1. La evolución del tratamiento de los gitanismos en las ediciones del Diccionario académico (con especial atención a la 22ª edición)[1] 1.1.La acogida de los gitanismos en el Diccionario académico A lo largo de la historia del DRAE, los gitanismos no se han acogido de manera sistemática sino que han ido llegando en oleadas. Hubo ediciones donde no se registró ningún gitanismo nuevo, o fueron solamente contados casos, y luego hubo otras, verdaderamente “revolucionarias”, donde la acogida fue bastante generosa. En la tabla que presentamos a continuación ofrecemos un esquema general de la entrada del léxico gitano —o agitanado, en casos como churumbel o clisos— en las ediciones del inventario académico desde el Diccionario de Autoridades hasta la actual, 22ª edición del Diccionario académico, de 2001. Léxico gitano en la historia del Diccionario académico Nº de edición Gitanismos registrados Autoridades (1726-1739) chunga, muquición, muquir 1ª (1780) — 2ª (1783) — 3ª (1791) — 4ª (1803) muquido 5ª (1817) — 6ª (1822) — 7ª (1832) — 8ª (1837) chanada 9ª (1843) — 10ª (1852) camelar 11ª (1869) mengue, najarse 12ª (1884) barí, baril, caló, camelo, cané, chalado, chapescar, chaval, chunguearse, gaché, lacha, parné(s), sandunga, sandunguero, terne, ternejal 13ª (1899) chavó, jamar, juncal 14ª (1914) barbián, curda, garlochí, randa 15ª (1925) calé, canguelo, cate, catear, catite, chalar, chipé, chipén, chulé, churumbel, chusquel, clisos, fulero, gachí, gachó, gilí, gindama, jindama, jollín, jonjabar, ¡najencia!, peñascaró, pira 16ª (1936)[2] achares, camelador, cañí, chai, chanelar, chavea, chingar, chislama, ful, fulastre, lumia, pañí, paripé, pinrel, pirantón, postín, postinero, rulé 17ª (1947) — 18ª (1956) buten (de ~), debla, estache, naja (salir de ~), pirandón 19ª (1970) acharar, acurdarse, andoba/andóbal, camelista, camelístico, chamullar, chorar, chori, choricero, chorizo, choro, chungueo, curdela, diñar, diquelar, ducas, encurdarse, jalar, jinda, lipendi, longui(s) (hacerse el ~), majareta, mangancia, mangante, mangar, mangue, menda, nanay, parguela, pirar, trajelar 20ª (1984) chungón, endiñar, guripa, pirante 21ª (1992) baranda, bato, chachi, chaladura, chanchi, choricear, choriceo, chorizar, chungo, currar, curre, curro, fetén, gilipollas, gilipollez, manús, pirado, piro, postinear 22ª (2001) bofia, canguis, chorizada, currante, currito, gilipuertas, jai, jiña, jiñar, julandrón, majara, molar, molón, mui/muy, romaní, romanó, sobar, trile, trilero Según hemos demostrado en las páginas anteriores, los gitanismos en la lexicografía española ocupan principalmente dos grandes campos léxicos: el folclore andaluz agitanado, con su vocabulario flamenco, y la delincuencia. Las unidades léxicas de los dos campos luego generalmente van pasando al lenguaje coloquial. Otra dirección es la entrada del léxico gitano al argot de la delincuencia y allí o desaparece —con el paso de tiempo, dada la función críptica del argot— o se generaliza y se integra otra vez en el registro coloquial. Si nos fijamos bien en el contenido de la tabla que ilustra la historia de la acogida del léxico gitano en el Diccionario académico podemos notar que las ediciones de finales del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX acogían más bien palabras pertenecientes al léxico popular del folklore andaluz. Mientras tanto las ediciones del final del siglo XX dejaron de cerrar los ojos ante el argot, y empezaron a darle acogida. Sin embargo, hay que proceder con mucha cautela. Como apunta Sanmartín Sáez (1998b: 111), el argot delincuencial cambia relativamente rápido para mantener la función críptica. Y por eso es bastante probable que los términos registrados por la Academia ya están fuera del uso en actualidad porque han quedado obsoletos y han sido reemplazados por otros. También se ha perdido la noción del “oficio” del delincuente (cf. Buzek 2007b), ya que en las últimas décadas muchos delitos tienen como causa principal la droga, y los delincuentes actuales se reclutan a menudo de la clase media que en el pasado jamás se relacionaba con el ambiente popular y bajo, áreas tradicionalmente exclusivas de los gitanismos en español. Podemos decir que la entrada de los gitanismos en el repertorio de la Corporación es temprana, ya que los primeros tres ya constan en el Diccionario de Autoridades: chunga en 1729 y muquición y muquir en 1734. En la primera mitad del siglo XIX todavía no podemos hablar de “acogida” sino más bien de “infiltración”. En la 4ª edición en 1803 entró la voz muquido, pero a partir de la 7ª edición en 1832 fue descartada —con razón—, ya que figura allí solamente como participio del verbo muquir. Otro intento tímido fue la voz chunga, registrada en el Diccionario de Autoridades pero luego descatalogada del diccionario usual hasta la 7ª edición en 1832 cuando definitivamente volvió a las páginas de la obra. En la 10ª edición en 1852 se recoge camelar, seguido por mengue y najarse en la 11ª edición en 1869. En la 12ª edición en 1884 vino la primera oleada de gitanismos, todos ellos pertenecientes más bien al léxico popular del ambiente folclórico andaluz. Son voces como barí o baril, chunguearse, parnés, sandunga o terne. Son dieciséis términos en total. La edición 13ª, de 1899, y la 14ª, de 1914, eran más bien neutrales. La 13ª registró tres gitanismos nuevos: chavó, jamar y juncal —éste último es un término predilecto de la flamenquería, como ya se ha oído decir—; la 14ª dio acogida a cuatro voces: barbián, curda, garlochí y randa. Todas las palabras pertenecen más bien al léxico popular, propio del ambiente folklórico andaluz agitanado. La 15ª edición, de 1925, y la 16ª, de 1936, eran todo lo contrario. Son las primeras ediciones verdaderamente “revolucionarias” porque con ellas vienen dos grandes oleadas del léxico caló: veintitrés términos en la 15ª y dieciocho en la 16ª. Pero su espíritu revolucionario se manifiesta sobre todo en el hecho de que acogen por primera vez también términos argóticos, como por ejemplo canguelo, cate, chusquel o pira (la 15ª edición), o chingar, ful, lumia o pinrel (la 16ª edición). En la 17ª edición de 1947 no hubo ninguna novedad. En la siguiente, la 18ª edición de 1956, aparecieron cinco voces nuevas, y entre ellas la famosa locución de buten. Las demás eran voces de folklore, como debla y estache, y coloquialismos de poca vigencia, incluso en aquel entonces, como naja y pirandón, según los datos que hemos aportado en los artículos correspondientes. Pero la edición más innovadora de todas, desde nuestro punto de vista, fue la 19ª, de 1970. Recogió treinta y un gitanismos de los estratos más bajos del español. Aparecieron allí por primera vez palabras como chorar, chori, diñar, diquelar, majareta, mangar o trajelar. Las ediciones siguientes, la 20ª, de 1984, la 21ª, de 1992, y la 22ª, de 2001, continúan en la misma dirección. Registran lento pero con cautela el léxico de origen gitano de los registros coloquial y vulgar, que parece ya estabilizado en español. Por ejemplo, en la última edición encontramos vocablos tan frecuentes en el lenguaje hablado de hoy como currante, jiñar, majara, molar o sobar. 1.2.La evolución de la actitud de la Academia frente a la marcación diastrática y diafásica de los gitanismos presentes en las ediciones de su Diccionario Ya hemos comentado que al principio, a finales del siglo XIX, la Academia acogía preferentemente términos populares difundidos sobre todo en Andalucía y palabras que ya por entonces quedaban asimiladas en el lenguaje popular. Por ello no sorprende que a las marcas de uso más frecuentes pertenecían la de marcación diatópica de Andalucía y la del nivel diafásico familiar. En cuanto al léxico argótico antiguo recogido principalmente tan solo a partir de las ediciones de la primera mitad del siglo XX —la 15ª en 1925 y la 16ª en 1936— su marcación casi exclusiva era la de germanía. Se remonta a la tradicional actitud de la Academia frente al argot, adoptada ya para la redacción del Diccionario de Autoridades, donde el estrato del léxico jergal fue representado por el léxico recogido en el Vocabulario de Germanía de Juan Hidalgo. Sin embargo, esta marcación diastrática y a la vez cronológica fue aplicada también al léxico gitano, posterior en su totalidad a la realidad de la germanía áurea, según afirma rotundamente Ropero Núñez (1978, 1999 o 2007), entre otros autores. En general, la marcación de germanía de voces gitanas se va quitando, pero todavía quedan casos donde la identificación de voz gitana con término germanesco resulta inaceptable. Son por ejemplo palabras como menda, pañí, ful o chusquel. La marcación germanesca se puede aceptar solamente en casos de gitanismos ya documentados en la época y en el ámbito en cuestión. Es, por ejemplo, la voz muquir y su derivado muquición, procedentes del gitano y recogidas en el repertorio de Chamorro (2002). Los demás gitanismos “germanescos” citados no se documentan en los inventarios de Chamorro (2002) y Alonso Hernández (1977) y por ello su identificación con la delincuencia organizada del Siglo de Oro es (casi) seguramente errónea y necesita corrección. En las ediciones posteriores, en la segunda mitad del siglo XX —sobre todo en la 19ª edición en 1970, las demás siguen el rumbo emprendido allí—, se continúa en la tendencia de dar cabida al léxico argótico y la marca a la que acude la RAE es la de uso vulgar. Sin embargo, ha sido una actitud poco conveniente, ya que en los prólogos no se advierte expresamente qué se entiende bajo la etiqueta de uso “vulgar”. Por ejemplo, en la 22ª edición leemos en “Las advertencias para el uso de este diccionario” que la marca corresponde al nivel de uso vulgar de la lengua (pág. xxxv), formulación que nos parece algo vaga e imprecisa, sobre todo si se recoge en un diccionario que presume de ser repertorio normativo para el léxico español. Pongamos un par de ejemplos, todos procedentes de la 22ª edición: no estamos de todo seguros o, mejor dicho, tenemos serias dudas, de que coñón ‘dicho de una persona: burlona o bromista’, abia ‘arándano’, albeldadero ‘lugar destinado para albeldar’ apriesa ‘aprisa’ y chori ‘ratero, ladronzuelo’ comprendan el mismo tipo de “vulgaridad”; abia y alberdadero son más bien “vulgarismos” regionales, apriesa es un “vulgarismo” por arcaísmo y chori es una voz jergal. Es una sola marca para muchas cosas y, como dice el refrán, el que mucho abarca, poco aprieta… Pero volvamos a la marcación del léxico gitano en las ediciones del DRAE. Aparte del etiquetado de uso vulgar, las palabras pertenecientes ya al español hablado continuaban con la marca de uso familiar. A la vez se iban suspendiendo las marcas de uso de la antigua germanía y las marcas fantasma Caló. Las voces afectadas quedaban de pronto sin marca de uso ninguna, i.e. de repente se les consideraba voces no marcadas, cosa poco probable, o pasaban a identificarse con el registro familiar. Así, por ejemplo, la voz barí fue recogida en la 12ª edición en 1884, etiquetada como provincial de Andalucía, en la 18ª edición la marca diatópica fue sustituida por la marca fantasma Caló y a partir de la 22ª edición figura sin ninguna marca como si fuera palabra no marcada y neutral. Sin embargo, no se registra en el DEA y en los córpora académicos se documentan muy pocos ejemplos. Falta pues una marca de poca vigencia de uso. Algo similar sucedió con la palabra cañí, que entró en la 16ª edición en 1936 marcada como procedente se la antigua germanía, en la 19ª edición la marcación fue sustituida por la de Caló, que desapareció en la 21ª edición y desde entonces la voz figura como estilísticamente neutral, lo que no es muy convincente. Y finalmente, como es bien sabido, para la 22ª edición, la Academia decidió cambiar todas las marcas del registro de habla familiar por las del registro de habla coloquial. 