Letras Hispánicas Juan Ruiz Arcipreste de Hita Libro de buen amor F.dición de Alberto Blecua SEGUNDA EDICIÓN catedra letras hispanicas Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del Codigo Penal vigente, podnin ser castigados con penas de multa y privacion de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria. artistica o cientifica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorizacion. © Ediciones Cacedra, S. A., 1995 Juan Ignacio Luca dc Tcna, 15. 28027 Madrid Deposito legal: M. 1.642-1995 ISBN: 84-376-1011-7 Printed in Spain Imprest) y encuadernado en Artcs Graficas Hucrtas, S. A. Fuenlabrada (Madrid) ÍNDICE introducciďn................................ XIII El hilo narrativo.......................... XIV La fecha y el autor........................ XVII La invención............ .................. XXIV El artista................................. XLV Manuscritos y ediciones.................... XL1X Los problemas textuales.................... LV1II Errores separativos de a................... LXI Errores de a o de x....................... LXII1 Errores comunes de x..................... LXV1I Errores no significativos de x.............. LXX La ráma S............. ................... LXXI Intervenciones de Paradinas................. LXX1II Las innovaciones de la rama S.............. LXXIV La rama G............................... LXXVII La rama T............. ................... LXX1X El problema de las dos redacciones......... LXXX1 La lengua del arquetipo.................... LXXXVI La métrica................................ XC1 Criterios de Edición ........................ XCVII El texto.................................. XCVII Las variantes.............................. Cl Notas.................................... Clil LIBRO DE BUEN AMOR Esta es oracjón qu'el acipreste fizo a Dios quando comenc/j este libro suyo.................................... [Prólogo en prosa]................................... Aquí dize de cómo el acipreste rogó a Dios que le diese graqia que podiese fazer este libro................... Gozos de Santa Maria................................ Gozos de Santa Maria................................ Aquí fabla de cómo todo omne entre los sus cuidados se deve alegrar e de la disputación que los griegos e los romanos en uno ovieron........................... Aquí dize de cómo segund nátura los omes e las otřas animalias quieren aver conpanía con las fenbras...... 5 5 I 2 " s i 8 VII 1 Las obras maestras suelen deleitar a los lectores y martiri-zar a los criticos que intentan aprehender desde su perspec-tiva histórica e ideológica la plurajidad de sentidos que, al parecer, yacen ocultos tras la corteza de la literalidad. Cuanto más una obra como el llamado Ubro de buen amor cuyo autor, desde el principio al fin, insiste en cómo el lector debe efectuar ese sutil ejercicio crítico y extraer el sentido profundo de sus palabras, porque «muchos leen el libro e tiénenlo en poder / que non saben qué leen nin lo pueden entender» (i3ooab). Si a esto sumamos las dificulta-des de transmisión e interpretación literal del texto y las penumbras que envuelven al autor, al título y a la fecha de composición, se comprende que la obra haya sido objeto de las más variadas interpretaciones que, si en algún caso se complementan, en generál se contradicen Nota Algunas páginas de esta introducción, con cambios y adiciones, proceden de mi edición anterior (Barcelona, 1983). La segunda parte, dedicada a los problemas textuales, que el lector no especialista puede saltarse, es nueva, asi como la edición del texto y notas. 1 Para no perderse en la selva bibliográfica, pueden servir como guías iniciales las de G. B. Gybbon-Monypenny, «Estado actual de los estudios sobre el Libro de buen amor», Anuario de Estudios Medievales, III (1966), pp. 575-609; Alan D. Devermond, Edad Media, en Francisco Rico, História y critica de la Eiteratura Espaňola, I, Barcelona, Critica, Í979, pp. 213-227 y su Suplemento, Barcelona, Critica, 1991, del propio Devermond; y Eric W. Naylor, G. B. Gybbon-Monypenny y Alan D. Deyermond, «Bibliography of the Libro de buen amor since 1973», La Corónica, VII (1979), pp. 123-135. Vid. también las Adas del I Congreso Internacionál sobre el Arcipreste de Hita, Barcelona, S.E.R.E.S.A., 1973; G. B. Gybbon-Monypenny, ed., «Libro de buen amor», Studies, London Tamesis, 1970; V. Marmo, Dalle fonti alle forme. Studi sul «Libro de buen amor», Napoli, Liguori, 1983; Margherita Morreale, «El Libro de buen amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita», en Grundriss des Romanischen Literaluren des Mittelalters, Heidelberg, 1985, IX, 24, núm. 4300, pp. 53-73; y J. Joset, Nuevas investigaciones sobre el «Libro de buen amor», Madrid, Cátedra, 1988. XIII El. hii.o narr ati vo KI Libro de buen amor2 se abre con una oración (1-10) en la que un arciprcste pide a Dios y a la Virgen que le libren de la prisión en que se encuentra y de la terrible cuita que le acongoja. A continuación, en dos prólogos, en prosa y verso, el autor, que dice llamarse Juan Ruiz v ser arcipreste de Hita (19), expone la intención que le ha llevado a componer su obra, dedica unas cantigas a la Vigen —«comienco e raíz» de todo bien— y vuelve a insistir, argumentando con un ejemplo, en la doble lectura, literalj profunda, que puede recibir el texto. A partir de aquí (71), comíenza propiamente la acción de la obra. Se trata de un relato en forma aujoiikigiá£Í£a en el que el protagonista —un arcipreste de lugar innominado—, en cerca de j^ooo^ versos, en su mayor parte en cuaderna via^ cuenta el proce-so de sus amores. No se trata de un proceso, sino de una amplia aunque no muy variada série de casos, narrados por lo generál con un esquematismo_-v^rd£Ínojs^l.que desazona al lector actual. Por^mé^u^TJe^marnensajera, requiere en primer lugar a una dueňa «cuerda», modelo de virtudes, que, si en un principio parece admitirlo en su servicio, más tarde lo rechaza (77-104); después se enamora de una pana-dera poco honesta llamada Cruz, pero su mensajero, en este caso un escolar compaňero del protagonista, Ferrán García, es quien consigue el fruto amoroso (105-122); a continuación corteja a una dueňa recatada, adornada también, como la primera, de todas las virtudes, que se niega a admitir sus favores (166-180). Tras un Hehat^ t;pn Hon Amor, extenso paréntesis en el que el protagonista le increpa como causan-te de todos los pecados capitales y don Amor le adiestra ampliamente en cómo conquistar al sexo femenino (181-575), se enamora de otra dueňa que sólo se diferencia de la anterior en ser viuda. En este caso, el proceso amoroso se -' h^siwi^rijTo^^íbn^jrc^ Para el título Ic^zWva&^^fot^^^^DQj^^^^^^^n \>ritsia árabe y fmsia europea, ^3dndTRpäsä^i5lpT^i94()'^f^ 109-114. XIV narra con morosidad dilatada (^76-909): gracias a la inter-vención de la vieja Trotaconventos, el protagonista consigue —ťaltan en los manuscritos los folios que rclataban ese momento— gozar de doňa Endrina, la joven viuda con la que acaba casándose; sin embargo, conforme avanza el relato, descubrimos que, aunque el wnarrador sigue siendo el mismo, el protagonista de este epTsôTJÍose Hama Melón ^rtiz (727). Extraňa falla narrativa que el autor-protagonis-ta justifica aclarando que lo ha relatado para dar eiemplo al lector «non porque a mi vino» (909b). Inmediatamente tlespués, no obstante esta declaración, el yo narrador da como suyo el episodio («Seyendo yo después ďesto sin amor v con coidado», 910a). Se enamora de una jovencísima dueňa, a quien consigue conquistar gracias a los hábiles servicios y encantamientos de Urraca, la Trotaconventos (910-944). Salvo en el desenlace —la joven muere a los pocos días—, es episodio que repite, tnuv abreviadamente, el de doňa Endrina, aňadiendo rasgos del primero (el de la dueňa «cuerda»). El 25 de marzo (945 a), tras recuperarse del dolor producido por la muerte de la dueňa, el protagonista emprende un viaje por la sierra de Guadarrama, en donde le ocurrirán cuatro aventuras amorosas con sendas serranas, ťuertes, selváticas y rijosas. La primera acaece en el puerto de Lozova (951-971): una serrana, la Chata, consigue a la ťuerza el amor del personaje. Tras pasar tres dias en Sego-via, decide volver a su casa atravesando el puerto de la Fuenfría, donde otra serrana, Gadea de Riofrío, fuerza, como la anterior, al protagonista (972-992). Reemprendido el viaje, al pie del puerto de la Tablada, topa con otra serrana, Menga Lloriente, que lo confunde con un pastor. En esta ocasión, el protagonista, bajo falsa promesa de matrimonio, consigue