Reflejo de la Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia de Antonio de Valbuena en las ediciones del DRAE de 1899 y 1914 The reflection of Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia by Antonio de Valbuena in 1899 and 1914 editions of Dictionary of the Spanish Language by Royal Spanish Academy Katarína Prešinská Universidad Masaryk, República Checa katarina.presinska@gmail.com Resumen: A partir del año 1726 la Real Academia Española empezó a publicar sucesivamente ediciones del Diccionario de la lengua española en las que pretendía mantener la lengua en su estado más puro. No obstante, no fue la única que se preocupaba por el idioma. Los eruditos que no pertenecían a la Institución cuidaban el estado de la lengua por su cuenta. Uno de ellos fue Antonio de Valbuena, que con su extensa obra llamada Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia examinó la 12.ª edición del diccionario académico. Nosotros señalamos como objetivo de este trabajo descubrir el reflejo de su obra crítica en la 13.ª y respectivamente en la 14.ª edición del Diccionario. Más en concreto, nos interesó si se habían llevado a cabo los cambios y las sugerencias que había propuesto Antonio de Valbuena y si la Academia reconoció, o no, su trabajo. Palabras clave: Antonio de Valbuena, crítica lexicográfica, diccionario, Real Academia Es- pañola. Abstract: Since 1726 the Royal Spanish Academy began to publish successive editions of the Dictionary of the Spanish language with the purpose to maintain the language in its purest state. However, the Academy was not the only one to care about the language. Intellectuals who did not belong to the institution took care of the state of the language on their own. One of them was Antonio de Valbuena. With his extensive study called Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia he examined the 12th edition of the academic dictionary. We point to the objective of this work to discover the reflection of his critical work in the 13th and respectively in the 14th edition of the Dictionary. More specifically, we were interested if the changes and suggestions proposed by Antonio de Valbuena had been carried out and if the Academy recognized, or not, his work. Key words: Antonio de Valbuena, dictionary criticism, dictionary, Real Academia Española. 266 KATARÍNA PREŠINSKÁ 1. Introducción1 En 1713 vio la luz una corporación que había comenzado como reuniones en casa de don Juan Manuel Fernández Pacheco, la Real Academia Española (RAE). Una corporación que desde sus comienzos se marcó como objetivo esencial la elaboración de un diccionario copioso y representativo de la lengua castellana. Los primeros académicos, influidos por la Ilustración, sintieron la necesidad y la obligación de consagrar el idioma en un diccionario comparable a los de Italia y Francia. Para su emblema eligieron un crisol en el fuego con la leyenda «Limpia, fija y da esplendor». Con este lema y con su trabajo pretendían fijar el idioma de los siglos xvi y xvii, que consideraban la época de apogeo del castellano que había que conservar. Asimismo, pretendían limpiarlo de vulgarismos y novedades injustificadas. Ya depurado y fijado el idioma podía volver a lucir y a dar esplendor2 . Sin embargo, no eran los únicos en preocuparse por el idioma, ya que durante años hubo gente con el mismo desvelo y objetivo de hacer florecer el idioma y escribir diccionarios, y muchos otros en cuyo interés estaba examinar y mejorar estos depósitos de la lengua. Entre ellos destacó Antonio de Valbuena, un escritor y periodista, gran apasionado por la lengua, que a partir del año 1885 empezó a publicar sus comentarios sobre la 12.ª edición del Diccionario de la RAE3 . Publicaba los artículos en el prestigioso suplemento Los Lunes del periódico El Imparcial. Gracias a su tono mordaz y punzante logró enseguida gran fama. Más tarde, para una mejor consulta compiló los artículos en una obra de cuatro tomos, llamada Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia. El hecho de que los artículos, y posteriormente la obra, fueron bien acogidos por el público no significa que los académicos se quedaran contentos con sus consejos, críticas agudas, comentarios sarcásticos e incluso insultos hacia sus personas. Algunos salieron en defensa de la Academia, del Diccionario y del honor nacional. Otros devolvieron los ataques y le criticaron por su interés más en el insulto y en la burla que en la mejora de la obra. Ahora bien, lo que nos interesa aquí es ver el reflejo y la oportunidad de la obra de Valbuena. Su intención era contribuir al perfeccionamiento de los diccionarios castellanos. A pesar del tono, sus comentarios no eran desacertados en absoluto. Demostró un profundo conocimiento del léxico castellano y en muchas de sus observaciones no le faltaba la razón. Habida cuenta de lo anterior, para el presente trabajo nos proponemos: examinar la edición del Diccionario inmediatamente posterior a la Fe de erratas, es decir, la 13.ª edición publicada en el año 1899, y analizar los retoques y los cambios que se realizaron en comparación con la 12.ª edición. Como es posible que los cambios no hubieran 1. El contenido de este estudio se basa en nuestro trabajo fin de máster (Gazdíková, 2016). 2. Declarado en el Prólogo del Diccionario de autoridades. 3. Publicada en 1884. 267REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... sido reflejados en la edición inmediatamente posterior, comprobaremos también la 14.