1.3.La evolución de las definiciones Dejaremos aparte la tipología de las definiciones utilizadas por la Academia durante la trayectoria de las ediciones de su diccionario[3] y nos centraremos en su tono y la valoración contenidos en los textos de las definiciones. Nos interesará sobre todo la actitud con la que expresan su opinión de los redactores sobre la etnia gitana y sobre la ubicación de los préstamos de su lengua en la escala del uso diafásico y hasta diastrático del español. Es un hecho indiscutible que las definiciones académicas van mejorando de edición a edición e intentan cumplir con los postulados de la técnica lexicográfica moderna, lo que quiere decir, entre otras cosas, que su tono es cada vez más neutral e imparcial, ya que el diccionario no es considerado hoy día como el lugar de presentar o defender las posturas políticas, religiosas, morales, etcétera… de sus redactores[4]. Sin embargo, hemos documentado a lo largo de la historia del diccionario de la Corporación casos de censura y reprobación de voces gitanas mediante su valoración negativa dentro de las definiciones. Como es bien sabido, la inclusión de la valoración del uso de las palabras y su ubicación en la escala estilística dentro del texto de las definiciones fue técnica utilizada por los primeros académicos para el Diccionario de Autoridades. Para la redacción del diccionario usual, esta técnica poco económica fue abandonada a favor de la utilización de marcas diastráticas, diafásicas, diatópicas y diatécnicas propiamente dichas. No obstante, hemos encontrado en las ediciones muy posteriores al Diccionario de Autoridades casos de este tipo de marcación intratextual encubierta, claramente en contra del estado de desarrollo de la técnica lexicográfica empleada en su momento. En algunos casos se trata hasta de valoración negativa, i.e. reprobación expresa, del uso de la voz, mucho más llamativa que la marcación llevada a cabo mediante marbetes. En la actual edición, estos casos ya no se documentan —aunque hay otros, como veremos enseguida— pero la corrección ha tardado décadas y décadas antes de ser por fin realizada. De allí se desprende que el léxico gitano —y el léxico popular y jergal modernos en general, posteriores al Siglo de Oro— estaba al margen del interés de la RAE, y hasta hoy se echa de menos su seria revisión. El primer tipo de marcación impropia intratextual es el hecho de relacionar la voz como procedente de la etnia gitana. En este caso, la información luego pasó a formar la nota de etimología propiamente dicha. Un ejemplo de este procedimiento sería la voz chislama, que se recogió en la 16ª edición en 1936 con la definición ‘En caló, muchacha’. Es un procedimiento erróneo y asistemático, ya que en aquella época ya había gitanismos reconocidos como tales en sus respectivas notas de etimología[5]. La indicación de la procedencia de la voz no fue transformada en una nota de etimología propiamente dicha hasta la última edición, la 22ª en 2001. Otro ejemplo del mismo tipo sería la voz chulé. Se documenta a partir de la 15ª edición en 1925, definida como ‘En caló, peso duro’. La etimología quedó incorporada en el texto de la definición hasta la 21ª edición en 1992, cuando por fin la información etimológica fue movida al apartado correspondiente para versar “De origen caló” y la definición fue modificada a ‘Duro, moneda de cinco pesetas’. En el caso de la palabra caló se mezclaba en las definiciones la indicación etimológica con la marcación diafásica. En la 12ª edición en 1884 apareció definida como ‘Jerga que hablan los rufianes y gitanos’, es decir, igualando la lengua de la etnia gitana con el tecnolecto de los traficantes de mujeres públicas. Sobra cualquier comentario… En la 14ª edición en 1914, en un momento de clarividencia, la definición versaba ‘Lenguaje o dialecto de los gitanos’, i.e. definición perfectamente neutral sin ningunas connotaciones diastráticas o diafásicas. Pero ya en la edición siguiente, la 15ª de 1925, la definición llegó e dar acogida a la siguiente marcación distrática, a saber: ‘Lenguaje o dialecto de los gitanos adoptado en parte por la gente del pueblo bajo’; en otras palabras, la Academia aceptó el concepto del caló jergal, creado y propagado por sociólogos y criminólogos como Rafael Salillas, Manuel Gil Maestre o Pedro Serrano García. Era una actitud insostenible desde principio, pero fue conservada en las siguientes ediciones del diccionario académico hasta la 19ª edición, de 1970, cuando la docta casa volvió a la definición de 1914: ‘Lenguaje o dialecto de los gitanos’. Seguramente es un mejoramiento pero sigue siendo una definición fácticamente errónea, ya que da a entender que caló equivale a lengua de los gitanos a nivel mundial. Por ello hay que felicitar la enmienda llevada a cabo en la 21ª edición de 1992 cuando la definición fue corregida a ‘Lenguaje de los gitanos españoles’. El siguiente ejemplo de la amalgamación de la marcación diafásica o hasta diastrática en el texto de la definición lo encontramos en el caso de la palabra chaval. Registrada en la 12ª edición en 1884, su definición versaba: ‘Entre la gente de pueblo, joven’, es decir, incorporaba la marcación diafásica ‘familiar’ y quizá diastrática ‘rústico’. El desinterés de la Academia por este tipo de léxico se hace notar en el hecho de que el cambio del texto de la definición no llegó hasta la 20ª edición en 1984, o sea hasta cien años después… Sin embargo, la actitud desfasada de técnica lexicográfica en este caso perduró, ya que en vez de sustituir aquella parte del texto de la definición por una marca de uso propiamente dicha, apareció allí un adverbio: ‘Popularmente, joven’. La marcación mediante la etiqueta de uso coloquial no se dio hasta la edición actual. Cerraremos el apartado con dos ejemplos más de reprobación de gitanismos. El primero será el caso de la palabra cané y el segundo el de la palabra lacha. Cané apareció por primera vez en la 12ª edición de 1884. Si nos fijamos bien en la definición ‘Juego de naipes de azar, bastante parecido al monte y que sólo se juega entre la gente más baja de la sociedad’, nos damos cuenta que la segunda parte del texto ‘que sólo se juega entre la gente más baja de la sociedad’ está de más, sobra, ya que no es información sobre el nivel de uso, i.e. información lingüística sino que se nos informa sobre un aspecto extralingüístico que debe quedar excluido de un diccionario de lengua. Sin embargo, aunque es una información extralingüística, opinamos que la alusión a los bajos fondos de la sociedad de hecho estigmatiza la voz como tal y la tiñe de marcación —o, mejor dicho, connotación— popular o vulgar que en principio no tiene. El cambio del texto efectuado en la 15ª edición en 1925 solamente pretendió ahorrar espacio y la marcación mediante connotación negativa fue preservada, a saber: ‘Juego de azar parecido al monte, sólo usado entre gente baja’. El cambio de actitud que liberó la voz de la connotación extralingüística negativa, tal como conocemos la voz hoy, fue realizado en 21ª edición, de 1992. El último ejemplo, también muy interesante, es la voz lacha. Registrada también en la 12ª edición en 1884, se definía como ‘Entre la gente baja, vergüenza’. En los ejemplos anteriores hemos visto que la marcación intratextual se solía reconvertir en una etiqueta diafásica, nota etimológica o desaparecía porque hacía alusión al mundo extralingüístico. Sin embargo, este caso es especialmente llamativo porque aquí la información sobre nivel de uso se transforma en una marca diatópica, es decir, el nivel de lengua vulgar se asocia con hablantes de una específica región. Cuando abrimos la 13ª edición, de 1899, leemos que lacha ‘Vergüenza’ es voz estilísticamente neutral pero propia de Andalucía. A partir de la 15ª edición, de 1925, la región de los hablantes incultos por antonomasia comprendía también Aragón, pero apareció en esta edición también una marca de uso familiar. Las marcas diatópicas fueron suprimidas en la 16ª edición, de 1936, y desde entonces la voz pertenece al nivel de habla familiar, hoy etiquetado como coloquial. Vemos pues que el mismo tipo de defecto de técnica lexicográfica se iba solucionando de manera más bien accidental, y en ediciones diferentes, lo que apunta a cierto desinterés por este tipo de léxico, ya que queda comprobado que nunca se ha revisado en conjunto y de manera sistemática. 1.4.La identificación etimológica y el etiquetado de los gitanismos en la 22ª edición del DRAE (2001) Si sumamos todos los gitanismos registrados en todas las ediciones del Diccionario académico, nos saldrá la cifra de ciento cincuenta voces en total. Sin embargo, como seis de ellas fueron descatalogadas durante la trayectoria de repertorio de la Corporación —muquido (Ø 1832), najarse (Ø 1956), chapescar (Ø 1992), garlochí (Ø 1956), ¡najencia! (Ø 1970) y pirantón (Ø 1956)—, la cifra final es ciento cuarenta y cuatro gitanismos presentes en la 22ª edición del DRAE. Como es obvio, nuestros resultados finales difieren tanto cuantitativa como cualitativamente de las cifras de Ropero Núñez (1999 y 2007), ya que el autor sevillano tiene en cuenta solamente los préstamos del caló, mientras que nosotros estamos interesados en la vida independiente del elemento gitano en la lengua española y por ello hemos sumado también los derivados y compuestos españoles que parten del préstamo gitano. En primer lugar nos dedicaremos a la información etimológica que se ofrece para los gitanismos en la última edición del diccionario académico y luego comentaremos brevemente las marcas utilizadas. 1.5.Paréntesis etimológicos Como dice Martínez de Sousa, “la etimología es una ciencia inexacta, y por consiguiente, más bien hay que tratarla con mucho cuidado” (1995: 106). Las indicaciones etimológicas que ofrece la Academia en su diccionario le han ganado numerosas críticas, ya que la actitud de la docta casa frente a la etimología dista de ser uniforme y coherente. La ubicación de la preocupación por las etimologías en el segundo plano parecería a primera vista correcta y perfectamente justificable, ya que —según Herrero Ruiz de Loizaga (2006: 156)— como “el DRAE no es un diccionario etimológico y no está destinado a un público especializado, el espacio destinado a la etimología ha de ser necesariamente limitado, y se reduce generalmente a la mera presentación de las etimologías, sin extenderse en la explicación o discusión de las mismas.” No obstante, la actitud tomada conlleva un importante problema, y es que el DRAE “no señala con claridad cuáles son los criterios que ha utilizado en la elaboración y presentación de los materiales, y ésta no se efectúa de un modo absolutamente regular” (Herrero Ruiz de Loizaga, 2006: 156). Es bien sabido que el DRAE suele acudir a diversas fuentes, pero sobre todo al DCECH[6], sin embargo, al final “muchas veces toma partido por alguna de las etimologías propuestas sin hacer referencia a otras posibles” (Herrero Ruiz de Loizaga, 2006: 164) o, en palabras de Fajardo Aguirre (1999: 158), “en lo que atañe a la indicación etimológica, la situación [en el DRAE] muestra una mayor despreocupación”. Esta “mayor despreocupación” se confirma sin querer en el prólogo a la 22ª edición donde se lee que “el paréntesis etimológico no aparece en artículos donde no es útil[7], generalmente porque la primera acepción nos da la información necesaria para deducir el origen de la voz” (pág. xlv). De allí se sobreentiende que todas las voces derivadas remiten implícitamente para la etimología a la forma de la que se derivan. Si el derivado posee solamente una acepción, se indica la etimología tan solo cuando “es útil”. Nos parece un criterio bastante arbitrario tomado por parte del diccionario normativo del español[8]. Un repertorio de semejantes características como el académico no debería permitirse este nivel de “sobreentendido” o “subjetividad” y en general no debería confiar en la intuición de los usuarios, sobre todo si estamos hablando de la norma léxica del español. Ningún diccionario debería confiar en la intuición del usuario, ya que lo “sobreentendido” generalmente apunta a fallos de técnica lexicográfica[9]. Otra razón para desconfiar en la intuición del usuario es que implica la intuición o instinto del hablante nativo, pero un diccionario monolingüe, y sobre todo el diccionario normativo, suele caer también en manos de estudiantes del español como segunda lengua que pueden poseer un grado más o menos alto de competencia lingüística en español pero difícilmente llegarán a la altura de un hablante nativo culto. Y ya que estamos hablando sobre asuntos y cosas serias, en un inventario como este lo “sobreentendido” abandonado “en mitad del camino” debería evitarse. En otro lugar del prólogo a la 22ª edición se dice que “se han uniformado los paréntesis etimológicos, especialmente para regularizar el orden de los elementos contenidos en ellos” (pág. xxx). Como veremos a continuación, la afirmación dista de ser cierta, ya que hemos documentado notas etimológicas de idéntico contenido pero de forma diferente, como “Del caló” y “Voz caló”. Parece ser un fallo de la unificación anunciada. Otra posibilidad de explicación sería que implican algún tipo de diferencia en el planteamiento etimológico; sin embargo, éste no viene especificado en el prólogo, actitud poco deseable de parte del diccionario normativo. Las observaciones que acabamos de formular se refieren más bien al aspecto formal de las notas de etimología y están formuladas desde el punto de vista de un usuario habitual de diccionarios monolingües que a su vez no es hablante nativo de español. Otro aspecto de las etimologías académicas, también frecuentemente criticado, es el hecho de que (Martínez de Sousa, 1995: 197): [L]a Academia se remonta a la etimología original, como si tales palabras se hubieran lexicalizado en español en el caso de los antropónimos y topónimos o los hubiéramos tomado directamente de la lengua original en otros casos, cuando en realidad los procesos lingüísticos por los cuales nos llega la palabra se han producido en otras lenguas, de donde nosotros las tomamos, y este