7. Diccionario y gramática. Para Aurora, que nos vino mientras escribía estas páginas. El concepto que tiene cualquier hablante de lo que es una gramática o un diccionario de su lengua es muy claro, pues, para él, son dos tipps de obras. netamente diferentes. Cada unajdeellas pretende dar cuenta de una parcela distinta del lengua-je; la una, de la morfosintaxis y, a veces también, de la fonética y fonología1; la otra, del léxicq^Son, a no dudarlo,jie carácter normativo —y descriptivo en muchos ca-sos—Ly_comglejnentarias. Quien ďesee aprender o perfeccionar una lengua, la pro-pia u otra, tendrá en algún momento que acudir por necesidad a alguna de esas obras. Lo expuso con suma claridad Josette Rey-Debove cuando dijo: «U.y a deux fagons ďapprendre une langue. Lune, naturelle, par des tentatives sans cesse améliorées de communication qui aboutissent ä des connaissances mémorisées sur cette langue {competence naturelle) [...]. Ľautre, artificielle et métalinguistique, par la consultation de deux types d'ouvrages descriptifs connus pour étre indispensables et complémen-taires: la grammaire et le dictionnaire»2. Pues bien, frente a la diferenciación nitida en el saber de los hablantes3 y en las especulaciones de los lingüistas (sólo he tornado como botón de muestra a una de las principales figuras en la investigation teórica de la lexicografía), resulta que a la bora de llevar a cabo las realizaciones prácticas, al elaborar gramáticas y diccionarios, se esfuman las delimitaciones y vemos aparecer en una gramática lo que creeriamos propio de un diccionario, y a la inversa, sin que ello sobresalte a los usuarios habi-tuales de tales obras, ni a los lingüistas. 1 Depende en cierta medida de la corriente lingiiistica a que responda. Los manuales tra-dicionales suelen incluir el estudio de los sonidos, unos como apéndices (es lo que sucede con el Manual de gramática espaňola de R. Seco, 9a ed., 3* reimpr., Madrid, 1971), otros totalmcnte in-tegrados en el cuerpo de la obra (como la Gramática espaňola de J. Alcina Franch y J. M. Ble-cua, Esplugues de Llobregat, 1975). 2 «Lexique et dictionnaire», apud Le langage, dirigido por B. Pottier, Paris, 1973, págs. 82-109; torno la cita de la pág. 82. Hay un resumen de la obra que también conticne el trabajo de la investigadora francesa (págs. 175-212): Comprendre la linguistique, bajo la dirección de B. Portier, Verviers, 1975. Le langage vio la luz en espaňol en ed. Mensajero, Bilbao, 1985. M. Ali-nei había dicho en otra ocasión: «il dizionario como tale viene visto como strumento 'ausiliario', paralinguistico, pratico, ecc.» (en «Lessico e grammatica generativa», apud La grarnmatica. La lessicología. Atti del primo e del secondo convégno internationale di studi (Roma, 1967 y 1968), 2* ed., Roma, 1972, págs. 59-81 (tomo mi cita de la ultima página). En el mismo sentido, véase Francisco Cutanda, Estudio sobre la posibilidad y utilidad de clasificar metódicame.nte las pala-bras de un idioma, Madiid,1869, pág. 8. 3 Es evidente que el hablante no ha desarrollado por si solo esas ideas sino que le ban sido inculcadas durante sus aňos de escolarización, y en ello han influido decididarnente la teoría y actitud lingiiistica adoptadas por el profesor. 88 En las páginas que siguen me limitaré a indicar la presencia de la gramática en los diccionarios, pues la preocupación de. las gramáticas por los elementos léxicos, o semánticos, daría lugar a un amplio comentario: baste recordar la atención que otor-ga la teoría generativo-transformackmal a la presencia del léxico4, por no mencionar más que uno de los aspectos del terna5. Por otra parte, hay parcelas del estudio lin-giiístico donde no se pueden establecer divisiones tajantes: es lo que sucede con la ca-racterización gramatical de algunas piezas léxicas6, sin olvidar la existencia de morfe-mas gramaticales independientes, identificados con mucha freeuencia como unidades léxicas dignas de tratamiento lexicográfico7. Pero una cosa son los planteamientos teóricos, científicos, y otra las necesidades de la confección de las obras metalingiiísticas: no se olvide que el diccionario —en mayor medida— y la gramática —tal vez menos— son productos comerciales8, moti-vo por el cual deben atender a las necesidades y exigencias del consumidor, pues de lo contrario la empresa fracasaría. En otra parte de ešte libro, he expuesto cómo los autores de diccionarios bilingües se ven en la obligation de incluir apéndices gramaticales en sus catálogos, además de ceder ante otras exigencias del posible usuario9. El diccionario, al igual que la gramática, es también un texto, un diseurso de carácter 4 Son títulos de obligada cita: R. P. Botha, The Function of the Lexicon in Transformational Generative Grammar, La-Haya-Paris, 1968; y J. S. Gruber, Lexical Structures in Syntax and Semantics, Amsterdam-Nueva York-Oxford, 1976 (esta obra recoge dos anteriores: Studies in Lexical Relations y Functions of the Lexicon on Formal Descriptive Grammars). Véase igual-mente el n° 30, mayo de 1976, de Langue francaise («Lexique et grammaire»), y la bibliografia alii aducida, donde no figura, entre otros, H. A. Gleason, Jr., «The relation of Lexicon and Grammar», apud F. W. Householder y S. Saporta, Problems in Lexicography, 3". ed., Bloo-mington (Indiana), 1975, págs. 85-102; cfr. además, George L. Dillon, «There is No Dictionary in the Head», Centrum, 5-2,1977, págs. 109-121, donde se critica la teoría de Katz y Fodor; y los trabajos recogidos en Teun Hoekstra, Harry van der Hülst y Michael Moortgat (eds.), Lexical Grammar, Dordrecht-Cinnaminson, 1980. Véase también B. Schaeder, Lexicographic als Praxis und Theorie, Tubinga, 1981, págs. 64-69. 5 Rara es la gramática que puede prescindir del análisis de determinadas unidades también presentes en el diccionario, y que sólo son elementos de relación. 6 Véase mi artículo «El determinante», LEA, 1-1, 1979, págs. 31-66. 7 Más adelante voy a hablar de ello. Aunque no entra de lieno en el asunto tratado aquí, no puede olvidarse H. Urrutia Cárdenas, Lengua y diseurso en la ereación léxica, Madrid, 1978. Recuérdese a Adrados cuando afirma: «11 est evident, pensons nous, qu'il n'éxiste pas de difference essentielle entre les matériaux réunis par une syntaxe et un dictionnaire. Et ä cela U faut encore ajouter qu'un dictionnaire rédigé selon un critere moderne —distributionel et paradig-matique ä la fois— contient une immense masse de matériaux classifies qui peuvent étre utilises pour une meilleure connaissance de la langue en question» («Syntaxe et dictionnaire», Proceedings of the Twelfth International Congress of Linguists, Innsbruck, 1978, págs. 337-341. La cita está en la pág. 341). s Cfr. J. y CI. Dubois, Introduction ä la lexicographic: le dictionnaire, Paris, 1971, pág. 9. 9 Me refiero a «Los diccionarios bilingües: su contenido». Véase también Al-Kasimi, Linguistics and Bilingual Dictionaries, Leiden, 1977, pág. 50. 89 didáctico10 que no debe perder de vista la situation del lector para proporcionarle cuanta information necesita, por más que sus conocimientos puedan completar las la-gunas de diccionarios y gramáticas, cuyos autores «juegan con una ventaja iniciál y decisiva, la «competencia» del lector, que llena intuitivamente los vacíos del mensaje que le ofrecen. Esto es especialmente evidente en los diccionarios, y gracias a ello no hay duda de que «funcionan». Pero la lexicografia debe aspirar a que su trabajo haga algo más que el escueto funcionar»11. Dejando a un lado los diccionarios que sólo tratan, o lo hacen de manera prio-ritaria, cuestiones gramaticales12 —y cuyo título de diccionario13 sería discutible—, la gramática está presente, bajo distintos aspectos, en las dos estructuras14 de los diccionarios de la lengua15. La unidad de tratamiento lexicográfico. U ' La primera pregunta que podemos plantearnos al examinar el contenido de cual-quier diccionario es la de saber cuál es la unidad de tratamiento lexicográfico16. La res- 10 Véanse J. Dubois, «Dictionnaire et discours didactique», Langages, 19, septiembre de 1970, págs. 35-37; J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 9 y 49-56; J. Rey-Debove, Etude, págs. 23-24. Y como diseurso didáctico, el diccionario también lo es ideológico (cfr. L. Collignon y M. Glatigny, Les dictionnaires. Initiation á la lexicographic, Paris, 1978, págs. 21-24). Una critica de la descripción del diccionario como algo «didáctico» puede verse en M.-N. Lamy, «Le dictionnaire et le métalangage», CL., 36, 1980, págs. 95-110. 11 M. Seco, «El «contorno» en la definición lexicográfica», Homenaje a Samuel Gili Gaya (in memoriam), Barcelona, 1979, págs. lí-3 191. Tomo la cita de la pág. 191. 12 Por ejemplo, el Diccionario de construction y régimen de R. J. Cuervo que publica el Instituto Čaro y Cuervo de Bogota; o el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua espa-ňola, Madrid, 8.aed., 1." reimpr., 1980, de M. Seco, asi como su resumen, el Diccionario breve de dudas de la lengua espaňola, Madrid, 1979; o el Stilistisch-phraseologisches Wörterbuch spanisch-deutsch, Munich, 1978, de W. Beinhauer, etc. La lista podría alargarse sin necesidad. Sobre el diccionario de Cuervo véase la pormenorizada descripción de J. A. Porto Dapena, Elementos de lexicografia. El Diccionario de construcción y régimen de R. J. Cuervo, Bogota, 1980. 13 Véase más arriba «i,Qué es un diccionario? Al hilo de unas definiciones académicas»; y también mi Proyecto de lexicografia espaňola, Barcelona, 1976, págs. 14-21. 14 La macroestructura y la microestructura. Véase J. Rey-Debove, Etude, págs. 20-21. 15 El concepto de diccionario de la lengua está muy claro. De todas formas pueden verse: B. Quernada, Les dictionnaires du francais moderne, 1539-1863. Etude sur leur histoire, leurs types et leurs méthodes, Paríš, 1968, págs. 91-99; L. Zgusta, Manual of Lexicography, Praga-La Haya-París, 1971, págs. 222-293; J. Rey-Debove, Etude, págs. 19-52; J. y CI. Dubois, op. cit., págs. 27-33 y 36; L. Collignon y M. Glatigny,'op. cit., desde la pág. 65 hasta el final del libro; y mis trabajos citados más arriba (en el Proyecto de lexicografia espaňola encontrará el lector una amplia bibliografia sobre éste y otros temas). 16 La unidad de tratamiento no es la misma en todos los productos lexicográficos, pues varia del diccionario a las concordancias o al glosario. «Dentro de lo que concebimos como lexicografia se deberían distinguir dos técnicas diferenciadas; una, basada en los hechos de lengua, sería la lexicografia, ocupada en analizar lexemas, esto es, en componer léxicos y diccionarios, y 90 puesta no es única ni convincente, tal como lo demuestra la variedad de soluciones adoptadas. En principio, sólotendrán lugar en los diccionarios monolingiies, normati-vistas, las unidades de lengua —no de habla—, una de las razones por las cuales reci-ben normalmente elnombre cle diccionarios de lengua. ^.Pero cuáles son esas unidades? AÍgunos teóricos de Ta lexicografía prefieren dej ar sin coriíěštacion la pregunta para que cada diccionarista tome su propia decision al amparo de una tradicción lexicográ-fica17, lo cual nos lleva a una multiplicidad de realizaciones sin un modelo común, si-tuación generalizada dentro de la lexicografía, no sólo en la espaňola18. La conceptionhabitual esJa queel diccionario recogepalabras19, de lo cual se háce eco nuestra Academia cuando define20 diccionario en su primera acepción como 'libro en que por orden comúnmente alfabético se contienen y explican todas las dic-ciones de uno o más idiomas [...]', tomando dicción como sinónimo de palabra21, esto es, 'unidad lingiiística portadora de significados'22. Esto puede ser el punto de parti-da para determinar cuál es la unidad de tratamiento lexicográfico23, aunque el con-cepto de palabra se haya puesto en entredicho más de una vez en la lingiiística24. Lo la otra, fundamentada en el habla, sería' la lexigrafía,,cuya meta estaría en estudiar laspalabras (voces, vocablos, esto es, las realizaciones concretas), y por consiguiente en elaborar glosarios y vocabularios. Entre las unidades teóricas (lexemas) y las realizaciones concretas debemos seňa-lar las lexias, que tendrán cabida tanto en las obras lexicográficas como en las lexigráficas, pues son a la vez unidades de lengua y de discurso» (en mi Proyecto, pág. 15). Más adelante volveré sobre estas palabras. Véase también J. Rey-Debove, Etude, pág. 86 y sigtes.; L. Guilbert, «Discours, lexique et dictionnaire», Meta, 18, 1973, págs. 201-222; y R. Werner, «La unidad léxica y el lema», apud G. Haensch y otros, La lexicografía, págs. 188-232. No es de orden lexicográfico el artículo de C. Tatilon, «Traitement des unites lexicales», Meta, 27-2, 1982, págs. 167-172. Se hicieron con unos fines distintos de los perseguidos aquí el de M. Mathiot, «The place of the Dictionary in Linguistic Description», Language, 43, 1967, págs. 703-724; y el de L. E. Newel, «Semantic Theory and Lexicography», Philippine Journal of Linguistics, 1-2, 1970, págs. 106-110, en especial las págs. 107 y sigtes. 17 Cfr. L. Zgusta, op. cit, pág. 240. Véase además mi trabajo «Sobre la ordenación de en-tradas en los diccionarios», más arriba. 18 Baste con echar una mirada a los resultados del examen que J. Rey-Debove hizo de tan sólo cinco diccionarios franceses (en Etude linguistique et sémiotique, citado). 19 En un manual como el Curso de gramática espaňola de F. Marcos Marín (Madrid, 1980), el único que trata estos problemas, podemos leer: «la lexicografía o «arte de componer diccionarios», [...] efectúa esta labor de inventario con palabras, no con lexemas» (pág. 429). Cfr. R. Werner, «La unidad», pág. 218. 20 Cito por la 19» edición del DRAE, Madrid, 1970. 21 El comentario a esta definición constituye la primera parte de «iQué es un diccionario?», más arriba. 22 La primera acepción que recoge el diccionario académico para dicción y palabra es la misma: 'sonido o conjunto de sonidos articulados que expresan una idea'. Definición también válida para el propósito actual. 23 «Ľentrée du dictionnaire est done une unite théorique, plutôt définie ä partir de la notion de mot qu'ä partir de celie de morpheme» (J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 61). 24 Me remito, como otras veces, a F. Rodriguez Adrados, Lingiiística estructural, 2." ed., 1974, capítulo IV («la palabra»). Véase también P. H. Matthews, Morfológia. Introducción a la 91 que nadie niega en estos momentos es que la palabra es de una complejidad superior al morféma25, primer lugar de referencia para mi exposici on. Como es bien sabido por toďosjos morfemas son de dos tipos: gramaticales (o gramemas) y Jéxjcos (o lexemas), cuya combinación da comoresujtado Ja palabra, ujúú&d transitoria hacia el. nivel superior, el de las unidades de comportamiento o lexías^cgie, a su vez,_gueden ser simples (por ejemplo bocacalle, marcapasos, robaperas), complejas estables (de pie, en volandas, mano larga, etc.), complejas variables (bienvenido, bienhallado, bien-llegado, etc.), y textuales (refranes, proverbios, etc.)26. Los gramemas. (~ ;/v-; Si hemos de hacer justicia a nuestros diccionarios tenemos que decir que los . Ic-mentos de relación, a veces, van acompaňados de una doble definición en metalengua de signo y de contenido'10. En el DRAE desde, queda definido en su primera acepción como 'prep. [metalengua de signo] que denota [metalengua de contenido] el punto, en tiempo o lugar, de que procede, se origina o ha de empezar a contarse una cosa, un hecho o una dištancia'; para', primera acepción, es 'prep, [metalengua de signo] con que se denota [metalengua de contenido] el fin o término a que se en-U camina una acetón", etc. De todas maneras esias definiciones no consigucn salir airo- 36 «La difficulté de trailer comnic des mots lexieaux des lermes grammaticaux comme les pronoms, les prepositions, les articles, indiquc bien. par aillcurs. que la nomenclature gramma-ticalc est d'unc autre nature que la nomenclature lexicale» (J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 62). Lo que vengo cxponiendo habia sido cnunciado antes por A. Sommerfell, «Séinantiquc el lcxicographie», apud A. Sommerfell (ed.), Diachronie and Synchronic Aspects of Language, La Haya. 1962, págs. 273-276, cn especial cn la pág. 274 (el irabajo habia aparecido por vcz primera en Norks Tidsskrifl for Sproguidenskap, XVII, 1954, págs. 485-489). " Cfr. M. Scco, «El primer diccionario sinerónico del espafiol: caractcristicas y cslado actual de los trabajos», RSĽL, 9-2. 1979. págs. 395-412. pág. 407. Recogido en los Estudios dc lexicografía espaňota bajo el lílulo dc «El primer diccionario sinerónico del cspaňol», págs. 221-235. -w En M. Seco, «Problcmas formales de la definición lexicográfica», Estudios ofrccidos a Emilio Alarcos Horách (con motivo dc sus XXV aňos de docencia en la Universidad dc Ovie-do). 2, Oviedo, 1978, págs. 217-239, pág. 226. La opinion expuesta es la generalizada cnlrc los teóricos de la lexicograffa: L. Collignon y M. Glaligny, op. cit., pág. 127; J. Rey-Dcbove, Etude, decfa (pág. 247): «Le caractčre fondamenlal dc la definition en métalangue de signi' est de n'circ jamais substiluablc au défini en usage dans le discours. Son caractčre secondaire, lréquent mais non constant, est de ne pas avoir la máme function. On rcmarquera que I'ordrc dc ccs caracte-rcs est inverse par rapport ä ceux dc la definition en métalangue de content!». Véase también L. Zgusta. op. cit., pág. 258. 3" U. Weinrcich, «Lexicographic Definition in Dcscriplive Semantics», apud F. W. Householder y S. Saporta (eds.). Problems in Lexicography, págs. 25-44, pág. 39. * Cfr. J. Picoche, Précis de lexkologie francaise. Ľétude el ľenseignement du vocabulaire, ed. Nathan, s. 1.. 1977, pág. 143. La definición en doble metalengua no sólo sc produce con los elementos gramaticales. según ha mostrado J. A. Porto Dapcna, op. cit.. § 2.1.2.2 del cap. VI. Bf ■*t 94 *. sas de la prueba de la sustitución41, aunque pueden ser suficientes para justificar la entrada de los elementos de relación en los diccionarios, pues «la linea fronteriza en- ^ Ire articulos «de definición» y artículos «de explicación» es absolutamente irregular en un amplio sector de la lexicografia, dentro del cual figuran todos los diccionarios espanoles, encabezados por el de la Academia»42. Tan irregular es esa linea que nos háce poner junto a los relacionantes otros elementos, tales como adverbios (menos Ift queda definido por el DRAE en la primera acepción como 'adv. comp, con que se _» denota la idea de falta, disminución, restricción o inferioridad en comparación ex- presa o sobrentendida'), pronombres (mil en el DRAE es 'forma de genitivo, dativo '•■ "# y acusativo del pronombre personal de primera persona en género masculino o fe- M menino y numero singular, ú. siempre con preposición'), interjecciones y exclamacio- nes (\puhales\, 'interj. que se usa para expresar los más variados movimientos del áni- * , mo'), etc.43 if Por ahora sólo he suscitado un aspecto del problema que nos ha Uevado muy le- jos, tanto que podemos afirmar que la microestructura del diccionario está condicio-nada por la macroestructura44, pues las definiciones de los morfemas gramaticales son If m í í í (% distintas de las que siguen a las demás unidades con tratamiento lexicográfico. Pero la cuestión fundamental es la de si un diccionario debe dar cuenta sólo de formas y ^gnifícató mots grammaticaux, autrefois appelés (^ mots-outils, sont des mots qui ont un contenu pauvre et une fonction importante et im complexe»45. Claro que hay, y habrá, diccionarios en que se otorgue una mayor aten- ción a las funciones46, pero no por ello tienen que aparecer en los diccionarios gene-Mr m M ----------- ^ 41 Véase M. Seco, «Problemas formales», pág. 224. J. Picoche, op. cit, pág. 143, dice: «La V presence de la seconde métalangue dans une definition la rend insubstituable au défini, et eile •g pourrait assez souvent étre facilement évitée». Por supuesto, en las palabras gramaticales no es posible la definición sinonímica (cfr. M. Seco, «El «contorno» en la definición lexicográfica», ci-" tado anteriormente, pág. 184). A 42 M. Seco, «Problemas formales», pág. 227. Ä 43 Recordemos una vez más a E. Coseriu («Semántica y gramática», pág. 134): «Los dic- W cionarios usuales son heterogéneos a ešte respecto, pues, por un lado, incluyen, no sólo palabras 40 lexemáticas, sino también palabras categoremáticas, pero, por otro lado, suelen descuidar a ^ otros morfemas, como los prefijos, las desinencias, etc. que, desde el punto de vista funcional, han de equipararse a las palabras morfemáticas». G 44 Ya se dieron cuenta de ello L. Collignon y M. Glatigny, op. cit, pág. 93, aunque por ra- jm zones distintas a las expuestas aquí. Más adelante veremos de nuevo, y en varias ocasiones, cómo la nomenclatura puede influir sobre la microestructura. '■J 45 J. Rey-Debove, Etude, pág. 69. Continúa la autora francesa diciendo que «les autres ytt mots, dits mots lexicaux (bien que les mots grammaticaux appartiennent eux aussi au lexique) peuvent atteindre de hautes frequences mais non les plus hautes, et se repartissent jusqu'aux plus basses frequences. En general moins ils sont courants plus leur contenu est riche et leur M fonction simple (mots thématiques monosémiques). Beaucoup sont des derives dont le statut est incertain (unites non codes). Cependant les mots de trěs basse frequence peuvent 6tre des monémes (emprunt, creation idiolectale, littéraire, etc.).» Uttf 46 El DUE o el Diccionario de construction y régimen de la lengua castellana de R. J. Cuervo. 95 I rales de la lengua. De no...adimtirseen una mismaobra dos tipos distintos de defini- í ciones, las; palabras_ gr^aticales tendrán _que excluirse de los diccionarios de la jen- I gua4', solución harto comprometida y que dificilmente aceptarán lexicógrafos, usua- I nos y editores48, manteniéndose la situación actual, salvo en aquellas obras de un i marcado interes renovador, las cuales, podemos prever, no tendrán una gran acepta-ción entre el publico. Los lexemas. Lo mismo que ha quedado dicho para los gramemas vale para los lexemas: no son unidades construidas. Bien es cierto que son muchos los diccionarios que expo-nen sus materiales agrupados en torno a una base léxica: véase, por ejemplo, cómo en el DUE bajo la entrada determinar figuran determinarse, determinable, determination, determinadamente, determinado, -a, determinante, determinativo, determinismo y determinism. El DGILE recoge «bajo una sola entrada el nombre de la acción y del efecto producido por aquélla (avocation y avocamiento; desleidura y desleimiento), o variantes —de la clase que sean— de una forma (beterraga y beterrata, farfantonada y farfantonería, mosquerola y mosqueruela)»A9. Todas ellas son palabras (o lexias), pero a la hora de efectuar el agrupamiento sólo se ha considerado el lexema, no el gramema50. Los diccionarios etimológicos son los que recurren con mayor insistencia a las agrupaciones lexemáticas, debido a la naturaleza misma de la obra. Baste con echar un vistazo al DCECH51 para comprobarlo: bajo callo se registran como derivados ca-llada, callecer, encallecer, callera, callista, callón, callonca, calloso, callosar, callosidad y descallador, y como compuestos callialto y callicida52. Todas las voces presentes en 47 M. Seco, en «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 126, dice: «De no dar por bueno este tratamiento respecto a las palabras gramaticales y a las interjecciones, no quedaría otra opción que excluirlas del diccionario.» Gili Gaya en el «Prólogo» del Diccionario manual ilustrado de la lengua espaňola, Barcelona, 1954, escribió: «Quedan, por ultimo, las palabras cuyo valor es principalmente funcional y expresivo de relaciones gramaticales: pronombres, preposiciones y conjunciones. Su tratamiento adecuado pertenece a la Gramática más que al Diccionario; pero éste debe registrarlas y dar idea, aunque sea sumaria, de sus principales funciones». 