Elementos románticos en la obra realística de Juan Valera – Pepita Jiménez En nuestro trabajo, nos vamos a analizar los elementos románticos en la obra realística de Juan Valera. En su producción literaria proclama el autor, que la novela debería ser el espejo de la realidad. La obra Pepita Jiménez es llena de temas amorosos y el amor a la mujer está en la obra contra el amor a Dios. Es posible que el autor se inspira mucho en la doctrina que se llama Krausismo. El protagonista Luis de Vargas debía hacerse un sacerdote por el camino dogmático. El Krausismo reconoce Dios, pero de una manera antidogmática. Esta realidad quiere mostrar Juan Valera en su obra, que el camino al Dios puede tomar distintos caminos. El amor a Pepita Jiménez es al final lo que salva el protagonista y la mujer está considerada como el símbolo de socorro. Al primero Luis pensaba que Pepita Jiménez como la mujer, que nunca había visto antes, es una persona mala, pero cuando la veo por primera vez la compara con Dios. „La mano es el instrumento de nuestras obras, el signo de nuestra nobleza, el medio por donde la inteligencia reviste de forma sus pensamientos artísticos, y da ser a las creaciones de la voluntad, y ejerce el imperio que Dios concedió al hombre sobre todas las criaturas...las manos de esta Pepita, que parecen casi diáfanas como el alabastro, si bien con leves tintas rosadas, donde cree uno ver circular la sangre pura y sutil, que da a sus venas un ligero viso azul; estas manos, digo, de dedos afilados y de sin par corrección de dibujo, parecen el símbolo del imperio mágico, del dominio misterioso que tiene y ejerce el espíritu humano, sin fuerza material, sobre todas las cosas visibles que han sido inmediatamente creadas por Dios y que por medio del hombre Dios completa y mejora. Imposible parece que quien tiene manos como Pepita tenga pensamiento impuro, ni idea grosera, ni proyecto ruin que esté en discordancia con las limpias manos que deben ejecutarle”. Otra vez se aparece este efecto en la descripción de los ojos de Pepita. Luis sabe de sus estudios que los ojos de las mujeres son instrumentos de la maldad: „Se diría que cree que los ojos sirven para ver y nada más que para ver. Lo contrario de lo que yo, según he oído decir, presumo que creen la mayor parte de las mujeres jóvenes y bonitas, que hacen de los ojos un arma de combate y como un aparato eléctrico o fulmíneo para rendir corazones y cautivarlos. No son así, por cierto, los ojos de Pepita, donde hay una serenidad y una paz como del cielo. Ni por eso se puede decir que miren con fría indiferencia. Sus ojos están llenos de caridad y de dulzura”. En la primera parte, Luis demuestra el odio al pueblo donde tiene que vivir con su padre y donde conoce el mundo del que hasta ahora solamente había oido y lo puede solamente imaginar: „¡Cuánto me pesa de haber venido por aquí y de permanecer aquí tan largo tiempo! Había pasado la vida en su casa de Vd. y en el Seminario, no había visto ni tratado más que a mis compañeros y maestros; nada conocía del mundo sino por especulación y teoría; y de pronto, aunque sea en un lugar, me veo lanzado en medio del mundo, y distraído de mis estudios, meditaciones y oraciones por mil objetos profanos”. Esto podemos considerar como una oposición contra el dogma (uno de los aspectos del Krausismo). Luis de Vargas siempre duda de si mismo, pensar en Pepita le induce a los malos pensamientos, pero siempre le queda la idea de Dios: „No creo, a pesar de todo, como Vd. me advierte, que es tan fácil para mí una fea y no pensada caída. No confío en mí: confío en la misericordia de Dios y en su gracia, y espero que no sea...Porque Dios, no más, debe ocupar nuestra alma, como su dueño y esposo, y cualquiera otro ser que en ella more, ha de ser sólo a título de amigo o siervo o hechura del