ª edición del año 1914. Más en concreto, nos va a interesar si se llevaron a cabo las sugerencias que proponía Antonio de Valbuena y si la Academia reconoció su trabajo o dejó pasar desapercibidos sus artículos. Vamos a mirar con detalle cada apartado de la Fe de erratas y buscar su reflejo en la macro- y microestructura del Diccionario de las dos ediciones posteriores. Esperamos presentar un trabajo minucioso que pueda interesar a todo aficionado a la lexicografía española. 2. Antonio de Valbuena Para empezar, presentemos en unas pocas palabras a nuestro crítico de interés. Antonio de Valbuena4 nació el 29 de octubre de 1844. Debido a las buenas condiciones en las que se encontraba su familia en aquel momento, fue uno de los dos hijos5 que fueron enviados a los estudios. Y sobresalió en el aprendizaje. Entró en el Seminario diocesano de León, en el otoño de 1859. No obstante, al acabar el curso 1864/65 Valbuena salió6 del seminario declarando no sentir la vocación para el sacerdocio y, entonces, decidió estudiar Derecho en la Universidad Central7 . En los estudios descubrió al poeta José Zorrilla y se quedó asombrado por los poemas que escribía. Valbuena declaró en el José Zorilla, estudio crítico-biográfico (1889: 7) que Zorrilla fue quien había despertado en él las aficiones literarias y quien formó su gusto. Fue por entonces cuando empezó a publicar poemas y trabajos y participar en muchas revistas (ej. El Anunciador, El Eco de León, El Siglo Futuro, El Imparcial, etc.). También dirigió unas cuantas (Pero-Grullo, La Buena Causa, La Voz de Vizcaya, etc.) en las que criticaba el sistema político, los personajes literarios de aquella época y sus obras. A partir del año 1883 empezó a publicar los Ripios8 , «con la fórmula del ataque personal, unido a la burla e incluso a la guasa» (Serrano Serrano, 2007: 87), en concreto, Ripios Académicos, Ripios Vulgares, Ripios Ultramarinos y Ripios Geográficos. En cuanto al estilo de Valbuena, Filemón de la Cuesta recoge una de las alabanzas9 que se escribieron en aquel tiempo: 4. En diversos estudios es posible encontrar el apelativo El Melladín o El Melladín de Pedrosa por una mella que tenía en el labio interior. Igualmente es posible encontrar otras variantes del nombre Antonio Valbuena, Antonio Balbuena o Antonio de Balbuena, pero también la variante confusa del apelativo El Medallín. 5. El otro hijo es José, el mayor de los hermanos. Estudió para sacerdote. 6. Según José M.a Canal Sánchez-Pajín (1987: 135) lo expulsaron. Sin embargo, según Antonio Viñayo (1966: 162) Valbuena se vio obligado a suspender el Seminario para alistarse, como voluntario, en los ejércitos carlistas. 7. La actual Universidad Complutense de Madrid. 8. En general son artículos en los que hace una observación crítica. 9. Publicada en el periódico El Campeón. 268 KATARÍNA PREŠINSKÁ Hábil y fuerte en la polémica para defender, nadie le iguala en el arte de herir. Con dos palabras destroza a un adversario de tal manera que ya no se levanta. Y al mismo tiempo se apodera tan completamente del ánimo del lector que le hace aplaudir y celebrar entusiasmado sus crueldades. (1945: 21). El anhelo por la corrección lingüística lo encontramos en todos los escritos que aparecieron publicados a lo largo de la vida de Antonio de Valbuena. Así pues, cuando en 1884 vio la luz la 12.ª edición del Diccionario de la Real Academia Española no era de extrañar que nuestro crítico se interesara por ella. Desde el 11 de mayo de 1885 empezó a publicar en Los Lunes de El Imparcial artículos firmados con el pseudónimo Miguel de Escalada. El contenido de los artículos se centró en comentarios, censura y ridiculización de las definiciones de la Academia. Posteriormente salieron recogidos en cuatro tomos bajo el título Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia. Son numerosos los artículos y las obras literarias o críticas que Valbuena publicó durante su vida. Recordemos algunos más: Agridulces (Políticos y literarios), en dos tomos, uno en 1892 y otro en 1893; Capullo de novela (1891); Novelas menores (1895); Rebojos (1901); Parábolas (1904); Agua turbia (1899) o Corrección fraterna (1910), que, conociendo el estilo de Valbuena, de fraterna tenía poco. Después de cumplir los 70 años volvió a meterse con la Academia con la sección Ni limpia, ni fija, otra vez en El Imparcial, con unos artículos en los que retomó el tema de los aspectos lingüísticos, de significado, pronunciación y evolución de palabras. A lo que reaccionó Julio Casares, en aquel entonces a punto de entrar en la Real Academia: ¿Quiere usted, Sr. Valbuena, escuchar un consejo leal? Jubílese. Aun perdura el recuerdo de los primeros Ripios y de las carcajadas en que fueron acogidas las agudezas de la Fe de erratas. Conténtese con ese recuerdo; piense en que los tiempos han cambiado y medite la triste diferencia que hay entre hacer reír a costa ajena y servir de irrisión por cuenta propia. (Casares, 1918: 242). Un consejo que seguramente Valbuena preferiría evitar, pero que confirmó el perdurable éxito de su trabajo. Lamentablemente, el día 13 de marzo de 1929 el periódico Diario de León, con el que colaboraba en los últimos años de su vida, publicó en primera página la noticia de su muerte. 