48 Cfr. M. Seco, «Problemas formales», pág. 226, n. 15; y J. Rey-Debove, Étude. pág. 60. Cuando L. Collignon y M. Glatigny, op. cit., págs. 78-85, enumeran los motivos de exclusion de palabras en los diccionarios, no mencionan los elementos gramaticales. 49 En mi Lexicología y Lexicografia, pág. 192. 50 Como ya advertí en el libro citado en lä nota precedente, el DUE no siempre sigue el mismo criterio para agrupar familias léxicas. 51 También analicé esta obra en mi Lexicología y lexicografia. Véanse, por otro lado, G. Colón, «Elogio y glosa del Diccionario Etimológico Hispánico», RLR, XL V, 1981, págs. 131-145; y H. Meier, Notas críticas al DCECH de Corominas/Pascual, Santiago de Compostela, 1984. 52 Las agrupaciones léxicas de la obra de J. Corominas son lexicogénicas o lexicogramati-cales, motivadas por razones histórico-etimológicas. Las agrupaciones de los demás diccionarios son simplemente morfológicas —a lo sumo morfosemánticas—, manifestadas unas veces con / g'/N -u n;O fc£ lA I 1 rilí'-.WADA / 96 el interior del artfculo a la vez figuran, tanto en el DUE como en el DCECH, en la nomenclature —las consideraciones gramaticales condicionan la macroestructura—, con el fin de guiar al lector hacia el lugar exacto donde debe buscar lo que le intere-sa. Este solo hecho puede ser suficiente para afirmar que el ust'ario no está habitua-do a esa manera de presentar los materiales, quizás porque no Jo haga el DRAE, el más prestigioso de nuestros diccionarios, pero quizás también porque no existe una uniformidad de criterios en toda la lexicografia. No es habitual, ni mucho menos, en la nomenclatura de nuestros diccionarios, presentar los lexemas aislados, salvo cuando constituyen por si solos una unidad lé-xica de rango superior. No quisiera seguir sin aducir unas palabras de Francisco Rodriguez Adrados: «Dado que el morféma, llamado por otros monema, es la unidad significativa elemental, hay quien ha postulado que el análisis sěmántico debería ha-cerse a partir de él y que, incluso, sería conveniente hacer diccionarios de morfemas. Pero este es, a todas luces, un proceder equivocado, al menos en lenguas como las in-doeuropeas que atribuyen a la palabra un papel mucho más relevante que el del morféma»53. A lo dicho aún cabe aňadir que los lexemas no deben aparecer, por si, en los diccionarios generales de la lengua porqiTé^_p1äblíci5^'aľčuärVárľ"deštmädbs, no lo en-'ťendería, ý porque bedária de lado á otrasunidääes léxicas menos simples, como són Tas lexías compuéstäš bläšTexías compTejašľDe ésfe modo se perfila también el cam-po de acción de la lexicografia y de la lexicología, pues la primera da cuenta de las lexíás54, mientras que la segunda tiene por misión estudiar los lexemas, siendo, en palabras de Ramón Trujillo55, la misma cosa que la semántica, pues no es sino el «estudio de las formas de contenido «no arquitecturales» de una lengua. Su caracte-rística esencial consiste en no ser analizables en el piano significante. La lexicología no podrá tampoco, prescindir del conocimiento de los significantes léxicos, pero su objeto no serán éstos en cuanto tales»56. Por otro lado, no está de más insistir sobre el mismo punto recordando la auto-ridad de los Dubois: «ľunité de base (ľentrée) ďun dictionnaire était dérivée du mot, c'est ä-dire d'une combinaison de morphemes appartenant aux performances verba- poca intensidad (lo que sucede en el diccionario académico), y otras de una manera más fuerte, al dar cuenta de la composición y de la derivación (una buena muestra es la obra de M. Moli-ner). Véase de modo general H. Urrutia Cárdenas, Lengua y discurso en la creación léxica, ci-tado antes. 53 En el capítulo III.l, «Problemas de lingiiística general en relación con la lexicografia. Aplicación a la lengua griega», de E. Gangutia Elicegui (ed.), Introduction a la lexicografia grie-ga, Madrid, 1977, págs. 234-235. Recordemos también la opinion de J. Rey-Debove, Etude, pág. 119: «Ä vrai dire, ľunité monéme n'est pas utilisable en soi pour le repérage des unites lexica-les, mais seulement fonctionellement.» De la misma opinion participa A. Rey, Le lexique, pág. 188. 54 Véase lo que expuse en mi Proyecto de lexicografia, pág. 15. Allí faltaba por precisar que los léxicos y los diccionarios recogen unidades teóricas (entonces puse lexemas), mientras que los glosarios y vocabularios dan cuenta de unidades realizadas (entonces puse lexías). Además recuérdense las palabras de J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 90, que reproduzco más adelante. 55 Cfr. su «Gramática, lexicología y semántica», RSEL, 2-1,1972, págs. 103-109. 56 En el mismo artículo, pág. 109. 97 les, mais n'était pas le morpheme, unite minimale de la langue. Certes, lorsqu'il s'agit de termes racines, on est tenté de confondre le morpheme et le mot: mais, en fait, toute forme réalisée est une combinaison de morphemes: ainsi table est forme de la combinaison table (morpheme racine) et du morpheme grammatical singulier (realise par zero). C'est done au prix d'une certaine ambigu'ité qu'on dit que le lexico-graphe décrit des morphemes, lorsqu'il isole les items lexicaux des morphemes gram-maticaux. Inversement, les linguistes (ou les lexicologues) que se fondent sur les dictionnaires pour constituer une théorie sémantique ou Iexicale jouent sur l'ambi-gu'ité entre mot et morpheme, entre paraphrase synonymique et composants séman-tiques»57. Poco más se podría aňadir a esta larga čita. Las palabras y las lexías. Del mismo modo que no existe uniformidad para el tratamiento de las unidades lexicográficas de orden inferior, tampoco la hay para las del rango superior. No obstante, las palabras entranajformar parte de la macroestructura del diccionario sin ningún género de dificúľtades'čUMllo^ al igual que las lexías compuestas son admitidas en la nomenclatura sin inconveniente äíguno. Por , eílo, podemos afirmar que el núcíeo58 de todo dlccioríario está compuesto por esas i dos clases de lexías, y son casi la totalidad de la nomenclatura. Las lexías complejas no tienen un tratamiento uniforme en todos los diccionarios de nuestra lengua, ni tan siquiera en el interior de una sola obra. Asi, de entre las lexías complejas estables, el DRAE ofrece en la macroestructura hurtadillas (a), rondón (de), volandas (en), etc., siempre calificadas como modo adverbial, y expre-siones tales como \ave Maríal, pro rata parte, rubieón (pasar el), etc., mientras que deja para la microestructura a golpes (s. v. golpe), en pie (s. v. pie), a caso hecho (s. v. caso en su primera entrada), a pies juntillas (s. v. pie), etc., todas ellas con la nota-ción de modo adverbial, u otras muchas sin notación ninguna: campo santo (s. v. cam-po), grácia original (s. v. grácia), legítima defensa (s. v. defensa), etc. Los elementos que están en la nomenclatura del DRAE, dentro de mi cala, también aparecen en la DGILE, y en la del DI59, posiblemente por lo mucho que deben todos nuestros dic- 57 J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 90. 58 Esto es lo que nos quedaría en un diccionario si elimináramoš cuantas unidades no son admitidas uniformemente por los lexicógrafos, Hngiiistas y usuarios. No debe confundirse esta noción con las de léxico común, fundamental, u otras que manejan quienes se dedican al análisis estadístico del léxico o a la teória de la enseňanza de las lenguas extranjeras (también 11a-mada lingiiística aplieada). Véase al respecto J. Rey-Debove, Etude, págs. 64-68. No es n cesa-rio insistir en que los nombres propios han de ser eliminados de los diccionarios, o cambiarles el título por el de enciclopedia. A este propósito, consúltese F. Lázaro Carreter, «Pistas perdi-das en el Diccionario», BRAE, LI11,1973, págs. 249-259; véase igualmente lo expnesto más arri-ba en «i,Qué es un diccionario?». 59 Véase Al-Kasimi, op. cit., pág. 52; y a propósito de todo lo que se sigue, S. Ettinger, «Formación de palabras y fraseología en la lexicografia», apud G. Haensch y otros, La lexicografia. De la lingiiística teórica a la lexicografia practica, Madrid, 1982, págs. 233-258, aunque cl f «t TW m # 4» 98 cionarios a la obra de la Academia, y pasan a la microestructura en el DUE60. De los que están en la microestructra del DRAE sólo tres (a pies juntillas, en pie, y campo ^ santo) figuran en la microestructura de los otros diccionarios que manejo; sólo faltan fQ en el DGILE a caso hecho y a golpes, y en el de Julio Casares legitima defensa, mien- tras que grácia original está ausente tanto del DGILE como del DUE. El diccionario académico da cabida a un buen numero de lexías complejas va- *• riables, todas ellas en la microestructura: cabeza de lobo, de puente o de turco (s. v. cabeza), o caja de caudales, de música, o de reclutamiento (s. v. caja), o mesa franca, gallega o redonda (s. v. mesa) etc., que son admitidas casi en su totalidad por el DI ^ (salvo caja de caudales) y por el DUE (salvo cabeza de lobo, mesa franca y mesa ga- «Wl llega), mientras que en el DGILE se muestra mucho más cauteloso: a la lista de au- sentes de la obra de Maria Moliner aňade cabeza de turco y caja de música. Si ascendemos un grado más en la escala de complejidad de las lexías y exami-•ČQ. namos las textuales, yeremos la misma inconsistencia, pues el DRAE da cabida en su microestructura a frases, unas veces sin más calificativos, otras con las especificacio-nes de familiäres, proverbiales, etc., como son aguar la maděra (s. v. maděra), echar Hb con cajas destempladas (s. v. caja), ésa es la madre del cordero (s. v. madré), o leer de a extraordinario (s. v. leer); unas veces son tildadas como locuciones: a dos dedos de (s. v. dedo), corrido como una mona (s. v. mona, primera entrada), o de anillo (s. v. ani-™ llo); otras sólo Uevan la anotación de «expresión»: las paredes oyen (s. v. pared) o ta- fft les manos lo hilaron (s. v. mano). De todas ellas únicamente tres figuran en la micro- estructura de los restantes diccionarios que manejo (por supuesto, ninguna en la nomenclatura): echar con cajas destempladas, a dos dedos de, y las paredes oyen. Sólo H!> falta del DUE aguar la maděra, y del DGILE ésa es la madre del cordero. Las demás lexías faltan en más de un diccionario61, o en todos, como sucede con leer de extraordinario y con tales manos lo hilaron. Expresiones multiverbales. En el diccionario de la Academia aún hay otras lexías textuales calificadas como frases proverbiales; por ejemplo, más vale malo conocido que bueno por conocer (s. v. malo, la), también figura en la microestructura del DUE (s. v. malo), que nos Ue-<• van a un terreno más intricado, si cabe, dentro del dominio lexicográfico: el de los re- 4» franes. El ejemplo aducido figura en los repertorios paremiológicos de Luis Martinez Kleiser52 (con el numero 12629) y Francisco Rodriguez Marín63, por sólo citar dos de trabajo es más de morfológia teórica que de lexicografía descriptiva o aplicada. Véase también B. Migliorini, Che cos'é vocabolario?, 3" ed., ľ reimpr., Florencia, 1961, pág. 24. 60 A hurtadillas figura en la entrada hur- (antes he hecho una referencia a ešte tipo de en-tradas); de ron,. m aparece bajo rondón; y en volandas está en la subentrada volandas de la entrada volar. 61 Corrido como una mona del DUE y del DGILE, de anillo del DUE y del DI, y no dar Jj. golpe del DGILE y del DI. 62 Refranero general ideológico espaňol, Madrid, 1953; reimpreso en Madrid en 1978. 63 Más de 21.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro u/fk Gonzalo de Correas [...], Madrid, 1926, pág. 297. 99 los coleccionistas modemos más conocidos. Ahora bien, ^deben ser acogidos los refranes en los diccionarios? Si examinamos el contenido de nuestras obras lexicográfi-cas veremos que se eliminan sistemáticamente, y si permanecen algunos es por el in-flujo del DRAE, el cual presenta vacilaciones a la hora de calificarlos64. Hasta la decimoctava edición (1956), la obra académica acogió los refranes, pero en la de 1970 la «demanda de mayor espacio ha coincidido con la decision adoptada por la Academia de eliminar del Diccionario los miles de refranes que contenia. En su mayor parte estas sentencias de la sabiduria popular tienen más valor intelectual y moral que puramente lingüistico. La Academia, por consideración a esos valores, se propone recoger los refranes fuera del Diccionario en una colección totalmente pa-remiológica, para lo cual ha abierto un concurso especial»65. Por la vacilación aludi-da antes, aún quedaron para las siguientes ediciones del DRAE algunos refranes. Pero no todas las culpas pueden recaer sobre la corporación académica, pues, como seňalan Juana G. Campos y Ana Barella66: «en los diccionarios, y en otras obras que tratan de ešte téma, se advierten vacilaciones a la hora de fijar sus características o delimitar su campo. Y en las obras de paremiología aparecen mezclados los refranes con frases de todo tipo». Ya hace unos cuantos aňos nos había advertido de ello Julio Casares: «entre el campo de las locuciones [...] y el terreno propio de los refranes, queda una zona amplia de límites borrosos, poblada de esas formulas pluriverbales que los diccionarios, con criterio indeciso, llaman indistintamente 'expresiones', 'gi-ros', 'frases hechas', 'frases proverbiales' o simplemente 'frases'».67 Fue precisamente el maestro Casares uno de los primeros en oponerse, con «un parecer un tanto revolucionario»68, a la inclusion de los refranes en el diccionario; por ,' el contrario, se mostró partidario de dar cabida a las locuciones69, incluso con unas in-' dicacíones gramaticales bien precisas70, mientras que no encontró una solución satis-; 64 Véase J. G. Campos y A. Barella, Diccionario de refranes, Madrid, 1975, págs. 1X-X. 65 En el «Preámbulo», pág. VIII, de la decimonovena edición (1970). Palabras similares fueron dichas antes por R. Lapesa en «Los diccionarios de la Academia», BRAE, XLIV, 1964, págs. 425-430, pág. 426. La obra ganadora del concurso académico fue la de J. G. Campos y A. Barella, ya citada. No fue ésa la primera obra en recoger los refranes académicos: el Conde de la Viňaza cita al menos dos que no tienen en consideración las autoras del Diccionario de refranes, los Refranes de la lengua castellana, Barcelona, Imprenta de Agustín Roca, 1815 (con el n° 1496), y A. Jiménez, Colección de refranes, adagios y locuciones proverbiales, con sus expli-caciones e interpretaciones, Madrid, 1828 (n° 1502). 66 Op. cit., págs. VII-VIII. 67 En la Introduction a la lexicografía moderna, Madrid, 1950; reimpr., Madrid, 1969, pág. 185. Sobre el mundo intrincado de las denominaciones, me remito a J. Gella Iturriaga, «Datos para una teória de los dichos», RDTP, XXXIII; 1977, págs. 119-128. 68 Cfr. la Introduction citada en la nota precedente, págs. 198-199. 65 H. Urrutia Cárdenas, op. cit., pág. 200, dice que la locución es un concepto equívalente al de lexía compuesta. Más adelante volveré sobre la inclusion de las locuciones en los diccionarios. 70 Véase el primer capítulo de la tercera parte de la Introduction a la lexicografía moderna, págs. 167-184; todo el capítulo está dedicado a las locuciones. Por otra parte, consúltcse también F. Brunot, La pensée et la langue, 3" ed., 3" tiráda, Paris, 1965, en diversos lugares; y G. 100 factoria para el resto de las expresiones léxicas multiverbales71: «la frontera que andá-bamos buscando para no salirnos del terreno lexicográfico quedaría establecida entre los refranes, por la parte de afuera, y las frases proverbiales con un pie a cada lado. La inclusion de éstas en el Diccionario no es cosa que se pueda decidir de antemano y con carácter general. Dependerá en cada caso, de la indole de la frase y de la explication que requiera; porque si ésta ha de ser, por ejemplo, de carácter puramente erudito o histórico, bien puede el lexicógrafo dejar esa misión para otros investigadores y ate-nerse a su propio menester»72. La opinion de Julio Casares fue la que prevaleció, como vemos, a la hora de tomar la Academia sus decisiones sobre estos puntos, influyendo de manera indirecta, sobre el resto de la lexicografia espaflola. Los investigadores teóricos de la lexicografia moderna tampoco han aportado soluciones satisfactorias73, pues raramente se pronuncian sobre la conveniencia de incluir las unidades que estamos viendo en los diccionarios, aunque si insisten en los in-convenientes que presentan como háce Ladislav Zgusta74. La dificultad para permitir la aparición en los diccionarios de modismos, frases, lqcuciones j; refranes_estriba en eí mayor o menor numero en grados de lexicaliza-' ción, junto a su distinta compíejidaď sintáctica75. La presencia de palabras que pue-! denTěFutíližadas en otros~coňtextos erTentiterior de las unidades léxicas que esta-I mos viendo, impide que los lexicográfos les otorguen la dignidad de figurar en la nomenclatura de los diccionarios, por lo que, en caso de dar cuenta de ellas, irán en . la microestructura, en los apéndices, o en obras por separado, solution, esta ultima, 1 adoptada por la Academia para los refranes. El autor del diccionario sera quien decida la presencia, o no, de los modismos, frases y locuciones, conforme, repito, a su grado de lexicalización (determinado sub-jetivamente por el lexicógrafo), y a su complejidad sintáctica (es más fácil incluir en un diccionario las estructuras más simples, que son a su vez las que ofrecen mayores Gougenheim, «Une catégorie lexico-grammaticale: les locutions verbales», ELA, nueva serie, 2, 1971, págs. 56-64. 71 Para J. Casares «todo modismo es una expresión compleja de carácter estable en la que entran por lo menos dos palabras» (Introducción, pág. 212), pero el téma está al margen de la lexicografia (en la misma Introducción, pág. 205). De todas maneras es considerable el espacio otorgado a los modismos en la Introducción de J. Casares (pág. 205-242). 72 Introducción, pág. 203. 73 Es digno de mención el artículo de A, J. Grtiinas, «Idiotismes, proverbes, dictions», CL, 2, 1960, págs. 41-61, si bien ignora, entre otros, a J. Casares; véase igualmente D. Gram, «The linguistic status of the proverb», CL, 43, 1983-2, págs. 53-71. 74 Op. cit, págs. 144-156. G. Gross, «Lexicographic et grammaire», CL, 39, 1981-11, págs. 35-46, pág. 39, también insiste en la falta de una solution satisfactoria, seňalando que el re-parto habitual es el de poner las reguiaridades en la gramática y las idiosinerasias en el diccionario. 75 En los reťranes tampoco puede perderse de vista su literalidud, motivo por el cual también debcrían ser exeluidos del diccionario. Cfr. F. Lázaro Carreter, «Literatura y folklore: los refranes», apud Estudios de lingtiistica, págs. 207-217; y también «La lengua de los refranes. i,Es-pontaneidad o artificio?», recogido en el mismo libro, págs. 219-232. 101 posibilidades de lexicalización)76. En una ocasión más hemos de reconocer que la microestructura se ve condicionada por la forma de la macroestructura del diccionario. Tras lo expuesto no queda más que indicar el camino seguido por la Academia, eminentemente práctico, solución a la que también Uega, desde una position teórica, Alain Rey, cuando se inclina a poner el limite superior de los estudios lexicológicos y lexicográficos justo por encima de la locución, pues a) Su forma puede manifestar reglas ligeramente distintas de las que se aplican a su contexto. b) Su funcionamiento se regula por cireunstancias histórico-culturales, y c) Su semántica no respeta las «reglas de proyección» válidas para la production de frases de la lengua.77 En definitíva, la pregunta para saber cuáles deben ser las unidades de trata-miento lexicográfico queda sin una respuesta conereta, debído a la existencia de una realidad multiple, fruto de la variedad misma de los productos lexicográficos. Como afirman Lucien Collignon y Michel Glatigny: «Qu'il s'agisse de mots ä formes multiples, ďunités dépassant le mot graphique (mots composes, lexies, locutions, sigles), ďunités se situant en deca (radicaux, affixes), on verra en comparant différents dic-tionnaires qu'une unite de doctrine ne rěgne pas chez les auteurs, et que chacun d'eux n'observe pas toujours une attitude cohérente et constante»78. Si, se pueden dar unas recomendaciones de indole teórica que serán seguidas con mayor o menor fortuna, pero sera difícil conseguir que se adopte un modelo uniforme y consistente. El diccionario presupone el conocimiento de la gramática79. La presencia de la gramática en la nomenclatura de los diccionarios no sólo se manifiesta a través de los 5pos de unidades léxicas recogľdas; lo cuaľde por si, es ya Tmportänte, šlno también mediante la forma que adquiéren para figurar en la macroestructura, factor decisive ä lá hoŕä^dé^onTeJtionäTTas öbraslexicögraficas. Nö voy a insistir aquí de nuevo sobre cuanto haq-HÉclado expuesto más arriba apropósito de determinados elementos, pues es innecesario. Tampoco voy hacer referencia a las categories de las palabras, funciónatribuida habitualmente a la gramática, por más que haya que tenerlas presentes en todo momento. El usuario del diccionario no se da cuenta, por estar habituado a ello, de que en la nomenclatura de las obras lexicográficas no figuran todas las formas posibles del TOcabuíařio","sinb que, por lo común, cada paradigma "áparecé représénládó por ün solo elemento, lo cual obliga al lector a un proceso de reduction morfológica desde 76 La misma opinion fue la manifestada por A. Rey, Le lexique: images et moděles. Du dic-tionnaire á la lexicologie, Pan's, 1977, págs. 188-192. Más adelante voy a volver de nuevo sobre el problema, y veremos, otra vez, cómo J. Casares es partidario de la presencia en el diccionario de estas unidades, salvo los refranes. 77 Cfr. A. Rey, Le lexique, pág. 190. 78 L. Collignon y M. Glatigny, op. cit, pág. 77. 79 Véase Al-Kasimi, op. cit., pág. 49. 102 *• que ve en un texto una palabra cuyo significado desconoce, hasta que halla en el dic- 4t cionario la entrada del articulo correspondiente80. El Camino es largo, pero los ha- blantes lo efectuan de una manera mecánica y rápida: se debe identificar la categoría * gramatical y el tipo de desinencia antes de determinar el lexema, al que se aňadirá la 4t termination propia de la lexía presente en la nomenclatura. El procedimiento re-_ quiere del hablante una buena conciencia lingüistica y conocimiento de su lengua. He aqui una de las razónes para cuidar la enseňänza de nuestra" lengüa. Si ese apréndi- * zaje se realiza de manera.defectuosa, el niňo, el hablante, entre otras cosas, nunca ^ sera un buen usuario de diccionarios81. Y es que el diccionario no hace una descrip- ción de la realidad semejante a la de otras obras científicas: «La description lexico-^ graphique de la langue a un autre caractěre qui ľéloigne des descriptions scientifi- ques: eile suppose chez le lecteur une connaissance de la langue décrite; la consultation ne peut se faire qu'ä partir d'une certaine maitrise des regies syntaxi-ques»82. En otro lugar me he referido a las dificultades con que se tropiezan los estu-4p diantes de otras lenguas a la hora de buscar en los diccionarios palabras de idiomas # * m que no conocen bien83, téma sobre el que no voy a volver ahora. £1 lema. La reducción del paradigma se hace a una forma canónica, el lernen, represen- ts} taňte" de ťodaš" las värfäŕités dě la pälabŕa. Normalmente se aceptän como lemas en ťo- dašTäirréngua"s^éľmfirníiyo päralos véŕBošT"eTsifíguIär para los"susíantivos, y el tnas-culino singular para adjetivos y pronombres. La regia, tácita, suľre no počas (♦ transgresiones. No sólo los diccionarios de lenguas clásicas ofrecen como lema de los verbos de la primera persona del presente de indicativo, en lugar del infinitivo, sino que en nuestros diccionarios hay una gran falta de coherencia. Al referirme por otros 80 Podria pensarse que todo ese proceso queda olvidado en los diccionarios conceptuales, pero J. Casares, en la parte analógica del DI (cfr. la pág. XVI), prefirió los substantivos para en- lf cabezar los epígrafes, empleando térrainos pocos usados, olvidados, e incluso neologismos ad — hoc,\o cual obliga al lector a un trabajo gramatical (morfológico) para dar con el substantivo apropiado. l^P S1 Recapacite ante ešte fenómeno la «industria del diccionario» que periodica mentě nos j± asaetea con publicidad a través de los medios de comunicación todos los meses de septiembre y octubre. Aunque un poco al margen de lo que digo no está de más recordar unas palabras de F. Lázaro Carreter: «Entre nuestras infinitas deficiencias pedagógicas, carecemos de datos seguros JHf acerca de la competencia léxica según los niveles de edad (y de los variables a que darfa lugar una consideración sociológica de la cuestión), que permitieran componer diccionarios gradua-dos y proporcionados a lo que pudiera considerarse óptimo dentro de cada nivel» («Prólogo» |4# del Diccionario Anaya de la lengua, 2" reimpr., Madrid,"1979, pág. VII). 