4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 1 4 EL TEMA DE ESPAÑA EN LA LITERATURA. LA POESÍA A PRINCIPIOS DE SIGLO Pueblo de Castilla. Díaz Caneja. 4a LA PREOCUPACIÓN POR ESPAÑA Y SU EXPRESIÓN LITERARIA Libros de consulta. Regeneracionismo. Los escritores del 98. El modernismo y los modernistas españoles. El tema de España en la (llamada) “generación” del 14. Ortega. Documentos y textos: dos textos de Unamuno sobre España. La visión azoriniana. 4b LA OBRA POÉTICA DE ANTONIO MACHADO. Libros de consulta. Textos: Machado prosista 4 EL TEMA DE ESPAÑA EN LA LITERATURA. LA POESÍA A PRINCIPIOS DE SIGLO Junto a los conflictos religiosos y existenciales -que acabamos de estudiar-, la preocupación por el problema -o los problemas- de España constituye una de las vetas más característicasde la literatura española desde principios de siglo. Tal vez no haya una figura tan representativa de tal preocupación como Antonio Machado, que ha de ser objeto de estudio especial en este capítulo. Amor a España y dolor de España, visión lírica de sus tierras y visión crítica de su historia y su presente, esperanzas concretas en el futuro y en «una España joven»: tales son algunos de los hilos que se entrecruzan en su obra,una obra «a la altura de las circunstancias». 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 2 4a LA PREOCUPACIÓN POR ESPAÑA Y SU EXPRESIÓN LITERARIA LIBROS DE CONSULTA Síganse teniendo en cuenta las obras recomendadas en los capítulos anteriores. De especial interés para el tema que ahora abordamos son los libros ya citados de TUÑÓN DE LARA, Medio siglo..., y MAINER, La Edad de Plata, así como la antología de ABELLÁN, Visión de España... Añadiremos cuatro títulos más: 1. FRANCO, Dolores: España como preocupación. Madrid, Ed. Guadarrama, 1960. [Incluye una selección de textos desde Cervantes hasta la «Generación del 98», con interesantes notas de presentación.] 2. RÍO, Ángel del, y BERNADETTE, J.: El concepto contemporáneo de España. Antología de textos. Buenos Aires, Ed. Losada, 1948. [Es complementario del anterior.] 3. CANO, José Luis: El tema de España en la poesía española contemporánea. Madrid, Ed. Revista de Occidente, 1964. [Antología.] 4. LACOMBA, J. A.: Ensayos sobre el siglo xx español. Madrid, Ed. Cuadernos para el Diálogo, 1972. [El Cap. 7, titulado «La preocupación por la España contemporánea», es una síntesis breve y clara de la cuestión, desde Ortega y Gasset hasta la fecha.] _____________________________ Antecedentes literarios Por supuesto, la realidad española está presente en nuestras letras desde siempre; pero, cuando hablamos del «tema de España», nos referimos a algo más preciso: a una visión preocupada de sus problemas, a un preguntarse -a menudo con dolor qué es España. En una palabra, se trata de una conciencia erítica de la nacionalidad común. Y ello hasta extremos que no parecen tener igual dentro de Europa: en efecto, el historiador Vicens-Vives decía que «entre las grandes naciones que surgieron del Renacimiento, ella sola [España] se preguntó si realmente existía». Los primeros atisbos de tal conciencia crítica podrían hallarse en nuestros clásicos (un Quevedo, por ejemplo) y se desarrollaría en los anhelos reformistas de los ilustrados (Cadalso, Jovellanos...), en las amargas quejas de un heterodoxo exiliado como Blanco-White (Cartas desde España, 1822) o en las denuncias acibaradas dt un Larra (tan admirado por los noventayochistas). • El Romanticismo dará pábulo a los nacionalismos y, desde entonces, nuevos elementos entrarán en las meditaciones sobre el mosaico hispano. A fines del xix, se recrudece el enfrentamiento entre visiones radicalmente distintas de nuestro pasado y nuestro presente: el tradicionalismo, presidido por la ingente figura de Menéndez Pelayo (1856-1912), y el liberalismo reformista, representado desde 1876 por la Institución Libre de Enseñanza (Sanz del Río, Giner de los Ríos, etc.). Pero detengámonos en el llamado «REGENERACIONISMO». LOS REGENERACIONISTAS: Así llamamos a un grupo de escritores (Costa, Picavea, Mallada, Isern...) que se proponen «regenerar» al país; es decir, analizar «los males de la patria» y encontrarles remedio. Por su edad, son de la generación de un Galdós. Proceden de la clase media y su ideología se caracteriza por un reformismo pequeño-burgués. Coinciden en criticar el sistema de la Restauración (caciquismo, parlamentarismo, partidos turnantes...) y 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 3 en proponer reformas «desde arriba». Joaquín Costa (1846-1911) es, con mucho, el más importante. Fue profesor de la Institución Libre de Enseñanza, pero sus ideas surgen de un hondo conocimiento de los problemas del campo. Su obra Colectivismo agrario en España (1898) estudia tales problemas y propone una serie de reformas «desde dentro y desde arriba» («para conjurar –decía- las revoluciones de las calles y de los campos»). Se hicieron famosas sus palabras «despensa y escuela» con las que resumía la necesidad de política económica y educativa. Célebre fue también su condena del tradicionalismo estéril con su propuesta de «echar doble llave al sepulcro del Cid». Joaquín Costa (retrato que se conserva en el Ateneo de Madrid). Su obra constituye una referencia esencial para los afanes reformistas de la España de principios de siglo. En su libro Oligarquía y caciquismo (1901), Joaquín Costa ataca las bases de la política de la época. « No hay -dice- parlamento ni partidos; sólo hay oligarquías.» O bien: «La forma actual de gobierno en España es una monarquía absoluta cuyo rey es Su Majestad el Cacique.» E insistió en su necesidad de reformas; pero, convencido de la incapacidad de los políticos al uso, anheló la aparición de un «cirujano de hierro», un dictador ilustrado y«regenerador». Ideas semejantes desarrolla Ricardo Macías Picavea en El problema nacional (1899). En la misma línea, pero con tono más pesimista, están Lucas Mallada, con Los males de la patria (1890) o Damián Isern con Del desastre nacional y sus causas (1899). (Como se habrá notado, se trata de obras vecinas, por sus fechas, a 1898.) Ganivet y la preocupación nacional: Precursor de los noventayochistas suele considerarse a Ángel Ganivet (muerto precisamente en 1898).1 Pero sólo hay algunas afinidades entre sus ideas y algunas de las de aquéllos. En su Idearium español (1898), con bases tradicionalistas, estudia los rasgos del espíritu español (senequismo, misticismo cristiano, individualismo...), exalta las glorias pasadas y denuncia los males del presente (abulia, indisciplina, etc.), mostrando la necesidad de renovación espiritual. Su pensamiento dolorido se manifiesta también en su Epistolario y en sus novelas (La conquista del reino de Maya y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid, cuyo protagonista encarna los ideales del autor.) (Tras estos precedentes, examinaremos el tema de España en la primera generación del siglo, objetivo principal de esta lección. Pero reservamos todo lo concerniente a Antonio Machado para dedicarle la segunda parte de este mismo capítulo.) 1 Nació en Granada en 1865. Estudió Filosofía y Derecho. Fue amigo de Unamuno, Ejerció como diplomático en Bélgica y Finlandia, donde se suicidó en 1898, víctima de una depresión psíquica. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 4 EL TEMA DE ESPAÑA EN LOS ESCRITORES DEL «98» En 2b vimos las posiciones de la «juventud del 98» ante los problemas concretos, así como su evolución posterior hacia posturas idealistas, más atentas a los valores que constituyen la esencia de España, con un predominio de actitudes contemplativas y subjetivas. Hay que insistir en el paralelismo que existe entre la desazón existencial de estos autores -estudiada en el capítulo anterior- y su desazón nacional. En todo caso, jamás abandonaron su intensa preocupación por España. Ante el estado del país, adoptaron -según Azorín- «un ademán de rechazar y otro de adherir». Rechazan la política del momento, la «ramplonería» o el «espectáculo deprimente» de la sociedad (son palabras de Unamuno); Maeztu habla de «parálisis progresiva», de «marasmo», de «suicidio» del país... Y se adhieren cada vez más a «una España eterna y espontánea», expresión de Azorín que se refiere al interés por sus tierras y lo que hay de «permanente» en su historia. Veamos ambos aspectos. 1. Las tierras de España. Todos ellos las recorrieron con amor y con dolor. Junto a una mirada crítica ante la pobreza y el atraso, hallaremos -cada vez más- una exaltación lírica de los pueblos y del paisaje. Nos dejaron inolvidables visiones de casi todas las regiones, pero sobre todo de Castilla. Es notable que aquellos hombres nacidos en la periferia vieran en Castilla la médula de España. Se ha hablado de su «mitificación de Castilla» (Díaz Plaja) o de su concepción histórica «castellano-céntrica» (lo que no dejaría de suscitar posteriormente ciertas actitudes injustas hacia la misma Castilla). Pero no debe olvidarse hasta qué punto esa valoración de las tierras castellanas es reveladora de una nueva sensibilidad estética, atenta a lo recio, a lo austero, a lo que sugiere algo más de lo que captan los sentidos. 2. La Historia. Azorín dijo: «La generación de 1898 es una generación historicista» en busca de «la continuidad nacional». En efecto, bucean en la historia para descubrir las «esencias» de España, los valores «permanentes»; y, a menudo, dan un salto hacia lo intemporal. Un aspecto muy interesante es que, por debajo de la historia externa (reyes, políticos, guerras...), les atrajera lo que Unamuno llamó la «intrahistoria», es decir, «la vida callada de los millones de hombres sin historia» que, con su labor diaria, hacen la historia más profunda. Como señaló Azorín, quisieron «historiar, novelar y cantar» realidades españolas desatendidas. Añadamos que, sobre todo en su juventud, el amor a España se combina con el anhelo de europeización. Unamuno proclamaba: «Tenemos que europeizarnos y chapuzarnos de pueblo.» Con el tiempo, sin embargo, dominará en casi todos ellos la exaltación casticista. (Completaremos estas ideas con unas notas sobre cada autor.) España en Unamuno: Como dijimos, el problema de España es uno de los dos grandes ejes temáticos de la obra unamuniana. Su inmenso amor por la patria le arranca el famoso grito de «¡Me duele España!». Y en Niebla exclama: «¡Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo!» Ya en 1895, en En torno al casticismo, plantea cuestiones centrales del 98: la valoración de Castilla, la articulación de españolismo y europeización, la idea de «intrahistoria»... Su evolución le llevó, como sabemos, a postergar los problemas materiales y atender más a los espirituales. En ese sentido es importante su Vida de Don Quijote y Sancho, de 1905, personal interpretación de la obra cervantina como expresión del alma española, y cuya 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 5 conclusión es ésta: los males de la patria residen en que ya no hay Quijotes; la ramplonería lo domina todo; habría que emprender «la santa cruzada de ir a rescatar el sepulcro del Caballero de la Locura del poder de los hidalgos de la Razón». A partir de esta obra, además, Unamuno parece sustituir su anhelo de «europeizar a España» por la pretensión de «españolizar a Europa», acompañada de una reafirmación de los valores castizos y del famoso «¡Que inventen ellos!»: España podía limitarse, según repitió, a ser reserva espiritual del mundo moderno. El tema de España, en fin, está presente en otras obras de Unamuno, como Por tierras de Portugal y España (1911), Andanzas y visiones españolas (1922) y en cientos de artículos, así como en buena parte de su obra poética. España en Azorín: Llegamos ahora a esa veta esencial de la obra de Azorín que dejamos aplazada en el capítulo anterior. Pero hemos de partir de lo entonces dicho sobre su temperamento melancólico y nostálgico (pasada su exaltación juvenil) para comprender la índole de su visión de la historia o del paisaje. Azorín mira a España desde su obsesión por el Tiempo, por la fugacidad de la vida: así, hablamos de su anhelo de apresar lo que permanece por debajo de lo que huye, o de fijar en el recuerdo cosas que ya pasaron. Es muy claro en él aquel paso de lo histórico a lo intemporal. Así es en una serie de obras que reúnen estampas y evocaciones de la vida española y que constituyen una originalísima aportación al ensayo moderno. Dos títulos destacan: Los pueblos (1905) y Castilla (1912). En sus páginas revive el pasado, con sus viejos hidalgos y sus místicos, con sus catedrales y sus castillos, con sus ciudades y pueblos, por cuyas callejas transitan Fray Luis, o Celestina, o Lazarillo... Incesante esfuerzo, en efecto, por recobrar el tiempo ido y por hallar la esencia de España en su historia; o mejor, en su «intrahistoria», aunque no emplee esta palabra. «Los grandes hechos son una cosa -dijo- y los menudos hechos son otra. Se historian los primeros. Se desdeñan los segundos. Y los segundos forman la sutil trama de la vida cotidiana.» La pintura del paisaje merece párrafo aparte. Azorín proyecta sobre todas las cosas su sensibilidad melancólica. En innumerables viajes pintó todas las tierras de España, pero son inolvidables sus visiones de Castilla: las llanuras, las peladas colinas, las riberas de los regatos con su inesperado verdor... Y sus pueblos medio abandonados... Y el «alma» de aquellas tierras. Y su propia alma. «El paisaje -decía- somos nosotros; el paisaje es nuestro espíritu, sus melancolías, sus placideces, sus anhelos.» Son palabras insustituibles para ilustrar ese subjetivismo, esa identificación de paisaje y alma, al que hemos estado aludiendo. Y todo ello va acompañado -no se olvide- por el lirismo de su prosa limpia, precisa, con el fluir lento de sus frases cortas. Y por esa técnica miniaturista de las descripciones, atentas al detalle revelador, a los «primores de lo vulgar» (Ortega). Recordemos otros libros de estampas y evocaciones: La ruta de Don Quijote (1905), El paisaje de España visto por los españoles (1917), Una hora de España (1924), Valencia (1940)... Añadamos otra veta interesante: sus ensayos de crítica literaria, en los que «revive» páginas memorables o rememora a autores y personajes: Lecturas españolas (1912), Al margen de los clásicos (1915), etc. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 6 Ignacio Zuloaga enmarca en el paisaje castellano la serena personalidad de Azorín. España y la “Hispanidad” en Maeztu: Ya indicamos la particular evolución ideológica de Ramiro de Maeztu. Añadamos algunos datos. Nació en Vitoria en 1874. Fue un revolucionario exaltado en su juventud. Formó parte del «grupo de los Tres». De 1905 a 1916 residió en Londres como periodista, y su ideología fue derivando hacia la derecha. De nuevo en España, defendió la Dictadura de Primo de Rivera. En 1931 crea Acción española, revista de ideas vecinas a las de Falange. En 1936 fue condenado por un «tribunal popular» y fusilado. De su etapa juvenil son los importantes artículos recogidos en el libro Hacia otra España (1899), una visión implacable de la postración del país, expuesta con singular exaltación. Con igual vehemencia defenderá en su madurez ideas netamente tradicionalistas. En Defensa de la Hispanidad (1934) exalta la España imperial y su acción en América. Para el Maeztu de ahora, la fuerza de España estuvo y debe estar en un catolicismo integrador de pueblos y razas distintos (los que constituyen la «Hispanidad»). Maeztu es también autor de un brillante ensayo sobre tres grandes mitos españoles, Don Quijote, don Juan y la Celestina (1916), vistos con su personal enfoque. Baroja y España: Poco habrá que añadir a lo que hemos visto a propósito de El árbol de la ciencia: recordemos su denuncia de «deformidades», pero también su defensa de España ante los ataques de un extranjero (V, 1). • En Juventud, egolatría (1917) dijo: «Yo parezco poco patriota; sin embargo lo soy.» Confiesa tener «la preocupación de desear el mayor bien para mi país; pero no el patriotismo de mentir». No ocultará, pues, la realidad: España, amada con amargura, aparecerá en su obra con sus miserias. Del mismo libro son estas palabras: «Tengo dos patrias regionales: Vasconia y Castilla [...]