3. La obra crítica de Valbuena 3.1 La crítica en el tiempo de Valbuena La generación en la que se suele incluir a nuestro escritor es la llamada generación de la Restauración. Son novelistas, regeneracionistas, críticos e historiadores nacidos entre los años cuarenta y el 1856. Entre los nombres más resonantes de la época destaca Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas, Clarín, Emilia Pardo Bazán, Armando Palacio 269REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... Valdés, Menéndez y Pelayo, Joaquín Costa, González Serrano, José Ixart y Juan Sardá (Serrano Serrano, 2007: 311). El crítico literario Martínez Cachero describe, en cuanto a la crítica, las dos principales corrientes que actuaban en el panorama. La primera, denominada gramaticalismo, fue representada por Clarín, Fray Candil o Aramis y caracterizada por un tono y estilo expresivo, desenfadado e irrespetuoso, pero divertido para el público. Al otro lado estuvo la actitud extremadamente subjetiva afinada al impresionismo «que pudo parecer en ocasiones extremada y hasta peligrosa» (2005: 419-421). El ambiente queda reflejado por la cita: [L]as dificultades subían de punto, porque en la vida literaria madrileña (que era casi española) todos dicen ser amigos de todos y la diaria convivencia y las conveniencias personales y las presiones extraliterarias impiden muy a menudo hablar verdad; haría falta ser una pieza santo y héroe para continuar adelante contra todo: enemistades, cartas y más cartas, intentos de soborno, denuestos y calumnias, amenazas, bofetadas, duelos de honor inclusive. ¿Dónde hallar el varón fuerte? [...] Ya en las postrimerías del siglo y pese a la incorporación de gente nueva al ejercicio de la crítica, el panorama parece no haber conocido mejoría notoria pues circunstancias muy diversas [...] se confabulaban para engendrar un estado de cosas harto deficiente. (Martínez Cachero, 2005: 450-421). A este entorno tuvo que enfrentarse nuestro crítico, Antonio de Valbuena. Sin duda podemos decir que, a pesar de todo, fue capaz de sobresalir y sacó a la luz dieciséis libros de crítica de los que casi todos lograron una segunda edición, algunos incluso más. Las obras que publicó Valbuena destacaron sobre todo por su agilidad. El estilo cargado de gracia, chispa y fuerza expresiva fue seguramente uno de los indudables méritos de su éxito. Era capaz de captar la atención del lector todo el rato, aunque a veces podía resultar repetitivo. No existía un punto de cambio en el estilo de su escritura, porque ya sus primeros poemas solían tener el tono sarcástico. «Y después de leído cada artículo, no sabe uno si esa perfección y esa “chispa”, dentro de la sencillez, es fruto de su espontaneidad o de un riguroso y selectivo trabajo» (Serrano Serrano, 2007: 314). Ahora bien, si hay algo que se le puede reprochar desde el punto de vista de la actualidad es que la mayoría de su crítica —excepto las primeras admiraciones a la obra de José Zorrilla, Navarro Villoslada y José María Pereda— es para censurar. Lo que no encajaba con su convicción sufría de sus comentarios audaces. No obstante, precisamente estos comentarios sazonados de gracia o de burla se convirtieron en punto de partida del éxito y de la fama que logró. Una fama que según Serrano Serrano corría sobre un carro de dos ruedas: «la rueda de los contenidos o críticas a personajes famosos; y la rueda del estilo ágil y fluido de su prosa, la creatividad de su estilo» (2007: 324); para sus coetáneos más atractiva la primera, para el interés de los literatos y lingüistas actuales más llamativa la segunda. 270 KATARÍNA PREŠINSKÁ 3.2 Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia Pasemos ahora a su obra cumbre. De los ya mencionados artículos en El Imparcial el primero salió el 11 de mayo de 1885. En total fueron 105 artículos de crítica de las definiciones del Diccionario, que se convirtieron en la obra más voluminosa de Valbuena. No caben dudas de que su trabajo fue detallado, pero hay que mencionar que a pesar de que la obra consta de cuatro tomos, no llegó más que a la letra E. Él mismo advirtió que para llegar a comentar entera la 12.ª edición del Diccionario sería cosa de estar publicando artículos en El Imparcial todos los lunes por unos cuarenta años á lo menos. Es menester, por tanto, no llevarlo á hita, y de aquí en adelante me habré de contentar con hacer de la obra académica un estudio menos minucioso, más por encima, apuntando solamente, no diré los mayores despropósitos, porque es difícil decidir cuáles son los mayores, sino aquellos con que primero tropiece. (1887: 34). Los artículos muy pronto adquirieron popularidad y por las demandas que llegaban al editorial del periódico Valbuena descubrió la conveniencia de coleccionar estos artículos. Dice, al respecto, en el prólogo del primer tomo: [Y]a sabía por los empleados de este periódico que con frecuencia se les pedían colecciones de dichos artículos ó números sueltos para completarlas, sin que les fuera posible servir estos pedidos por hallarse agotados casi todos los números; la conveniencia de la colección era evidente. [...] ya no es caso de conveniencia, es de necesidad ponerlos en forma que puedan consultarse, reuniéndolos en un libro que se titule, por ejemplo, Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia. Y aquí está el libro. (1887: VI). El libro que encontró tanto simpatizantes como opositores. La mayoría de las protestas salieron del interior de la Academia. Valbuena delinea en el prólogo (ib.: VIIIXIV) la situación que provocaron los artículos: la venta del Diccionario se había quedado paralizada. Por consiguiente, se vieron obligados los académicos a tomar medidas para cambiar el rumbo. Un catedrático de Instituto, Comelerán, publicó unos artículos bajo el título Crítica demoledora, pero nadie le hizo mucho caso. El cargo de defensor principal lo desempeñó D. Manuel Silvela. Escribió un artículo en contra de la Fe de erratas en el mismo periódico —El Imparcial— con la firma de Juan Fernández. Con lo que se desarrolló una polémica entre los dos a la que puso final el director de Los Lunes cuando impidió a Valbuena responder a la última carta de Silvela. Los artículos publicados posteriormente en cuatro tomos fueron distribuidos de siguiente manera: el tomo I con los primeros 25 artículos fue publicado en 1887; el tomo