82 J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 90. 83 Véase en este libro «Los diccionarios bilingiles: su contenido». iM' : 84 El término es de uso generalizado en los estudios de lexicografía, si bien falta en dic- M. . cionarios especializados como el de J. Dubois y otros, Diccionario de lingüistica, Paris, 1973; ver- sion espaňola, Madrid, 1979. Véase por ejemplo, L. Zgusta, op. cit., págs. 249-252, o mi Proyec-to de lexicografía espaňola, págs. 25, y en diversos lugarcs de la obra. 103 motivos a la macroestructura del DRAE seňalé que «esta organización se rompe con aleunos de los términos gramaticales, de gran frecuencia de la lengua, pues mientras aquel, üa, llo, llos, Has o este, esta, estos, estas, sólo tienen una entrada, bajo la primera de esas formas, el, la, lo (art.) tiene třes entradas, y eso que en todos los casos son variantes que no pueden aparecer seguidas en la nomenclatura de la obra»85. Por otra parte, también queda rota la unidad de criterio que supone el lema como representante del paradigma en los artículos de los adjetivos. De manera uniforme todos los diccionarios actuales de la lengua presentan en la nomenclatura (el Dl en la parte alfabética) la forma del masculino del adjetivo, acompaňada de la termination del femenino, mientras que se niega la entrada a las formas del plural (salvo en los adjetivos y pronombres que ya hemos visto). Si se siguiera un criterio úni-co deberían aparecer los plurales tanto de adjetivos como de substantivos, y los paradigmas completos de los verbos, pero ello desvirtuaría la apariencia del diccionario y su cometido, pues su lugar es la gramática86. También en el DGILE se agrupan cuyo -ya, cuyos -yas; cúyo -ya, cúyos -yas o quien, quienes bajo una sola entrada, sin que se distingan, en el segundo caso, las formas con acento gráfico, cuyas funciones, al menos, son distintas de las que poseen las formas tónicas. En definitiva, lo que se busca es establecer microsistemas gramaticales87 en la nomenclatura del diccionario, aunque de una manera poco sistemática, pues son artículos distintos este y éste o aquel y aquél, lo cual no oeurre en el diccionario académico88. Los derivados reguläres figura« en los diccionarios89. Dentro de este orden de hechos hay que seňalar, en la nomenclatura de todos nuestros diccionarios, la aparición de numerosos derivados reguläres sin alteraciones de significado, por más que se hayan levantado voces en contra de ello, entre otras la siempre autorizada de Julio Casares: «Por lo que se refiere a los aumentativos y di-minutivos, es tal su variedad y abundancia en espaňol, que si se registraran todos en 85 En Lexicología y lexicografía, pág. 247. Cfr. igualmente B. Migliorini, op. cit., págs. 24-26. 86 Lo mismo sucede en francés, cfr. J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 145. 87 Vid. J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 148. 88 No es lógico pretender como L. Collignon y M. Glatigny (op. cit, págs. 67-68) que ca-ballo y yegua (su ejemplo es hase y liěvre) constituyan una sola entrada, pues se confunde el lexema con el semema, si bien ello no obsta para que en la microestructura del diccionario pue-dan darse informaciones sobre cuantos aspectos existan relacionados con el término que encabeza el articulo. 89 No voy a detenerme aqui en el largo tema de la derivation y sus consecuencias lexico-gráficas. No obstante, véase F. Lázaro Carreter, «Transformaciones nominales y diccionario», RSEL, 1-2, 1971, págs. 371-379; recogido en Estudios de lingüistica, págs. 73-81; Jose G. Moreno de Alba, «Morfológia derivativa y diccionario», BFUCh, XXXI, 1980-1981, págs. 551-560; A. P. Cowie, «On specifying grammar. On specifying grammatical form and function», apud R. R. K. Hartmann, Lexicography, págs. 99-107, en especial las págs. 102-103; y Q. I. M. Mok, «Dic-tionnaire et derivation», Lexique, 2, 1983, págs. 69-77. 104 el Diccionario ocuparían un espacio desmedido [...] Nuestra opinion es favorable a un temperamento intermedio, que consistirá en no hacer un articulo aparte para cada uno de los aumentativos y diminutivos llamados reguläres, salvo cuando la signification tenga un matiz que no sea simplemente la modification cuantitativa del positi-vo; pero mencionar, en el articulo dedicado a éste, todas las formaciones documen-tadas»90. La actual situation de los derivados reguläres en nuestros dictionaries debe ser achacada a la Academia, ya que en la duodécima edition de su obra (1884) «ha cui-dado de acrecentar en su léxico el numero de los disminutivos y aumentativos que no acaben en ico, Mo, ito, y en ony azo. Pero, exceptuados aquellos que tienen acep-ciones de positivos o alguna particularidad exceptional, se han suprimido todos los de estas vulgares desinencias, como igualmente los superlativos en isimo que conservan sin modification alguna las letras radicales de los vocablos de que proceden. En nin-gún diccionario constan, ni es preciso ni quizá posible que consten, todos los diminutivos y superlativos de estas desinencias usados en el lenguaje familiar: incluyendo parte de ellos tan sólo, se haria creer que las exclusiones significaban reprobation: al eliminarlos todos, con las excepciones indicadas, no resulta daňo ninguno»91. En otro lugar he mostrado la presencia en el DGILE92 de aumentativos, diminutivos, gentili-cios derivados de nombres de personas, etc. Pero sobre todo llama la atencion la presencia de infinidad de adverbios en -wienie: sólo en la edition del diccionario aca-démico (1956) se pueden contar jmás de dos mil doscientash entradas con la termination -mente93. Y llama más la atención si sabemos que Elio Antonio de Nebrija, al confeccionar su Vocabulario espaňol-latino (^1495?) eliminó los adverbios en -mente con los que traducía los adverbios latinos en -ter en el Diccionario latino-espařiol (1492)94. El criterio de Julio Casares parece ser el seguido por la Academia: «Nuestra opinion ante este problema es favorable a incluir en el Diccionario todos los adverbios en -mente cuya existencia no ofrezca dudas. Tenemos para esto varias razo-nes. Es la primera que muchos adjetivos tienen multiples acepciones, de las cuáles sólo han pasado una o dos al adverbio, y esto exige que se precise la signification de 90 En la Iniroducción a la lexicografla moderna, págs. 320-321. Véase también su opinion sobre la derivación en los tecnicismos (págs. 282-284). Consúltese del mismo J. Casares «La Real Academia Espaňola vista por dentro», apud Nuevo Concepto, págs. 171-194, en especial la pág. 185 donde puede leerse, tras otras consideraciones: «convendría incluir en él [el diccionario académico], y asi se hará para la próxima edición, aquellos compuestos cuyo signifieado no va implícito en los elementos integrantes.» 91 En la «Advertencia» de la duodécima edición (1884), pág. VI. Véase más adelante el es-tudio dedicado al diccionario académico. 92 De nuevo remito a Lexicologta y lexicografla, págs. 192-193. En el mismo orden de cosas de que voy a hablar, debe consultarse F. Lázaro Carreter «Pistas perdidas en el Diccionario», ya citado. 93 Véase F. A. Stahl y G. E. A. Scavnicky, A Reverse Dictionary of the Spanish Language, Urbana-Chicago-Londres, 1973, págs. 75-80;a esta obra le dcdiqué un pequeflo comentario en mi Lexicología y lexicografla, págs. 249-251. A propósito de los diccionarios inversos debe co-nocerse J. štindlová, «Sur le classement inverse des mots et sur ce qu'on appelle «Dictionnaire inverse»», CL, 2,1960, págs. 79-86. 94 Véase la pág. 13 del estudio preliminar de G. Colon y A. J. Soberanas de la edición fac-simil del Diccionario latino-espahol (Salamanca 1492) de E. A. de Nebrija, Barcelona, 1979. 105 éste. Otra consideration que merece tenerse en cuenta es la de que estos adverbios no siempre se contentan con el signifieado que tomaron del adjetivo. Una vez for-mados e introducidos en el uso, campan por sus respetos y corren las mismas aven-turas semánticas que cualquier otra palabra»95. Responde todo ello a una antigua determination de la Academia, pues en la septima edición de su diccionario (1832) decidió admitir los participios pasivos reguläres, los adverbios en menle que proceden de superlativos y además otros términos que, pudiéndose formar fácilmente, no son de uso general ni se hallan autorizados en los clásicos; como, por ejemplo, muchos nombres de acción terminados en azo. Para todo ello remitirá la Institution a las reglas de la gramática96. Forrnas del paradigma verbal en la nomenclature. La unidad de criterio que supone la representación de los paradigmas mediante el lema se ve transgredida con una enorme reiteración en los verbos. En primer lugar, son los participios las formas que plantean más problemas, debido a su carácter de adjetivos verbales que, con freeuencia, los lleva fuera del ámbito del verbo97, exi-giendo asi, en los diccionarios, una entrada distinta del verbo. Hoy nadie negaría el estatuto del adjetivo98 a atrevido, exagerado, ni a corriente, durmiente o vituperante, por más que su origen se halle en el interior de los paradigmas verbales99. Y sin embargo todos ellos figuran en el diccionario de la Academia calificados como partici-pio, al menos en su primera acepción. No deja de ser curiosa la anotación de partici-pio activo, en desuso hoy, que sigue a los del segundo grupo. 95 Cfr. J. Casares, Iniroducción a la lexicografla moderna, pág. 321. Danielle Corbin, «Le monde étrange des dictiormaires (2): Sur le statut lexicographique des adverbes en -ment», en Lexique, 1, 1982, págs. 25-64, llega a la conclusion de que el lexicógrafo está ante el dilema de describir adecuadamente los hechos lingiiisticos o no respetar las limitaciones impuestas por los editores, a propósito de la regularidad formal y semántica de los adverbios en -mente. 96 Véase el prólogo de dicha edición, y más adelante «El Diccionario de la Academia en sus prólogos». 97 No es éste el lugar para volver sobre la constante polémica en torno al partieipio. Sus-cribo que «parece evidente el carácter de subclase del nombre adjetivo de esta palabra; sin embargo, el arraigo del término y la fuerza del signifieado que toma el contenido en estos lexemas parece hacer recomendable el mantener la denomination tradicional de partieipio con que se les conoce» (J. Alcina Franch y J. M. Blecua, op. cit, pág. 753). Deben consultarse las consideraciones de A. Duro, «Un angoissant probléme de lemmatisation: le traitement du participe», apud W. Pijnenburg y F. de ToUenaere (eds.), Proceedings of the Second International Round Table Conference on Historical Lexicography, Dordrecht, 1980, págs. 117-148, donde trata las diferenci as entre partieipio y adjetivo desde la lexicografla. 98 Sin tomar en consideration los que čita Menéndez Pidal en el Manual de gramática historka (14a ed., Madrid, 1973), § 122-1, enceso, raso, teso, tieso, confuso, circunciso, o los subs-tantivos dehesa y remesa. 99 Es innecesario recurrir a ejemplos que se usaban antiguamente y no en la actualidad, a los dobleles del tipo impreso/imprimido, o las llamadas formas irreguläres como puesto, vuelto, tuerto, frito, unto, etc. Cfr. Menéndez Pidal, Manual, § 122. 106 Es preciso advertir, antes de continuar, que no hay uniformidad en los principals diccionarios de la lengua actual: el DGILE no califica como participio a ninguno de los ejemplos aducidos100; el Diccionario ideológico de Casares únicamente levanta la sanción de participio a alrevido y sosegado, anotando los tres Ultimos también como participios activos; Maria Moliner sólo dice de sosegado que sea participio, pero participio adjetivo, sin atreverse a prescindir de la categoría tradicional. Es cu-rioso observar la postura de un diccionario de dimensiones más reducidas que las obras lexicográficas generales, dirigido a estudiantes de enseňanza media, en el Diccionario Anaya: alrevido, exagerado y sosegado sólo figuran en la microestructura, en el apartado de palabras de la misma família que el término de la entrada; corriente y durmiente están en la nomenclatura, el primero como adjetivo, y el segundo como participio activo y substantivo; no figura en la obra vituperantem. Las formas irreguläres de algunos participios son sentidas por el hablante medio —y por los lingiiistas— no como tales participios, síno como adjetivos, y, a veces, como sustantivos. La irregularidad ha favorecido el cambío de categoría, la gramati-calización si se quiere, al mismo tiempo que pedía un lugar independiente en la nomenclatura de los diccionarios, pues, aunque se cumple en diversos grados dentro de nuestra lexicografía, una forma con categories gramaticales distintas necesita otras tantas entradas diferentes102. Una vez producidas las excepciones seňaladas, queda abierta la nomenclatura de los diccionarios para cualquier forma irregular, rara o difícil de interpretar por el hablante. Ello sucede en cualquiera de los diccionarios «grandes» y, por supuesto, en los bilingiies103: en la nomenclatura del DGILE el lector podrá encontrar formas como anduve, quepo o sepam; en la del DUE están las entradas cupe, cupiste, fid, fuiste, fue, fuimos, fuisteis, fueron oyergo,yergues, etc.105 Por supuesto, no deben con-fundirse esas cabezas de artículo (aunque en muchas ocasiones esté truncado) con otras formas no canónicas, pero que responden a usos particulares, tal como sucede en bastantes ocasiones con los participios irreguläres. No querrfa dejar de seňalar que 1011 Todos llevan ia notación de adjetivo, menos durmiente que es substantivo. Falta de la nomenclatura vituperante. 101 En la presentation del diccionario (pág. XIII) se explica asi esa distribution: «Muchos de estos términos que figuran en la familia de otro los nemos eliminado del cuerpo general del Diccionario, es detir no vienen definidos en el lugar que alfabéticamente les correspondent, por una razón muy sencilla: nemos considerado que sus significados son deducibles a partir de la pa-labra que encabeza la familia. Se omiten con frecuencia los participios pasados y los adverbios en -mente. De este modo, nemos evitado reiteraciones que tan frecuentes son en otros diccionarios». 102 Cfr., por ejemplo, L. Zgusta, op. cit., pág. 250; y Al-Kasimi, op. cit., págs. 52-53. 103 Cfr. en este libro «Los diccionarios bilingiies: su contenido». A este propósito pueden verse L. Zgusta, op. cit, pág. 344; Al-Kasimi, op. cit, pág. 48; y L. Collignon y M. Glatigny, op. cit., pág. 95. El Diccionario del espahol moderno de Martin Alonso, 5a ed., Madrid, 1978, aňade un «Repertorio de verbos irreguläres clave». m Ade más de asgo, corrupto, entredijc, inscripto y tínto que seňalé en el comentario de mi Lexicologi'a y lexicografía. Sin embargo no figura ninguna de las irregularidades del verbo adii-cir, por ejemplo. 105 En mi Lexicología y lexicografía ya había anotado la presencia de repuse. 107 en el Diccionario de Autoridades (1726-1739) las anomalías de los verbos formaban artículo independiente (quizás sea ésa la explicación de todas las que perduran hoy), pero fueron suprimidas en la primera edición reducida de la obra (1780)106. Para Fernando Lázaro Carreter la anotación de las irregularidades verbales fue una decision muy moderna que no han sabido continuar los demás diccionarios, pues relegar esas irregularidades a la gramática es discutible107. La explication de las formas irreguläres. Las explicaciones (no me atrevería a llamarlas definiciones) de los elementos aducidos más arriba no suelen ser en metalengua de contenido, sino en metalengua de signo, algo semejante a lo que sucede, según hemos visto, con los elementos gramaticales, y es que, por más que nos empeňemos, anduve, fuimos o tinto, no repre-sentan (ahora volveremos sobre la representatividad del lema) paradigmas, unidades léxicas de la lengua, o como queramos decir, sino que son formas de esos paradigmas, variantes del habla, cuya explicación del contenido debe buscarse bajo el lema co-rrespondiente, al que ineludiblemente remite la explicación del signo. En el DRAE la primera acepción de cortado, -da, dice tan sólo 'pfarticipio] p[asado] de cortar'; en el DGILE asgo es defimdo como 'pres. indicativo del vb. asiť; la primera acepción de tuerto en la parte alfabética del Diccionario ideológico de Casares es 'pfarticipio] pfasado] de torceŕ; en el DUE la entrada estuve, -iste, -o, -imos, -isteis, -ieron queda definida como 'pretérito indefínido de estar', etc., etc. Todas ellas son definiciones en metalengua de signo, y envían a la forma canónica, bajo la cual, y sólo allí, se ofrece la explicación del contenido. El fenómeno está extendido en todos los diccionarios, y no sólo en los generales de la lengua. Más arriba hemos visto cómo los diccionarios etimológicos hacen uso del recurso, si bien obligados por otros motivos. Lo mismo ocurre con el DHLE108, donde todo se complica con la presencia de una gran canti-dad de variantes gráficas: acepha remite a aceifa; acéphalo a acéfalo (pero olvida acephalismo, que figura como acefalismo), etc. Y por supuesto, las referencias inter-nas para formas raras, irreguläres u otro tipo de variaciones, también figuran en los diccionarios bilingiies109, donde la justificación es más fácil, por la ayuda que debe prestar el diccionario —como instrumento que es— al usuario que intenta aprender una lengua desconocida para élno. 106 Cfr. el prólogo de esa edición, pág. II, y lo que digo más adelante en «El Diccionario de la Academia en sus prólogos». 107 Crónica del Diccionario de Autoridades, págs. 43-44. Cfr. también A. Porto Dapena, Elementos, pág. 185. 108 Real Academia Espaňola, Diccionario historko de la lengua espaňola, t. I, a-alá, Madrid, 1972. No creo necesario reseňar los fascículos publicados después. De nadá de lo que si-gue habla M. Seco en Las palabras en tiempo: los diccionarios históricos, Madrid, 1980. Recogi-do en los Estudios de lexicografía espaňola bajo el título de «Los diccionarios históricos», págs. 49-89. 109 Veáse el capítulo «Los diccionarios bilingiies: su contenido». 110 Es la explicación que también dio M. Moliner para indicar la acentuación figurada de algunas palabras en su diccionario. Cfr. el DUE, I, pág. XIII. 108 Las razones expuestas hasta aqui son más que suficientes, al igual que sucedía con los elementos de relation, para arrojar de la nomenclatura de los diccionarios las variantes puramente gramaticales, pues la flexion no altera el significado de las pala-bras, mientras que si lo hacen la coraposición y derivación, razón por la cual existen en los diccionarios más compuestos y derivados que formas de paradigmas. Si se to-mara la decision de eliminar de las obras lexicográficas las variantes no léxicas, una vez más chocarían los intereses teóricos (lingiiísticos, lexicográficos) con los de edi-tores y usuarios, quienes prefieren que el diccionario sea una obra polyvalente, no sólo la explicación del significado de las palabras. Y quizás no les falte razón. La forma del lema. Volvamos ahora, hechas estas anotaciones, a conocer el lema, elemento al que se reducen los paradigmas. Es, en cierta medida, la clave o seňal111 para llegar al co-nocimiento del elemento léxico (objeto de la búsqueda que nos lleva al diccionario) y de la explicación que sobre él nos ofrece la microestructura. Para Ladislav Zgusta «the purpose of the lemma is to identify the lexical unit, to locate it in the (formal, frequently specifically morphological) system, and to describe its form; therefore, the «irregular forms» should be indicated, even if they have no observable effect on the meaning»112. Jean y Claude Dubois consideran al término que figura en ia entrada como unidad teórica, una abstraction, de las palabras del dis-curso113, y a la vez como un substantivo invariable, sujeto de la predication que le si-gue (el artícuio)114. Según Alain Rey sólo coinciden las unidades del discurso con las del diccionario cuando la realization en el habla es única115 y aňade «les marques de genre et de nombre, les systěmes de flexions et certaines formes autonomes (formes des verbes «irréguliers») ne se trouvent qu'ä ľintérieur des articles; la plupart ne sont méme pas rappelés ä ľordre alphabétique»116. En definitiva, para constituir la entrada del artícuio del diccionario, las palabras se reducen morfológicamente a la forma no marcada del paradigma117, haciendo la salvedad, por un lado, de las formas gra-maticalizadas y lexicalizadas (dijes, expensas, mica, seňora, etc.), y, por otro, de los verbos cuyo representante en la nomenclatura de nuestros diccionarios es el infiniti- 111 Véase lo expuesto en «Los diccionarios bilingiies: su contenido». 112 L. Zgusta, Manual of Lexicography, ya citado, pág. 250. 113 Op. cit, pág. 62. 114 También comparte esa opinion J. Rey-Debove en «Le domaine du dictionnaire», Lan-gages, 19, septiembre, 1970, págs. 3-34, págs. 8-9, y, por supuesto, en Etude linguistique et sé-miotique, págs. 43 y 152. Véase iguaímente M. Seco, «ProWemas formales de la definición lexi-cográfica», pág. 220. 115 A. Rey, Le lexique, pág. 125. 1,6 Ibidem. 117 Más arriba ha quedado seňalado cómo en los prouombres y adjetivos gramaticales las formas marcadas suelen acompaňar en la entrada a las no marcadas, e incluso constituir por ellas mismas entradas independientes, adquiriendo entonces, como el infinitivo en los verbos, el carácter de metalenguaje. 