proceso debe quedar reflejado en la etimología que el diccionario ofrece, como suele hacer con las palabras griegas que nos llegaron a través del latín. A continuación presentamos una tabla donde se especifican las informaciones etimológicas incluidas en los artículos de los ciento cuarenta y cuatro gitanismos recogidos en la 22ª edición del diccionario académico. Etimología Unidad léxica (entrada o acepción homónima) Del caló + étimo acharar, achares, barbián, barí, bato, calé, caló, canguelo, canguis, cate, chaval, chavea, chingar, chipé, chipén, chori, choro, chungo, chunga, clisos, currar, gachí, gilí, guripa, jai, jiña, jiñar, jonjabar, mangue, menda, mui, muquir, naja, paripé, paripé, pinrel, terne Del caló andoba/andóbal, chalar, chamullar, diquelar, ducas, estache, jindama, mangar, pira, trajelar De origen caló chavó, chulé, churumbel, diñar De origen caló + cf. étimo sánscrito lacha Voz caló chislama, endiñar, gaché, gachó, manús, molar Voz caló, de or. indoeuropeo… pañí Acortamiento jinda Ø [~ 1ª acepción] camelador, camelista, camelístico, choricear, choriceo, chorizada, chorizar, chungón, chungueo, gilipollez, molón, postinear, postinero, sandunguero, trilero Ø baril, baranda, buten (de ~), camelo, cañí, catite, chai, chachi, chanada, chanchi, chanelar, debla, fetén, ful, gilipollas, gilipuertas, gindama, jamar, julandrón, juncal, lipendi, longui/longuis (hacerse el ~), majara, mengue, nanay, parguela, peñascaró, piro, postín, romaní, romanó, ternejal, trile De + étimo acurdarse, camelar, cané, catear, chalado, chaladura, chorar, choricero, chorizo, chunguearse, curdela, currante, curre, currito, curro, encurdarse, fulastre, fulero, jalar, jollín, mangancia, mangante, muquición, pirado, pirandón, pirante, pirar Del francés curda, rulé Del árabe hispá-nico majareta De origen des-conocido bofia De origen incierto lumia, sandunga, sobar Etimología discutida randa Voz onomatopéyica chusquel Después de dividir las voces según sus paréntesis etimológicos vemos interesantes pero a la vez preocupantes y desconcertantes diferencias. Hemos contado cincuenta y nueve gitanismos identificados como tales. Sin embargo, según se ve, para identificar una palabra como procedente del gitano, se utilizan hasta seis paréntesis etimológicos diferentes: “Del caló + étimo” (treinta y siete casos), “Del caló” (diez casos), “De origen caló” (cuatro casos), “De origen caló + étimo sánscrito” (un solo caso), “Voz caló” (seis casos) y “Voz caló, de origen indoeuropeo + étimo sánscrito” (un solo caso). Tenemos serias dudas sobre la pertinencia de una disparidad de paréntesis como ésta. Veamos pues la estructura de estas notas con más detalle. Herrero Ruiz de Loizaga, en el trabajo citado sobre la estructura de los paréntesis etimológicos en la 22ª edición del DRAE, para la nota ‘Voz + adjetivo relativo al idioma’ apunta que “[e]n principio cabría entender que las palabras cuya etimología viene expresada de esta manera —‘Voz caló’, en nuestro caso—, sin indicación de forma alguna para el étimo originario, tienen exactamente la misma forma que la del étimo en el idioma de que se trata” (2006: 158), lo que no es cierto ni para gitano-español ni para cualquier otra lengua. Propone pues el autor que la secuencia ‘De origen + adjetivo que indique procedencia’ debería quedar reservada “para aquellos casos en que pueda señalarse un origen, pero, al menos por el momento, no puede precisarse la forma exacta del étimo; y la secuencia «voz» + adjetivo relativo al idioma cuando se trata de un extranjerismo sentido aún como tal” (2006: 159). Así vemos que la nota “Del caló + étimo” presenta la forma de la que proviene el préstamo al español, mientras que las notas “Del caló” y “De origen caló” implican que la forma exacta del étimo de momento no se puede precisar. Sin embargo, dado que el DRAE aprovechó en numerosas ocasiones las etimologías propuestas en el DCECH —o las propuestas formuladas por Wagner o Clavería en sus estudios de sobra conocidos a todos los especialistas en gitanismos españoles—, pudo haber incorporado algunas de las propuestas que allí se ofrecen para algunas voces de los grupos “Del caló” y “De origen caló” y moverlas al grupo “Del caló + étimo”. Como mínimo son las siguientes palabras: chalar, ducas, jindama, mangar, pira o churumbel. Por otra parte, no vemos ninguna diferencia entre las notas “Del caló” y “De origen caló”. Podrían reducirse en una sola, preferentemente la “De origen caló”, ya que “De origen + adjetivo” es la estructura habitual para paréntesis etimológicos de otras préstamos de otras lenguas. En cuanto a la nota etimológica de la voz lacha “De origen caló; cf. sánscrito lajjā, vergüenza”, parece ser totalmente asistemática y seguramente se podría abreviar a “De origen caló”, ya que es posible buscar etimologías sánscritas para la mayoría de los gitanismos presentes en el DRAE. Otra posibilidad sería incluir allí la forma habitual en caló, lacha, y mover la nota al grupo “Del caló + étimo”. Otra nota asistemática es la de la entrada pañí: “Voz caló, de origen indoeuropeo, del sánscrito pānīya, bebida”. Es una voz ampliamente documentada, así que la estructura “Voz + adjetivo” que apunta al extranjerismo no asimilado aquí no es válida y seguramente se podría transformar a la del tipo “Del caló + étimo”. Pañí no tiene un aspecto “más exótico” que barí, gilí o paripé que sí figuran allí. Al final llegamos a las entradas que llevan la nota “Voz caló”: chislama, endiñar, gaché, gachó, manús y molar. Empecemos desde el último lema. Molar es una voz perfectamente adaptada al sistema gramatical español y no vemos ningún inconveniente para moverlo al grupo “De origen caló”; para manús existe un detallado estudio de Clavería, y dado que su exotismo no supera a los demás gitanismos acentuados en la última sílaba, se integraría sin problemas en el grupo “Del caló + étimo”; gachó y gaché se podrían unificar con la forma femenina gachí y pasar así al grupo “Del caló + étimo”; endiñar es una palabra compuesta en+diñar; y chislama —voz muy rara y documentada solamente en el DRAE— tampoco presenta problema alguno para adaptación al sistema gramatical español. Así vemos que el paréntesis etimológico “Voz caló” es redundante, ya que sería más coherente cambiar la nota por la de “De origen caló” o “Del caló + étimo”, según el caso. De esta manera, las seis notas de procedencia gitana quedarían reducidas a dos, lo que ayudaría a la mejor unificación y sistematicidad de los paréntesis etimológicos en el diccionario académico. La entrada jinda ofrece como etimología la condición de acortamiento y se sobreentiende que de jindama. Otro caso sería el de la voz majara que no lleva ninguna información etimológica y que, a primera vista, parece ser a su vez acortamiento de majareta. No obstante, en sus artículos correspondientes hemos comentado que majara probablemente no es un derivado regresivo de majareta, arabismo hispánico según el DRAE, sino que majareta será un derivado español del gitanismo majara, ampliamente documentado. Otras palabras probablemente gitanas, pero que el DRAE relaciona con otra lengua, son curda y rulé, que según la Corporación proceden del francés. Para la voz chusquel, la Academia propone origen onomatopéyico, que, según el DCECH, es una de las posibles etimologías, sin poder descartar la gitana. Para las etimologías oscuras, el DRAE emplea una serie de indicaciones que también le han ganado no pocas críticas. Nos estamos refiriendo a las notas “De origen incierto” (lumia, sandunga, sobar), “Etimología discutida” (randa) y “De origen desconocido” (bofia). Martínez de Sousa dice al respecto que “[t]odas las palabras tienen etimología; cuando no consta en la entrada de un diccionario se deduce que hay omisión indebida o que no se conoce aún. […] Fórmulas intermedias como «de or. inc.» (de origen incierto), que suele usar la Academia, son innecesarias porque se da por supuesto el origen incierto de las palabras que no llevan etimología” (1995: 197). La crítica de Fajardo Aguirre (1999: 158) es aún más severa. También deduce, que si no se encuentra ninguna etimología en las entradas, se puede suponer que “en estos casos el silencio equivale a desconocimiento. […] No sabemos si se trata de una de esas etimologías “de origen incierto”[10], si existe una discusión sobre la que no se da partido, o si se trata de un descuido por parte de los redactores del diccionario ante algo que se considera secundario”. Menciona el autor canario también las notas de origen incierto y etimología discutida y apunta que “ignoramos si al aplicarla [la fórmula “De origen incierto] se quiere dar a entender que sobre [la] etimología no hay discusión posible. Es decir, que no sabemos qué grado de polémica debe haber para merecer una entrada la etiqueta de “etimología discutida”, o qué inseguridad se precisa para aplicar la fórmula “de origen incierto” […]. Recordemos que aparte de las notas —poco pertinentes las dos— comentadas por Martínez de Sousa y Fajardo Aguirre hemos documentado también otra nota de semejante talante, la de “origen desconocido”, también desaconsejable por ser bastante engañosa. Parece como si existiera una escala de indicación de etimologías oscuras. El primer paso sería el silencio (“absoluto desconocimiento de la procedencia de la voz”). El siguiente escalón sería el de “etimología discutida” (“se está debatiendo el origen”). El tercero sería el de “etimología incierta” (“el debate va avanzando pero todavía no está resuelto”). Y el cuarto sería una propuesta etimológica concreta, o la Academia tiraría la toalla reconociendo el “origen desconocido” de la voz en cuestión. Sin embargo, sospechamos que la realidad es mucho más prosaica y está lejos de nuestras conjeturas, ya que según la información algo escueta que da la Academia sobre la indicación etimológica en el prólogo al diccionario se llega a entender que para los redactores es un asunto que se considera secundario. Para completar el panorama recordamos que hemos encontrado treinta y tres entradas donde no se da información etimológica y parece que se debería tratar de los casos del “absoluto desconocimiento de la procedencia de la voz”. Pero si miramos bien las voces de esta sección en la tabla, nos damos cuenta de que para la mayoría de ellas existen investigaciones etimológicas publicadas, algunas verdaderamente excelentes —los casos de buten, camelo, cañí, fetén, juncal, postín, etc.—, así que en vez de “desconocimiento” cabría hablar sobre “descuido” o “desinterés” por parte de la docta casa. Pero existen más casos de voces sin nota etimológica. Son aquellas voces donde “el paréntesis etimológico no aparece en artículos donde no es útil, generalmente porque la primera acepción nos da la información necesaria para deducir el origen de la voz” (“Advertencias…”, pág. xlv). Pues bien; ya hemos señalado más arriba que es un criterio arbitrario y poco aconsejable para un diccionario normativo y que demuestra que el interés por las etimologías está en el segundo plano, aunque son muchas veces las etimologías lo que busca un usuario en un diccionario general de lengua. Martínez de Sousa (1995: 197) y Fajardo Aguirre (1999: 158) nos muestran las dificultades con las que se puede encontrar un usuario en busca de etimologías en el diccionario académico. En numerosas ocasiones no se trata solamente de búsquedas repetidas sino de círculos viciosos y eslabones perdidos que son defectos de técnica lexicográfica, que en el caso de las definiciones, los lexicógrafos se afanan en corregir pero que, “en lo que atañe a la indicación etimológica, la situación muestra una mayor despreocupación” (Fajardo Aguirre, 1999: 158). Véanse algunos ejemplos de nuestra cosecha. Buscamos la siguiente palabra: camelador, ra. adj. Que camela. Como no encontramos la etimología, vamos a la entrada camelar: camelar. (De camelo). […] El tercer paso es buscar la entrada camelo, pero ésta no lleva nota etimológica y nuestras ansias de saber se ven frustradas. Sin embargo, para la voz existen varias propuestas de etimología, todas ellas recogidas en el DCECH. Se podría pues incluir una nota del tipo que ensaya Martínez de Sousa (1995: 197) “tal vez del gitano…”, lo que seguramente le ayudaría al usuario interesado y le daría pistas para seguir investigando por su cuenta. Veamos otro ejemplo. Nos interesa el étimo de la voz choriceo: choriceo. m. vulg. Acción y efecto de choricear. Como se ve, nos vemos obligados a buscar la palabra choricear: choricear. tr. vulg. robar. Tampoco aquí se da la nota de etimología; además, en este caso la regla de la primera acepción falla. Sin embargo, intuimos por la forma de la voz que debería tener algo que ver con la palabra chorizo. Buscamos chorizo y encontramos dos homónimos: chorizo^1. (Del lat. salsicĭum). […] chorizo^2, za. (De chori). […] De la definición por remisión de la voz choricear ‘robar’ deducimos que debemos seguir la pista de etimología de chorizo^2. Vamos pues a la entrada chori y finalmente encontramos la información que nos interesa: chori. (Del caló chori, ladrón) […] La cadena de búsquedas se podría resolver, es decir, suprimir o acortar, de dos maneras: en primer lugar, incluir ya para la entrada choriceo —y choricear también— la nota de procedencia “Del caló chori, ladrón” o, si aquello supusiera un cambio demasiado radical que, si se llevara a cabo a lo largo de todo el diccionario, aumentaría demasiado el volumen de la obra entera, se podría complementar la entrada choricear con la nota de procedencia de chorizo^2, ya que ante dos entradas homónimas el usuario tiene que acudir al instinto lingüístico. Y, como ya hemos dicho, la consulta del diccionario normativo no es una situación propicia y aconsejable para ir rigiéndonos por la intuición. 