más amplias concepciones, no podemos pasar más allá de aquellas ideas simples [...] que originalmente recibimos de las sensaciones» 42; por cuanto las llamadas ideas complejas no son sino acoplamientos de dichas ideas simples. Ahora bien: icómo se producen esos sugerentes matri-monios entre sensaciones viejas y sensaciones nuevas que llevan a las inspiraciones? Pues bien, en parte traen sus origenes de una simpática locura que Locke llama asociación de ideas, o asotiacionismo. Una vez más se acusa una notable semejanza entre las palabras del fílósofo inglés y las de Bécquer. Locke escribe: «Ciertas ideas que en si mismas no tienen ningún parentesco vienen a estar tan unidas en las mentes de algunos hombres, que es muy dificil separarlas; siempre se acompaňan, y no bien se presenta una de ellas en cualquier momento ante el entendimiento, aparece también su compaňera; y si son más de dos las que se hallan asi unidas, siempre se presenta inseparable toda la pandi-11a» 43. En «História de una mariposa y de una araňa» (1863), Bécquer describe con grácia la lunática asociación en su memoria de ciertos insensatos recuerdos e inútiles ideas que le convencen a las veces de que šerá «un com-pletísimo mentecato». En fin, «acontece que comienzan a '' Ibidem, I, pág. 422. 43 Ibidem, I, pág. 529. hin i K >N 51 ....li u i .i mi memoria estos recuerdos importunos, y la ...... m.u um, saltando de idea en idea, se entretiene en ........I '■ lomo en un mosaico disparatado y extravagante. I Im alguna afinidad secreta, porque a mi imaginación • ul.....i al par y siempre van unidas en mi memoria, sin i.....i apariencia halle entre las dos ningún punto de ..... " to» (OC, 741-742). También en el trozo de las Cartas Ithi.iu.n ,/ una mujer citado más arriba, quedan aludidas Itili • .ism laciones lockianas: «...estas ligeras y ardientes hijas |i I i sensación duermen alii agrupadas en el fondo de mi .........M.i • He escrito la palabra significativa en letra cur- livii Sin embargo, no bastan las ideas y las percepciones I.....<>s momentos que quedan asociadas en la memoria; ■ ill mucha más importancia el momento en el que llega I......víi percepción sensorial que ha de unirse a las primeras I ml., nacimiento a esa callada explosion que es la inspi-rmion ...la sensación fecunda a la inteligencia — deda l mihi.i vo en el ya citado pásaje de Desde mi celda— y allá • nil lundo del cerebro tiene lugar la misteriosa concepción • ľ Ins pensamientos.» Ahora bien: en el fondo del cerebro i -n i isamente donde residen esas ideas tan misteriosa-Hirnic iisotiadas, y no deja de resultar muy sugerente en »nu senrido la aparición del calificativo misteriosa entre las l