109 vo, forma marcada, si, pero que debe ser entendida como un elemento del metalenguaje, una etiqueta para todo el paradigma, incluido el propio infinitivo118. Equivalencia gramatical entre el lema y sus explicaciones. Como ya hemos visto en otras ocasiones, la nomenclatura condiciona la forma de la microestructura a partir del término que encabeza el artícuio, pues «el propósito de equivalencia sintáctica —que presenta quiebras en diversas categorías de palabras, es-pecialmente en los adjetivos— es, en los diccionarios espaňoles, visiblemente firme en lo que respecta a los nombres y a los verbos. Todos los nombres aparecen definidos por medio de un nombre o de una perífrasis substantiva, y todos los verbos aparecen definidos por medio de un verbo o de una perífrasis verbal (yendo el verbo definidor en la forma de infinitivo, igual que el verbo definido)»119. Esas quiebras son consecuencia de las dificultades con que se tropiezan habitualmente los lexicógrafos para establecer las definiciones. De todas maneras, las quiebras pueden llegar a sistematizarse dentro de una tipología de la definición, como hizo Josette Rey-Debove120. La sinonimia que se establece entre el definidor y el definido, asi como el con-dicionamiento morfológico, han sido vistos desde hace mucho tiempo, y sistemática-mente explotado, por los autores de erucigramas, quienes exigen de la persona que 1,8 «Ľunité de traitement est presque toujours assimilée ä ľunité graphique, laquelle doit, pour étre prise en consideration, transerire une unite fonctionelle non marquee (noms) ou étre traitée en métalangue en tant que signe métalinguistique des formes fléchies, merne sans rapport graphique avec elles» (A. Rey, Le lexique, pág. 126). Para nuestv.is gramáticos el infinitivo es el nombre del verbo (cfr. A. Bello, Gramática de la lengua castellana, Paríš, 1898, § 426; R. J. Cuervo, «Sobre el carácter del infinitivo», apud Estudios filológicos, en sus Obras, II, Bogota, 1954, págs. 47-57; Real Academia Espaňola, Esbozo de una nueva gramática de la lengua espa-ňola, Madrid, 1973, § 3.16.2., etc.). Véase también E. Alarcos, «Sobre la estructura del verbo cs-pafiol», apud Estudios de gramática funcíonal del espaňol, 2" ed., Madrid, 1978, págs. 50-89, yen especial la pág. 60. 119 M. Seco, «El «contorno» en la definición lexicográfica», pág. 184. El autor insiste sobre el téma con una extension un poco mayor en «Problemas formales de la definición lexicográfica», págs. 224-225. Los principales tratadistas de la lexicografía se han dado cuenta de la relación existente entre la forma de la entrada y la definición: B. Quemada, op. cit., págs. 460-461, aunque sin enunciar taxativamente e) fenómeno; desde un punto de vista diferente, J. Rey-Dc-bove, Etude linguistique et sémiotique, págs. 202-203. L. Zgusta, op. cit., 258, dice: «The definition usually has the form of an endocentric phrase. Since lexical units of a language are defined in the same language, it follows that the definition will frequently take into consideration the grammatical status of the defined lexical unit: a substantive will be defined by a substantival construction [...], a transitive verb basically by another transitive verb or a syntactically equivalent construction [...], etc., according to the respective system of the language in question». Son casi las mismas palabras que antes babia escrito U. Weinreich, art. cit, version inglesa, pág. 39. Sobre el mismo punto insiste J. A. Porto Dapena, Elementos, pág. 301. 120 «La definition lexicographique; bases ďune typologie formelle», TraLiLi, V-l, 1967, págs. 141-159. El artícuio fue ampliado y mejorado en el cap. VI del libro Étude linguistique et sémiotique, del que deben verse las conclusiones sobre la definición, págs. 253-255. WW ě 110 los resuelve un proceso semasiológico para ir de la idea a la palabra, función cubier-ta en el espaňol desde la lexicografía moderna por el diccionario ideológico de Julio ^fO Casares. El enunciado del crucigrama es, en gran medida, una definición, pues parti- cipa de muchas de las características de la definición lexicográfica, incluso de la más elemental: es un sinónimo (simple o perifrástico) de la voz que se busca121. Veamos IP unos cuantos ejemplos. En un crucigrama122 para llegar a la voz citar nos encontra- ^ mos con la formulacidn «dar día y hora»; ese mismo término en el DGILE es defini- do, en su primera acepción, de una manera más amplia, pero sin alterar la sustancia de la definición: 'avisar a uno seňalándole día, hora y lugar para tratar de algún ne-^p gocio'; para la solución flora encontramos en el crucigrama «conjunto de plantas pro- pias de un determinado lugar», mientras que la segunda definición en el DRAE es 'conjunto de plantas de un pais o región', etc. La concordancia salta bien a las claras HA cuando se enuncia «olfatead» para obtener oled, o «típicos instrumentos de viento de los celtas» para alcanzar la respuesta gaitas, etc., etc. A la vista de los crucigramas quizás mereciera la pena hacer una medítación. Si V las preguntas que se formulan son resueltas sin mucha dificultad por un hablante me- 4p dio, en ocasiones con una rapidez asombrosa, quiere decir no sólo que está habitua- M- do al proceso semasiológico, y que lo entiende, sino también que la pregunta-defini- ™ ción está bien establecida123. Es evidente que en muchas ocasiones esa definición, o fftl falsa definición, queda muy lejos de lo que debe ser una definición lexicográfica12'1, -gk pero es perfectamente válida, y no deberíamos sonrojarnos si los diccionarios les dan cabida, por necesidad o por cualquier otro tipo de motívos, dentro de su microes-^ tructura125, aunque ello sea motivo de crítica desde el punto de vista lingiiístico, fun- A damentalmente porque en los crucigramas también se busca la ambigüedad qüe difi- culte la solución del pasatiempo126. W No debemos olvídar lo que ya se ha dicho alguna vez: «le dictionnaire est aussi Dl un objet socio-culturel traditionel, et non une description de la langue ä ľusage des Ä linguistes. Destine ä rendre des services ä un vaste public, il s'écarte forcément ďune ^ description purement scientifique. II donne une assez bonne idée des besoins de ľuti- 121 Véase J. Rey-Debove, «La definition lexicographique: bases d'une typologie formelle», :pág. 141. 122 Torno mis ejemplos del «Gran crucigrama» de El Pais semanal, 179, (14-IX-1980). i 123 Otro tanto cabría decir de las preguntas indirectas en las encuestas de tipo dialectal. ™ Véase en relación con esto J. Fernández-Sevilla, Problemas de lexicografía actual, Bogota, 1974, p pág. 89 y sigtes. _ t24 Véase de J. Rey-Debove «La definition lexicographique: bases d'une typologie forme- ™ íle» y Etude linguistiqiie et sémiotique, págs. 180-257; L. Zgusta, op. cit, págs. 252-259; los artí- P culos que vengo citando de M. Seco y U. Weinreich, asi como los que enumero en mi Proyecto i^ de lexicografía espaňola, págs. 255-256, alguno de ellos recogído en libros posteriores, como el de A. Rey (1965), que es el cap. IV de su libro Le lexique: images et moděles. if» i2S «Si la definición lexicográfica parece todavía relativamente cercana a la definición ló- 0 gica, cuya formulación imita con frecuencia, la definición característica de los crucigramas, en cambio, puede darnos una vision mas exacta del funcionamiento «normal» de una lengua natural» (A. J. Greimas, Semántica estructural. Investigation metodológka, Madrid, 1973, pág. 113). I126 Me remito a J. Rey-Debove, «La definition lexicographique: bases d'une typologie formelle», págs. 141-142. P it 111 lisateur et de ses interéts iinguistiques»127. Es más, el diccionario, y sus definiciones, son algo serio y no plantean adivinanzas, sino que intentan dar cuenta de la mejor manera posible del signo lingiiístico128. Como vamos viendo son muchos los lugares por donde penetra la gramática (o las teorías gramaticales) en la macroestructura del diccionario. Salvo en unas pocas ocasiones (los gramemas independientes, por poner un solo ejemplo) la presencia grama-tical no se manifiesta de una manera clara, sino a través de la concepción lexicográfica. En cierta medida es una metalengua camuflada. Todo lo contrario sucede en la micro-estructura, donde los hechos gramaticales saltan inmediatamente a la vista. La información sobre la categoría gramatical. En cualquier diccionario de la lengua, la voz que figura en la entrada va sistemá-ticamente acompaííada de su correspondiente información gramatical; si encontramos un diccionario en que no se incluya de una manera general esa noticia, podremos afir-mar, sin temer mucho a la equivocación, que no es un diccionario lingiiístico129. Todos los investigadores actuales de la lexicografía coinciden en seňalar la presencia de la notation de la categoría gramatical como elemento necesario entre las informaciones del diccionario130, incluso en una position fija, tras la entrada del artículo. La información gramatical siempre se reseňa mediante unas abreviaturas, expli-cadas al comienzo de la obra conjuntamente con las restantes utilizadas en cada diccionario. Estas abreviaciones suelen ser de uso general, lo cual favorece su interpretation por parte del usuario: adj. siempre es adjetivo; f., femenino o frase; tr., transitivo; etc. Ahora bien, lo que si varía de un diccionario a otro es la longitud del índice de abreviaturas, según el numero de ellas que se utilice. Por lo que respecta a las gramaticales unos diccionarios son parcos en su utilización (por ejemplo, el 127 J. Rey-Debove, Étude linguistique et sémiotique, pág. 15. 128 Cfr. el artículo «La definition lexicographique: bases d'une typologie formelle», de J. Rey-Debove, pág. 142. Véase también lo dicho por V. Lamíquiz, Lingiiística espaňola, Sevilla, 1973, pág. 415. 129 Véase L. Collignon y M. Glatigny, op. cit, pág. 114. En ešte sentido el DUE es un caso especial dentro de la lexicografía, pues, como es sabido, suele omitir la información categorial. 130 Cfr. L. Zgusta, Manual of Lexicography, pág. 250. Para J. Rey-Debove (Étude linguistique et sémiotique, págs. 154-155) «le dictionnaire de langue a été caractérisé comme un dictionnaire qui présente au moins la catégorie (et le genre) de ľentrée, et une definition. Ľinfor-mation explicite de catégorie garantie seule dans tous les cas le statut de signe de ľentrée» (el subrayado es mío). Véanse también en el libro de J. Rey-Debove las págs. 156-159. Igualmente puede consultarse J. y CI. Dubois, op. cit, pág..93. A. Rey, op. cit, págs. 93-94, llega, incluso, a oponer diccionarios sincrónicos/diacrónicos por e) tipo de informaciones explícitas. También se ha ocupado del lugar de las informaciones gramaticales M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», págs. 218-221; del mismo autor «Ei primer diccionario sincrónico del espaňol», pág. 409. J. Fernández-Sevilla le dedicó al terna unas líneas en «Acerca de algunos as-pectos de la información lexicográfica», BAPLE, VI, 2, 1978, págs. 79-94, págs. 81-82. Cfr. igualmente B. Migliorini, op. cit, págs. 27-28; Al-Kásimi, op. cit, pág. 48 y 54-57; y G. Gross, art cit, pág. 41. 112 DUE), mientras que otros quieren dar la impresión de otorgar mayor atención a la gramática, combinando, por ejemplo, las abreviaturas de la categoria gramatical con las del género, lo cual hace su interpretación más fácil (es el caso del DGILE), o bien se incluyen algunas abreviaturas de cierta complejidad por querer afinar más en sus apreciaciones (por ejemplo, el DRAE131). Ello provoca no pocos problemas a los au-tores de obras lexicográficas que buscan un punto de apoyo en los diccionarios con abundancia de informaciones (es lo que sucede por ejemplo, con el DOSL132). La utilización de las marcas gramaticales en los diccionarios generales de !a len-gua es, manteniendo una postura lexicográfica estricta, innecesaria, excepcion hecha de aquellos casos en los cuales sirve para diferenciar homógrafos, motivo por el cual Maria Moliner suele prescindir de ellas en su diccionario. Ahora bien, si esas anota-ciones son precisas en algunos artículos, tendrán que extenderse a los demás con el fin de mantener una uniformidad a lo largo de toda la obra. Las informaciones gramaticales son inútiles porque los diccionarios monolingües, por lo general, tienen una finalidad descodificadora133, y cuando un usuario ha buscado en la macroestructura del diccionario, y, después, en la microestructura del artículo, ha dado pruebas sufi-cientes de sus conocimientos gramaticales (aunque sólo sean de carácter intuitivo), haciendo de la información categorial algo redundante. No es eso lo que ocurre con las clasificaciones semánticas, como el Diccionario ideológico de Julio Casares, cuya función codificadora si requiere que se ofrezca una información gramatical válida para hacer un uso adecuado de la voz en cuestión a la hora de construir un mensaje linguístico. Pero precisamente el diccionario de Casares no pone ni en la parte si-nóptica (es lógico), ni en la parte analógica, noticia gramatical alguna. Es más «para las cabezas o epígrafes de los grupos se han preferido, salvo dos o třes excepciones inevitables, los nombres substantivos, que ofrecen mayor extension logica que las res-tantes partes del discurso»134. Si el lector desea utilizar los términos que aparecen en las cabezas, o los que hay en el interior de los grupos, tendrá que recurrir —para hacer uso correcto de ellos— a su propia conciencia lingüistica de hablante, que podrá fallarle, o a la parte alfabética del diccionario, con la incomodidad que eso supone. 131 Distingue hasta trece clases de adverbios, algunas de ellas representadas por muy pocos elementos léxicos. Por otra parte, esa minuciosidad en Ja información es útil para el usuario, quien, de ešte modo, no se ve en la obligación de acudir a otras obras de consulta. La nomenclature gramatical del DRAE es, en algunos puntos, obsoleta: por ejemplo, como hemos visto más arriba, sigue llamando participios activos a adjetivos como durante, durmiente, me-diante, saliente, etc. 132 Como he explicado en mi artículo «Le Dictionary of the Old Spanish Language (DOSL)», pág. 128, este diccionario torna como lugar de referencia el DRAE, e inspirándose en él, sus redactores querian dar una información gramatical muy pormenorizada. Tras dos aßos de trabajos, en 1980 se han visto las incomodidades que plantea ese proceder (falta de consistencia en todos los redactores, dificultades de interpretación —propias para realizar otros estudios—, inconvenientes para la memorization magnética, etc.), por lo que se ha decidido simplificar la tabla de informaciones gramaticales. 133 Véase en los comentarios de mi Lexicología y lexicografía cómo no se conforman los diccionarios con ser sólo descodificadores, sino que también pretenden incluir elementos que sirvan para la codificación. He aquí uno dc ellos. 134 En el «Prólogo» del diccionario, pág. XVI. 113 Solamente en este sentido es justificable que dicha parte alfabética ofrezca la categoria gramatical del lema, y otras informaciones gramaticales, sobre las que voy a vol-ver enseguida, presentes en los demás diccionarios generales de nuestra lengua. Los valores de habla. La notación de la categoría gramatical que acompafta al lema seňala su valor en lengua135, por lo común único. No obstante, el DGILE a veces indica una bivalen-cia136: descuidado -da es adjetivo y substantivo, igual que jugador-ra; lastimar es tran-sitivo y pronominal, como maravillar; masivamente es adverbio de modo y de canti-dad, etc. Ello quiere decir que el primero de los valores es el habitual en lengua, y que con frecuencia adopta el otro en el discurso, tanto que el término está muy proximo a gramaticalizarse, si no lo ha hecho ya, con el otro valor. Los demás diccionarios generales de la lengua tampoco descuidan la información sobre los valores en habla137, si bien su posición dentro del artículo no es junto a la indicación de la categoria gramatical, sino tras la definition correspondiente. Es el DRAE el diccionario que busca una mayor precision en este sentido138: quien lo maneje encontrará con frecuencia notaciones del tipo ú. t. c. s. (úsase también como sustantivo; por ejemplo, en el artículo cafre), ú. m. c. s. m. (úsase mucho como sustantivo masculino; por ejemplo, bajo torpedero), ú. t. c. s. f. (úsase también como sustantivo femenino; por ejemplo, en el desarrollo de la entrada prepalatal), ú. m. en pi. (úsase mucho en plural; se puede hallar tras directriz), ú. t. c. intr. (úsase también como intrasitivo; en algunas de las acepciones de aferrar), etc.139 A través de estos pocos ejemplos pueden verse, igualmente, los dos grados de gramaticalización de los hechos de habla que distingue 135 «Ľentrée est une unite de lexique, done de langue; c'est le genre et le nombre de l'uni-té de langue qui est précisée dans les díctionnaires» (J. Rey-Debove, Etude linguistiaue et sé-miotique, pág. 158). En relación con lo expuesto aquí puede verse S. Ettinger, «La variación lingüistica en lexicografía», apud G. Haensch y otros, La lexicografía, págs. 359-394. 136 jjay que consider,- aparte las entradas en que figura el masculino y el femenino de un mismo substantivo, como lamparero -ra, mano -ňa, etc., en las que están indicados los dos generös. 137 «La catégorie grammaticale: le terme fait partie fondamentalement ďune classe gram-maticale (nom, adjectif, adverbe, verbe). Les changements éventuels de catégorie (nom devenu adjectif) sont considérés comme des derivations possibles, mais non pas comme ľappartenance ä une autre partie du discours [...] Si, dans une perspective distributionelle, on considere que le mot appartient aux deux parties du discours, on fera aiors deux entrées; ľentrée correspond ä une seule catégorie grammaticale» (J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 93). us Valga con repasar la lista de abreviaturas que precede a la obra. 135 «Mientras la categoría de la palabra es información absolutamente constante en todos los artículos, ya que no hay palabra de la lengua que carezca de aquélla, el hecho de usarse la voz ocasionalmente con una segunda función (gramaticalizada) no puede decirse de todas las palabras» (M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 219). Sobre la forma explícita del verbo en estas informaciones, véase el mismo artículo de M. Seco, pág. 220. 114 la Academia: una leve, indicada por medio de lambién; otra intensa, seňalada me-diante mucho140. Las informaciones gramaticales en los diccionarios bilingiies. La aparición de las informaciones gramaticales en los diccionarios bilingiies es más comprensible, por cuanto cumplen un papel transcodificador141, es decir, de co-dificación y descodificación a un tiempo. Además son más necesariaš por la inseguri-dad, o desconocimiento, del hablante de, al menos, una de las lenguas registradas. Por eso mismo, no debe sorprendernos la cantidad de artículos a los que sigue algu-na explicación sobre el uso del término tratado142, pues «the ideal bilingual dictionary would anticipate every conceivable need of the prospective user [...] It would contain all the inflectional, derivational, syntactic and semantic information that any user might ever need»143. Las informaciones gramaticales en el interior de los artículos. De entre los diccionarios generates de nuestra lengua merece una mención especial el Diccionario de uso del espaňol de Maria Moliner, el cual sin ser una obra di-rigida a analizar de manera pormenorizada las cuestiones concernientes a la gramáti-ca144, otorga en su microestructura un espacio considerable a las informaciones de orden gramatical145, que a veces súpera al de los manuales de gramática, como el ar-ticulo verba que se extiende por 43 páginas a doble columna146. A nadie se le escapa 140 No deben confundirse los casos de cambio de categon'a gramatical con la utilización metalingUística del lčxico. Recordemos la autoridad de E. Coseriu, «Introduction al estudio es-tructural del léxico», apud Principios de semántica estructural, Madrid, 1977, págs. 87-142; en especial la pág. 107. Véase a este mismo propósito J. Rey-Debove, Le métalangage. Ětude lin-guistique du dvscours sur le langage, Pan's, 1978, págs. 29 y 165 y sigtes. , 141 Cfr. mi Proyecto de lexicografía espaňola, citado antes, pág. 18, y en este libro «Los diccionarios bilingiies: su contenido». Véase también I. E. Iannucci, «The Role of Grammar in Dictionaries», AILA, 1978. 142 Véase L. Zgusta, op. cit., págs. 340-342, y 343-344. La mayoría de esas anotaciones son de carácter semántico (cfr. L. Zgusta, op. cit, págs. 336-340, y «Los diccionarios bilingiies»). 143 M. R. Haas, «What belongs in a Bilingual Dictionary?», apud F. W. Householder y S. Saporta (eds.), Problems in Lexicography, págs. 45-50, pág. 45. Antes, L. D. Levitzky había di-cho: «Correct grammatical information is a fundamental requirement in a bilingual dictionary and the difficulties it involves are sometimes greater than these facing the author of a descriptive grammar book» («Bilingual Dictionaries: Suggestions», apud Melanges linguistiques, págs. 249-256, pág. 253). 144 Como puede hacerlo el Diccionario de construcción y régimen de R. J. Cuervo, men-cionado más arriba. 145 Véase el comentario en mi Lexicología y lexicografía. 146 En la Gramática espaňola de J. Alcina Franch y J. M. Blecua, citada antes, el estudio del verbo ocupa las págs. 729-813 en su formato mucho menor que el del DUE. 115 que una información metalingUística de tal calibre debería figurar, a lo sumo, en un apéndice, o en una enciclopedia, pero nunca en un diccionario general de la lengua. Esos son los artículos que Maria Moliner llama «con desarrollo gramatical»147, pero existen otros muchos en los cuales «sin perder un momento de vista la finalidad practica del diccionario, se dan en todos los casos en que ha aparecido necesario o con-veniente indicaciones gramaticales que sirven a esa finalidad, y sólo las que sirven. Por ejemplo, se indica para los verbos y adjetivos las preposiciones con que se cons-truyen; para los nombres, los verbos que se unen a ellos para formar la frase»148. Por el contrario, el DUE no suele indicar la categon'a gramatical de la voz que aparece en la entrada. También el DGILE presta una atención considerable a las cuestiones de indole gramatical, aunque no lo hace constar en su tftulo como el catálogo de Maria Moliner. Gili Gaya justifica las explicaciones gramaticales149 en el hecho de que las pala-bras no sólo son portadoras de significados, sino que también desempeňan funciones, entrecruzándose significado y función de manera inseparable. Manuel Seco ha seňa-lado en repetidas ocasiones150 el celo del DGILE para indicar los complementos que corresponden a cada acepción de los verbos, y sus usos. «En las palabras que expre-san esencialmente relaciones sintácticas, como pronombres, preposiciones y conjun-ciones, se ha cuidado con particular esmero de definir su empleo funcional. Asi, por ejemplo, se indican las preposiciones que habitualmente acompaflan a determinados adjetivos: deseoso de, apto para, aficionado a, etc.; el empleo coordinante o subordi-nante de las conjunciones; los restos de la declinación pronominal latina y otras mu-chas particularidades sintácticas que puedan constituir dificultad»151. También cabe reseßar dentro de este apartado la presencia en la microestructura del DGILE de los plurales anómalos (véase, por ejemplo, el artículo curriculum vitae) y de la conjugación completa de los verbos irreguläres que no siguen un tipo general (por ejemplo, en el artículo estar), etc. Todo ello, unido a que en algunos 147 «Esfos artículos van, naturalmente, dirigidos a personas con algún conocimiento de gramática general; pero se huye en ellos del uso de tecnicismos, procurando emplear siempre palabras que no se apartan, en el uso que se hace de ellas en esas explicaciones, de su significado corriente a fin de que tales explicaciones sean asequibles hasta a los menos versados en gramática; de todos modos, las personas absolutamente refractarias a ella pueden prescindir total-mente de las explicaciones y atenerse a los ejemplos para resolver sus dudas» (en la «Presentation» del DUE, pág. XIII). Es innecesario comentar esas palabras. 148 Ibidem. 149 En las «Caracten'sticas de este diccionario» que acompaňa al DGILE. 150 «Medio siglo de lexicografía espaňola», Revista de Bachillerato, 10, abril-junio, 1979, págs. 194-207, y en «El «contorno» en la definition lexicográfica». Alios antes I. Bellen y Z. Sa-loni habían estudiado el contenido gramatical de los artículos de verbos polacos: «On the Description of Lexical Entries for Verbs», International Journal of Slavic Languages and Poetics, 1973, págs. 43-58. 