II, con los capítulos del XXVI al LI, en 1889; el tomo III, del artículo LII al LXXX, en 1891; y el último tomo, del LXXXI al final, en 1896. Los últimos dos capítulos del tomo I formaron las contrarréplicas a las objeciones que le había hecho D. Manuel Silvela. Y el tomo II contó con dos apéndices: uno titulado «La Jurisdicción de la Academia» y 271REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... el otro «Una plancha», justificando una denuncia que se le quiso hacer por injurias a la Compañía Transatlántica. En la Fe de erratas el crítico no podía centrarse en personas con sus defectos, como era el caso de otras críticas. Lo que tenía por delante aquí eran las definiciones erróneas de un diccionario. Tarea todavía más ardua si no quería aburrir a los lectores. A pesar de ello, Valbuena supo salirse con la suya y escribía con agilidad y soltura, con la chispa que mantenía vivo el interés del público. Uno de los remedios que le ayudaron a no perder el interés en los artículos fueron las escapadas del terreno lingüístico «a todo tipo de referencias e ingeniosidades» (Serrano Serrano, 2007: 341). Pongamos un ejemplo: No definen ustedes la palabra alubia ni la palabra habichuela, que son otros dos nombres del haba blanca, ni en este último artículo ponen la definición tampoco, sino que desde todas estas palabras y desde la palabra Fréjol, que aunque significa una cosa parecida, no es la misma cosa, desde todas estas palabras remiten ustedes al lector á la palabra judía, que no es un nombre, sino un apodo burlesco de la alubia, y allí es donde definen. Lo cual ciertamente es una impertinencia, por no emplear otra calificación más fuerte; y si no, vamos: ¿Les gustaría á ustedes que el sentido común por mano de cualquier particular hiciera un Diccionario, y al llegar á la palabra académico, pusiera en el lugar de la definición esta referencia: «v. Estropeador del idioma», y que luego en este otro artículo de estropeador del idioma dijera: «Especie de persona literata que se reúne con otros de su clase todos los jueves en un lugar ó sitio ameno á devengar sus duros, y á remendar sus libros, por medio de los cuales empobrecen, confunden y echan á perder la lengua patria?» Pues á fe que la definición no estaría tan dislocada como la de la alubia en la judía, pero en cambio sería mucho más exacta y más propia. (Valbuena, 1887: 66-67). Por lo demás, el contenido de los artículos estaba enfocado principalmente en la corrección de las definiciones académicas. Una que otra vez entró en el análisis etimológico de la palabra, en el reclamo de las palabras que él consideraba oportunas o en el rechazo de otras tantas que creyó redundantes, anticuadas o extranjeras a la lengua castellana. 4. Análisis de la obra Hemos señalado en la introducción de este trabajo nuestro objetivo: analizar el reflejo que ha encontrado el examen crítico de la 12.ª edición del Diccionario hecho por Antonio de Valbuena en las ediciones siguientes, en la de 1899, la 13.ª edición, y la de 1914, la 14.ª edición. Por tanto, nuestra labor consistía en consultar con minuciosidad cada una de las enmiendas que Valbuena proponía y valorar hasta qué punto la enmienda se tuvo en cuenta para las ediciones posteriores. Aunque nos encantaría analizar la Fe de erratas del nuevo Diccionario de la Academia entera, que es, como ya hemos declarado previamente, la gran obra crítica de este autor, su trabajo es tan detallado que hasta ahora no hemos podido analizar más que el primer 272 KATARÍNA PREŠINSKÁ tomo. Mas este hecho no disminuye los resultados que hemos obtenido, ya que creemos que este refleja fielmente el examen que Valbuena hizo a lo largo de los cuatro tomos. Y avisamos aquí una vez más de que su trabajo tampoco es completo, que no llegó a estudiar el Diccionario entero. Desgraciadamente, se quedó en la letra E. En este sentido, nos hemos visto obligados a suprimir también el análisis del artículo XI, y de los artículos XXIV y XXV. El contenido del artículo XI está formado de una extensa lista de palabras10 latinas que aparecen en el Diccionario y que él cree redundantes, y de palabras castellanas, o algunas de sus acepciones, que él encuentra oportunas para formar parte de un diccionario de la lengua castellana. El estudio de este artículo supondría un desvío o una muestra muy restringida para nuestro trabajo y condicionaría los resultados del análisis complejo que pretendemos hacer. Los últimos dos artículos del primer tomo no analizan, por su parte, el Diccionario, sino que contestan a dos cartas que Silvela publicó en El Imparcial y con las cuales trató de defender el Diccionario contra los ataques de Valbuena. Por lo que los hemos dejados aparte. De este modo hemos recopilado en el corpus todos los reproches, enmiendas, sugerencias o recomendaciones que Valbuena propuso para la edición posterior a la 12.