. Todas mis inspiraciones literarias proceden de Vasconia o de Castilla.» En efecto, evoca los paisajes de la Meseta como los demás noventayochistas; les igualan en intensidad sus visiones 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 7 de la tierra vasca (como en la trilogía que lleva este título). Pero también puede ofrecernos espléndidas captaciones de otros ambientes, como el valenciano, según vimos. El tema de España en el modernismo: Al hablar del Modernismo hispanoamericano (Cap. 2a), señalamos que, tras el desvío de lo español, se produjo un nuevo acercamiento a raíz del 98. Rubén Darío fue también en esto precursor y ejemplo. Ya en su primer viaje a España (en 1892, cuarto centenario del Descubrimiento) saluda en ella a «la Patria madre». Y la admiración que halló aquí acendró su españolismo. Pero ese amor a España no le impide una visión crítica, vecina en más de un punto a la del 98, y que se manifiesta en España contemporánea (1901), colección de artículos en los que recoge el ambiente de nuestro país tras el Desastre, con su atonía política y cultural. He aquí un fragmento significativo: «Sagasta olímpico está enfermo, Castelar está enfermo; España ya sabéis en qué estado de salud se encuentra; y todo el mundo, con el mundo al hombro o en el bolsillo se divierte: ¡Viva mi España!» Compartió, pues, las inquietudes del 98. Más: en sus Cantos de vida y esperanza (1905) cantará lo hispánico frente al vencedor norteamericano (recuérdense la «Salutación del optimista» o la «Oda a Roosevelt» , entre otros poemas). O reléanse estos versos de «Los cisnes»: La América española, como la España entera, fija está en el Oriente de su fatal destino; yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera con la interrogación de tu cuello divino. ¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después? En los modernistas españoles, en cambio, serán raras las muestras de inquietud crítica. Lo que sí habrá son finas captaciones de paisaje o evocaciones de figuras históricas a modo de estampas. • Manuel Machado (1874-1947) es buen ejemplo de ello. Si en su libro Alma (1900) figura el famoso poema «Castilla» (sobre el episodio del Cid y la niña), dominará en su obra la ligereza pintoresca (como en La fiesta nacional, 1906) o la asombrosa asimilación de los cantares populares andaluces (Cante hondo, 1912). Comentando en 1945 su trayectoria, en comparación con la de198, él mismo diría: «Yo fui el primero en poner, por entonces, sobre el tablero los temas españoles» (y alude a sus glosas del Cid, de Berceo, del Arcipreste...); pero añade: «yo no continué por ese camino, si bien la nota sentimental y lírica adoptó en mí la forma hondamente castiza de los cantares del pueblo». Confiesa hallarse al margen de «los caminos de la visión crítica» del 98 y «totalmente de espaldas a las cuestiones políticas... o, mejor, cuya política consistía en escribir versos lo mejor posible». • Otros modernistas españoles, como Marquina o Villaespesa, cultivarán los temas históricos españoles con enfoques netamente tradicionalistas (Cf. CAP. Sa). Pese a sus inquietudes juveniles, tampoco aflora la visión crítica en la poesía modernista de Juan Ramón Jiménez (que estudiaremos ). 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 8 Y caso especialísimo es, como sabemos, el de Valle-Inclán, en cuya obra habremos de ver una crítica despiadada de realidades españolas. El tema de España en la (llamada) “generación” del 14. Ortega. La preocupación por España no decae en la segunda generación del siglo (la de 1914 o «novecentista», que estudiaremos). Incluso se les ha llamado «hijos del 98». Con todo, representarán -según Díaz Plaja- «una revisión más rigurosa del problema de España» y una superación del pesimismo precedente, a la vez que una orientación claramente europeísta. • Atención muy especial merecerá Ortega y Gasset y su ensayo España invertebrada (1921). También él partió el papel central de Castilla, que resumió con una frase tan brillante como discutible: «Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho.» Y analizó la decadencia española, señalando el proceso de disgregación, cuyas principales manifestaciones serían los separatismos, los «particularismos» de clase y la indisciplina de las masas. Desarrollaremos más adelante estos conceptos y las soluciones que apuntó Ortega. España en la «generación del 27» Del grupo poético del 27 dijo Machado: «Carece de la superstición de lo castizo.» Y muchos insistieron en su «universalismo». Pero lo cierto es que lo universal y lo español se armonizan prodigiosamente en ellos (bastará pensar en un Lorca o en un Alberti). Y llegados los momentos conflictivos o dramáticos de la República y la Guerra Civil, veremos cómo -salvo excepción- tomaron partido ante los concretísimos problemas de España. El compromiso político se da igualmente en prosistas de la misma generación, de un Giménez Caballero (fascista) a un Ramón J. Sender (entonces en la extrema izquierda), pasando por otros importantes prosistas de vanguardia o cultivadores de una novela social. (Ramón J. Sender alcanza una de las cimas de la literatura española del exilio con su obra Réquiem por un campesino español.) La muerte, la cárcel o el exilio fue el destino de muchos de estos escritores. Nuevos tratamientos del tema a partir de 1936. Tras la guerra, en el país asistimos a la imposición de una concepción única («totalitaria» ) de España, síntesis de ideas falangistas y tradicionalistas: concepción «centralista», inspirada en los «ideales del Imperio» y en los «valores eternos»; idea de que España era «defensa de Occidente» bajo la dirección de un «caudillo». Evidentemente, no todo el mundo estaba de acuerdo con esta basura ideológica. Volveremos sobre ello en otros temas. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 9 DOCUMENTOS Y TEXTOS. (Dos textos de Unamuno sobre España). I Europeización y casticismo Páginas atrás hemos citado esta frase: «Tenemos que europeizarnos y chapuzarnos de pueblo.» El tema aparece en este fragmento de En torno al casticismo (1895). Sus ideas matrices son: escasa incorporación de España a la cultura europea y tendencia al aislamiento, favorecido por «la Inquisición íntima»; falta de comprensión mutua y de respeto a la libertad del prójimo; no fue así en los momentos de más intensa religiosidad hispana, cuanda España supo ser, a la vez, abierta y fuerte; hemos de buscar nuestros auténticos valores en la «intrahistoria» y fecundarlos con lo europeo. A despecho de aduanas de toda clase, fue cumpliéndose la europeización de España, siglo tras siglo, pero muy trabajosamente y muy de superficie y cáscara. En este siglo, después de la francesada tuvimos la labor interna y fecunda de nuestras contiendas civiles; llegó luego el esfuerzo del 68 al 74, y pasado él, hemos caído rendidos, en pleno colapso. En tanto, reaparece la Inquisición íntima, nunca domada, a despecho de la libertad oficial. Recobran fuerza nuestros vicios nacionales y castizos todos, la falta de lo que los ingleses llaman sympathy, la incapacidad de comprender y sentir al prójimo como es, y rige nuestras relaciones de bandería, de güelfos y gibelinos, aquel absurdo de qui non est mecum, contra me est [...]