151 En las «Caracten'sticas de este diccionario». Aparte de los artículos citados, pueden verse los correspondientes a empero, -in, malo, -la, etc. Andres Bello era partidario de una amplia information gramatical en los diccionarios; cfr. su Gramática, § 750. 116 artículos se condenan los usos indebidos y se seňalan los correctos152 (véase, por ejemplo, los artículos convencional y quedar), hace del DGILE una obra perfecta-mente normativista —en el fondo de la cuestión, es la finalidad que el lector ve en cualquier diccionario—, pero sin convertirse en un corsé inservible para las necesida-des actuales de los usuarios gracias a su modernidad y a su amplitud de miras153. Las informaciones gramaticales independientes de los artículos. Si la solución de Marta Moliner para las explicaciones gramaticales y metalin-^ guísticas~ěrTňcIuirlas, aunque sean exčSšTrämente'láŕgäs^ del DUE, la de tos diccionarios bilingües es la diametralmente_opuesta: compietanel cor^ pus de la obra lexicográfícFcon 'un apéndice gramatical nadá desdeňabíe,_donde los_ asuntos""de inťerés^pari'érestudioso quedan agrupados sistemáticamente, y no por or: den alfabético, como en el DUE. ClärôeitáTeň eí caso de las obras plurilingües no bas- TäčôTniámäiTas diccionarios, pues son, intencionadamente, también una gramática, aunque de pequeňas dimensiones en él154. Junto a las dos opciones enumeradas, aún queda una tercera, la adoptada por el DGILE: ofrecer los asuntos referentes a la gŕä~ ^mática^dentro del cuerpo del diccionario, pero en forma de cuadros, «en los cuales resume las cuestiones que por su carácter general no pueden adscribirse a un articulo le-xicográfico determinado. Estos cuadros ab'arcan, dentro de su carácter, esquemático, desde problemas complejos, como el empleo del gerundio, del infinitivo o de los com-plementos directos, hasta reglas elementales de ortografia o de formación del plural»155. Ahora las nociones gramaticales también van distribuidas alfabéticamente, si bien sistemizadas en el interior de los cuadros. No seria justo callar que eso sucede igualmente en el DUE. La diferencia radica en que los artículos del diccionario de Maria Moliner son a la vez lingiiísticos (lexicográficos, si se quiere) y metalingtiísticos (o gramaticales), mientras en el DGILE separa los dos aspectos: los artículos contienen la 152 En las «Caracteristicas de este diccionario» podemos leer: «El Diccionario Vox quiere servir a la lengua culta espaňola, y sin dogmatismos de domine, aspira a ser ampliamente nor-mativo. Para ello procura informar al lector acerca de los usos incorrectos, vacilantes, impropios o bárbaros, no en forma de anatema que pretenda poner diques al curso natural del idioma, sino de advertencia que ayude a formar juicio propio. El «particular juicio» que pedía Fray Luis de León para no hablar romance desatadamente y sin orden». En su prólogo a este diccionario («El diccionario que deseamos»), Menéndez Pidal se lamentaba de que «los diccionarios omiten por lo general indicaciones respecto a los accidentes gramaticales, y cuando las ponen suelen ser muy parcos en ellas. Para la história lingüistica y para la corrección de los defectos [...] es pre-ciso hacer mención expresa de los defectos más vulgarizados [...] En suma, más vale que el diccionario tienda a la abundancia, que no a la escasez, en toda clase de observaciones sobre plurales, femeninos, diminutivos, aumentativos, superlativos, conjugación irregular, acento de las formas verbales, construcciones defectuosas y toda clase de puntos dudosos.» 153 No es éste el lugar para detenernos en una cuestión tan importante, Véase, no obstante, el comentario que hago en mi hexicología y lexicografía. 154 Cfr. lo que expongo en «Los diccionarios bilingües: su contenido». También contiene un amplio apéndice gramatical el Diccionario temático de la lengua espaňola, citado antes. 155 Gili Gaya en las «Caracteristicas de este diccionario». 117 información lingüistica, y los cuadros la información metalingiiística. No deja de ser 11a-mativa la prácticamente nula atención que prestaň los tratadistas de la lexicografía a la elaboración de los materiales informativos que aparecen bajo la forma de cuadros156 o de apéndices gramaticales en muchos de nuestros diccionarios. La información sobre la pronunciación. ^./'' Junto a la información sobre la categoría gramatical pueden aparecer otras indicaciones sobre la etimología, nivel de lengua157, localización geográfica, pronuncia-ción, etc.158 De entre nuestros diccionarios generales de la lengua sólo el DUE159 hace referencia, y sólo de manera esporádica, a la pronunciación de las palabras160: «se da la pronunciación figurada de palabras que puedan ofrecer dudas, particularmente en cuanto a la acentuación: por ejemplo, de los verbos acabados en «iar» que, sin que la escritura del infinitivo lo aclare, Unas veces se pronuncian con diptongo y otras con hiato: «roci-ar, roci-o», etc., pero «sac(ia)r, sac(io)», etc.; se indica qué particulas tie-nen acento propio y cuáles se pronuncian enclíticas; lo cual tiene interes para los ex-tranjeros, pues una de las cosas que más les denuncian como tales es la pronunciación 156 Tan sólo los cuadros merecen unas cuantas líneas por parte de J. Rey-Debove en su libro Ětude linguistique et sémiotique, citado, pág. 60. Para la autora francesa los cuadros pueden ser de tres tipos: gramaticales (por ejemplo, el artículo en en el DUE), metalingíiísticos (por ejemplo, el cuadro complemento dírecto en el DGILE), y léxicos (propios de diccionarios enci-clopédicos y enciclopedias); ibidem, págs. 72-77. J. y CI. Dubois, op. cit, pág. 48, al presentar el Dictionnaire du francais contemporain enumeran los cuadros que contiene. 157 Trataré este aspecto más adelante, cuando hable de la connotación de la palabra. 158 Cfr. J. Fernández-Sevilla, «Acerca de ajgunos aspectos de la información lexicográfi-ca», pág. 81 y sigtes. No voy a hablar de la localización geográfica de las palabras, pues es un téma que cae lejos de mi propósito actual. Véase de todos modos mi opinion en los comen-tarios a los distintos diccionarios que recogí en mi hexicología y lexicografía. J. Fernández-Sevilla dediča a la cuestión un amplio espacio en el artículo que acabo de mencionar, asi como en sus Problemas de lexicografía actual. En su libro Formas y estructuras en el léxico agrícola andaluz. Interpretation y estudio de 200 mapas lingiiísticos, Madrid, 1975, puede verse el interes que presentan los atlas lingiiísticos para mejorar las informaciones contenidas en los diccionarios. En el mismo aspecto insiste detalladamente M. Alvar en «Atlas lingiiístico y diccionario», LEA, IV-2, 1982, págs. 253-323. Sobre el terna de la localización geográfica de las palabras, véase también G. Salvador, «Lexicografía y geografia lingüistica», RSEL, 10-1, 1980, págs. 49-57. Por otro lado, cfr. también A. Quilis, «Diccionarios de pronunciación», LEA, IV-2, 1982, págs. 325-332. 159 Ni siquiera en los diccionarios bilingües se seňala la pronunciación. Véase «Los diccionarios bilingües: su contenido». A veces figura en el Diccionario Anaya. 160 Véase, sobre esta cuestión, J. Rey-Debove, Ětude linguistique et sémiotique, citado, págs. 160-162; L. Zgusta, op. cit, pág. 251; J. CI. Dubois, op. cit., pág. 39; L. Collignon y M. Gla-tigny, op. cit., págs. 113-114; Al-Kasimi, op. cit., pág. 34 y sigtes.; G. Haensch, «Aspectos practices de la elaboración de diccionario», apud G. I-laensch y otros, La lexicografía, págs. 395-534; § 9.5.2. 118 inadecuada de tales partículas»161. Nunca hay una transcription en signos fonéticos de la palabra, siquiera aproximada, como es habitual en diccíonarios de otras lenguas. Sirvan como ejemplo las muestras que cita la autora, a las que se pueden afladir: liar, de la cual dice «Promina «li-ar, li-o»»; en la tercera acepción de pero, «se pronuncia en general inacentuado: 'ipero nö lo sabías?'; seguido de pausa suspensiva se puede acentuar en la primera sflaba: 'péro... ahí está la dificultaď»; de según afirma que se pronuncia «siempre acentuado: según-tu-maéstro, según-tú'», etc.162. La falta de indi-caciones sobre la pronunciación en nuestros diccionarios, tanto monolingües como plurilingiles163, se debe, fundamentalmente como es sabido, a la gran proximidad que existe en nuestra lengua entre el sistema fonológico y el gráfico, lo cual no sucede en otros muchos idiomas164. La information etimológica. Una de las informaciones que figura acompaňando a la entrada de manera ge-neralizada en nuestros diccionarios es la etimológica. La situation tampoco es novedo-sa ahora sino que, en cierta medida, se debe a nuestra larga tradition lexicográfica165. 161 En la «Presentación» del diccionario, pág. XIII. Las razones expuestas por M. Moliner no me parecen convincentes, desde el punto de vista lingüistico, y menos que un extranjero vaya a manejar la obra para enterarse de la pronunciación. 162 Tras esas informaciones no creo que se haya aclarado mucho quien no conozca nuestra pronunciación. iQué pensará el extranjero de las explicaciones sobre pero!, <,y ante la pronunciación átona, cada vez más extendida, de según! El mal empleo hecho de los diacriticos y el particular sistema fonográfico ^no puede inducir, aün más, al usuario inexperto a errores en la escritura y en la pronunciación? En relación con esto, cfr. M. Alvar, «Fonética, fonología y ortografia», LEA, 1-2, 1979, págs. 211-231. En otro lugar («Del glosario al diccionario automati-zado», BAPLE, VII-2, 1979, págs. 70-91) M. Alvar ha dicho: «Un diccionario que quiera servir para dar una imagen de la pronunciación tendrá que mostrar la pronunciación media o standard de una lengua. Como carece de sentido presentar las mil realizaciones de una palabra en todos los dialectos y hablas de un pais, se debe hacer la transcripción válida en cualquier sitio. Vali-dez es tanto como comprensión, de ahí que sea preciso prescindir de matices que sólo interesan a los profesionales de la lingiiística» (pág. 85). 163 Nuestros diccionarios multilingües cumplen una de las funciones que tienen tales obras enumeradas por K. Malone, sin hacerlo de manera explícita: «Bilingual dictionaries have other functions besides, functions definitely subordinated to their function as a guide to the pronunciation» (K. Malone, «Structural Linguistics and Bilingual Dictionaries», apud F. W. Householder y S. Saporta, Problems in Lexicography, pág. 111). 164 De mievo me remito al artículo «Fonética, fonología y ortografia», citado poco antes, de M. Alvar. 165 Menéndez Pidal era un decidido defensor de la información etimológica: «La etimolo-gía no es una curiosidad erudita de interes puramente historko, sino que es la base misma de la propiedad idiomática. Sólo cuando conocemos el origen de un vocablo podemos comprender el fundamenio y límites de su fuerza expresiva. Por eso no bašta en un diccionario indicar seca-mente el resultado de la investigación etimológica» (en «El diccionario que deseamos», ya citado). 119 Los primeros académicos decidieron «poner las voces primitivas con su Definición, u Description, y su Etymológia»166. Sin embargo, no son muchas las etimologías que encontramos en el Diccionario de Autoridades. «Habla la Academia de las Etymolo-gías con el pulso y moderation que corresponde al peligro de errar: y tiene por más con-gruente evitar muchas, antes de exponerse a un error cierto, que justamente se le impugnasse»167. Además, el Diccionario de Autoridades va precedido por un «Dis-curso proemial sobre las etymologías». Más que de etimologías hay que hablar (y asi lo entendieron los académicos posteriores) de correspondencias latinas de las voces, lo cual está en consonancia con la riqueza de la lexicografía bilingüe espaňola, cuyo punto de arranque es, nadá menos, Nebrija168. Al redactarse la undécima edition del diccionario (1869), la Academia tomó el acuerdo de eliminar esas correspondencias169, entre otras razones porque pensaba elaborar un diccionario etimológico que no llegó nunca. En la siguiente edición de la obra (la duodécima, de 1884) aparecie-ron las etimologías en la misma disposition en que están en la ultima edición170: «En la de 1869 omitió [la Academia], razonando su acuerdo, las llamadas correspondencias latinas que siempren había llevado ešte libro, y ahora, en vez de tales correspondencias, da las etimologías de los vocablos espaňoles; pero, lejos de estimar del todo acabado y perfecta su trabajo en tan ardua materia, no ve en él sino tentativa sujeta"" a corrección. La necesidad de llevarle a cabo perentoriamente para que por mucho tiempo no careciese el publico de ešte Diccionario, cuya ultima edición estaba agota-da, ha sido causa de que en la nueva no se atribuya etimología ninguna a voces de origen que no se podía desentraňar sin más largo y feliz estudio. En caso de duda, ha parecido preferible, a omitir la etimología, daria con signo de interrogation»171. Ahí están las razones para que los diccionarios de la lengua actuales informen sobre la etimología172. Sólo el Diccionario ideológico de Julio Casares prescinde de tal informa- 166 Son las normas de la Planta del Diccionario de Autoridades, incluida en la «História de la Real Academia Espaňola» que figura al frente de la obra, pág. XV. Véase lo que digo con mayor detenimiento más adelante en «El diccionario de la Academia en sus prólogos». 167 En el «Prólogo» del Diccionario de Autoridades, pág. V. Luego veremos cómo se le han impugnado a la Academia errores en las etimologías. 168 Recuérdese que una parte de la gramática nebrisense estaba dedicada a la etimología, aunque muy distinta de lo que hoy consideramos como etimología, pues se halla más próxima la morfológia actual. 169 Cfr. la nota «Al lector» de la 11" ed., del Diccionario de la lengua castellana de la Academia, Madrid, 1869, págs. V-VI. 170 Por supuesto, se han modificado muchas etimologías, y en la decimonovena edición (1970) «ha parecido oportuno suprimir [...] la grafía árabe y substituirla por su transcripción ri-gurosamente cientifica» en la etimología árabe de las palabras que la tienen («Advertencias para el uso de este diccionario», pág. XXV). 171 En la «Advertencia» de la duodécima edición (1884), pág. V. 172 Incluso el Diccionario Anaya, el de proporciones más reducidas de los que he mencio-nado, no prescinde de la etimología. F. Lázaro Carreter en el «Prólogo», pág. VIII, dice: «Cada artículo proporcioua una información etimológica, importante para la posesión reflexiva del lé-xico». 120 ción173, de una manera ciertamente innovadora, y remite al lector a la obra académica para consultarla174. El DRAE ha procurado mejorar sus etimologias en las distintas ediciones, sin que por ello haya logrado acallar las criticas175 que ponian de manifiesto los errores, más patentes, si cabe, tras la publication de los dos grandes diccionarios etimológicos de nuestra lengua, el DCELC de Joan Corominas, y el DEEH176 de D. Vicente Garcia de Diego. Por esta razón el DGILE, en sus ultimas ediciones, ha preferido adop-tar los nuevos hallazgos: «con el aprovechamiento de los diccionarios etimológicos re-cientes (como los de Garcia de Diego y de Juan Corominas), este diccionario atiende ahora con crecientc cficacia a este dato básico de la história de la palabra»177. Y Maria Moliner, al confeccionar el DUE, que «se basa fundamentalmente en el «Diccionario de la lengua espaňola» de la Real Academia Espaňola»178, también prefirió las etimologias propuestas por Joan Corominas a las del DRAE179. En ninguno de los diccionarios que manejo acompaüa la etimologia a la totali-dad de las entradas, pues el conocimiento de los procesos morfológicos de composition y derivación de palabras provoca la reduction, y hasta la supresión, de la information etimológica, para ofrecer, como mucho, los elementos que intervíenen en el compuesto o derivado. Asi, por ejemplo, el DRAE no pone la etimologia de contra-fajado, da, pero en su lugar aparece «De contra 1 y fajado»; y en extravío no dice nadá180, pues de la primera acepción ('Action y efecto de extravíar o extraviarse') se desprende su origen181. El DGILE ahorra la information etimológica en los deriva-dos y compuestos (por ejemplo, dilucidación, pantuflazo, sacacorchos, etc.), en los americanismos (véanse jaguay, ocotillo, yaruma, etc.)182, tecnicismos (como escrofu-losis, magnetómetro, xileno, etc.)183, y otra multitud de voces cuya etimologia no 173 Al DI habría que aňadir el diccionario sincrónico del espaflol, en curso de realization, según informa M. Seco en «El primer diccionario sincrónico del espaňol», pág. 409. 174 Cfr. las «Instrucciones», pág. XXV. 175 Véase, por ejemplo, la reseňa a la decimoséptima edición publicada por S. Gili Gaya, «Sobre el Diccionario de la Academia», RFE, XXXI, 1947, págs. 202-209. 176 V. Garcia de Diego, Diccionario etimológico espaňol e hispánico, Madrid, s. a. (1954). 177 S. Gili Gaya en las «Características de este diccionario». TJn minucioso examen de la información etimológica del DGILE demostraría que no se han aprovechado tanto los datos proporcionados por los diccionarios etimológicos citados. 178 En el DUE, pág. XXXIII. 179 Para las notas etimológicas se ha utilizado esa pequeňa joya que es el «Breve Diccionario Etimológico de la Lengua castellana» de Joan Corominas, con alguna que otra consulta a su predecesor, el monumental «Diccionario Crítico Etimológico», del mismo autor» (DUE, pág. XXXIII). 180 Tampoco aparece la etimologia en los adverbios en -mentě, en los participios adjetiva-dos (por ejemplo, extremado, da), por razones obvias, y en algunos tecnicismos (por, ejemplo, nitrocelulosa). 181 Lo mismo sucede con extraterritorial, si bien en el artículo siguiente se dice que extra-territori alidad se compone de extra y territorio. 132 Sin embargo, si figura en nopal. 183 No se olvide que en DGILE figuran como entradas independientes muchos de ios elementos que participan en la formation de los tecnicismos. 121 siempre acertará a ver un lector que desconozca el latín y la história de nuestra lengua (sirva una sola muestra: magnitud). Es preciso advertir también que en los casos en que el étimo de la palabra en cuestión tenga otro derivado lo seňala el DGILE (véanse, por ejemplo, caldo y óculo, donde se nos dice que del mismo étimo derivan cálido y ojo). En el DUE la etimologia sólo acompafia a las palabras que figuran al frente de grupos de voces que quedarian dispersas por el diccionario a causa de su evolution o tratamiento184 (por ejemplo, budin, concha, epidémia, y muchas más). La equivalcncia morfológica de la definición. /' En la definición, lugar crucial de la lexicografía185, se reflejan no pocos puntos de tipo gramatical, concernientes a la voz de la entrada. Más arriba, a la hora de ha-blar de los elementos de relación, he tenido que referirme a las definiciones en me-talengua de signo (las metalinguísticas, por decirlo con una sola palabra186). No vol-veré a referirme a ellas, pues tendría que repetir lo que ya he expuesto de una manera suficiente para mis actuales intenciones. Sabemos que una forma de definición, habitualmente utilizada por nuestros diccionarios —exception hecha del DUE—se~establece mediante sinónimos187. Pues bien, el término sinonímico de la microestrüctüra no~sóIo responde a unaéquivalen-tiajsémica, sinojambién grámatičäl, del lenia, adoptando lajnisma_categoríaJiueel término de la entrada188; y si es substantivo o adjetivo habrá correspondencia, por lo general, en e! gérľero y en el numero, mientras que no siempre un verbo queda defi-nido por otro de su misma conjugation, aunque si se pone la definición en infinitivo, como la voz de la entrada. Entre los adjetivos del DRAE, difuso, -sa, en su segunda líi «No figura entre sus objetos el de rastrear el origen de las palabras, ni se dan las etimologias de todas las contenidas en él, sino sólo de aquellas que sirven para agrupar las fami-lias de la misma raiz, cuyos miembros, por causa de la ordenación alfabética, se hallan disper-sos en el diccionario» («Presentation», pág. XXIII). 185 Crucial porque es, sobre todo, a través de la definición como se transmite la información directa sobre el significado. No es nadá fácil establecerlas, y por eso mismo no hay homo-geneidad. Véase J. Casares en el «Plan de la obra», DI, pág. XX. 186 Las definiciones metalinguísticas son explicaciones del signo. Véanse los trabajos que vengo citando con mayor frecuencia; y además M. N. Lamy, art. cit., en especial las págs. 103-106. Para I. Iordan «les seules definitions véritables sont celieš que nous venons de nommer le-xicales, car ce sont les seules qui décrivent la notion, c'est-ä-dire le contenu du mot» («Principes et definition dans les dictionnaires unilingues», Melanges linguistiques, citado, págs. 223-234. Tomo la cita de la pág. 231). H. Rickert, en el siglo pasado ya había establecido la diferencia entre definición y explication. Cfr. su Teória de la definición, Méjico, 1960, pág. 35 (la primera edición alemana de la obra data de 1888). 187 «La definition par synonymie striete a été pratiquée dans toutes les formules lexico-graphiques sommaires, en dépit des critiques qui n'ont pas manqué de lui étre adressées děs la fin du XVIIe siěcle» (B. Quemada, op. cit., pág. 445). Véase, por otro lado, R. Werner, «La definición lexicográfica», apud G, Haensch y otros, La lexicografía, págs. 276-279. 188 Lo mismo sucede en los diccionarios franceses. Cfr. J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, citado, págs. 202-207. 122 acepción, es definido por 'ancho, dilatado'189; la segunda entrada de laminero, -ra, por 'lamerón, goloso'; sage, por 'sabio, prudente', etc. Entre los substantivos, efebo se define mediante 'mancebo, adolescente'190; varraco por 'puerco, cerdo, verraco'; pareju-ra por 'igualdad o semejanza', etc.; entre los verbos, asar en su acepción numero 2 es definido por 'tostar, abrasať, etc. Son numerosos los desajustes: avenir en su prime-ra acepción no es definido por verbos de la tercera conjugación, sino mediante 'concordat ajustar las partes discordes', manejar en la tercera acepción es definido a tra-vés de dos verbos de conjugaciones distintas 'gobernar, dirigír'; el masculino ringle queda definido por el femenino 'fila', otros masculinos lo están a la vez por masculi-nos y femeninos (caos en su segunda acepción es 'confusion, adivinación, pronóstico', etc.), y otro tanto sucede con los femeninos (farandola se define gracias a 'faralá, volante', etc.); por supuesto existe una enorme dificultad para definir entradas que denen forma de plural con otras voces bajo idéntica forma (en su tercera acepción, sa-camuelas es 'embaucador, embaidor', etc.). También la presencia de una forma sufijada en la entrada suele condicionar la presencia del mismo sufijo o termination191 tanto en los verbos (farolear es definido a través de 'fachendear o papeloneať) como en los substantivos (instilación en su segunda acepción es 'destilación o fluxion'), aun-que no siempre es asi (más arriba hemos visto cómo parejura era definido por 'igualdad o semejanza'). La equivalencia sintáctica de la definición. Mucho más frecuentes que las definiciones por, smónimos lo son las perifrásti-cas192, pues réšulfä! émbará'zosóen~gŕägcJsumo,' si (a§imposible Jvallar smónimos simples para todas las voces. La forma gramatical deHérmino de la entrada in fluyeso-bre las definiciones perffrásticas, al igual que sobre las simples193. No olvidemos que "«danliTaTyn^nymiěll"'ulílriof (ľentrée) et d'un syntagme plus ou moins long (sa definition), ce syntagme a obligatoirement méme fonction que le mot défini. Dans la conversation, la périphrase a aussi méme fonction que le mot qu'elle remplace. La preuve de la synonymie entre ľentrée et sa definition sera done d'abord fondée sur ľidentité de leur fonction lorsqu'elles sont en usage»194. Se trata de la prueba de la 189 B. Quemada, op. cit., págs. 445-446, dice: «L'accumulation de définisseurs synonymi-ques peut au contraire représenter déjä une enumeration approximative des acceptions du mot». 