1.6.Marcas de uso Las marcas de uso representan un aspecto de técnica lexicográfica que durante años yacía bastante desatendido por parte de los redactores de los diccionarios y dentro de su sistema contenía graves —e indeseables— divergencias y asistematismo. No vamos narrar aquí los avatares del complejo de marcas de uso en la historia del diccionario académico, ya que es un trabajo que ya ha sido hecho[11]. Nos limitares a presentar los datos y hacer aquí tan solo algunos breves comentarios sobre los hechos que creemos obviamente erróneos y asistemáticos. Veamos primero los datos. La marca más habitual para las acepciones de los gitanismos en el DRAE es la de uso coloquial. De las ciento treinta y ocho marcas documentadas, setenta y cuatro son las del registro de habla coloquial. Se podría interpretar como área de difusión mayoritaria del léxico gitano en el español europeo actual. El segundo grupo más numeroso le corresponde a la marca de uso vulgar. Hemos contado treinta y cinco casos. Comenta Garriga (1994: 6) que la marca sufrió varios intentos de homologación —y no muy plausibles— durante la historia del diccionario académico. Para la edición de 1817 se unificaron bajo una sola marca, fam. (nivel familiar), cuatro marcas diafásicas diferentes: jocoso, festivo, bajo y vulgar. En otras palabras: se igualaron las indicaciones de la intención del hablante — jocoso y festivo— con las del nivel de uso de la lengua — bajo y vulgar—. En la 15ª edición reapareció la marca de uso vulgar otra vez pero probablemente sin recuperar la marcación para casos que habían sido reetiquetados a la marcación familiar para la 5ª edición en 1817. Resume Garriga (1994: 11) que: Las palabras que se reúnen bajo la marca de “vulgar” se pueden organizar, “grosso modo”, en tres grupos fundamentales: a) las que designan conceptos que son objeto de tabú b) las que pertenecen al lenguaje de grupos marginales; c) los arcaísmos que se mantienen en las zonas rurales, considerados poco cultos. Para las voces objeto de tabú podríamos citar como ejemplos jiña o jiñar, para términos propios de los grupos marginales palabras como choro, chorar, mangar, etc. —la mayoría de los gitanismos con la marca de uso vulgar pertenece aquí— y, para los arcaísmos rurales, quizás servirían de ejemplo las voces gachó y gachí. Si la polisemia de la marcación vulgar puede causar graves problemas para entender correctamente la acepción[12], con la aparición de la marca de uso jergal el yerro de malinterpretar los marbetes es casi seguro. El DRAE entiende el concepto de lo jergal en dos direcciones: jergal. adj. Propio de una jerga^2. jerga^2. (Der. regres., seguramente a través del prov., del fr. jargon, y este onomat.). f. Lenguaje especial y familiar que usan entre sí los individuos de ciertas profesiones y oficios, como los toreros, los estudiantes, etc. ║2. f. jerigonza (║lenguaje difícil de entender). Sin embargo, ninguna de las dos acepciones de jerga^2 nos ayuda a entender la diferencia entre el concepto de lo jergal y algunos aspectos de lo vulgar. Si miramos los gitanismos jergales —todos registrados a partir de la 22ª edición— pertenecen más bien a lenguaje de los grupos marginales y se pueden interpretar también según las dos acepciones de lo jergal en el DRAE. En otras palabras, no existe una diferenciación clara y tajante entre lo jergal ‘relativo a lenguajes especiales —inclusive el de la delincuencia que es también una especie de tecnolecto—’ y lo vulgar ‘perteneciente a los grupos marginales’. Según —no solamente— nuestra opinión, sería preferible reconsiderar el estatus de la marca de uso vulgar y utilizarla exclusivamente para hacer referencia al léxico objeto de tabú y reservar para el léxico marginal la marca de uso jergal. La marca de uso germanesco combina en sí dos dimensiones: la de ámbito cronológico, ya que designa el léxico del Siglo de Oro, y la de uso diastrático, porque se trataba de voces propias de los gremios de la delincuencia organizada de la época áurea. Y dado que estas características generalmente no se cumplen con las voces gitanas, su número es hoy día bastante bajo[13]. Si miramos bien las siete palabras que llevan la marca de la antigua germanía, vemos que para la mayoría de ellas su etiquetado es más bien discutible. Los únicos dos casos que están fuera de dudas son muquición y muquir, sólidamente documentados en los repertorios del léxico germanesco citados y con ejemplos limitados temporalmente a la época áurea. Las demás marcas para expresar la intención ya son más bien ocasionales. Tenemos una para el uso despectivo[14]; una para voz malsonante y dos para el uso festivo que colisionan, en principio, con el concepto amplio de la marca de uso vulgar; y, finalmente, una de uso eufemístico. En cuanto a la marcación diatópica, tres se etiquetan como acepciones propias de Andalucía, una como propia de Málaga, Cádiz y Jaén, una es exclusiva de Canarias, otra de Palencia y dos voces son españolismos. Ahora bien, surge la duda sobre la vigencia de uso de estos regionalismos exclusivos de áreas muy pequeñas y la pertinencia de su acogida. Es decir: ¿es necesario dar acogida en el diccionario normativo con declarada orientación panhispánica a regionalismos exclusivos de territorios muy pequeños e indocumentados en los córpora académicos? Creemos que no y sugerimos moverlos a los ficheros del diccionario histórico. Curiosamente, solo dos acepciones llevan la indicación de vigencia cronológica de ser poco usadas. Sin embargo, en los capítulos anteriores declarábamos en repetidas ocasiones que teníamos serios problemas para encontrar ejemplos en los córpora académicos para voces registradas en el DRAE pero que no señalaban allí su calidad de ser poco usadas. Y, finalmente, llegamos al grupo de acepciones que creemos las más problemáticas en el DRAE. Se trata de las sesenta y ocho acepciones que no llevan ninguna limitación para el uso, es decir, el diccionario normativo de la lengua española las proclama de uso habitual, corriente y estilísticamente neutral. En primer lugar, acudiendo al sentido común, resulta poco probable que el léxico originario de una etnia tan estigmatizada y marginada como los gitanos no presentara ninguna restricción de uso. Si buscamos para las acepciones las citas en los córpora académicos, vemos que son más bien propias del nivel de uso coloquial, que imitan el ambiente popular o ilustran ámbitos marginales; muchas de ellas cuentan con muy pocas citas y de hecho ya no se documentan desde hace décadas. Véanse las citas que traemos —o no traemos porque no las hay— en los capítulos anteriores y en sus artículos correspondientes. También en este caso el riesgo que el hablante extranjero malinterprete y no acierte el nivel de uso adecuado de la acepción se vuelve casi seguridad. Marca de uso Acepción Ø (no marcado) acharar ‘avergonzar, azarar, atormentar’ [1][15]; achares ‘celos, disgusto, pena’; andoba o andóbal ‘persona cualquiera que no se nombra’; barí^1 ‘excelente (que sobresale)’; baril ‘barí^1’; calé ‘gitano (individuo de un pueblo originario de la India)’ [1]; calé ‘(por el color oscuro de la moneda de cobre, en oposición a la de plata) moneda de cobre que valía un cuarto, o sea cuatro maravedís’ [2]; caló ‘lenguaje de los gitanos españoles’; camelador ‘que camela’; camelístico ‘perteneciente o relativo al camelo’ [1]; camelístico ‘que contiene camelos’ [2]; camelo ‘noticia falsa’ [1]; camelo ‘dicho o discurso intencionadamente desprovisto de sentido’ [2]; camelo ‘simulación, fingimiento, apariencia engañosa’ [3]; cané ‘juego de azar parecido al monte’; cañí ‘de raza gitana’; cate ‘golpe, bofetada’ [1]; cate ‘nota de suspenso en los exámenes’ [2]; catite ‘pilón pequeño hecho con azúcar muy refinado’ [1]; catite ‘golpe o bofetada’ [2]; chai ‘niña (pupila del ojo)’ [1]; chai ‘prostituta’ [2]; chaladura ‘enamoramiento’ [1]; chalar ‘enloquecer, alelar’ [1]; chalar ‘enamorar’ [2]; chanelar ‘entender’; chavó ‘muchacho’; chingar ‘importunar, molestar’ [1]; chingar ‘embriagarse’ [8]; chipé ‘verdad, bondad’; chipén ‘chipé’; chulé ‘moneda de cinco pesetas’; chungón ‘dicho de una persona: aficionada a la chunga (burla festiva)’; churumbel ‘niño, muchacho’; debla ‘cante popular andaluz, en desuso, de carácter melancólico y con copla de cuatro versos’; diñar ‘dar (entregar)’; diñarla ‘morir (llegar al término de la vida)’; diñársela a alg. ‘engañarle, burlarle’; ducas ‘tribulaciones, penas, trabajos’; endiñar ‘dar o asestar un golpe’; estache ‘sombrero de fieltro flexible, de alas muy reducidas’; fetén ‘bueno, estupendo, excelente’ [1]; fulero ‘dicho de una persona: falsa, embustera, o simplemente charlatana y sin seso’ [1]; gaché ‘entre los gitanos, andaluz (natural de Andalucía)’ [1]; gindama ‘jindama’; guripa ‘persona que mantiene el orden’ [1]; jinda ‘jindama’; jindama ‘miedo, cobardía’; juncal ‘gallardo, bizarro, esbelto’ [2]; manús ‘individuo, tipo’; menda ‘uno, uno cualquiera’ [2]; muquición ‘alimento que se toma’ [1]; pira^2 ‘fuga, huida’; ir de pira^2 ‘en la jerga estudiantil, no entrar en la clase’ [1]; ir de pira^2 ‘ir de parranda, juerga o jarana’ [2]; pirandón ‘persona aficionada a ir de parranda’; pirante ‘golfante, sinvergüenza, bribón’; pirarse ‘fugarse, irse’ [2]; pirárselas ‘pirarse’; postín ‘presunción afectada o sin fundamento’; darse postín ‘darse tono’; de postín ‘lujoso, distinguido’; postinear ‘darse tono, presumir’; postinero ‘dicho de una persona: que se da postín’; romaní ‘caló’; romanó ‘caló’; trile^2^ ‘juego callejero de apuestas fraudulentas que consiste en adivinar en qué lugar de tres posibles se encuentra una pieza manipulada’; trilero ‘tahúr que dirige el juego del trile’ coloq. (coloquial; registro de habla) acurdarse ‘encurdarse’; barbián ‘desenvuelto, gallardo, arriscado’; camelar ‘galantear (requebrar)’ [1]; camelar ‘seducir, engañar adulando’ [2]; camelar ‘amar, querer, desear’ [3]; camelo ‘galanteo’ [4]; camelo ‘chasco, burla’ [5]; canguelo ‘miedo, temor’; canguis ‘canguelo’; catear ‘suspender en los exámenes a un alumno’; chalado ‘alelado, falto de seso o juicio’; chaladura ‘extravagancia, locura, manía’ [2]; chamullar ‘hablar’; chanada ‘chasco (burla)’; chaval ‘niño o joven’; chavea ‘muchacho’; chingar ‘beber con frecuencia vino y licores’ [3]; de chipé ‘extraordinario (fuera de lo común); chislama ‘muchacha’; chungo ‘de mal aspecto, de mal estado, de mala calidad’, [1]; chungo ‘difícil, complicado’ [2]; chunga ‘burla festiva’ [4]; tomar a, o en, chunga una cosa ‘echarlo a chacota’; chunguearse ‘burlarse festivamente’; chungueo ‘acción de chunguearse’; clisos ‘ojos’; curda ‘ebrio (embriagado por la bebida)’ [1]; curda ‘borrachera (efecto de emborracharse)’ [2]; curdela ‘ebrio (embriagado por la bebida)’ [1]; curdela ‘borrachera (efecto de emborracharse)’ [2]; currante ‘persona que trabaja’; currar ‘trabajar’ [1]; curre ‘trabajo (acción y efecto de trabajar)’; currito ‘trabajador que realiza labores sin importancia’; curro^3 ‘trabajo (acción y efecto de trabajar)’ [1]; fetén ‘sincero, auténtico, verdadero, evidente’ [2]; fetén ‘la verdad’ [3]; fetén ‘muy bien’ [4]; fulastre ‘chapucero (hecho tosca y groseramente)’ [1]; fulero ‘chapucero, inaceptable, poco útil’ [2]; gilí ‘tonto, lelo’; gilipuertas ‘gilí’; guripa ‘soldado (hombre que sirve en la milicia)’ [2]; guripa ‘golfo (pillo)’ [3]; jalar ‘comer con mucho apetito’ [3]; jamar ‘comer (tomar alimento)’; jollín ‘gresca, jolgorio, diversión bulliciosa’; jonjabar (p. us.) ‘engatusar, lisonjear’; lacha^2 ‘vergüenza (pundonor)’; hacerse longui o longuis ‘hacerse el distraído’; majara ‘majareta’; majareta ‘loco, chiflado’; mangancia ‘conducta o acción propia de un mangante’; menda (germ.)