ª edición del Diccionario. En total hemos localizado 475 asuntos. En muchas ocasiones se detiene en un vocablo y lo examina desde varios puntos de vista11 . No se queda solamente en la censura de la definición, sino que polemiza también con la marca etimológica, con la ortografía de la palabra, con la información gramatical que acompaña al vocablo, etc. Véase como ejemplo de la complejidad de estos comentarios el caso de barzón: En primer lugar, no se dice barzón generalmente, sino barazón, ni se dice barzonear, sino barazonear: sólo por una contracción, que no es culta ni de buen gusto, pronuncian algunos esas palabras de la primera manera, lo mismo que los navarros suelen pronunciar muchismo y riquismo, en lugar de muchísimo y riquísimo. Pero los académicos, por andar en todo al revés, ponen las contracciones viciosas y no las palabras. Es verdad que el etimologista no quiso ó no supo ayudarles nada tampoco; que si en lugar de pasar callando sobre estas palabras les hubiera dicho que venían de vara, quizá se hubieran decidido por la pronunciación más completa. En segundo lugar, barazón no es «paseo ocioso», como dicen los académicos, ni en Andalucía, ni en Extremadura, ni en ninguna parte. Esa es una ociosa tontería académica y nada más. Pues aun cuando no sólo «en algunas partes de Andalucía y Extremadura», sino en León y en Castilla la Vieja se usa la frase hacer barazones (no dar, como los académicos dicen), y vale lo mismo que andar en la ociosidad y vagancia, no se dice porque los barazones sean paseos (!!!), sino porque el hacer barazones, que son unos anillos ó argollas de mimbres ó belortas retorcidas, es ocupación baladí propia de holgazanes. Igual que la de hacer malos diccionarios. (1887: 121-122). 10. Hablamos de casi mil palabras. 11. Este es la razón que explica por qué el número de las sugerencias es superior a las palabras o frases a las que dedica su atención. En el corpus recogemos 442 palabras o frases. 273REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... Para conseguir nuestro objetivo hemos optado por una metodología basada en el estudio detallado de todas las enmiendas que el crítico propuso. En general, encontraba defectuosas las definiciones de algunas palabras, reprochaba o reclamaba la presencia de otras. Nosotros hemos estudiado con detalle las propuestas del crítico y sucesivamente hemos consultado todas las palabras defectuosas, primero, en la edición de 1899, y luego, en la edición de 1914, para estudiar con qué acogida se había encontrado su obra. Como veremos a continuación, no siempre la sugerencia fue aceptada inmediatamente en la edición de 1899. De igual modo, si no fue aprobada en la edición de 1899, muy pocas veces llegó a reflejarse en la edición posterior. Sentado esto, no es fácil analizar la actitud de la Academia. Se puede decir que todos los reproches de una u otra manera, positiva o negativa, encontraron su reflejo en las ediciones posteriores del Diccionario. Para que el lector tenga una idea de la reacción de la Academia ante los reproches, pero también para que vea el estilo que utilizaba Valbuena, hemos acompañado los reproches con las citas de la Fe de erratas y con las definiciones del DRAE de 1884 y sucesivamente con las definiciones de 1889 y 1914. Por lo general, hemos detectado ocho maneras de responder a los reproches. Son las siguientes12 : a) En 1899 el reproche no es aceptado y en 1914 es aceptado solo parcialmente. Ej. braña Valbuena Tampoco saben lo que dicen al decir que braña es provincial de Asturias y Galicia, ni saben definir braña. (1889: 168). DRAE 1884 (Del. célt. broenn, junco, plata acuática.) f. pr. Ast. y Gal. Pasto de verano, que por lo común está en la falda de algún montecillo donde hay agua y prado. ǁ pr. Ast. y Gal. Prado para pasto, donde hay agua ó humedad, aun cuando no haya monte. ǁ pr. Gal. Broza que se hace en la braña. DRAE 1899 (Del. célt. broenn, junco, plata acuática.) f. pr. Ast. y Gal. Pasto de verano, que por lo común está en la falda de algún montecillo donde hay agua y prado. ǁ pr. Ast. y Gal. Prado para pasto, donde hay agua ó humedad, aun cuando no haya monte. ǁ pr. Gal. Broza que se hace en la braña. DRAE 1914 f. Ast. Pasto de verano, que por lo común está en la falda de algún montecillo donde hay agua y prado. ǁ 2 Ast. Prado para pasto, donde hay agua ó humedad, aun cuando no haya monte. b) En 1899 el reproche es aceptado parcialmente y en 1914 se incorpora otro cambio parcial —borrando el cambio del 1899—, pero sin llegar a la unidad plena con la sugerencia de Valbuena. 12. El subrayado en las citas en nuestro. 274 KATARÍNA PREŠINSKÁ Ej. aguzanieve Valbuena: [N]o importa que hable de un pájaro de siete pulgadas (la Academia todo lo mide mal, pero todo lo mide), que llama aguza-nieve, y que, ó se llama agua-nieve ó no existe. (1887: 58). DRAE 1884 f. Pájaro de unas siete pulgadas de largo, cuyo color es ceniciento y negro: tiene en las alas una faja transversal de color blanco, y la cola larga y en continuo movimiento. DRAE 1899 f. Pájaro de unos ocho centímetros de largo, sin incluir cola, que tiene casi otro tanto; ceniciento por encima, blanco por el vientre y con cuello, pecho, alas y cola negros. Vive en pajares húmedos y abunda en nuestra Península durante el invierno. DRAE 1914 f. Pájaro de unos ocho centímetros de largo, sin incluir cola, que tiene casi otro tanto; ceniciento por encima, blanco por el vientre y con cuello, pecho, alas y cola negros. Vive en pajares húmedos, se alimenta de insectos y mueve sin cesar la cola. Abunda en nuestra península durante el invierno. c) En 1899 el reproche es aceptado y en 1914 se le añade una reformulación au- mentada. Ej. abedul Valbuena: [V]amos, el castellano de la Academia, la cual levanta en seguida un falso testimonio al abedul, diciendo de él que tiene las hojas dentadas, y no es cierto. (ib.: 39). DRAE 1884 (Del lat. betŭla.) m. Árbol de la familia de las betuláceas, de bastante altura, con hojas puntiagudas y dentadas y el cual crece en varios sitios montañosos de Europa. De su corteza se extrae el aceite con que se adoba y aromatiza la piel de Rusia. DRAE 1899 (Del lat. betŭla, del celta bedw.) m. Árbol de la familia de las betuláceas, de unos diez metros de altura, con hojas pequeñas, puntiagudas, aserradas y dispuestas en ramillas colgantes, que forman una copa irregular y de escasa sombra. Abunda en los montes de Europa, y su corteza, que contiene un aceite esencial, se usa para curtir y aromatizar la piel de Rusia. DRAE 1914 (Del lat. betŭla.) m. Árbol de la familia de las betuláceas, de unos diez metros de altura, con hojas pequeñas, puntiagudas, y doblemente aserradas o dentadas en el resto del limbo, y dispuestas en ramillas colgantes, que forman una copa irregular y de escasa sombra. Abunda en los montes de Europa, y su corteza, que contiene un aceite esencial, se usa para curtir y aromatizar la piel de Rusia. ǁ2 Madera de este árbol. 275REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... d) En 1899 el reproche no es aceptado, pero en 1914 ya aparece reflejado. Ej. bajonazo Valbuena: ¿Y por qué no han puesto ustedes la voz de tauromaquia bajonazo? ¿Para que no se llamen así por extensión y andando el tiempo las académicas definiciones?... Precaución inútil. (ib.: 114). DRAE 1884 no aparece DRAE 1899 no aparece DRAE 1914 (De bajo.) In Taurom. Golletazo. e) En 1899 el reproche es aceptado solo parcialmente. En 1914 se guarda el cambio parcial de 1899. Ej. atondar Valbuena: [N]i viene de ad y tundere, golpear, ni significa dar de los pies al caballo, como con frase no castiza dicen los señores, sino que significa arreglar, componer, aliñar, afeitar, poner atuendos. (ib.: 86). DRAE 1884 (Del lat. ad, á, y tundere, golpear.) a. Equit. Dar de los pies al caballo. DRAE 1899 (Del lat. ad, á, y tundere, golpear.) a. Equit. Estimular el jinete con las piernas al caballo. DRAE 1914 (Del lat. ad, a, y tundere, golpear.) a. Equit. Estimular el jinete con las piernas al caballo. f ) En 1899 el reproche es aceptado plenamente y en 1914 se mantiene el cambio de 1899. Ej. abestiado Valbuena: Pero señores, ¿cómo se ha de decir eso de las cosas? Las cosas son animadas ó inanimadas. A estas últimas claro es que no se las puede aplicar aquel adjetivo. ¿Vamos á llamar abestiados á los adoquines de la calle de Valverde, al recipiente urinario que hay en medio de ella, ó á la materialidad del Diccionario que ustedes acaban de hacer? Y las otras cosas, las animadas, los seres animados que no son personas y que pueden parecerse á las bestias, son bestias, y llamar abestiada á una bestia es un pleonasmo tan injustificado como llamar ignorante á un académico. (ib.: 42-43). DRAE 1884 adj. Que en cierto modo parece bestia, ó tiene algo de bestia. Dícese de personas y cosas. DRAE 1899 adj. Que parece bestia ó de bestia. DRAE 1914 adj. Que parece bestia ó de bestia. 276 KATARÍNA PREŠINSKÁ g) En 1899 el reproche no es aceptado y en 1914 tampoco. Ej. basura Valbuena: Basura dicen que es «inmundicia, suciedad, y especialmente la que se recoge barriendo». Y la que no se recoge más especialmente, como el Diccionario de la Academia, que todavía anda libre por los escaparates. (ib.: 125). DRAE 1884 (De baso.) f. Inmundicia, suciedad, y especialmente la que se recoge barriendo. ǁ Desecho ó estiércol de las caballerías. DRAE 1899 (Del lat. versus, barrido.) f. Inmundicia, suciedad, y especialmente la que se recoge barriendo. ǁ Desecho ó estiércol de las caballerías. DRAE 1914 (Del lat. versŭra, de verrĕre, barrer.) f. Inmundicia, suciedad, y especialmente la que se recoge barriendo. ǁ Desecho ó estiércol de las caballerías. 5. Análisis del corpus 5.1 Reproches macroestructurales Mayoritariamente se trata de asuntos dedicados a la microestructura del Diccionario, pero hace algunos comentarios también acerca de la macroestructura. En el siguiente diagrama queda reflejado la proporción de los reproches macroestructurales y microestructurales. Detectamos 136 casos de reproches macroestructurales y 339 casos de reproches microestructurales. Diagrama 1. Reproches 27 % 73 % Macroestructurales Microestructurales Se puede observar que el número de las enmiendas macroestructurales que Valbuena recomienda para las siguientes ediciones es relativamente bajo. En concreto, se trata de comentarios en cuanto al papel y las letras utilizadas en el Diccionario o de las advertencias acerca de las abreviaturas. Asimismo, aporta enmiendas relacionadas con el reclamo o el reproche de la presencia de alguna que otra palabra. Este tipo de comentarios representa el grupo más numeroso de todas las sugerencias macroestructurales. 277REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... Tabla 1. Reproches macroestructurales Ofrecemos al lector un ejemplo con un comentario muy suyo para ilustrar cómo se expresa Valbuena acerca de estos casos: La primera [mejora] de aquellas consiste en el papel, que es excelente, fabricado con arreglo á los últimos adelantos de la industria: la segunda consiste en el empleo de las letras egipcias, más vistosas que las versales antes empleadas, en las cabezas de artículo. El Diccionario de esta manera resulta hermoso; mas para dar á cada uno lo suyo, también debo decir que la primera mejora es cosa de la fábrica, y la segunda está plagiada del Diccionario latino del marqués de Morante; de suerte que en ninguna de ellas tienen arte ni parte los académicos. (1887: 4). Tras consultar las dos ediciones posteriores a la 12.ª edición del Diccionario hemos obtenido los resultados que presentamos en el siguiente diagrama, donde se puede comprobar cuántos de los 136 reproches macroestructurales fueron tenidos en cuenta por los académicos. Diagrama 2. Reflejo de los reproches macroestructurales después de 1914 10 % 90 % Ignorado Aceptado Visto el diagrama llegamos a la primera conclusión. A saber, Valbuena propuso para la mejora de las siguientes ediciones del Diccionario 136 propuestas macroestructurales y la Academia llevó a cabo solo un porcentaje mínimo. El 90 % de todas las sugerencias fue ignorado por los lexicógrafos académicos. 