escapar de ella, sin que quede claro si ha conseguido seducirla (993-1005). En la cima del puerto, se encuentra con la cuarta serrana. Se trata de Aida, de aspecto descomunal, con la que nada ocurre en el terreno amoroso (1022-1042). Tras dedicar unas cantigas a la Virgen en la ermita de Santa Maria del Vado (1043-1067), y a punto de comenzar la Cuaresma, el protagonista se dirige «a su tierra» para descansar. Allí —Burgos—, estando comiendo XV con don Jueves Lardero, recibe una carta de doňa Cuaresma dirigida «a todos los arciprestes y clérigos sin amor», orde-nándoles la divulgación de un cartel de desafío contra don Carnal. A continuación se narra la batalla entre ambos, Cuaresma y Carnal, acompaňados de sus huestes —pescados y carnes—, la prisión de don Carnal, su posterior huida tras una falsa confesión, y su triunfo sobre doňa Cuaresma que marcha de peregrinación a Jerusalén (1068-1224). El día de Pascua de Resurrección, todos salen a recibir a don Amor: los instrumentos musicales (1228-1234), las órdenes religio-sas, que se disputan el honor de alojarle, y el propio protagonista, que le ofrece su casa. Los músicos se alojan allí, pero don Amor decide asentar sus reales en un prado donde levanta una tienda admirable, en la que se hallan a una mesa hasta doce caballeros que resultan ser los meses (1266-1300), AI día siguiente, don Amor, tras relatar al protagonista sus viajes por Espaňa desde el invierno pasa-do, prosigue su camino hasta Alcalá. Siete días después de Pascua, el día de Cuasimodo, el arcipreste determina llamar a Trotaconventos para que le busque nuevo amor. Se trata en esta ocasión de una viuda «lozana», que lo rechaza (1315-1320). El día de San Marcos —25 de abril—, se enamora en la iglesia de otra dueňa que, tras admitir al parecer al arcipreste, se casa con otro (13 21-13 31). Trotaconventos le aconseja que ame a alguna monja y le recomienda a doňa Garoza, en cuyo convento había servido diez aňos. Doňa Garoza, tras numerosas vacilaciones —es el episodio más extenso con el de doňa Endrina—, decide admitir al arcipreste. Se trata de un amor limpio y puro que concluye pronto, pues la monja muere a los dos meses (1332-1507). Para olvidar el dolor, Trotaconventos le busca una mora, que no quiere saber nada de él (1508-1512). Después de un lapso temporal dedicado a la composición de numerosas cantigas para diferentes generös e instrumentos, el protagonista interrumpe la narración para comunicar la muerte de su fiel Urraca. Se incluye a continuación un planto (1520-1578) y una digresión sobre las armas que debe usar el cristiano —obras de misericordia, dones del Espíritu Santo, obras de piedad y los siete sacramentos— para luchar contra XVI los pecados mortales y los tres enemigos del alma (1579-1605). Tras un elogio de las «dueňas chicas» (1606-1617), a punto de entrar la primavera, busca a un nuevo mensajero, don Huron, repertorio de todos los vicios, que intenta conseguir, sin éxito alguno, el amor de una doňa Fulana (1618-162 5). Y de improvise), un epílogo, en que se repite lo expuesto en los prólogos, viene a cerrar la narración con un explicit datado y unas cantigas dedieadas a la Virgen «comienco e fin del bien»3. La fecha y el autor Dos de los tres manuseritos que han transmitido el texto contienen el citado explicit datado. Los dos, sin embargo, difieren en el aňo. Uno de ellos —el ms. .S'— da la fecha de 1343 («Era de mill e trezientos e ochenta e un aňos, / fue conpuesto el romance...», i6j4ab). El otro —el ms. T—, la de 1330 («Era de mill e trezientos e sesenta e ocho aňos, / fue ačábado este libro...»). Como el tercer manuserito, G , presenta las mismas lagunas que T en algunos pasajes, la erítica dedujo, y en general mantiene, que ambos testimonies copiaban un estado primitivo de la obra compuesto en 1330 y J" presentaría una redacción posterior llevada a cabo en 1343. No es materialmente imposible esta hipótesis, pero un detenido análisis textual viene a demostrar como alta-mente probable que los tres manuseritos se remontan en ultima inštancia a un códice común perdido el arqueti-po— que ya presentaba lagunas y una distribuciún de episodios v pasajes más cercana a S que a G y /. En otras palabras: las ausencias en estos dos manuseritos deben explicarse como supresiones de un códice al que ambos se ' Los manuscriros, ademas de estas cantigas, copian varias composicio-ncs mis que casi con absoluta seguridad pcrtcneccn al autor. Sc trata de varias cantigas de escolares y ciegos, unos fragmentarios poemas A la I entura y A la \atividad y una sätira en cuaderna via, mal titulada pur el copista Cäntica de los clerigos de Talavera, XVII remontan —un subarquetipo— y no como aňadidos de S4, Lo que, en efecto, desconocemos es si la fecha que aparecía en el arquetipo es la que traen S o 7", o, incluso, otra distinta, dada la facilidad con que los copistas medievales alteran este tipo de referencias. Tampoco de la obra pueden extraerse datos que permitan fijar una cronologia precis a. Como en los versos 3 26cd se menciona al rey «el león mazillero, / que vino a nuestra cibdat por nonbre de monedero», se ha sugerido que podría acudir a las reformas monetarias de Alfonso X o a las de Alfonso XI (1312-13 50). La alusión es más que imprecisa como puede observarse5. E igualmente lo es la posible alusión en ei v. 1224b («dando a quantos venían, castellanos e ingleses») a la presencia de tropas inglesas en la conquista de Algeciras en 1342. La ausencia de la orden del Temple en el cortejo de don Amor podría ser indicio de haberse compuesto la obra con posterioridad a 1318, fecha del concilio de Salamanca en que se tomó la decision definitiva de suprimirla. El único dato verosimil es la plausible referenda a don Gude^M^ornäz'mmQ^xz^lŠ^') («Allá en TaTä^ŕ^TnTä^cäleň^á^Te^Drib/llegadas son las cartas del arcobispo don Gil», loofah), y don Gil rue arzobispo de Toledo desde 1337 a 1350. Sin embargo, ta alusión se halla en la Cántica de los clérigos de Talavera, poema satírico incomplete con el que se cierra el ms. S. La composición parece ser obra del arcipreste, pero no necesariamente compuesta a la vez que el Libro de buen amor. En fechas recientes, Henry A. Kelly6, experto en derecho medieval, ha puesto en tela de juicio las dataciones de ambos manuscritos y lleva la composición de las obras hacia 1389, fecha en que se copia el manuscrito G . Aduce como pruebas las alusiones juridi-cas, entre ellas, la cita de la novellae, o glosas a las Decretqles 4 Para los manuscritos, la transmisión del texto y de la fecha vid. la parte dcdicada en esta ititroducción a los problemas textuales. 5 Probablemente monedero no se refiere al rey sino a la "raposa", protagonista del pleito. Vid. las notas correspondientes en 3z6d. Canon \mw and the Archpriesl of Hitu, Binghamton, New York, 1984 y «Juan Ruiz and Archpriest: Novel Reports», Im Corónka, XVI (1988), pp. Will de S. Gregorio, del jurista Juan de Andres, que se terjnina-ron en Bolonia en 1338. Probablemente, la identificación de la glosa de Andrea («el Rosar/o de Guido|o Guido], Novela e Decretorio», 115 2d) es correcta, pero las primeras novellae, las más famosas, circularon desde 13257. En todocaso, si el L.BA es de 1343, también podría aludir a la coleccloň" completa. Por lo que respecta a la constitución sinodal que se menciona en la Cántica de los clérigos de Talavera, cuya fecha retrasa también Kelly —hasta el siglo xv—, las prue-bas no se sostienen8, ni por la história eclesiástica de Toledo ni por la tradición literaría ni por la lengua ni, sobre todo, por las fechas que traen ambos manuseritos. De Juan Ruiz, arcipreste de Hita, que se presents a sí mismo como autor de la obra en las coplas 19 y 5-75(>, trataremos más adelante. El protagonista no recibe nombre alguno —salvo el va mencionado de don Melón de Huerta u Ortiz, que no nos sirve. El mismo se considera escolar ("«escolar só mucho rudo,, nin maestro nin dotor», 1135a), su segundo mensajero, Ferrán Garcia, también lo es («del escolar goloso, compaňero de eucana», 122a), yj>t£2S-ESí5P" najes aluden al protagonista como arcipreste en varias ocasio-nes (423b, 930a, 946b, 1318c, 1345a y 1484b). Incluso se introduce su retrato por boca de Trotaconventos (1486-1489). Habitualmente aparece en los episodios como mancebo, aunque en el de doňa Endrina se presenta en sus inicios como hombre maduro («non me puedo entender en vuestra chica edat», «Pero sea más noble para plazentería / e para estos juegos edat de mancebía, \ la vegedat en seso lieva la mejoria», 672 y 673). El autor conoce bien la zona 7 Podria referirse a las novellae a Justiniano o a otros nuevos decretos. Las de Andres abundan sueltas por las bibliotecas, como los otros libros citados. Vid., por ejemplo, Antonio Garcia y Garcia y Ramón Gonzálvcz, Catalogs de los manuseritos medievahs de la catedral de Toledo, Roma-Madrid, CSIC, 1970 y Antonio Garcia Garcia (1988). 