‘yo’ [1]; mengue ‘diablo (ángel rebelado)’; molar^1^ ‘gustar, resultar agradable o estupendo’; molón^2 ‘que mola’; salir de naja^2 ‘marcharse precipitadamente’; nanay (fest.) ‘u. para negar rotundamente algo’; parguela (Cád., Jaén y Mál.) ‘parecido a una mujer en su persona y en sus maneras’; paripé ‘fingimiento, simulación o acto hipócrita’; hacer el paripé ‘presumir, darse tono’; ser alg. un pira^2 ‘ser un pirante’; pirado ‘dicho de una persona: alocada’; piro ‘acción y efecto de pirarse’; randa ‘ratero, granuja’ [1]; rulé ‘culo (nalgas)’; sandunga ‘gracia, donaire, salero’ [1]; sandunguero ‘que tiene sandunga (gracia); sobar ‘dormir (estar en reposo)’ [7]; terne ‘que se jacta de valiente o de guapo’ [1]; terne ‘perseverante, obstinado’ [2]; terne ‘fuerte, tieso, robusto de salud’ [3]; ternejal ‘terne (que se jacta de valiente)’ vulg. (vulgar; nivel de uso) baranda^2^ (despect.) ‘u. para referirse, mediante deixis, a una persona’; bato^2^ ‘padre’; bofia ‘cuerpo policial’; de buten ‘excelente, lo mejor en su clase’; chorar ‘hurtar, robar’; chori ‘ratero, ladronzuelo’; choricear ‘robar’; choriceo ‘acción y efecto de choricear’; choricero ‘chorizo (ratero)’; chorizada ‘dicho o hecho propio de un chorizo (ratero)’; chorizar ‘robar’; chorizo ‘ratero, descuidero, ladronzuelo’ [1]; choro ‘chorizo (ratero)’; diquelar ‘comprender (entender)’; encurdarse ‘emborracharse (beber hasta trastornarse los sentidos)’; gachí ‘mujer, muchacha’; gachó ‘hombre, en especial el amante de una mujer’; gilipollas ‘gilí’; gilipollez ‘dicho o hecho propios de un gilipollas’; jai ‘mujer joven y atractiva’; jiña ‘excremento humano’; jiñar ‘evacuar el vientre’ [1]; jiñar ‘acobardarse’ [2]; lipendi ‘tonto, bobo’; mangante ‘que manga (hurta)’ [1]; mangante ‘sablista’ [2]; mangante ‘sinvergüenza, persona despreciable sin oficio ni beneficio’ [3]; mangar^3 ‘pedir, mendigar’ [1]; mangar^3 ‘hurtar, robar’ [2]; mangue ‘menda’; parné ‘dinero (moneda corriente)’ [1]; parné ‘hacienda, caudal o bienes de cualquier clase’ [2]; pinrel ‘pie (del hombre)’; pirarse ‘hacer novillos, faltar a clase’; trajelar ‘comer, tragar’ jerg. (jergal; nivel de uso) julandrón ‘hombre homosexual’; mui ‘lengua o boca’; achantar la mui ‘achantarse (callarse)’; darle a la mui ‘darle a la lengua’; irse de la mui ‘írsele la lengua’ despect. (sentido despectivo; intención del hablante baranda^2^ (vulg.) ‘u. para referirse, mediante deixis, a una persona’ fest. (festivo; intención del hablante camelista ‘persona que practica el camelo, y especialmente la que aparenta conocimientos, virtudes o cualidades que no posee’; nanay (coloq.) ‘u. para negar rotundamente algo’ malson. (voz malsonante; valoración del hecho lingüístico) chingar ‘practicar el coito’ [2] eufem. (eufemismo; valoración del hablante con respecto al receptor) gilipuertas ‘gilí’ germ. (germanía; ámbito cronológico) chusquel ‘perro (mamífero cánido)’; ful ‘falso, fallido’; menda (coloq.) ‘yo’ [1]; muquición ‘comida (acción de comer)’; muquir ‘comer^1’; pañí ‘agua’; peñascaró ‘aguardiente’ p. us. (poco usado; ámbito cronológico) jonjabar (coloq.) ‘engatusar, lisonjear’; lumia ‘prostituta’ And. (Andalucía; ámbito geográfico) acharar ‘disgustar, enojar, desazonar’ [2]; acharar ‘dar achares, celos’ [3]; gaché ‘gachó’ [2] Cád. (Cádiz; ámbito geográfico) parguela (coloq., Jaén y Mál.) ‘parecido a una mujer en su persona y en sus maneras’ Can. (Canarias; ámbito geográfico) chingar ‘salpicar’ [5] Jaén (ámbito geográfico) parguela (coloq., Cád. y Mál.) ‘parecido a una mujer en su persona y en sus maneras’ Mál. (Málaga; ámbito geográfico) parguela (coloq., Cád. y Jaén) ‘parecido a una mujer en su persona y en sus maneras’ Pal. (Palencia; ámbito geográfico) chingar ‘tintinar’ [6] Esp. (España; ámbito geográfico) chachi ‘chanchi’; chanchi ‘estupendo, muy bueno’ Cerraremos el capítulo con un interesante ejemplo de inconsistencia y falta de tratamiento sistemático mediante las marcas de uso. Sucede —desgraciadamente— que entradas y acepciones del mismo campo léxico o del mismo origen, en ambos casos presuntamente compartiendo el mismo nivel de uso, pero registradas en diferentes ediciones del DRAE, suelen llevar las marcas de uso que en aquel entonces tenían cierta preferencia. Por ello hay tantos gitanismos, que hoy se perciben como coloquiales, herederos de la marcación familiar, otros siguen siendo identificados como pertenecientes al nivel vulgar, pero las voces del mismo “tipo” registradas en la última edición llevan la marca de uso jergal sin que se hubieran corregido u homologado las acepciones vulgares de ediciones anteriores, las antiguas acepciones “germanescas” acaban sin marca de uso, i.e. se perciben como estilísticamente neutrales y en pleno uso, etc. En resumidas cuentas, el usuario no puede confiar en la marcación que le ofrece el diccionario normativo, lo que es, como mínimo, triste. Cecilio Garriga (1997: 94-95) ejemplifica la falta de orden en el sistema de marcas en el diccionario académico con las voces del campo de la droga. Nosotros hemos escogido ejemplos de la familia de derivados de camelo, postín y el curioso caso de chislama. Si buscamos la entrada camelo, encontramos allí cinco acepciones, las primeras tres son, en principio neutrales, i.e. no llevan ninguna marca de uso, y la cuarta y la quinta vienen marcadas como coloquiales. Sin embargo, si buscamos ejemplos en los córpora académicos, todos ellos pertenecen claramente al registro coloquial[16]. Las acepciones de camelar ya son todas coloquiales —excepto la mexicana, que es neutral—, mientras que camelador es neutral, camelista es festivo y camelístico es otra vez neutral. La Academia proclama que la marcación —y también ordenación— de las acepciones se apoya en los datos procedentes de los córpora académicos CREA y CORDE, pero con una simple ojeada en las citas que allí se traen se deduce rápidamente que son voces pertenecientes al registro familiar y la diferencia yace en la vigencia de uso, ya que existen muy pocos ejemplos para camelador, camelista y camelístico. Si algo se echa de menos en el diccionario académico es precisamente la información sobre la frecuencia de uso del léxico recogido en sus páginas. camelador, ra. adj. Que camela. camelar. (De camelo). tr. coloq. galantear (║ requebrar). ║2. coloq. Seducir, engañar adulando. ║3. coloq. Amar, querer, desear. ║4. Méx. Ver, mirar, acechar. camelista. com. fest. Persona que practica el camelo, y especialmente la que aparenta conocimientos, virtudes o cualidades que no posee. camelístico, ca. adj. Perteneciente o relativo al camelo. ║2. Que contiene camelos. camelo. m. Noticia falsa. ║2. Dicho o discurso intencionadamente desprovisto de sentido. ║3. Simulación, fingimiento, apariencia engañosa. ║4. coloq. galanteo. ║5. coloq. Chasco, burla. La voz postín y sus derivados postinear y postinero son, según el DRAE, voces estilísticamente neutrales. Sin embargo, de las citas del CREA y el CORDE se sobreentiende que pertenecen más bien al registro coloquial y, además, postinear es una voz con muy escasa documentación en los córpora académicos; de allí se deduce que su poca frecuencia de uso debería especificarse. postín. m. Presunción afectada o sin fundamento. ║darse ~. fr. darse tono. ║de ~. loc. adj. Lujoso, distinguido. postinear. intr. Darse postín, presumir. postinero, ra. adj. Dicho de una persona: Que se da postín. El último ejemplo es chislama. Como ya hemos dejado constar en su artículo correspondiente, es una palabra algo misteriosa. No viene recogida en ningún repertorio del gitano-español, ni la mencionan los gitanólogos Wagner, Clavería, ni los autores modernos como Sanmartín Sáez, Román Fernández o Fuentes Cañizares. La única fuente que defiende la procedencia gitana de la voz, la ubica en el nivel de uso familiar y la trata como si fuera palabra en pleno uso, es la Academia. Pero la voz no se registra en los córpora académicos, ni en el DEA, así pues tenemos serias dudas sobre la veracidad del tratamiento académico. chislama. (Voz caló). f. coloq. muchacha. No tenemos otra opción que hacer constar que el sistema de las marcas de uso tal como está hoy día en el DRAE es lamentable. Es impreciso, confuso y lleno de informaciones contradictorias y claramente erróneas. Estamos pues plenamente de acuerdo con Garriga que afirma que la solución “puede estar en una nueva simplificación de las marcas de uso y una mayor fundamentación sociolingüística” (1994: 11). Y añadimos de nuestra parte que otra solución complementaria sería un sistema de marcas basado en el apoyo documental a partir de textos reales. 2. Los gitanismos en la lexicografía española actual: el caso del Diccionario del Español Actual (DEA) Sería ocioso empezar nuestro comentario sobre el léxico gitano presente en las páginas del DEA con la presentación del diccionario. Este trabajo ya ha sido hecho en más de una ocasión. Para las características generales de este maravilloso diccionario remitimos pues a los trabajos de su director, Manuel Seco, refundidos en Seco (2003e), igual que a la presentación crítica de autoría de Pedro Álvarez de Miranda (2002). Nos limitaremos a ofrecer los datos —comentados e interpretados—referentes al tema que nos interesa aquí. Empezaremos con algunas observaciones sobre gitanismos en el DEA desde el punto de vista de la macroestructura. Si nuestros cálculos no nos engañan, hemos contado doscientas treinta y dos voces que proceden del caló o que en alguna época de su formación se vieron influidas por el elemento gitano. Según hemos escrito en otras ocasiones, i.e. en los artículos correspondientes, como por ejemplo en los casos de privar o plasta, el DEA generalmente separa adecuadamente los homónimos, salvo solamente algunos contados casos. Aunque cabe decir que, según el planteamiento de la obra, no se trata de homonimia propiamente dicha, ya que homonimia es un concepto referente a la historia y formación del léxico, aspecto que naturalmente queda excluido de la mira de un diccionario sincrónico. El equipo redactor pues decidió seguir el criterio semántico y gramatical (“Características del diccionario”, pág. xvii), a saber: El criterio aquí seguido ha sido el de considerar dentro de una misma entrada todas las formas iguales a las que une entre sí un punto de partida semántico. En cambio, tratamos en entradas diferentes las palabras en que, pese a su identidad formal, no se tiene conciencia de una relación semántica (con independencia de que históricamente haya existido tal relación). También se separan voces en entradas independientes, a pesar de tener afinidades semánticas en común, si pertenecen a categorías gramaticales dispares: por ejemplo el sustantivo chunga y el adjetivo chungo, -ga que en el DRAE se recogen en un mismo artículo. No obstante, en casos en los que la diferente categoría gramatical es resultante de traslación —i.e. un fenómeno de origen sintáctico— no se procede a la separación en entradas diferentes. Álvarez de Miranda formula sus dudas sobre la pertinencia del criterio de afinidad semántica, ya que “en multitud de casos las asociaciones semánticas tienen tanto de caprichoso o festivo que, aun dando por buena la agrupación, resultaría sumamente difícil su justificación racional” (2002: 267) y ejemplifica sus argumentaciones con ejemplos como polla ‘pene’, incluido dentro de la entrada pollo, -lla, abuelo ‘mechón corto de la nuca’, s. v. abuelo, -la, o niña ‘pupila’, s. v. niño, -ña. En general, para los gitanismos en el DEA las asociaciones semánticas funcionan muy bien como indicador de homonimia, y de allí como criterio para separación en artículos independientes. Solamente hay algunos casos donde —probablemente— la afinidad semántica no se percibía como lo suficientemente diferenciada y campan dentro de una misma entrada voces homónimas a pesar de que su diferenciación semántica causada por su origen divergente podría justificar, según nuestra opinión, la separación de la entrada en dos artículos independientes. Así es el caso del gitanismos privar ‘beber (tomar bebidas alcohólicas)’ y ‘emborracharse’, que figuran como quinta y octava acepción del lema privar; otro ejemplo sería plasta ‘policía’, tercera acepción de la entrada plasta, aunque reconocemos que aquí la afinidad semántica con lo informe, aplastado, pesado, aburrido y molesto en general podría justificar la asociación semántica y, por consiguiente, el tratamiento dentro de un mismo artículo. En cuanto a la microestructura, aparte del sistema coherente de las definiciones, elogiado y positivamente reconocido por varios autores —con Álvarez de Miranda a la cabeza—, es necesario mencionar las marcas de uso. A diferencia del diccionario académico, las marcas de uso utilizadas en el DEA vienen clara y detalladamente definidas en el prólogo (págs. xv-xvii). En el DRAE solamente podíamos intuir y adivinar su valor; además, según hemos visto, en muchas ocasiones, para su interpretación más o menos acertada es necesario conocer su evolución a lo largo de las ediciones del diccionario académico. Sin embargo, aquí se nos dice expresamente que los diversos niveles de comunicación se marcan de la siguiente manera: [C]on la etiqueta coloquial (abreviada col) aquellos usos que corresponden a una situación de confianza o familiaridad; […] con la etiqueta vulgar (vulg), aquellos que suelen considerarse malsonantes, de mal gusto o poco convenientes para emitirlos ante personas de cierto respeto; con la etiqueta eufemismo (euf), inversamente, las que se emplean con la