278 KATARÍNA PREŠINSKÁ 5.2 Reproches microestructurales A continuación, hemos analizado los reproches microestructurales. Primero los hemos catalogado en varios grupos. Se trata de enmiendas dedicadas a la etimología, la ortografía, el orden de las acepciones, la definición a través de sinónimos, las marcas diacrónicas, diatópicas o, a veces, diafásicas, la información gramatical o la fraseología. Tabla 2. Reproches microestructurales Mayoritariamente, Valbuena examina las definiciones. Hay veces en las que se empeña en explicar con mucho detalle y mucha precisión por qué es necesario reformular la definición de la palabra, como hemos visto más arriba en el ejemplo de barzón. Por otro lado, repetidas veces se limita a lanzar un comentario satírico y burlesco, pero sin ofrecer una alternativa de la definición. Es, por ejemplo, el caso de la palabra acogollar. La cual [la Academia] sigue diciendo que acogollar es «cubrir las plantas delicadas con esteras, tablas ó vidrios»; que la etimología de adelante es de a y delante (¡qué saber!); que el aderezo es un juego; [...]. ¡Loor a la Academia! (1887: 57). En el siguiente diagrama hemos realizado una comparación con las ediciones posteriores para descubrir el reflejo de las sugerencias. El diagrama presenta qué porcentaje de los 339 reproches microestructurales se había llevado a cabo y se había mantenido, o no, con la 14.ª edición (1914) del Diccionario. Lo que más consideraron los académicos fueron las sugerencias etimológicas. Casi la mitad de ellas acabó incorporada en las ediciones posteriores a la publicación de la Fe de erratas. De manera positiva fue recibido también el 31 % de las 230 sugerencias para el cambio de la definición académica. Es decir, 71 sugerencias. Con relación a las demás proposiciones microestructurales, el porcentaje de las aprobadas es inferior al 20 %. La 279REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... Fe de erratas tampoco se reveló provechosa en absoluto en el tema de la ortografía, de las marcas diacrónicas y diafásicas. Diagrama 4. Reflejo de los reproches microestructurales después de 1914 Juntando los resultados que hemos visto en la macroestructura con los que acabamos de ver ahora en la microestructura, es obvio que en la mayoría de los casos las sugerencias de Antonio de Valbuena no fueron recibidas positivamente. Descendiendo al detalle, solo un cuarto de las 475 enmiendas fue aceptado y reformulado a base de sus sugerencias después de 1914. Obsérvese de manera gráfica en el siguiente diagrama. Diagrama 5. Reflejo definitivo Como conclusión general del reflejo que encontraron las sugerencias de Valbuena puede señalarse que el 75 % de todas las observaciones no fue aceptado en absoluto. Teniendo en cuenta que las sugerencias de Valbuena en la mayoría de los casos fueron muy acertadas es un porcentaje bastante elevado. 25 % 75 % Aceptado Ignorado 280 KATARÍNA PREŠINSKÁ 6. Interpretación de los resultados Después de haberse publicado la 12.ª edición del Diccionario de la Academia vieron la luz varias críticas externas13 . Los sarcásticos artículos de Antonio de Valbuena destacaban entre las demás publicaciones. Centró su interés principalmente en las críticas a la redacción de entradas concretas del Diccionario y, parcialmente, en la crítica de las marcas etimológicas. Otros autores se orientaron más a la crítica del tratamiento de los neologismos, los tecnicismos, las voces que faltaban, etc. En cuanto a las etimologías, Alvar recuerda que dentro de la Academia la Comisión de Etimologías iba a encargarse de revisar y aumentar en lo posible las etimologías del Diccionario. Hecho comprensible por cuanto la información etimológica se había empezado a introducir en la edición de 1884. En 1914 la innovación estaba totalmente consolidada (1992: 8-10). Aunque no son muchas las correcciones o sugerencias etimológicas que propone Valbuena, solo 21 casos, hemos visto que el 43 % de todas ellas quedó reflejado en las ediciones posteriores. El interés de la Academia por el mejoramiento de las correspondencias etimológicas favorece a la interpretación positiva de los reproches de Valbuena. No obstante, la situación es totalmente opuesta con respecto a la censura de las definiciones académicas. Al estudiar la obra de Valbuena, hemos visto que muchas de las reformulaciones que ofrecía eran muy convenientes para la mejora de la 12.ª edición del Diccionario de la Real Academia. Desgraciadamente, como demuestra nuestro trabajo, solo un porcentaje muy bajo, el 31 %, es decir, 71 de las 230 reformulaciones llegaron a formar parte de la estructura interna de esta obra lexicográfica. Y recordemos que los artículos recogidos en la Fe de erratas terminan con la letra E. Si hubiera terminado de examinar el Diccionario entero, a lo mejor habría servido para el bien de la lengua, de la Academia y de la lexicografía española. Mas observando la conducta de la Corporación, es de suponer que no le habrían hecho más caso. En realidad, salvando un cuarto de todas las sugerencias, podemos afirmar que la obra de Antonio de Valbuena no resultó útil para los académicos. ¿Dónde hallar la razón de este fracaso si las enmiendas que propuso Valbuena no fueron tan inoportunas? Podemos intentar buscar la respuesta en el tono mordaz que utilizaba para comentar los errores. O buscarla en los pequeños desvíos que aprovechaba para burlarse de la Academia, de los académicos o de su producción literaria. O buscarla en que la Fe de erratas es una obra incompleta, porque llega solamente a la letra E. También es posible que algunas de las sugerencias fueran muy subjetivas. Asimismo tenemos que admitir la posibilidad de que la Academia se sintió ofendida por las injurias de Valbuena, porque 13. L. C. Viada y Lluch (1887): Observaciones al Diccionario de la Real Academia Española, Barcelona. B. Rivodó (1889): Voces nuevas en la lengua castellana, París, Garnier Hermanos. E. Zerolo (1889): La lengua, la Academia y los académicos, París, Garnier Hermanos. 