8 Para las rerutaciones vid. F. J. Hernindex, «fuan Ruiz y otros arciprestes, de Hita y aledanos», La Corónica, XVI (1988), pp. 1-31, que data la Cántica en 1522. Un excelente resumen del problema en la introduc-ción de Gvbbon-Monypenny al LBA, pp. 1 l-t). La copla, de todas fotmas, es probablemente apócrifa. Vid. más adclante al tratar dc los problemas textuales. XIX de Toledo, Alcalá, Segovia y Burgos. En una ocasión, Trotaconventos presenta al arcipreste como alcalaino (1510) y en otra, no condicionada por la rima como la anterior, tras dirigirse a su tierra, lo hallamos en Burgos en calidad de receptor y notario de la carta de doňa Cuaresma (1073). Por haber nacido, según él mismo conjetura, bajo el signo de Venus (152), es por naturaleza amador de dueňas, alegre, músico v poeta en multiples géneros. No posee demasiado dinero (las dueňas lo rechazan, entre otros —«su mal aseo», por ejemplo—, por este motivo) v se manifiesta, en generál, como indeciso, cobarde, fácil de engaňar, aunque es sentimental, cortés, religioso y eximio moralista puesto que relata su proceso amoroso para que los lectores rechacen el loco amor del mundo y sigan el buen amor, que es el de Dios. Šu formación cultural es la característica de un escolar de su tiempo conocedor de las artes liberales, de los dos derechos10 y de numerosos textos literarios latinos y vulgares. No hace falta llegar a las altas cimas de la sutileza erítica para advertir de inmediato que el arcipreste protagonista del relato es un ente de ficción que el autor utiliza para verte-brar una acción episódica". Identificar a ambos y dar por autobiografia auténtica —ni siquiera en el retrato— la que allí se narra es, como mínimo, pecado de ingenuidad. Del verdadero autor como ereador literario conocemos o pre-tendemos conocer todo: ahí está su obra. Del hombre real, histórico —salvo ciertos aspectos de su personalidad y de su cultura que pueden deducirse del texto— no se sabía nada, 10 Para la formación de los juristas pcninsulares, además de los estudios de Kelly y Hernandez v del prólogo de Gvbbon-Monvpenny a su edición del l.BA, vid. Mariano Peset y Juan Gutierrez Cuadrado, Clérigos r juristas en la haja Edad Media castellano-leomsa, Colegio Ľnivcrsitario de Vigo, 1981 (Anexo 11, vol. Ill de Senara). 11 Sobre la figura literaria —y real— del arcipreste sensual y «loco» antes v dcspués de la obra de Juan Ruiz, vid. Fernando de Toro-Garland, «EI arcipreste, protagonista literario del medioevo espaňol. El caso del "mal arcipreste" del Fernán Gon%ále%», Adas I Congreso..., pp. 327-556, y Edwin J. Weber, «La figura autonoma del arcipreste», Ibid., pp. 356-342, los mencionados estudios de Kelly y, sobre todo, F. J. Hernandez, «Juan Ruiz y otros arciprestes...». XX incluso se habia supuesto que era tambien ficticio12. Sin embargo, Francisco J. Hernandez ha podido, por fin, docu-mentar a un Juan Ruiz, arcipreste de Hita —«... uenerabili-bus... Johanne Roderici archipresbitero de Fita...»— en un documento de hacia 1330 que cierra un largo pleito, reavi-vado mäs tarde, entre los clerigos de Madrid y ei cabildo toledano, de quien dependian13. A pesar de no ser un manuscrito original —es copia de finales del siglo XV14—, no parece que pueda tratarse de una falsificaciön hecha por el cabildo en esa epoca para defender sus derechos sobre la clerecia de Madrid (los clerigos madrilenos no se lo hubie-ran creido)15. No deja de ser notable que en otros documen-tos del mismo pleito, sea un Ferrin Garcia el encargado de llevar la carta de los clerigos madrilenos en 1317. Y Ferrän Garcia es el mensajero que lleva las «donas» del arcipreste protagonista a la panadera Cruz. A veces la realidad se parece a la ficciön: jno es sorprendente que en 1227 en Toledo un Juan Ruiz compre una casa a dona Loba, hija de dofla Orabuena, y que por esos mismos anos anden en documentos un don Ramo, un abbatis de Orta, un Furon, un clerigo llamado don Polo?16 Importante descubrimiento el 12 Para quienes apoyan la tesis del m_udejim_srno, a la zaga de don Americo Castro, presenta grandes atractivos la figura de Juan Rodriguez de Cisneros, hijo ilegitimo nacido en tierra de moros y ligado posterior-mente a- don Gil de Albornoz (vid. E. Säez y Jose Trenchs, «Juan Ruiz de Cisneros [1295/1296-1551/1552], autor del Libro de buen amor», Attas I Congreso..., pp. 571-588). Muy curiosa es tambien la figura de otro Juan Rodriguez maestro de cantores del monasterio de las Huelgas en Burgos —cf. 1075— (vid. Jose Filgueira Valverde, «Juan Ruiz en Burgos», Adas I Congreso..., pp. 569-570), sobre el posible origen segoviano, vid. Tomas Calleja Guijarro, «,'Era el Arcipreste de Hita segoviano?», Ibid., pp. 571-5 IS. 13 Fco. J. Hernandez, «The Venerable Juan Ruiz, Archpriest of Hita», l*a Coronica, XIII (1984), pp. 10-22. 14 Puede verse en facsimil ahora en Fco. J. Hernandez, hos cartularios de Toledo, Madrid, Fundaciön Areces, 1985. 15 Al contrario, la existencia de la copia hace suponer que los documentos originales se presentaron como pruebas en el pleito. Siempre, dcsde lucgo, queda la duda de si se utilizo el nombre del arcipreste, bien conocido en Toledo, como demucstran las citas del otro arcipreste, el de Talavera. 16 Hernandez, Los cartularios de Toledo, does. 593, 595, 422, 445, 454, 472, etc. XXI de Hernandez, que nos permite situar al autor en los aňos de las dataciones que dan los manuscritos. Ya se ha indicado que el libro se abre en el ms. J con una oración en la que un arcipreste demanda ayuda a Dios v a la Virgen para poder salir libre de la prisión v pide castigo para los «mezcladores», infamadores viles que han sido los causantes de su desdicha. El mismo manuscrito cierra el libro con las siguientes palabras: «Este es el libro del arcipreste de Hita, el qual conpuso seyendo preso por mandado del Cardenal don Gil arcobispo de Toledo.» Quien escribió estas líneas, Alfonso de Paradinas o un copista anterior de la rama manuscrita, conocía una tradi-ción que hacía al autor del libro culpable de un delito ignoto por el que su arzobispo, el famoso don Gil de Albornoz, lo había castigado con la dura pena de la prisión. Esta tradición puede tener bases históricas —los libros compuestos en la reflexiva soledad de la cárcel pertenecen a un género con ilustres antecedentes y descendientes históri-cos y ficticios—, o puede tratarse de una conjetura de lector que unió la prisión de la oración iniciál a la composición satírica incompleta que cierra el manuscrito S, en la que los clérigos de Talavera recibían cartas amenazadoras de don Gil conminándoles al abandono de sus amigas. El copista encontró en esa satira —por otra parte carente de base real, pues no es más que la adaptación de un poema latino del siglo xiii17— la causa al conocer el efecto, la prisión mencio-nada al abrir el libro. Hizo, asi, una lectura literal de la oración, lectura que ha seguido parte de la crítica. Sin contar con los problemas textuales que presenta esa oración18, sabemos que se trata de una adaptación de textos 17 Vid. las notas a esta composición. Ya Jesús Menéndez Peláez, Hl "Libro de buen amor»: jVkción titeraria o reflejo de la realidadf, Gijón, Noega, 1980, habia replantcado cl problems de la datación en el contexto histórico a raíz de los sínodos y castellanos de la primera mitad del siglo xiv, con el IV de Letrán (1215) como telón de fondo. ,s Por cjemplo, que en cl ms. S, dondc únicamcntc se incluye la oración, sc copia en dos versos por linea frente al sistema habitual del resto del ms. de vcrso por linea. Además, la oración se halla incompleta y Paradinas no numera cl primer folio en que ésta se copia. Probablemente no tiguraba en XXII lirúr^icos bicn conocidos en los que la prisión no es otra l|uc In cárccl del cuerpo v del mundo, cárcel sin duda terrible pero universal, lectura alegórica que ha sido defen-dida, con buenas razones, por otra parte de la crítica19, que en algún caso ha llegado incluso a apuntar la sospecha de que el tal Juan Ruiz sólo sea un personaje literario. Concluyamos. A la vista de los datos expuestos, s^oj^n^a ^:ech^J^^JHJJöyaáfcíälä^söSíÄ33tt^ä^^^^£ilili£^MnůtB" d i c to nas_^e_J^S_BiafliĽicliIi^^ ^rosimil a don Gil de Albornoz^^^^^^^^^o^M^e Ť^TecT^^escle^i^P^a^S^^^ô^^Tínq ueéš^^Jatc^osehal 1 e enéT^ueŕpo,T!e™Tä™TD^^nos permite situar al autor en la primera mitad del siglo xiv, y para no pecar de hiper-críticos, verosímilmente el Libro de buen amor, dadas las techas de los manuscritos, se debió de componer en el segundo cuarto de aquel siglo, quizás en 134320. Sobre su autor, podemos en principio creer lo que él nos dijo v lo que parece refrendar los documentos: que se llamaba Juan Ruiz v que era arcipreste de Hita. C (vid. Várvaro, art. cit., p. JJÄ, y G. Orduna, «El Libro de buen amor y el libro del arcipreste», l-a Corénica, XVII [1988], pp. 1-7, que considera adicioncs de este ultimo la oración iniciál y las composiciones siguientes a los dos gozos Ultimos). 