190 Se supone que adolescente es utiiizado como substantive 191 P. Imbs en el «Preface» del Tresor de la langue francaise, I, Paris, 1972, pág. XXXVIII, dijo: «Un cas interessant est celui des derives par suffixe ou par prefixe. En principe, si le sentiment de la derivation subsiste, c'est-ä-dire, pratiquement, si ľélément de base existe sous forme de mot autonome, il suffit, dans la definition, de rappeler le mot de base, et ľon se conten-tera d'expliciter ľapport spécifique du suffixe ou du prefixe». 192 «La definition par synonymie peut prende également la forme d'un énoncé développé dont le plus caractéristique est sans doute la formulation denominative» (B. Quemada, op. cit., pág. 446). Véase también J. Fernández-Sevilla, Problemas de lexicografía actual, pág. 70. 193 Cfr. A. Rey, op. cil, pág. 102. 194 J. Rey-Debove, Ětude linguistique et sémiotique, citado, pág. 203. 123 conmutación de la que ha hablado, para la lexicografía, entre nosotros, Manuel Seco195. Se acepta comúnmente por los estudiosos de la lexicografía que la definición, sea del tipo que sea, es un sinónimo del término de la entrada196, pues debe sustituir al definido por más que existan casos en los cuales no se cumpla la regia197, o se cum-pla defectuosamente198. Sin embargo, las ocasiones en que se cumple la regia son ma-yoria199, de donde se desprende la identidad de categoría entre definiente y definido200, lo cual ya habia sido seňalado por Bernard Quemada en los diccionarios franceses del pasado201, y enunciado en la lexicografía moderna por Josette Rey-Debove202 y por Ladislav Zgusta: «the definition usually has the form of an endocentric phrase. Since lexical units of a language are defined in the same language, it follows that the grammatical status of the defined lexical unit: a substantive will be defined by a substantival construction [...], a transitive verb basically by another transitive verb or a syntactically equivalent construction [...], etc., according to the respective system of the language in question»203. De lo que precede se deduce sin dificultad que la categoría gramatical de la voz de entrada condiciona la estructura de la definición204._Josette Rey-Debove en un co- 195 En «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 244. Véase también de M. Seco, «El «contorno» en la definición lexicográfica», pág. 185 y sigtes. U. Weinreich, «Lexicographic Definition in Descriptive Semantics», págs. 29-30, no cree en la sustitución del definido por la definición en el discurso normal. 196 Vid., por ejemplo, B. Pottier, «La definition sémantique dans les dictionnaires», Tral.i-Li, II-l, 1965, págs. 33-39; J. Rey-Debove, Etude linguistique etsémiotique, págs. 202-213; J. y CI. Dubois, op. cit, págs. 85-87; L. Collignon y M. Glatigny, op. cit., págs. 126-127; J. Picoche, op. cit., pág. 138; M. Seco, «Problemlos formales de la definición lexicográfica», pág. 224; del mismo autor, «El «contorno» en la definición lexicográfica», pág. 184 y sigtes.; mi Proyecto de lexicografía espaňola, págs. 55-57; etc. 197 Cfr. J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 209. La regia no se cumple en las definiciones en metalengua de signo. 198 Piénsese tan sólo en la connotación, problema del que no me puedo ocupar ahora. V. G. Gak, «La langue et le discours dans un dictionnaire bilingue», Langagcs, 19, septiembre, 1970, págs. 103-115, seflaló (pág. 104) cómo los usuarios de los diccionarios bilingiies ven a me-nudo que las informaciones proporcionadas por estos no se pueden aplicar a los contextos reales. 199 A título ilustrativo, véase M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 224 y sigtes. 200 Cfr. M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 224. El mismo investigador en su trabajo «El «contorno» en la definición lexicográfica», pág. 184, dice que «nuestros diccionarios tienen como ideal la definición sinonímica, y de aquí parece legitime in-ferir que las desviaciones con respecto a ese ideal deben considerarse como errores.» 201 Op. cit., pág. 454. 202 Etude linguistique et sémiotique, pág. 204. 203 L. Zgusta, Manual of Lexicography, pág. 258. 204 Véase el interesante trabajo de R. Martin, «Syntaxe de la definition lexicographique: etude quantitative des définissants dans ie Dictionnaire fundamental de la langue francaise», Statistique et linguistique (Coloquio de la TJniversidad de Metz, 1973), Paris, 1974, págs. 61-71. 124 nocidísimo artículo205 propuso una clasificación de las definiciones a través de su forma, haciendo, en un primer paso, dos grandes divisiqnes: las definiciones sustqnäaks y las relationales,j{ue son válidas para dar cuenta, las primeras del substantivo, adjeti-vo y.del adyerbio y las segundas sólo dd adjetivo y del adverbio206. La exposición de la autora francesa quedó ampliada y mejorada en uno de sus libros, fundamental en nuestra disciplina, Etude linguistique et sémiotique des dictionnaires francais contem-porains. En él hizo una síntesis de las posibilidades definitorias207, para luego, elabo-rar su exposición. Más tarde, Manuel Seco retomó esa síntesis y la aplicó al dicciona-rio de nuestra Academia208, obteniendo unos resultados semejantes a los del fiances. Tipos gramaticales de definición en nuestros diccionarios. Veamos otros cuantos ejemplos más, entresacados de los principales diccionarios de la lengua, excepción hecha del DRAE, por haber sido estudiado por Manuel Seco. Los substantivos pueden ser definidos, además de por otro substantivo, como ya hemos visto, por un nombre seguido de alguna especificación (un sintagma nominal)209: albaneguero. 'Jugador de dados' (DI). cheque. 'Documento en forma de mandato de pago, para retirar una persona por si o por un tercero, los fondos que tiene disponibles en poder de otra' (DGILE). ranura. 'Hendidura o canal estrecho excavado en un objeto' (DUE). La definición del substantivo puede tener un sitagma nominal en el cual el nombre esté sustituido por un pronombre210: calderada. 'Lo que cabe de una vez en una caldera' (DGILE). campeón. 'El que tomaba parte en los desafíos y torneos antiguos' (DUE). limpiabotas. 'El que tiene por oficio limpiar y sacar lustre al calzado' (Dl). Los adjetivos pueden ser definidos por un adjetivo aislado (véase más arriba) o seguido de especificadores211: desabrido, -a. 'Desagradable por falta de sabor, o con sabor que no satisface al paladar' (DUE). Por otro lado, B. Fradin y J. Marindin, «Autour de la definition: de la lexicographie ä la sé-mantique», Langue frangaise, 43,1979, págs. 60-83, dicen que los diccionarios no poseen un me-talenguaje apropiado para ofrecer las construcciones sintácticas (pág. 69). 205 «La definition lexicographique: bases ďune typologie formelle». 206 Véase al final del artículo, págs. 158-159, el cuadro recapitulativo. 207 En las págs. 204-205. 208 Véase M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», págs. 224-225. 209 Cfr. J. Rcy-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 204; M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 224. 210 Me remiío a los mismos lugares a que me be referido en la nota anterior, l.1 DUE ape-nas tiene definiciones de ešte tipo, ya que las transforma en construcciones de substantivo más un complemento nominal: cupletista. 'Artista que cantaba cuplés'. 211 En J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 204; en M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 225. 125 luctuoso, -sa. 'Triste y digno de llanto' (DGILE). seguro, -a. 'Libre y a cubierto de todo peligro, dano o riesgo' (Dl). En segundo lugar, la definición de un adjetivo puede ser una proposición relativa con función adjetiva212: pasadero, -ra. 'Que se puede pasar con facilidaď (DGILE). desmenuzador, -ra. 'Que desmenuza y apura' (Dl). Este mismo tipo de definición puede aplicarse a nombres procedentes de la substantivación de un adjetivo: dornador. 'Que doma' (Dl), si bien lo habitual en esas sustantivaciones es una construcción substantiva de pronombre: dimidor. 'El que se emplea en dimiť(DI). En mi búsqueda dentro del DUE no he hallado ninguna definición para los adjetivos que sea una proposición relativa con función adjetiva, pues las que pudieran esperarse se han transformado en definiciones en metalengua de signo213: malhumorado, -a. 'Se aplica a la persona que, habitualmente o en cierta ocasión, tiene mal humor'. nonagésimo, -a. 'Adjetivo ordinal que corresponde a «noventa»'. teosófico, -a; teósofo. 'Derivados de significado deducible del de «teosofía»', definiciones extensibles a los participios pasados: nombrado, -a. 'Participio adjetivo'. reprimido, -a. 'Participio adjetivo'. La tercera posibilidad definitoria para los adjetivos es el complemento preposi-cional214: atômico, -a. 'De (Del, de los) átomo(s)'(DUE). fútil. 'De poco aprecio o importancia' (DGILE). hexasílabo, -ba. 'De seis sílabas' (Dl). 212 Cfr. los mismos lugares citados en la nota precedente. 213 En los demás diccionarios hay también definiciones en metalengua de signo para los adjetivos. M. Seco («Problemas formales de la definición lexicográfica», págs. 227-228) las seňaló en el DRAE. 214 Véase J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 204; M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 225. A pesar de lo que pueda parecer por el títu-lo, el trabajo de A.-M. Dessaux, «Determinants nominaux et paraphrases prépositionelles: problemes de description sintaxique et sémantique du lexiquc», Langue franfaise, 30, mayo de 1976 {Lexique et grammaire), págs. 44-62, es un trabajo puramente gramatical en el que se es-tudia la determinación nominal entendida de una manera amplia. A ešte respecto, véase mi artículo «El determinante», citado. 126 En los verbos los tipos de definición que nos interesan ahora son menos varia-dos215, ya que pueden ser bien un verbo solo o, bien un verbo seguido de algún com-plemento216: escolar. 'Colar, pasar por un sitio estrecho' (DI). recrudecer. Tomar nuevo incremento un mal físico o moral o un afecto o cosa desagradable' (DGILE). restar. 'Quitar una parte de cierta cosa' (DUE). Tampoco los adverbios muestran gran variedad en las definiciones, ya que están constituidas por un adverbio o por un complemento preposicional de valor adverbial217: detrás. 'En la parte posterior' (DGILE). maternalmente. 'De manera maternal' (DUE). tarde. 'A hora avanzada del día o de la noche' (DI)218. Dentro de este mismo capitulo he de seňalar que la forma gramatical de la definición lexicográfica puede estar condicionada igualmente por la presencia de algún prefijo en el término que encabeza el articulo: antiartistico, -ca. 'Contrario al arte' (DGILE). antidemocrático, -ca. 'Contrario a la democracia' (DGILE). extrajudicial. 'Que se hace o trata fuera de la via judicial' (DRAE). extraordinario, -ria. 'Fuera del orden o regia natural o común' (DRAE). superestructura. 'Parte de una construction que está por encima del nivel del suelo' (DRAE). No son pocas las definiciones de voces con prefijos que responden a una expli cation metalingiiistica: anticongelante. 'Dicese de un producto que, en los motores que tienen enfria-miento por agua, se mezcla a ésta para evitar que se congele' (DRAE). 2,5 La multiplicidad de las definiciones verbales se ve nitidamente en R. Martin, «Essai ďune typologie des definitions verbales dans le dictionnaire de langue», TraLiLi, XV-1, 1977, págs. 361-378. Para las definiciones verbales en espaňol no puede prescindirse de M. Seco, «El «contorno» en la definición lexicográfica», raencionado varias veces. 216 De nuevo tengo que remitir a J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 204, y a M. Seco, «Problemas formales de la definición lexicográfica», pág. 225. 217 De los trabajos citados en la nota anterior, véanse las págs. 205 y 225, respectivamente. 218 Aún distingue J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 225, una tercera posibilidad: un sintagma de función adverbial en cuyo interior figure un adverbio. El ejemplo que presenta la autora («Prestissimo: Ties vite.») es un hecho fortuito, aunque innegable, pues es un extranjerismo ajeno al francés y a sus estructuras léxicas, incluso morfológicas. M. Seco no sefialó este lipo de definición en el DRAE, ni yo lo he encontrado en los diccionarios que utili-zo. De todas maneras no me arriesgaría a negar su existencia, aunque es evidente que no se trata de algo habitual. En el Diccionario Anaya de la lengua un extranjerismo semejante al aduci-do por J. Rey-Debove, alegro, es definido como 'ligeramente rápido'. En el DRAE y en el DI esa palabra tiene una definición mediante un complemento preposicional, en el DGILE y en el DUE la definición está hecha en metalengua de signo. 127 extra muros o extramuros. 'Se aplica a las cosas, especialmente edificaciones, que están en el campo que rodea a una población' (DUE). supersónico, ca. 'Dicese de la velocidad superior a la del sonido y de lo que se mueve de este modo; como algunos aviones' (DI). El fenómeno es menos frecuente con los sufijos219, pues los que no están lexica-lizados se eliminan sistemáticamente. No obstante, las definiciones suelen ser seme-jantes, desde el punto de vista sintáctico, para palabras con el mismo sufijo: los adverbios en -mente tienen definiciones que comienzan con de manera o de modo; los sufijos de action exigen definiciones tales como: buscador, -ra. 'Que busca' (DGILE). constitution. 'Action y efecto de constituir' (DRAE). farolero, ra. 'El que tiene cuidado de los faroles' (DI). matador, -a. 'Se aplica al que mata' (DUE). soluble. 'Que se puede disolver o desleir' (DI). Esto es, se explica el significado tanto del elemento afijo como de la base léxi-ca, al igual que si se tratara de palabras constituidas por dos elementos léxicos220: bocabajo. 'Boca abajo' (DGILE). guardabosque. 'Sujeto destinado para guardar bosques' (DI). malhumor. 'Mal humor' (DUE). sacamuelas. 'Persona que tiene por oficio sacar muelas' (DRAE). En el caso de los afijos, especialmente los prefijos, se repiten las mismas estructuras definitorias para términos que se hallan muy cercanos en la nomenclatura del diccionario, por lo cual algunas obras, como vimos al principio de este capítulo re-suelven dar entradas a estos elementos gramaticales en la macroestructura, con la co-rrespondiente explication de su valor significativo en el interior del articulo221. No quisiera dejar de recordar una particularidad del DGILE que seňalé en otro lugar222: los substantivos formados con un sufijo a partir de un verbo raramente son definidos mediante un nombre derivado del mismo verbo que posea un sufijo tónico, aunque sf pueden serlo por uno que tenga un sufijo átono: buscada es 'busca' atufamiento es 'atufo', etc., pero busca y atufo no son definidos con otros derivados, quizás por evitar circulos vi-ciosos en el diccionario. A pesar de lo dicho es posible hallar derivados con sufijos tó-nicos definidos mediante substantivos que tienen a su vez otro sufijo tónico; por 219 Cfr. J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 218. 220 Es la definición morfosemántica de L Rey-Debove (Etude linguistique et sémiotique, pág. 219), la cual reproduce en su enunciado los elementos del definido en una combinación di-ferente. Véase también L. Collignon y M. Glatigny, op. cit., págs. 128-129. 221 Es lo que sucede en el DGILE y en el DUE. Una vez más me remito a los comenta-rios que ofrezco de ambos diccionarios en mi Lexicología y lexicografía. 222 «Vitalidad y pervevencia del sufijo nominalizador -o», Serta Philologica F. Lázaro Ca-rreter natalem diem sexagesimum celebranti dicata, I, Madrid, 1983, págs. 47-58, y en especial las págs. 53-54. 128 ejemplo, rascamiento es 'rascadura' y pago en su segunda acepción es 'satisfaction, premio o recompensa'. Los ejemplos en nuestra lexicografía: un poco de história. Un capítulo importante de la actividad lexicográfica lo constituyen los ejemplos223, se traten tanto de citas de autores (autoridades) como de creaciones de los le-xicógrafos. Para Josette Rey-Debove, «l'exemple est un element de la microstructu-re défini par deux caractéres nécessaires et suffisants: (i) c'est un énoncé que contient le mot-entrée. (2) II est présenté de telle sorte qu'on le distingue comme mentioné a ľintérieur ďun texte en usage»224. De entre nuestros grandes diccionarios fue el de Autoridades el que más ejemplos utilizó en su microestructura. En la actualidad los incorporan algunas de las obras en curso de realización: el Diccionario de construction y régimen de R. J. Cuervo, el Historko de la Academia, y el del espaňol antiguo de Wisconsin, por sólo citar unos pocos casos. Quizás el numero y calidad de los ejemplos de los diccionarios espaňoles fueran muy distintos de no haber mediado una importantísima decision de la Academia: una vez finalizado el Diccionario de Autoridades «se acuerda no haeer el suplemento», para proceder a una segunda edición del Diccionario de Autoridades, «con el au-mento de las voces que después de él se han recogido y se recogieren hasta que lle-gue este caso» (5-XII-1753). Pero aún tardará catorce aňos en aparecer el primer tomo, y sólo el primer tomo (1770), con dos mil doscientas voces más que el de 1726, lo cual hace lamentar grandemente la inconstancia de sus redactores; porque se can-saron de ello, alegando la tardanza que se seguiria de continuar con el proyecto, y la imposibilidad de que el publico pudiera utilizar, en tanto, la primera edición por es-tar agotada, deciden interrumpir la tarea, y publicar todo el diccionario, sin autoridades, en un volumen único (1780)225. No podfan imaginarse los académicos dieciochescos la importancia de su determination: ahí está el DRAE como consecuencia de aquella resolution226, y también, en lo que nos concierne ahora, una tímida ejemplificación en nuestra lexicografía, lo 223 Véanse B. Qucmada, op. cit, págs. 505-560; L. Zgusta, op. cit., págs. 263-268; J. Rey-Debove, Etude linguiitique et sémiotique, págs. 258-311; J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 40; A. Rey, op. cit, págs. 75-76; J. Fernández-Sevilla, Problemas de lexicografía actual, citado antes, págs. 77-80; mi Proyecto de lexicografía espaňola, págs. 144-150; Al-Kasimi, op. cit, págs. 88-96; y muchos trabajos más. 224 Etude linguistique et sémiotique, pág. 258. 225 F. Lázaro Carreter, Crónica del Diccionario de Autoridades, págs. 100-101. A esta decision ya se refirió B. Migliorini en Che cos'e un vocabolariol, citado, pág. 55. 226 No obstante, el diccionario académico contiene un buen numero de ejemplos: «Cuajó la pretension» (s. v. cuajarl), «a grandes voces ilamó a Sancho; el cual Sancho, oyéndose llaroar, dejó a los pastores» (s. v. cual), «y si es cordero por la mansedumbre, £cuán justamente lo šerá por la inocencia y pureza?» (s. v. cuan), «cuando no tuviera que hacerlo por obligación, lo harfa por gusto» (s. v. cuando), etc., todos ellos en la misnia página de la obra. Esa es la situación general en el DRAE, que eontrataría la decision de los académicos del s. XVIII. 129 cual contrasta enormemente con la situación de Francia227, por mencionar sólo un pais con una importante actividad lexicográfica228. La falta de ejemplos en los princi-pales diccionarios espaňoles se produce ya en el s. XIX. Buena muestra de ello son las obras de Vicente Salva229, Ramón Joaquin Domfnguez230, y otros231, si bíen no son extraňos los diccionarios con ejemplos232. Los ejemplos en nuestros diccionarios actuates. De entre los diccionarios modernos del espaňol son el DGILE y el DUE233 los que ofrecen más ejemplos234, aunque no en todos sus artículos, y en menor medida el DRAE. En el DGILE puede leerse «extender una ereencia; extenderse un cisma» (s. v. extender), «las siete piagas de Egipto; una plaga de langosta; su enfermedad es una plaga» (s. v. plaga, en su primera entrada), «inyección subcutanea» (s. v. subcutanea, -a) etc.; en el DUE, tras correetamente figura «se me acercó un seňor correctamente vestido»; a continuation de periodo, «durante el periodo de vacaciones»; después de veneer, «vencerá, porque es perseverante», etc.; en el DRAE, «la censura examina un libro», «esta plaza es Have del reino», «cuando uno confiesa y Hora su culpa merece compasión» siguen, respectivamente, a las entradas examinar, Have y uno, -na. 227 Para los diccionarios antiguos, véase B. Quemada, op. cit, pág. 505 y sigtes. Para los modernos, consúltese J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, págs. 258 y sigtes. L. Zgusta, op. cit, pág. 263, dice que «the absolute majority of dictionaries indicate examples». 228 Por supuesto, en Francia también existen diccionarios sin ejemplos; cfr. B. Quemada, op. cit, págs. 547-549. Me parece interesante seňalar que «ä partir de la fin du XVIII siěcle, on peut considérer comme un trait typologique ľabsance de phrases d'exemples dans les repertoires techniques; quant a l'emploi des citations d'auteurs, il n'a été de tout temps que trés excep-tionnel» (B. Quemada, op. cit, pág. 549). 229 Nuevo diccionario de la lengua castellana, Paris, 1846 (H. Sen's en Ja Bibliografia de la lingüistica espaňola, Bogota, 1964, n° 12570, pone como fecha de la edición, por error, la de 1847). 230 Diccionario nacionál o gran diccionario clásico, 2 vols., Madrid, 1846-1847 (manejo la 15a ed., 2 vols., Madrid, 1882). Por supuesto, tampoco tiene ejemplos la version abreviada de la obra, Compendia del diccionario nacionál de la lengua espaňola, 2 vols., Madrid, 1852 (utilizó una edición en 2 vols., Madrid, 1882). 231 Por ejemplo, el Novísimo diccionario de la lengua castellana, Paríš, 1880 (manejo la edición de 1892), o el diccionario enciclopédico de L. P. de Ramón, Diccionario popular universal de la lengua espaňola, 6 vols., Barcelona, 1885-1889. 232 Seňalaré como muestra el de E. Zerolo, M. Toro y Gómez, E. Isaza (y otros), Diccionario enciclopédico de la lengua castellana, 2 vols., Pan's, 1897-1900. Sin embargo, se prescinde de los ejemplos en la version reducida de la obra, Diccionario de la lengua castellana, Paríš, 1897. 233 Es preciso advertir que M. Moliner no hace ningún uso de la tipografía para destacar los ejemplos (en el DGILE están en eursiva), que aparece entre comillas.de valor, lo cual no fa-cilita su búsqueda y lectura. El Diccionario del espaňol moderno de Martin Alonso contiene muy pocos ejemplos. 234 Por supuesto, en los de carácter diacrónico aparecen citas extraídas de textos de todas las épocas de nuestra lengua. 