281REFLEJO DE LA FE DE ERRATAS DEL NUEVO DICCIONARIO DE LA ACADEMIA... atacaban la imagen de la Corporación y, por lo tanto, el prestigio del Diccionario. Para devolverle el ataque lo castigó con el desprecio. Para tener una visión más amplia podemos detenernos en reflexionar las ideas de otros especialistas. Clavería Nadal encuentra la respuesta en el tono y en la falta de generalidad y coherencia, por la que quedan completamente desautorizadas todas sus críticas (2003: 258). Por otro lado, Gutiérrez Cuadrado advierte que Valbuena «descubre “disparates”, “errores”, “majaderías”, etc., en el Diccionario Académico con suma facilidad; sin embargo, su incomprensión de lo que es un diccionario y su desenfado metodológico convierten el texto en un pasatiempo sin interés especial, aunque algunas observaciones sean correctas» (2001-2002: 297). Ahora bien, aunque es escaso el número de las sugerencias que se habían llevado a cabo, cabe recordar que las que fueron aprobadas reproducen casi al pie de la letra la formulación de Valbuena. No obstante, el agradecimiento por parte de la Academia fue nulo. Incluso, lo castigaron con silencio. Sin embargo, la Academia —que nunca ha acabado de encajar las críticas del todo bien— parece no haber perdonado las diatribas de Valbuena, ya que actualmente es imposible encontrar en el CORDE, el banco de los datos histórico de la RAE, referencia alguna a las obras de este autor. La Real parece haberlas omitido a pesar de pertenecer a un escritor correcto, conocido y apreciado que, además, fue de los más leídos en su época. (Díaz Salgado, 2011: 109). Puede oponerse el lector diciendo que la Academia no tuvo que agradecerle nada, porque las sugerencias para las enmiendas de las próximas ediciones nacieron en la misma Corporación. Mas el hecho de que las nuevas definiciones siguieron al pie de la letra las propuestas de Valbuena, como hemos visto en el ejemplo de bajonazo, desautoriza esta afirmación. En resumidas cuentas, de todas las críticas que habíamos detectado en el primer tomo de la Fe de erratas del Diccionario de la Academia solo un cuarto de ellas encontró reflejo positivo en la 13.ª y luego en la 14.ª edición del Diccionario. Y aunque no hemos analizado la obra entera, estamos casi seguros de que el resultado de toda la obra arrojaría a un resultado muy parecido. Imputamos, pues, esta recepción tan restringida al desparpajo, la franqueza y la mordacidad con la que Valbuena censuraba la nomenclatura del Diccionario. Es decir, la crítica subjetivamente teñida era difícilmente aceptable para la Academia. Más que crítica, parece que la Academia interpretó los comentarios de Valbuena como ataques contra la institución como tal. 7. Conclusión Hemos señalado como objetivo del presente trabajo el descubrir el reflejo que encontró la obra crítica de Antonio de Valbuena en la 13.ª y 14.ª edición del Diccionario. 282 KATARÍNA PREŠINSKÁ La acogida de la obra por parte del público fue más que positiva en cada artículo que aparecía en Los Lunes de El Imparcial. Sin embargo, la reacción de la Academia fue precisamente la contraria. A pesar de sus prólogos en los que declaraba que iba a agradecer todo tipo de crítica y de enmienda, parece no haberle complacido el estilo y el tono escogido por Valbuena para sus críticas, pues utilizaba un tono muy audaz y atrevido. También hemos visto que, al menos en el primer tomo de su obra crítica, Valbuena trataba en sus sugerencias mayoritariamente el tema de la microestructura del Diccionario. En concreto analizaba las definiciones de los artículos lexicográficos, casualmente las marcas etimológicas, reclamaba o reprochaba la presencia de algunas palabras en el Diccionario o proponía la incorporación de algunos refranes. Al cumplir con nuestro objetivo hemos descubierto que solamente una cuarta parte de todas las sugerencias acabó encontrando acogida en las ediciones posteriores a la publicación de la Fe de erratas. La Academia consideró más oportunas las enmiendas etimológicas y, efectivamente, las llegó a aplicar. Sin embargo, el baricentro de las sugerencias de Valbuena estaba en las propuestas para la reformulación de las definiciones de las palabras. Desgraciadamente, solo una tercera parte de estas propuestas llegó a ser aprobada para las ediciones posteriores. De este modo resulta que la obra de Valbuena se unió a ese grupo de críticas que nacen para mejorar la producción lexicográfica, pero que, por desgracia, no caen en tierra fértil. Parece que la razón de este rechazo hacia la crítica propuesta por Antonio de Valbuena halla sus raíces en el estilo y el tono que utilizó. La Academia no ha sido capaz de perdonar el tono empleado por Valbuena y aprovechar así la contribución positiva que ofrecía su crítica para la mejora del Diccionario académico. Esto lleva a plantearse la cuestión del criterio que ha seguido y sigue la Institución a la hora de acoger las diferentes críticas que recibe, y de la conveniencia de instaurar mecanismos que estudien más pormenorizadamente estas (una comisión específica, mesas de diálogo, rondas periódicas de mejora abiertas al ámbito académico o cultural) y eviten la pérdida de la riqueza que estas colaboraciones podrían aportar. En suma, Antonio de Valbuena presentó al mundo de la lexicografía española una obra de alta utilidad que la Academia no es que no supo aprovechar, sino que rehusó aprovechar por sentirse personalmente ofendidos los académicos y la institución como tal. 8. 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