19 Para la primera actitud, vid., sobre todo, Dámaso Alonso, «La cárcel del Arcipreste», Cuadernos Hispanoamericanos, 86 (1957), pp. 161-177; para la segunda, presentada en algún caso con cierta virulencia, vid. Leo Spitzer, «En torno al arte del Arcipreste de Hita» (1954), en l.ingüistica t história lilerarta, Madrid, Grcdos, 1951, pp. 103-160, y Maria Rosa Lida de Malkiel, «Nuevas notas para la interpretación del Uhro de buen «»»r», .VR/'ŕf, XIII ('959)1 PP- 17-82 (ahora en Juan Rau?; Selección del Libro de Buen Amory esludios eriticos, Buenos Aires, Eudeba, 1975, pp. 201-290, en especial, pp. 268-286). Lna ponderada y aguda revision del problcma er) Alicia C. de Ferraresi, De amor y poisia en la Espaňa medieval: pro/off) a Juan Rut\, Mexico, El Colegio de Mexico, 1976, pp. 263-289. 211 Creo con Josct que el ms. V ofrcce más credibilidad en esta copla dado que T corrige el verso siguiente al que incluve la fecha («fue acabado este libro...», por «fue compuesto el romance», como deberia aparecer en cl original). XXIII LA iNVENi II IN «En libros no muy breves —escribe Borges21—, el argumenta no puede ser más que un pretexto, o un punto de partida.» Pocas obras, quizá, se ajustaň tanto a este juicio como el Libro de buen amor. El hilo argumental del relato no es fácil de seguir en una primera lectura22. Obra de acción episódica, auténtico rosario de episodios con algunas cuen-tas mayores; la repetición de las situaciones con un similar principio, medio v desenlace: el abrupto fluir del sistcma narrativo, con cortes v tajos en su desarrollo, que se alterna con la morosidad de las argumentaciones a través de ejem--plos, comparaciones v digresiones perpetuas; los cambios bruscos del tono —de lo grave a lo cómico, de lo culto a 1« coloquial, de lo sagrado a lo profano— producen en el lector actual, educado en otros sistemas narrativos cultos o populäres, la sensación de andar perdido en un universo literario que le es ajeno. Cos Iectores estamos habituados —y limitados— a unos generös que nos son conocidos. Apreciamos, sin duda con toda razón, la originalidad de una obra. Pero sabemos que ninguna creación literaria es absolutamente nueva y que, por regia general, las llamadas obras maestras que han cambiado 0 alterado el curso de la Literatura son las menos originales en lo que se refiere al material ajeno utilizado. El autor, que es por principio un memorioso lector u oyente, sintetiza multiples generös y especies literarias anteriores v compone una obra que se presents, por esto mismo, como nueva, como género desconocido. El Quijote es el ejemplo más preclaro y que mejor explica cómo se transforma el 21 «El primer Wells», en Otras inquisicioms, Buenos Aires, EMECE, 19665, p. 126. 22 Vcase el estupcndo resumen que el P. Sarmicnto escribiö en la h. ;r del ms. G el 6 de septiembre de 1750: «El asumpto de todo el es una miscelanea, y se reduze a que uno queria amar y casarse, v andaba vuscando mugcr a su gusto y valicndosc de una Trotaconventos o demanda-dera de monjas como de terzera o aleahueta, v de quando en quando introduze un apologo o tabula para confirmar su razonamiento o rebatir cl ageno. AI fin se cnamorö de una monja.» XXIV variado material seleccionado en una ohra nueva. Pero nosotros, lectores actuales, podemos conocer a la perfecciön la tradiciön literaria que llega hasta Cervantes v la tradiciön literaria que el genera. Id Libro de buen amor, anclado en las ncbulosas —por poco conocidas— tradiciones literarias medievales, con otros moviles compositivos distintos, sin descendencia estructural de genero, se nos presenta como una obra tan original, que nos resulta ininteligible y extra-na. En otras palabras: una anomalia literaria, cuva intencion como obra de arte se nos escapa. Y es que hemos perdido sus coordenadas histörico-literarias hasta el punto de no poder situarla con claridad, aunque si con aproximacion por falta de datos estrictamente literarios —los ünicos que deberian ser välidos—, en una epoca. O, mejor, el Libro de buen amor se nos presenta como una anomalia porque, contrariamente a lo que suele ocurrir con las obras «cläsi-cas», no ha creado un genero, a pesar de utilizar el mismo procedimiento sintetico de aquellas. Fruto tardio, quizä demasiado tardio e individual, para no dejar mäs que al^u-nas semillas desnaturalizadas en los campos no demasiado fertiles de la Iiteratura castellana de los siglos xiv y xv23. Cuando se discute, la mayoria de las veces con pasion, sobre si el Libro de buen amor es obra medieval o preludia ya las innovaciones renacentistas —discusiones bizantinas, pero necesarias—, los argumentos literarios nos llevan, sin duda, a la primera opinion: el Libro de buen amor es quiza la obra en la que contiuyen todas, o casi todas, las tradiciones literarias medievales, o si se quiere, es la obra creada por el sTstema escolar de la Edad Media, como el Guzman de Alfarache Io es del metodo renacentista, la obra que, salvan-do las distänciä5"^=rtrrs'ah'afates^, rhas se aproxima, aunque no en el tono, al sistema literario Je Juan Kmz. porque 23 Para cl influjo cn tineas generates vid. Maria Rosa Lida de Malkiel, Juan Rav; Stleccion..., pp. 29-52 y 161-ni. Para las menciones antiguas, bibliografia en Samuel G. Armistead, \m Corönica, V (1977), pp. 71-77, y Keith Whinnom, «A Fifteen-Century reference to Don Melon and Dona Kndrina», journal of Hispanic Philology, II (1978), pp. 91-101. XXV L ambas procedían de la raíz común de la retórica y de un parejo concepto del fin último de toda obra literaria. Las fuentes del Libro de buen amor nos son bien conoci-das24: la oración iniciál procede de la liturgia; el prólogo en prosa se relaciona estrechamente con el metodo «moderno» del sermón; las fábulas derivan en su mayor parte del Komulus o Isopete, uno de los Iibros que se estudiaban ineíudiblemente en clase, como los Disticha Catonis, que suministran varias citas y un clima sentencioso generál; otras fábulas y cuentecillos vienen de tradiciones oralŕs _y escntás comunes a la Ľdad Media escolar europea, como sucede con la anécdota del sabio griego y el ribaldo, que se hallaba en una bien conocida obra jurídica; de Ovidio y sus imitadores —el Facetus, por ejemplo25— procede, entre otros aspectos más importantes, buena parte del arte de amar que se pone en boča don Amor; el extenso episodio de doňa Endrina es traducción —de acuerdo con el libre sistema de translación ad sensum y amplificatorio medieval— de la divulgadísima «comedia elegíaca» Pamphilus de amore, obra anónima de finales del siglo x.11 que se atribuyó a Ovidio_y al propio protagonista («que lo feo de la estoria diz Pánfilo e Nasón», 891 d); la pelea entre don Carnal y doňa Cuaresma, los pasajes dedicados a los pecados «morta-les», la imprecación contra la Muerte, las armas del cristia-no, la descripción del cortejo de Amor con los instrumen-tos, órdenes religiosas, la tienda de Amor con los enigmas de las estaciones y de los meses se hal Lin en múltiples textos latinos y vulgares medievales; la paródia de las Horas canónicas, el excurso dedicado al poder del dinero, la satira 24 Aun cuando se hayan matizado o aňadido algunas nuevas observacio-nes, sigue sicndo pilar básico insustituible la obra magna de Felix Lecov, Kecherches sur It <>Libro de buen amor- de Juan Rui%, archiprite de Hi/a, Paris, Droz, 1958 (hay reedición con suplementos de A. D. Deyermond, Farnbo-rough, Gregg International, 1974). Para cicrtas fuentes vulgares vid. John K. \Xalsh, «Juan Ruiz and mester de c/ere%/a...», Romance Philology, XXXIII (1979-1980), pp. 62-86. a Vid. José Miguel Martinez Torrejón, «EI Libro de buen amor y un manual de corrcsia: el hacetus "Monbus et vita"», Anuario de lotras, XXV (■987), PP- 65-90. XXVI contra los clérigos de Talavera se inspiran directa o indirec-tamente en textos latinos de corte goliárdico; la mavoría de las