esposo, y en quien el esposo se complace”. Luis de Vargas se confiesa a su tío, señor Deán que piensa en Pepita, pero da la cupla a las circunstancias, que se las llevaron aquí: „Si de mis cartas anteriores resultan encomios para el alma de Pepita Jiménez, culpa es de mi padre y del señor vicario y no mía; porque al principio, lejos de ser favorable a esta mujer, estaba yo prevenido contra ella con prevención injusta”. Luis intenta siempre ocultar la predilección a Pepita con el amor al Dios: „yo veo en Pepita Jiménez una hermosa criatura de Dios, y por Dios la amo, como a hermana. Si alguna predilección siento por ella es por las alabanzas que de ella oigo a mi padre, al señor vicario y a casi todos los de este lugar”. La belleza (una de los rasgos románticos) aquí está comparada en la mente del protagonista con la idea de belleza, la pregunta es que es más, la idea de belleza de Dios o la belleza de un ser vivo. Luis de Vargas como un seminarista piensa que exista solamente una belleza y que es la divina: „La hermosura, obra de un arte soberano y divino, su idea es eterna...La belleza de esta mujer, tal como hoy se me manifiesta, desaparecerá dentro de breves años, la hermosura misma, ¿quién la destruirá? ¿No está en la mente divina? Percibida y conocida por mí, ¿no vivirá en mi alma, vencedora de la vejez y aun de la muerte?” A pepita le parace que Luis de Vargas está muy triste y se aparece el conflicto entre el dogma – ser un sacerdote y ser una persona que puede amar Dios, pero también vive en este mundo real y no solamente en el mundo de las ideas divinas: „Vd. me ha de perdonar si soy maliciosa, pero se me figura que, además del disgusto de verse Vd. separado hoy de sus ocupaciones favoritas, hay algo más que contribuye poderosamente a su mal humor. No es sentimiento propio de quien va a ser sacerdote tan pronto, pero sí lo es de un joven de veintidós años”. Después del primer encuentro con Pepita Jiménez, Luis de Vargas está influido mucho por el amor y la memoria a Pepita Jiménez no le deja concetrarse a sus estudios religiosos: „ Al mirarnos así, hasta de Dios me olvido. La imagen de ella se levanta en el fondo de mi espíritu, vencedora de todo. Su hermosura resplandece sobre toda hermosura”. Cómo el no sabe nada de este sentimiento, se asustó y para que no tuviera que ver Pepita Jiménez se puso enfermo. A pesar de su enfermedad, su padre le obliga ir a la casa de Pepita. Juan Valera describe el encuentro de los dos enamorados como una entrelazamiento de las almas: „ Cada vez que se encuentran nuestras miradas, se lanzan en ellas nuestras almas, y en los rayos que se cruzan, se me figura que se unen y compenetran. Allí se descubren mil inefables misterios de amor”. Uno de los temas más frequentes en la época del romanticismo fue la muerte contra el amor. Juan Valera como el autor que fue influido mucho por el romanticismo, basa la relación entre los dos amantes en esta ambigüedad. Luis de Vargas escribe a su tío (señor Deán) que su consejo pensar en la muerte en lugar del amor a Pepita, no le sirve para nada: „Me recomienda Vd. que piense en la muerte...¿Cómo he de temer la muerte cuando deseo morir? El amor y la muerte son hermanos. Un sentimiento de abnegación se alza de las profundidades de mi ser, y me llama a sí, y me dice que todo mi ser debe darse y perderse por el objeto amado”. Así su alma está en la lucha constante, sus ideas anteriores de Dios son ahora sometidos a la prueba. La dificultad de la lucha en la alma de un jóven seminarista que hasta ahora no sabe nada del amor está demostrada en su otra carta (la luz – Dios, las tinieblas – el amor): „En esta batalla de la luz contra las tinieblas, yo combato por la luz; pero tal vez imagino que me paso al enemigo, que soy un desertor infame; y oigo la voz del águila de Patmos que dice: «Y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz»; y entonces me lleno de terror y me juzgo perdido”. De este modo el contenido puede resultar solamente por el único camino para el protagonista – la huida del campo de su padre y de Pepita Jiménez. Luis de Vergas y su padre Pedro de Vargas se quedaron que el día 25 de Junio saldría del pueblo. Antes del día mencionado, la última noche, Luis de Vergas está en la casa de Pepita Jiménez y otra vez la acompaña durante el juego a las cartas. Los dos amantes se besaron por la primera vez y para el seminarista que no había tenido ninguna experiencia con las mujeres hasta ahora es algo totalmente desconocido: „Acerqué mis labios a su cara para enjugar el llanto, y se unieron nuestras bocas en un beso...Inefable embriaguez, desmayo fecundo en peligros invadió todo mi ser y el ser de ella. Su cuerpo desfallecía y la sostuve entre mis brazos”. Después de este beso se siente como el traidor de Dios se compara con Judas y también se considera como un ser abominable. Luis de Vargas se dicidió irse del pueblo, considera sus hechos a Pepita Jiménez por pecados. Quiere irse, desea a Pepita una vida feliz, el protagonista sabe que pronto se encuantra con su tío y estará en los manos de Dios otra vez: „¡Dios mío, haz que Pepita me olvide: haz, si es menester, que ame a otro y sea con él dichosa! ¿Puedo pedirte más, Dios mío? Mi padre no sabe nada; no sospecha nada. Más vale así. Adiós. Hasta dentro de pocos días, que nos veremos y abrazaremos”. Aquí terminamos la parte primera del amor entre Luis de Vargas y Pepita Jiménez. En la parte segunda vamos a analizar el fin idealizado entre Luis de Vargas y Pedro de Vargas. Entre unos de los aspectos románticos pertenece la lucha del protagonista contra su enemigo en amor. Pero en la obra de Juan Valera no encotramos este aspecto, el fin es bastante idealizado, el hijo confiesa a su padre su amor a Pepita Jiménez y el padre no hace nada. Está a favor de esta relación y el fin no podemos concetrar ni realístico ni romántico, pero idalizado. Por primera vez cuando Luis de Vergas se quiere confesar a su padre, su padre le rechazó y le dijo que sería mejor si viniera el padre vicario del pueblo: „Padre mío—dijo D. Luis—, yo no debo seguir engañando a Vd. por más tiempo. Hoy voy a confesar a Vd. mis faltas y a desechar la hipocresía. —Muchacho, si es confesión lo que vas a hacer, mejor será que llames al padre vicario”. El primer miedo que Luis de Vargas tenía, desapareció en el momento cuando se confiesa a su padre que está enamorado a la mujer con la que se su padre quería casar, pero su padre ya sabe todo, porque estaba en el contacto con su hermano (tío Deán): „Nada de sorpresa, ni de asombro, muchacho... Oye la carta acusadora de tu tío, y oye la contestación que le di, documento importantísimo de que he guardado minuta”. En las cartas que había escrito don Pedro de Vargas a su tío se dice que Luis de Vargas fue seducido por la pasión a mujer que ya no sea bueno continuar en sus estudios. El hermano (señor Deán) quiere que don Pedro de Vargas envie Luis de Vargas al seminario para que se pueda evitar al conflicto con su padre: „Esto sería un escándalo monstruoso, y, para evitarle con tiempo, te escribo hoy, a fin de que, pretextando cualquiera cosa, envíes o traigas a Luisito por aquí, cuanto antes mejor”. La contesta de don Pedro de Vargas fue diplomática, no quiere ofender su hermano, como el dice padre espiritual, pero al final de su carto declara que quiere que Luis quede en la finca. „Tener un hijo santo hubiera lisonjeado mi vanidad; pero hubiera sentido yo quedarme sin un heredero de mi casa y nombre, que me diese lindos nietos, y que después de mi muerte disfrutase de mis bienes, que son mi gloria, porque los he adquirido con ingenio y trabajo, y no haciendo fullerías