. Con el sentido del ideal se ha apagado el sentido religioso de las cosas, que acaso dormita en el fondo del pueblo. ¡Qué bien se comprimió aquel ideal religioso que desbordaba en la mística, que de las honduras del alma castiza sacaba soplo de libertad cuando la casta reventaba de vida! Aún hay hoy menos libertad íntima que en la época de nuestro fanatismo proverbial; definidores y familiares del Santo Oficio se escandalizarían de la barbarie de nuestros obispos de levita y censores laicos. Hacen melindres y se tapan los ojos con los dedos abiertos, gritando ¡profanación!, gentes que en su vida han sentido en el alma una chispa de fervor religioso. ¡Ah!, es que en aquella edad de expansión e irradiación vivía nuestra vieja casta abierta a todos los vientos, asentando por todo el mundo sus tiendas. Fue grande el alma castellana cuando se abrió a los cuatro vientos y se derramó por el mundo; luego cerró sus valvas y aún no hemos despertado. Mientras fue la casta fecunda no se conoció como tal en sus diferencias, su ruina empezó el día en que gritando: «¡Mi yo, que me arrancan mi yo!» , se quiso encerrar en sí. ¿Está todo moribundo? No, el porvenir de la sociedad española espera dentro de nuestra sociedad histórica, en la intrahistoria, en el pueblo desconocido, y no surgirá potente hasta que le despierten vientos o ventarrones del ambiente europeo. Notas: 1: la francesada, la invasión napoleónica a principios del siglo xix (Unamuno la sitúa en este siglo porque, en efecto, escribió los artículos de En torno al casticismo a finales del xix, aunque aparecieron en forma de libro en 1905. 2: contiendas civiles, se refiere especialmente a las diversas guerras carlistas.3: La «Gloriosa» o revolución de septiembre de 1868, que destronó a Isabel II, instauró una etapa progresista que culminó con la Primera República (1874) y terminó con la Restauración de la Monarquía. 4: güelfas y gibelinos, nombres de los contendientes en conflictos de la Italia medieval; vienen a representar, respectivamente, a los partidarios del poder eclesiástico y del poder político. 5: (Qui non est mecum…) Frase del Evangelio utilizada torcidamente por políticos absolutistas. («El que no está conmigo está contra mí.»). 6: se comprimió, se hizo más denso. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 10 ¿Regeneración? Pocos años después, en 1898, Unamuno comenta en una carta: «La moda ahora es lo de la regeneración, moda a la que no he podido sustraerme. Yo también he echado mi cuarto a espadas.» Sin embargo, acaba de sufrir aquella honda crisis a la que hemos aludido y sus ideas cambian polarmente. En noviembre de 1898 escribe el ensayo titulado La vida es sueño (Reflexiones sobre la regeneración de España), del que reproducimos unos párrafos. Su preocupación ahora dominante por los problemas deł espíritu, pero no menos su talante paradójico y su prurito de ir contra corriente, explican una postura que no dejará de sorprendernos. Es inútil callar la verdad. Todos estamos mintiendo al hablar de regeneración, puesto que nadie piensa en serio en regenerarse a sí mismo. No pasa de ser un tópico de retórica que no nos sale del corazón, sino de la cabeza. ¡Regenerarnos! ¿Y de qué, si aún de nada nos hemos arrepentido? En rigor, no somos más que los llamados, con más o menos justicia, intelectuales y algunos hombres públicos los que hablamos ahora a cada paso de la regeneración de España. Es nuestra última postura, el tema de última hora, a que casi nadie, ¡débiles!, se sustrae. El pueblo, por su parte, el que llamamos por antonomasia pueblo, el que no es más que pueblo, la masa de los hombres privados o idiotas que decían los griegos, los muchos de Platón, no responden. Oyen hablar de todo eso como quien oye llover, porque no entienden lo de la regeneración. Y el pueblo está aquí en lo firme; su aparente indiferencia arranca de su cristiana salud. Acúsanle de falta de pulso los que no saben llegarle al alma, donde palpita su fe secreta y recogida. Dicen que está muerto los que no le sienten cómo sueña su vida. Mira con soberana indiferencia la pérdida de las colonias nacionales, cuya posesión no influía en lo más mínimo en la felicidad o en la desgracia de la vida de sus hijos, ni en las esperanzas de que éstos se sustentan y confortan. ¿Qué se le da de que recobre o no España su puesto entre las naciones? ¿Qué gana con eso? ¿Qué le importa la gloria nacional? Nuestra misión en la Historia... ¡Cosas de libros! Nuestra pobreza le basta; y aún más, es su riqueza [...]. ¿Viven mejor, con más paz interior, los ciudadanos conscientes de una gran nación histórica, que los aldeanos de cualquier olvidado rincón? El campesino del Toboso que nace, vive y muere, ¿es menos feliz que el obrero de Nueva York? ¡Maldito lo que se gana con un progreso que nos obliga a emborracharnos con el negocio, el trabajo y la ciencia, para no oír la voz de la sabiduría eterna, que repite el vanitas vanitatum! Este pueblo, robusta y sanamente misoneísta2 , sabe que no hay cosa nueva bajo el sol. ¿Que yace en atraso? ¿Y qué? Dejad que los otros corran, que ellos pararán al cabo. ¿Que yace en ignorancia? ¡Ignorancia! ¡Cuánto más grande es la ignorancia de los privados, que no la ciencia de los públicos! ¡Ignorancia! ¡Saben tantas cosas que no saben! Ellos saben mucho de lo que ignoran, y los regeneradores, en cambio, ignoran casi todo lo que saben. Es una ciencia divina la ciencia de la ignorancia; es más que ciencia, es sabiduría. El cuerpo sabe mejor que todos los fisiólogos cicatrizar las heridas, y el pueblo, que es el cuerpo social, sabe mucho más que los sociólogos que le salen y se empeñan en no dejarle dormir [...]. ¡Que le dejen vivir en paz y en gracia de Dios, circundado de áurea sencillez, en su camisa de hombre feliz, y, sobre todo, que no se tome en vano el nombre de su fe para hablarle de la España histórica conquistadora de reinos, en cuyos dominios no se ponían ni el sol ni la injusticia! ¡Que no le viertan veneno pagano de mundanas glorias en su cristiano bálsamo de consuelo! ¡Que le dejen dormir y soñar su sueño lento, oscuro, monótono, el sueño de su buena vida rutinaria! ¡Que no le sacrifiquen al progreso, por Dios, que no le sacrifiquen al progreso! 2 Misoneísta: enemigo de novedades. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 11 II. LA VISIÓN AZORINIANA • En Los pueblos, su gran libro de 1905, incluye Azorín el ensayo titulado «La novia de Cervantes». El escritor pasea por Esquivias, el puebto de doña Catalina de Salazar (que se casó en 1584 con el autor de El Quijote). La mirada de Azorín parece orientarse a descubrir en lo que es lo que fue, para darnos la sensaeión de lo inmutable, de lo permanente, de lo «intemporal», en esas callejuelas, en esos caserones... La sensación de inmovilidad, de letargo, es insuperable en la página que reproducimos, tan característica de su visión de Castilla. Esquivias es un viejo plantel de aventureros y soldados; su suelo es pobre y seco; de sus 2.505 hectáreas de tierra laborable no cuenta ni una sola de regadío; la gente vegeta mísera en estos caserones destartalados, o huye, en busca de la vida libre, pletórica y errante, lejos de estas calles que yo recorro ahora, lejos de estas campiñas monótonas y sedientas por las que yo tiendo la vista... El día está espléndido; el cielo es de un azul intenso; una vaga somnolencia, una pesadez sedante y abrumadora se exhala de las cosas. Entro en una ancha plaza; el Ayuntamiento, con su pórtico bajo de columnas dóricas, se destaca a una banda, cerrado, silencioso. Todo calla; todo reposa. Pasa de tarde en tarde, cruzando el ancho ámbito, con esa indolencia privativa de los perros de pueblo, un alto mastín que se detiene un momento, sin saber por qué, y luego se pierde a lo lejos por una empinada calleja; una bandada de gorriones se abate rápida sobre el suelo, picotea, salta, brinca, se levanta veloz y se aleja piando, moviendo voluptuosamente las alas sobre el azul límpido. A lo lejos, como una nota metálica, incisiva, que rasga de pronto la diafanidad del ambiente, vibra el cacareo sostenido de un gallo. Recorro las callejas y las plazas, voy de un lado para otro, aletargado por el hálito caluroso de la primavera naciente. Las puertas están abiertas y dejan ver los patizuelos empedrados de guijos, con una parra retorcida, con un evónimo pomposo. De la calle de la Fe paso a la de San Sebastián, de la de San Sebastian a la de la Palma, de la de la Palma a la de Caballeros; hay algo en los nombres de estas calles de los pueblos castizos que os atrae y os interesa sin que sepáis por qué. Un momento me detengo en la callejuela de la Daga. ¿Hay nada más ensoñador y sugestivo en una vieja casa que estos anchos corredores desmantelados, sin muebles, silenciosos, con una puerta pequeña? ¿Hay nada más sugestivo en una vieja ciudad que una de estas callejas cortas -como la de la Daga- en que no habita nadie, formada de tapias de corrales, acaso con el ancho portalón -siempre cerrado- de un patio, y que tiene por fondo el campo, tal vez una loma cubierta de sembrado? CUESTIONES a) Regeneracionismo y Noventayocho: principales preocupaciones y puntos comunes. (Compárese lo dicho respecto a los textos de Unamuno.) b) Las contradicciones unamunianas. (Señálense las que se aprecien en los dos textos reproducidos. ¿Qué juicios os merece la postura de Unamuno en el segundo fragmento? ¿Hay algo en común entre este texto y San Manuel Bueno, mártir? c) La visión azoriniana. Su significación. Su valor lírico. Sus calidades estéticas. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 12 4b LA OBRA POÉTICA DE ANTONIO MACHADO LIRROS DE CONSULTA Sobre la poesia de la época. He aquí cuatro breves y útiles introducciones: 1. AULLÓN DE HARO, P.: La poesía en el siglo xx (Hasta 1939). Madrid, Taurus («Historia Crítica de la Literatura Hispánica», XX). 2. PÉREZ BAZO, J.: La poesía en el siglo xx: hasta 1939. Madrid, Ed. Playor. 3. URRUTIA, J.: Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. La Superación del Modernismo. Madrid, Ed. Cincel. 4. SENABRE, R.: Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, poetas del siglo xx. Madrid, Anaya, 1991 (Bibl. Básica de Literatura) Sobre Antonio Machado en particular. 5. [VARIOS]: Antonio Machado. Edición de R. Gullón y A. W. Phillips. Madrid, Ed. Taurus, 1973 (Col. «El escritor y la crítica»). [Amplia recopilación de estudios sobre su personalidad, su estética, sus temas y sus libros. Con bibliografía final.] 6. [VARIOS]: En torno a Machado. Edición de Francisco López. Madrid, Eds. Júcar, 1989. [Otra excelente recopilación de estudios, que complementa a!a anterior.] 7. VALVERDE, José María: Antonio Machado. Madrid, Ed. Siglo XXI, 1975. [Excelente introducción.] 8. SESÉ, Bernard: Antonio Machado. El hombre, el poeta, el pensador. Madrid, Ed. Gredos, 1980, 2 vols. [Es el más amplio estudio de conjunto sobre el autor.] 9. SÁNCHEZ BARBUDO, Antonio: Los poemas de Antonio Machado. Barcelona, Ed. Lumen, 1967. [Estudia casi todos los poemas de Machado, uno por uno.] 10. FERNÁNDEZ FERRER, Antonio: Campos de Castilla. Antonio Machado. Barcelona, Ed. Laia, 1983 (Guías Laia, n.° 11.) [Muy útil para este curso.] - Una vez más, remitimos a las obras de conjunto sobre la literatura de la época. - Ediciones: - Ediciones especialmente pensadas para este curso son las de Poesías escogidas, por V. TUSÓN (Col. Castalia Didáctica, n.° 111 y Verso y prosa, por J. TOBOSO (Edelvives). - De las poesías completas tenemos ahora una excelente y asequible edición de M. Alvar en la nueva «Colección Austral», n. 33. _____________________________ LA POESÍA DE LA PRIMERA GENERACIÓN DEL SIGLO Como sabemos, la lírica en lengua española está dominada, desde fines del xix, por la potente voz de Rubén Darío. Debemos enlazar, pues, con lo expuesto acerca del Modernisrno en el cap. 2a —y especialmente con lo dicho sobre su desarrollo en España— para situar adecuadamente la obra de Antonio Machado. Su figura se alza con singular personalidad en el horizonte poético del moniento. Pero recordemos que se halla acompañada por otras figuras de interés, y a veces verdaderamente notables, de las que ya hemos tenido ocasión de hablar o de las que aún tenemos que ocuparnos. Ante todo, su hermano Manuel, a veces injustamente postergado por la fama de Antonio, o por otras razones extraliterarias, pero que últimamente vuelve a ser valorado como el gran poeta que fue. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 13 En abierta oposición a la estética modernista se sitúa la obra poética de Unamuno, que hubiera merecido mayor detenimiento: es, desde su personal postura, uno de los pilares de nuestro lirismo contemporáneo. Entre la estética modernista y la «esperpéntica» se hallará la poesía de Valle-Inclán, como el resto de su obra, según veremos. Inferior es la talla de un Villaespesa o un Marquina, a quienes volveremos a referirnos como autores de teatro. Y no descenderemos a figuras decididamente menores. • Reanudaremos el estudio de la poesía anterior a 1936 en el cap. 6b (con los posmodernistas y Juan Ramón) y en los cap. 7 y 8 (con la «generación del 27»). Pero recordemos que Juan Ramón Jiménez, con su extraordinaria precocidad, estuvo presente desde principios de siglo en la primera línea de nuestra lírica. Arias tristes -y no es su primer libro- se publicó en 1903, el mismo año que las Soledades de Machado. Antonio Machado. Datos biográficos. «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla...» En Sevilla nació en 1875 Antonio Machado y Ruiz. Su padre, Antonio Machado y Álvarez, era un estimable folklorista. En 1883, se traslada la familia a Madrid. Antonio, como sus hermanos, estudia en la Institución Libre de Enseñanza. Continúa el Bachillerato en los Institutos de San Isidro y Cisneros (pero no lo terminaría hasta los... 25 años). Al morir su padre (1893) y su abuelo (1895), sobrevienen dificultades económicas. Antonio trabaja como actor teatral, pero en 1899 -con su hermano Manuel- se traslada a París. Allí trabaja como traductor y entra en contacto con la vida literaria parisiense; en una segunda estancia en París (1902), conoce a Rubén Darío, con quien le unirán mutuos lazos de admiración. De nuevo en Madrid, colabora en la revista modernista Helios (cuyo redactor jefe es Juan Ramón Jiménez) y vive intensamente las preocupaciones de los jóvenes grupos literarios. La publicación de Soledades (1903) lo revela como poeta extraordinario. En 1907 obtiene la cátedra de Francés en el Instituto de Soria. Allí pasará una etapa fundamental de su vida. En 1909, se casa con Leonor Izquierdo, una muchachita de dieciséis años. Con ella va a pasar un año en París y asiste a las clases de Bergson; pero en julio de 1911, Leonor sufre una violenta hemotisis y regresan a Soria, en donde ella morirá el 1 de agosto de 1912. Antonio, desesperado, abandona la ciudad castellana y se traslada a Baeza, pero su corazón queda en Soria, en el «alto Espino», el cementerio donde reposa Leonor. En 1919, se traslada a Segovia, en donde desarrolla una intensa actividad de cultura popular. Es elegido miembro de la Real Academia Española en 1927. Conoce por entonces a Pilar Valderrama, la Guiomar de sus últimos poemas amorosos. Y en 1931, obtiene una cátedra en el Instituto Calderón, de Madrid (más tarde pasará al Instituto Cervantes). En Madrid le sorprende la guerra. Firme partidario de la República, tiene que trasladarse a Valencia; en un puehlecito vecino, Rocafort, vive y cscribe en defensa de su España, hasta 1938, en que va a Barcelona, para refugiarse al año siguiente en Francia con su madre. Ambos, muy enfermos, son acogidos en un hotelito de Collioure. Allí, el 22 de febrero de 1939, muere el poeta «... ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar». Tres días después fallece su madre. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 14 Fue Machado un hombre bueno («en el buen sentido de la palabra...»), ensimismado, de sobria y honda sensibilidad. De ahí que se identificara tanto con el austero ambiente castellano. Humildísimo, rehuyó siempre los honores; al ser elegido académico, le comenta a Unamuno que «Dios da pañuelo al que no tiene narices». Por Soria o por Baeza, por Segovia o por Madrid, se le veía paseando solo, con su «torpe aliño indumentario»; o escuchando en silencio a sus contertulios de café, mientras la ceniza de su cigarrillo -era un fumador empedernido- caía invariablemente sobre su chaleco. Sólo su mirada «tan profunda» -como la evocó Rubén Darío- parecía arder. • La trayectoria ideológica de Machado ha sido resumida por J. C. Mainer con esta fórmula: «del institucionismo al populismo». Su tradición familiar y su formación en la Institución Libre de Enseñanza lo situaban en la línea del liberalismo reformista de las clases medias. Pero sus ideas se radicalizarán con el tiempo, sobre todo al contacto con las desigualdades sociales de Andalucía y ante el incremento de los movimientos obreros, con los que simpatizó pronto. Su ideal de fraternidad le llevó, en sus últimos años, a proclamaciones netamente revolucionarias. (Ahora podrá verse, con más precisión, hasta qué punto su trayectoria ideológica es opuesta a la de los «noventayochistas», y cuán poco afortunada era su adscripción al «98». Refiriéndose a los escritores del 98, el mismo Machado declaró: «Mi relación con aquellos hombres [...] es la de un discípulo con sus maestros.» Tales relaciones fueron más bien tardías y, con alguno de ellos, escasas. Admiró sobre todo a Unamuno, pese a sus crecientes diferencias ideológicas. Y de lo que no hay duda es de que, en sus comienzos sobre todo, trató con mucha mayor asiduidad a escritores como Rubén, Valle-Inclán, Juan Ramón, Villaespesa, etc. Mostró hasta el final de su vida una ejemplar consecuencia con sus convicciones profundas. Estuvo, según sus palabras, «a la altura de las circunstancias».) Poética: Escribió Machado en cierta ocasión que al poeta le conviene «desconfiar aun de sus propias definiciones». No obstante, parece válida para su obra -en conjunto- esta definición que dio en 1931: «la poesía es la palabra esencial en el tiempo». Con estas palabras quería sintetizar su doble objetivo: captar la esencia de las cosas, a la vez que su fluir temporal. Y añadía: «Inquietud, angustia, temores, resignación, esperanza, impaciencia que el poeta canta, son signos del tiempo y, al par, revelaciones del ser en la conciencia humana.» Más adelante habría de precisar: «La poesía es el diálogo del hombre, de un hombre, con su tiempo.» En estas afirmaciones está la raíz de esa cálida y entrañable humanidad que impregna toda su obra. 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 15 Pero más importante que estas declaraciones tardías será atender a las raíces de su poética. Cierta tradición hacía de Machado «el poeta del 98»; si, ideológicamente, ello es inexacto como acabamos de decir-, desde el punto de vista estético -y sin negar ciertas coincidencias con el 98- es indudable su arranque modernista. Y como en otros modernistas españoles, ello supone una doble raíz: Romanticismo tardío y Simbolismo. Lo veremos en Soledades. Pero precisemos que, junto a influencias españolas, Machado bebió directamente del Simbolismo francés: como él mismo nos dijo, el París de 1899 -fecha de su primer viaje- era la ciudad «del simbolismo en poesía». Las huellas de este punto de partida no desaparecerán nunca de sus poemas. Pero también es cierto que pronto se propuso una tarea de depuración estilística que le llevaría hacia una sobriedad y una densidad personales. En cualquier caso, todo lo dicho debe precisarse estudiando su trayectoria poética. Las observaciones que siguen serán sólo una primera aproximación (en una guía de lectura ampliaremos el estudio). PRIMER CICLO POÉTICO: SOLEDADES En los años en que triunfa el Modernismo, aparece -primero- Soledades (1903) y luego suprimidas algunas composiciones y añadidas muchas más- Soledades, galerías y otros poemas (1907). Años más tarde, recordando estos libros, hablará Machado del magisterio de Rubén, pero proclamará -junto a su admiración- que había pretendido «seguir camino bien distinto». Y añade: «Pensaba yo que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del mundo.» Sin embargo, reconoce: «No fue mi libro la realización sistemática de este propósito.» Y más tarde se referiría a sí mismo hablando de «ese modernista del año tres». En efecto, a peśar de una tendencia a la sobriedad expresiva que se observa -sobre todo- en los poemas de la segunda edición, es mucho lo que hay de Modernismo en estos comienzos machadianos. Se trata, eso sí, de un Modernismo intimista, con esa veta romántica que recuerda -en no pocas ocasiones- a Bécquer o a Rosalía de Castro. Machado -según sus palabras- escribe «mirando hacia dentro», tratando de apresar, en un «íntimo monólogo», «los universales del sentimiento». Esos “sentimientos universales” conciernen, ante todo, a estos tres temas: el tiempo, la muerte, Dios. Es decir, el problema del destino del hombre, de la condición humana: ya aludimos a ello, en otro lugar, a su condición de poeta «existencial». Pero hay también nostálgicos recuerdos de la infancia, finísimas evocaciones de paisaje... y un amor más soñado que vivido. Soledad, melancolía o angustia son los resultados de ese mirar hacia el fondo del alma. • En la visión machadiana y en el arte de Soledades, ha destacado la crítica (así, J. Ma Aguirre) los valores simbolistas. Motivos temáticos tan característicos de Machado como la tarde, el agua, la noria, las «galerías» , etcétera, constituyen símbolos de realidades profundas, de obsesiones íntimas (el agua, por ejemplo, es símbolo de vida cuando brota, símbolo de la fugacidad cuando corre -como los ríos de Jorge Manrique o el río de Heráclito-, símbolo de la muerte cuando está quieta o cuando es el mar). Tendremos múltiples ocasiones de 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 16 comprobarlo en nuestro estudio. • Del Simbolismo y del Modernismo le viene igualmente a Machado su preferencia por ciertos tipos de ritmo. Así, en su versifcación, hay una presencia reveladora de versos dodecasílabos y de alejandrinos, junto a algún ejemplo de métrica basada en pies acentuales. Sin embargo, ya se observa el gusto por formas más sencillas, como la silva. En fin, mucho es también lo que el léxico y las imágenes deben al lenguaje modernista. • Y a pesar de todo, Machado posee ya esa «voz propia» que había buscado. El ciclo de Soledades es un conjunto de hondísima poesía. Si años atrás se valoraba sobre todo Campos de Castilla, hoy la crítica tiende a considerar que la cima de la poesía machadiana se halla en las