composiciones líricas de tanta importancia para la estructura literaria de la obra— falta en los manuscritos, pero podemos deducir que, como las escasas conservadas, pertenecía a géneros establecidos ya en Castilla (y hoy desaparecidos sin dejar más huellas que en el LJbro de buen amor); v, en fin, la estrofa utilizada a lo largo del libro, la c^ujc|eirna>. M Para la justificación del «yo» proteico en este caso, el tránsito del seductor al didáctico vid. A. Rey, «Juan Ruiz, Don Melón de la Huerta v el yo poético medieval», BUS, LVI (1979), pp. 103-116, I la retractatio de Josct, Nueras investigaciones.,., pp. 25-29. í"s cierto, y ahí está cl episodio iustificado por el «yo» didáctico («dixela por te dar ensienplo, non porque a mi vino», 909b), pero no es una perspectiva moderna la de ver en él una talia constructiva. Quienes defendemos una sola versión consideramos que la rama 2 (G7") suprimió el episodio siguicntc al igual que las coplas que anuncian cantigas y versos que no se incluyeron en cl arquctipo y lo hizo por eriterios de vcrosimilitud, en este caso al leer tres versos mas abajo «Seyendo vo después desto sin amor e con coidado» (910a). Antes de 1389, fecha del ms. G, un lector aplicaba ya unos eriterios de verosimilitud modernos. Lo que prueba que ya no entendía la ťunción del «yo» en cl lilin >. como se ha sugerido en varias ocasiones, por tratarse de una adaptación del Pamphilus Ilevada a cabo al margen de la obra e integrada posteriormente en el hilo narrativo, engar-zándola en el conjunto por medio de alusiones al episodio anterior de don Amor, aunque no pudo trastrocar el desen-lace. Porque no deja de ser sospechoso que las alusiones que se dan a lo largo de la obra de un episodio a otro sean siempre anaroricas, salvo en los preliminares de la acción, en los que se anticipa, de manera muy general, un proceso amoroso multiple fallido. La genesis de una obra con tal variedad de partes unita-rias de por si debió de ser compleja, pero en e! estadio en que nos ha llegado el texto, la trabazón de los episodios —por medio del jo del protagonista, por Trotaconventos, por las referencias anafóricas y por la cronología litúrgica— muestra que el autor quería dar una coherencia a la obra que superara, con mucho, la mera introducción de episodios, amorosos o no, para justificar la inclusion de un cancionero, cancionero que, ya se ha indicado, no era sólo erótico, como podria suceder en el caso de la Vita nuova v de otros ejemplos menos ilustres anteriores o coetáneos32. En el Pamphilus y en la llamada «comedia elegiaca» en-contró Juan Ruiz- un rico filón de tipos y situaciones, y una buena serie de ejercicios retóricos, dado el carácter escolar de esta clase de obras. Del género procede, sobre todo, el ambiente y el tono urbano, burgués y antiheroico que respira el Libra tie biwn amor. Pero la autobiografia amorosa ejemplar con los desenlaces frustrados, como ha demostrado con suficiente abundancia de argumentos Francisco Rico, que explica la estructura medular del libro sin necesidad de acudir a las maqimät, deriva de la lección medieval del Ovidio erótico33. En los Ars amatoria, Kemedia amoris y Amores y en sus numerosos derivados apócrifos, como el 32 Sobre el género dc la autobiografia-cancionero vid. el excelcntc articulo de Gybbon-Monypenny, «Autobiography in the Libro de buen amor in the Light of some Litcrarv Comparisons)), Bulletin of Hispánie Studies, XXXIV (1957), pp. 65-78. ,3 Francisco Rico Manricjue, «Sobrc el origcn de la autobiografia en el Libro dt buen amorx, Anuario dt Lstudios Medierates, IV (1967), pp. $oi-;2(. XXXII Ovídius puellarum, el De nuncio sagaci, el De tribus puellis, el mismo Pampbilus y, sobre todo, en el De vetula, halló Juan Ruiz el modelo inspirador de la autobiografia amorosa didáctica e irónica y bastantes tipos —comenzando por el protagonista—, motivos, excursos e incluso la alusión en el título a la vieja medianera34. No nos extraňe que los escola-res medievales vieran en Ovidio un autor didáctico, cuando un texto tan grave y sentencioso —y, por ello, memoriza-ble— como los Disticha Catonis recomendaba su lectura («Si quid amare libet vel discere amare legendo / Nasonem petito», II, 67-68). Y el supuesto retrato del arcipreste presenta rasgos, narigudos, del autor latino («la su nariz es luenga: esto le desconpon», i486d)35. Averroes —Abén Rovz36—J,..iue_z__desterrado por sus q^ctnna£^ye^ojjojydJo-isio^ Aristoteles —su Comentador, por antonomasia— que, desde ^^^^^^^?vS^SŠTQ!^^n^!SS3^^o^2^\úc2L «averrois-mö»ö7mejoj^_«aj^stgtel^^ JNo es posible emTŕnéTá^Tastesis de sus discípulos que fueron sucesiva-mente consideradas heterodoxas en progresión matemática desde el numero de 15 en 1241 hasta Ilegar a las 219 que 34 Francisco Rico relaciona la estructura del Buen amor con la de los manuscritos medievales, de uso escolar, habitualmente constituidos por varias obras. El vetustissimus to/etanus, por ejemplo, que copia el Pamphilus, contiene, además, el Andria de Terencio; la Consolación de la Filosofía de Boecio; los Psalmos; el De regimme jamiliae de S. Bernardo; las Fábulas de Esopo; el Creacismus de Evrard de Bethune; el Uber de Sacra doctrina; la Altercatio corporis et animae; una Ijctio defunctorum; el Y'acetus; y dos De doctrina mense (ap. Lisardo Rubio en su introducción al Pamphilus de amore, Barcelona, Bosch, 1977, p. 75). 35 Por lo demás, el retrato es el que corresponde según las 'físiognomías' medievales al hombre nacído en el signo de Venus, como ya seňaló Lecov, Ktcberchts, p. 539, n. ). 36 No es impensable suponer que Juan Ruiz, tan amigo de la paródia y de sacar el jugo a los nombres propios, tuvicra presente que su enemigo ideológico, como veremos, era también, en la castellanización del apellido,' un hijó de «Roiz» o de «Roix». Dos «Royzcs» enfrentados en el debate dialcctico sobre Dios, mundo y hombre. 37 Vid. el libro cjcmplar de Bruno Nardi, Saggi sulľ aristotelismo pádovom dal secolo \w al .\w, Firenze, Sansoni, 1958 y las actas del congreso del 8 centcnario Averroes multiple, Paris, Les Belies Lettres, 1978. XXXIII Etienne Tempier dictö contra Sigerio de Brabante, Enrique de Bäte y otros anönimos en 1277. De ellas, 144 ha conside-rado hereticas Roland Hissette38, pero para los presupuestos intelectualescje^^^l nos bastan unas cuantas en general39: a) Que__eJjjrum^o-j_Jas_es£ecies son elerTl'JJT*^™^^ b) Que la reproducciön es necesariä™pärTTa conserva-cjd^a<^^M^K|ae. c) Que la foinicacion simple no es pecado. d) Que la vida del hombre —enfermedades| camhins mu^rTe^"e^tTTegToT^öT los astros. No existe. pues. el libre albedrio, e) Que^nö^xiste la inmortalidad individual deLalma, Un divillgado^aesumas de vicios y virtudes —con buen conocimiento biblico y patristico y notable en sentencias de clasicos— el obispo de Lyon, Guillermo Peraldo, al tratar de la quaestio «Sequitur uidere quomodo illa quaestio diabo-lica est & irrisione digna, qua quaeritur Dominus prohibue-rit simplicem fornicationem», sintetizaba la opiniön de los aristotelicos heterodoxos sobre el problema sexual, esto es, la Injuria en terminos de la epoca: «non possum contine-re»40. Era tambien quaestio que se planteaba al abrir las Institutiones de Justiniano sobre el derecho natural41. El autordel^LJ3^jc^r^u1r^£y^^ n^ejilr^^ilosofia^^t^^^^^^^se discunan q3n__ar^oj^r^Ja5-^flil^£s1d^ 38 Enquete sur les 21} artkles tondamnés ä Paris le ~ mars UJf\ Louvain-Paris, 1977, p. 515. Las extraigo de la selección más amplia que da Francisco Rico en «"Por aver mantenencia". El aristotclismo hetcrodoxo en el Ubro de huen amom, Homenaje a Jose Antonio Maravall, Madrid, CIS, 1986, p. 286. Volvcrč con frecuencia sobre este articulo, capital para la interpretación del libro. 