intención de eludir la voz “vulgar” que el hablante tal vez piensa en ese momento pero no cree oportuno utilizar; […]. Hemos citado expresamente las definiciones de las marcas de uso coloquial y vulgar porque nos explican detalladamente su contenido. Por ello luego no sorprende el número bastante elevado de las etiquetas del nivel coloquial, son ciento cincuenta y una en total, y el número relativamente bajo de las etiquetas del nivel vulgar (ocho en total). Recuérdense las treinta y cinco marcas de uso vulgar para los gitanismos en el DRAE… Otra marca muy importante para los gitanismos en el DEA es la del nivel sociocultural jergal (jerg) que comprende “los [usos] propios de diferentes grupos más o menos marginados o marginales, como la drogadicción, la prostitución y la delincuencia” (pág. xvi). Hemos contado ciento treinta y una ocurrencias. Otras marcas del nivel sociocultural documentadas, pero con presencia más bien esporádica, es la del nivel popular (pop) —seis en total— que “señala los usos propios de ambiente de nivel cultural bajo” (pág. xvi), y la del nivel juvenil (juv) —cuatro en total— que etiqueta usos “que se consideran más característicos de las generaciones jóvenes” (pág. xvi). Como es bien sabido, DEA atiende exclusivamente el español de España pero a la vez sus redactores están conscientes de lo tramposo y pantanoso que es la delimitación de la difusión geográfica de las voces dialectales y por ello han optado por utilizar para este tipo de léxico solamente “la marca de regional (abreviada reg), sin más especificación, entendiendo el término regional en sentido estrictamente lingüístico y sin connotaciones de ningún otro tipo” (pág. xv). Son nueve los gitanismos regionales que hemos recogido. Las ocurrencias de otras marcas son más bien efímeras, pero creemos oportuno mencionar un par de características más. En primer lugar, son las indicaciones que Álvarez de Miranda (2002: 271) llama “marcas pragmáticas”, como despectivo o humorístico. Son cinco y nueve, respectivamente. Se trata de informaciones muy valiosas para el usuario, sobre todo para un usuario extranjero, y le ayudan a interpretar correctamente el valor connotativo de la voz. Aquí cabrían también las notas u observaciones acerca del uso como A veces con intención irónica o Frecuentemente con intención afectiva, también indicaciones muy útiles para el usuario. El último tipo de marcación que llama nuestra atención son las notas sobre la vigencia de uso, es decir, las notas de raro y hoy raro. La marca raro hace referencia a palabras que dejaron de usarse hace tiempo pero aparecieron en el corpus documental en algún que otro texto literario, ya que “nunca faltan escritores que, ya espontáneamente por su frecuentación de los clásicos, ya conscientemente por gusto personal, sacan a flote voces que todos daban como perdidas en la noche de los tiempos” (pág. xv). La etiqueta hoy raro indica que la voz o acepción determinada eran corrientes al principio de la época estudiada pero que después prácticamente han caído en el olvido. Entre los gitanismos del DEA hemos contado cinco etiquetas de uso raro y son once las de hoy raro. Huelga decir que este tipo de indicación es también muy importante para el usuario, e incluso más para el usuario extranjero. El número más alto de la nota hoy raro indica que tenía razón Sanmartín Sáez (1998b: 111) cuando afirmaba que el léxico gitano va desapareciendo del argot español. Para cerrar el capítulo mencionemos el último grupo de voces cuyo tratamiento consideramos de sumo interés. Son las entradas que no llevan ninguna marca de uso, es decir, se perciben como neutrales. Son solamente seis e incluso entre un grupo tan reducido la neutralidad de algunas de ellas resulta algo sospechosa; catite es una voz con escasa documentación —la única cita del CREA se corresponde con la del DEA— y creemos que debería ir marcada como rara; juncal también está lejos de ser una palabra normal y corriente, y trile y trilero son términos jergales[17]. Recordemos que en el DRAE hay sesenta y ocho gitanismos presuntamente neutrales… Pero lo más importante es que las marcas de uso están avaladas por los textos, que en la mayoría de los casos aportan credibilidad al tratamiento de las voces dentro del diccionario. A continuación presentamos la tabla con las marcas de uso de los gitanismos recogidos en el DEA. Marca de uso Acepción col (coloquial; nivel de comunicación) achares ‘celos’; baranda^2 (humoríst; jerg) ‘hombre dotado de autoridad’; barbián (hoy raro) ‘[persona] airosa y opuesta’ [1]; barbián (hoy raro) ‘simpático o gracioso’ [2]; barbián (hoy raro) ‘[persona] rumbosa’ [3]; barbián (hoy raro, usado con intención afectiva…) ‘pillo’ [4]; calé^1^ ‘gitano’; camelancia ‘camelo’; camelar ‘convencer o engañar, esp. con adulaciones o halagos’ [1]; camelista ‘persona que practica el camelo’; camelístico ‘que implica camelo’; camelo ‘engaño o mentira’; canguelo ‘miedo’; canguis ‘canguelo o miedo’; cañí ‘gitano’; cate ‘bofetada’ [1]; catear^1^ ‘dar un cate, esp. [2], [a alguien]’; chachi ‘estupendo’ [1]; chachi ‘auténtico’ [2]; chachi ‘estupendamente’ [3]; chalado ‘participio de chalarse’ [1]; chalado ‘loco o chiflado’ [2]; chaladura ‘locura o chifladura’; chalarse ‘volverse loco’; chanchi ‘estupendo’ [1]; chanchi ‘estupendamente’ [2]; chaval ‘chico o muchacho’; chavalada ‘chavalería’; chavalería ‘chavales, o conjunto de chavales’; chavea ‘chaval’; chingar ‘fastidiar’ [1]; chingar ‘estropear’ [2]; chingar ‘estropearse’ [2b]; chipén ‘estupendo o magnífico’ [1]; la chipén ‘algo estupendo o magnífico’ [2]; chipendi ‘chipén’; de chipendi (lerendi) ‘de chipén’; chori ‘chorizo^2’; choricear ‘robar’; choriceo ‘acción de choricear’; choricero ‘chorizo^2’; chorizada ‘acción propia de chorizo^2’; chorizar ‘robar’; chorizo^2^ ‘ladrón, esp. de poca categoría’; chunga ‘broma o guasa’; chungo ‘[cosa] de mala calidad o de poco valor’ [1]; chungo ‘de mal aspecto’ [3]; chungo ‘[persona o parte de su cuerpo] enferma o en mal estado’ [4]; chungo ‘[persona] deprimida o triste’ [5]; chungón ‘que está de chunga o que es aficionado a la chunga’; chungón ‘propio de la persona chungona’ [1b]; chunguearse ‘burlarse o guasearse’; chungueo ‘acción de chunguearse’; chunguero ‘chungón’; churumbel (humoríst) ‘niño pequeño gitano’; curda ‘borrachera’ [1]; curda ‘borracho’ [2]; curdela ‘curda [2]’; currante ‘trabajador, esp. por cuenta ajena’; currar ‘trabajar, esp. por cuenta ajena’ [1]; currar ‘trabajar concienzudamente [en algo]’ [3]; currar ‘trabajar para conquistar [a alguien o algo]’ [4]; curre ‘trabajo (acción de trabajar)’; currela ‘trabajador’; currelante ‘trabajador’; currelar ‘trabajar’; currele ‘trabajo (acción de trabajar)’; currelo ‘trabajo (acción de trabajar)’; currito ‘trabajador de nivel inferior’ [1]; currito ‘golpe’ [2]; currito ‘muñeco de guiñol’ [3]; curro ‘trabajo’ [1]; curro ‘paliza’ [2]; diñarla ‘morir’ [1]; endiñar ‘dar [un golpe a alguien]’ [1]; endiñar ‘hacer que [alguien] reciba [algo, esp. negativo o molesto]’ [2]; endiñar ‘meter [algo] o hacer que pase a estar dentro’ [3]; fané ‘agotado o cansado’ [1]; la fetén (humoríst) ‘la verdad’ [1]; fetén (humoríst) ‘auténtico o verdadero’ [2]; fetén (humoríst) ‘muy bueno’ [3]; fetén (humoríst) ‘muy bien’ [4]; ful ‘falso o fingido’ [1]; ful ‘que no corresponde dignamente a su condición’ [2]; ful ‘de baja calidad o categoría’ [3]; fulero ‘chapucero’ [1]; fulero ‘[persona] charlatana y mentirosa o poco seria’ [2]; fulero ‘[persona] falsa o tramposa’ [3]; gilí ‘tonto o idiota’; giliflautas (euf) ‘gilipollas’; gilipuertas (euf) ‘gilipollas’; gilipuertez (euf) ‘gilipollez’; gilitonto (euf) ‘gilipollas’; guripa (desp) ‘soldado que está haciendo el servicio militar’ [1]; guripa (desp) ‘policía uniformado, esp. municipal’ [2]; jalar (humoríst) ‘comer’ [1]; jamar (humoríst) ‘comer’; jollín (hoy raro) ‘lío o jaleo bulliciosos’; lacha ‘vergüenza (sentimiento)’ [1]; poca lacha ‘poca vergüenza, o desvergüenza’ [1b]; poca lacha ‘hombre sinvergüenza’ [2]; lipendi (hoy raro) ‘tonto o bobo’; hacerse el longuis o longui ‘hacerse el distraído’; majara ‘majareta’; majareta ‘[persona] loca o trastornada’; majarón ‘majara o majareta’; mangancia ‘cualidad de mangante’ [1]; mangancia ‘conjunto de (los) mangantes’ [2]; mangante ‘[persona] que roba’ [1]; mangante ‘sinvergüenza y holgazán’ [2]; mangar^1^ ‘robar [1]; mangueo ‘robo’; mangurrino (desp) ‘ignorante’; menda ‘yo’ [1]; mengue ‘diablo o demonio’; nanay o nanái ‘expresa negación más o menos vehemente de lo que se acaba de oír o de decir’; nasti (humoríst) ‘nada’; paripé ‘simulación o engaño’; parné ‘dinero’; pinrel ‘pie (de persona)’; salir de pira^2 ‘marcharse a toda prisa’; de pira ‘de juerga o parranda’; pirado ‘part. de pirar’ [1]; pirado ‘[persona] loca’ [2]; pirandón ‘persona juerguista’ [1]; pirandón (frecuentemente con intención afectiva) ‘golfo o sinvergüenza’ [2]; pirante (hoy raro) ‘golfo o sinvergüenza’; pirar ‘irse o marcharse’ [1]; pirar ‘en imperativo, se usa para manifestar rechazo’ [1b]; pirar ‘sufrir los efectos de la droga’ [2]; pirárselas ‘irse o marcharse’ [3]; pirárselas ‘morirse’ [3b]; pire ‘acción de pirarse’ [1]; darse el pire ‘irse o pirarse’ [2]; piri ‘cocido (guiso o comida)’; darse el piro ‘pirarse o marcharse’; postín ‘distinción o importancia’ [1]; postín ‘presunción afectada o sin fundamento’ [2]; darse postín ‘darse tono o darse importancia’ [3]; postinear ‘darse postín’; postinero ‘[persona] que se da postín’ [1]; postinero ‘propio de la persona postinera’ [1b]; postinero ‘[cosa] de postín [1]’ [2]; postinoso (raro) ‘postinero’; randa^1^ (hoy raro) ^ ‘ratero o ladrón’; rulé ‘trasero’; sandunga ‘gracia o salero’; sandunguero (a veces con intención irónica) ‘que tiene sandunga’; terne ‘sano y fuerte’ [1]; terne ‘firme u obstinado [2]; terne ‘impasible o que no se inmuta’ [3]; terne (raro) ‘valentón’ [4] vulg (vulgar; nivel de comunicación) chingar ‘realizar el acto sexual [con alguien]’ [3]; chingar ‘fornicar’ [4]; gilipollada ‘cosa tonta o idiota’; gilipollas ‘[persona] tonta o idiota’; gilipollas ‘propio de la persona gilipollas’ [1b]; gilipollear ‘comportarse como un tonto o idiota’; gilipollez ‘cosa tonta o idiota’; jebe ‘ano’ jerg (jergal; nivel sociocultural) acáis ‘ojos’; arajay ‘cura o sacerdote’; arate ‘talante o humor’ (de mal ~) [1]; arate ‘sangre’ [2]; baranda^2^ (col, humoríst) ‘hombre dotado de autoridad’; baré ‘moneda de cinco pesetas’; baró ‘hombre con mando’; bato ‘padre’; bocái ‘hambre’; bofia ‘policía (cuerpo)’ [1]; bofia ‘policía (miembro)’ [2]; bul ‘trasero’; bullate ‘trasero’; burda ‘puerta’; de bute ‘de buten’; de buten ‘magnífico’; de buti ‘de buten’; calorrada ‘gitanería (pueblo gitano)’; calorro ‘gitano (persona)’ [1]; calorro ‘caló’ [2]; camelar (o reg) ‘amar o querer [a una persona]’ [2]; camelar (o reg) ‘querer [una cosa]’ [2b]; cangallero ‘carretero’; cangrí ‘cárcel’; cangrilero ‘ladrón que roba en iglesias’; chai ‘prostituta joven’; chamullar ‘tener conocimiento o entender [de una materia o cuestión]’ [1]; chamullar ‘hablar’ [2]; chamullar ‘hablar [un idioma]’ [3]; chamulle ‘acción de hablar’; chanar ‘saber o entender [de algo]’; chanelar ‘saber o entender [de algo]’; chinar ‘cortar’; chinorri ‘chico o muchacho’; chorar ‘robar’; choro ‘ladrón, esp. de poca categoría’; chucháis ‘pechos (de mujer)’; chulé ‘duro (cinco pesetas)’; chulí ‘duro (moneda de 5 pesetas)’; chungo ‘[cosa] falsa’ [2]; peta chunga => peta [2b]; chungo ‘adulterado’ [2c]; churi ‘navaja’; cliso ‘ojo (órgano de la vista)’; curra ‘paliza’; currador ‘trilero’; currar ‘pegar o golpear’ [2]; curripé ‘paliza’; dabute ‘magnífico’; dabuti ‘magnífico’; dicar ‘mirar’; diñar ‘dar’ [2]; diñársela [a alguien] ‘dársela o engañarle’ [3]; diñelar ‘dar’; diquelar ‘mirar u observar’ [1]; diquelar ‘ver’ [2]; estaribel ‘presidio o cárcel’; fusca^2^ ‘pistola (arma)’; fusco ‘fusca^2’; gachi ‘casa’; gachón ‘persona’; garlochí ‘corazón’ [1]; garlochí ‘pesar, o cargo de conciencia’ [2]; gel^2^ ‘burro (animal)’ [1]; gel^2 ‘burro (persona torpe o ignorante)’ [2]; gil ‘tonto o idiota’; guri ‘guripa [2]’; guripa ‘tipo o individuo’ [3]; guripa ‘individuo tonto’ [4]; ja^2^ ‘jai (mujer)’; jai ‘mujer’; jayeres ‘dinero’; jeró ‘cara [de una persona]’; jinda ‘jindama’; jindama ‘miedo’; jiñar ‘defecar’; jonjana (hoy raro) ‘engaño’; jula ‘julái’; julái ‘persona boba o incauta’; julái ‘persona que se supone víctima fácil de un robo o estafa’ [1b]; julái ‘persona novata’ [2]; julái (desp) ‘tipo o individuo’ [3]; julái ‘hombre homosexual’ [4]; julandrón ‘julái [1 y 4]’; junar ‘ver’; jundo ‘guardia civil’; jundunar ‘guardia civil’; lea ‘prostituta’; lumia ‘ramera’; machiris ‘documentación personal’; magué ‘órgano sexual masculino’; mangui ‘ladrón’ [1]; mangui (desp) ‘individuo’ [2]; manguta ‘ladrón’; manús ‘hombre o individuo’; mi o su menduna ‘yo’; la mui ‘la lengua’; achantar la mui ‘callarse’; dar mulé ‘matar [a alguien]’; de naja o najas ‘huyendo o corriendo’; najarse ‘marcharse, esp. precipitadamente’; pañí ‘agua’; pañí de muelle ‘sifón’; pelé ‘testículo’; pirabar ‘realizar el acto sexual [con alguien]’; plajo ‘cigarrillo’; plas^2^ ‘hermano’; plasta ‘policía’ [3]; priva ‘bebida alcohólica’; privar ‘beber (tomar bebidas alcohólicas)’ [5]; privar ‘emborracharse’ [8]; prive ‘priva’; pureta ‘persona vieja’ [1]; pureta ‘persona de ideas anticuadas o reaccionarias’ [2]; puri (raro) ‘persona vieja’; purili (raro) ‘persona vieja’; pusco ‘pistola o revólver’; quel ‘casa (lugar en que se vive)’; queli ‘casa (lugar en que se vive)’; quilar ‘realizar el acto sexual [con alguien]’; romaní ‘gitano’ [1]; romaní ‘caló’ [2]; romanó ‘caló’; sacáis ‘acáis u ojos’; sirla ‘atraco, esp. con una navaja’; sirlar ‘atracar, esp. con una navaja’; sirlero ‘atracador, esp. con una navaja’; soba^2 ‘dormido’; sobar^2 ‘dormir’; trajelar ‘comer’; truja ‘cigarrillo’ pop (popular; nivel sociocultural) andoba o andova ‘individuo o sujeto’; andóbal o andóval ‘andoba’; chavó (raro) ‘chaval’; gachí ‘mujer, esp. joven’; gachó ‘tipo o individuo’ [1]; gachó ‘(interjección) expresa asombro’ [2] juv (juvenil; nivel sociocultural) menda ‘individuo’ [2]; mendi ‘menda’; molar^2 ‘gustar’; molón^1^ ‘que mola^2’ reg (regional; ámbito geográfico limitado) acharar ‘azarar o turbar’; achare ‘vergüenza’; camelar (o jerg) ‘amar o querer [a una persona]’ [2]; camelar (o jerg) ‘querer [una cosa]’ [2b]; chava ‘chaval’; mangar^1^ ‘coger, o pasar a tener’ [2]; mangar^1 ‘montar o armar [un lío]’ [3]; mollate ‘vino común’; tajelar ‘comer’ raro (palabra anticuada) chavó (pop) ‘chaval’; postinoso (col) ‘postinero’; puri (jerg) ‘persona vieja’; purili (jerg) ‘persona vieja’; terne (col) ‘valentón’ [4] hoy raro (palabra anticuada) barbián (col) ‘[persona] airosa y opuesta’ [1]; barbián (col) ‘simpático o gracioso’ [2]; barbián (col) ‘[persona rumbosa’ [3]; barbián (col, usado con intención afectiva…) ‘pillo’ [4]; fané ‘ajado o deslucido’ [2]; guripa ‘golfo o pillo’ [5]; jollín (col) ‘lío o jaleo bulliciosos’; jonjana (jerg) ‘engaño‘; lipendi (hoy raro) ‘tonto o bobo’; pirante (col) ‘golfo o sinvergüenza’; randa^1^ (col) ^ ‘ratero o ladrón’; humoríst (humorístico; actitud subjetiva del hablante) baranda^2 (col; jerg) ‘hombre dotado de autoridad’; churumbel (col) ‘niño pequeño gitano’; la fetén (col) ‘la verdad’ [1]; fetén (col) ‘auténtico o verdadero’ [2]; fetén (col) ‘muy bueno’ [3]; fetén (col) ‘muy bien’ [4]; jalar (col) ‘comer’ [1]; jamar (col) ‘comer’; nasti (col) ‘nada’ desp (despectivo; actitud subjetiva del hablante) guripa (col) ‘soldado que está haciendo el servicio militar’ [1]; guripa (col) ‘policía uniformado, esp. municipal’ [2]; julái (jerg) ‘tipo o individuo’ [3]; mangui (jerg) ‘individuo’ [2]; mangurrino (col) ‘ignorante’ Frecuentemente con intención afectiva (actitud subjetiva del hablante) pirandón (col) ‘golfo o sinvergüenza’ [2] euf (eufemismo; actitud subjetiva del hablante) giliflautas (col) ‘gilipollas’; gilipuertas (col) ‘gilipollas’; gilipuertez (col) ‘gilipollez’; gilitonto (col) ‘gilipollas’ A veces con intención irónica (actitud subjetiva del hablante) sandunguero (col) ‘que tiene sandunga’ Argot enseñ (argot de la enseñanza; nivel coloquial dentro del ámbito especializado) cate ‘calificación de suspenso’ [2] hist (histórico; palabra de realidad lejana en el tiempo) calé^2^ ‘cuarto (moneda)’ taur (tauromaquia; voz de especialidad) burel ‘toro’ Ø (no marcado) caló ‘lengua de los gitanos’; catite ‘sombrero semejante al calañés, con copa alta’; debla ‘canción popular andaluza, de carácter melancólico y con copla de cuatro versos’; juncal ‘esbelto y airoso’ [1]; trile ‘juego fraudulento de apuestas en que una carta, enseñada por el timador y luego manipulada con otras dos, debe ser apostada por el apostante’; trilero ‘individuo que se dedica al timo del trile’ Usado con intención afectiva, referido a niños o muchachos (actitud subjetiva del hablante) barbián (col, hoy raro) ‘pillo’ [4]; naipes (voz de especialidad) cané ‘juego similar al monte’ 3. La comparación del tratamiento del léxico gitano en el DRAE y en el DEA En este capítulo vamos a centrarnos en la comparación del tratamiento que reciben los gitanismos en los dos diccionarios objeto de nuestro interés: la 22ª edición del DRAE y el DEA. Compararemos solamente los lemas y acepciones equivalentes, excluyendo así las unidades léxicas o acepciones que se recogen solamente en una de las obras comparadas. Coincidimos con Sanmartín Sáez (2003: 605), aunque la investigadora valenciana habla allí sobre el argot en general, en que: [N]o deja de sorprender […] la gran disparidad de marcas entre ambos diccionarios —DRAE y DEA— e incluso en el mismo diccionario, que supone, sin duda, un problema complejo al que debe enfrentarse el traductor. Desde su perspectiva, el DEA es más rico en unidades léxicas consideradas como argóticas, dado su carácter descriptivo. Por su parte, en el DRAE no se llega a entender el motivo que ha llevado a suprimir la marca coloquial en algunos lemas, frente a las ediciones anteriores en las que sí se mantenía, como, además, presenta el DEA. Si comparamos las marcas de uso para las mismas voces y acepciones en los dos diccionarios, da la sensación de que los redactores de las dos obras viven en mundos diferentes o describen la lengua española desde perspectivas temporales y geográficas muy alejadas. La única solución —según nuestro punto de vista— es abrazarse al tratamiento ofrecido en el DEA, ya que está basado en un corpus textual fiable y en casos de duda tenemos a disposición las citas incluidas. La adecuada marcación ofrecida en el DEA ha sido verificada por los ejemplos extraídos del CORDE y el CREA que presentábamos sistemáticamente en la parte central de nuestro trabajo. Claro que hay excepciones donde se puede polemizar con la marcación del DEA, como las marcas jergales para las entradas romaní y romanó, pero son casos sueltos. Mientras tanto, el DRAE, aunque declara en el prólogo a la 22ª edición que para las enmiendas se han tomado en cuenta los datos del CREA, yerra en la marcación de un gran número de acepciones[18]. No vamos a enumerar aquí las cifras para todas las marcas presentes en ambos diccionarios como hemos hecho en el texto original de la tesis —el lector interesado puede hacer sus propias cuentas a partir de la tabla que incluimos más abajo—; esta vez, comentaremos solamente los casos más llamativos. El panorama de los gitanismos que los dos diccionarios registran en común se puede resumir en la siguiente afirmación: en el DRAE, los gitanismos se etiquetan como voces coloquiales, vulgares y no marcadas, mientras que en el DEA, se identifican con el nivel coloquial y el registro jergal. En primer lugar, si tenemos alguna noción, por mínima que sea, de la lingüística externa aplicada al ámbito de la historia del léxico español, nos sorprenderá el número bastante alto de sesenta y ocho gitanismos no marcados recogidos en las páginas del DRAE. De estas sesenta y ocho entradas, cincuenta y dos lemas o acepciones encuentran su homólogo en el DEA. O también, visto de otra perspectiva, en el diccionario normativo del español se registran como no marcadas dieciséis unidades léxicas de origen gitano, que el diccionario descriptivo sincrónico del español europeo no registra porque no se documentan en fuentes escritas posteriores a 1955. No son pues voces neutrales sino poco usadas o desusadas. Si comparamos los cincuenta y dos gitanismos neutrales con sus homólogos en el DEA, nos damos cuenta de que solamente cinco de ellos son vistos como neutrales también en el DEA. El resto está diversificado entre marcas muy dispersas y muy dispares. Al grupo más grande le corresponde la marca de uso coloquial, veintinueve casos en total. Sin embargo, en algunos casos la marca de uso coloquial viene en el DEA especificada con otras etiquetas, las que Álvarez de Miranda llama “marcas pragmáticas”, a saber: uso humorístico y despectivo. También hay algún caso suelto de coloquialismo de vigencia de uso caducada, marcado como hoy raro. Pero lo más grave nos parece el caso de nueve gitanismos académicos neutrales que en el DEA encuentran su pareja en la marca de uso jergal. Es un desajuste bastante grande que un repertorio normativo debe evitar y solucionar urgentemente. Es obvio que la revisión según los datos aportados por el CREA en esta parcela del léxico todavía no se ha llevado a cabo. En cuanto a los gitanismos académicos marcados como coloquiales, de los setenta y cuatro casos en total, cincuenta y ocho encuentran su pareja en el DEA. Aquí la proporción está mejor: son cuarenta y dos los gitanismos coloquiales en el DEA. Pero otra vez se echan de menos las indicaciones pragmáticas de uso despectivo y sobre todo humorístico —hemos contado dos usos despectivos y cinco humorísticos respectivamente— igual que las notas sobre la vigencia de uso, ya que dos coloquialismos son hoy ya raros. Llaman la atención —y ponen en guardia al usuario— las cinco marcas de nivel jergal localizadas en el DEA, correspondientes, en principio, al supuesto nivel de habla coloquial, según el diccionario de la Corporación. En el capítulo dedicado a las marcas de uso en el diccionario académico ya hemos adelantado la concepción —o, mejor dicho, la falta de concepción coherente y uniforme— de la etiqueta de uso vulgar en el DRAE. Hemos contado veintiséis vulgarismos gitanos en el DRAE y a éstos les corresponden en el DEA dos etiquetas del nivel de uso vulgar, dos de registro popular, doce del nivel de uso coloquial —más uno del nivel coloquial que es hoy raro—, ocho del registro jergal y uno que es jergal y a la vez coloquial y humorístico. Si tomamos en cuenta las otras marcas “relacionadas”, tenemos en el DRAE tres marcas jergales a las que les corresponde el mismo número de marcas jergales en el DEA y una de uso malsonante que encuentra su homólogo en la etiqueta del nivel vulgar. Se confirma pues lo ya dicho: la marca de uso vulgar sirve en el DRAE como un cajón de sastre donde cabe todo: desde lo quizá “demasiado” coloquial, pasando por el uso malsonante y terminando con el léxico argótico y el sociolecto de la delincuencia. De las etiquetas del DEA —y sobre todo de los textos de las citas— se desprende el tratamiento totalmente erróneo y confuso de parte del repertorio académico. Curiosamente, las marcas académicas poco corrientes, como la del uso festivo, jergal o eufemístico, están más acertadas y encuentran en el DEA sus equivalentes del mismo rango. Parece que el concepto del nivel de uso coloquial y vulgar está definido en el DRAE de manera demasiado amplia y borrosa y necesita una urgente revisión y redefinición. Pero lo más reprochable en cuanto a la marcación en el DRAE es el número desgraciadamente elevado de voces no marcadas que aparentan ser palabras corrientes sin ninguna restricción de uso pero que, en realidad, están lejos de ser así. Según hemos visto en la comparación con los datos del DEA, muchas son palabras y acepciones coloquiales, jergales y desusadas. Un usuario nativo las interpretará quizá adecuadamente tomándose mucha precaución, pero un usuario extranjero corre un riesgo muy alto de cometer un error de bulto e interpretar erróneamente —y, sobre todo, después usar inadecuadamente— una de las voces de este tipo. Repetimos que el diccionario normativo de la lengua española debería evitar desajustes y descuidos de semejante talante. A continuación reproducimos la tabla con todas las correspondencias de lemas y acepciones gitanos que se recogen en ambos diccionarios objeto de estudio. Lema ^22DRAE (marca) + definición + [nº acepción] DEA (marca) + definición + [nº acepción] acharar (Ø) Avergonzar, azarar, sobresaltar [1] (reg) Azarar o turbar achares (Ø) Celos, disgusto, pena (col) Celos andoba (Ø) Persona cualquiera que no se nombra (pop) Individuo o sujeto andóbal (Ø) Persona cualquiera que no se nombra (pop) Andoba baranda (despect. vulg.) U. para referirse, mediante deixis, a una persona (jerg; tb. col, humoríst.) Hombre dotado de autoridad barbián (coloq.) Desenvuelto, gallardo, arriscado (col, hoy raro) [Pers.] airosa y opuesta [1]; Simpático o gracioso [2]; [Pers.] rumbosa [3] bato (vulg.) padre (jerg) Padre bofia (vulg.) Cuerpo policial (jerg) Policía (cuerpo) [1] buten: de ~ (vulg.) Excelente, lo mejor en su clase (jerg) Magnífico calé (DRAE) calé^1 (DEA) (Ø) gitano (individuo de un pueblo originario de la India) [1] (col) Gitano calé (DRAE) calé^2 (DEA) (Ø) (Por el color oscuro de la moneda de cobre, en oposición a la de plata). Moneda de cobre que valía un cuarto, o sea cuatro maravedís [2] (hist) Cuarto (moneda) caló (Ø) Lenguaje de los gitanos españoles (Ø) Lengua de los gitanos camelar (coloq.) Seducir, engañar adulando [2] (coloq.) Amar, querer, desear [3] (col) Convencer o engañar, esp. con adulaciones o halagos [1] (jerg o reg) Amar o querer [a una pers]; Querer [una cosa] [2 y 2b] camelista (fest.) Persona que practica el camelo, y esp. la que aparenta conocimientos, virtudes o cualidades que no