y chanchullos”. Al final don Pedro de Vargas quiere mostar a su hermano, que se pueden combinar las vida divina y profana. Es cierto que la fuerza natural es que Dios quiere que Luis de Vargas sea un sacerdote, pero la vida artificial que construimos aquí en la tierra le lleva a Pepita Jiménez: „Tan poderosa combinación de medios naturales y artificiales debe dar un resultado infalible. Ya te le diré al darte parte de la boda, para que vengas a hacerla, o envíes a los novios tu bendición y un buen regalo”. El mes proximo se celabraron las bodas de Luis de Vargas y de Pepita Jiménez. En España en el siglo XIX. la mujer no puede estar solo, tal como don Pedro de Vargas quién se quería casar con ella solamente para que no sea solitario en su vejez. Juan Valera proclamaba que la novela debería ser el espejo de realidad, pero fue influido por el romanticismo y también necesitó ganarse la vida y que se vendiera su obra. En el trabajo de Joaquín Álvarez Barrientos se dice: „Por un lado, la novela es ejercicio de la imaginación. Este hecho va a favorecer su interés por lo que no es «lo que vemos», y así se percibe en sus ensayos y artículos sobre novela. Pero la realidad es que la imaginación, en su obra, le sirve más bien para enmarcar la historia y la moral que nos presenta, generalmente las mismas”. Para Juan Valera es muy importante la erudición y el color local: „La importancia del color local en estas novelas debemos ponerla en relación con el nacimiento del nacionalismo y el interés romántico por lo específico de los países y regiones. Este interés se da también en Valera, aunque tiene características diferentes. Valera quiso ganarse la vida por sus obras literarias, es posible que es uno de los aspectos que le llevó a escribir Pepita Jiménez con un fin feliz, porque la vida en España no fue así, como la describe: „En realidad, creo que puede tener interés acercarse a su obra desde la perspectiva de la renuncia, pues Valera llega a la prosa al ver que la poesía no es actividad que deje dinero... on la prosa «se gana más fama y dinero que con la poesía”. En uno de los artículos de Juan Valera podemos encontrar su gran afán en dinero. Aquí vamos a citiar sus propias palabras: „En el modo en que vivimos, particularmente los individuos de la clase media, tenemos a menudo que seguir un carril,... ajustarnos a cierta pauta, todo lo cual mengua y descabala y aun destruye la autonomía novelesca, o por lo menos, impide su manifestación y desarrollo. A no ser un foragido, esto es, a no estar fuera de la sociedad, a no ser un mendigo, esto es, a no estar libre de muchas de las exigencias sociales, cualquiera honrado burgués de nuestros días se halla muy en peligro de que jamás le suceda cosa alguna que tenga visos de las que en las novelas suceden. Sólo el tener uno mucho dinero le salva de este peligro”. Al final podemos decir que la obra Pepita Jiménez ifluyeron muchos las ideas del autor que fue un gran admirador de las obras románticas y también quiso trabajar con su imaginación romántica, pero parace que el mayor impulso fueron dinero. ¿Fue para Valera la literatura el arte (una pasión) o solamente el recurso de dinero? Bibliografía: 1.) 1.) JUAN VALERA. Pepita Jiménez [online]. 2012-12-04 [cit. 2013-03-30]. ISBN ISO-8859-1. Dostupné z: http://www.gutenberg.org/files/17223/17223-h/17223-h.htm 2.) JUAN VALERA. Pepita Jiménez. Universidad de Salamanca. Madrid, 2008. ISBN 978-84-9713-091-2. 3.) BARRIENTOS, JOAQUÍN ÁLVAREZ. Ideas de Juan Valera sobre la novela romántica. In: [online]. Instituto de Filología C.S.I.C. Madrid [cit. 2013-05-06]. Dostupné z: http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/vlr/01371963211252752992257/p0000001.htm#I_1_ 4.) 2.) VALERA, Juan. Pepita Ximenez : andalúzský román. Československo: Praha: J. Otto, 1905. ISBN není uvedeno.