40 Sumtnae virtutum ac vitioram, Lyon, M 5 5. IL P- 79b. 41 «Ius naturale est, quod natura omnia animalia doeuit. Nam ius istud non humani generis proprium est, sed omnium animalium, quae in coelo, quae in terra, quae in mare nascuntur. Hinc descendit maris atque fbemina coniunetio, quam nos matrimonium appcllamus, hic liberorum proercatio, hinc educatio.», Institutiones, I, II. Vid. Rico, «Por aver mantenencia...», p. 284, que cita el titulo, más difundido, a traves del Digesto, I, II, I ambos coinciden. Es problema, pucs, que se plantea tanto en la teológia como en derecho. XXXIV si^o^^nysiguientes. Por el contrario, desde el prologo cn pros^t^sT?TTc?naauo en ambos derechos entra de inmediato en la quaestio para que no quepa duda de su postura intelec-tual. Quienes defienden la doble redacciön de la obra y consideran este prölogo una adiciön de la segunda o, inclu-so, una adiciön apöcrifa o un sermön parödico - aunque lo sea estructuralmente—42, falsean, creo, la genesis filosöflca \ teolögica que es raiz, v no esqueje, del libro. Cuando el autor, tras la invocaciön a Cristo y a la Virgen —que nadie ha pensado que fueran dos oraciones parodicas—, abre su texto con el thema que es una cita del salmo Intellectum tibi dabo et ingredior in via hac qua gradieris, sabia muv bien que ya estaba tomando una actitud clara frente a la quaestio del intellectus agtmsj±_paiiikilis. Por eso continua con una defini-ciön de las potencias desde la opinion de «algunos doctores philösophos» —no de todos, porque los aristotelicos hete-rodoxos no opinaban esto— «que son propiamente suvas; son estas: entendimiento, voluntad e memoria» —observese el orden. No hay doble verdad: los filösofos han llegado a las mismas conclusiones sobre el caracter de las potencias que los teölogos: son, como el alma, incorruptibles. Se ha senalado acertadamente el trasfondo agustiniano que aflora en esta concepciön de las potencias y, en particular, de la memoria43. El autor insiste en la funciön de esta potencia para guardar las ensenanzas del entendimiento v tomar decisiones futuras seleccionado el material acumulado en su «gela»: escogerä las buenas obras para salvarse por ellas. Pero la naturaleza hjjUgjg^gueCttj TTia^ 'or_Ja_expenejnda^sLiy_a......o ajena (de ahi las fibulas, ejemplos, sentencias, refranes), los razonamientos del mismo )uan Ruiz, a traves de una curio-sa y original quaestio escolästica. desarfolla'da en forma de ficciön narrativa en la que el protagonista es, «a las deve-zes», el propio antagonista del debate. El protagonista-autor, o autor-protagonista, presenta un yo dialectico —argumentaciön/refutaciön— que al articularse en una auto-biogriHa cömica da como resultado un personaje v una obra ambiguos. Y el autor, ademas, en ambos prölogos, en prosa y verso se esforzö cuanto pudo —en esto no fue ambiguo— en dejar bien sentado que su obra tenia dos lecturas: una superficial, la corteza; otra profunda, el meollo f«la senteiv da»)! El arcipffste dejäTiTobra abierta a la interpretaciön de Ins variados lectores-oyenfces («De rodos instrumentos vo, libro, so pariente; / bien o mal, qual puntares, tal dire cjertamente», 7oab), pero , buen jurista, se acoge al postula- " Viel. Diego (Catalan, «Aunque omne non goste...», cuya interpretacion de la copla 154 me parecc exaeta. XXXIX do de sanjJjjlaxio_(<>) que se incluía como autoridad en el De verborum sipiifkatióne * cap. VI, que cierra el quinto libro de las Decretales: «Intelligentia dictorum ex causis est assumenda dicendi, quia non sermo-nis res, sed rei sermo~subiectus». Pero no lo hace directa-mente de este texto, como séria de esperar, sino a través de un pasaje de san Gregorio en que recreaba a Hilario: «Certe noverit lite, quiintentionem, & voluntatem altejL"s varti< expTicat verbis: quia non debet aliquis verba considerare, sed voluntatem intentionem: quiajTCHL-debet intentio verbis deservire, sed verba intentionis» (Decretum, II, xxii, v, ;ii). Traslada el arcipreste: «e segund derecho. las palabras sirven a la int£ncLQii_£—oqd—La_intención a las. Lalahras.» (Pr. 129-131). Hay que decir que el pasaje de Gregorio se encuentra atestiguado, nada menos, en el capitulo de Graciano sobre los perjuros. .fEstaria el arcipreste «faziendo del ojo» a los expertos en derecho canönico? ^Ambigüedad de ambigüedades? Es posible que el arcipreste estuviera, como hace en la ultima parte del prölogo, jugando con las sutilezas exegeticas y los modus significandi a que tan dados eran sus coetäneos. Pero extrapolar estos guinos y hacer del autor un falsario o un esceptico moderno es ir no solo contra su prölogo sino contra el desarrollo general de la obra y su «intenciön», que «non fue de lo fazer por dar manera de pecar ni por maldezir, mas fue por reducir a todo persona a memoria buena de bien obrar e dar ensienplo de buenas costunbres e castigos de salvaciön; e porque sean todos apercebidos e se puedan mejor guardar de tantas maestrias como algunos usan por el loco amor» (Pr. 131- 137)54. La ensenanza?^^«//W7p ha sido practica comün de moralistas y^^clicad^e^^lxnos frecuente.T^quTTsTrTtjäTa 54 «Es que entre las multiples voces de Juan Ruiz son frecuentes las interferencias. Un discurso parlamentariamentc grave puede sorprendernos con la pirueta ocasional de las "algunas burlas". Incluso una pieza tan circunspecta como el prölogo se permite "enxcrir" una socarroneria a costa del infeliz que se dediča a emplear el Libro como manual "del loco amor" y a quien esperan, por tamo, las mismas desdichas que al protagonista...* (F. Rico, «Por aver mantenencia...», p. 279). XL originalidad del libro y sus dificultades exegéticas, que ésta se exponga con una alegría y dulzura en aparente contraste con los fmes^cc^vej^r^^ecador. Sin embargo, JuanRuiz, como Caton^Treíaerila^vimicr benéfica de la risä^ca"la rriucTrá^nstezT^rTuc^^ que un clérigo pueda parodiar los graves textos de los horas canónicas dándoles un modus signifuandi sexual, más propio de un escolar adolescente que de un experto jurista55. Pero nos liena de estupor que el protagonista ex contrario de la obra sea un arcipreste cuyo curriculum vitae se corresponde punto por punto con las causas del pecado de la lujuria. Las enumera con detaile el cita3o Guillermo Peraldo al tratar De_ incitamentis luxuriae: «Quae sunt octo, scilicet otium, indis-creta sumptio cibi & potus, exhortatio uetularum uel alia-rum personarum quae consiliatrices sunt turpitudines & prauum exemplum, aspectus mulierum, colloquium, auditus cantilenarum amatorium uel instrumentorum & turpilo-quiorum & tactus»56. Nuestro arcipreste Uega a más, ptrr=-que incluso no sólo oye canciones amatorias, acompaňadas de música: él mismo las compone. Las vetulae de la tradition pseudovidiana son comkae. persnnnae. simpáticas por su astu-cia y verbu, 'ľtíirible personaje resulta ser en cambio la retula de Peraldo: «Secundum est hoc, quod opus earum magis est noxium quam opus diaboli. Vbi enim nec homo nec diabolus potest aliquid facere per se, ibi facit vetula. Vnde posset recte dici diabolus, eo quod in peceato diabolo assimiletur... Posset etiam dici Sathan, quod interpretatur aduersator. Efficacius enim aduersatur saluti eius quam mouet ad malum, quam ipse diabolus»57. Y el buen obispo de Lyon continúa sus dicterios contra vetulas en tres páginas 55 Veánse en la bibliografia los recientes estudios dedieados al tema por Louise O. Vasvari, en especial «Vegetal-Genital Onomastics in the LBA». Rphi XLII (1988), pp. 1-29 —y las reservas de Joset en Nuevas investigations..., pp. 71-73— y Vicente Reynal, Hl lenguaje erótico medieval a través de la obra del Arcipreste de llita. Madrid, Playor, 1988. Conviene no extrapolar las alusiones sexuales que las hay, sin duda, y numerosas. 56 Sum mat virtutum ac vitiorum, II, p. 57b. 57 Summae..., II, p. $8ab. XLI a dos columnas en letra pequeňa58. Pues bien, el arcipreste «por dezir razon» ('para decir verdaď), aparte de enumerar los apodos de la alcahueta en la lengua de la calle, llega al extremo de dar el apelativo de Buen Amor a quien los tratadistas de vicios y virtudes identiřlcaban con el diablo (o peor): »Buen Amor puse al libro y a ella toda sazón» (933b). Y a santificarla en un «pitafio» (1576-78). Léanse estos pasajes desde la verosimilitud del personaje, cum granu salis y con los presupuestos exegéticos del prólogo, porque otro curriculum arciprestii se alterna con el anterior: el del arcipreste catequista, que visita su diócesis para vigilar e «infor-mar» a los clérigos «simples» y a sus feligreses59. El primero es el arcipreste protagonista, el aristotélico heterodoxo que deduce haber nacido en el signo de Venus, que se deja arrastrar por todas las especies de incitación a la lujuria; el segundo, el arcipreste didáctico que acude a la escritura para cautelar sobre el «loco amor» y catequizar a su público. Si con las andanzas del primero «alegra los cuerpos», con las enseňanzas del segundo «presta a las almas». Las voces de los dos arciprestes se interfieren con frecuencia. Pero ambos saben que el remedio principál contra_JitJiiiuria.._es «una dueňa garrida»60: «Specialiter autem ualet contra peccatum illud beata uirgo Maria, quae sic amatrix est munditiae in se, sicut in aliis. Et specialiter aliquod seruitmm faciendum esset, ut ab hoc igne liberaret»61. Bajo su advocación, y la de Jesucristo (Oracion iniciál), abre v cierra el arcipreste su obra (copla 19 y 1626): Porque de todo bien