páginas de Soledades, sobre todo en las partes que se titulan «Del camino» (de 1903) o «Galerías» (1907). CAMPOS DE CASTILLA El encuentro de Machado con Castilla es un encuentro privilegiado: como decía Salinas, Castilla es una tierra en la que Machado podrá seguir «buscando el alma». En efecto, ante las tierras de Soria, exclamará: «Me habéis llegado al alma. / ¿O acaso estabais en el fondo de ella?» Se publica Campos de Castilla en 1912, poco antes de la muerte de Leonor (se incrementará con nuevos poemas en ediciones sucesivas). Son variados los temas de sus composiciones: señaló Machado que «a una preocupación patriótica responden muchas de ellas; otras, al simple amor de la Naturaleza, que en mí supera infinitamente al del Arte. Por último, algunas rimas revelan las muchas horas de mi vida gastadas [...] en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo». • Los «enigmas del hombre y del mundo» le siguen inspirando, en efecto, poemas intimistas en la línea de su poesía anterior. Pero lo que aporta de nuevo este libro son los cuadros de paisajes y de gentes de Castilla o las meditaciones sobre la realidad española. Veámoslo. El paisaje parece recogido, en algunos poemas, con una «objetividad» absoluta. Así, en la serie Campos de Soria o en Orillas del Duero (nos referimos aquí al poema n.° CII y no a otros de título igual -o casi- a éste). Sin embargo, un estudio atento permite ver, en tales poemas, un claro componente subjetivo: Machado proyecta sus propios sentimientos sobre aquellas tierras, operando una selección que prefiere lo recio y lo austero (o lo duro y lo pobre, o lo «épico» y lo «místico»), o que acentúa (especialmente con la adjetivación) lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte (sus constantes obsesiones). Tales son las claves de su visión lírica de Castilla. La «preocupación patriótica» le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España. En ellos se observa (junto a la señalada visión lírica) una visión crítica que motivó la ya discutida adscripción de Machado al «98». Sólo en algún caso podrían verse puntos comunes con la línea regeneracionista, así, en A orillas del Duero (hablamos ahora del poema XCVIII) o en Por tierras de España. En cambio, en poemas posteriormente añadidos al libro, la crítica de Machado parte ya de bases distintas: es una visión histórica y política netamente progresista, animada por la nueva fe en «otra España» ,«implacable y redentora», con la que ahora se siente comprometido. Son ejemplos de ello composiciones como Del pasado efímero, El mañana efímero, Una España joven, Desde mi rincón... 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 17 • Destaquemos, aparte, el largo romance La tierra de Alvargonzález, en que el poeta consigue revitalizar la vieja versificación, en un intento de «escribir un nuevo Romancero» que fuera expresión popular de «lo elemental humano». Se trata de un estremecedor poema narrativo, cuya sombría historia gira en torno a la codicia, producto de la dureza y miseria de aquellas tierras. • Por otra parte, en Campos de Castilla inicia Machado un aspecto de su creación que más tarde cultivará copiosamente: ese tipo de poemas brevísimos que integran la serie de «Proverbios y cantares». Son, unas veces, chispazos líricos; otras, filosóficos (aspecto éste que dominará en el libro siguiente). Los más surgen de esas hondas preocupaciones suyas que ya conocemos, y que ahora se envasan en formas inspiradas por las coplas populares. Algunos son bellísimos. • Entre los poemas añadidos al núcleo inicial, hay que citar las conmovedoras evocaciones de Soria, desde lejos, o de la esposa muerta; ambos temas se entretejen admirablemente en el poema A José María Palacio. En fin, el libro se completa con una serie de «Elogios», algunos muy hermosos, como el poema A Don Francisco Giner de los Ríos, o los dedicados a Rubén Darío, Unamuno o Juan Ramón. NUEVAS CANCIONES Doce años tardará Machado en publicar su siguiente libro: Nuevas canciones (1924). Su impulso creador parece haberse frenado. Ya en un poema de 1913, se lamentaba: «...cantar no puedo; / se ha dormido la voz en mi garganta». Y en una carta a Unamuno de 1921, confesará: «Escribo poco y aun esto no muy a gusto.» Por aquellos años, en cambio, se incrementa su interés por la filosofía. • Nuevas canciones es un libro breve y heterogéneo. Dámaso Alonso lo ha definido como «una especie de muestrario: algunos poemas que recuerdan los Campos de Castilla; otros que, con apenas breves destellos de sentimiento, meten al campo andaluz en una rígida cartonería mitológica; y, en fin, [...] poemas minúsculos, definidores, dogmáticos, condensación de turbias intuiciones puramente cerebrales...». • En el terreno de la poesía descriptiva, es evidente que las tierras andaluzas no sacuden su sensibilidad como lo hicieron las de Castilla. Y es sintomático que sólo cuando evoca a Soria se remonte visiblemente su vuelo lírico (así es en las Canciones de tierras altas o en las Canciones del alto Duero). • Encontraremos también en el libro nuevas composiciones intimistas de valor muy desigual, poesías de circunstancias, como sonetos a amigos suyos, etc. • Pero lo más característico de este ciclo es el centenar de nuevos Proverbios y cantares. En ellos, lo lírico ha cedido el puesto definitivamente a lo conceptual: son ahora más «proverbios» que «cantares»; o, como dijo Salinas, «cantares de pensador». Consisten en sentencias o pensamientos, frecuentemente paradójicos, a veces oscuros, en ocasiones triviales, aunque algunos encierran también intuiciónes profundas. Las inquietudes filosóficas de Machado han pasado a primer término. ÚLTIMOS POEMAS En los años posteriores a 1924, su producción poética es más bien escasa (cultiva más la prosa, de la que en seguida hablaremos). No publica, independientemente, ningún nuevo libro de versos; sí diversas ediciones de sus Poesías completas (1928, 1933, 1936) con algunos poemas añadidos cada vez. Así, los que constituyen el Cancionero apócrifo de Abel Martín y 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 18 Juan de Mairena, poetas de su invención. Entre tales composiciones, cabe destacar, en todo caso, las Canciones a Guiomar, testimonio de su nuevo y tardío amor. • Pero Machado encuentra pocas veces ya su inspiración de antaño. La poesía española de entonces va por caminos muy distintos de los que él había recorrido: en esos años veinte, los movimientos de vanguardia barren el panorama de la lírica, se ensaya un arte «deshumanizado», surgen los «poetas del 27». Hay, en suma, una nueva estética que parece ejercer sobre el Machado poeta efectos paralizantes. Su figura es respetada (Gerardo Diego lo incluye en su famosa antología de 1932), pero él muestra su «desacuerdo» con la nueva poesía y, en varias ocasiones, defiende estérilmente su propia poética contra una lírica «intelectual», «artificialmente hermética» -son palabras suyas- que le parecía una nueva manifestación del «viejo arte burgués». • Cuando estalla la contienda, Machado quiere ser poeta cívico y bélico de la España Republicana. Surgen así sus Poesías de guerra, una veintena de composiciones. Entre ellas, hay poemas breves, como el dedicado a la defensa de Madrid («¡Madrid, Madrid! ¡qué bien tu nombre suena, / rompeolas de todas las Españas!»), otros con tono de arenga, algunas coplas, romances y canciones con notas de paisaje valenciano, y nueve sonetos, alguno estremecedor como el titulado La muerte del niño herido. Pero la pieza más hermosa de la serie es El crimen fue en Granada, desgarradora elegía a Federico García Lorca. • Cuando murió Machado, en un bolsillo se le encontró un papel arrugado. En él, escrito a lápiz