130 En ei DGILE cuando la forma del ejemplo coincide con la del término de la en-trada queda sustituido en el ejemplo por una pequeňa linea quebrada, obligando al lector, de ese modo, a un proceso de reconstrucción, que no sena nadá fácil de no po-seer todo el entorno del articulo del diccionario; por el contrario, Maria Moliner no suele sustituir nada en los ejemplos; el DRAE, incluso pone con versalitas la palabra ejemplificada. En la primera de las muestras que he buscado en el DGILE pongo extender en el ejemplo no porque asi lo requiera la construction sintáctica (también hubiera vali-do «extendió una creencia» o «habiendo extendido una creencia»; otro ejemplo de ese mismo articulo es «la ciudad se extiende a ambos lados» que apoyaría lo que digo), sino porque a ello me obligan el extender de la entrada, y el extenderse del ejemplo siguiente, en infinitivo, pues, como ha quedado dicho antes, es la forma que funciona dentro del diccionario como elemento del metalenguaje. Por el contrario, en el primer ejemplo de plaga si aparece plagas, en plural, o en el de veneer, vencerá, en futuro, haciendo uso de las variantes paradigmáticas235, lo que confiere al ejemplo el carácter de modelo de uso donde se presentan muestras de habla236, y no el inmacu-lado lema del encabezamiento del articulo237. De esta manera se carga en el ejemplo una information implícita y raramente total sobre la morfológia y sintaxis del término que figura en la entrada238, information que también puede suministrarse en los diccionarios a través de otros procedimientos: colocación de las variantes en la ma-croestruetura, observaciones metalingüisticas en la microestruetura, apéndice grama-tical, etc. El ejemplo no sólo informa sobre la morfológia y sintaxis de la voz en cues-tión, sino también sobre el eritorno semántico en que suele aparecer239; asi, el que he adueido para subeutáneo nos indica que su empleo más frecuente se produce en el mundo relativo a ia sanidad o a la medicína. En cierta manera se nos ínforma sobre la connotación de las palabras, a pesar de disponer los diccionarios para ello de otros reeursos, como son algunas de las notaciones240 que siguen al lema, o las glo- 235 Más arriba hemos visto cómo algunas de las variantes paradigmáticas pueden Uegar a aparecer en la macroestructura de los diccionarios. 236 véase J. Fernández-Sevula, Problemas de la lexicografía actual, pág. 78. Antes L. Zgusta, op. cit., pág. 263, había dicho: «The purpose of the examples is to show how the entry-word functions in combination with other lexical units»; y más adelante, pág. 265: «The examples included in the entry should not be treated by the lexicographer as some additional material but as an integral part of the entry. The examples should not supersee the lexicography in definition, but should illustrate and complernente it». Véase también J. y CI. Dubois, op. cit., págs. 91-93. 237 Para P. Imbs, op. cit., pág. XXXIX: «les examples sont des formes pleines, réalisées, Selon la mesure des référés (ou referents), lesquels constituent la situation actuelle qui suscite le discours: ils sont l'exact contrepoids de la definition, qu'ils illustrent ä titre ďénoncés effectifs et done réellement possibles et qu'ils cautionnent quant ä son exactitude linguistique. Ils sont ä la fois témoíns et preuves». 238 Véase J. Rey-Debove, Ětude linguistique et sémiotique, pág. 145. 239 Véase J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, págs. 280 y sigtes.;.L. Collignon y M. Glatigny, op. cit, pág. 148; J. y CI Dubois, op. cit, págs. 40 y 91. 240 Cfr. J. Fernández-Sevilla, «Acerca de algunos aspectos de la información lexicográfica», pág. 81 y sigtes.; S. Gili Gaya, en las «Caracterísiicas de ešte diccionario», DGILE, decía: «Algo 131 sas241 en el interior del articulo. Todos nuestros diccionarios hacen uso de las notaciones: para el DRAE la acepción 'mujer muy fea y flaca' de arpía es figurada y familiar; es burlesca, en el DGILE, la acepción 'manjar que se come con pan' de condumio; es propio de la arquitectura, según el Dl, el término falseo; para el DUE perifollo puede ser despectivo de adorno, etc. Las glosas y las citas. Las glosas que informan, en el interior del articulo, sobre la connotación son uti-lizadas con cierta frecuencia por los diccionarios plurilingiies para eliminar la ambi-giiedad que puedan presentar las voces traducidas para que el usuario sepa en que circunstancia y momento puede manejar el vocablo en cuestión, o para informar de otros datos de interes, língiiísticos y extralmgiiísticos242. No creo que sea necesario seftalar —baste mirar los pocos testimonios aducidos para comprobarlo— que los ejemplos presentados tanto en el de DGILE como en el DUE son creaciones de sus autores y no citas de escritores consagrados243. Lo mismo ocurre con el DRAE, si bien alguno de los ejemplos quiere recordar en cierta manera un origen literario: poco antes he citado «a grandes voces llamó a Sancho; el cual Sancho, oyéndose llamar, dejó a los pastores» (s. v. cuaľ)m. La manera de proceder de nuestros lexicógrafos ahorra tiempo de búsqueda y espacio en el diccionario, ya que no siempre las citas pueden ser tan concisas como desearíamos, pues, en palabras de A. Rey «ľapparition ďune citation sous une entrée résulte ďune suite complexe de choix: choix d'un texte dans le corpus, choix d'un enoncé dans le texte, choix ďune unité lexicale dans ľénoncé, choix ďune valeur (sens) pour ľunité sélectionnée, et ďopérations sémantiques qui mettent en oeuvre le concept ďintertextualité»2*5. puede hacerse, sin embargo, por incorporar al diccionario valores estiiísticos con ejemplos va-riados que nos muestran para cada palabra sus signifieados en función del contexto, y más to-davía, como hace ešte Diccionario, multipjicando los cualificativos que ilustran al lector sobre el medio social o las diversas estimaciones del vocablo defínido». Para las cuestiones aludidas aquí me remito a P. B. Gove, «Subject Orientation within the Definition», Monograph Series on Languages and Linguistics, 14, 1961, págs. 95-107. 241 «It is a very heterogeneus category; we can call a glos any descriptive or explanatory note within the entry» (L. Zgusta, op. cit, pág. 270). A propósito de las notaciones y de las glosas, cfr. L. Zgusta, op. cit, pág. 271. El mismo autor, en la pág. 250, dice que los diccionarios más grandes son los que mas información proporcionan sobre las «aberraciones» de las palabras. 242 Véase aquí mismo «Los diccionarios bilingiies: su contenido». 243 Para la diferencia entre cita y ejemplo véase B. Quemada, op. cit, pág. 505 y sigtes.; J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 208 y sigtes.; J. y CI. Dubois, op. cit, pág. 92; L. Zgusta, op, cit, págs. 263-268; A. Rey, op. cit, págs. 75-76; L. Collignon y M. Glatigny, op. cit., págs. 144-147. Más adelante voy a referirme a la presencia de refranes en el DUE. 244 Ei ejemplo es más llamativo por cuanto no aparece bajo ninguno de los artículos qual del Diccionario de Autoridades; está tornado del Quijote, 11-16. 245 Cfr. A. Rey, op. cit, pág. 76. 132 La forma sintáctica de los ejempios. Los ejempios que figuran en nuestros diccionarios presentan unas estructuras sintácticas variadas246 que distan mucho de ser un tipo único generalizado. No es éste el lugar para intentar una clasificación, si bien tampoco deseo limitarme a seňalar un hccho evidente, repitiendo una vez más que la forma sintáctica de los ejempios es bien un sintagma, bien una frase247. Los ejempios reducidos a la estructura del sintagma suelen tomar la forma de un sintagma nominal248, y en contadas ocasiones la de un sintagma verbal; rara vez, especialmcnte cuando la entrada es una preposición, puede figurar un sintagma preposicional, circunstancial, o como deseemos Uamarlo: valga como muestra en la entrada según del DGILE el ejemplo «según la ley»249. El reducido numero de sintagmas verbales se explica porque en aquellos luga-res donde serían esperables (fundamentalniente en la ejemplificación de artículos re-lativos a verbos250), van acompafiados de otros elementos, transformándose en frases o en oraciones; basten unas muestras: tras la entrada corregir del DUE vemos «dibu-ja como le parece pues nadie le corrige»; en el artfculo como del DGILE se encuen-tra «como el pobre que el dia que no lo gana no come, asi tú quedas ayuno y flaco»; en el DRAE «nada menos que el Papa lo ha dicho en una enciclica» ilustra la mi-croestructura de nada; etc. Es normal que figuren en los artículos de substantivos ejempios que sean sintagmas nominales. No he hallado ningún caso en que este tipo de ejempios tenga la más simple de sus estructuras: un substantive o un artículo más un substantivo. Tales ejempios no tendrían razón de ser, pues reproducirían informaciones ya conteni-das en el artfculo del diccionario; en el primer caso repetiria escuetamente la voz de la entrada, a lo cual, en el segundo caso, se aňadiría la información de la categoría gramatical, consignada por el artfculo. No obstante, representan un caso especial los artículos que siguen a entradas que no son, por si, unidades léxicas: en el DRAE 246 Véase J. Rey-Debove, Etude linguistique et sémiotique, pág. 302 y sigtes. La autora fran-cesa se preocupa fundamentalmente por el aspecto semiológico del ejemplo, sin insistir todo lo que hubiéramos deseado sobre el simáctico. 247 Es la simple exposition de L. Collignon y M. Glatigny, op. cil, págs. 145-147, a la cual aňaden como tipo distinto la čita, que no es una categoría sintáctica. Más arriba ha quedado dicho que en el DGILE no se háce uso de las citas. Cfr. también J. Rey-Debove, «Le domaine du dictionnaire», pág. 25. 248 Considero sintagma, frase y oración de acuerdo con el modelo propuesto por J. Dubois y F. Dubois-Charlier en los Elements de linguistique francaise: sytaxe, Paris, 1970. Tampoco debe olvidarse i n este momenta el simple folleto de B. Pottier, Introduction á ľétude des structures grammaticales fundamentales, 5" ed., Nancy, 1969. 249 No voy a discutir ahora la cuestión de la existencia o no de sujetos con preposición (véase en la entrada entre del DGILE el ejemplo «entre todos lo mataron»), terna sobre el que aportó una luz definitíva J. A. Martinez en «Entre tú y yo»: <,Sujeto con preposición?», Archivům, XXVII-XXVIII, 1977-78, págs. 381-396. Consúltese también C. Corrales, «Sobre el sujeto con preposición», Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Lloraeh (con motivo de sus XXV aňos de docencia en la Universidad de Oviedo), 2, Oviedo, 1978, pá^s. 65-78. 250 véase más adelante cómo los ejempios que son frases con sujeto sobrentendido res-ponden a la forma de un sintagma verbal. 133 aparecěn como ejemplo de extra, califieada como preposición inseparable, los térmi-nos «extramuros», «extrajudicial» y «extraordinario»; «intermuscular» e «interminis-terial» siguen a inter-, etc. Lo habitual es que el substantivo esté acompaňado por una determinación, en sentido amplio251, de la clase que sea. Unas veces es el adjetivo: en el DGILE puede leerse «análisis estílístico» (s. v. análisis), «hermano carnal» (s. v. hermano), «pólvora viva» (s. v. pólvora), etc.; en el DUE252, «la grey estudiantil» (s. v. grey), «una información completa» (s. v. información), «monumentos prehistóricos» (s. v. monumen-to), etc.; en el DRAE, «frente serena» (s. v. frente), «la milicia angelica» (s. v. milícia), «noche lluviosa» (s. v. noche), etc. Otras veces, el substantivo está acompaňado por un complemento nominal: en el DGILE aparecen los ejempios «las siete piagas de Egipto; una plaga de langosta» (ya vistos, s. v. plagä), «el lance de la red» (s. v. lance), «marca de ganadería» (s. v. marca), etc.; en el DUE «el cariňo de la familia» (s. v. cariňo), «el ejercicio de la medicína» (s. v. ejercicio), «un flan de espinacas» (s. v. flan), etc.; en el DRAE, «las cabezas de una viga» (s. v. cabeza), «una capa de azú-car» (s. v. capa), «el estilo de Miguel Ángel» (s. v. estilo), etc. En el diccionario de Maria Móliner he podido encontrar, para ejemplificar substantivos, sintagmas prepo-sicionales253: «en caso de deterioro de la mercancia» (s. v. deterioro), «en la edad de divertirse» (s. v. edad), «de indole pacifica» (s. v. indole), etc. El DGILE y DRAE presentan la peculiaridad de poner ejempios con forma de sintagma verbal en la mi-croestructura de algunos substantivos: en el primero están «leer el correo» (s. v. co-rreo), «quemar la sangre» (s. v. sangre), «contentarse con un término medio» (s. v. término), etc.; y en el segundo, «andar en el ajo» (s. v. ajo, entrada primera), «cum-plir la letra» (s. v. letra), «caerse de necesidad» (s. v. necesidad), etc. Desde ahi no es muy grande el paso que hay que dar para presentar frases u oraciones: en el DGILE, «su enfermedad es una plaga» (s. v. plaga), «la fiesta terminó con el gran relajo» (s. v. relajo), «el faro hacía seňales» (s. v. seňal), etc.; en el DUE, «huye del bullicio de la ciudad» (s. v. bullicio), «el arreglo de zapatos es un chorreo» (s. v. chorreo), «es-pera que, al jubilarse el director actual, le den a él la dirección» (s. v. direction), etc.; en el DRAE, «Cristobal ha lienado bien el buche» (s. v. buche, primera entrada), «este potro tiene tres hierbas» (s. v. hierbd), «se le han dado dos meses de término, contados desde el quince de mayo» (s. v. mes), etc. Los ejempios que están en la microestructura de los adjetivos suelen tomar la forma de un sintagma nominal muy simple (substantivo más adjetivo). En el DGILE, al ejemplo deducido antes, «inyección subcutanea» (s. v. subeutáneo -a), podemos aíiadir «piel lobera» (s. v. lobero -ra), «prueba positiva» (s. v. positivo, -va), etc.; en el DUE figura «junta directiva» (directivo, -a), «cristal hilado» (s. v. hilado, -a), «la sopa humeante» (s. v. humeante), etc.; en el DRAE «pan, vino blanco» (s. v. blanco, ca), 251 Cfr. mi artículo «El determinante», pág. 31. 252 Este tipo de ejemplificación no es muy abundante en el DUE, pues las secuencias de substantivo más adjetivo se consideran, por lo general, construcciones especiales, con su corres-pondiente apartado en el interior del artículo: véanse las informaciones que siguen a cosa, es-cuela o monarquía por sólo citar unos casos tornados al azar. 253 En el DGILE, los sintagmas que comienzan por una preposición del tipo «en un peri-quete» (s. v. periquete), y otros muchos, no deben ser considerados como tales ejempios, sino como frases (en el sentido del DRAE) o locuciones. 134 «materia delicada» (s. v. delicado, da), «cable intercontinental» (s. v. intercontinental), etc. Por supuesto, existen sintagmas de una complejidad mayor: en el DGILE, «bajo en su estilo» (s. v. bajo), «un sendero practicable en verano» (s. v. practicable), etc.; en el DUE, «la piel delicada de un niňo» (s. v. delicado, -a, «una plegadera de borde romo» (s. v. romo, -a), etc.; en el DRAE, «un pliego suelto gótico» (s. v. gótico, ca), «los poetas líricos de Espaňa» (s. v. lírico, ca), etc. Rara vez hay frases u oraciones para ejemplificar adjetivos, aunque no son desconocidas por ningún diccionario: del DGILE es «sostuvo razones magistrates» (s. v. magistrát); del DUE «los legos co-mulgan con pan solo» (s. v. lego, -a) y «ese muchacho es nulo; pero se empena en ha-cerle estudiar» (s. v. nulo, -a); del DRAE, «Juan está alegre» (s. v. alegre) y «ganó en el comercio muchos miles de pesos» (s. v. mil), etc. En los artículos de verbos, los ejemplos son, ocasionalmente asépticos, repre-sentando tan sólo valores de lengua y no de habla* valgan como múěstrás «meterse fraile» (s. v. meter del DRAE), o «poner un joya en el estuche» (s. v. poner en el DGILE). Dentro del DGILE, en un abultado numero de ocasiones, el término ejem-plificado está sustituido, como ha quedado dicho más arriba, por un linea quebra-da254, algo asi como un elemento de un segundo metalenguaje o como un comodin que, en el habla, puede manifestarse bajo cualquier forma del paradigma. Claro está que en la microestructura de las entradas verbales —al igual que en la de los subs-tantivos o de los adjetivos— pueden aparecer formas paradigmáticas, las cuales, al ir acompaňadas de sus complementos, constituyen frases y oraciones perfectamente construidas, en muchas ocasiones con el sujeto sobrentendido: son ejemplos del DGILE «dejó el sombrero en la mesa» (s. v. dejar), «observo que cojea» (s. v. observar), «procure las cosas de mi tio» (s. v. procurar), etc.; del DUE «me está apremiando para que firme el contrato» (s. v. apremiar), «levantó al niňo en brazos para que viera por encima de la tapia» (s. v. levantar), «murió en la guerra [a mano airada, en el hundimiento Titanic]» (s. v. morir), etc.; del DRAE «encontré al uno andando en el cajón y al otro en los papeles» (s. v. andar, prirnera entrada), «esperó a que sonase la hora para hablar» (s. v. esperar), «oyó teológia» (s. v. oír), etc.255 Los ejemplos con sujeto explícito son numerosos y aparecen sin dificultad alguna en los mismos artículos en que hay ejemplos sin sujeto: en el DGILE he encontrado «la calentura dejó al 254 También sucede en los artículos de voces pertenecientes a otras categorías gramatica-les (véase lo expuesto cuando comencé a hablar de los ejemplos), aunque adquiere un valor especial con el verbo, pues, repito, el infinitivo de la entrada, que es la forma que debe sustituir a la linea quebrada en los ejemplos, funciona como elemento del metalenguaje. Ello no ocurre en la obra de M. Moliner, en la cual se ofrecen los ejemplos sin signos sutitutivos, ni en el DRAE, en el cual el término de la entrada aparece con versalitas en el ejemplo. Dentro de este mismo orden de cosas habria que sefialar la utiHzación de otros signos, como una aspa (x) en lugar del término cruce, u otro parecido (véase s. v. encomenzar. «Por x con principiar se ha formado el subst. encomencipio en el habla rustics»). 255 Muchos de los ejemplos anteriores deberían considerarse como sintagmas verbales, sin conferirles el grado de frase u oración, pues su estructura es la de verbo más sintagma nominal (véase J. Dubois y F. Dubois-Charlier, Elements de linguistique frangaise: syntaxe, Pan's, 1970, pág. 75 y sigtes.), al igual que son sintagmas verbales «gobernar la nave» (s. v. gobernur), hacer concepto» (s. v. hacer) o «mostrar valor» (s. v. mostrar), todos ellos procedentes del diccionario de la Academia. 135 enfermo» (s. v. dejar), «esta raza pone mucho» (s. v. poner), «los romanos vencieron a los cartagineses» (s. v. veneer), etc.; en el DUE, «algunos de los que habían prome-tido firmar la protesta chaquetearon» (s. v. chaquetear), «todas las líneas telefónicas mueren en el mismo punto» (s. v. morir), «este impermeable vivirá poco» (s. v. vivir), etc.; en el DRAE, «le agobian los quehaceres, los aňos, las penas» (s. v. agobiar), «la bála le llevó un brazo» (s. v. llevar), «Jupiter vibra los rayos» (s. v. vibrar), etc.256 Por las mismas razones que los ejemplos ilustrativos de verbos se transforman en frases u oraciones, lo hacen los que siguen a adverbios. Asi, el DGILE pone «el plazo está cerca de cumplirse» (s. v. cerca), «la ciudad donde estábamos» (s. v. don-de), «no lo he visto nunca» (s. v. nunca), etc.; el DUE, «la casa tiene balcones dehnte y ventanas a los lados» (s. v. delante), «mi madre está dentro» (s. v. dentro), «le 11a-mé y entonces volvió la cabeza» (s. v. entonces), etc.; el DRAE, «la estratagema salió mal» (s. v. mal, en su segunda entrada), «Matilde es la más hacendosa de mis herma-nas» (s. v. más), «más vale ayunar que no enfermar» (s. v. no), etc. Algunos de los ejemplos que tienen la forma de un sintagma verbal sirven para ilustrar los artículos de adverbios: en el DGILE figuran «vienen detrás» (s. v. detrás), «entonces vete» (s. v. entonces), «corre más» (s. v. más), etc.; en el DUE, «llueve menos» (s. v. menos), «habla poco» (s. v. poco, -a, -os, -as), etc.257; en el DRAE, «entérate bien» (s. v. bien), «cenó mal» (s. v. mal, en su segunda entrada), «almorzar temprano» (s. v. temprano), etc.258 En el diccionario de Maria Moliner puede verse algún sintagma adjetivo259, del tipo «ayer temprano» (s. v. ayer); otro tanto ocurre en el de DGILE: «más acá» (s. v. acá); en ambos diccionarios la construcción es muy poco frecu^nte200. Algunos de loz ejemplos observados en los artículos de adverbios son oraciones subordinadas: «des-pués de eseríbir esta carta» (s. v. después en el DGILE), «antes de amanecer» (s. v. antes en el DRAE), etc. Ahora bien, si consideramos a esos adverbios prepositivos261, estaremos ante sintagmas preposicionales, igual que en «después de esta calle» (s. v. después en el de DGILE), «de ayer acá» (s. v. acá en el DGILE) y «de hoy a mafiána» (s. v. hoy en el de DGILE). La preposición hace que no sean puros sintagmas nominales como «el aňo después» (s. v. después) en el DRAE, o «el día antes» (s. v. antes en el DRAE)262. Otra serie de sintagmas verbales aparece entre los ejemplos que acompaňan a 256 Un aspecto para tener en consideración en posteriores monografías es el estudio de los tiempos y personas utilizados en los ejemplos, pues sorprende, a la vista de los aducidos, su va-riedad, aunque los tiempos del pasado y la tercera persona son más frecuentes, posiblemeníe por ser los menos mareados. A ello se refirieron de una manera un tanto general J. y CI. Dubois, op. cil, pág. 92. 257 He de advertir que e! DUE es muy parco en este tipo de ejemplos. 258 Tampoco son muchos los sintagmas verbales que acompafian a adverbios en el DRAE. 259 Cfr. J. Dubois y F. Dubois-Charlier, op. cit., pág. 126 y sigtes. 260 En mi búsqueda no he haliado ningún ejemplo con esa estructura en el diccionario aca-démico. 261 Cfr., por ejemplo, Alcina-Blecua, op. cit, págs. 704 y 832. 262 Dentro de la gramádca generativa y transformacional «hoy a ultima hora» (s. v. hoy en el DUE) tendri'a que ser considerado como un sintagma prepositional («les adverbes de lien et de temps sont issus de syntagmes prépositionnels», J. Dubois y F. Dubois-Charlier, op. ci/., pág. 123) 136 los pronombres, especialmente los personales; asi en el de DGILE figura «lo siguió» (s. v. lo) y «la miré» (s. v. la); en el DUE «apártate» (s. v. te), «mirala» (s. v. la, entre las informaciones sobre la pronunciación) y «escríbeme» (s. v. tne, también entre las informaciones sobre la pronunciación). Evidentemente. junto a esos ejemplos figuran otros que son frases u oraciones: en el de DUE podemos leer «se cree guapa, pero no lo es» (s. v. to), «todavía no le ha dicho nadá» (s. v. le), «teníamos un coche y una moto: ésta estropeada y aquél sin gasolina» (s. v. aquel, aquella, aquello, aquellos, aquellas), etc.; en el DGILE, «le dare la carta» (s. v. le), «permaneceré en ésta dos se-manas» (s. v. éste, ésta, esto, éstos, éstas), etc.263 También pueden considerarse sintagmas verbales ciertos ejemplos que acompa-ňan a las preposiciones, tanto en el de DGILE: «está en Madrid» (s. v. en) o «esta-mos sin pan» (s. v. sin), como en la obra de Maria Moliner: «está con sus amigos» (s. v. con) o «vive en la opulencia (s. v. en). Otras veces, muy pocas, las preposiciones presentan sintagmas nominales: «ernbajador cerca de la Santa Sede» (s. v. cerca en el de DGILE), «insulto sobre insulto» (s. v. sobre en el DUE), etc. La mayor parte de los ejemplos de preposiciones son sintagmas preposicionales: en el DGILE encuen-tro «desde la creation» (s. v. desde), «desde el primero hasta el ultimo» (s. v. desde), «entre las diez y las once» (s. v. entre)264, etc.; en el DUE «dentro del cajón» (s. v. dentro), «bajo el punto de vista» (s. v. bajo), «por mi propia mano» (s. v. por), etc. Por supuesto, no son desconocidas las frases y oraciones: en el DGILE figuran «na-die le excede en bondad» (s. v. en), «la fiesta estaba anunciada para ayer» (s. v. para), etc.; en el DUE, «ante mí se exíendía un paisaje maravilloso» (s. v. ante), «ese pueblo está por el norte de Espaňa» (s. v. por), etc. Algunos ejemplos que carecen de su-jeto explicito han de considerarse sintagmas verbales: «iremos hasta Madrid» (s. v. hasta en el DGILE) o «se crece ante las dificultades» (s. v. ante en la obra de Maria Moliner). Por razones que no son dífíciles de entender, los ejemplos que presentan los le-xicógrafos en las microestructuras de los artículos de conjunciones suelen ser frases u oraciones: en el de DGILE pueden leerse: «como recibí tarde el aviso no pude llegar a tiempo» (s. v. como), «lo hárá sin dudá, que ha prometido hacerlo» (s. v. que, en la segunda de sus entradas), etc.; en el diccionario de Maria Moliner, «no ha venido ni llamado por teléfono» (s. v. ni), «te lo dije y no me hiciste caso, pues no te quejes» (s. v. pues), etc. La ideológia en los ejemplos265. El aspecto gramatical del ejemplo no es el único susceptible de estudio; para comprobarlo baste con examinar el ultimo capítulo del libro Étude linguistique el sé-miotique des dictionnaires francais contemporains, tantas veces citado, de Josette Rey-Debove. Quizás merezca la pena, aunque sólo sea de una manera escueta, refe- 263 En un sentido estricto, los dos Ultimos ejemplos no dejan de ser sintagmas verbales. 