es comiengo e raíz la Virgen Santa Maria, por ende yo Juan Ruiz... Porque Santa Maria, segund que dicho he, es comiengo e fin del bien, tal es mi fe... 58 Vid. Pedro Cátedra, De amor y pedagogia..., pp. 109-112, donde trae orros jugosos ejemplos de predicadores del siglo xv. 59 Vid. Fco. J. Hernandez, «Juan Ruiz y otros arcipresres...», que seňala el curriculum del arcipreste visitador como elemento cstructural del LBA. 60 Naturalmcnte, sc trata dc un nucvo salto del «scso» a la «burla». Para la frase vid. n. al verso 64a. " Summae virtutum ac vitiorum, II, p. 78b. XL1I Ambos curricula, del lujurioso y del visitador, se hacen literatura al encontrar Juan Ruiz en el genero de las auto-biografias pseudovidianas la forma mäs idönea para desarro-llar este extrano debate dialectico. Encontro el genero porque el tono que queria imprimir a su obra no era el grave v doctrinal de un predicador ni el intelectual lögico, a palo seco, de un tratado escolästico. El püblico urbano a quien iba a dirigir su obra, habituado a unos generös vulgares quizä no demasiado didäcticos —libros de caballe-rias, canciones trovadorescas, repertorios de juglares—, ni alcanzaba las sutilezas caliginosas de los sumulistas ni le producian mayor deleite que aquellas los tratados morales y los sermones, por mäs que estuviesen compuestos con el nuevo metodo. Juan Ruiz quiso imprimir a su obra un tono' cömico, coloquial,~vTtal v desenfadado —el de la «mance-bfa» urbana de SU epoca, y de siempre— para ensenar deleitando62. Ensenar <;que? El autor lo repetira hasta 1a saciedad en varios lugares, comenzando por el prologo: que el unico amor bueno, el buen amorbi, n^es^rj^^^eelde 62 Aunquc cl autor habla «cn general», a mcior a los dos grandes grupos los cuerdos y los locos, en la obra, el «yo» proteico —amador, didactico, juglar, etc. se dirige a distintos reccptores (duenas, varones, manccbos, clerigos simples, amigos, seriorcs), con preferencia a las duenas y con un claro tono cortes, el «estilo doneguil» (vid. Diego Catalan, art. cit., pp. 78-82; y tambien Jorge Guzman, Una conslante didactico-moral del l.ihro de buen amor, Mexico, 1963). Y, naturalmente, a un publico universitario, que era el receptor ideal dc sus sutilczas (vid. Jeremy N. H. Lawrance, «The Audience of \.ibro de buen amorn. Comparative Literature, XXXVI 11984], pp. 220-237, y Gvbbon-Monypcnny, que en su introduccion a la edicion, p. 26, como aquel, opta por un publico de clerigos). Un resumen del tema en Joset, Suevas investigaciones..., pp. 110-114, que se inclina por un publico heterogenco, «aunque reducido en numcro de oyentcs por sesion de recitacion» (p. 114). 63 Sobre el termino, vid. Brian Dutton, «Buen amor: Its Meaning and Uses in Some Medieval Tcxts», Libra de buen amor. Studies, pp. 95-122. [. Mcnendez Pelaez, hi Libro de buen amor..., pp. 66-81 y los varios articulos que Joset ha dedicado al tema, citados en la bibliografia y el Apendice I de sus Xucias imestipacionts..., pp. 129-147. Quiencs defienden las dos redaccio-nes, ven en la primera un concept*) de buen amor mas carnal defensa del matrimonio o de la barragania en los clerigos, por cjcmplo Mcnendez Pelaez, quien, como Marquez Villanueva («F.l buen amor», en Retecciones de Literatura Medieval, Sevilla, 1977, p. 70), deficnde la conccpcion vcterotes- X1J11 Diojy, qu^sólose^u^dealc^^ buenas obras, que losT^mäncebos^^rif^ las «fembra"s pTaz^ mmmm ^ĚTTibro, en efecto, pretende descubrir las trampas que utilizan aquellos seductores pertinaces que siguen el /oco amor, y también el fino amor, concupiscente a pesar de su idealismo64: «fue compuesto el romance por muchos males e daňos / que fazen muchos e muchas a otros con sus enga-ňos» (1634.bc). Enseňar deleitando sí, porque del itinerario erótico del protagonista ningún lector y oyente, ni tan siquiera los «mancebos livianos» (67c), puede extraer otra consecuencia que el fracaso más absoluto del /oco amor. La niuerte^pre^ente^r^ re^^S^^^^^^^^^^^^^^^^TT^^^^^^^^^^^ plaTeTěs^řiurídanos.65. Es de supône^Tmeaquellos que bíscarjáTrTŕjTaobra la prometida enseňanza erótica del prólogo («Enpero, porque es umanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar del loco tamentaria del amor carnal que sólo es pecado si se comctc adulterio ; en la scgunda versión, se cargaría de sentido religioso el prólogo y los presuntos aňadidos extensos (910-949 y 1318-13}!). 64 En este punto, como en otros, estoy totalmente de acuerdo con Alicia C. Ferraresi, De amor j poesia..., pp. 252 y ss., en especial. Cf. «...me refiero especialmcnte a Ovidio, el Maestro e inspirador de JR en la sutil emprcsa de "volverle la pellcja" a la prcceptiva del amor cortés» (M. Morrcale, «Más apuntes...», HR, XXXVII [1969], p. 163). Y quizá, como sugiere Rico («Por aver mantcnen(;ia...», p. 297), también quería «volverlc la pelleja» al Roman de Ja Rose, y no sólo en el terna sino también en otros aspcctos estructurales que se limita a apuntar en el cierre de su artículo, que preludia una continuación. 65 Vid. Rafael Lapesa, «E1 terna de la muerte en el Libro de buen amor», en De la Edad Media a nuestros dias, Madrid, Gredos, 1967, pp. 13-75; y Rogcr M. Walker, «Con miedo de la muerte la miel non es sabrosa: Love, Sin and Death in the Libro de buen amor». Libro de buen amor Studies, pp. 231-í\í. Tiene razón Rico («Por aver mantenencia...», p. 296), al rebajar la presencia de la muerte en libro, no porque no se sienta sino porque se refiere a la terrible del cuerpo, «de tejas abajow, y, sobre todo, porque el vituperio va en boca del protagonista. XLIV amor, aquí fallarán algunas maneras para ello», Pr. 118-120), cerraraji_elJibjo con iina snnrisa al.descybrir el cebo hábil-mente tendido por el autor para incitarles a stTIeTttMra. LJesde luego, parece difícil que encontraran en el nnervas arterías extraňas para pecar. Por el contrario, dado el pecu-liar fluir del hilo narrativo, no les quedó más remedio que, entre las burlas, echarse al cuerpo, o mejor al alma, una víra Cbristi diluida en las varias cantigas marianas, una medita-ción sobre la muerte y, sobre todo, un completo catecismo que se inicia en el prólogo, tan importante teológicamente para la cabal inteligencia del libro, y que prosigue a lo largo de la obra, alternándose con los episodios de la acción principál narrativa: el libre albedrío, los pecados mortales, los sacramentos —y, en particular, la penitencia—, los enemigos del alma, las virtudes cardinales, los dones del Espíritu Santo, las obras de misericordia66. La búsqueda de la variedad, nacida de la a su modo proporcionada alternancia o imbricación de lo útil y de lo dulce para conseguir el deleite y, con él, la enseňanza de un particular público, explica no sólo la estructura generál de la obra y la forma literaria escogida sino también la distribu-ción de sus partes y elementos menores. Y explica también esos para nosotros asombrosos saltos del cielo a la tierra, de la tesis a la antítesis, de lo grave a lo cómico, de un sermón cristiano a la alabanza de las dueňas chicas. El artista67 Decía un fino crítico ciceroniano que «los cuentos, unos encierran y tienen la grácia en ellos mismos; otros, en el 66 Vid. el interesante artículo de Derek W. Lomax, «Algunos autores rehgiosos (1295-13 50)», Journal of Hispánie Philology, II (1978), 81-90, sobre el muy posible aunque «pequeňo boom» de libros destinados a la enseňanza relígiosa. Quizá el IJbro de buen amor se sitúa —y no como paródia en esa corriente de inquietud, si bien, con formas literarias distintas. Vid. también J. Menéndez Peláez, «Catequesis y literatúra en la Espaňa medieval», štúdium ovetense, VIII (1980), pp. 7-41. 