y junto a otras notas, figura un verso destinado, sin duda, a encabezar un nuevo poema que ya no escribiría. Es, pues, su último verso. No se puede leer sin un escalofrío: Estos días azules y este sol de la infancia... LA OBRA EN PROSA Con el tiempo, la producción en prosa fue para Machado una actividad compensatoria, sustitutiva de la corriente poética que dejaba de empujarle con ímpetu. Pero el viejo poeta va a revelarse como un gran prosista. Buena parte de tal producción responde a sus crecientes preocupaciones filosóficas; junto a ello, desarrollará problemas estéticos o políticos. Algunos de sus escritos dispersos o inéditos fueron reunidos por Guillermo de Torre en 1957 con el título de Los complementarios. Son páginas del mayor interés. Así, sus cartas a Unamuno (1913-1929), en las que se leen confesiones valiosísimas. Son igualmente fundamentales sus «Divagaciones y apuntes sobre la cultura» , el esbozo de su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua (que nunca llegó a pronunciar), su texto «¿Cómo veo la nueva juventud española?», en el que enjuicia especialmente las nuevas tendencias poéticas, etc. Pero su gran obra en prosa es el Juan de Mairena. Se trata de un conjunto de artículos, párrafos sueltos o cortos diálogos, atribuidos a tal personaje ficticio, que comenzó a publicar en la prensa a partir de 1934 y recogió en un volumen dos años después. En ellos, con un tono a veces serio y a veces irónico, trata de las cuestiones más diversas: metafísica, lógica, estética... Prueba de su atención a las novedades filosóficas son sus interesantes comentarios en torno al existencialismo de Heidegger, para algunas de cuyas ideas veía precedentes en Unamuno o en su propia poesía. A partir de 1936, siguió publicando las presuntas lecciones y meditaciones de Mairena (que se recogerían póstumamente en un nuevo y más amplio volumen). Junto a los temas señalados, dominan ahora las cuestiones políticas, estrechamente ligadas a los dramáticos 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 19 acontecimientos de aquella hora. Y es precisamente en esas páginas en donde encontramos de nuevo a un Machado de incalculables dimensiones, vigoroso, entero, cercano. (Véanse las muestras de Juan de Mairena que insertamos más adelante.) ________________________ La valoración de la obra machadiana ha pasado por matices muy reveladores de los cambios del gusto. Como hemos señalado, gozó del mayor respeto entre la llamada «generación del 27», aunque la devoción del momento se orientaba más hacia Juan Ramón Jiménez. En cambio, en la posguerra, los poetas (con Blas de Otero a la cabeza) vuelven hacia Machado y lo convierten en el más alto ejemplo de poesía y de humanidad. Precisamente un crítico del «27» como Dámaso Alonso dirá por entonces: «Era, ante todo, una lección de estética [...]. Y era una lección de hombría; de austeridad, de honestidad sin disfraces ni relumbrones...» • En fechas más recientes, en cambio, algunos juicios restrictivos parecen iniciar una revisión crítica de su obra. Así, el eminente profesor Francisco Rico opina: «Pertenece demostrablemente a otro siglo: acendra las mejores vetas de Espronceda, Campoamor, Bécquer; y quizá [su poesía] convierte a su autor en el más alto lírico castellano del diecinueve.» Bueno es situar a Machado en su momento, aunque sea un tanto primaria esa referencia al «diecinueve» (¿eran «decimonónicos» aquellos poetas de posguerra que consideraban a Machado muy «actual»?) Por encima de las mareas de gustos y modas, Machado significa, en resumen, la hondura en el enfoque de graves problemas humanos, una identificación inigualada de un poeta con una tierra, un ejemplo de fidelidad a sí mismo y a su pueblo. Y, estrictamente visto en la trayectoria de la poesía española del siglo xx, se alza como una de sus más altas cimas. (Nota: Omitimos ahora la referencia a la producción teatral que desarrolló en colaboración con su hermano Manuel. Aludiremos a ella en el capítulo siguiente.) Textos: Machado prosista No nos resistimos a dar unas muestras del Machado prosista, aunque sólo sean unos párrafos sueltos: pensamientos y reflexiones de sus últimos años. Pertenecen al Juan de Mairena (1934-1939), excepto los dos que se indican. Su lectura permitirá completar lo que se ha visto acerca de la posición ideológica hacia la que derivó: son meditaciones muy elocuentes sobre el hombre, la cultura y España. • Es más difícil estar a la altura de las circunstancias que au dessus de la melée. • Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre. • El hombre masa no existe; las masas humanas son una invención de la burguesía, una degradación de las muchedumbres de hombres, basada en una descaliticación del hombre que pretende dejarle reducido a aquello que el hombre tiene de común con los objetos del mundo físico: la propiedad de ser medido con relación a unidad de volumen. Desconfiad del tópico «masas humanas»... Mucho cuidado: a las masas no las salva nadie; en cambio, siempre se podrá disparar sobre ellas. ¡Ojo! (Discurso Sobre la defensa y difusión de la cultura, 1936)• 4 El tema de España en la literatura. La poesía a principios de siglo 20 • De ningún modo quisiera yo -habla Juan de Mairena a sus alumnos- educaros para señoritos, para hombres que eludan el trabajo con que se gana el pan. Hemos llegado ya a una plena conciencia de la dignidad esencial, de la suprema aristocracia del hombre; y de todo privilegio de clase pensamos que no podrá sostenerse en el futuro [...]. De la gran experiencia cristiana todavía en curso, es ésta una consecuencia ineludible, a la cual ha llegado el pueblo, como de costumbre, antes que nuestros doctores. El divino Platón filosofaba sobre los hombros de los esclavos. Para nosotros, es esto éticamente imposible. • Difundir la cultura no es repartir un caudal limitado entre los muchos para que nadie lo goce por entero, sino despertar las almas dormidas y acrecentar el número de los capaces de espiritualidad. Por lo demás, la defensa de la cultura como privilegio de clase implica, a mi juicio, defensa inconsciente de lo ruinoso y muerto... (Borrador del Discurso de ingreso en la Academia de la Lengua, 1931.) • Para nosotros, difundir y defender la cultura son una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de conciencia vigilante. • Escribir para el pueblo -decía mi maestro-, ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos, claro está, de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas inagotables que no acabamos nunca de conocer. Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España; Shakespeare, en Inglaterra; Tolstoi, en Rusia. • Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala que hacen trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes. Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros y, naturalmente, contra vosotros. • Los que os hablan de España como de una razón social que es preciso a toda costa acreditar y defender en el mercado mundial, esos para quienes el reclamo, el jaleo y la ocultación de vicios son deberes patrióticos, podrán merecer, yo lo concedo, el título de buenos patriotas; de ningún modo el de buenos españoles. • Cuando penséis en España, no olvidéis ni su historia ni su tradición; pero no creáis que la esencia española os la puede revelar el pasado. Esto es lo que suelen ignorar los historiadores. Un pueblo es siempre una empresa futura, un arco tendido hasta el mañana. • La patria -decía Juan de Mairena- es, en España, un sentimiento sencillamente popular, del cual suelen jactarse los señoritos. En los trances más duros, los señoritos la invocan y la venden; el pueblo la compra con su sangre y no la mienta siquiera.