26t Cfr. lo dicho antes sobre los sujetos con preposición. 265 Para la ideológia me remito a la bibliografia que cito en el primer capftulo de este libro cuando hablo del diccionario como texto ideológico. 137 rirse a la ideológia, intencionada o no, subyacente en el diccionario266. Recordemos con Jean y Claude Dubois267 que «le dictionnaire est done sous-tendu par les structures idéologiques dominantes ďune époque; et, en méme temps, il participe au main-tien de cette ideologie en créant les conditions de sa durée puisque, lieu privilégié de reference, il donne des reponses qui ont pour ceux qui le consultent la valeur á'ins-truetions contraignantes». En las páginas precedentes podfa haberme referido a la inclusion o no, en la nomenclatura, de ciertas palabras o formas por motivos ideológi-cos, sociales o culturales, y a la presencia de determinadas acepciones en algunos artículos268, pero no es ésa la intención de estas páginas. De todas maneras seňalaré que es en los ejemplos donde la ideológia, la situación sociocultural, se manifiesta más claramente269, hasta el punto que «ils forment un texte idéologique, constituant une morale, une politique, etc.»270 No son pocas las muestras que se pueden entresa-car de nuestros diccionarios. En el de Maria Moliner figuran refranes entre los ejemplos, con todo lo comprometidos que son como modelos sintácticos y semánticos de la lengua actual: «ir por lana y volver trasquilado» y «no por mucho madrugar ama-nece más temprano» figuran en la microestruetura de por; más arriba aduje de la en-trada malo «más vale malo conocido que bueno por conocer»271, etc. Son los ejemplos enciclopédicos272, o pretendidamente enciclopédicos, los que traslucen una mayor information cultural e ideológica. En el de DGILE, entre otros, hallo los si-guientes: «las germanias se sublevaron en tiempos de Carlos I» (s. v. germania), «el matrimonio es una lotéria» (s. v. lotéria), «muchas virtudes obedecen a la caridad» (s. v. obedecer), etc. Del DUE son: «según los árboles hay que enderezarlos cuando son tiernos, los vicios hay que corregirlos...» (s. v. según), «los romanos vencieron a los cartagineses en las guerras púnicas» (s. v. veneer), etc. Sólo en un caso he hallado un ejemplo contrario a la verdad directamente comprobable, quizás por un error invo-luntario más que por ofrecer realidades lingüisticas y no verdades categóricas: «tras la primavera viene el invierno» (s. v. tras en el DUE). Lo mismo que digo de la information cultural o ideológica de los ejemplos po-dn'a afirmarse de las ilutraciones del DGILE (el único de nuestros diccionarios mo- 266 véanse las fuertes palabras de A. Rey, Le lexique, pág. 97. 267 Op. cit., pág. 8. 268 En el comentario que nice del DI en mi Lexicología y lexicogrnfía seňalé los términos que J. Casares ofrecía como opuestos de matrimonio (cuadro treinta de la parte sinóptica): sol-tería, viudez, divorcio, adulterio, amancebamiento, prostitución y alcahuetería, de los que en pu-ridad, sólo deberían mantenerse soltería y viudez, pues los otros n; lógicamente ni en la con-ciencia de los hablantes son contrarios, si bien es cierto que Casares dijo que «los grupos presentados como antitéticos no lo son siempre con verdadero rigor lógico» (en el «Pian de la obra» del DI, pág. XV). 269 Cfr. B. Quemada, op. cit, pág. 527. Más adelante, págs. 529-534, el autor habla de dictionnaires engages y dictionnaires objectifs según el tipo de ejemplos. 270 Véase J. y CI. Dubois, op. cit., pág. 92. 271 Algunos refranes también figuran —como quedó dicho antes— en el DRAE, aunque con la notation de frase proverbial. 272 Cfr. J. Rey-Debove Étude linguistique et sémiolique, págs. 276-280. ^^v f» f* m m tě s 138 dernos de la lengua que las incluye)273: véanse como muestra, el organillero que hay dibujado en las ilustraciones correspondientes a órgano, los agricultores de siembra, la casa que hay en la figura casa, el coche de carreras, y los demás dibujos de auto-móviles, etc. ^ Las frases y las locuciones. No deben confundírse los ejemplos con las frases y locuciones274 que figuran en las microestructuras de todos nuestros diccionarios generales de la lengua por más que al-gunas de ellas puedan aparecer en unas obras como frases proverbiales y en otras como ejemplos: tal es el caso seňalado poco antes de ciertos refranes. Ya Julio Casares había dicho que «la dificultad para establecer divisorias entre locución y las frases prověř- íš biales273 por una parte, y entre éstas y los refranes por la otra, tiene, en no pocos casos, una explication de carácter histórico. Por lo que se refiere a las locuciones que hoy se usan en el lenguaje familiar podemos comprobar que muchas de ellas son fragmentos ^ que se han salvado en el naufragio de antiguas frases proverbiales»276. a AI comienzo de estas páginas tuve ocasión de referirme a la inclusion, en nues- tras obras lexicográficas, de ciertas locuciones y frases. Allí mi planteé el derecho que tienen los diccionarios para darles entrada desde el punto de vista estrictamente for- ff(, mal. En el instante en que se pueda determinar que son lexicalizaciones no habrá obstáculo alguno para impedirie su paso a los catálogos del léxico; la dificultad estri- bará entonces en decidir qué lipo de obras han de incluirlas, y en qué condiciones. rt^ Pero la presencia de esas unidades, llámense frases, locuciones o modos, en los dic- 4t cionarios no sólo se debe a la lexicalización de muchas de ellas sino también a su gra- do de gramaticalización277. Por estas razones, lexicalización o gramaticalización es por •v lo que las frases, locuciones y modos, no deben ser utilizados como ejemplos, en el tf, interior de los artículos, sino que requieren un tratamiento especial. Sean muestras de lo que digo en calidad de (s. v. calidad, en su segunda entrada del DRAE, y en el DUE), a calidad de que (s. v. calidad en el DGILE, y en su segunda entrada del # DRAE), hacer ojo (s. v. ojo del DRAE), a causa de (s. v. causa, en su primera en- ^ trada del DUE), etc. Si, como parece, se arbitran para las unidades lexicalizadas algunas soluciones, <• 273 Tal vez sea el!o posible porque no cabe esperar bellas ilustraciones en un diccionario, como afirma R. W. Chapman, Lexicography, Londres-Nueva York-Toronto, 1948, pág. 21, sino 10 práctícas y adecuadas a la finalidad que se persigue con ellas. 274 Véase lo que quedó dicho a este respecto cuando hablábamos de la presencia en el diccionario de las lexias complejas y textuales. Sobre el concepto de locución y expresión consúl- • tese además de la Introduction a la lexkografía moderna de J. Casares, el trabajo de F. Dimi- (Ä trescu, «Le concept de locution», apud Melanges linguistiques, Bucarest, 1957, págs. 269-289. 275 Corrijo proverbiales donde el texto dice, picnso que por error, adverbiales. 276 J. Casares, Introduction a la lexicografía moderna, ya citada, págs. 186-187. Sea como J) fuere, no veo mucha justification para dar cabida en la microeslructura de nuestros diccionarios a los casos aducidos. 277 Recuéľdese cómo poco antes he tenido que recurrir al concepto de adverbio prepositi-& vo para explicar ciertas construcciones. ě ě 139 aunque sólo sean particulares y sin trascender los limites de cada uno de los diccionarios —como dije al comienzo del capítulo—, no sucede lo mismo con las gramati-calizaciones, tal vez porque sea más difícil dictaminar cuándo se ha producido el fe-nómeno y cuándo no. La situación que exponen, a este propósito, los diferentes manuales de gramática de la lengua dista mucho de ser uniforme. Los refranes, y cuantas lexías complejas y textuales deseemos catalogar, pueden ser agrupadas en repertories léxicos, y asi se háce, pero no sucede lo mismo con las unidades gramatica-lizadas. Ello se explica por su menor numero, que no daría cuerpo suficiente para un repertorio comercializable, y porque las gramáticas se encargan de enumerarlas278, ya que ésa es función de la gramática y no de los diccionarios. Piénsese, por un momenta, el galimatias en que se convertiría un diccionario si cada gramaticalización tu-viera su propia entrada, pues tanto las formas diferentes, como las que son iguales pero desempeňan funciones distintas, deben figurar como artículos separados: no tie- / ne razón de ser que una misma entrada sobre (en el DRAE) dé cuenta de la prepo- [ sición (acepciones 1 a 13) y del substantivo (acepciones 14 a 16), por sólo citar un' caso de los muchísimos que hay en las páginas de los diccionarios. Es comprensible que los diccionarios, a falta de otras obras que sistematicen la lengua (no sólo el léxico), asuman un papel que no les corresponde, sea por interes lingüistico, sea por imperativos del posible usuario. Lo más chocante resulta ser que el diccionario de la Academia279 es el que presta una mayor atención a las gramati-calizaciones (y otras construcciones lexicalizadas), cuando la corporation, al mismo tiempo, elabora una gramática, mezclando las competencias de ambas obras, que po-drfan estar perfeetamente delimitadas280. Por el contrario, es el DGILE el diccionario que se ha planteado con mayor rigor —al menos en este aspecto— la separáciou entre los hechos gramaticales y los léxicos, hasta el punto que son bien pocos —en comparación con los otros diccionarios— los que se dejan entrever en la microes-truetura de la obra, y siempre en un apartado especial, al final del artículo, y con le-tra más pequeSa que el resto de las informaciones281. Julio Casares dedicó un amplio espacio en su Introduction a la lexicografía moderna al estudio de las locuciones, frases proverbiales, refranes y modismos. Para nuestro maestro lexicógrafo, «las definiciones de modismos y de idiotismo son prác-ticamente intercambiables, salvo que la de idiotismo pone más de realce la infraction de las reglas gramaticales»282; el modismo es una frase proverbial o una locución283. 278 Véase cómo la ya citada de Alcina y Blecua enumera, por ejemplo, las locuciones con-juntivas con que (págs. 1010-1013). 279 Y el Diccionario ideológico de J. Casares, en su parte aíŕabética, por la gran deuda que tiene contrafda con el DRAE. 280 pôdna valer como justificación una gran generosidad para con el lector, quien dispone, en una sola obra, del gran trabajo de recolección y clasificación llevado a cabo por los acadé-micos. 281 Véanse, por ejemplo, los artículos grande, muerto -ta, punto (donde se separan las locuciones adverbiales del resto de las locuciones), etc. Sin embargo, en el artículo ericima no se hace tal distinción: la acepción cuarta es una locución adverbial, y la quinla una frase adverbial, asi indieadas. 282 Véase la obra a que acabo de referirme, pág. 208. 283 En la Introduction a la lexicografía moderna, pág. 233. 140 En cualquier caso, todas esas construcciones son expresiones pluriverbales, de las cuales ya me ocupé antes. No obstante, creo de justicia insistir sobre la diferencia que estableció Casares entre las locuciones significantes (las lexicalizadas) y las locuciones conexivas (las gramaticalizadas)284. Poco se podría aňadir a lo que él dijo sobre las locuciones, y las otras expresiones multiverbales, por más que su modestia le llevara a escribir: «no pretendemos en modo alguno haber captado todas las especies, familias y variedades que nos ofrecen el pintoresco mundo de las expresiones que acabamos de examinar. Para intentarlo seriamente seria necesario escribir toda una Gramática de las Locuciones»^'. Únicamente cabría enumerar estas expresiones y clasificarlas. Según Casares son locuciones conceptuales aquellas en las cuales hay palabras «a las que corresponde una representación mental, una idea, un concepto, aunque no sea el mismo que tiene normalmente fuera de las locuciones citadas»; las locuciones conexivas «están formadas con voces o partículas vacías de contenido semántico: v. gr., con tal que. Estas tres palabras, que juntas equivalen a una conjunción condicional, no significan cosa alguna por si mismas y sólo sirven de enlace para poner en relation oraciones o vocablos significantes»286. Todo el trabajo de Julio Casares hubiera sido mera especulación teórica de no pronunciar su opinion sobre la situation de las locuciones en los diccionarios: en el DRAE sustituiria modo adverbial y modo conjuntivo por locución adverbial y locu-ción conjuntiva, respectivamente287. Pero la docta institution hizo oidos sordos al maestro: en la edition de 1970 distingue —en la lista de abreviaturas— el modo adverbial y el modo adverbial interrogativo, y el modo conjuntivo, el modo conjuntivo adversativo y el modo conjuntivo condicional, si bien es cierto que también existe la locución adverbial y la locución conjuntiva, que no veo figurar en la edition de 1947 (reproduction de la de 1936, con portada de 1939 [1940], mas un suplemento), la in-mediatamente anterior a la obra de Casares288. Tampoco hizo caso la Academia a nuestro investigador cuando decfa: «consideramos útil que el lexicógrafo disponga de loc. adj., loc. nom., loc. verb., loc. excl. y loc. prep., y que se acostumbre a manejar estas abreviaturas para indicar la indole y función de las respectivas locuciones»289. En la edition de 1947 sólo figuraba loc., mientras que en la de 1970, aparecen, además, loc. adj., loc. adv., loc. conjunt., loc. inter j. y loc. prepos.: de las propuestas por Casares sólo se han tornado en consideration la primera y la ultima290. De las recomendaciones de Julio Casares se desprende que era partidario de la inclusion en la nomenclature del diccionario de todas las locuciones, con el fin de que fuera una obra útil, independientemente de los criterios cientfficos que pudieran in- 284 Cfr. el libro citado en la nota anterior, pág. 170 y sigtes. 285 Ibidem, pág. 183. 286 Las dos ultimas citas proceden de la pág. 171 de la Introducción a la lexicografía moderna. 287 En la pág. 183 del libro que vengo citando. 288 No es raenos cierto que en esa edición del DRAE sólo hay un modo adverbial, y un modo conjuntivo y otro modo conjuntivo condicional. 289 En la obra de J. Casares, pág. 184. 290 Supongo que la loc. excl. de Casares es lo mismo que la loc. interj. de la lista de abreviaturas del DRAE. 141 tervenir para su elaboration2'1. De esta manera se contribuye para que el diccionario no sea un mero repertorio léxico292, sino también el lugar donde hallar con prontitud la respuesta a las preguntas de indole lingiiistica que pueda plantear el usuario, o donde sorprenderle con informaciones que no esperaba sobre los usos y construcciones de la voz objeto de su búsqueda. Recapitulation. Son muchos los iugares del diccionario, como hemos visto, en que aparecen cuestiones que habitualmente se consideran propias de la gramática, pero que no en pocas ocasiones son imprescindibles en las obras lexicográficas, pues gramática y diccionario se complementan, y se entrecruzan necesariamente, por ser ambas de carác-ter descriptivo. Ahora bien, en cada una de ellas predomina una parte del estudio de la lengua293. Por otro lado, las concepciones gramaticales de los lexicógrafos se mani-fiestan con una diferencia nitida entre la nomenclatura y la microestructura, quizás de una manera más explícita en ésta ultima; pero tampoco podemos olvidar que son numerosas las ocasiones en que la entrada condiciona el interior del artículo (la in-versa no se produce), en especial, por mantener una equivalencia (tal vez podríamos decir concordancia) entre las dos partes del artículo. Lo que se puede hacer es consi-derar al diccionario como una gramática, y eso lo saben los autores de nuestras obras lexicográficas desde que Gili Gaya justificó la insertion de cuadros gramaticales en el de DGILE: «como quiera que un Diccionario no puede ser una Gramática por orden alfabético, nuestro Diccionario intercala en su texto numerosos cuadros gramaticales»294. Por ello parecen desproporcionadas las palabras de H. A. Gleason Jr. a las que me referí más arriba: «The dictionary might be an index to the grammar»295. No parece más comedida Josette Rey-Debove cuando dice que «le dictionnaire de lan-gue est aussi une grammaire», afirmación que sólo adquiere su justo sentido una vez sabedores de los hechos enumerados en las páginas anteriores, y conociendo la continuation de tal aserto: «par les informations qu'il donne sur toutes les unites du le- 291 A ešte propósito desearía recordar que - ,;1 investigador e incluso el consultor no espe-cialista del diccionario no se conforman hoy con hallar registradas las palabras mejor o peor de-finidas y sus diferentes accpciones: neeesitan saber por que razones y caminos han llegado a figurar en el diccionario y cuál es su status en el sistema de la lengua» (J. Fernández-Sevilia, «Acerca de algunos aspectos de la information lexicográfica», ya citado, pág. 90). El autor pien-sa más en un diccionario total que en un diccionario de la lengua. 292 H. A. Gleason, Jr., en el artículo ya citado, pág. 94, dice que el diccionario debe ser un indice de la gramática, a la vez que sirve para corregirla. 293 Para J. y CI. Dubois, op. cit, pág. 36, el diccionario responde a una situación de bilin-güismo en la que la gramática queda relegada a un segundo piano. 294 En las «Caracteristicas de este diccionario», DGILE. 295 H. A. Gleason Jr., en el artículo citado antes, pág. 94. Las palabras aducidas se parecen enormemente a las de Bloomfield cuando dice: «el léxico es realmente uu apéndice de la gramática, una lista de irregularidades básicas» (Ĺenguaje, Lima, 1964, pág. 335). 142 xique, mots grammaticaux ou lexicaux»296. Knud Togeby habia formulado297 hace ya unos cuantos aftos el acercamiento de gramática y diccionario, pues, según él «entre grammaire et lexique ü n'y a qu'une distinction pratique, et non théorique, [...] il exis-te une transition graduelle entre les deux, et [...], par consequent, plus la grammaire sera perfectionnée, plus eile se confondra avec le dictionnaire, et inversement»298. Acabo de citar unas palabras de Gili Gay a en las que niega que un diccionario sea una gramática por orden alfabético. No le falta razón, pero no olvidemos que el diccionario puede facilitar al usuario la consulta gramatical a través de su nomenclature299, y no me reficro a los diccionarios que se ocupan específicamente de los fenó-menos de la gramática, sino de los generates de la lengua. Fue Hugo Schuchardt quien dijo «el diccionario no expone otra gramática: sólo suministra su índice alfabético», claro que para el insigne filólogo alemán «sólo hay una gramática y se llama se-mántica o, más exactamente, ciencia de la designation»300. También Julio Casares abundó en la idea del diccionario como índice alfabético, en su caso, de la parte ana-lógica del DI, semejante a los que aparecen al final de tratados de otras disciplinas301. Tales afirmaciones son posibles porque la delimitación entre gramática y diccionario no es tan nitida como pudiera parecer a un observador poco perspicaz. En 1971 Malkiel llegó a escribir. «The border line between «structure» (i.e., grammar) and lexicon has been traced with warying results by several outstandig theorists of linguistic science, but their analyses for all their sophistication, do not abolish one fundamental, ambarrassingly trivial fact: that the raw lexical data lend themselves incomparably better to itemized alphabetization than do the data of grammar, all analytycal indexes available not with standing»302. 296 Las dos ultimas citas proceden del Etude ünguistique et sémiotique, pág. 13. Y. Malkiel, «Lexicography», pág. 375, afirma que un «diccionario» puede ser llamado «gramática» bajo cir-cunstancias excepcionales. 297 En «Grammaire, lexicologie et sémantique». 298 Ibidem, pág. 4. Para J. A. Porto Dapena, Elementos, pág. 6, «una separation tajante entre léxico y gramática [...] aún en la actualidad plantea sobrados problemas, y supondría, ade-más, la existencia de un limite entre lo general y lo particular, cosa imposible ya que el paso no puede :ói más que gradual.» Después de haber escuchado todas estas voces, y de lo expuesto en las páginas anteriores, no parece tener mucha razón Al-Kasimi, op. cit., pág. 48, cuando dice: «Traditionally, dictionaries provide only minimal information on grammar [...] Unfortunately, recent dictionaries have not tried to pay better attention to grammar». 299 Hay que admitir con I. Casares que el diccionario es «un artilugio conveniente para el mejor manejo de la lengua», en «El diccionario como símbolo», pág. 31. 300 Las dos citas anteriores corresponden a la resefta que hizo H. Schuchardt del Cours de ünguistique generale de Saussure en Literaturblatt für germanische und romanische Philologie, 38, 1917, pág. 9. Torno estos datos de E. Coseriu, «Semántica y gramática», pág. 128. Ésa es la opinion que defiende entre nosotros R. Trujillo en «Gramática, lexicología y semántica», citado. 301 Cfr. el «Prólogo» al Dl, pág. XIX. Casares, al hablar de la insuficiencia de los diccionarios alfabéticos, había dicho: «Quédese para el repertorio alfabético el papel del empleado su-balíerno, sin criterio ni iniciativa, que os entregará automáticamente el libro deseado si le faci-litáis la signatura adecuada» (Nuevo concepto del diccionario de la lengua, pág. 118). 302 Y. Malkiel, «Lexicography», citado, pág. 371. 143 Para acabar desearía recordar a Alain Rey: «en resumé le caractére propre du dictionnaire, qui est d'etre ouvert, parce qu'il concerne des unites discretes, est com-pensé par l'apparition des recurrences de la grammaire, ä ľintérieur des articles. En dégageant et en classant ces recurrences selon des moděles (patterns) ä la fois formels et sémantiques, et en dressant l'inventaire des unites de classe fermée (mots «grammaticaux»), le dictionnaire donne une analyse partielle des structures fonctionelles de la langue. La grammaire le pénětre et ľempéche d'etre seulement une liste ouverte ďunités isolées et uniques»303. Hemos Uegado al final, nadie podrá encontrar en las páginas que anteceden una guia para futuros recopiladores de léxico. No era tal mi intention, sino la de indicar cuál es la situation en nuestros diccionarios actuales más importantes304, A la vista de ese estado cada cual podrá tomar su determination particular: el consejo en materia lexicográfica tal vez no sirva para nadá, pero si vale conocer el trabajo ajeno para tra-tar de mejorar el propio. Es lo que he intentado hacer y mostrar en estas páginas, sin ocultar mi parecer sobre las cuestiones planteadas. 303 A. Rey, Le lexique, pág. 126. 304 A pesar de todo lo que pueda parecer, y hemos visto algún caso, la presencia de la gramática en el diccionario no es el resultado de una colaboración estrecha entre ambas disciplinas, sino al contrario, y de ahí los desajustes. F. Lázaro Carreter lo seňaló hace tiempo: «La lexico-grafía clásica, resultado de un divorcio casi absoluto entre Léxico y Gramática —y digo casi porque no faltan en los diccionarios restriccioncs asistemáticas de tipo selectivo—, es en gran me-dida inútU para las necesidades de una Lingiiística orientada hacia el cifrado de mensajes» («Transformaciones nominales y diccionario», pág. 374).