67 Sobre el «artista», además de las páginas de Menéndez Pidal, Spitzer y Maria Rosa Lida, consúltese C. Gariano, E! mundo poético de Juan Rui^, XLV modo de contarlos»68. Y, en efecto, todo lo expuesto ante-riormente sobre los materiales v compleja composición de la obra, no justificaría la grandeza literaria de ésta si Juan Ruiz, además de los buenos deseos para convenir al buen amor a sus prójimos, no hubiera sido un admirable poeta de multiples tonalidades. Su «entengion» fue avisar de las artimaňas que utilizan los que siguen el loco amor, pero también «mostrar a los sinples fablas e versos estranos» (iÓ34d). Quizá esta intención complementaria era un nuevo acicate para hacer tragar con el dulce encanto de la poesía la amarga píldora de la enseňanza. Sin embargo, Juan Ruiz se consideraba a si mismo como artista de la poética, es decir, un perfecto conocer de la rigurosa ciencia de la poesía y excelente práctico: «E conpóselo otrosí a dar algunos leción e muestra de metrificar e rimar e de trobar; ca trobas e notas e rimas e ditados e versos fiz conplidamente, segund que esta ciencia requiere» (Pr. 142-145). Es pena que en el texto conservado no se incluva, quizá voluntariamente, el cancionero complete que prometía el autor v que las mues-tras se reduzcan a la vena sacro-moral y burlesca. Su lírica amorosa, por lo que se trasluce en algún pásaje del libro («jAy Dios, y quán fermosa viene doňa Endrina por la placa!», etc.) podría haber sido de altísima calidad. Juan Ruiz escogió para el resto del libro laestrofa narrativa culta, la cuaderna via, cuyo verso constitutivo, el alejandrino, era el que más se parecía al elegíaco de la comedia latina medieval y el de más ilustre tradición al conformar temas tan graves como milagros marianos y vidas de santos y de heroes ejemplares (Alexandre, Apolo-nio, Fernán Gonzalez). Aunque los poetas de la cuaderna via no hicieron demasiado caso de la division de estilos, con el Libro de buen amor, por primera vez en «castellano» (?), la Madrid, Credos, 1968; Anthony N. Zaharcas, The Art of Juan Rui% Arcbipriest ojUlfa, Madrid, 1965 (y cl comento a su edición de 1989); Luis Beltrán, Ra^ones de buen amor, Madrid Juan March Castalia, 1917; Marmo, Dalle fonti alle forme..., etc. 68 De Cervantes por boca de Cipión en el Coloquio de los perros {Xovelas ejemplares, cd. Schevil-Bonilla, III, p. 159). XI. VI estrofa se adapta a una amplisima gama de temas, tonos y niveles de lengua en admirable sintesis sin antecedentes conocidos. El tetrastrofo alejandrino monorrimo —cuaderna via, mejor— presenta una peculiar constitucion que inevita-blemente tiende a la repeticion y a la monotonia («monoto~ nas hileras de chopos invernales / en donde nada brilla...»). Pero es una estrofa en extremo apta para una poetica que estima como recurso mas valioso la amplijicatio: un mismo concepto se vierte no solo en cada verso sino en varias estrofas. La repeticion de contenidos expresados con todo tipo de paralelismos, sintacticos, morfologicos y fonicos — la misma rima en los cuatro versos—, se convierte en uno de los procedimientos mas utiles para la literatura de «casti-gos y documentos». La extension del verso permitia la inclusion completa de sentencias de «sabios envisos» y de refranes y «pastranas» de viejas: breves compendios de normas y consejos que Servian para que, memorizados con facilidad, letrados e iletrados pudieran peregrinar sin tantos peligros por los caminos de este mundo enganoso («lo que semeja non es, oya bien tu oreja», i62d). La repeticion, sin embargo, tiene sus limites. La_ monotonia puede provocar efectos contrarios a los pretendidos. Y el arcipreste, fino retonco que quiere persuadir por medio del deleite. procura romperla con la variedad. De ahi ciertas libertades en la metrica, como, por ejemplo, la presencia de estrofas enteras con hemistiquios de ocho silabas (8-M) en determinados momentos de la narracion69. O bien la riqueza en la varie-dad de rimas70 o la flexibilidad sintactica, Excelente dominador de las figuras retoricas, Juan Ruiz, en grado incomparablemente mayor que sus antecesores y como correspondia a una obra de tono burgues antiheroico, 60 Para la funcion estilistica de estos cambios vid. la edition dc Joan Corominas. Para la metrica, en general, Oreste Macri. Ensayo de^jnitrim sintagmdtica, Madrid, Gredos, 1969, donde estudlacon su habitual pcrspica-cia la »imhi>»ci« rli- 1^1 m^frir-i rirmirQ 111jri^rnfA inn I y |a acentual romance. 7" Vid. Kenneth W. J. Adams, «Juan Ruiz's Manipulation ot Kh~yme: Some Linguistic and Stilistic Consequences*, Libro de buen amor' Studies, pp. 1-28, y A. J. Cascardi, «Leixa-Pren y el Libra de buen anion, NR1H, XXXI (1982), pp. 97-105. XLVII incorpora al culto alejandrino el mundo de lo cotidiano y es un documento precioso v linico como testimonio de la lengua coloquial y de los realia de su tiempo. Resulta curioso comprobar como el alejandrino, metro narrativo, se adapta a los mas variados niveles de la lengua hablada. La abundancia de giros, de frases hechas y el copioso reperto-rio de terminos procedentes de las mas diversas artes liberates v mecanicas, que a veces se agolpan en apretadas series como si el autor hubiera sido desbordado por su propia palabra, crean gran parte del clima vital, cordial y humano que emana de la obra. Juan Ruiz, maestro de la palabra y de la parodia71, es igualmente maestro en el arte del relato breve. Cualquier modelo latino o vulgar palidece si se lo compara con las recreaciones del arcipreste, cuentista admirable que es capaz de dar vida a la mas insulsa v fria de las fabulas de Anglicus. Sin duda, Juan Ruiz quiso encaminar a su publico por la senda del buen amor. Pero tambien pretendio —ridendo corrigit mores— entretener y alegrar a cuerdos y a locos («por vos dar solaz a todos, fablevos en jugleria», 1633b). En el epilogo afirma de su libro que «si lo oye alguno que tenga mujer fea, / o si muger lo oye, que su omne vil sea, /fazer a Dios servicio al punto lo desea» (i6zybcd). Desconozco si esos desafortunados conyuges, concluida la leccion de la obra, se dirigirian raudos v sonrientes a la iglesia para «oir misas e fazer oblaciones», «dar a pobres bodigos e raciones» y «fazer mucha limosna e dezir oraciones» (1628). De ser 71 Vid. A. D. Deyermond, «Somc aspects of Parodv in thc IJbro de buen amor«, IJbro de buen amor' Sludies, pp. 53-78, y John K. V» alsh, «Juan Ruiz and mester de clere^ia. Lost Contcxt and lost Parodv in the IJbro de buen amor», RPb, XXXIII (1979-1980), pp. 62-86. No convicne, sin embargo, extralimitar la parodia, y particularmente cn lo que respecta al prólogo en prosa. Vid. ahora las ponderadas observacioncs de James Burke, «The IJbro de buen amor and thc medieval meditative Sermon Tradition», Ld C.orömca, IX (1981), pp. 122-127, v el libro de Dayle Scidcnspinner-Núňcz, The Alleßory of Good Ijive: Parodie Perspectivism in the «IJbro de buen amor», University of California, 1981. Para un diseusión sobre el termino «parodia» y su prudente aplicación al Hlien umor vid. Joset, Xueras imestipacio-nes..., pp. 73-82. Desdc otra perspectiva, J. L. Girón Alfonchel, «Hnuncia-ción y estilo epico...», Dicenda, 8 (1989), pp. 13-70. XIA III asi, Juan Ruiz habría inventado un más eficaz, dulce v divertido método para convertir al pecador que el que utilizaban los terroríficos predicadores de su tiempo. Noso-tros, y quizá alguno de los «locos» lectores del siglo xiv como ya presumía el autor, nos quedamos sólo en la «fer-mosa cobertura» de la obra, y preferimos las «palabras pintadas» y las «burlas achacadas»: se nos impone el Juan Ruiz artista de la palabra y del relato breve sobre el Juan Ruiz moralista y grave. Es probable que a él le ocurriera otro tanto. Manuscritos y ediciones El Libro de buen amor sintetizaba todo un universo litera-rio y cultural que estaba á~punto de desaparecer. Sólo el Canciller Ayala en el Libro rimado de palacio acudió a su arquitectura y a algunos matices de la múltiple irisación tonal del modelo. Los otros dos grandes lectores del siglo xv, el Arcipreste de Talavera y plausiblemente Fernando de Rojas —o, para hilar más fino, el anónimo creador de La Celestína— aprovecharon del texto aquellos aspectos —mentalidad, tipos, lengua— que todavía tenían vigencia cultural o posibilidades literarias en su tiempo. Traducido al portugués72 —se conserva un fragmento de finales del siglo xiv—, el Arcipreste de Talavera73, Lope García de Sala-zar74, el Ilamado «juglar cazurro»75 y algún raro documen- 72 Fuc publicado por Theofilo Praga y con mejor criterio por A. G. Solalindc, «Fragmcntos de una traduction portuguesa del Libro de buen amor», RFE, I (1914), pp. 162-72. "3 Alfonso Martinez de Toledo, arcipreste de Talavera, cita en LI Corbacho varios pasajes, en general sentenciosos, del tratado del arcipreste de Hita. Como ha senalado la critica — Joset, por ejempio , es interesante el uso del termino tratado aplicado al LBA, porque prueba que Martinez de Toledo habia hecho una lectura didactica de la obra, como el lector de S que se dedica a senalar aquellos pasajes mas sentenciosos del texto. '* Identificado por Samuel G. Armistead, «An Unnotice Fifteenth Century Citatio of the Libro de buen amor», HR, XLI (197;), pp. 88-91. 5 Publicado por Menendez Pidal, Poesiajugtaresca yjuglares, pp. 487-49). Vid. A. D. Dcyermond, «Juglar's Repertoire or Sermon Notebook? The Lba and a Manuscript Miscellany», BUS, LI (1974), pp. 217-27, donde discute el caracter juglaresco del documento. XI.IX