posee (col) Pers. que practica el camelo camelístico (Ø) Perteneciente o relativo al camelo [1]; (Ø) Que contiene camelos [2] (col) Que implica camelo camelo (Ø) Noticia falsa [1]; (Ø) Dicho o discurso intencionadamente desprovisto de sentido [2]; (Ø) Simulación, fingimiento, apariencia engañosa [3] (col) Engaño o mentira cané (Ø) Juego de azar parecido al monte (Naipes) Juego similar al monte canguelo (coloq.) Miedo, temor (col) Miedo canguis (coloq.) canguelo (col) Canguelo o miedo cañí (Ø) De raza gitana (col) Gitano cate (Ø) Golpe, bofetada [1] (Ø) Nota de suspenso en los exámenes [2] (col) Bofetada [1] (argot Enseñ) Calificación de suspenso [2] catear (coloq.) Suspender en los exámenes a un alumno (col) Dar un cate, esp [2], [a alguien (cd)] catite (DRAE: sombrero de ~) (Ø) El calañés, con copa alta (Ø) Sombrero semejante al calañés, con copa alta chachi (Esp.) chanchi (col) Estupendo [1]; Estupendamente [3] chai (Ø) prostituta [2] (jerg) Prostituta joven chalado (coloq.) Alelado, falto de seso o juicio (col) Loco o chiflado [2] chaladura (coloq.) Extravagancia, locura, manía [2] (col) Locura o chifladura chalar (DRAE) chalarse (DEA) (Ø) Enloquecer, alelar (col) Volverse loco chamullar (coloq.) hablar (jerg) Hablar [2]; Hablar [un idioma] [3] chanchi (Esp.) Estupendo, muy bueno (col) Estupendo [1]; Estupendamente [2] chanelar (Ø) entender^1^ (jerg) Saber o entender [de algo] chaval (coloq.) Niño o joven (col) Chico o muchacho chavea (coloq.) muchacho (col) Chaval chavó (Ø) muchacho (pop, raro) Chaval chingar (Ø) Importunar, molestar [1] (malson.) Practicar el coito [2] (col) Fastidiar [1] (vulg) Realizar el acto sexual [con alguien (cd)] [3] chipén (Ø) chipé [→(Ø) Verdad, bondad] (col) la ~ : Algo estupendo o magnífico [2] chorar (vulg.) Hurtar, robar (jerg) Robar chori (vulg.) Ratero, ladronzuelo (col) Chorizo^2 choricear (vulg.) robar (col) Robar choriceo (vulg.) Acción y efecto de choricear (col.) Acción de choricear choricero^2 (vulg.) chorizo (ratero) (col) Chorizo^2 chorizada chorizada^2 (DEA) (vulg.) Dicho o hecho propio de un chorizo (ratero) (col) Acción propia de chorizo^2 chorizar (vulg.) robar (col) Robar chorizo^2 (vulg.) Ratero, descuidero, ladronzuelo [1] (col) Ladrón, esp. de poca categoría choro^1 (DRAE) choro (DEA) (vulg.) chorizo (ratero) (jerg) Ladrón, esp. de poca categoría chulé (Ø) Moneda de cinco pesetas (jerg) Duro (cinco pesetas) chunga (coloq.) Burla festiva [4] (col) Broma o guasa chungo (coloq.) De mal aspecto, en mal estado, de mala calidad [1] (col) [Cosa] de mala calidad o de poco valor [1]; De mal aspecto [3] chungón (Ø) Dicho de una persona: Aficionada a la chunga (burla festiva) (col) Que está de chunga o que es aficionado a la chunga; Propio de la pers. chungona [b] chunguearse (coloq.) Burlarse festivamente (col) Burlarse o guasearse chungueo (coloq.) Acción de chunguearse (col) Acción de chunguearse churumbel (Ø) Niño, muchacho (col, tb. humoríst, referido a no gitanos) Niño pequeño gitano cliso (DEA) clisos (DRAE) (coloq.) ojos (jerg) Ojo (órgano de la vista) curda (coloq.) ebrio (embriagado por la bebida) [1] (coloq.) borrachera (efecto de emborracharse) [2] (col) Borracho [2] (col) Borrachera [1] curdela (coloq.) ebrio (embriagado por la bebida) [1] (col) Curda [2] currante (coloq.) Persona que trabaja (col) Trabajador, esp. por cuenta ajena currar (coloq.) trabajar [1] (col) Trabajar, esp. por cuenta ajena [1] curre (coloq.) trabajo (acción y efecto de trabajar) (col) Trabajo (acción de trabajar) currito (coloq.) Trabajador que realiza labores sin importancia (col) En un lugar de trabajo: Trabajador del nivel inferior [1] curro^1 (DEA) curro^3 (DRAE) (coloq.) trabajo (acción y efecto de trabajar) (col) Trabajo [1] debla (Ø) Cante popular andaluz, en desuso, de carácter melancólico y con copla de cuatro versos (Ø) Canción popular andaluza, de carácter melancólico y con copla de cuatro versos diñar (Ø) dar (entregar) (Ø) ~la: morir (llegar al término de la vida) (Ø) diñársela a alguien: Engañarle, burlarle (jerg) Dar [2] (col) ~la(s): Morir [1] (jerg) ~sela [a alguien]: Dársela o engañarle [3] endiñar (Ø) Dar o asestar un golpe (col) Dar [un golpe a alguien] [1] fetén (Ø) Bueno, estupendo, excelente [1] (coloq.) Sincero, auténtico, verdadero, evidente [2] (coloq.) La verdad [3] (coloq.) Muy bien [4] (col, humoríst) Muy bueno [3] (col, humoríst) Auténtico o verdadero [2] (col, humoríst) la ~: La verdad [1] (col, humoríst) Muy bien [4] ful (germ.) Falso, fallido (col) Falso o fingido [1] fulero (Ø) Dicho de una persona: Falsa, embustera, o simplemente charlatana y sin seso [1] (coloq.) Chapucero, inaceptable, poco útil [2] (col) [Pers.] charlatana y mentirosa o poco seria [2]; [Pers.] falsa o tramposa [3] (col) Chapucero [1] gachí (vulg.) Mujer, muchacha (pop) Mujer, esp. joven gachó (vulg.) Hombre, en especial el amante de una mujer (pop) Tipo o individuo [1] gilí (coloq.) Tonto, lelo (col) Tonto o idiota gilipollas (vulg.) gilí (vulg) [Pers.] tonta o idiota [1] gilipollez (vulg.) Dicho o hecho propios de un gilipollas (vulg) Cosa tonta o idiota gilipuertas (coloq. eufem.) gilí (col) euf por gilipollas gindama (Ø) jindama → jindama guripa (Ø) Persona que mantiene el orden [1] (coloq.) soldado (hombre que sirve en la milicia) [2] (coloq.) golfo (pillo) [3] (col, desp) Policía uniformado, esp. municipal [2] (col, desp) Soldado que está haciendo el servicio militar [1] (col, desp, hoy raro) Golfo o pillo jai (vulg.) Mujer joven y atractiva (jerg) Mujer jalar (coloq.) Comer con mucho apetito [3] (col, humoríst) Comer [1] jamar (coloq.) comer (tomar alimento) (col, humoríst) Comer jinda (Ø) jindama (jerg) Jindama jindama (Ø) Miedo, cobardía (jerg) Miedo jiñar (vulg.) Evacuar el vientre [1] (jerg) Defecar jollín (coloq.) Gresca, jolgorio, diversión bulliciosa (col, hoy raro) Lío o jaleo bulliciosos julandrón (jerg.) Hombre homosexual (jerg) Julái [4] juncal (Ø) Gallardo, bizarro, esbelto [2] (Ø) Esbelto y airoso [1] lacha (coloq.) vergüenza (pundonor) (col) Vergüenza (sentimiento) [1] lipendi (vulg.) Tonto, bobo (col, hoy raro) Tonto o bobo longui o longuis: hacerse el ~ (coloq.) Hacerse el distraído (col) Hacerse el distraído lumia (p. us.) prostituta (jerg) Ramera majara (coloq.) majareta (col) Majareta majareta (coloq.) Loco, chiflado (col) [Pers.] loca o trastornada mangancia (coloq.) Conducta o acción propia de un mangante (col) Cualidad de mangante [1] mangante (vulg.) Que manga (hurta) [1] (vulg.) Sinvergüenza, persona despreciable sin oficio ni beneficio [3] (col) [Pers.] que roba [1] (col) Sinvergüenza y holgazán mangar^3 (DRAE) mangar^1 (DEA) (vulg.) Hurtar, robar [2] (col) Robar [1] manús (Ø) Individuo, tipo (jerg) Hombre o individuo menda (coloq. germ.) yo [1] (Ø) Uno, uno cualquiera [2] (col) Yo (juv) Individuo mengue (coloq.) diablo (ángel rebelado) (col) Diablo o demonio molar^1 (DRAE) molar^2 (DEA) (coloq.) Gustar, resultar agradable o estupendo (juv) Gustar molón^2 (DRAE) molón^1 (DEA) (coloq.) Que mola (juv) Que mola^2 mui (jerg.) Lengua o boca (jerg.) achantar la ~: achantarse (callarse) (jerg) la ~: La lengua (jerg) achantar la ~: Callarse naja^2: salir de~ (DRAE) naja: de ~ (DEA) (coloq.) Marcharse precipitadamente (jerg) Huyendo o corriendo Gralm en la constr salir de ~ nanay (fest. coloq.) U. para negar rotundamente algo (col) Expresa negación más o menos vehemente de lo que se acaba de oír o de decir pañí (germ.) agua (jerg) Agua paripé (coloq.) Fingimiento, simulación o acto hipócrita (col) Simulación o engaño parné (vulg.) dinero (moneda corriente) [1] (col) Dinero pinrel (vulg.) pie (del hombre) (col) Pie ( de pers.) pira^2: ir de ~ (DRAE) de ~ (DEA) (Ø) Ir de parranda, juerga o jarana [2] (col) De juerga o de parranda. Frec con el v ir pirado (coloq.) Dicho de una persona: alocada (col) [Pers.] loca [2] pirandón (Ø) Persona aficionada a ir de parranda (col) Pers. juerguista [1] pirante (Ø) Golfante, sinvergüenza, bribón (col, hoy raro) Golfo o sinvergüenza pirar (Ø) Fugarse, irse [2] (Ø) ~selas: pirarse (col) Irse o marcharse [1] (col) ~selas: Irse o marcharse [1] piro (coloq.) Acción y efecto de pirarse (col) darse el ~: Pirarse o marcharse postín (Ø) Presunción afectada o sin fundamento (Ø) darse ~: Darse importancia (col) Presunción afectada o sin fundamento [2] (col) darse ~: Darse tono o darse importancia postinear (Ø) Darse postín, presumir (col) Darse postín postinero (Ø) Dicho de una persona: Que se da postín (col) [Pers.] que se da postín [1] randa randa^1 (DEA) (coloq.) Ratero, granuja [1] (col, hoy raro) Ratero o ladrón romaní (Ø) caló (jerg) Caló [2] romanó (Ø) caló (jerg) Caló rulé (coloq.) culo (nalgas) (col) Trasero sandunga (coloq.) Gracia, donaire, salero (col) Gracia o salero sandunguero (coloq.) Que tiene sandunga (gracia) (col) Que tiene sandunga sobar sobar^2 (DEA) (coloq.) dormir (estar en reposo) [7] (jerg) Dormir terne (coloq.) Que se jacta de valiente o de guapo [1] (coloq.) Perseverante, obstinado [2] (coloq.) Fuerte, tieso, robusto de salud [3] (col, raro) Valentón [4] (col) Firme u obstinado [2]; Impasible o que no se inmuta [3] (col) Sano y fuerte [1] trajelar (vulg.) Comer, tragar (jerg) Comer trile trile^2 (DRAE) (Ø) Juego callejero de apuestas fraudulentas que consiste en adivinar en qué lugar de tres posibles se encuentra una pieza manipulada (Ø) Juego fraudulento de apuestas en que una carta, enseñada por el timador y luego manipulada con otras dos, debe ser acertada por el apostante trilero (Ø) Tahúr que dirige el juego del trile (Ø) Individuo que se dedica al timo del trile ________________________________ [1] Diversos aspectos de los gitanismos en el Diccionario académico ya han sido estudiados en otras ocasiones (Buzek 2005-2006 y Buzek 2007c) [2] El cuerpo del diccionario de la 16ª edición de 1936 y de 1939 es idéntico, la única diferencia es el texto del prólogo y la lista de académicos. Citamos por la edición de 1936 por razones personales. [3] Este aspecto ya ha sido estudiado exhaustivamente por Garriga Escribano (1998), aunque cabe decir que la aportación de este investigador abarca el panorama hasta la 21ª edición, de 1992. De todas formas, nuestra tarea aquí no es estudiar la técnica lexicográfica empleada por la docta casa sino analizar su actitud más bien política e ideológica. [4] Postura que no niega la validez de la observación de que cada diccionario es el espejo fiel de su época... [5] Aunque huelga decir, la nota de etimología habitual en estas ocasiones fue “Voz de la jerga de los gitanos” (chipén) o “De sánscrito [...]” (chavó). En la mayoría de las ocasiones las voces simplemente no llevaban las notas etimológicas; no sabemos si por ignorar la procedencia o por desinterés. [6] Para un análisis detallado de las fuentes académicas de etimologías y sobre todo para las propuestas para mejoramiento de las notas etimológicas, véase Fajardo Aguirre (1999), o también Prat Sabater (2001); ambos estudios analizan la información etimológica en la 21ª edición del DRAE, de 1992. [7] La cursiva es nuestra. [8] Y sobre todo si de momento el DRAE pretende también suplir —aunque tan solo provisionalmente— la función del malogrado diccionario histórico. [9] El fallo de técnica lexicográfica más difundido es el de no señalar el contorno de la definición; defecto también presente en el diccionario académico... [10] Fajardo Aguirre hacía referencia a la 21ª edición, de 1992, y ponía en el texto el ejemplo de la palabra cursi, que entonces iba sin nota de etimología pero que en la actual, 22ª edición, lleva la nota de “etimología discutida”. [11] Son principalmente los trabajos de Garriga (1998); una versión abreviada del estudio puede verse adelantada en Garriga (1997). Sin embargo, como el estudio abarca la evolución de las marcas hasta la 21ª de 1992, hace falta actualizar el panorama con el análisis de las marcas en la actual, 22ª edición, de 2001. [12] Repetimos: téngase en cuenta que por su carácter del repertorio normativo, el DRAE, más tarde o temprano, caerá en manos de estudiantes del español como segunda lengua, que no se pueden regir por instinto lingüístico y pueden malinterpretar la marcación usada en el diccionario. [13] Estaba más alto en las ediciones anteriores del DRAE, pero la marcación germanesca errónea se ha ido remendando. [14] Para la historia y la actualidad de la marca del sentido despectivo en el DRAE, véase Garriga (1995). [15] Los números entre corchetes señalan el número de la acepción en casos cuando la voz tiene más de una acepción. [16] Véanse los ejemplos que hemos seleccionado para ejemplificar la voz en su artículo correspondiente. [17] O, mejor dicho, eran voces jergales, ya que según el CREA tienen una vigencia bastante limitada de más o menos una década (de 1985 hasta 1995, aproximadamente). [18] La piedra de toque de la marcación académica poco fiable son entradas como chislama, voz no marcada en el DRAE y por ello interpretada como neutral que, no obstante, no se registra en ninguna fuente a la que hemos acudido…